La atención de la pobreza: neoliberalismo,
la deriva neoconservadora y necesidades en Agnes Heller
Poverty care: neoliberalism, neoconservative drift,
and needs in Agnes Heller
Adriana Monge
Arias
Sede Regional de
Occidente,
Universidad de
Costa Rica, Alajuela, Costa Rica
https://orcid.org/0000-0002-7149-4277
Fecha
de recepción: 24 de junio del 2021
Fecha
de aceptación: 2 de diciembre del 2021
Cómo citar: Monge Arias, Adriana. 2023. La
atención de la pobreza: neoliberalismo, la deriva neoconservadora y
necesidades en Agnes Heller. Revista
Reflexiones 102 (1). DOI 10.15517/rr.v102i1.47562
Resumen
Introducción:
Los organismos internacionales como el
Programa de las Naciones Unidades para el Desarrollo y el Banco Mundial basan
su discusión sobre la pobreza en las capacidades, habilidades, titularidades,
agencia y actualmente capacidades aumentadas.
Objetivo:
Por ello, analizar la pobreza desde la
propuesta teórica de las necesidades de Agntes Heller permite profundizar con
respecto a la producción y reproducción
del empobrecimiento masivo en el capitalismo.
Método:
Desde una perspectiva crítica, a partir de
la propuesta teórica-metodológica y política del marxismo, se reflexionará
sobre el discurso del desarrollo humano y la teoría de las necesidades de Agnes
Heller, en el marco de las políticas neoliberales vinculadas a una expansiva
ola neoconservadora político-cultural. Se trata de un acercamiento reflexivo a
la forma en que se pretende resolver la atención de la pobreza en el
capitalismo tardío.
Resultados:
Las propuestas sobre la pobreza del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Banco Mundial buscan
limitar el bienestar de las personas en condición de pobreza, en mínimos
biológicos y umbrales de ciudadanía (Álvarez 2005, 2008, 2011 y 2014). Lo
anterior se comprende, desde la teoría de las necesidades Agnes Heller, como la
forma en que el capitalismo mantiene a millones de personas en las simples
necesidades existenciales, imposibilitando su desarrollo y emancipación. Se
parte de que son estrategias neoliberales para controlar la pobreza, y así evitar
cualquier caos propiciado por quienes son despojados de todo tipo de derechos.
Conclusiones:
Las acciones de los Estados en la atención
de la pobreza, junto con la participación de las ONG en las políticas sociales
como nuevos actores en la intervención en las manifestaciones de la cuestión, se
centran en culpabilizar y autorresponsabilizar de su propia condición a las
personas que viven en el empobrecimiento, expresando la injerencia de la deriva
neoconservadora en las políticas públicas. Así, se mantiene a grandes masas de
poblaciones en lo simplemente existencial, mientras la concentración y
centralización de la riqueza en el capitalismo avanza cada vez más de forma
intensiva.
Palabras
clave: Capitalismo, Desigualdad, Control de la
pobreza, Estado, Cuestión social.
Abstract
Introduction:
The international organisms such as the United Nations
Development Programme and the World Bank base their discussion on poverty on capacities,
skills, entitlements, agency and currently increased capacities.
Objective: Therefore,
analyzing poverty from the theoretical proposal of the needs of Agnes Heller
allows to deepen with regard to the production and reproduction of massive
impoverishment in capitalism.
Method: In the midst of neoliberal policies related to an
extended neoconservative political-cultural wave, we will reflect on the
discourse of human development and Agnes Heller's theory of needs from a
critical viewpoint, based on Marxism's theoretical-methodological approach.
It's a critical perspective to how late-capitalist poverty care is supposed to
work.
Results: The
proposals about poverty from the United Nations Development Programme and the
World Bank seek to limit the wellness of people in poverty conditions, to
biological minimums and citizenship thresholds (Álvarez 2005, 2008, 2011 and
2014). The above is understood, from the Agnes Heller theory of needs, as the
way in which capitalism maintains millions of people in simple existential
needs, making their development and emancipation impossible. It is assumed that
they are neoliberal strategies to control poverty, and thus avoid any
propitiated chaos caused by those who are bereft of all kinds of rights.
Conclusions:
The actions of the States in the care of poverty,
within the participation of NGOs in social politics as new actors in the
intervention in the manifestations of the issue, focus on blaming and
self-responsible of their own condition to the people who live in impoverishment,
expressing the interference of the neoconservative drift in public politics.
Like that, large masses of populations are kept in the simply existential,
while the concentration and centralization of wealth in capitalism progresses
more and more intensively.
Keywords: Capitalism,
Inequality, Poverty Control, State, Social Issue.
XVI. Poema
Las leyes son para que las cumplan
los pobres.
Las leyes son hechas por los ricos
para poner un poco de orden a la explotación.
Los pobres son los únicos cumplidores de leyes
de la historia.
Cuando los pobres hagan las leyes
ya no habrá ricos.
Roque Dalton (Las historias prohibidas del
pulgarcito)
Introducción
El siguiente artículo busca reflexionar, a
partir de la teoría sobre las necesidades de Agnes Heller[1], respecto
a la atención de la pobreza en América Latina dirigida por los organismos
internacionales, fundamentalmente: Banco Mundial (BM) y el Programa de las
Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD).
La teoría sobre las necesidades propuesta
por Agnes Heller (1986) permite, desde una visión crítica, cuestionar la
injerencia del neoliberalismo en las nuevas formas de atención de las
manifestaciones de la cuestión social, en este caso específico, la pobreza. El
neoliberalismo y su conexión con el neoconservadurismo político-cultural tiene
su despliegue a partir de los años 70[2], con
gran expansión hegemónica en los 90 y siendo cuestionadas sus «promesas de derrame de la riqueza» a principios del siglo XXI, producto de
las rebeliones surgidas en diferentes países de nuestra región latinoamericana,
y por tanto, «reformado en algunos de
sus aspectos», hacia planteamientos
denominados heterodoxos, donde, por ejemplo, el Banco Mundial acepta la
necesidad de cierta intervención del Estado para aquellas personas denominadas «las
fracasadas del sistema», pero siempre en el marco de la eficiencia y eficacia.
Se entiende por neoliberalismo como «otro mecanismo político-económico diseñado
para imponer los intereses del capitalismo» (Vega
2011, 210), es a la vez la perspectiva ideológica hegemónica en relación con el
libre mercado, «la satanización del
Estado como causante de todas las desgracias»
(Boron 2003, 30). Por ello, se centra en la autorregulación absolutista del
individuo e individua frente a la sociedad, como lo expone Ayala (2016, 354) se
trata de «La
exaltación del “individualismo particular”, mientras que lo social no
representaría más que una pretensión ideológica».
La imposición del proyecto neoliberal por
las diferentes vías de violencia y el consenso se
encuentra y converge con otra propuesta, la injerencia neoconservadora. El
neoconservadurismo se centra en el retorno de los valores de la familia en su
versión “tradicional”, como una forma de mantener el orden y la cohesión frente
a los “excesos” que pueda generar la libertad individual del mercado. Según
Harvey (2007), no es que estén en contra de la agenda neoliberal, sino que
pretenden controlar la posibilidad de una anarquía producto del caos de los
intereses individuales o ruptura de los diferentes vínculos de reciprocidad,
los cuales se debilitan por el avance de la precarización del trabajo y de la
política social, por ello buscan implantar cierto grado de coerción social. Se
trata de una marea neoconservadora que combina liberalismo económico con
conservadurismo político-cultural en los centros de poder mundial (Ayala, 2016).
