«¿Cuál pandemia?»: vivencias de personas escépticas de la COVID-19 en Alajuela, Costa Rica

«What pandemic? »: experiences of COVID-19 skeptics in Alajuela, Costa Rica

 

Milena Cambronero Quesada, milena.cambronero@ucr.ac.cr 1

*  https://orcid.org/0000-0002-8117-957X

Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica, Costa Rica1

 

 

Resumen

Introducción

El escepticismo ante la COVID-19 se caracteriza por la desconfianza de algunas personas en la gravedad de los efectos de este virus, así como de las medidas sanitarias asociadas al mismo. Este artículo se enfoca en la experiencia de aquellas personas escépticas ante la COVID-19 durante el año 2020 en Alajuela, Costa Rica.

Objetivos

(i) Identificar las principales motivaciones del escepticismo en cinco personas alajuelenses, (ii) aproximarse a la experiencia vivencial de estas personas durante el año 2020, y (iii) evaluar la percepción de tres personas no escépticas sobre el escepticismo ante la COVID-19.

Método y técnica

Realicé entrevistas semiestructuradas a través de llamadas telefónicas a cinco personas escépticas y tres personas no-escépticas, todas provenientes del sur de la provincia de Alajuela.

Resultados

El escepticismo en las personas entrevistadas estuvo motivado por: (i) la experiencia de familiares que tuvieron un proceso favorable al contagiarse de COVID-19, (ii) la desconfianza en las instituciones gubernamentales y los medios de comunicación, y (iii) creencias religiosas que influyeron en su percepción sobre el virus. En general, la experiencia de las personas escépticas durante la pandemia fue menos estresante que la de las personas no-escépticas, quienes consideran el escepticismo como una actitud irresponsable.

Conclusiones

Observé una interrelación entre el escepticismo ante la COVID-19 y la situación socioeconómica y política del país. En casos particulares, la desconfianza en el Gobierno llevó al rechazo de las medidas sanitarias impuestas por este.

Palabras clave: Coronavirus, Desconfianza en el Gobierno, Medidas sanitarias, Polarización de grupos, Protesta social.

 

Fecha de recepción:

3 de abril del 2021

 

Fecha de aceptación:

26 de agosto del 2021

 

 

 

 

 

Cómo citar:

 

Cambronero Quesada, Milena. 2022. «¿Cuál pandemia?»: vivencias de personas escépticas de la COVID-19 en Alajuela, Costa Rica. Revista Reflexiones, 101 (1). DOI 10.15517/rr.v101i1.46531

 

 

Abstract

Introduction

Skepticism towards COVID-19 refers to people’s lack of trust in the severity of the virus’ effects, as well as in the health measures related to it. This article focuses on the experiences of five skeptical people in 2020 in Alajuela, Costa Rica.

Objectives

(i) Identify the motivations for skepticism in five people from Alajuela, (ii) understand these people’s lived experiences in 2020, and (iii) evaluate the perception that non-skeptical people have towards COVID-19 skepticism.

Method and technique

I conducted semi-structured interviews through telephone calls with five skeptical people and three non-skeptical people, from the south part of the province of Alajuela.

Results

The skepticism in the people interviewed was motivated by: (i) experiences of family members who had a favorable process when contracting COVID-19, (ii) lack of trust in government institutions and the media, and (iii) religious beliefs that influenced their perceptions of the virus. In general, the experiences of skeptical people during the pandemic were less stressful than those of non-skeptics, who perceive skepticism as an irresponsible attitude.

Conclusion

I observed a correlation between skepticism about COVID-19 and the socio-economic and political situation of the country. In specific cases, lack of trust in the government led to the rejection of the sanitary measures it imposed.

Key Words: Coronavirus, Distrust of Government, Health measures, Group polarization, Social protest.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Introducción

 

Esta investigación se enfoca en el estudio del escepticismo ante la COVID-19; es decir, en la desconfianza de algunas personas de que tal virus represente una enfermedad grave, o que las medidas sanitarias asociadas a la pandemia ocasionada por el mismo estén justificadas. ¿Qué motiva a las personas a desconfiar de la información brindada por autoridades internacionales?, ¿cuál es el papel de las redes sociales y los medios de comunicación en la diseminación de información? y ¿de qué manera afecta el escepticismo sobre la COVID-19 (si es que lo hace) la vida de las personas que comparten esta forma de pensar y la de aquellas que no? A lo largo de este trabajo, me referiré a estos cuestionamientos en un contexto de alerta global, iniciando con un breve repaso de algunos acontecimientos ocurridos durante el año 2020, tanto a nivel nacional como internacional, y haciendo énfasis en las vivencias de ocho costarricenses provenientes de la región sur de la provincia de Alajuela (Costa Rica), cinco personas escépticas y tres no-escépticas.

 

Del surgimiento de una pandemia

Los primeros reportes internacionales refiriéndose al brote de una nueva enfermedad respiratoria en la provincia de Hubei en China se publicaron en diciembre del año 2019 (Velavan y Meyer 2020). Se trataba de un tipo de coronavirus, causante del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV-2, por sus siglas en inglés), al cual llamaríamos «COVID-19», nombre, ahora inolvidable, que encabezaría los titulares de todos los medios de comunicación y que nos acompañaría durante casi todo el 2020. Por más de un mes, seguimos sus pasos, hasta que el viernes 6 de marzo del 2020 el Ministerio de Salud (MS) reportó el primer caso positivo en Costa Rica (Ministerio de Salud 2020a).

