Social representations in gerontological
service providers
Ana Victoria Márquez
Terraza
Universidad Nacional de
San Luis// Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET), San Luis,
Argentina
https://orcid.org/0000-0002-5718-087X
Juan Marcos Azzolino
Universidad de Congreso,
Mendoza, Argentina
https://orcid.org/0000-0002-5233-5115
Sabrina Abril Agüero
Universidad de Congreso,
Mendoza, Argentina
https://orcid.org/0000-0003-4231-0608
Pablo Sebastián Martínez
Universidad de Congreso,
Mendoza, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-6952-8944
Roxana Graciela
Marsollier
Universidad Nacional de
Cuyo//Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET), Mendoza,
Argentina
https://orcid.org/0000-0002-1972-1436
Fecha de
recepción: 12 de mayo del 2021
Fecha de
aceptación: 9 de noviembre del 2021
Cómo citar: Márquez
Terraza, Ana Victoria, Juan Marcos Azzolino, Sabrina Abril Agüero, Pablo
Sebastián Martínez, y Roxana Graciela Marsollier. 2023. Representaciones
sociales en prestadores y prestadoras de servicios gerontológicos. Revista Reflexiones. 102 (1). DOI
10.15517/rr.v102i1.46952
Resumen
Introducción: las representaciones sociales son un
tipo de saber práctico que, como tal, modula nuestros comportamientos. En el
área de servicios, este constructo teórico tiene una gran importancia, en tanto
pueden influir en los modos de prestar servicios y en la relación entre las personas
prestadoras y usuarias.
Objetivo principal: esta investigación tiene como
objetivo explorar las posibles relaciones entre las representaciones sociales
que tienen las personas prestadoras de servicios gerontológicos sobre la
población adulta mayor y las características que se asocian a los servicios
destinados a ella.
Método y técnica: se utilizó una metodología
cualitativa, participaron 27 prestadores y prestadoras de servicios gerontológicos
de la zona este de la provincia de Mendoza, Argentina. La técnica de
recolección fue la entrevista semidirigida y los datos fueron analizados
mediante el método de la teoría fundamentada.
Resultados:
los resultados indican que quienes prestan estos servicios poseen una
imagen de la población adulta mayor como personas dependientes, lo que
garantizaría los cuidados básicos, pero limitaría el acceso a otros derechos,
tales como la realización de actividades recreativas, sociales y culturales.
Además, se encontró que factores como la formación, edad y ámbito de trabajo de
quienes están al servicio inciden en la construcción de la representación
social de la persona adulta mayor.
Conclusiones: Las representaciones sociales de
quienes prestan servicios a las personas mayores pueden condicionar sus
prácticas con esta población y resultar en servicios iatrogénicos que no
apuntan a potenciar un envejecimiento activo para las personas mayores.
Palabras
claves: Vejez, Gerontología, Persona cuidadora, Servicios
gerontológicos, Viejismo.
Abstract
Introduction:
Social representations are a type of
practical knowledge that modulate our behaviors. In the area of services, this
theoretical construct is of special importance, as it can influence the ways of
providing services and the relationship between providers and users.
Main
objective: This
research aims to analyze the possible relationship between the social
representations that the service providers have upon the elderly members of the
population and the characteristics that are associated with the services for
such people.
Method and
technique: A
qualitative methodology was used in this work. 27 gerontological service
providers from the eastern area of the province of Mendoza in Argentina took
part in this analysis. The data collection instrument was the semi-structured
interview and the information obtained was analyzed using the Grounded Theory.
Results: The results show that the gerontological service
providers consider the elderly as dependent people. Thus would insure basic
care but also would limit the access to other rights such as leisure, social
and cultural activities. Furthermore, it was found that aspects such as elderly
assistant’s education, age and working environments influence upon the way the
elderly social representation is structured.
Conclusions: The social representations of those who provide
services to elderly people can condition their practices with this population,
resulting in iatrogenic services that do not aim to promote active aging for
the elderly adults.
Keywords: Old age, Gerontology, Caring person, Gerontological services,
Ageism.
El
envejecimiento poblacional representa un desafío económico, ya que produce un
aumento en la necesidad de un soporte social (en términos económicos) de la
población adulta mayor por parte de la población con edades «activas» (CEPAL 2009). Frente a
esta situación, el paradigma desde el cual se lee este fenómeno ha ido
evolucionando. La noción sobre esta franja etaria ha ido cambiando desde una
visión en donde estas personas eran
ubicadas como objeto de cuidado, hasta la actual, en donde se los considera
sujetos de derecho, capaces de participar de manera activa en el desarrollo
económico y social de su comunidad.
Por ello,
los gobiernos y múltiples organismos nacionales e internacionales han elaborado
una serie de convenciones y tratados que procuran garantizar una serie de
derechos que apuntan a mejorar la calidad de vida de la comunidad adulta mayor.
La más importante hasta el momento es la Convención Interamericana sobre la
protección de los derechos humanos de las personas mayores (Organización de los Estados Americanos 2015). La misma enumera
los derechos que esta comunidad debe gozar, a saber: derecho a la vida y
dignidad en la vejez, a la independencia y autonomía, a la participación e
integración comunitaria, a la salud, educación y cultura, a la libertad de
expresión y acceso a la información, a la recreación, esparcimiento y deporte,
a un medio ambiente sano, a la accesibilidad y movilidad personal.
Sin embargo,
la sola formulación de estos derechos no basta. Entre el planteamiento de los mismos,
y su efectivo cumplimiento, hay variables mediadoras; una de ellas son las
instituciones de servicios. Amartya Sen (2000) señala que
las instituciones, entre las cuales podemos encontrar los servicios de
educación y salud, sirven para asegurar la libertad de las personas. En este
caso, se dirá que el acceso a las diferentes instituciones de servicio vale a
la hora de garantizar el acceso a los derechos por parte de las personas; en
particular, serán los servicios gerontológicos los encargados de garantizar el
cumplimiento de los derechos de la población adulta mayor.
En
consonancia con las anteriores consideraciones, Jaspers Faijer (2012) señala
que para que esta población pueda llevar una vida activa en la que pueda
realizar contribuciones valiosas a la comunidad a la que pertenece, debe vivir
en un ambiente que le ofrezca los servicios necesarios para que pueda acceder a
los recursos materiales y sociales necesarios para desarrollar sus actividades
cotidianas. Pero, la disponibilidad por sí sola de las instituciones tampoco
alcanza; las instituciones que prestan servicios a personas adultas mayores
pueden verse obstaculizada en sus objetivos por el factor humano, es decir, por
las interacciones entre el personal que presta los servicios y las personas
usuarias.