En este sentido, Boron (2003) concibe al neoconservadurismo como la expresión
política de la hegemonía ideológica del neoliberalismo.
A partir de los años 70 se empieza a
visualizar una fuerte injerencia de organismos internacionales, especialmente
el Banco Mundial como ente rector en los Estados, esto para determinar la nueva
política social dirigida al problema de la pobreza, ahora convertido en un
asunto de interés global. Con esto se desarrollan e implementan una serie de
acciones, y surge de forma masiva un conjunto de teorías dirigidas a explicar,
ya no la desigualdad, sino la pobreza y las mejores formas de focalizarla,
mapearla, medirla y sobre todo controlarla.
Como ente rector, el
Banco Mundial asume su posición a nivel global, determinando los nuevos métodos
de medición de la pobreza y los marcos explicativos sistematizados en el método
de las Necesidades Básicas Insatisfechas y la Línea de la Pobreza. Lo anterior
para luego acoger la propuesta del Discurso del Desarrollo Humano, basado en
los planteamientos sobre la pobreza a partir de las necesidades básicas, capital
humano, capital social, capacidades, emprendedurismo, agencia y más
recientemente, en el Índice de Pobreza Multidimensional. El objetivo es mejorar
los aspectos cualitativos de la vida y la pobreza siendo una condición de
justicia social y moralidad, buscando unir la comunidad internacional para la
ayuda a naciones menos prósperas, en busca de una mayor planificación, eficacia
e investigación sobre todo hacia el mapeo de la pobreza para lograr focalizar
las acciones hacia: «las personas realmente en condiciones
de pobreza»
Para la autora
Álvarez (2005, 2008, 2011), lo anterior es una determinación neoliberal de los niveles
y límites de tolerancia de las sociedades respecto al bienestar social de la
población, evidenciándose cómo los márgenes a los que busca llegar el Banco
Mundial por medio de sus estrategias para «combatir
la pobreza», se establecen en mínimos
biológicos y umbrales de ciudadanía. Se trata de las nuevas acciones de
atención global de la pobreza, que para Wacquant (2010) son más bien, una guerra
contra las personas que viven en pobreza, consideradas como el nuevo sujeto
peligroso, por ello la necesidad de mapear, dirigir y vigilar, para evitar se
subleven ante una sociedad en la cual no pueden satisfacer sus necesidades.
Por otra parte,
desde una perspectiva crítica, Agnes Heller (1929-2019) hace una propuesta
sobre la teoría de las necesidades, la cual parte de los postulados de Marx para
comprender el proceso de producción y reproducción de la riqueza en el
capitalismo. Es así como construye un marco teórico, que avanza en el análisis
de las condiciones mediadoras del desarrollo del ser humano a nivel general,
como colectivo y particular, a través de la posibilidad del despliegue de su
identidad e individualidad. Las teorizaciones giran en torno a la relación
entre necesidades, alienación y libertad, permitiendo estudiar el capitalismo,
sus contradicciones y la esperanza de una praxis transformadora para la
superación de las necesidades alienadas impuestas desde la sociedad burguesa,
hacia un mundo donde se emancipen las necesidades propiamente humanas.
La necesidad es entendida en el nivel general según Heller (1986), como el
deseo consciente, una aspiración e intención dirigida hacia un objeto, motivadora
de la acción, por ello es parte de la praxis del ser humano, de las voluntades,
que origina algo distinto mediante la relación del fin buscado con los medios[3].
Se entiende que el objeto es un producto social, es la objetivación social de
las necesidades, es decir, se encuentran en correlación el objeto y las
necesidades, «la primera fija el “ámbito”, delimita la extensión de las
necesidades de los hombres que viven en una determinada sociedad, que
pertenecen a un determinado estrato social» (Heller 1986, 170). Tanto las
necesidades como los objetos son sociales, son dos momentos de la praxis del
ser humano, la cual está establecida desde un modo de producción determinado
por las condiciones sociohistóricas, esto «explica por qué las necesidades son personales (sólo las personas desean
conscientemente algo, aspiran a poseer algo, lo anhelan) y al mismo tiempo sociales (desde el momento en que el
objeto de toda necesidad viene “proporcionado” por la objetivación social). No
existen “necesidades naturales”» [cursivas del texto] (Heller 1986,170).
Los seres humanos
al tratar de controlar sus necesidades producen otras necesidades que conlleva
a la búsqueda de distintas formas de satisfacerlas, para transformarlas en
detonantes del desarrollo de su individualidad. Las personas a través de la
praxis modifican el mundo para transformar los objetos de sus necesidades en
avance de su propia realización. Por ello, dice la autora, el límite de las
necesidades son las otras necesidades que van surgiendo, es decir, los sujetos
crean los objetos de su necesidad y al mismo tiempo crean, también, los medios
para satisfacerlos. Así, tiene como hipótesis que la génesis del ser humano en
el fondo es la génesis de las necesidades originadas a partir de la praxis, lo
cual significa que las necesidades son una especie de correlación del sujeto
con su mundo material, en actividades concretas, como se sigue en la siguiente
cita, «la necesidad del hombre y el objeto de la necesidad están en
correlación: la necesidad se refiere en todo momento a algún objeto material o
a una actividad concreta. Los objetos “hacen existir” las necesidades y a la
inversa las necesidades a los objetos. La necesidad y su objeto son “momentos”,
“lados” de un mismo conjunto» (Heller 1986, 43).
El ser humano,
desde las necesidades, orienta la praxis para construir objetos hacia donde se
dirigen sus necesidades, objetivando el mundo[4] y
al hacerlo se va haciendo a sí mismo y sí misma, por tanto transforma el ser,
sus relaciones y el medio. Sin embargo, en el capitalismo se destruye la
posibilidad de construir un sujeto rico en necesidades múltiples, ya que no
surgen las necesidades para el uso, sino para la valorización del capital, lo
que conlleva a homogenizar y limitar el avance de la individualidad del ser
humano al mantenerlo bajo las condiciones del proceso de acumulación
capitalista, por eso se socio-metaboliza todo avance en el desarrollo de la
sociedad a los requerimientos de producir para las necesidades del capital.
Por ello, la
relación de la clase trabajadora con los objetos que producen no es en función
del valor de uso, es decir para la satisfacción de sus necesidades propiamente
humanas, sino para la producción de las mercancías de la sociedad burguesa y
sus necesidades alienantes de despojo y apropiación privada de los objetos para
la acumulación capitalista. El trabajo en el capitalismo es alienado, el ser
humano no es el fin, sino el medio para producir objetos que reproducen la pobreza
de la clase trabajadora, sectores populares y grupos oprimidos; y mantener a la
vez la dominación del capitalismo, el cual detiene a partir de sus intereses de
clase el proceso de emancipación del trabajo, así, «En la alienación (y
particularmente en el capitalismo) la relación medio-fin inherente al trabajo
se transforma en su contrario. En la sociedad de la producción de mercancías el
valor de uso (el producto del trabajo concreto) no sirve para la satisfacción
de las necesidades. A la inversa, su esencia consiste en satisfacer las
necesidades del no poseedor. Al trabajador le es completamente indiferente el
tipo de valores de uso por él producido, no teniendo con ellos ninguna relación»
(Heller 1986, 54).