Dado su alto nivel infeccioso y la ausencia de una vacuna para contrarrestar sus efectos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la COVID-19 como una pandemia global el 11 de marzo del 2020 (OMS 2020b). Esta institución propuso el establecimiento de una serie de medidas sanitarias para evitar la propagación del virus, las cuales fueron seguidas en la mayoría de países alrededor del mundo. Entre ellas se encontraban el uso de cubrebocas, el distanciamiento social, el aislamiento voluntario (ej. cuarentenas), entre otras (OMS 2020c). Adicionalmente, algunos países tomaron medidas más rigurosas como el cierre de negocios y la suspensión temporal de vuelos internacionales, esto derivó en el despido de millones de personas alrededor del mundo, y en general, en una recesión económica incipiente que, aunque difícil de predecir, se estima que podría ser más grave que la vivida en el 2008 (Nicola et al. 2020).

De esta manera, la incertidumbre en el ámbito económico, el aislamiento social, el temor a la pérdida de seres queridos o la muerte propia, entre otros factores, contribuyeron al deterioro de la salud mental de gran parte de la población mundial, lo que se observó en el aumento de casos de ansiedad, estrés, desórdenes depresivos e incluso el aumento en el riesgo de suicidio (Kawohl y Nordt 2020, Pfefferbaum y North 2020, Rajkumar 2020). Pero de manera contraria, también empezamos a conocer otra cara de la pandemia: surgían alrededor del mundo personas escépticas, quienes manifestaban su desconfianza en las autoridades sanitarias o que inclusive negaban la existencia de la pandemia. Alemania, España, Irán, India, Australia, Brasil, entre otros países, fueron escenario de numerosas protestas en las que miles de personas exigían a los gobiernos el cese de las restricciones y de las medidas sanitarias, entre otros requerimientos (Sierra 2020, Brady 2020, DW 2020, Ondarra 2020).

Ambas formas de percibir el virus han llevado a lo que se denomina como una «polarización de grupos». Este fenómeno social consiste en el establecimiento de dos comportamientos distinguibles que se oponen entre sí (Prosser et al. 2020); se crea entonces una especie de alteridad u otredad, pero no se trata de un encuentro con «lo extraño» o de las «desconocidas singularidades de otro grupo humano», como lo mencionaba Krotz (1994, 8), sino más bien del encuentro de un «otro» o una «otra» dentro de nuestra propia sociedad. Según lo mencionan Prosser et al. (2020), el acercamiento entre estas dos maneras de pensar respecto a la COVID-19 pueden llevar a desacuerdos o conflictos en las interacciones sociales, agravando los efectos de la pandemia en cuanto al bienestar emocional de las personas. ¿Cómo se han desarrollado estos procesos en Costa Rica?, ¿cuál es el contexto asociado al escepticismo y la polarización de grupos en Costa Rica? Estas preguntas se abordarán en el siguiente apartado.

 

Del tope al fondo: sobre la gestión de la pandemia y el escepticismo de la COVID-19 en Costa Rica

Durante los primeros tres meses de la pandemia en Costa Rica se alabó la labor del MS, y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), tanto dentro como fuera del país. Parecía no haber una persona tica que no se sintiera orgullosa de los titulares en noticieros internacionales, donde se reconocía el robusto sistema de salud costarricense y se anunciaba a Costa Rica como uno de los países con menor tasa de contagios y de mortalidad por COVID-19 a nivel global (Chaves et al. 2020, Jiménez et al. 2020). Llovían elogios para el Ministro de salud, y la popularidad del Presidente de la República pasó de un 22% en noviembre del 2019, a un 65% en abril del 2020, la más alta para este puesto en los últimos 18 años (Murillo 2020a). En cuestión de semanas se abastecían los centros médicos y en menos de un mes se tenía listo el Centro Especializado de Atención de Pacientes con COVID-19 (CEACO).

No obstante, a pesar de los esfuerzos mencionados, a partir de julio los casos de contagios comenzaron a aumentar de manera exponencial (Murillo, 2020b, Ministerio de Salud 2020b). Como ocurrió en otros países alrededor del globo, medidas como el cierre de las fronteras y negocios se tradujeron en el despido de miles de costarricenses, esto llevó al país a un desempleo histórico de 20.1%, un 8.8% más que el reportado en el año anterior, lo que correspondió a más de 190 000 personas desempleadas (INEC 2020). Aunado a ello, la suspensión de contratos, reducción de jornadas laborales y los efectos de la pandemia hicieron que el orgullo inicial se transformara en descontento e impotencia, particularmente, en aquellos sectores de la población dedicados al trabajo informal, los cuales correspondían, aproximadamente, a 1 millón de personas en mayo del 2020 (Delgado 2020).

Las personas costarricenses se lanzaron a las calles con múltiples reclamos para las autoridades gubernamentales. El número de protestas pasó de 29 en enero del 2020 a 88 en julio del mismo año (Figura 1). De acuerdo con el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad de Costa Rica (UCR), entre marzo y julio del 2020 un 74% de las protestas (227 en total) se relacionaron directa o indirectamente con la pandemia (Figura 1), y tuvieron como factores determinantes «la crisis económica, la desigualdad social y los problemas de legitimidad de la política institucional» (IIS 2020, 27). Esta coyuntura generó una mayor desconfianza en el Gobierno, lo que se evidencia en la percepción de la población costarricense sobre la labor del Presidente, que se desplomó a un 15% en noviembre de ese año (CIEP 2020).

 

Figura 1. Número de protestas efectuadas en Costa Rica entre enero y julio del 2020, relacionadas y no relacionadas con la COVID-19. La línea continua indica el porcentaje de protestas relacionadas con la COVID-19 en cada mes. Número total de protestas: 379.

Fuente: elaboración de la autora a partir de datos del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica (IIS 2020, IIS 2021).