Saforcada, de Lellis y Mozobancyck (2010) señalan, en
relación a las instituciones de salud, que en las interacciones entre el
componente formal (personal de las instituciones) y el componente informal
(usuarios) se conforma un espacio intersubjetivo virtual. En este espacio puede
generarse una barrera psicosociocultural que podría obstaculizar la efectividad
de los recursos asignados por el Estado. Medeiros
y Foster (2014) señalan que en el Reino Unido desde las instituciones se han
impulsado cambios tendientes a mejorar los servicios brindados en lo concerniente
a la salud mental. Sin embargo, los aspectos culturales y organizativos
terminan representando algunas de las principales barreras para brindar una
atención de calidad, esto se debe a que los prejuicios del personal médico los
llevan a tener una práctica discriminatoria hacia la comunidad adulta mayor, a
la vez que la estigmatización de la enfermedad mental en la vejez inhibe la
demanda de atención.
Para
estudiar uno de los componentes que puede generar esta barrera se tomará el
concepto de representaciones sociales, entendiéndolas como un fenómeno que
intercepta lo psicológico y lo social (Jodelet 1986). Por esta
razón, se considera un concepto clave para comprender la manera en que los
pensamientos y actitudes, pueden influir y trastocar las prácticas sociales.
Antecedentes teóricos y empíricos
Siguiendo a
Abric (2001, 13), se
definirá a las representaciones sociales como una visión funcional del mundo
que permite al individuo o al grupo conferir sentido a sus conductas, y
entender la realidad mediante su propio sistema de referencias, y adaptar y
definir, de este modo, un lugar para sí. Las representaciones sociales son
tanto un conocimiento social como un conocimiento práctico, orientado a la
acción, la comunicación y el dominio del entorno, tanto social como material (Jodelet 1986). Tienen una
efectiva incidencia en la acción de las personas y en las prácticas sociales,
ya que esta es una de sus funciones: orientar el comportamiento y además
justificarlo (Abric 2001).
Hemos dicho
hasta aquí que las representaciones sociales son un conocimiento social y
práctico, que sirven para orientar y justificar el comportamiento. El problema
de las representaciones sociales es que no son un reflejo de la realidad, una
reproducción, sino una construcción. Construcción que puede reemplazar algo
ausente, o incluso sustituir lo que está presente (Jodelet 1986). Esto puede
resultar contraproducente en la medida en que la sociedad deja de actuar de
acuerdo con la realidad, para así actuar de acuerdo con la representación, esto
puede ser un problema en el trabajo con las personas mayores, donde las
representaciones sociales disponibles son, en su gran mayoría, desfavorables.
El paradigma
cultural actual, donde predominan los valores del capitalismo y el consumo, que
privilegian la productividad, la rapidez y la eficiencia, enalteciendo la
juventud, la fuerza y la actividad, coloca a esta comunidad en un lugar de
desventaja y devaluación (Arroyo Rueda 2011). Las
personas mayores son valoradas en términos de debilidad y fragilidad frente a
otras con mayor poder (Arias 2019), y a la
vejez como una etapa caracterizada por la pérdida de los atributos positivos de
la vida, la pérdida de las capacidades (Arnold-Cathalifaud et al. 2007).
Estos
prejuicios en contra de la población mayor han sido englobados por Butler (1969) bajo el
término de viejismo, a partir del cual se distinguirán dos posibles tipos de
prejuicios: un grupo que responde al viejismo negligente, que corresponde a
aquellas concepciones que toman a la persona mayor como sujeto sin valor alguno
y que llevan a prácticas negligentes de descuido y abandono; y otro grupo que
responde al viejismo paternalista, donde son vistos como personas frágiles e
impotentes que deben ser cuidadas, lo que conlleva prácticas de
sobreprotección.
Como se dijo anteriormente, las representaciones sociales tienen su efectiva
consecuencia en la vida real y en las prácticas sociales. La representación que
se tiene de la población mayor tiene sus consecuencias en la realidad. Esto cobra
mayor importancia cuando hablamos de las representaciones que tienen aquellas
personas que están encargadas de procurar por su salud y el cumplimiento de sus
derechos, es decir, aquellas que les prestan servicios gerontológicos. Oberti (2015) señala que
el conocimiento de las representaciones sociales es una herramienta de utilidad
para el análisis de las prácticas profesionales, agrega que las representaciones
que el personal profesional
tenga acerca de la vejez determinarán su accionar en
relación a las intervenciones. En este mismo sentido Ham Chande y González
González (2008) rescatan la
idea de que la forma en que concibamos a las personas mayores afecta la forma
en que se tomen las decisiones respecto de las acciones dirigidas hacia esta
población y de los recursos que se destinarán para las mismas. El Instituto Nacional
contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI 2017) incluso señala que
los estereotipos negativos, que forman parte de las representaciones sociales,
pueden llegar a provocar la exclusión de los y las adultas mayores de la vida
familiar, la comunidad y la sociedad y por lo tanto del sistema de servicios.
Arias (2019) señala que
estas representaciones de las personas mayores han derivado en prácticas
opresivas hacia esta población. Además, las representaciones de quienes prestan
los servicios no
solo influyen en sus propias prácticas, sino que también terminan por incidir
en los propios receptores de sus servicios. Según Jorquera Álvarez, los
imaginarios negativos son traspasados y asumidos “por los mismos adultos
mayores, quienes empiezan a representarse a sí mismos como seres indefensos, lo
que a largo plazo diezma su propia independencia” (2010, 133).
Respecto
a esto, el INADI (2017) indica que las
personas mayores que asumen estas imágenes estereotipadas no buscan ayuda ante
problemas médicos, como dolencias o malestares, por considerarlos normales, ni
reclaman por prestaciones que les corresponden. Además, pueden dejar de
realizar actividades y comenzar a desenvolverse como si padecieran dificultades
“propias de su edad”, terminando por autoexcluirse de sus ámbitos de pertenencia
(Instituto Nacional contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo 2017, 33).
