La fijación de pornografía como imagen, en el feminismo o fuera de este, es una de las
primeras interrogantes que se podrían plantear desde este planteamiento. ¿Por qué es común
y legítimo comprenderla como tal? La pregunta trasciende esta ponencia, pero abre una
puerta para continuar la reflexión.
A modo de cierre
El movimiento feminista ha mantenido una preocupación latente respecto a la
pornografía. Las reflexiones y acciones llevadas a cabo han contribuido de forma
significativa. Por un lado, el sector “antipornografía” logró trasladar sus preocupaciones de
un ámbito intrafeminista a la esfera pública, por no decir que también marcó un antes y un
después dentro del espacio legislativo. No obstante, los reclamos y críticas hacia este sector
no son pocos ni menores: la visión heterodoxa y conservadora de la sexualidad, las alianzas
con la derecha estadounidense y la necesidad de investigación fueron solo algunos de estos
reclamos (Osborne 2002). Por otro, el feminismo “anticensura” ha enriquecido el debate con
aportes incisivos sobre las posiciones abolicionistas y ha brindado un mayor ámbito de
interpretación a la pornografía, sin considerarla dañina a priori.
Desde las referencias consultadas y retomadas, con mucha claridad se pueden ubicar
estas y otras diferencias. No así cuando se trata de semejanzas. Hay una propensión a reiterar
las separaciones entre ambos bandos del feminismo. Resulta fundamental identificar
distancias, pero también proximidades. Sobre esto último hace falta más exploración. Uno
de los argumentos principales de este documento ha sido que, tanto en el feminismo
“antipornografía” como el “anticensura” la pornografía se circunscribe a las imágenes. En su
ubicación, si representa una problemática o una reivindicación para las mujeres, si se aboga
por la censura o la promoción, hay búsqueda plenitud y dicha plenitud es autoevidente en la
imagen. A decir verdad, inclusive en aquellas tendencias de “tercera posición” y “posporno,
transcultural y punk” se puede entrever un escenario parecido.
La propuesta de encontrar otra arista de comprensión de la pornografía, en este caso
como proceso relacional, situado y emergente es la invitación de la ponencia. ¿Qué
importancia tendría comprender la pornografía desde esta lógica? Una buena razón sería el
planteamiento de más inquietudes y menos respuestas prefabricadas. La pornografía no es
representación en sí misma de degradación, violación y desigualdad; tampoco es
transgresión, apertura o cuestionamiento. La pregunta por procesos relacionales y entornos
en desarrollo es un intento por considerar la pornografía bajo otras coordenadas de sentido;
sin dar priorización a la imagen y sin fetichizar la comprensión.