Siguiendo a la
autora, si bien Marx no expuso una teoría como tal de las necesidades, está
determinada en toda su obra, en el sentido de que tanto el capital como el
trabajador o la trabajadora actúan desde sus necesidades sociohistóricamente
condicionadas. La mercancía encierra las necesidades del capital. Es a partir
de la explotación de la fuerza de trabajo que la clase capitalista obtiene la
plusvalía en la producción de las mercancías. La clase trabajadora vende su
fuerza de trabajo en el mercado, por la obligación de recibir un salario que le
permita satisfacer sus necesidades, ante el despojo de todo medio de
subsistencia. Se comprende a partir de lo anterior, que el valor de la fuerza
de trabajo está en función de la producción de la plusvalía, es decir, por la
acumulación del capital y la lucha de clases. Ambos elementos determinan la
valorización del costo de la reproducción de la clase trabajadora en un
contexto mediado por el desarrollo de las fuerzas productivas, y las relaciones
de producción de los bienes materiales y culturales de la sociedad.
El
discurso del Desarrollo Humano en el contexto del capitalismo tardío: la
precariedad del trabajo y la transformación de la política social
En el capitalismo,
el fin no es la satisfacción de necesidades propiamente humanas, sino la valorización
del capital, por tanto implica que las personas siguen presas de sus
necesidades alienadas y existenciales[5] (Heller
1986). Por ello, le es inherente una contradicción base en relación con las
necesidades, es un sistema que permite la reducción del tiempo de trabajo para
la producción y con ello se supondría el tiempo libre para satisfacer
necesidades superiores-las necesidades propiamente humanas[6]-,
pero esto no ocurre de esta manera, por el contrario, la demanda de menos
trabajo implica mayor desempleo, desigualdad y trabajo precarizado, en tanto el
tiempo libre está estructuralmente relacionado con la valorización del capital.
Como en el
capitalismo la necesidad es la acumulación, este se desarrolla desde una lógica
expansiva, y para ello busca extenderse geográficamente e intensivamente hacia
áreas que no han sido colonizadas por la ley del valor (Robinson 2007), metabolizando
las relaciones sociales e incorporándolas en el proceso de acumulación (Mészáros
2010). En este proceso, va generando a la vez condiciones para reducir los
costos de producción al mínimo y así aumentar la tasa de ganancia, requiere
instrumentalizar la ciencia y tecnología, propiciando la tecnificación de la
mercancía, implica requerir menos fuerza de trabajo y/o buscar las formas de organizar
la producción de tal manera que aumente el capital constante y la
intensificación del trabajo (Marx 2017).
En el despliegue
del capitalismo tardío (Mandel 1979), se ha avanzado en la colonización de
nuevos ejes de acumulación, para esto es necesario propiciar, desde el Estado,
el proyecto neoliberal, generando políticas públicas para los procesos de la
desregulación de la economía, la privatización de los activos nacionales más
importantes, tanto públicos como privados, apertura comercial (Ayala 2016),
destrucción de toda organización colectiva laboral, la transformación de la
política social hacia la privatización, mercantilización y precariedad (Montaño
2005) y la precarización del mundo del trabajo (Antunes 2003, 2005a, 2005b, 2011,
2018). Estas políticas han implicado el deterioro acelerado de las condiciones
laborales de la clase trabajadora, es el despojo de derechos adquiridos en el
periodo anterior donde se logró gestar, por medio de las luchas sociales una
forma estatal expresada en un conjunto de políticas sociales para el bienestar.
La intensificación de la acumulación del capital genera la desposesión de
tierras al campesinado, la agudización de la violencia estructural hacia las
poblaciones explotadas y oprimidas y así, se acelera el deterioro de las condiciones
de vida de las mayorías. Por lo tanto, propicia su condena a la simple existencia
para la auto conservación-determinada en mínimos y básicos- sin la posibilidad
de desarrollarse las personas, a partir de las necesidades no alienadas, las
propiamente humanas.
Según
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2021) en América Latina
se viene acelerando un aumento de la precariedad del trabajo. Los índices
alcanzados en la primera década del siglo XXI explicados a partir del
crecimiento económico por el aumento de los precios de los comodities o, como
le denomina el mismo organismo, el superciclo de los productos básicos han
retrocedido desde aproximadamente el 2014, invirtiéndose entre el 2014-2019,
por ello, «En 2019, más de 122 millones
de trabajadores de un conjunto de 15 países latinoamericanos se insertaban en
sectores de baja productividad, caracterizados por bajos ingresos laborales,
escasa protección social y gran inestabilidad laboral» (p. 92). La estructura
del mercado de trabajo basada fundamentalmente en la informalidad, propició,
como parte de un conjunto de condicionamientos, que en el contexto actual de la
pandemia la pobreza y la desigualdad se aceleraran en la región. Se estima que
en 2020 la tasa de pobreza extrema ascendió al 12,5% y la tasa de pobreza al
33,7% de la población. Por tanto, el total de personas pobres llegó a 209
millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior. De
ese total, 78 millones de personas se encontraron en situación de pobreza
extrema, 8 millones más que en el 2019.
En relación con lo
anterior, es fundamental una perspectiva crítica sobre las necesidades que cuestione
los discursos oficiales de mínimos y básicos, planteados por el Banco Mundial, el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe, así como del economista Amartya Sen, el cual recibió en
1998 el Premio del
Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, entre otras perspectivas liberales, social
liberales, socialdemócratas y/o neoliberales. Lo anterior para reconocer las
contradicciones capitalistas en su pretensión de determinar los límites del
bienestar de las poblaciones explotadas y oprimidas.
El capitalismo avanza
en la condena de millones de personas a la pobreza, la precariedad del trabajo,
el desempleo y el despojo de la tierra y de todo tipo de derechos que sean
considerados por el capital como nichos de acumulación. A la vez, se expande
una preocupación global por la pobreza, a partir de la proclamación en 1973 del
Banco Mundial como ente rector a nivel internacional de la “atención” de la pobreza,
como parte de las transformaciones que se empiezan a gestar en relación con la
reestructuración del capitalismo tardío en su recuperación de la dominación del
trabajo y el control de sus crisis.
Para el
neoliberalismo y neoconservadurismo, las personas deben buscar o adquirir los
medios para satisfacer sus necesidades en el mercado (Offe 1990). El mercado es
el espacio donde se debe competir para ser parte del mundo del consumo, el que
permite alcanzar la libertad y con ello la individualidad para el desarrollo
como ser humano[7],
se trata de fomentar valores enfocados en producir riqueza orientada por un «criterio
exclusivo y estrecho de rentabilidad» (Ayala
2016, 348). Así, cada persona será libre de elegir en la diversidad sin ser
condicionado por los servicios ofrecidos por el Estado de forma obligatoria, es
el nuevo trato a la cuestión social y con ello la crítica al accionar del
aparato estatal en lo social, es el cuestionamiento de parte del neoliberalismo
de las políticas sociales que busquen la universalidad de derechos o la
solidaridad obligatoria regulada a nivel estatal (Montaño 2005, Harvey 2007,
Boron 2003 y Brito 2005).
Con el cambio
hacia el neoliberalismo se avanza en el desarrollo, por tanto, de una nueva
forma de hacer la política social, ya no se trata de derechos, sino de una
intervención estatal desde lo residual. De esta manera, se debe atender a
quienes fracasaron en el mercado en una nueva condición, son las personas
tuteladas que como tal deben asumir una serie de condiciones determinadas por
el Estado, son los subproletarios (Antunes 2003, 2005a, 2018), los underclass o
la población excedente absoluta (Wacquant 2007), los supernumerarios (Castel 1997),
y, en la explicación de Davis (2014), una fuerza de trabajo excedente o
proletarización pasiva.