Las representaciones sociales que el personal de la salud tiene sobre la
población adulta mayor ya han sido estudiadas previamente. Franco, et al. (2010) llevaron a
cabo un estudio transversal descriptivo en personal de salud, con una muestra
de 200 personas. Como conclusión, los autores afirman que existe una
prevalencia alta de estereotipos negativos de la vejez, y señalan que esto es
motivo de preocupación por ser el profesional responsable de atención de este
grupo etario.
Rodrigues,
Andrade y Marques (2001) encontraron
resultados similares. Trabajaron con una entrevista semiestructurada que fue
tomada a 15 personas trabajadoras de la salud con edades que oscilaron entre
los 28 y 62 años. Mediante el análisis de contenido construyeron categorías
para analizar los datos recolectados, encontraron que el afecto fue uno de los
elementos simbólicos más relevantes, sin embargo, destacaron que de él emanan
aspectos tanto positivos (felicidad, satisfacción), como negativos (depresión,
tristeza). Se observó también en el discurso de las personas entrevistadas la
incorporación de estereotipos sociales que muestran a la vejez como una etapa
monótona de la vida con pocas o ninguna atribución social.
Por otro lado, cuando la investigación fue realizada con estudiantes, en
este caso de enfermería, los resultados fueron diferentes. Bottinelli,
Nabergoi, Remesar, Galván y Jaime (2011) trabajaron con
estudiantes de enfermería para conocer la imagen que tenían de las personas
mayores. Encontraron que predominó una imagen del envejecer activo e
independiente, que incluye la realización de actividades de tiempo libre. Estas
representaciones aparecen relacionadas a la experiencia personal y familiar; sin
embargo, también aparecieron representaciones negativas: un primer grupo
ligadas a la experiencia laboral, en donde se identificaba a esta comunidad
como personas quejosas, dependientes, o con características positivas, pero
marcadas por la inactividad y la pasividad (pacientes, amables); y un segundo
grupo de representaciones ligadas a los discursos sociales concentrados en los
estereotipos negativos.
Cabe destacar un estudio llevado a cabo por Chavarro Carvajal, et
al. (2019), quienes mediante un
análisis secundario de la encuesta poblacional del estudio SABE de Colombia,
detectaron diferencias en el acceso a la educación, al trabajo remunerado y a
diferentes servicios socio sanitarios que no se explicaban por diferencias de ingreso
económico, sino por las representaciones y normas culturales que limitaban o
condicionaban el acceso a los mismos en función de criterios como el sexo y la
edad. Si bien este estudio no explora representaciones sociales, sí da cuenta
del efecto que las mismas pueden tener en el acceso a servicios y a derechos
por parte de diferentes grupos.
Teniendo en
cuenta lo hasta ahora expuesto, en este trabajo se buscó describir y comprender
las representaciones sociales que quienes prestan estos servicios gerontológicos
tienen sobre las personas mayores, sin circunscribirse exclusivamente al ámbito
de la salud como ya se había hecho. Se trabajó con diferentes profesionales y
sobre todo con cuidadores/as informales, que son quienes en nuestro contexto
atienden a esta población con mayor frecuencia. Además, en este estudio se
pretendió ir un paso más allá y describir la posible incidencia que dichas
representaciones tienen en las prácticas de los/as prestadores/as de servicio.
Diseño de Investigación
Para
responder a las preguntas y al objetivo planteado se utilizó una metodología
cualitativa, respondiendo al enfoque procesual de estudio de las
representaciones sociales, que busca entender los modos de producción social
del conocimiento del sentido común y su distribución en relación a variables
demográficas (Banchs 2001). Como método
de análisis se aplicó la teoría fundamentada que permite construir a partir de
las propias vivencias de los protagonistas, estrategias de comparación
constante y muestreo teórico (Strauss y Corbin 2016).
Participantes
Las personas
participantes fueron contactadas mediante el método de bola de nieve o muestreo
por referencia. Se contactó a un grupo de prestadores y prestadoras que luego
facilitaron el contacto de otros sujetos que cumplían con los criterios de
inclusión, a saber: residir en la zona este de la provincia de Mendoza,
dedicarse a la prestación de servicios gerontológicos por un período de tiempo
mayor a 1 año. Participaron de la presente investigación 27 prestadores de
servicios, de los cuales dos eran de sexo masculino y 25 de sexo femenino, con
una edad promedio de 42, 84 años (d.t. 13,13).
Esta
distribución desigual de la muestra en cuanto al género se puede explicar por
una desigualdad histórica y constante en la mayoría de las sociedades en la
distribución de los roles según sexo, donde las mujeres son las encargadas del
cuidado de enfermos, niños, niñas y personas adultas mayores (Rodrigues, Andrade, y Marques 2001). Además,
cabe destacar que, del total de los y las participantes, 8 eran cuidadores/as
domiciliarios/as, 11 trabajaban en hogares para personas mayores y 8 eran
profesionales (enfermeras, psicólogas, médicas, entre otras). Atendiendo a la
variable edad, se realizó una división en dos grupos etarios: mayores y menores
de 40 años, quedando conformado el primer grupo por 16 personas y el segundo
por 11 personas.
Técnicas e Instrumentos
Se utilizó
como técnica de recolección de datos la entrevista semidirigida, la misma contó
con tres núcleos temáticos principales:
1.
Características del trabajo de la
persona con las personas mayores: tareas que realiza, antigüedad en el trabajo,
formación recibida, relación con las personas mayores en el contexto laboral,
aspectos valorados de la tarea, aspectos que le resultan desagradables.
2.
Imagen de las personas mayores y del
envejecimiento: características de los adultos mayores, características de la
vejez como etapa, concepto personal de vejez, relación de la vejez con la
salud, relación de la vejez con la enfermedad, necesidades de esta población,
gustos y preferencias de los mismos.
3.
Características de las instituciones
prestadoras de servicios para personas mayores: derechos que deben garantizarse
a personas mayores, características que las instituciones deben tener a nivel
de personal, estructura, actividades, organización, factores que facilitan u
obstaculizan el acceso a las instituciones.
Procedimiento
Las
entrevistas fueron tomadas de manera individual, en el domicilio de quienes
participaron, fuera del horario laboral. Antes de comenzar las entrevistas, se
les comentó los fines y objetivos del estudio y se les pidió que firmaran una
declaración de consentimiento informado, que asegura la participación voluntaria
y la confidencialidad de los datos.