 

Si bien las protestas mencionadas no necesariamente son indicadoras del escepticismo en Costa Rica, sí están relacionadas con el aumento en la desconfianza hacia las instituciones gubernamentales, así como el descontento de sectores de la población cuyos trabajos se han visto afectados por las medidas sanitarias impuestas por el Gobierno. Algunas personas autoras mencionan cómo el escepticismo se ha ajustado a creencias preexistentes tales como las teorías de conspiración, la negación de la ciencia, o la proliferación de la llamada seudociencia, entre otras (Desta y Mulugeta 2020, Uscinski et al. 2020). Mientras que otras, como de Sousa (2020) o Trujillo (2020), apuntan precisamente a la convergencia entre la pandemia y la desconfianza ante los gobiernos ya de por sí existentes en Latinoamérica. En México, por ejemplo, Trujillo (2020) menciona que el descontento hacia las instituciones gubernamentales puede llevar a una persona a rechazar todo lo que provenga de estas, incluyendo las medidas sanitarias.

Es posible observar estos elementos en la única manifestación realizada en Costa Rica, en la cual se negó la existencia de la pandemia. Se trató de unas 30 personas que realizaron una protesta frente a la Casa Presidencial el 13 de julio del 2020, y quienes manifestaban que, aunque consideraban que el virus era real, no tenía las características de una pandemia, sino que más bien se trataba de un «montaje» para controlar a la población (Arley 2020, Marín 2020). Además, otros manifestantes criticaban cómo las medidas sanitarias como el cierre de negocios y las restricciones vehiculares estaban perjudicando a las personas trabajadoras del país (Arley 2020). Cabe destacar que, aunque se trató de un movimiento de reducidas proporciones, el mismo dio pie a discusiones, principalmente en redes sociales, en las que se puso en evidencia la polarización de grupos.

Los comentarios publicados tanto en las páginas de los noticieros como en otras redes sociales estallaron en interacciones ofensivas, en las que fue posible observar las tensiones entre personas escépticas y no-escépticas. Las primeras apelaban a que el Gobierno había aprovechado la situación de la pandemia para manipular al pueblo, y que las medidas sanitarias no estaban justificadas y más bien estaban perjudicando la economía. Mientras que las segundas reclamaban la falta de sensibilidad y solidaridad por parte de quienes se negaban a seguir dichas medidas, y estaban poniendo en riesgo tanto la salud de otras personas como la propia.

Dado que tales interacciones se llevaron a cabo de manera virtual, es difícil ubicar la procedencia de las personas que expresaban tales ideas. No obstante, como se observa en la Figura 2, al 13 de julio del 2020 (cerca de cuatro meses después del primer caso de COVID-19 reportado en el país), una de las provincias con mayor número de casos era Alajuela. La mayor densidad poblacional en esta provincia se ubica hacia el sur de la misma, particularmente en las zonas ubicadas dentro de la Gran Área Metropolitana (GAM)[1], tales como la región sur del cantón de San Ramón o los cantones de Alajuela y Palmares. Debido a lo anterior, esta investigación se enfocó en dicha área geográfica (ver recuadro en Figura 2).


 

Figura 2. Número de casos confirmados de COVID-19 en Costa Rica (por cantón) al 13 de julio del 2020. Número total de casos: 7853. El recuadro celeste indica el área de estudio de esta investigación, al sur de la provincia de Alajuela.

Fuente: elaboración de la autora a partir de los datos publicados por el proyecto Geovisión de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica (UNED) en http://geovision.uned.ac.cr/oges/historico_covid/covid19_20200713.html.

 

Teniendo en cuenta la coyuntura de la incertidumbre en el ámbito económico, los cambios en las dinámicas sociales, y el aumento de las tensiones producto de las percepciones asociadas a la COVID-19, resulta de suma importancia comprender el desarrollo del escepticismo en el contexto nacional, así como sus posibles implicaciones en las vidas de las personas que comparten estas creencias. Dado esto, los objetivos principales de esta investigación fueron: (i) identificar las principales motivaciones del escepticismo ante la COVID-19 de cinco personas procedentes de la región sur de la provincia de Alajuela, (ii) aproximarse a la experiencia de estas personas durante el 2020, y (iii) evaluar la percepción de tres personas no-escépticas sobre el escepticismo ante la COVID-19.

 

 

 

Metodología

 

Utilicé como técnica principal la entrevista semiestructurada, que se caracteriza por estar basada en una serie de temas y preguntas, cuyo orden de presentación puede variar libremente, dependiendo de las preferencias de la persona investigadora (Batthyány y Cabrera 2011). Realicé las entrevistas a ocho personas de entre 26 y 60 años, provenientes de los cantones alajuelenses de San Ramón, Palmares y Alajuela (Tabla 1). Seleccioné a cinco de esas personas (dos mujeres y tres hombres), con el criterio de que se autodenominaran «escépticas de la COVID-19», es decir, que consideraran que la naturaleza del virus no era grave y que las medidas preventivas tomadas a nivel nacional no estaban justificadas.

Además, seleccioné a tres personas que tuvieran una fuerte posición a favor de dichas medidas. Se trató de una mujer y un hombre que tuvieron la experiencia de ser contagiados con COVID-19, y de una mujer, madre de una bebé y cuyos padre y madre presentan factores de riesgo ante este virus (Tabla 1). El propósito de entrevistar a estas personas fue el de contrastar sus opiniones con las de las personas no-escépticas, así como evaluar su percepción sobre el escepticismo ante la COVID-19. Dadas las limitaciones de tiempo de este estudio y, de que el énfasis del mismo se centra en el fenómeno del escepticismo, el número de personas entrevistadas en este caso fue menor que en el anterior.

 

Tabla 1. Información básica de las personas entrevistadas en esta investigación.

 

Nombre ficticio

Edad (años)

Residencia

Oficio o profesión

Personas escépticas de la COVID-19

Felipe

60

San Ramón

Empleado público

José

54

San Ramón

Empleado público y pastor de una iglesia cristiana

Nelly

52

San Ramón

Docente de primaria

Adrián

40

Alajuela

Instructor de yoga

Eva

26

San Ramón

Empleada en una tienda y estudiante

Personas no-escépticas

Abel

54

San Ramón

Alquila apartamentos

Cárol

36

Palmares

Maestra de preescolar

Sara

35

San Ramón

Desempleada. Trabajo informal

Fuente: elaboración de la autora.

