Dossier especial X Jornadas de Investigación: 1-17
DOI 10.15517/rr.v0i0.46076
E-ISSN: 1659-2859
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Representación social y procesos de búsqueda de población migrante centroamericana
desaparecida en su tránsito por México
Social representation and search processes of Central American migrants missing in
their transit through Mexico
Sergio Salazar Araya¸
sergio.salazar_a@ucr.ac.cr
1
1
Escuela de Ciencias
Políticas, Universidad de
Costa Rica.
Resumen
Introducción
El trabajo describe la pugna de representación y búsqueda de personas
migrantes centroamericanas desaparecidas en su tránsito por México, en
la que participan actores estatales, criminales y sociales. Entre los
últimos, destacan los Comités de Familiares de Migrantes Desaparecidos.
Objetivo
El artículo apunta a mostrar cómo desde un saber-poder estatal (técnico
y estadístico), se construye una noción de desaparición que oculta su
dimensión estructural y pretende instalarse en el sentido común, mientras
es enfrentada por estrategias de visibilización de organizaciones de
familiares que representan la desaparición no como las cifras aisladas
(discurso oficial), sino desde la ausencia sistemática y como parte de un
dolor social más amplio.
Método
Desde una perspectiva cualitativa y crítica, se analizan datos generados
mediante trabajo de campo etnográfico y documental durante 2014-2015
en Honduras y México. Estos son abordados mediante análisis crítico del
discurso y una reconstrucción etnográfica y política del despliegue
estratégico de los Comités de Familiares de Migrantes Desaparecidos.
Resultados
El fenómeno de la desaparición de personas migrantes se desarrolla en un
campo transnacional en el que se disputan dinámicas de movilidad y
circulación de personas y cosas, y que está definido por dinámicas
estatales, geopolíticas, criminales y culturales asociadas al accionar de
actores narco-estatales.
Conclusiones
La irrupción de los Comités de Familiares de Migrantes Desaparecidos
en el campo transnacional implica estrategias de territorialización,
incidencia y búsqueda, así como formas de enunciación que contestan
directamente a las representaciones oficiales sobre el fenómeno de la
desaparición de personas migrantes.
Palabras clave: Migración, Desaparición, Discurso, Violencia,
Organización de mujeres.
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Cómo citar:
2021.
Abstract
Introduction
The work describes the struggle for representation and search for Central
American migrants who disappeared in their transit through Mexico, in
which state, criminal and social actors participate. Among the latter, the
Committees of Relatives of Missing Migrants stand out.
Objective
The article aims to show how from a state knowledge-power (technical
and statistical), a notion of disappearance is built that hides its structural
dimension and tries to settle in common sense, while it is confronted by
strategies of visibility of organizations of relatives that represent
disappearance not as isolated figures (official discourse), but from
systematic absence and as part of a broader social pain.
Method
From a qualitative and critical perspective, data generated through
ethnographic and documentary fieldwork during 2014-2015 in Honduras
and Mexico are analyzed. These are approached through critical discourse
analysis and an ethnographic and political reconstruction of the strategic
deployment of the Committees of Relatives of Missing Migrants.
Results
The phenomenon of the disappearance of migrants takes place in a
transnational field in which dynamics of mobility and circulation of
people and things are disputed, and which is defined by state, geopolitical,
criminal and cultural dynamics associated with the actions of narco-state
actors.
Conclusions
The irruption of the Committees of Relatives of Disappeared Migrants in
the transnational field implies strategies of territorialization, incidence and
search, as well as forms of enunciation that directly answer the official
representations about the phenomenon of the disappearance of migrants.
Key Words: Migration, Disappearance, Discourse, Violence, Womens
associations.
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Representar la desaparición, visibilizar la ausencia
Todo discurso es una disputa de representación entre formas de saber y de poder que
se actualizan en su propio enfrentamiento (Deleuze 2014, 99-126). La disputa entre el
discurso estatal-oficial y el de las organizaciones de familiares en torno a la desaparición y
la figura del desaparecido, se expresa en un campo de poder (Bourdieu 1989, 1990, 2000) en
el que se articulan, de forma contingente, discursos antagónicos sobre el lugar social de la
desaparición y sus efectos. En la medida en que los actores alcancen una “práctica
articulatoria” estratégica (Laclau y Mouffe 2011, 143), el antagonismo se resolverá a favor
de uno u otro enunciado, y unas formas de representar al desaparecido emergerán por encima
de otras. Como ha señalado Vizcarra siguiendo a Bourdieu, “el lenguaje es el territorio
privilegiado de la lucha política, lucha por la instauración de formas concretas de ver y hacer
el mundo” (Vizcarra 2012, 45). Pero representar no solo conlleva actos lingüísticos, sino
tambn prácticos y políticos. Discurso es un conjunto articulado de sentidos, pero también de
prácticas productivas y estratégicas.