Las
entrevistas fueron grabadas y transcritas, sin embargo, para asegurar la
confidencialidad del personal participante, incluso al interior del equipo de
trabajo, se utilizaron seudónimos para identificar a cada sujeto. El texto
resultante de las entrevistas fue cargado y codificado utilizando el programa
Atlas TI para el procesamiento de texto para análisis cualitativo.
Los datos
recolectados fueron analizados mediante el método de la teoría fundamentada,
utilizando el análisis sistemático, siguiendo los procedimientos de
codificación abierta y codificación axial (Hernández, Fernández, y Baptista 2014; Hernández
2014).
Se destacó, por sobre todas las cosas, su sabiduría y conocimiento, la
experiencia de vida acumulada. Sin embargo, sólo una de las participantes logró
identificar como un saber vigente los conocimientos del adulto mayor,
demostrando que esto puede ser un prejuicio positivo, antes que una afirmación
basada en la experiencia real. «Yo aprendo mucho con los viejos. Yo le digo
viejos de cariño. Pero yo aprendo mucho por ellos, mucho. La experiencia que
ellos tienen, la sabiduría que tienen es increíble, los consejos que te dan-
Por ahí uno es más impulsivo y ellos te enseñan a bajar un cambio… la respuesta
que tenés que dar (…) Si, es todo el tiempo, es todo el tiempo. Y te están
mirando y ya saben cuándo estás mal, cuándo estás bien.» (comunicación personal).
El segundo
grupo de representaciones, donde se ubican las imágenes más negativas las
personas mayores, concentró un mayor número de categorías. En las diferentes
entrevistas fueron calificadas como personas «cerradas», «poco participativas»,
«frágiles», «caprichosas», «vulnerables», «manipuladoras», «agresivas entre
ellas», «sufridas», «jodidas», «desoladas»,
entre otros. Se destacaron la pérdida de sus capacidades, las dificultades
cognitivas, y su condición de fragilidad en tanto personas cercanas a la muerte.
«Personas que ya han pasado tiempo, y que no tienen, todas sus capacidades en
pleno para valerse por sí mismo.» (comunicación personal) «Siempre yo los tomo
como que son una bombita de tiempo, al ser mayores como que llegan a cierto
punto que es como una planta que se va secando de a poco, entonces no todos los
días van a estar bien. Quizás un día sí y otro no.» (comunicación personal) «Que no están muy integrados en la
comunidad, están muy desolados, no los integran. Porque vos te jubilaste se te
acaba, mientras vos trabajás, tener redes sociales, tenés un grupo de trabajo,
los grupos de amigos, todo muy lindo. Pero cuando llegas a una etapa que te
jubilaste y tenés encima alguna patología, no es lindísimo.» (comunicación
personal).
Además, en
función de los datos encontrados se construyó una tercera categoría en relación
a las descripciones de la persona mayor, agrupando todas aquellas referencias
que apuntaban a representaciones sociales de infantilización de las mismas. Se
encontró en una gran parte del personal entrevistado una alusión
explícita a la condición de niños o niñas en la que, según este, se ven las
personas mayores, haciendo alusión a la extrema dependencia que perciben y a
los comportamientos que manifiestan. Incluso 3 sujetos compararon a esta
comunidad con bebés: «La peor etapa de un adulto, porque es la etapa en la que
uno más necesita del otro. Es como que volvemos a nacer por decirte, porque
necesitamos lo básico como cuando un bebé nace. Y ahora en vez de vos darle
algo a alguien, los demás te tienen que dar a vos… Para poder vivir, básicamente
es eso.» (comunicación personal); «Y, defenderse no pueden, no pueden estar
solos o… vestirse solitos ni… ni comer solitos.» (comunicación personal); «Necesitan
atención y buscan la manera de buscar la atención, igual que los niños. Suelen
ser un poco caprichosos, por eso mismo que te digo que necesitan atención, a
veces utilizan herramientas de fingir dolores o cosas así para que te quedes
con ellos… Son manipuladores, son manipuladores.» (comunicación personal).
En la representación de la vejez como etapa, encontramos que también
aparecen representaciones que la identifican como época de disfrute: «Para mí
la vejez es la etapa más copada, yo quiero ser vieja y jubilada.» (comunicación
personal). Y otro grupo de representaciones que la identifican como una etapa
de déficit y dependencia, caracterizada por sentimientos negativos: «La peor
etapa de un adulto, porque es la etapa en la que uno más necesita del otro» (comunicación
personal); «Uff... Es parte de la vida. La vejez es parte de la vida ¿Sí? Eh...
donde todos vamos a llegar, unos antes, otros después, pero todos llegamos.
Cuando uno se pone jodido, se ponen sentimentales porque les pasan los años,
si, les pesan la familia, los errores.» (comunicación personal); «La peor parte
de la vida del ser humano, porque llegas con todos tus achaques, tus problemas,
solo… generalmente solo.» (comunicación personal)
Otra respuesta frecuente fue la necesidad de que estas instituciones
procuren la satisfacción de las necesidades básicas y el confort de las
personas mayores, en la misma medida que sus necesidades afectivas. Esta fue
identificada como una de las principales necesidades de esta población: la
necesidad de afecto, de contención. «Acá lo que se da es amor, comprensión,
porque hay que contenerlos, hay que ponerse en el lugar de ellos. No es fácil,
hay que ponerse en el lugar de ellos. Ellos a veces se sienten mal por
asuntos…» (comunicación personal); «El amor. Si eso en especial. Yo lo veo
permanente, porque sí, uno tiene que dar mucho cariño. Porque yo estoy, pido el
cariño, te piden cariño y a veces y vos ves que ellos te piden porque los han
dejado de lado.» (comunicación personal).