 

Previo a las entrevistas envié un documento a las personas seleccionadas explicándoles el propósito de la investigación, pidiendo su consentimiento oral para participar en el estudio y para que las conversaciones fueran grabadas para su posterior análisis. Realicé las entrevistas entre septiembre y octubre del 2020, mediante videollamadas o llamadas a través de Whatsapp o Zoom. Elegí una modalidad de trabajo virtual dadas las circunstancias particulares de la pandemia, donde se recomendaba reducir las interacciones presenciales, con el fin de disminuir la propagación del virus. Cada entrevista tuvo una duración de aproximadamente una hora.

Analicé el contenido de las entrevistas respondiendo a los objetivos de la investigación, identificando cuatro temáticas principales: (i) motivaciones del escepticismo ante la COVID-19, (ii) experiencia de las personas escépticas durante el 2020, (iii) experiencia de las personas no-escépticas en dicho año y (iv) percepción de las personas no-escépticas sobre el escepticismo ante la COVID-19. Con el fin de mantener el anonimato de las personas participantes, en este trabajo se utilizan nombres ficticios.

 

Resultados y análisis

 

Motivaciones del escepticismo ante la COVID-19

El escepticismo en las personas que participaron en esta investigación estuvo motivado por al menos tres factores: (i) personas cuyos familiares se contagiaron de la COVID-19 y tuvieron un proceso favorable, (ii) personas que muestran una desconfianza en las instituciones gubernamentales y en los medios de comunicación, y (iii) personas cuyas arraigadas creencias religiosas han influido en su percepción del virus. Cabe destacar que estas motivaciones no son mutuamente excluyentes y, de hecho, en algunos casos fueron expresadas por la misma persona.

En el primer caso se incluyen las experiencias de Felipe y Nelly. Felipe es un empleado público de 60 años, quien afirma haber sentido algún temor al inicio de la pandemia, a causa de la cobertura mediática en la que se exponía la gravedad del virus y el elevado número de muertes a nivel internacional. Pero, según afirma, ese temor disminuyó después de que uno de sus hermanos se contagiara de COVID-19. Felipe relata lo siguiente.

 

Él [su hermano] tiene sus problemas de salud, tiene presión alta y diay, salió positivo. Nosotros estábamos muy asustados, pero lo que le dio fue unos dolores de cabeza, no fue mucho. Él hizo la cuarentena en la casa y lo interesante es que ninguno de la familia de él dio positivo […]. Yo sé que hay gente que les afecta más, pero la verdad llegué a dudar que la prueba de mi hermano fuera positiva. Pero como [el Ministerio de Salud] es una entidad pública que es muy seria, no creo que vayan a inventar esas cosas. Pero esa experiencia sí influyó mucho en mi opinión (Felipe, comunicación personal).

 

El caso de Nelly es bastante particular, ya que ella pasó de no salir de su casa por 4 meses a, más bien, considerarse escéptica de la COVID-19. Nelly tiene 52 años, es docente en una escuela primaria, y padece de una enfermedad muy rara llamada «Miastenia gravis[2]», que afecta el sistema respiratorio. Según menciona, una vez estuvo en el hospital con una crisis en la que estuvo cerca de morir, por lo que, al enterarse de las características del virus, se preocupó mucho por su salud. «Yo decía, —si eso llega a esta casa, yo soy la primera que me voy a morir—», relata Nelly (comunicación personal). Pero además de eso, ella estaba intranquila por la salud de su familia, según lo explicó, «en un principio estuve muy preocupada y muy asustada, no sólo por mí, sino por mi mamá, que es una adulta mayor, con una serie de complicaciones. Entonces, yo decía —uy, Dios mío—, como decían que la gente inclusive caía muerta en la calle, yo decía —¡Padre Celestial!, al finalizar este año quizás las dos vamos a estar muertas, y tal vez sea la última vez que nos podamos ver—» (Nelly, comunicación personal).

Pero su percepción cambió por causas relacionadas con las tres motivaciones del escepticismo mencionadas anteriormente. Cuando Nelly tenía cerca de 4 meses de no salir de su casa, se dio cuenta de que tres compañeros de trabajo de su hijo se habían contagiado de COVID. Nelly relata «mi hijo entró en un ataque de pánico y yo casi me muero del susto de pensar que a través de él me iba a morir yo» (Nelly, comunicación personal). Entonces, ella dice que llegó a un punto en el que simplemente manifestó: «Diay, si nos corresponde morirnos ya, es la voluntad de Dios, ¿qué vamos a hacer?» (Nelly, comunicación personal). Ese pensamiento trajo más tranquilidad a su vida, y es que como lo mencionan Ribeiro et al. (2020), existen amplios sectores de la población que recurren a su religión, espiritualidad o fe para lidiar con el estrés o las consecuencias negativas de sus problemas personales y las enfermedades.

Al respecto Modell y Kardia (2020), mencionan que la mayoría de religiones, en general, pueden contribuir a disminuir los niveles de estrés y ansiedad en situaciones de crisis, ya que las personas tienden a dejar las preocupaciones mundanas al cuidado de la deidad, lo que les brinda esperanza y apoyo. Esto es claro para José, empleado público de 54 años, quien además es pastor de una iglesia cristiana. José afirma que si el virus está aquí «es porque Dios así lo ha querido» (José, comunicación personal). Según relata, «yo al principio me asusté porque a como lo pintaban en las noticias, era como que ya iba a ser el acabose de la humanidad. Pero la verdad es que Dios es el que tiene el control de la vida de uno. A como me puedo morir por un virus, me puedo morir por una caída […]. Pero a fin de cuentas es Dios el que tiene el control de mi vida» (José, comunicación personal).