Uno de los principales riesgos que enfrenta una persona migrante que transita por
México para llegar a EUA, además de morir, es desaparecer. Incluso de las bases de datos
oficiales que deberían registrar su ausencia. La debilidad del registro ha sido reconocida
oficialmente, en 2015 el subsecretario de Asuntos Multilaterales de la SRE reconoció que se
carecía de información específica y aceptó que no existía “un registro exclusivo de
desapariciones forzadas”.
1
Por su parte, la CNDH ha reconocido que “no existe certeza al
momento de intentar proporcionar cifras claras y una estadística confiable” (CNDH 2014), y
la CIDH ha señalado que “las cifras oficiales no resultan confiables y se constituyen en el
primer obstáculo para la búsqueda de las personas desaparecidas, el esclarecimiento de la
verdad, y la justicia” (2015, 68).
Esta situación ha sido denunciada por numerosas organizaciones de la sociedad
civil,
2
pero a pesar de algunas iniciativas oficiales, como la creación de la Fiscalía
Especializada en Búsqueda de Personas Desaparecidas (FEBPD, creada en 2015), se
mantienen la debilidad en el registro, la falta de sistematización de datos y la ineficacia en
los procesos de búsqueda. La negligencia e inoperancia estatal sugieren, más que
ineficiencia institucional, una serie de decisiones de no hacer, una política pública ausente,
un conjunto de omisiones que terminan por invisibilizar la desaparición como fenómeno
social y como problema público, representándola como casos aislados. Han sido las
organizaciones sociales, desde sus prácticas de incidencia y representación, las que la han
visibilizado públicamente, y logrado mínimos de reconocimiento (Honneth 1997).
1
En http://www.proceso.com.mx/?p=394926
2
Cfr. Amnistía Internacional 2010, COFAMIDE, COFAMIPRO, Frontera con Justicia, et.al. 2012, CNDH
2014, Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho abril de 2014, CIDH 2015.
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Según el RNDPED
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, 2014 ha sido el año con más casos de desaparición denunciados
en la historia del país con un promedio diario de 14 (La Jornada 2015), y de 2007-2014 se
contabilizaron 23mil casos (Animal Político 2014). Para finales de 2015 la cifra oficial había
aumentado a casi 27mil. Los estados con más denuncias están en la frontera norte y en el
centro del país, donde convergen zonas de importante actividad del crimen organizado con las
principales rutas migratorias, lo que muestra la dimensión geopolítica de la desaparición.
Como ha señalado Mastrogiovanni, De todas estas desapariciones muchas son forzadas,
aunque no exista cifra oficial (…) Se podría hablar de cientos de víctimas o decenas de miles
con la misma facilidad (…) no se pueden hacer afirmaciones certeras, aunque muchas
organizaciones de familiares de víctimas que de facto se encargan de la investigación, intentan
dar cifras tentativas (2015, págs. 29, énfasis en el original).
El subregistro oficial que desde la razón burocrática invisibiliza los casos específicos
se articula a la ausencia o debilidad en las prácticas de procuración de justicia, para dar forma
a una más amplia política generalizada de invisibilización, la cual es operada desde lo que
podríamos llamar dispositivos de metadesaparición, aquellos que hacen desaparecer al
desaparecido mediante la desarticulación simbólica de sus condiciones de posibilidad y la
difuminación institucional de sus consecuencias personales y colectivas. Esta política se
legitima desde un discurso técnico-especializado (muchas veces potabilizado por ONGs) que
acuña como oficiales y tipifica legalmente ciertas categorías específicas para entender la
desaparición y, en este sentido, dar cuenta de su lugar social en el marco de un relato público
oficial que se instala en el sentido común. Por ejemplo, la noción de “desaparición forzada”,
entendida por la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas como
«la privación de la libertad a una o s personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por
agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el
apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de informacn o de la negativa a
reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual
se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinente (1994;
arculo II; énfasis propio).
La frase destacada es limitativa en rminos de una demostración jurídica, pues
reduce los casos a aquellos en los que la participación mencionada es demostrable. Es claro
que, en términos estructurales, existen diversas formas de vinculación y participación de
instancias y actores estatales en las desapariciones, pero también es evidente que la
categoría no es apropiada para describir la coyuntura actual en la que el crimen organizado
emerge como un actor desaparecedor central (González Villareal 2012), al tiempo que
tampoco resulta estratégica en términos de iniciar procesos de judicialización con
incidencia real. En el caso de la jurisdicción federal la situación esn más complicada, pues
en el art. 215-A del Código Penal se establece que “[c]omete el delito de desaparicn forzada
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Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
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el servidor público que (…) propicie o mantenga dolosamente su ocultamiento bajo cualquier
forma de detención”, con lo que la categoría es aúns reducida.
4
Según la PGR, entre 2006-2014 se han dado solo seis sentencias condenatorias por el
delito de desaparición forzada en el ámbito federal, de un total de 239 averiguaciones.