También fueron reconocidas, en menor medida, la necesidad de que en
estas instituciones se ofrezcan actividades recreativas y se incorpore a la
comunidad en el funcionamiento cotidiano de la vida institucional. La principal característica que se
identificó como importante, en casi la totalidad de las entrevistas, fue la
actitud que debe tener el personal de las instituciones que debe ser
diferencial, según la comunidad participante, para la atención de la población
mayor. Se menciona que el personal debe tener una actitud de paciencia y que
atienda a las «capacidades» de esta población, que la persona que los atiende
sea consciente de las limitaciones y fragilidad que, según los entrevistados y
entrevistadas, tienen estas personas. «Para mí es siempre lo mismo: si no sos
consciente de que hay una fragilidad en la persona adulta, no tiene sentido, no
hay nada que cambiar, es uno el que tiene que cambiar para que todo funcione
como debe funcionar.» (comunicación personal); «Oh, tener mucha paciencia, ser
tolerante, saber escuchar, eh… saber esperar, porque muchas veces hay que
esperarlos a ellos porque tienen su tiempo para todo no, no los mismos tiempos
nuestro, no la misma rapidez de uno es la rapidez de ellos.» (comunicación
personal)
Finalmente, cabe destacar que al preguntarles por las condiciones que
facilitaban u obstaculizaban el acceso de las personas mayores a los servicios,
si bien las respuestas también abarcaron una variada cantidad de factores, en
tanto se mencionaron factores político-económicos, sociales-familiares,
personales, y de accesibilidad, los más mencionados fueron los político-económicos
y los socio-familiares. Se refirió, en relación a la primera categoría, que el
dinero era un elemento altamente condicionante para el acceso a los servicios
necesarios, y que se percibía que faltaban políticas o acciones por parte del Gobierno
que garantizaran la protección necesaria para esta población. «Y por parte del
estado no tienen nada, si no tenés plata no tenés nada. No sos ni siquiera un
número, sos descartable, te fuiste… No le importa a nadie un carajo. Lo ves en
la calle (suspira) ves a los adolescentes que son muy pocos los que respetan a
los adultos mayores, se los llevan por delante, se mueren de risa, no escuchan,
porque son viejos… Y qué saben los viejos.» (comunicación personal); «Y en lo
económico la economía yo considero que el gobierno argentino no se ocupa del
adulto mayor.» (comunicación personal).
Dentro de la categoría social-familiar, encontramos nuevamente alusiones
a la situación de dependencia de la persona mayor, en tanto se considera que es
la familia o algunos actores sociales la única vía posible que tendrían para
acceder a las instituciones necesarias, sin contemplar las posibilidades de
agencia personal de los mismos.
Las personas
de este grupo cuestionan la utilización de términos universales para denominar
a la persona mayor y la equiparación de la persona adulta con «el abuelo» o «el
discapacitado». A su vez, destacan la importancia de llamar a cada persona por
su nombre, más allá de la denominación que se le pueda dar al grupo etario en
general.
Se puede decir,
además, que el grupo de trabajadores/as con formación tienen una visión más
compleja de la realidad de la comunidad adulta mayor, en tanto reconocen una
gran cantidad de factores que funcionan como barreras y facilitadores en el
acceso de esta franja etaria a los diferentes servicios; reconocen mayor
cantidad de derechos para este sector de la población y explicitan la
existencia de barreras sociales, políticas y económicas que impiden que estos
derechos se cumplan. Además, se destaca una percepción del proceso de salud-
enfermedad como un interjuego donde tienen igual peso los factores biológicos,
sociales-familiares y psicológicos.
Cabe
destacar que este grupo tiene una visión más negativa de los/as adultos/as mayores
en sí, es decir, reconocen un mayor número de características negativas que
positivas en las personas de esta franja etaria.
Las personas trabajadoras sin formación,
por otro lado, perciben más características positivas que negativas en las
personas mayores; y al hablar del proceso salud enfermedad, ponen el acento en
el papel de la familia y la sociedad como variable mediadora. «Y después cuando
son más grandes bueno, en la persona que lo tiene a cargo, la familia, la
familia es muy importante, muy importante porque por ahí están bien y les
agarra depresión porque la familia no los quiere, o porque los tratan mal. Eso
es muy importante para… para que estén bien. Sí, es re importante eso, la
contención familiar.» (comunicación personal)
Las personas
profesionales que trabajan con adultos mayores, es decir, aquellas que hicieron
una carrera de grado o pregrado como psicología, enfermería o medicina, hacen
énfasis en la necesidad de que la sociedad «cambie el pensamiento». Es decir,
que se empiece a ver con otros ojos a la población adulta mayor, haciendo
énfasis a su vez, en el hecho de que la adultez mayor, como etapa de la vida,
ha cambiado, y las personas que la transitan también se han transformado. Los y
las profesionales sostienen, además, una imagen positiva tanto del
envejecimiento como de la persona mayor, destacando para ambos términos más
características positivas que negativas.
Las personas
mayores de 40 años suelen hacer más referencias a su propia vejez y a su propio
proceso de envejecimiento y suelen ligar el proceso de envejecimiento con la
historia del sujeto.
Las personas
menores de 40 años comparten con el personal profesional esta visión positiva
del envejecimiento y la persona mayor. Finalmente, cabe destacar que las personas
que trabajan en hogares de personas ancianas hacen énfasis en las
características infantilizadas de esta población y en la concepción del
envejecimiento como un proceso con características negativas. Sin embargo,
reconocen para esta franja etaria un mayor número de derechos.
En cuanto a
los resultados obtenidos, se ofrecen principalmente dos ejes de discusión. El
primero de ellos está vinculado a la connotación que adquieren las RS a partir
de las características generales del grupo social, su nivel de conocimiento del
tema y su edad, esto en los procesos de construcción.
Las
representaciones sociales nacen en un grupo social concreto con características
socioculturales específicas. Si bien excede el alcance de esta investigación el
registro detallado de la construcción de una representación social específica,
el saber las características del grupo social que construye una representación nos
permite indagar algo acerca del proceso de formación de esta.
Hemos
encontrado que el papel de la formación en la temática de la adultez mayor es
un factor que permite la complejidad de la imagen que se tiene de este grupo
etario. Permite identificar mayor número de factores que influyen en su
salud-enfermedad, en el acceso que se tiene a los servicios, y una comprensión
más amplia de los derechos de las personas en la etapa de la vejez.
En sintonía
con esto, López Gómez y Marín Baena (2016) señalaron
que la mayor producción científica sobre la temática se elabora por parte de
profesionales vinculados laboral o académicamente con la temática. La formación
específica en lo concerniente a la vejez como etapa y a las personas mayores,
es necesaria en tanto produce un efecto sinérgico que dinamiza la producción de
nuevos conocimientos. Los profesionales de la salud reclaman la necesidad de
mayor profundidad en la temática durante el curso de sus carreras (Medeiros et al. 2014). Los
autores citados también enfatizan la necesidad de que la formación se
complemente con educación cultural, que permita el cuestionamiento de los prejuicios
y las imágenes estereotipadas de la vejez.