Es a partir de
esto que va surgiendo el discurso del Desarrollo Humano, en el cual se
desarrollan y proliferan las teorías sobre las necesidades, pero bajo un
precepto fundamental, solo es posible en quienes fracasan en el mercado o tienen
la posibilidad de no triunfar y acceder a mínimos biológicos y umbrales de
ciudadanía (Álvarez 2005) suministrados por el Estado, o las necesidades
necesarias (Heller 1986). Va cobrando interés la temática de necesidades desde
los años setenta, cuando el Banco Mundial se declara el ente rector de la
pobreza e introduce la teoría y método de las necesidades básicas como nueva
herramienta para atender a las personas en condición de pobreza sin generar, claro,
como lo dicta este organismo internacional, la «dependencia» hacia el Estado de
la población pobre, ya que esto produce ingobernabilidad, según lo planteó la
Comisión Trilateral en la década de los setenta.
Luego, para la
década de los noventa, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo incorpora
el discurso del Desarrollo Humano[8],
asimilando las teorías sobre las necesidades y pobreza del Banco Mundial como
nueva estrategia de atención de la pobreza extrema. Plantea Álvarez (2005), que
transcurre en su núcleo base un elemento fundamental, las personas en condición
de pobreza no tienen carencias absolutas, sino que siempre se posee algo, para
eso es necesario potenciar y desarrollar las capacidades. El desarrollo de las
capacidades requiere en algunos casos de mínimos biológicos y básicos de
ciudadanía, dados ya sea desde el Estado o los nuevos actores y prácticas que
van cobrando cada vez más incidencia en la política social: las organizaciones
no gubernamentales, las fundaciones, voluntariado, es decir, la autogestión en
el ámbito de lo privado o en el nivel comunitario de la cuestión social
(Montaño 2005 y Davis 2014).
Se vincula la pobreza a una visión
cualitativa, las nuevas cosmovisiones se basan en las capacidades de la gente,
en sus habilidades y destrezas para su sobrevivencia. Desde Álvarez (2005 y
2008) se trata de una revisita a la cultura de la pobreza, con la diferencia de
que las poblaciones pobres tienen capacidades necesarias de “explotar” e incentivar
para su “desarrollo”, “fortalecer” las redes de proximidad (Castel 1997) para
no generar gastos al Estado y por tanto, prevenir la dependencia y exceso de
demandas que provocó el mismo Estado en su función interventora, como lo
plantean los neoconservadores. Así, se deben de generar las condiciones para
que las personas dirijan sus demandas, deseos e intereses hacia el mercado,
siendo el nuevo centro de desarrollo del ser humano. Con ello, se previenen
nuevos procesos de ingobernabilidad que provocaron desequilibrios estatales a
nivel político, administrativo y cultural (Offe 1990).
En la misma línea anterior, «La teoría de
las necesidades básicas, los umbrales de ciudadanía y el sistema conceptual que
los conforma, parte medular del discurso del Desarrollo Humano, promueven una
sociedad con valores polarizados. Junto al aumento creciente de las
expectativas de consumo y bienestar, minimizan, en todas sus acepciones y
sentidos, las expectativas de vida de un grupo cada vez más amplio de excluidos.
Los dilemas de las contradicciones entre los intereses del capital y el
bienestar se inclinan por desatar todas las regulaciones que avancen sobre el
aumento de los derechos sociales» (Álvarez 2005, 30).
Inicia una
discusión entre la existencia o no de necesidades básicas, mínimas, o
universales. Es la tendencia del neoliberalismo y del neoconservadurismo
expandiendo sus postulados en todos y cada uno de los espacios de intervención
estatal. La conclusión fundamental a la que se llega es que no se puede hacer
referencia a necesidades universales, eso implicaría homogenizar y no permitir
la libertad tan pregonada por el neoliberalismo, y/o las tendencias que apuntan
a determinar la universalidad, sino que más bien lo hacen, de igual manera,
homogenizando y colocando bases mínimas sobre las cuales se debe de propiciar
ciertas condiciones socio materiales. Se busca, por tanto, en las teorías actuales,
establecer una base de la cual será responsable, en parte, el Estado y mayoritariamente
cada individuo en su vida privada, en el mercado o la comunidad más próxima.
La discusión sobre
la clasificación de las necesidades da pie a determinar la existencia de
satisfactores y necesidades que son básicas y a partir de ello se puede
legitimar un límite de bienestar para ciertas poblaciones, y así categorizar
quiénes merecen ciertos básicos y quiénes no. A la vez que, colocando una base
sobre la cual deciden las voces hegemónicas hasta dónde es preocupación de los
Estados la no satisfacción de necesidades; reproducen la desigualdad como algo
legítimo, en tanto, se mantenga o trate de llegar la política social hacia las
poblaciones que no logran por si mismas ser ganadoras en el mercado.
El informe de 1993
del Banco Mundial establece que la prioridad de los gobiernos en relación con la
salud deben ser un conjunto limitado de servicios, «Es de suma prioridad que los gobiernos
financien un conjunto limitado de medidas de salud pública y servicios clínicos
esenciales» (1993, 8). En esa misma década determina que los estados deben de
abocar a la educación primaria y propiciar el libre mercado en el nivel
universitario, así en 1995 se indica que los países con apoyo serán aquellos
que permitan una mayor participación del sector privado en el mercado de la educación
superior. En otras palabras, un nivel primario existencial para ciertos
sectores y lo demás debe ser gestionado en el mercado educativo y de la salud[9].
Aquí la propuesta
de Heller (1986) es fundamental en su discusión sobre este tipo de clasificaciones,
ya que ocultan el origen histórico social de las necesidades, es decir, para la
autora, aun las necesidades «físicas» tienen un elemento social, «A nuestro
criterio las “necesidades naturales” no constituyen un conjunto de necesidades,
sino un concepto límite: limite
diferenciable según las sociedades-superado según la cual la vida humana ya no
es reproducible como tal; dicho en otras palabras, el límite de la simple
existencia (la muerte masiva de hambre o en Pakistán, expresa precisamente esa
superación). Sería puro aristocratismo-en nuestro mundo al menos-eliminar ese
concepto límite de la discusión sobre las necesidades. Por ello no hablaré de,
“necesidades naturales” sino de límite
existencial para la satisfacción de necesidades [cursivas del texto]» (1986,
33).
Para continuar con
la discusión teórica de la autora, se entiende que las necesidades necesarias
también están mediadas, aunque sean las necesidades de supervivencia
«instintiva», por las relaciones sociales, ya que se derivan de la interacción
del ser humano con su mundo social y la naturaleza. Por ello,
Las
necesidades “necesarias” son aquellas necesidades surgidas históricamente y no dirigidas
a la mera supervivencia, en las cuales el elemento cultural, el moral y la costumbre son decisivos y
cuya satisfacción es parte constitutiva de la vida “normal” de los hombres pretendientes
a una determinada clase de una determinada sociedad. Denominamos “medio
necesario para la supervivencia” en un determinado tiempo o para una
determinada clase, a todo lo que sirve para la satisfacción de las necesidades
(vitales) y de las “necesidades necesarias”. Según esta interpretación el
concepto de “necesidades necesarias” es extraordinariamente importante, aunque
se trate de un concepto descriptivo. Si indagamos empíricamente qué necesidades
deben ser satisfechas para que los miembros de una determinada sociedad o clase
tengan la sensación o la convicción de que su vida es “normal”-respecto a un
determinado nivel de la división del trabajo-llegamos al concepto de
“necesidades radicales”. La dimensión y el contenido de las necesidades
necesarias pueden por consiguiente ser distintos según las épocas y las clases [cursivas
del texto] (1986, 33-34).