5
Por
su parte, la CIDH ha manifestado conocer “reiteradas quejas de víctimas sobre el actuar de
las procuradurías de justicia estatales”, con testimonios de que no son atendidas
adecuadamente o del todo al intentar poner una denuncia, se encuentran con tantas barreras
y desconfianza, que prefieren no denunciar” (2015, 73).
Ahora bien, si ya es problemático trabajar con datos oficiales sobre desaparición en
México, es n más difícil precisar cuándo las personas desaparecidas son migrantes, lo que
complica un análisis preciso sobre las dimensiones del problema; “[c]omo es imposible que
alguien se tome la molestia de examinar a fondo cada uno de los casos, éstos se convierten
en una muy larga serie de eventos aislados de personas que simplemente desaparecen”
(Mastrogiovanni 2015, 32, énfasis propio). Organizaciones mexicanas y centroamericanas
han denunciado en repetidas ocasiones que “[n]o existe un número claro de migrantes no
localizados en México o en CA (...) porque el registro de las agencias de gobierno es parcial
y no centralizado(COFAMIDE et.al. 2012, 6). Según estimaciones no oficiales de agencias
de comunicación independientes y organizaciones sociales, solo en el sexenio de Felipe
Calderón (2006-2012) se calcularon en 60 mil las personas migrantes centro y suramericanas
desaparecidas (Mastrogiovanni 2015, 13), mientras que el Movimiento Migrante
Mesoamericano las estima en hasta 150 mil.
6
Amnistía Internacional, por su parte, ha sido
enfática en que “cientos de migrantes irregulares desaparecen o son asesinados cada año
durante su viaje al norte, [y que] No hay cifras oficiales fiables sobre el número de víctimas
(2010, 18). Un ejemplo de la operación de estos mecanismos institucionales en su escala más
concreta y cotidiana está en uno de los primeros informes sobre el tema:
Cuando se encuentra un cadáver, la PGJE local y su unidad forense son responsables
de establecer la identidad y la causa de la muerte. Si se encuentran documentos de
identidad, se alerta al cónsul pertinente para que se pueda informar a los familiares
en el país de origen. Sin embargo, muchos cadáveres no tienen documentos (…) En
ocasiones, los testigos proporcionan información sobre la identidad de la persona,
pero los cónsules se muestran a menudo reacios a actuar basándose en esa
información. Si la identidad no puede confirmarse o si no puede localizarse a los
familiares, el cadáver es enterrado en una fosa no señalada en México (…) La
4
A finales de 2015 se envió al Congreso el proyecto “Ley General sobre Desaparición Forzada”, aprobada en
octubre de 2017 y plantea 4 instrumentos: el Sistema Nacional de Búsqueda, el Registro Nacional de Personas
Desaparecidas y No Localizadas, el Registro Nacional Forense y el Consejo Nacional Ciudadano.
5
En: 2-2-15 http://www.jornada.unam.mx/2015/02/02/politica/004n2pol
6
En: 1-12-14 http://www.animalpolitico.com/2014/12/tendremos-paz-hasta-encontrar-nuestros-hijos-las-
historias-de-la-caravana-de-madres-migrantes/
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mayoría de los casos se archivan sin llevar a cabo una autopsia completa, y sólo se
adoptan medidas mínimas para investigar las causas de muerte (AI, 2010, pág. 18).
Los procesos de búsqueda han sido asumidos por organizaciones de familiares que
han terminado por especializarse en investigación, localización de fosas, materia forense,
estrategias mediáticas, entre otros; “cuando llegamos a pedir justicia, nos hemos dado cuenta
que somos incómodos, les decimos qué líneas de investigación seguir, porque nos hemos
convertido en investigadores” (CIDH 2015, 76).
hay que tomar acciones y exigirles (…) los derechos humanos dicen que tenemos
derechos a tantas cosas… entonces ¿por qué esta gente no lo hace cumplir? Están en
su oficina bien sentaditas, ¿por qué no hacen su gestión como debe de ser? (…) hay
gente humilde que son más capacitados para defender y hacer que se nos escuche y
se nos respete (A, Ortiz integrante de COFAMIPRO, comunicación personal, 21-4-
14).
Este sentido común sobre la desaparición y sus causas, así como sus tecnologías de
búsqueda y estrategias de representación discursiva, surgen de la memoria y la experiencia
cotidiana de cientos de familiares que conforman las organizaciones, y que han logrado
posicionar sus demandas en una interlocución con un estado al que, aunque se le contesta y
confronta, también se le exigen recursos y respuestas. En palabras de una de las madres
integrantes del COFAMIPRO, De este gobierno nada, y del de México… ese ni hace nada
con los de ellos, porque nosotras en la caravana vimos madres mexicanas diciendo que
también tienen hijos desaparecidos [y que] no les escuchan menos a nosotras (H, Luque
integrante del COFAMIPRO, comunicación personal, 23 de abril de 2014).