Otro de los factores que influyó en la opinión de Nelly respecto al virus fue que dos de sus primas se contagiaron de coronavirus, presentando síntomas leves y recuperándose en menos de dos semanas. Nelly relata, «entonces, como que uno fue perdiendo ese miedo tan terrible que le había infundado, porque sí hay que cuidarse, pero no era así como que la gente iba a caer muerta a montones en las calles, verdad […]. Uno se preocupa, porque uno dice, hasta qué punto están aumentando las estadísticas para aumentar esto y no sé con qué objetivo. Ahora más bien le temo a pensar con qué objetivo lo están haciendo» (Nelly, comunicación personal).

Se nota, entonces, cómo la percepción del virus en el caso de Nelly (al igual que el de Felipe, expuesto anteriormente) fue cambiando a raíz de la observación de experiencias de contagio favorables en familiares cercanos. Este hecho no ha sido explorado con anterioridad en el contexto de la pandemia, pero pone en evidencia el contraste entre lo que se expone en los medios de comunicación y las experiencias vividas por las personas. Como se observa en estos casos, tal contrastación genera un conflicto en el cual existe una tendencia a priorizar aquellas vivencias en las que se atestigua un hecho, y no necesariamente la información percibida por otros medios que, si bien podría ser corroborada científicamente, no puede ser comprobada directamente por estas personas.

Dicha situación ha contribuido a que, en los casos de Felipe y Nelly, haya aumentado la desconfianza tanto en los medios de comunicación como en las instituciones públicas. «Eso yo creo que fue una manera de meterle temor a la gente, a la población. Para hacer sus cosas políticas, porque es lo que están haciendo. Tratando de asustar a la gente con un virus, para ellos hacer sus «chanchullos[3]» […]. Ya poco a poco uno ve que no ha sido así, que la gente que ha fallecido, ha sido porque tienen algún tipo de complicación. En mi criterio personal, me parece que mueren por otras enfermedades y las estadísticas dicen que es COVID» (Nelly, comunicación personal).

Esta tendencia, se ha observado a nivel nacional, donde ha aumentado el porcentaje de la población que tiene una perspectiva negativa sobre las medidas sanitarias implementadas por el MS, que pasó de un 4% en abril a un 17% en noviembre (Tabla 2). Esto concuerda con lo mencionado por autores como de Sousa-Santos (2020) y Trujillo (2020), quienes exponen que la presencia de la pandemia en Latinoamérica ha agravado situaciones de corrupción y exacerbado las desigualdades socioeconómicas ya existentes, lo que ha aumentado la desconfianza en las instituciones gubernamentales y, por tanto, en las medidas sanitarias propuestas por las mismas.

 

Tabla 2. Valoración de las medidas sanitarias ante la COVID-19 en Costa Rica durante el año 2020. N= Número de personas encuestadas.

 

 

Abril

Agosto

Noviembre

Positivas

94%

69%

71%

Neutras

2%

17%

11%

Negativas

4%

13%

17%

Sin respuesta

0%

0%

1%

N

1042

877

969

Fuente: elaboración de la autora a partir de encuestas de opinión pública del Centro de Investigación y Estudios Públicos, Universidad de Costa Rica (CIEP 2020).

 

Existen también casos de personas como Eva y Adrián, quienes han manifestado su escepticismo ante las medidas sanitarias, así como su desconfianza en el Gobierno desde el inicio de la pandemia. Adrián, de 40 años, instructor de yoga afirma que, aunque considera que el virus es real, no se trata de una enfermedad grave, y que más bien, las autoridades gubernamentales se han aprovechado de la situación para, como él menciona «políticamente hacer lo que les da la gana» (Adrián, comunicación personal). De manera similar, Eva, de 26 años, opina que el problema es que el Gobierno ha aprovechado la enfermedad para, como ella dice, «hacer «chanchadas[4]» e implementar leyes estúpidas que no sirven para nada» (Eva, comunicación personal). Cabe destacar que el descontento de Eva también responde a motivaciones económicas, ella trabaja en una tienda y depende de su salario para mantenerse y para pagar sus estudios; según menciona, debido a la pandemia estuvo dos semanas sin recibir salario y casi tres meses de trabajar a medio tiempo.

Notamos, entonces, cómo las motivaciones del escepticismo en las personas entrevistadas son variadas, e incluso han cambiado a través del tiempo. Se destaca también el descontento de estas personas hacia el Gobierno, así como su desconfianza ante los medios de comunicación nacionales y en algunos casos, inclusive en los internacionales. Respecto a esta temática, Eva menciona:

 

Diay, la verdad uno ya no sabe ni qué creer. Antes veía Notioccidente o CRhoy, pero no creo en ninguno. Teletica está comprado por el gobierno. Se ponen a decir el número de casos que hay todos los días, pero no investigan a fondo lo que está haciendo el gobierno, que solo le interesa meter impuestos. Y luego, hay un bombardeo de noticias y todas se contradicen. En Facebook, a la gente le llegaba cualquier noticia y la compartían, y la compartían, y la compartían, sin saber si era verdad. Yo terminé cerrando todas mis redes sociales […]. Usted me pregunta ahora a mí que cuantos casos hay en Costa Rica, y no tengo ni idea. Ni me interesa saberlo (Eva, comunicación personal).

 

Ella hace referencia a un punto relevante en el contexto global en el que se ha desarrollado la pandemia, y es que además de constituir un problema de salud y socioeconómico, la COVID-19 ha supuesto también desafíos en el ámbito de la comunicación. Nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido acceso a tantas fuentes de información. Incluso, la OMS afirma que nos encontramos ante una «infodemia» o exceso de información (Aleixandre, Castelló y Valderrama 2020, OMS 2020a, Orso et al. 2020). Esto ha implicado la rápida diseminación de información, con un predominio de noticias falsas («fake news», en inglés), cuyas consecuencias varían dependiendo del contexto socioeconómico y cultural, pero que en ocasiones han contribuido al aumento de desconfianza e incertidumbre en la población.