Lo anterior quiere
decir que las condiciones normales de bienestar son desiguales según las clases
sociales, - en una sociedad dividida en clases y desde la organización de la
valorización del capital, como la capitalista, la base de las necesidades no
está en la diferencia individual que llevaría a crear objetos de uso para su
satisfacción - y el periodo sociohistórico en el que los seres humanos producen
y reproducen sus condiciones materiales, culturales, ideológicas y políticas. Al
hacer referencia a básicos, mínimos biológicos o umbrales de ciudadanía, es una
determinante clasista, se representa una sociedad dividida en clases sociales, en
la que se asignan los niveles de satisfacción de las necesidades acuerdo con su
posición en el proceso de la producción organizado desde la división social del
trabajo.
La autora Heller (1986)
determina que en el capitalismo la clase trabajadora es condenada prácticamente
a buscar y luchar solo por sus necesidades existenciales. Siendo las necesidades
existenciales a las que ontológicamente tienen como punto de partida el
instinto de la autoconservación y se desarrollan en el concreto de una
formación social determinada.
La
acumulación de la riqueza en la reproducción de la pobreza de las necesidades
existenciales
Según el neoliberalismo y la propuesta del
neoconservadurismo, las personas en condición de pobreza, la clase trabajadora
pobre solo tendrán acceso a mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía determinados
por las voces hegemónicas de la verdad, es decir, a la satisfacción de necesidades
existenciales por medio del Estado, sufriendo la condena de ser reducidas a una
clase sin necesidades, que no tiene derechos, que solo pueden vivir en un nivel
para su reproducción meramente inmediata en el límite del «instinto» de la
autoconservación. Pero además, para tener acceso a estos residuos estatales,
deben de demostrar que están haciendo el suficiente esfuerzo, esto incluye
desarrollar la actitud del emprendedurismo en la búsqueda de los medios de subsistencia
diarios, por ello es imperativo convertirse en personas «empoderadas». Así, hay
una individuación del problema, a partir de la asignación de la responsabilidad
a las personas de su propia condición de pobreza y desigualdad, separando al
sujeto de la estructura, y la estructura es presentada sin sujeto, como la
historia que acabó y solo le es posible sobrevivir de manera «bestial» a
quienes viven en el empobrecimiento.
Como lo plantea
Álvarez, «la promoción de la vida en los niveles básicos coloca a este nuevo
arte de gobernar produciendo vida también, pero no en términos de un máximo
razonable de “bienestar” –dado el desarrollo de las fuerzas productivas, de la
riqueza acumulada y del nivel histórico que alcanzan las luchas sociales– sino
en los mínimos básicos, casi a escala animal» (2005, 31).
Se trata de una visión ontológica y epistemológica
basada en la persona y la responsabilidad sobre sus actitudes del devenir de su
«destino», en una sociedad donde el ser humano no hace conscientemente la
historia, ya que la autopercepción de sí mismo y de sí misma está mediada por
la totalidad falsa, forma en la que se expresa el capitalismo en el mundo de la
pseudoconcreción (Kosik 1967). De esta manera, se presenta como un sistema
cuyas partes contradictorias – siendo la base capital-trabajo - se encuentran “reconciliadas”;
a partir de esto, el sujeto vive un mundo producido por sí mismo y por sí misma,
pero sin tener consciencia clara del origen y esencia de su objeto, el cual es
separado –abstraído- mediante las relaciones de explotación y opresión para la
acumulación del capital, desde el despojo
constante de su fuerza de trabajo, saberes, tierra, agua, derechos (Vega 2013).
Entonces, en la
sociedad dividida en clases, a partir de la división social del trabajo, basada
en la propiedad privada aparece el binomio de necesidades propiamente humanas
no alienadas y alienadas, estas últimas corresponden al interés y poder de adquisición
-dinero, poder y posesión- que requieren de un proceso de acumulación casi de
forma infinita. Y así, en el capitalismo a pesar de la riqueza producida, la
sociedad burguesa es incapaz de transitar hacia las necesidades que permitan la
libertad del ser humano, tal como lo plantea Grüner (2006), la burguesía detiene
el desarrollo y emancipación del sujeto por la búsqueda de la acumulación de
capital, es decir, «El burgués no
necesita saber de la praxis, necesita desconocerla: como dice irónicamente
Marx, la burguesía siempre supo perfectamente que había habido Historia…hasta
que llegó ella» (119). Siempre supo del poder de la praxis del ser humano,
hasta que llegó a tener el control económico, ideológico-cultural, social y
político, y por ello busca presentar un mundo donde su historia acabó, una
totalidad cerrada, reconciliada sin tensiones.
Se
trata de mantener al ser humano bajo las necesidades existenciales y alienadas.
Por tanto, desde el discurso del Desarrollo Humano con sus determinantes de
mínimos biológicos y umbrales básicos de ciudadanía, mantiene y reproducen al
ser humano atado, sin poder desarrollarse libremente en su individualidad y
colectividad. Se trata del reino de la necesidad frente al despojo de los
medios para avanzar al reino de la libertad (Engels 2014). Es la lógica
capitalista actuando en las posibilidades de la riqueza de las necesidades que
emancipen al género humano tanto a nivel general como particular (Heller 1986).
El
capitalismo produce riqueza social y pobreza, tanto a nivel de la reproducción
de las condiciones precarias y destructivas de la mayoría de las poblaciones explotadas
y oprimidas como del propio desarrollo general de la historia, y por eso, se
vuelve incapaz de avanzar en la praxis transformadora alienando la vida en la
búsqueda de la acumulación de capital, degradando la fuerza de trabajo a
mínimos existenciales. Esto genera fuerzas destructivas hacia la naturaleza e
instrumentaliza la razón, la ciencia y la tecnología (Horkheimer 2003) bajo las
necesidades alienadas.
Las
necesidades en el capitalismo se reducen a tener, tener para acumular en la
clase dominante, tener para sobrevivir en la clase trabajadora. Y la persona
trabajadora debe privarse de sus necesidades propiamente humanas, pero de lo
único que no se puede privar es de su fuerza de trabajo (Heller 1986) -es
fundamental para producir valor-. Esto también anula sus necesidades, porque su
trabajo es alienado en función del «interés general» que subordina el
particular a la totalidad capitalista, a sus necesidades alienadas, las cuales
aparecen estando por encima de las individualidades. En esa línea, se debe de
someter a la homogenización y la destrucción de la posibilidad del desarrollo
individual de cada persona según sus necesidades propiamente humanas. Es el
proceso de fagocitación[10]
del capitalismo (Grüner 2005), en el que subsume la parte en su todo homogéneo,
presentándose como el universal que decide cuáles son las necesidades
verdaderas, pues «Hemos visto ya, en función del análisis marxiano, que la
subordinación de sí al interés “general” en realidad aparece en correlación con
la persecución del interés personal»
(Heller 1986, 78).