7
Un actor que ha sido muy importante en la producción y realización de las técnicas
de visibilización que contestan las prácticas estatales de omisión, es el Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF), cuyo trabajo hoy día cubre prácticamente todo el planeta.
8
El
EAAF ha aportado conocimiento y tecnología forense indispensables para los procesos de
búsqueda, tanto en términos de la efectividad en la detección de indicios y producción de
información concreta, como en la traducción de esta información a la gramática y la métrica
estatal para garantizar su inserción en las rutas burocráticas y obtener eventuales respuestas
oficiales de cara a los procesos de procuración de justicia. Su trabajo contribuye a la
configuración del saber-poder contestatario de las organizaciones sociales que disputan las
formas de representar la desaparición.
7
Todos los testimonios fueron tomados de integrantes del COFAMIPRO. Cuando se ha considerado necesario,
sus identidades y las de sus hijos e hijas han sido protegidas.
8
Fue fundado en 1984 en el contexto de las violaciones a derechos humanos y las prácticas estatales de
desaparición en la dictadura argentina (1976-1983). Actualmente tiene proyectos en América Latina, África,
Asia y Europa, y ha estado involucrado en los casos recientes más difundidos sobre desaparición en el
continente; cfr. http://www.eaaf.org/
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Este saber especializado y sus prácticas de auscultamiento forense y difusión
mediática, se han complementado con la voluntad creativa y de incidencia y el sentido común
de los comités de familiares, generando agenciamientos sociales y políticos con fuerza
suficiente para producir discursos alternativos y prácticas de búsqueda que contesten las
oficiales, y hagan circular otras formas de representar la desaparición. La connivencia y
complicidad de estos actores generan prácticas articulatorias que se expresan discursiva y
estratégicamente en acciones de incidencia que generan visibilidad y producen corporalidad.
9
Este conjunto de trabajos de fabricación de restos corporales, de perfiles genéticos,
de nombres, de identidades, se articulan en un proceso más amplio de producción del
desaparecido en el que los comités de familiares cumplen una labor esencial, pue es su
memoria el lugar en el que habitan los ausentes, y su sentido común la fuente principal de su
voluntad y sus estrategias de incidencia. Los recuerdos que se guardan sobre quienes se
fueron, los relatos sobre las condiciones de su salida, las narrativas desde las cuales se da
sentido a su desaparición y a los efectos cotidianos de su ausencia, son todos elementos de la
memoria y los testimonios de las familiares que forman parte de un esfuerzo colectivo que
se institucionaliza en sus agenciamientos de búsqueda e incidencia.
Pero sus testimonios nutren también agenciamientos dirigidos al espacio interno de
la organización, a su propia situación vital, a la dimensión personal, afectiva y colectiva de
los grupos de familiares y sus procesos de resiliencia. Constituyen prácticas previas a la
incidencia política en el campo en el que se disputan las formas de representación de la
desaparición; son acciones dirigidas a crear las condiciones (afectivas, personales, familiares,
comunitarias y colectivas) de posibilidad para un posterior despliegue estratégico. Se trata de
procesos de trabajo emocional y psicosocial que abordan el dolor, el duelo y la ausencia para
evitar situaciones de inmovilidad (ostracismo, depresión, ansiedad) que imposibilitan tanto
la continuidad de la vida individual como el despliegue del proyecto político colectivo.
Estas prácticas de salvación, como las describe Regueiro (2011), refieren a
procesos rituales que las redes de parentesco realizan en torno a la muerte de algún pariente,
y que en el caso de las personas desaparecidas quedan como una muerte desatendida o una
privación de la muerte (Panizo 2011, Da Silva Catela 1998). Ambas nociones refieren a la
imposibilidad de que la persona atraviese la liminalidad de la muerte y de que los vivos
realicen el proceso de duelo clasificando socialmente al desaparecido (Turner 1997 y 1967).
Pero, sostengo, es justamente la incertidumbre la que hace surgir una voluntad de saber que
es central para los procesos orgánicos y colectivos que permiten politizar los afectos, y hacen
9
Se habla de corporalidad como forma genérica de la condición biológica y orgánica de la desaparición. Si
bien lo que desaparecen son cuerpos concretos y personas específicas, en tanto tecnología estatal-criminal, la
desaparición actúa sobre la condición corporal básica de la migración, más que sobre cuerpos particulares. En
este sentido, es semejante a la lógica de la necropolítica presentada por Mbembe (2003) en continuidad con la
noción de biopolítica de Foucault (2006), con la particularidad de que estamos no frente a una política de
muerte, sino a una política de desaparición e invisibilización de la desaparición; podría, quizás, hablarse se una
absentopolítica.
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surgir la voluntad común indispensable para las prácticas de búsqueda y las disputas frente
al estado. La falta del cuerpo y la duda sobre la muerte evitan que la ausencia sea definitiva.