Esto se pone
de manifiesto en tanto las personas con formación, así como los y las profesionales
entrevistadas fueron quienes trajeron a colación el hecho de la existencia de «los
nuevos viejos» (que hace alusión a las personas mayores que usan nuevas
tecnologías) y las transformaciones de esta franja etaria. Se puede ver que la
formación permite una imagen más dinámica de la adultez mayor.
La
consideración de la relación entre el adulto o adulta mayor con las nuevas
tecnologías es algo de suma importancia, sin embargo, fue mencionada solo en una
entrevista. Beimborn, et al. (2016) proponen
que nuestras percepciones de los demás y de nosotros y nosotras mismas están
mediadas por la tecnología. Cabe preguntarse entonces, qué percepciones se
podrá tener de este grupo al que se percibe por fuera de la tecnología.
La edad
también es un factor que influye de manera importante en la representación que
se tiene de la adultez mayor. La juventud (menores de 40 años) tendrá una
imagen más positiva de la población mayor, pero a la vez más ingenua y menos
compleja; mientras que quienes tienen una edad de 40 años, si bien identifican
en la persona mayor un gran número de características negativas, reconocen a su
vez más cantidad de derechos, de barreras y facilitadores en el acceso a
servicios, así como también mayores referencias a su propia vejez.
La importancia que el
estudio de las representaciones sociales que la juventud tienen sobre la vejez
y la persona mayor ha sido remarcada por varios autores (Freitas et al. 2013; López Gómez y Marín Baena
2016; Schatz, Seeley, y Zalwango 2018). Los mismos señalan,
por un lado, que este conocimiento es necesario en tanto nos da una idea de
cómo serán las relaciones intergeneracionales; y por otro lado, señalan que es
valioso en tanto permiten la dinamización del estudio de las representaciones
sociales y la puesta en diálogo de las representaciones de las personas jóvenes
con las representaciones de la adultez.
En este caso se
encontró que la población más joven tiene una representación más positiva de la persona mayor y de la vejez.
Les atribuyen más características positivas que las personas mayores de 40.
Esto entra en contradicción con el estudio realizado por Freitas y Ferreira
(2013), quienes encontraron que las personas jóvenes tenían una imagen
predominantemente negativa de la vejez, marcada por el declinar físico, la
pérdida de la fuerza, el cansancio y la enfermedad, así como sentimientos
negativos como la tristeza y la soledad.
El hecho de
que los y las jóvenes tengan esta imagen positiva de las personas mayores cobra
importancia a la luz de los hallazgos realizados por Schatz, Seeley y Zalwango (2018), quienes
afirman que las consideraciones positivas favorecen relaciones de intercambio
recíproco (de apoyo y atención) entre diferentes generaciones, especialmente
entre las personas más jóvenes y las mayores. Estas relaciones recíprocas son
una valiosa fuente de recursos financieros, físicos, emocionales y
psicosociales que ayudan a mejorar el bienestar de ambos componentes de la
relación.
Finalmente,
el tipo de trabajo que se realiza con la población mayor se presenta como otro
factor importante. Las personas que trabajan en hogares tienden a tener una
imagen más negativa del proceso de envejecimiento y a ubicar al adulto y la
adulta mayor como una persona dependiente e impotente, resaltando así la
infantilización de los mismos. Esto
concuerda con el estudio de Bottinelli et al.(2011), quienes
señalan que cuando se ha trabajado con población mayor en condiciones de
discapacidad, la representación que se tiene de ellos suele ser más negativa.
Sin embargo,
cabe destacar que además del tipo de trabajo y la población con la que se
trabaja, otro factor importante es la formación. La mayoría de quienes trabajan
en hogares no tenían formación en la temática, y cuando la actividad
laboral no es acompañada por la formación puede ocurrir una
sobregeneralización: las características de las personas con las que se trabaja
son extendidas al resto de la población adulta mayor en virtud de un
desconocimiento del proceso de envejecimiento normal (López Gómez y Marín Baena 2016), por ello, se vuelve
a insistir sobre la importancia de los espacios de formación en esta área.
El segundo
eje de discusión nos lleva a centrarnos en el contenido de las representaciones
sociales. Lo primero que encontramos al analizar los contenidos de la
representación social de la persona mayor son contenidos contradictorios o
ambivalentes que hacen referencia a una imagen positiva y a la vez negativa de
esta población. Esta ambigüedad o confusión aumenta ya que estas
características contradictorias no son expresadas por grupos de personas diferentes,
sino que incluso, muchas de las personas entrevistadas expresaron ambos
contenidos en el transcurso de la entrevista.
Sin embargo,
esto puede ser explicado si atendemos a lo que señala Castorina (2008) en relación
a la lógica de las representaciones sociales. Este autor indica que, al ser
conocimiento cotidiano, no sigue las mismas reglas que el conocimiento racional
y científico, sino que alcanzan una lógica propia donde pueden coexistir
elementos contradictorios. Sin embargo, a pesar de la divergencia de los
contenidos expresados, no se puede negar la existencia de una única representación,
ya que como señala Abric, «la
homogeneidad de una población no se define por consenso, pero sí por el hecho
de que su representación se organiza alrededor del mismo núcleo central, y del
principio generador, de la significación que otorgan a la situación o al objeto
al que están confrontados» (Abric 2001, 27-28).
Este núcleo
figurativo, que se repite en las diferentes categorías de análisis y da sentido
a la mayoría de los contenidos expresados, es la representación del adulto y la
adulta mayor como dependiente, que tiene el mismo estatuto que un niño o niña, que
hay que cuidar, proteger, dar amor y cariño, en concordancia con el viejismo de
tipo paternalista. Si bien esta es una representación funcional, en tanto
garantiza el cumplimiento de algunos derechos básicos de la persona mayor:
todos están de acuerdo en que es necesario garantizar para esta población la
satisfacción de sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, confort
físico) y sus necesidades afectivas (contención, cariño, escucha), pero que esto
está lejos de garantizar un envejecimiento activo de las personas mayores.