Por
ello, cuando las voces hegemónicas, es decir la clase capitalista, los
organismos internacionales, los Estados centrales determinan las necesidades
básicas, mínimas, los umbrales de ciudadanía, los mínimos biológicos, bajo el
interés general de la sociedad no es más que la forma fetichizada de aparecer
las necesidades individuales de la sociedad burguesa a partir de las políticas
sociales del Estado o la filantropía de las personas supermillonarias. Se trata
de las necesidades individuales de los sujetos capitalistas que requieren
generalizar, para avanzar en el proceso de acumulación de la riqueza bajo una
organización formal de la ciudadanía en igualdad y liberad, según la
organización política estatal del capital (Holloway 1980). Entonces, las
personas en condición de pobreza no tienen necesidades, sino que se les imponen
los intereses particulares como generales; es decir, las necesidades alienadas
y las necesidades existenciales en el nivel de la simple autoconservación, tal como
se exponen en los siguientes datos.
Para el 2021, el
Banco Mundial indica: «si bien menos de la
décima parte de la población mundial se ubica por debajo de la línea de
USD 1,90 al día, cerca de la cuarta parte vive con menos de USD 3, 20, y más
del 40 % de los habitantes del mundo (casi 3300 millones de personas) se sitúa
por debajo de la línea de USD 5,50» (2020, 1-2).
En
relación con, por ejemplo, «1900 millones de personas, es decir, el 26,2 %
de la población mundial, vivían con menos de USD 3,20 al día en 2015.
Cerca del 46 % de la población del planeta vivía con menos de
USD 5,50 al día» (Banco Mundial 2018, párr. 2). Según
el Banco Mundial (2018) mil millones de personas viven sin electricidad y otros
cientos de millones carecen de servicios de energía confiable y asequible. Y,
por otra parte, más de 663 millones de personas aún no tienen acceso a fuentes
de agua potable. Además, de acuerdo con los datos del Informe sobre El Estado
de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (2021), para el 2020 la
inseguridad alimentaria grave alcanzó el 40,4%, aumentando 6,5% en relación con
el 2019, es decir, 44 millones más de personas en el mundo.
Asimismo, 21
millones pasaron a sufrir inseguridad alimentaria grave, y otras 811 millones
de personas no saben que comerán. Por lo tanto, el 10% de personas pasaron
hambre, y un 30% no tuvo una alimentación adecuada, un equivalente a 2300 millones
de personas, muriendo 11 personas por minuto. Según el mismo estudio, se indica
que durante el 2020 hubo un aumento de precios de alimentos del 40%, sin
beneficiar al campesinado, aunado al incremento del ingreso durante el periodo
del 2019 al 2020 en 10 000 millones de dólares de las diez mayores empresas de
alimentos, con esto habrían podido financiar la seguridad alimentaria para el
2021.
Agregando a los datos anteriores, según
Oxfam (2021), a escala mundial, las personas más ricas del mundo se han visto
beneficiadas en medio de la coyuntura de la pandemia, por tanto, a «escala
mundial, la fortuna de los milmillonarios aumentó en 3,94 billones de dólares
entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020. Su riqueza conjunta asciende
ahora a 11,95 billones de dólares, lo que equivale a la suma que los Gobiernos
del G20 han movilizado para responder a la pandemia. Los 10 milmillonarios más
ricos del mundo han visto crecer su fortuna en 540 000 millones de dólares
durante este período» (2021, 12).
Ante
este panorama, actualmente el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo han vuelto a discutir sobre la teorización de la pobreza y
pobreza extrema. Nuevos conceptos y cualidades asignadas a lo que denominan una
visión más amplia para lograr determinar las verdaderas estrategias que para el
2030 lograrán terminar con la pobreza extrema. Por ello, en el informe del Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo del 2019 se insistió en la necesaria medición
de la pobreza desde lo cualitativo, nuevamente, como en los noventa, la
cualidad centrada en las capacidades es el eje para explicar el empobrecimiento
de miles de personas en el mundo, pero se le agrega un adjetivo, “las
capacidades aumentadas”.
Las
“necesidades aumentadas” se combinan con el Índice de Pobreza Multidimensional
(IPM), propuesta expandida a partir del siglo XXI en América Latina. Actualmente
el IPM es el método para determinar la verdadera o falsa pobreza a partir de la
modulación de los comportamientos por medio de las Transferencias Monetarias
Condicionadas, basado nuevamente, en la teoría de las capacidades,
titularidades, habilidades y agencia de Amartya Sen, así, «Como
lo señala Sen (1976), toda medición de pobreza implica resolver dos problemas:
identificación de los pobres y agregación de éstos mediante un índice. A
diferencia del enfoque unidimensional de la pobreza, la identificación según
Alkire y Foster, se basa en un método de dos umbrales o líneas de corte. La
primera consiste en identificar las carencias en relación a la dimensión
seleccionada y la segunda estimar cuan amplias deben ser las privaciones para
que las personas sean consideradas pobres» (Delice 2014, 167).
El Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo en el 2019 se basa en la multidimensionalidad de la pobreza
concretada en tres dimensiones: salud, educación y nivel de vida. Expone en el
informe sobre Desarrollo Humano que, desde el Índice de Pobreza
Multidimensional unas 1.300 millones de personas en el 2018 viven en pobreza
multidimensional. En otras palabras, las
poblaciones pobres lo son porque no han desarrollado de forma aumentada ciertas
capacidades, comprendiendo el concepto el mismo organismo internacional de la
siguiente forma, «Las capacidades aumentadas se están convirtiendo en cruciales
para que las personas tomen las riendas de la “narrativa de sus vidas”. Las
capacidades aumentadas permiten a las personas disfrutar de mayores opciones a
lo largo de su vida. Dado que algunas capacidades se van construyendo a lo
largo de toda la vida, el hecho de contar con un conjunto de capacidades
básicas —como sobrevivir más allá de los cinco años de edad o aprender a leer—
supone un paso muy importante para la formación de capacidades aumentadas en
etapas vitales posteriores» (2019, 7).
Por
tanto, la necesidad de tener necesidades en las personas pobres es desplazada
por la necesidad del interés general de la sociedad burguesa de subsumirlos en
la universalidad, esto determina su no reconocimiento como personas ciudadanas.
Así no son sujetos de derechos, solamente si logran alcanzar las capacidades
aumentadas, ya fijadas en un límite de umbral de la sobrevivencia. Esto convierte
a quienes viven en la pobreza en residuales del sistema, por su poco aporte en
el proceso de valorización del capital, ya que, por el contrario, según el
proyecto neoliberal, solamente generan gastos, y con ello van en contra del
interés general de prosperar para aportar al crecimiento de la nación, «En
otras palabras, el perpetuo no reconocimiento de derechos por parte del
capitalismo de todos aquellos que no son solventes en términos mercantiles
conduce a identificar como sujetos de derecho solamente a quienes están en
capacidad de participar directa o indirectamente en el proceso de valorización
del capital. Y quienes no lo están, pasan a ser desechos, obstáculos
colaterales, que no pueden ser considerados como sujetos de derechos. Y en este
ámbito, el neoliberalismo ha universalizado el no reconocimiento de las
mayorías del planeta con la más absoluta impunidad» (Vega 2014, 51).
Con el capitalismo
crece la miseria conforme va aumentando la riqueza su concentración y
centralización, las mismas relaciones de producción capitalistas detienen el
avance y desarrollo de las fuerzas productivas, transformándose en fuerzas
destructivas del ser humano (Vega 2014). Según
Heller (1986), esto propicia la génesis de las necesidades radicales en las clases
explotadas y oprimidas, que no es más que la paradoja central del capital.