En la mayoría de los casos de los y las familiares de migrantes desaparecidos que se
involucran en procesos organizativos, vemos condiciones de vida precarias y marcadas por
la inseguridad y la incertidumbre, lo que agrava (y conecta) con la ausencia del familiar. En sus
relatos, las circunstancias de precariedad se vinculan con la falta del ser querido en un continuo
que va de la pobreza y la falta de oportunidades, a la muerta y la falta del ser querido. Esto
configura una autorrepresentación que pone énfasis en la ausencia, frente a la cual la
posibilidad de agregarse, organizarse y buscar, representan un referente de posibilidad que
resulta vital. En muchos de los relatos, la información sobre el momento de la desaparición
es oscura, confusa y llena de vacíos. Es una desaparición opaca, oscura, diluida en un tiempo
extendido que se rememora como angustioso e incierto, y en el que es la propia persona la
que, con su incomunicación y su ausencia, va dando señas de su falta.
El proceso para empezar a hablar de desaparición es más complejo, pues permanece
la posibilidad de que la ausencia sea solo incomunicación. La ausencia que deviene de la
desaparición es ambigua pues si bien interrumpe la vida también niega la muerte (Da Silva
Catela 1998, 88), dejando al desaparecido en una situación social paradójica. Dar cuenta en
el relato de esta ambigüedad, más que una debilidad en la representación es una de las fuerzas
de su elaboración y circulación social. Muchas madres se involucran en los procesos
organizativos para generar salidas a la liminalidad y producir una ausencia clara, marcada
por el conocimiento de lo que ocurrió, de las condiciones y causas de la muerte, si la hubo,
así como de la localización de su cuerpo. Es la necesidad imperiosa de generar condiciones
de posibilidad para la búsqueda, lo que representa el punto de inflexión a partir del cual se
empieza a representar al pariente como desaparecido, y en todos los casos ese momento está
marcado por el acercamiento a la organización; es a partir de su integración que se asume la
ausencia y se vislumbra la búsqueda.
El comité es capital social y político, técnicas, recursos, discursos y prácticas para
producir complejos y sistemáticos procesos de squeda, incluso más efectivos que los del
estado. Como me contó doña Irma Avendaño, también integrante del COFAMIPRO y madre
de Lidia, quien en 2014 llevaba casi treinta y tres años desaparecida, un año después de la
última llamada de su hija se fue “para Tegucigalpa a la cancillería armada de documentos”.
Llevó la partida de nacimiento, fotografías y “un machote donde escribimos todos los datos
de ella”; le atendió “una licenciada” y le recibió los documentos, pero nunca la llamaron. Dos
años después se comunicaron para decirle que llevara todo de nuevo pues lo habían perdido.
“Una vecina me dijoIrma, por qué no va [al COFAMIPRO] a ver si conseguimos
información–”. De nuevo fue cargada de documentos y esta vez no se extraviaron, ingresaron
en las bases de datos que el comité actualiza sistemáticamente y circula transnacionalmente.
Desde entonces doña Irma asiste a todas las actividades, no he faltado a ninguna reunn y
en setiembre voy a cumplir 5 años” (I, Avendaño integrante del COFAMIPRO, comunicación
personal, 15 de abril de 2014).
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La integración al espacio colectivo aporta referentes de identidad y es un momento
clave en el proceso de producción-representación del desaparecido en el marco de un discurso
estratégico de visibilización, contestación y búsqueda. Pero tiene también, como dijimos, un
impacto interno, personal, pues es ahí que se realizan trabajos indispensables para el
agenciamiento colectivo: la atención psicosocial y el acompañamiento emocional. Estos
ofrecen una línea de fuga de la liminalidad para el duelo personal y familiar que permitirán
reconfigurar la situación emocional y politizar los afectos de cara a la generación de una
voluntad de lucha.
Antes de venir aquí me sentía como sola, a pesar de que siempre he tenido a mi hija
que me apoya en todo, me sentía sola, abandonada, lloraba y lloraba, la depresión me
estaba matando. Ya una vez que sentí bastante mejoría yo decidí venir seguido, y
ahora me siento como en familia… no me deja desmayar. COFAMIPRO es mi
familia (…) Es triste estar con un dolor como el que sentimos nosotras. Es triste. (T,
Delgado integrante del COFAMIPRO, comunicación personal, 22 de abril de
2014).
10
La bandera es un retrato
Esta tristeza está en la base de los procesos organizativos y de incidencia que
despliegan los comités. Aunque suele ser experimentada y representada como individual, da
cuenta de un dolor social (Arciaga y Nateras 2002) cuyas condiciones de posibilidad son de
carácter estructural. Todo inicia con la agregación casi intuitiva de mujeres que han perdido
contacto con sus hijos en la ruta y que, ante “la incertidumbre, el dolor y la desesperación”,
empezaron a acercarse (R.N., Santos presidenta del COFAMIPRO, comunicación personal,
15 de abril de 2014). Como ha señalado Panizo, “[e]ste estado de camaradería, presente en
la posición liminal de los desaparecidos, permite lazos de unión entre los familiares que los
constituye como grupo de lucha y refuerza vínculos de solidaridad entre ellos” (2009, 73).