Por ejemplo, Nelly menciona:

 

Al principio escuchaba las noticias. Pero cuando ya empecé a ver que la cosa no era como la pintaban, entonces traté de informarme por otros medios. Yo tengo familia en Estados Unidos, una amiga en Italia y otra en España. Entonces traté de comunicarme con ellos para ver cómo estaba la situación ahí. Llegó un momento en que decidí ya no ver las noticias del televisor, porque siento que están alterando la información. Mi familia de Estados Unidos, que vive en Nueva York, me dice que el COVID no se menciona en nada. Sólo que la gente usa el cubrebocas y ya está. Se escucha más aquí en Costa Rica cuánta gente se está muriendo en Estados Unidos, que lo que se escucha allá (Nelly, comunicación personal).

 

Por su parte, Felipe afirma:

 

Uno también ha visto mucha cosa en redes sociales. Yo he visto muchos videos de una doctora argentina que se llama Chinda Brandolino. Dicen que tiene reconocimiento. Yo ya la veía desde antes de la pandemia. Dentro de las cosas que ella dice es que la enfermedad existe, pero que se están alterando las estadísticas y que no es tan grave como lo hacen suponer. Eso me ayudó a formar mi criterio […]. Me he informado más que todo por videos en internet. Hay gente que me dice que tal vez yo me dejo llevar por lo que veo ahí y tal vez es cierto, pero es lo que sigo pensando (Felipe, comunicación personal).

 

Esta situación es relativamente común en el contexto de la pandemia, y ha generado gran preocupación por parte de las instituciones de salud, las cuales advierten que la difusión de información potencialmente falsa o que no haya sido corroborada científicamente podría poner en riesgo la salud de otras personas (Desta y Mulugeta 2020, Uscinski et al. 2020). Este, precisamente, constituye uno de los reclamos de las personas no-escépticas ante el escepticismo, como se expondrá más adelante.

 

Experiencia de personas escépticas durante la pandemia

Las experiencias vividas por las personas escépticas que participaron en esta investigación fueron variadas, pero en términos generales, las cinco personas concuerdan en que se sienten bien emocionalmente. Por ejemplo, en el caso de Eva y Adrián, las principales afectaciones se manifestaron a nivel socioeconómico. Como lo mencioné con anterioridad, la vida personal de Eva se vio afectada con el cierre de la tienda en la que trabaja y la reducción de su jornada laboral. A pesar de eso, ella afirma sentirse bien y no encontrarse preocupada por la situación nacional. Adrián también afirma haberse visto afectado a nivel económico; él da clases de yoga y en ocasiones realiza retiros, pero desde el establecimiento de las medidas sanitarias, tuvo que cancelar dichas actividades y dedicarse a dar clases en línea.

En los casos de José, Felipe y Nelly, sus vidas se vieron afectadas principalmente a nivel social, y con excepción de Nelly, afirman haberse sentido emocionalmente bien durante la pandemia. Así, por ejemplo, Felipe afirma que al principio sintió algún temor, pero que luego este fue disminuyendo y ahora sigue su vida normal, siguiendo las medidas, ya que al ser funcionario público no desearía contagiar a alguna persona. De manera similar, José menciona:

 

Yo he tratado por todos los medios de no dejarme caer por esta cuestión. Me ha afectado por la cercanía de otra persona, no poder abrazar o darle la mano a alguien que uno estima. Eso me genera un poco de tristeza… Espiritualmente, que cerraran los templos por casi seis meses y que ahora no lo dejen cantar a uno es difícil. Pero legalmente, a mí no me ha afectado tanto. Sigo mi vida normal, de la mano de Dios y siguiendo las medidas básicas. Voy a caminar, voy a pasear con mi esposa, abrazo a mi mamá y a mis hijos (José, comunicación personal).

 

Contrario a la vivencia de estos dos hombres, el caso de Nelly refleja cómo ella vivió momentos muy estresantes al inicio de la pandemia, a causa de su enfermedad y la condición de su madre. Además, el hecho de no salir de su casa implicó que subiera de peso y desarrollara una crisis de presión alta, lo que, a su vez, la motivó a salir a ejercitarse. «Yo veía que ya no podía más. Empecé a hacer ejercicios en la casa. Pero ya no pude más, después de los cuatro meses ya empecé a salir. A hacer los mandados, a comprar pan. Porque siento que eso me relaja, me quita la tensión y diay, la vida tiene que seguir…» (Nelly, comunicación personal).

 

Experiencia de personas no-escépticas durante la pandemia

Al igual que en el caso de Nelly, las tres personas no-escépticas que entrevisté atravesaron procesos de gran estrés emocional. Por ejemplo, Cárol, de 36 años, quien es maestra de preescolar, se contagió de COVID-19 a inicios de agosto del 2020. Ella presentaba factores de riesgo, por lo que debió ser hospitalizada durante 10 días en el CEACO. Según menciona, el proceso fue muy difícil para ella. «Fue como que me echaran un balde de agua fría. Yo sentí como que se me vino el mundo encima, verdad […]. Cuando llegué me mandaron de una vez para cuidados intensivos y me pusieron un catéter en el cuello […]. Ellos me dijeron, —esta es una enfermedad que se enfrenta sola, es un área restringida, no puede recibir visitas—. Es una experiencia bastante dura, porque uno no sabe si va a salir de ahí... En el momento en que usted entra, deja de ver a su familia» (Cárol, comunicación personal). Ella logró recuperarse y regresar a su casa y a su trabajo, lo cual menciona que fue un proceso difícil, dado su temor a enfermarse de nuevo.