La relación social
basada en la explotación y opresión produce al mismo tiempo las condiciones
sociohistóricas para ser superada, es la negación de la negación expresada en la
antinomia especial, como lo plantea la misma autora, riqueza social-pobreza
social. Así, «Es la sociedad capitalista la que provoca la manifestación de las
necesidades radicales produciendo de este modo sus propios sepultureros;
necesidades que son parte constitutiva orgánica del “cuerpo social” del
capitalismo, pero de satisfacción imposible dentro de la sociedad y que
precisamente por ello motivan la praxis que trasciende
la sociedad determinada» [cursivas del texto] (Heller 1986, 106).
En el capitalismo
se producen y desarrollan las condiciones objetivas y subjetivas para su propia
superación, se trata del avance de la conciencia para la búsqueda de una
organización social donde las necesidades propiamente humanas se van
expandiendo como base sobre las necesidades alienadas y las existenciales[11].
En otras palabras, es la esperanza de la clase trabajadora, grupos oprimidos y
masas populares de construir un mundo para la libertad individual del ser humano,
la autorrealización del ser humano sin la destrucción de su fuerza de trabajo,
sin la separación de quien produce de su objeto producido, sin el desarrollo de
las fuerzas destructivas de la naturaleza. Es la emancipación del trabajo sobre
el capital, el trabajo como necesidad consciente, «Sobre la base de la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción de la riqueza y
de la explotación del trabajo humano» (Ayala
2016, 348). Esto superando el proceso de fragmentación buscado por el bloque en
el poder mediante la intervención del Estado al «neutralizar y fragmentar el
descontento creciente que se da como consecuencia del saqueo constante» (Petras
y Veltmeyes 2003, 179), y así se hace necesaria
la lucha colectiva, la praxis revolucionaria en relación con las necesidades
radicales.
Conclusiones
El discurso del Desarrollo
Humano reproduce la alienación del ser humano en el mundo de la sociedad
burguesa, es la legitimación de la opresión, de la humillación de las personas
en condición de pobreza a la condena de vivir en los límites «bestiales» de la
existencia, en un periodo de la historia donde el desarrollo de las fuerzas
productivas puede generar condiciones para la autorrealización de las
necesidades propiamente humanas, pero para ello se hace necesario superar radicalmente
el capitalismo.
Desde los mínimos
biológicos, los umbrales de ciudadanía y las necesidades básicas dicen
pretender «erradicar la pobreza», pero solamente se está determinando el
bienestar de las personas en condición de pobreza a partir de la posición
asignada en la división de la sociedad de clases, y por tanto se les obliga a recibir
los residuos del «desarrollo», porque son lo «residual» para el capital.
En otras palabras,
desde el capitalismo tardío se agudiza y acelera el proceso de precariedad de
las condiciones de vida de las grandes mayorías, y la salida permitida ante la
injusticia, la desigualdad y la violencia estructural es el acceso a mínimos
biológicos y umbrales de ciudadanía que mantienen a las poblaciones pobres en
una situación de «bestialidad», es decir, la existencia en el límite del día a
día, sin el alcance nunca del desarrollo de las necesidades superiores. Se
trata de producir y reproducir la alienación en una sociedad donde pregona la
propiedad privada como base para el desarrollo y valor fundamental, pero condena
al 99% de la posibilidad de poseer nada más que fuerza de trabajo, pero a pesar
de contar con la fuerza de trabajo la carencia de trabajo es tal, que algunas
personas serán siempre parte del ejército de reserva, del excedente, del
subproletariado pobre.
Las personas, desde el
neoconservadurismo y neoliberalismo, deben aprender a ser triunfadoras por sus
esfuerzos o tener la capacidad de agencia a pesar de las carencias, de lo
contrario serán las fracasadas del sistema, que por sus condiciones
individuales se mantienen en la ignorancia, la pobreza, la desigualdad, la
vagancia, la violencia y, por tanto, son criminalizadas por no cumplir con su
deber de superación. El neoliberalismo, operando con el neoconservadurismo, ha
logrado imponer una visión de mundo que se ha interiorizado en el sentido común
de la búsqueda de la satisfacción de las necesidades alienadas, donde se me da
la asignación de la responsabilidad individual de mi propio bienestar y
fracaso.
Así, cada quien debe avanzar como mejor pueda,
en un mundo donde día con día es más escaso el trabajo asalariado estable, la
salud y la educación – convertidas en objetos del mercado, en mercancías de
oferta y demanda- para la mayoría de las poblaciones. Cada vez existe menos la
posibilidad de las personas en condición de pobreza de poder tener acceso a
bienes y servicios para las necesidades simplemente existenciales que, en el
momento actual del nivel general de desarrollo del ser humano, deberían estar
resueltas y no seguir siendo parte de lo que todos los días salen a buscar, en
medio de la incertidumbre, miles de personas por medio de un trabajo, la caridad,
los subsidios del Estado o la filantropía de las ONG. Esto solo evidencia el
fracaso del capitalismo, que al universalizar las relaciones mercantiles como
base para el avance individual y colectivo de la sociedad, condena a 209
millones de personas para el 2020 a lo existencial, y en muchos casos ni
siquiera pueden obtener los medios para este nivel de satisfacción de
necesidades, aunque se establece lo existencial como mínimo biológico y umbral
de ciudadanía límite del bienestar neoliberal.
Después de hablar
durante casi cuarenta años de pobreza, empoderamiento, agencia y capacidades de
parte de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo y los estados de la periferia, siendo el Desarrollo
Humano la estrategia para «erradicar la pobreza», continúan viviendo en el
mundo millones de personas que no pueden satisfacer los mínimos biológicos y
umbrales de ciudadanía, determinados por esas mismas voces hegemónicas que
pregonan la pobreza desde la culturalización de las cualidades de las
poblaciones pobres.
En
esa línea, siguen determinando las necesidades existenciales como único límite
permitido para la clase trabajadora, grupos oprimidos y masas populares, por
ello la condena a la mayoría de la población a continuar presa de la necesidad
de la simple autoconservación, esto desde el despojo constante de su fuerza de
trabajo, saberes, tierra, agua, derechos, mercantilizando la vida. Así,
las personas en condición de pobreza en contradicción con la riqueza cada vez
más concentrada y centralizada, no son más que quienes ocupan la posición de
vivir bajo niveles de inferioridad, tanto en lo sociomaterial, a nivel
político, ideológico como socioculturalmente, en un mundo donde solo le ofrece
las más injustas formas de degradación. Claro está, siempre esto tensionado y
con la posibilidad de engendrar las necesidades radicales hacia el
cuestionamiento del orden capitalista por medio de la lucha de clases.
Por tanto, el
bienestar establecido por parte de la mayoría de los Estados en América Latina
no es una meta para el «desarrollo» general del ser humano y la sociedad, por
el contrario, es un simple «humanitarismo metafísico» que hasta parece
perverso, basado en un bienestar mínimo, desplazando la política social por una
nueva forma de filantropía y caridad, ahora globalizada, para mantener a la vez
el «equilibrio» -siempre desequilibrado- de la acumulación del capital, neutralizando
y fragmentando el descontento producido por el despojo al que someten a la
clase trabajadora, grupos oprimidos y masas populares. La «erradicación de la
pobreza» estatal se convierte en un «humanitarismo» de la miseria, centrado en
la acumulación de capital humano y las capacidades necesarias de descubrir en
las personas en condición de pobreza, para alcanzar los límites minimistas del
bienestar precarizado.
Para realmente avanzar en el desarrollo
consciente y en libertad de las necesidades del ser humano se hace necesaria la
organización social y política, la emancipación colectiva de la clase
trabajadora, masas populares y grupos oprimidos. Es indispensable superar el
capitalismo para lograr incidir sobre el origen de la explotación, el despojo y
el saqueo de nuestras riquezas y de ahí la posibilidad de un bienestar libre de
las cadenas de la acumulación del capital. Así, no se puede luchar contra la explotación
y opresión si no se pone en la base el fin del capitalismo.