Bejarano las ha calificado como “motherist-based groups”,
11
grupos de activistas de base
cuyos miembros son exclusivamente o en su mayoría madres (2002, 144) y cuyos intereses
y demandas generan formas de disputa e incidencia dirigidas prioritariamente, aunque no
exclusivamente, al estado. Sus discursos y estrategias implican una auto constitución y una auto
representación que rompe la figura hegemónica de “La Madre” y visibiliza formas de cuido
extra domésticas que las coloca en una lucha política pública de la que han estado
históricamente excluidas, generando efectos democratizadores desde su condición social y
10
La representación de la organización como “familia” se encuentra en muchos de los testimonios, y está en la
base del sentido orgánico que se le atribuye al colectivo y sus dinámicas de intercambio.
11
Resulta difícil una traducción al castellano. “Grupos basados en la maternidad” o “grupos de raíz maternal”
serían dos opciones, sin embargo, nos transmite el mismo de “motherist”. Se trata de organizaciones formadas
sobre todo por mujeres que se han movilizado en su calidad de madres con la intención de agenciar la búsqueda
y defensa de sus hijos. Bejarano señala que encontró el término en un trabajo de Sara Ruddick (1998).
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de género (Fraisse 2001, Naishtat 2001). Como ha señalado Bejarano, «Históricamente, las
responsabilidades de las madres latinas y los roles que les han sido asignados se han colocado
estrictamente dentro de los límites de la casa y el lugar de trabajo, y se les ha prohibido (…)
utilizar su condición de madres para cualquier cosa que no sea la crianza. Sin embargo, el
tratamiento de los cuerpos de sus hijos como desechables (…) llevó a estas mujeres a desafiar
las instituciones estatales de poder y violencia contra sus ciudadanos» (2002, 126; traducción
propia).
Pero ¿cómo inician? En 1998 uno de los desastres naturales más agresivos de todo el
siglo afectó la costa atlántica centroamericana; el Huracán Mitch impactó la región a casi
300km/h luego de formarse en el mar Caribe hasta alcanzar el máximo grado en la escala de
ciclones tropicales. Varios países de la región fueron afectados pero la peor parte se la
llevaron Honduras y Nicaragua (López 1999, Lavell 2005). En EUA los migrantes
hondureños miraban en las noticias la devastación en su país y preocupados por sus familias
empezaron a comunicarse masivamente con sus parientes, el gobierno y las organizaciones
sociales. “Llamaban de todas partes de EUA a Radio Progreso (RP)
12
preguntando por su
familiar para ver si no se había ahogado”, recordaba Édita Maldonado, fundadora e integrante
de la junta directiva del COFAMIPRO (E, Maldonado integrante del COFAMIPRO,
comunicación personal, 1 de abril de 2014). Frente a estas circunstancias el Servicio Jesuita
a Migrantes (SJM) decidiniciar un sondeo en caseríos, barrios y colonias aledañas a El
Progreso para darse una idea de cuántas personas tenían familiares en EUA y poder responder
a las llamadas desde el norte. Pero la realidad mostotras prioridades, “lo que más abundaba
eran personas que se habían ido para Estados Unidos y que se habían desaparecido”
(Maldonado 2014(a)). El objetivo se invirtió, en vez de buscar información sobre familiares
en Honduras se inició una recopilación de datos sobre parientes en EUA con los que se había
perdido contacto.
La ayuda económica que llegó masivamente a la región por el huracán encontró
camino hasta RP, “se abrieron dos programas” recordaba Édita, “uno que se llamaba
´Golondrinas` y era sobre las maquiladoras, y otro que le pusieron ´Sin fronteras`, y que era
sobre migración”. El programa radial empezó a atraer familiares de migrantes
“desaparecidos”, sobre todo madres, y “[d]e pronto, el programa de conexión telefónica, se
convirtió en una asamblea radializada de muchas madres que buscaban a muchos hijos e
hijas” (Varela Huerta 2012, 180). Poco a poco se fue consolidando un grupo de señoras que,
apoyadas por el SJM, empezaban a reunirse con cierta frecuencia, ahí fuimos llegando las
primeras, Telma Linares, Emeteria Martínez, Édita Maldonado, Hermelinda Alvarado, Isabel
Hernández (…) llegábamos las mamás a llorar allí (…) había veces que en cada reunn
habíamos sesenta madres, ¡madres!, ¡y aquel cipotal! (E, Maldonado integrante del
COFAMIPRO, comunicación personal, 1 de abril de 2014).