Otro caso similar es el de Abel, de 54 años, quien también se contagió de COVID-19 en agosto del 2020. Él dice que el proceso fue complejo, ya que vive solo, y cuando le comunicaron que se había contagiado, le recomendaron no tener contacto con sus familiares. Abel afirma que, a pesar de haber atravesado momentos difíciles, contó con el apoyo de sus vecinas y vecinos. Él dice «Me dio fiebre y dolor de huesos... Me deprimí un poco, también... Pero la gente me llamaba mucho. Mis hermanos me llamaron por teléfono, por cámara de video. Los vecinos, pura calidad. Pero otra gente no tan cercana ni pasaba por la casa. Seguro pensaban que pasando por la calle se les pegaba […]. Fue una experiencia bastante dura, la verdad es que yo no le deseo eso a nadie» (Abel, comunicación personal). Abel logró recuperarse sin requerir de una hospitalización. Él afirma que desde antes de contagiarse se cuidaba mucho y seguía las medidas sanitarias, principalmente, porque tiene dos hermanos con factores de riesgo.

Este también es el caso de Sara, de 35 años de edad, quien tiene una bebé de 9 meses y vive con su papá, que es asmático, y su mamá, que padece de presión alta. Sara afirma que para ella el 2020 ha sido «un martirio». Según relata:

 

Al principio, cuando llegó aquí la pandemia, yo había noches que no dormía, pensando —¿y si me muero yo y la chita queda sola, quién me la va a cuidar?—. Y tras de todo la situación económica se volvió tan difícil y uno con bebé […]. Yo antes hacía rifas o comidas para vender, hacía actividades para cumpleaños, bautizos o primeras comuniones, pero ahora no hay nada de eso. Ha sido muy duro. También, es duro a nivel familiar y social, porque no puede uno ver a la gente que uno quiere. Se aísla uno más y tiende a deprimirse. Yo pasé semanas que no salía de la casa, pasaba limpiando todo y le tomaba la temperatura a la chita todos los días (Sara, comunicación personal).

 

Las experiencias de estas personas han influido tanto en la percepción de la COVID-19 como en su opinión sobre el escepticismo ante esta enfermedad.

 

Percepción de personas no-escépticas sobre el escepticismo ante la COVID-19

En general, las tres personas no-escépticas a las que entrevisté coinciden en que las personas escépticas son irresponsables y que es posible que se adscriban a ese tipo de ideas, porque no tienen seres queridos con factores de riesgo o porque no han tenido la experiencia de tener COVID-19. Por ejemplo, Sara opina que el hecho de que existan personas escépticas y que no sigan las medidas es una situación preocupante, de personas irresponsables y además egoístas. Ella afirma que su preocupación radica principalmente en su bebé, su padre y su madre, ya que no quiere que se enfermen. Respecto a las personas escépticas, menciona que «tal vez no tienen factores de riesgo o no les interesa la familia, o no les importa morirse, quién sabe» (Sara, comunicación personal).

Por su parte, Cárol afirma:

 

Realmente, es muy difícil pensar que aún existan personas que piensen que esta enfermedad no es grave. Tal vez al no tener a alguien cercano que haya pasado por eso, lo ven como algo irrelevante. Pero cuando uno se da cuenta de que una persona allegada a uno, un familiar, o uno mismo, enfrenta esa enfermedad, y que se le sale de las manos y tiene que ir al hospital o que fallecen, ahí es donde uno se da cuenta de que es una enfermedad que está latente. Es muy preocupante ver tantas personas que no se cuiden, que no siguen las medidas, que además de exponer su salud, exponen la salud de las demás personas que están a su alrededor (Cárol, comunicación personal).

 

Al respecto, Abel opina:

 

Yo pienso que tal vez es que no se informan. Yo solo tuve el tercer grado de la escuela, y yo desde que esto empezó, me puse a meterme ahí en el «feis» [Facebook] y hacer preguntas sobre el COVID-19 […]. Muchas personas estudiadas dicen que no existe. Piensan que es pura política, que es puro «chorizo[5]». Pero como lo decía un día el ministro de salud, hasta que a una de esas personas no se le muera un ser querido, no lo van a tomar en serio, y es doloroso que tenga que ser así. Muchas personas han sido irresponsables, pero ¿qué puede hacer uno? (Abel, comunicación personal).

 

Un punto interesante es que las cinco personas que se consideran escépticas, a pesar de no estar de acuerdo con las medidas sanitarias, sí siguen las obligatorias, como el uso de mascarillas en lugares públicos, la restricción vehicular o el lavado de manos. Por ejemplo, tanto Felipe como José afirman que, aunque no piensen que el virus es una enfermedad grave, siguen las medidas porque son empleados públicos y tienen contacto con muchas personas. Eva, por su parte, dice que ella no es muy apegada a otras personas, pero sí piensa en su padre y madre, por quienes sigue las medidas básicas. No obstante, ella afirma no seguir otras medidas, como el distanciamiento social con sus amigas y amigos; según dice, «Hay gente que me dice que soy una irresponsable y la gente lo «enjacha[6]» a uno si lo ven sin mascarilla, como si uno tuviera COVID. Pero a mí la verdad no me importa lo que piense la gente» (Eva, comunicación personal).

Adrián tiene una opinión más fuerte al respecto. Él afirma que «las medidas han sido ineficientes y súper desproporcionadas. No han servido de nada. Son estúpidas, yo no las sigo. Dejo claro que, si alguien quiere usar la mascarilla porque cree en ella, está bien. Pero yo no creo. La uso porque si no, no puedo ir al supermercado, pero yo no le pido a la gente que la use, ni que se distancie de mí» (Adrián, comunicación personal). Se observa entonces, que él no está de acuerdo con las medidas sanitarias, pero aun así cumple las básicas.