Incluso, la
protección y el cuidado que se brinda a las personas mayores, en tanto se basan
en esta imagen de impotencia, son reconocidas como una forma de prejuicio y
discriminación implícitas (Iacub y Arias 2011) y la
infantilización es reconocida por el INADI (2017) como una práctica de maltrato psicológico. Por lo tanto, si bien se
garantizan algunos derechos básicos mediante estas representaciones, también se
ejerce discriminación y por ello una limitación en el acceso a sus derechos.
Esto se
refleja en la falta de reconocimiento de algunas necesidades y derechos de las
personas mayores. El derecho a la educación, por ejemplo, que es uno de los
derechos más defendidos a lo largo de la vida, apenas si fue mencionado por una
entrevistada, cuya profesión era la docencia; siendo que en la vejez el
aprendizaje resulta beneficioso en tanto mejora la calidad de vida y la
posibilidad de ingresos (Knowland y Thomas 2014). Las
necesidades sexuales tampoco fueron mencionadas, a pesar de que las mismas constituyen
una dimensión primordial del ser humano y forman parte importante de su calidad
de vida (Aguiar Trevia Salgado et al. 2017), aunque sí
se mencionaron ampliamente las necesidades afectivas.
La vejez ha
dejado de ser una etapa en la que la muerte es un horizonte cercano, para ser
una etapa de la vida tan extensa como las demás (e incluso más) y que por lo
tanto debe estar marcada por nuevos proyectos y metas. El considerar las
personas mayores como un sujeto que ha perdido sus capacidades, que depende de
los demás, y que su necesidad más grande es el cariño que las generaciones más
jóvenes le pueden brindar, afecta directamente la posibilidad de los adultos y
adultas mayores de generar otras alternativas, ya que como señala Arias (Arias 2019), terminan
por adoptar las características que les otorgan aquellos que los miran y los
nombran.
Conclusiones
En el grupo
de prestadores y prestadoras de servicios con el que se trabajó predomina una
imagen de las personas mayores como sujetos dependientes, frágiles, comparables
con niños por su situación de desprotección. Esta imagen, que puede ser
funcional, en tanto garantiza el cumplimiento de algunos derechos básicos
(alimentación, vestimenta, vivienda, etcétera), se vuelve disfuncional porque
obstaculiza la posibilidad de concebir al adulto y la adulta mayor como una
persona activa y de esta manera impide el acceso a otros derechos (educación,
libertad de expresión, recreación, entre otros).
La
construcción de estas representaciones en torno a las personas mayores está
ligada a la formación recibida por parte de las personas que ofrecen servicios
para esta franja etaria y por las experiencias cotidianas en el trabajo con los
mismos. Lo trabajado hasta el momento, pone en evidencia la necesidad de
generar nuevos espacios de formación y de trabajo con esta población.
Espacios
donde se puedan generar nuevas experiencias y que permitan dinamizar la imagen
de esta franja etaria. Donde se puedan generar (contra)narrativas que permitan
exigir respeto para las personas adultas mayores, así como donde se fomenten la
participación y la autorrealización. Espacios desde los cuales promover
categorías diferentes para mirar a esta franja etaria, categorías que ya no
estén ligadas a la fragilidad, el cuidado o a la impotencia, que rescaten las
potencialidades que implica la vejez, sus ventajas y sus bondades.
Si bien este
estudio, al ser cualitativo, ve limitada su aplicación al grupo estudiado,
permite comprender mejor el proceso de construcción de la representación social
respecto de esta franja etaria. Además, esta metodología permitió estudiar de
manera crítica los diferentes factores que inciden en el proceso de
construcción y cómo las representaciones inciden en las prácticas y por lo
tanto en el acceso que la población adulta mayor puede tener a sus derechos.
Queda como desafío para un nuevo estudio la tarea de poner en diálogo las
representaciones sociales de quienes prestan sus servicios con las
representaciones propias de las personas mayores.
Contribución de las personas
autoras
Ana Márquez participó en la ideación del proyecto, la
construcción del problema a investigar, el diseño metodológico, la recolección
y análisis de datos, y la producción del artículo.
Juan Azzolino, participó en la ideación del proyecto,
la construcción del problema a investigar, el diseño metodológico, la
recolección y análisis de datos, y la producción del artículo.
Sabrina Agüero participó en la ideación del proyecto,
la construcción del problema a investigar, la recolección y análisis de datos,
y la revisión del artículo.
Pablo Martínez participó en la ideación del proyecto,
la construcción del problema a investigar, la recolección y análisis de datos,
y la revisión del artículo.
Roxana Marsollier participó en el diseño metodológico,
en el análisis de los datos, y a revisión y versión final del artículo.
Apoyo financiero: No se contó
con apoyo financiero para realizar la investigación.
Abric, Jean Claude. 2001. Prácticas sociales y representaciones.
México: Coyoacán.
Aguiar Trevia Salgado, Ana
Gabriela, Ludgleydson Fernandes de Araújo, José Victor De Oliveira Santos,
Lorena Alves de Jesus, Luciana Kelly da Silva Fonseca, y Daniel da Silva
Sampaio. 2017. «Velhice LGBT: uma análise das representações sociais entre
idosos brasileiros». Ciencias
Psicológicas 11 (2): 155-63. https://doi.org/10.22235/cp.v11i2.1487
Arias, Karina. 2019. «La vejez
como deterioro, una categoría de opresión social: Resituando a los adultos
mayores». Revista Perspectivas: Notas
sobre intervención y acción social 18: 159-171. http://revistaschilenas.uchile.cl/handle/2250/31292
Arnold-Cathalifaud, Marcelo,
Daniela Thumala, Anahí Urquiza, y Alejandra Ojeda. 2007.
«Old age from the view of chilean youth: exploratory study». Última
década 15 (27): 75-91. https://doi.org/10.4067/S0718-22362007000200005
Arroyo Rueda, Maria
Concepción. 2011. «Sentirse “una carga” en la vejez: ¿realidad construida o
inventada?» Kairos Gerontología 14
(diciembre): 5-29.
Banchs, María A. 2001.
«Jugando con las Ideas en Torno a las representaciones Sociales desde
Venezuela». Fermentum
11 (30): 11-32.
Beimborn,
Maria, Selma Kadi, Nina Köberer, Mara Mühleck, y Mone Spindler. 2016. «Focusing
on the Human: Interdisciplinary Reflections on Ageing and Technology». En Ageing and Technology: Perspectives from the
Social Sciences, editado por E Domínguez-Rué y N Nierling, 311-33. Bielefeld: Transcript.