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Emisora de la Compañía de Jesús en El Progreso, Honduras. Ver: 14-11-13 http://radioprogresohn.net/
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El espacio permitió atender una necesidad básica, pero inadvertida para muchos
sectores vinculados entonces al tema migratorio, “teníamos dónde ir a llorar”. Las señoras
fueron encontrando un lugar donde compartir sus historias y hablar de sus hijos; permitió, en
último término, producir un lugar de dolor, abrir en medio del espacio cotidiano de cuidos y
tristezas, un territorio propio, un lugar común en el que el grupo de mujeres pudiera
reconocer, manifestar, aceptar y explorar los afectos que tenían en torno a la desaparición de
sus hijos. Panizo describe así el complejo efecto psicosocial,
En el caso de los desaparecidos, la falta del cuerpo no solo no permite un
reconocimiento real y social de la muerte, sino que obtura, en tanto no se busque un
sustituto, la realización de los rituales concernientes al luto tales como el velatorio y
el entierro, en los que es precisamente el cuerpo lo que lleva y guía la acción (...) En
muchos casos, la ausencia del cuerpo y la falta de evidencias de la muerte hicieron
que el proceso quedara suspendido en un estado de liminalidad forzada (…) El
desaparecido que es a la vez un muerto, un vivo y no es ni muerto ni vivo, nunca
llega a integrarse en el mundo de los muertos. En paralelo, los deudos
dificultosamente logran reintegrarse en la vida social, restableciendo el vínculo
quebrantado (...) El desaparecido permanece al margen, al límite de lo que podría ser,
pero no es, y por ello no se realizan las fases de agregación que concluyen el ritual
de paso, cuando el muerto se integra en el mundo de los muertos y el deudo se
reintegra adecuadamente en la vida social luego de un quiebre en las relaciones
ordinarias (2011, 24).
Es justamente ante estas condiciones que las “prácticas de salvación”, como las
llama Regueiro, se mueven del ritual a la organización. Una de las primeras labores que
realiza el comité con las madres que se integran al grupo, es iniciar un proceso de trabajo
para hacer del dolor individual un dolor común, y desde ahí construir la voluntad colectiva
de lucha y squeda. Nunca se apunta a eliminar el dolor, pues este viene dado de la
ausencia y es condición para la indignación y politización, sino a disipar emociones que
impiden que las integrantes estén en condiciones de vincularse orgánicamente a un proceso
organizativo, estratégico y contestatario. La búsqueda del desaparecido implica tareas
desgastantes y constantes que demandan esfuerzo y trabajo de un colectivo que vive en
condiciones precarias y adversas. En este sentido, además de ser una organización que
busca, el COFAMIPRO es una organización que produce las condiciones para la búsqueda
en tanto contribuye a la reproducción de la vitalidad y la afectividad necesarias. La atención
psicosocial articula intervención psicológica con formación social, configurando
mecanismos colectivos que permiten salir de la situación liminal por otros medios que no
sean el ritual mortuorio y el duelo, sino por la politización de los afectos.
La organización es representada como un espacio de ampliación del parentesco,
“COFAMIPRO es mi familia”. Y así se lo hacían saber; abrazos, caricias, regalos, comida,
llamadas, pequeños actos cotidianos cuyo conjunto hacía emerger una dinámica de labores y
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intercambios dirigidos al sostén más básico de la producción del comité, y que se encontraban
reforzados por el clima de camaradería que surgía del hecho de compartir un mismo dolor
(Panizo 2009). Esto está en la base del carácter orgánico del colectivo, así como de las
dinámicas de reciprocidad en las que se fundamentan sus relaciones y los círculos de trabajo
ampliado que contribuyen a la producción y reproducción del comité. Se trata de un trabajo
orgánico, pues el perfil de sus promotoras es el de personas cuyas situaciones de vida se
encuentran imbricadas de manera directa con lo que le es fundamental, con [su lugar en] la
estructura económica básica de la sociedad” (Crehan 2002, 23, traducción propia, énfasis en
el original).
Se trata del acompañamiento primario de personas que viven situaciones semejantes.
Palabras de esperanza, abrazos, testimonios de quienes han sido encontrados, buscan aliviar
el dolor y hacerlo común, pero al mismo tiempo proyectan un vínculo, un afecto que estrecha
sus pérdidas y las proyecta políticamente. La experiencia surgió desde una agregación casi
intuitiva, de la producción colectiva de un lugar social atravesado por el dolor y la ausencia,
pero indispensable para producir un lugar de voluntad desde el cual proyectar la vida y la
búsqueda. En sus inicios, estas tareas de contención se realizaban de manera más emotiva
que técnica, pero con el crecimiento y fortalecimiento del comité, sobre todo de su capital
social con organizaciones nacionales e internacionales, la atención psicosocial se fue
especializando.
Una vez constituido el comité, los casos empezaron a llegar masivamente pues la
gente se enteraba por medio de la radio y por las visitas que hacían a comunidades.