Por su parte, Nelly afirma seguir todas las medidas ya que, aunque opina que el virus no es tan grave como se ha hecho creer, tanto ella como su mamá presentan factores de riesgo que podrían agravar los síntomas en caso de contraer el virus. Entonces, podemos notar cómo en estos casos el escepticismo no necesariamente implica que no se sigan las medidas sanitarias. Esto podría parecer una contradicción, pero en algunos casos las consecuencias sociales o económicas (ej. multas o impedimento de ingresar a locales) pueden ser un incentivo suficiente para seguirlas, al igual que los vínculos afectivos o la idea de contagiar a un ser querido. Destacan, particularmente, la presión social y el estigma, que más allá de los ordenamientos gubernamentales, han contribuido a que las personas escépticas opten por seguir las medidas establecidas, tales como el uso de cubrebocas.

Finalmente, la contraposición de ideas entre las personas escépticas y no-escépticas que participaron en esta investigación, muestran cómo en la sociedad costarricense, en particular en la región sur de la provincia de Alajuela, existen rasgos de la polaridad de grupos expuesta anteriormente, aunque su expresión no es necesariamente dual, sino que puede presentar distintos matices. Además, no en todos los casos existen tensiones, sino más bien tolerancia por las opiniones de las otras personas. Por ejemplo, como lo menciona Abel, «Yo no puedo cambiarle la mentalidad a las demás personas. Yo me cuido yo y cuido a los de mi familia. Si la gente cree que no existe, está bien. Es una forma de pensar y uno tiene que respetarla» (Abel, comunicación personal).

 

Conclusiones

 

Cuando se analizan las motivaciones que tienen las personas para desconfiar de la veracidad de la pandemia, es posible que existan tantas respuestas como personas escépticas. En el caso de las personas entrevistadas en esta investigación el escepticismo estuvo principalmente asociado a la desconfianza en las instituciones gubernamentales. Aunque hubo casos como los de Nelly o Felipe, en los que influyó la experiencia favorable de personas contagiadas del virus que las dos personas conocían, o el de José con el que primó su arraigo religioso, cuatro de las cinco personas entrevistadas manifestaron su descontento ante el Gobierno. Este comportamiento puede estar asociado a la situación sociopolítica del país, donde la pandemia llegó a agravar las desigualdades económicas, afectando la credibilidad del Gobierno y, por tanto, las medidas sanitarias impuestas por el mismo.

En términos generales, se observó cómo la experiencia de personas escépticas durante la pandemia (con excepción de Nelly), ha sido menos estresante que las de las personas no-escépticas. Ello no implica que esto sea cierto para el resto de la población en Costa Rica, ya que, precisamente, las personas no-escépticas fueron seleccionadas por su fuerte posición a favor de las medidas sanitarias propuestas por las autoridades gubernamentales. La experiencia propia y los vínculos afectivos son claves para comprender la posición de estas personas frente al escepticismo. Esto tampoco quiere decir que las personas escépticas no se preocuparan por sus seres queridos, pero existieron procesos particulares en sus vidas que hicieron que este factor no influyera en su percepción del virus.

La contraposición entre los grupos de personas entrevistadas pone en evidencia la cuestión de la alteridad, donde se acentúan las dualidades y las tensiones entre ambos grupos. Por ejemplo, las personas no-escépticas coincidieron en que quienes opinan que la COVID-19 no es una enfermedad grave son irresponsables y egoístas. En este punto, destaca el papel de las ciencias sociales para mediar entre las partes, no con el objeto de eliminar dicha alteridad, sino más bien de comprender las motivaciones de las personas que tienen una opinión distinta a la propia e inclusive anotar puntos en común.

Finalmente, el presente estudio se limita a algunos ejemplos de este fenómeno en un área geográfica reducida y en un periodo de tiempo breve. Como se observó en tres de los casos estudiados, las percepciones y opiniones de las personas ante esta temática puede variar a través del tiempo. Dado esto, es importante realizar investigaciones a largo plazo que profundicen en esta temática, y que incluyan personas de contextos socioeconómicos, políticos y culturales diversos. Además, es necesario desarrollar estrategias de comunicación multidisciplinarias y propiciar espacios de diálogo en los que se escuchen las diferentes opiniones que tienen las personas al respecto. Destaca el papel de las ciencias sociales en la comprensión de estos fenómenos que, dicho sea de paso, no son exclusivos de esta pandemia.

 

Agradecimientos: Este trabajo se realizó como parte del curso Práctica de Investigación en Antropología Social, de la Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica. Agradezco a la profesora Claudia Palma por su orientación y sus comentarios durante la realización de este trabajo. Agradezco también a Abigail Astorga, a Rafael Mendoza y a las personas que revisaron este trabajo de manera anónima, por sus comentarios, que contribuyeron a mejorar el documento.

 

Apoyo financiero: Esta investigación no contó con apoyo financiero de ninguna institución.

 

Referencias

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1.   La Gran Área Metropolitana (GAM) se ubica en el Valle Central de Costa Rica e incluye a las ciudades más pobladas del país: San José, Alajuela, Cartago y Heredia. Cerca del 60% de la población costarricense habita en esta área, la cual corresponde a un 4% del territorio nacional.

 

2.   «Miastenia gravis» es una enfermedad autoimune caracterizada por la ruptura en la comunicación entre los nervios y los músculos, lo que ocasiona debilidad muscular y fatiga. La incidencia de este padecimiento es de 8 a 10 casos por millón de personas (Castro, Caparó y Meza 2017).

 

3.     Término que indica el manejo ilícito para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse (Real Academia Española, www.rae.es).

 

4.   Término que indica un negocio ilegal o un fraude entre varias personas (Academia Costarricense de la Lengua, www.acl.ac.cr).

 

5.       Palabra que indica una acción malintencionada (Real Academia Española, www.rae.es).

6.       Palabra que indica la acción de mirar a alguien con desprecio.