Bottinelli, Maíra Marcela,
Mariela Nabergoi, Sergio Esteban Remesar, Miriam Galván, y Emilia Jaime. 2011.
«Representaciones sobre las actividades en la vejez y el envejecimiento en
estudiantes del área de salud. Implicancias para la educación y las prácticas».
World Federation of Occupational
Therapists Bulletin 63 (1): 16-24. https://doi.org/10.1179/otb.2011.63.1.004
Butler,
Robert N. 1969. «Age-Ism: Another Form of Bigotry». The Gerontologist 9 (4_Part_1): 243-46. https://doi.org/10.1093/geront/9.4_Part_1.243
Castorina, José Antonio. 2008.
«El impacto de las representaciones sociales en la psicología de los
conocimientos sociales: problemas y perspectivas». Cadernos de Pesquisa 38 (135): 757-76. https://doi.org/10.1590/S0100-15742008000300010
CEPAL (Comisión Económica para
América Latina y el Caribe). 2009. Envejecimiento,
Derechos Humanos y Políticas Públicas. Santiago de Chile: Naciones Unidas.
Chavarro-Carvajal, Diego
Andrés, Cecilia De Santacruz, Carlos Alberto Cano-Gutierrez, Luis Carlos Venegas-Sanabria,
y Ana Carolina Gama. 2019. «Inequalities between Women and Men
Aged Over and Under Seventy Years. SABE Colombia – Survey on Health, Well-Being
and Aging 2015». Universitas Medica
60 (3): 1-14. https://doi.org/10.11144/Javeriana.umed60-3.sabe
Franco S, Mireya, Enrique
Villarreal R, Emma R. Vargas D, Lidia Martínez G, y Liliana Galicia R. 2010. «Prevalence
of negative stereotypes towards old age among personnel of a general hospital».
Revista médica de Chile 138 (8): 988-93. https://doi.org/10.4067/S0034-98872010000800007
Freitas, Maria Célia de, y
Maria Assunção Ferreira. 2013. «Old Age and Elderly People: Social
Representations of Adolescent Students». Revista
Latino-Americana de Enfermagem 21 (3): 750-57. https://doi.org/10.1590/S0104-11692013000300014
Ham Chande, Roberto, y César
A. González González. 2008. «Discriminación en las edades avanzadas en México».
Papeles de población 14 (55): 35-58.
Hernández Carrera, Rafael M.
2014. «La investigación cualitativa a través de entrevistas: su análisis
mediante la teoría fundamentada». Cuestiones
Pedagógicas. Revista de Ciencias de la Educación 23 (enero): 187-210.
Hernández Sampieri, Roberto,
Carlos Fernández Collado, y Pilar Baptista Lucio. 2014. Metodología de la investigación. 6ta ed. México: Mc Graw Hill.
Iacub, Ricardo, y Claudia
Josefina Arias. 2011. «El Empoderamiento En La Vejez». Journal of Behavior, Health &
Social Issues 2 (2): 17-28. http://dx.doi.org/10.22201/fesi.20070780.2010.2.2.26787
INADI (Instituto Nacional
contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo). 2017. Discriminación por edad, vejez, estereotipos
y prejuicios. Buenos Aires: INADI - Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos – Presidencia de la Nación.
Jaspers Faijer, Dirk. 2012. «Presentación».
En Los derechos de las personas
mayores en el siglo XXI: situación, experiencias y desafíos, editado por
Sandra Huenchuan, 11-18. CEPAL.
https://repositorio.cepal.org//handle/11362/1465
Jodelet, Denise. 1986. «La
representación social: fenómenos, concepto y teoría». En Psicología Social II, de Serge Moscovici, 469-94. Barcelona,
España: Paidós.
Jorquera Álvarez, Pamela.
2010. «Vejez y envejecimiento: Imaginarios sociales presentes en los textos
escolares oficiales del Ministerio de Educación Chileno». Revista Mad
22: 132-65.
Knowland,
Victoria C. P., y Michael S. C. Thomas. 2014. «Educating the Adult Brain: How
the Neuroscience of Learning Can Inform Educational Policy». International
Review of Education 60
(1): 99-122. https://doi.org/10.1007/s11159-014-9412-6
López Gómez, María del Pilar,
y R A Marín Baena. 2016. «Revisión teórica y empírica desde la psicología sobre
las representaciones sociales del envejecimiento y la vejez en latinoamérica y
España durante el periodo 2009-2013». Revista
Científica General José María Córdova 14 (17): 155-202.
Medeiros, Bruno, y Juliet
Foster. 2014.
«Mental Ill Health in the Elderly: Medical Students’ Social Representations in
the United Kingdom». Revista Da Escola de Enfermagem Da USP 48 (SPE2): 132-38. https://doi.org/10.1590/S0080-623420140000800020
Oberti, Patricia. 2015. «El
estudio de las representaciones sociales como aporte para las intervenciones
profesionales». Fronteras 8: 157-62.
OEA (Organización de los
Estados Americanos). 2015. Convención
interamericana sobre la protección de los derechos humanos de las personas
mayores (A-70). OEA. http://www.oas.org/es/sla/ddi/tratados_multilaterales_interamericanos_A-70_derechos_humanos_personas_mayores.asp
Rodríguez, Rosalina A.
Partezani, Oséias Guimarães de Andrade, y Sueli Marques. 2001.
«Representaciones sociales del cuidado del anciano en trabajadores de salud en
un ancianato». Revista Latino-Americana
de Enfermagem 9 (1): 7-12. https://doi.org/10.1590/S0104-11692001000100002
Saforcada, Enrique, Martín de
Lellis, y Schelika Mozobancyck. 2010. Psicología
y salud pública: nuevos aportes desde la perspectiva del factor humano.
Buenos Aires: Paidós.
Schatz, Enid, Janet Seeley, y
Flavia Zalwango. 2018. «Intergenerational care for and by
children: Examining reciprocity through focus group interviews with older
adults in rural Uganda». Demographic Research S26 (63): 2003-26. https://doi.org/10.4054/DemRes.2018.38.63
Sen, Amartya. 2000. Desarrollo y Libertad. Buenos Aires:
Planeta.
Strauss,
Anselm, y Juliet Corbin. 2016.
Bases de la investigación cualitativa.
Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fundamentada. Contus.
Universidad de Antioquia.