Organizaban recorridos a barrios y colonias e iban “levantando lo que llamábamos ´comités
de barrio`, así fuimos haciendo incidencia” (Maldonado 2014(b)). Desplegaron una
estrategia de territorialización a partir de la documentación que cubrió los rincones más
olvidados por el estado, y les permitió construir cifras ausentes en el discurso oficial, así
como sumar integrantes y simpatizantes, aumentando su capital social y su legitimidad. Poco
a poco, el grupo transitó desde un colectivo de madres lacrimosas a una organización social
con una amplia base social y proyección estratégica; en el 2000 realizaron sus dos primeras
“caravanas”, una acción colectiva que se convertiría en estrategia regional.
En julio del 2000 hicimos la primera caravana, a Tegucigalpa. Estuvimos frente al
Consulado americano y al Consulado mexicano y luego nos pasamos a la cancillería
[hondureña] y quemamos un monigote para constar de que nosotros estamos
abandonados y que el gobierno no hacía nada por nosotros. Andábamos 72, fue como
quien dice el primer toque que hicimos para que supieran que existíamos (E,
Maldonado integrante del COFAMIPRO, comunicación personal, 1 de abril de
2014).
La conciencia sobre el campo de poder en el que disputaban su constitución y la
producción social de la desaparición como problema público, se reflejaba muy claramente en
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los lugares elegidos como destinos de la primera caravana. Esta supuso un performance de
aparición “para que supieran que existíamos”, como sucedía en las colonias y barriadas, pero
con la diferencia de que ante los consulados y la cancillería la aparición era irruptiva y
contestataria, gicas que se institucionalizarían en las futuras caravanas y en los discursos y
estrategias de los comités. A finales de ese mismo año realizaron la segunda caravana en la
que lograron llegar hasta la frontera de Ten Umán. El objetivo, además del reconocimiento
(Honneth 1997), era empezar con la búsqueda en la ruta. Recorrieron colonias y caseríos,
pusieron fotografías en los parques y centros de salud, visitaron el cementerio y las fosas
comunes (E, Maldonado integrante del COFAMIPRO, comunicación personal, 1 de abril de
2014).
Empieza a utilizarse cada vez s la exposición de fotografías como estrategia de
visibilización y representación, pero también como una estrategia de búsqueda. Surge como
un “soporte de la memoria” (Panizo 2009, 74), un sustrato material del recuerdo “que
devuelve la identidad [y] corporiza(Da Silva Catela 1998, 101), configurando un “punctum
público, un territorio propio desde el que se enuncia ellos han estado aquí, deberían estar
aquí ¿dónde están? (Bejarano 2002, 140). Colocadas como cuadrícula sobre el suelo dan
cuenta de una técnica de “individualización máxima del desaparecido” convergente con la
imagen de su masividad (Peris Blanes 2009, 90), lo que empezaba a disputar el argumento
invisibilizador del discurso oficial que suponía, implícitamente, que cada rostro era un caso
aislado. ¡Aquí están los ausentes, son cada uno y todos! La fotografía se convirtió en un grito
y en una bandera, con el marcaban su propio territorio de irrupción y búsqueda. La fuerza
estética con que enfrentaron las sombras del estado fue un salto en la estilización de sus
estrategias, la yuxtaposición de los rostros corporizados en las fotografías fue un argumento
contundente: la casualidad es imposible.
Para la tercera caravana, en 2002, consiguieron más apoyo y llegaron hasta Tapachula
en un bus alquilado solo para nosotras (…) alegres que llegamos hasta ahí” (E, Maldonado
integrante del COFAMIPRO, comunicación personal, 1 de abril de 2014). Cruzaron la
frontera, muchas de ellas de forma irregular (COFAMIDE et.al. 2012, 15), incrementando el
efecto político y simbólico de su contestación al estado y emulando le propio andar
indocumentado de sus hijos. El crecimiento de la organización y el fortalecimiento de sus
prácticas se reflejaban en la creciente cobertura territorial de sus acciones y sus discursos.
Con cada caravana aumentaba su capacidad de territorialización en puntos de la ruta
migratoria a los que ninguna mirada estatal llegaba, menos para buscar migrantes
desaparecidos. Esto les permitía poner a circular un discurso cada vez más politizado,
estratégico, y dirigido.
La producción social de la desaparición en el contexto estudiado muestra que los
procesos de formacn del estado mexicano se realizan, también, desde la maquinaria narco-
empresarial que está detrás de las tecnologías de desaparición, y participan del
aprovechamiento de los dispositivos de extracción de valor que operan por medio de la
configuración de mercados de trabajo esclavo y de mecanismos extorsivos de captura de
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renta. La desaparición se produce hoy día en México, mediante dispositivos generadores de
formas de valor social que sirven tanto a la formación de estado como a la reproducción del
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