La lucha debe ser de manera conjunta, por
ello es indispensable la articulación de las distintas luchas sociales frente a
un proyecto común: la destrucción y superación del capitalismo. Es una rebelión
colectiva para buscar alcanzar el desarrollo sociocultural a partir de condiciones
sociomateriales generadas por medio de la socialización de la riqueza y el
trabajo, de una nueva ética: la de la libertad, la igualdad, la justicia social,
de la posibilidad real de la diferencia, como la propuesta de Rosa Luxemburgo,
un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente
libres. Una salida hacia la praxis revolucionaria para que los seres humanos se
liberen de sus necesidades existenciales y alienadas a partir del despliegue de
sus necesidades propiamente humanas, desarrolladas por medio del avance de las
fuerzas productivas, dirigidas conscientemente, para hacer una historia, la
historia de la clase trabajadora, masas populares y grupos oprimidos.
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El texto utilizado de la autora es su primera propuesta, basada en Marx.
[2]
Siguiendo a Anderson (2003), el neoliberalismo emerge posterior a la Segunda
Guerra Mundial. En 1947 se funda La Sociedad de
Mont Pélerin-Suiza integrada por Milton Friedman, Karl Popper, Friedrich Hayek, Lionel Robbins, entre otros. Su objetivo estaba
centrado en oponerse al proyecto del keynesianismo, y al igualitarismo, según
sus miembros buscado por el Estado. Por tanto, criticaban el intervencionismo
del aparato estatal en la economía y el mercado.
El colocar los años 70 como punto de partida para
ubicar la avanzada neoliberal está basado en la comprensión de la
transformación capitalista en su modelo de acumulación en un contexto de
crisis. Esto fue generando las condiciones para que el proyecto neoliberal y la
propuesta neoconservadora tuvieran su despliegue hegemónico a nivel global.
[3] Se trata de comprender desde la
dialéctica la relación entre individuo y estructura, donde las múltiples
voluntades individuales que actúan en la historia producen casi siempre
resultados muy distintos de los propuestos o contrarios. La intención y los
fines rara vez son dados tal y como se establecen. Los fines se entrecruzan
unos con otros y contradicen. Algunas veces no se cuentan con los medios para alcanzarlo
o son irrealizables, coaliciones entre múltiples voluntades y actos
individuales. Lo que se espera no resulta o resulta en apariencia. En la
superficie parece gobernar el azar, la casualidad, por ello se debe descubrir
las leyes internas ocultas, lo que no se da en lo apariencia (Engels 1975).
[4]
Como lo plantean Berger y Luckmann, «El proceso por el que los productos
externalizados de la actividad humana alcanzan el carácter de objetividad se
llama objetivación. El mundo institucional es actividad humana objetivada, así
como lo es cada institución de por sí. En otras palabras, a pesar de la
objetividad que caracteriza al mundo social en la experiencia humana, no por
eso adquiere un status ontológico separado de la actividad humana… Por el
momento es importante destacar que la relación entre el hombre [las personas],
productor, y el mundo social, su producto, es y sigue siendo dialéctica. Vale
decir, que el hombre [el ser humano] (no aislado, por supuesto, sino en sus
colectividades) y su mundo social interactúan. El producto vuelve actuar sobre
el productor» (2001, 81). Por ello, el ser
humano al producir los objetos, estos inciden luego sobre la praxis de los
sujetos en su accionar sobre el mundo.
[5]
Ampliando sobre la teoría de la autora, las necesidades existenciales «son
ontológicamente primarias, desde el momento en que están basadas en el instinto
de la autoconservación. Tales son, entre otras, la necesidad de alimentarse, la
necesidad sexual, la necesidad de contacto social y de cooperación, la necesidad
de actividad. Tampoco estas pueden ser definidas como “naturales”, puesto que
solo son susceptibles de interpretación como necesidades concretas en el seno
de un contexto social determinado» (Heller 1986, 170-171). Refieren a lo más
inmediato de la reproducción cotidiana, que conforme se desarrolla el ser
humano en sociedad y en la transformación de la naturaleza requerirían de menor
tiempo y complejidad satisfacerlas, pero en el marco del capitalismo prevalece
la búsqueda diaria de lo simplemente existencial en medio de la incertidumbre,
de una gran parte de la población.
[6]
La autora explica que «las
“necesidades propiamente humanas” se distinguen por el hecho de que en los
deseos, en las intencionalidades dirigidas hacia sus objetos, el impulso natural
no desarrolla ningún papel. Objeto de estas necesidades son, entre otros
muchos, el descanso superior al necesario para la reproducción de la fuerza de
trabajo, una actividad cultural, el juego de los adultos, la reflexión, la
amistad, el amor, la realización de sí en la objetivación, la actividad moral,
etc.» (Heller 1986, 171).
[7]
Según lo plantea Ayala (2016), la raíz ideológica del liberalismo es la definición de lo
humano como psicoantropológico egoísta y de la competencia.
[8] Es cuando en 1990 el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo asumió la tarea de realizar un informe anual sobre
desarrollo humano. Para ello, categorizó el Desarrollo humano como el proceso a
través del cual se presenta a las personas las oportunidades para alcanzar una
vida saludable, prolongada, niveles superiores de educación y capacitación y
mayor acceso a los recursos necesarios para tener una vida decente. Desde los
diversos informes durante la década de los 90 se fueron vinculando una
heterogeneidad de categorías al núcleo teórico del discurso del Desarrollo Humano,
para luego en el siglo XXI introducir, la atención de la pobreza a través de
las Transferencias Monetarias Condicionadas y su medición desde el Índice de
Pobreza Multidimensional.
[9]
Según el informe de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económicos, en
Costa Rica, durante el 2017, se invierte más en educación que los treinta y
cinco países que conforman esta organización y tienen menos productividad, es
decir baja calidad a pesar del “alto presupuesto”. Pero no solamente califica
deficiente el sistema educativo, sino además determina la necesidad de
redistribuir mejor los presupuestos y dirigirlos a la primera infancia.
Para este
organismo, se deben enfocar los recursos en la primera infancia, que incluye la
atención a menores de cuatro años. La Organización considera que este sector «es
el más subdesarrollado del sistema educativo de Costa Rica, comparado con los
otros países de la OCDE y otras naciones emergentes de Latinoamérica». El
documento indició, además, que «el gasto público en la educación universitaria
está aumentando de forma insostenible y no se asigna de forma equitativa»
(Cerdas 2017, párr. 11 y 27). Así, establece el nivel hacia el que debe de
dirigirse la política social, es decir, a mínimos biológicos y umbrales de
ciudadanía manteniendo a la mayoría de las poblaciones en las condiciones
inferiores de las necesidades existenciales.
[10] Se entiende por el
proceso de fagocitación la incorporación de parte de la sociedad capitalista de
los elementos críticos, y al hacer esto detiene la posibilidad de la superación
de la alienación.
[11] De acuerdo con Heller, la liberalización del ser humano de las necesidades del capital es cuando «cesa el dominio de las cosas sobre el hombre, cuando las relaciones interhumanas no aparecen ya como relaciones entre cosas, entonces toda necesidad es gobernada por la “necesidad de desarrollo del individuo”, la necesidad de autorrealización de la personalidad» (1986, 85).