La atención de la pobreza: neoliberalismo, la deriva neoconservadora y necesidades en Agnes Heller

Poverty care: neoliberalism, neoconservative drift, and needs in Agnes Heller

 

Adriana Monge Arias

Sede Regional de Occidente,

Universidad de Costa Rica, Alajuela, Costa Rica

adrianamaria.monge@ucr.ac.cr

https://orcid.org/0000-0002-7149-4277

 

Fecha de recepción: 24 de junio del 2021

Fecha de aceptación: 2 de diciembre del 2021

Cómo citar:

 

Monge Arias, Adriana. 2023. La atención de la pobreza: neoliberalismo, la deriva neoconservadora y necesidades en Agnes Heller. Revista Reflexiones 102 (1). DOI 10.15517/rr.v102i1.47562

 

Resumen

 

Introducción: Los organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidades para el Desarrollo y el Banco Mundial basan su discusión sobre la pobreza en las capacidades, habilidades, titularidades, agencia y actualmente capacidades aumentadas.

Objetivo: Por ello, analizar la pobreza desde la propuesta teórica de las necesidades de Agntes Heller permite profundizar con respecto a la producción y reproducción del empobrecimiento masivo en el capitalismo.

Método: Desde una perspectiva crítica, a partir de la propuesta teórica-metodológica y política del marxismo, se reflexionará sobre el discurso del desarrollo humano y la teoría de las necesidades de Agnes Heller, en el marco de las políticas neoliberales vinculadas a una expansiva ola neoconservadora político-cultural. Se trata de un acercamiento reflexivo a la forma en que se pretende resolver la atención de la pobreza en el capitalismo tardío.

Resultados: Las propuestas sobre la pobreza del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Banco Mundial buscan limitar el bienestar de las personas en condición de pobreza, en mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía (Álvarez 2005, 2008, 2011 y 2014). Lo anterior se comprende, desde la teoría de las necesidades Agnes Heller, como la forma en que el capitalismo mantiene a millones de personas en las simples necesidades existenciales, imposibilitando su desarrollo y emancipación. Se parte de que son estrategias neoliberales para controlar la pobreza, y así evitar cualquier caos propiciado por quienes son despojados de todo tipo de derechos.  

Conclusiones: Las acciones de los Estados en la atención de la pobreza, junto con la participación de las ONG en las políticas sociales como nuevos actores en la intervención en las manifestaciones de la cuestión, se centran en culpabilizar y autorresponsabilizar de su propia condición a las personas que viven en el empobrecimiento, expresando la injerencia de la deriva neoconservadora en las políticas públicas. Así, se mantiene a grandes masas de poblaciones en lo simplemente existencial, mientras la concentración y centralización de la riqueza en el capitalismo avanza cada vez más de forma intensiva.

Palabras clave: Capitalismo, Desigualdad, Control de la pobreza, Estado, Cuestión social.

 

Abstract

 

Introduction: The international organisms such as the United Nations Development Programme and the World Bank base their discussion on poverty on capacities, skills, entitlements, agency and currently increased capacities.

Objective: Therefore, analyzing poverty from the theoretical proposal of the needs of Agnes Heller allows to deepen with regard to the production and reproduction of massive impoverishment in capitalism.

Method: In the midst of neoliberal policies related to an extended neoconservative political-cultural wave, we will reflect on the discourse of human development and Agnes Heller's theory of needs from a critical viewpoint, based on Marxism's theoretical-methodological approach. It's a critical perspective to how late-capitalist poverty care is supposed to work.

Results: The proposals about poverty from the United Nations Development Programme and the World Bank seek to limit the wellness of people in poverty conditions, to biological minimums and citizenship thresholds (Álvarez 2005, 2008, 2011 and 2014). The above is understood, from the Agnes Heller theory of needs, as the way in which capitalism maintains millions of people in simple existential needs, making their development and emancipation impossible. It is assumed that they are neoliberal strategies to control poverty, and thus avoid any propitiated chaos caused by those who are bereft of all kinds of rights.

Conclusions: The actions of the States in the care of poverty, within the participation of NGOs in social politics as new actors in the intervention in the manifestations of the issue, focus on blaming and self-responsible of their own condition to the people who live in impoverishment, expressing the interference of the neoconservative drift in public politics. Like that, large masses of populations are kept in the simply existential, while the concentration and centralization of wealth in capitalism progresses more and more intensively.

Keywords: Capitalism, Inequality, Poverty Control, State, Social Issue.

 

XVI. Poema 

Las leyes son para que las cumplan
los pobres.
Las leyes son hechas por los ricos
para poner un poco de orden a la explotación.
Los pobres son los únicos cumplidores de leyes
de la historia.
Cuando los pobres hagan las leyes
ya no habrá ricos.

Roque Dalton (Las historias prohibidas del pulgarcito)

 

 

Introducción

El siguiente artículo busca reflexionar, a partir de la teoría sobre las necesidades de Agnes Heller[1], respecto a la atención de la pobreza en América Latina dirigida por los organismos internacionales, fundamentalmente: Banco Mundial (BM) y el Programa de las Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD).

La teoría sobre las necesidades propuesta por Agnes Heller (1986) permite, desde una visión crítica, cuestionar la injerencia del neoliberalismo en las nuevas formas de atención de las manifestaciones de la cuestión social, en este caso específico, la pobreza. El neoliberalismo y su conexión con el neoconservadurismo político-cultural tiene su despliegue a partir de los años 70[2], con gran expansión hegemónica en los 90 y siendo cuestionadas sus «promesas de derrame de la riqueza» a principios del siglo XXI, producto de las rebeliones surgidas en diferentes países de nuestra región latinoamericana, y por tanto, «reformado en algunos de sus aspectos», hacia planteamientos denominados heterodoxos, donde, por ejemplo, el Banco Mundial acepta la necesidad de cierta intervención del Estado para aquellas personas denominadas «las fracasadas del sistema», pero siempre en el marco de la eficiencia y eficacia.

Se entiende por neoliberalismo como «otro mecanismo político-económico diseñado para imponer los intereses del capitalismo» (Vega 2011, 210), es a la vez la perspectiva ideológica hegemónica en relación con el libre mercado, «la satanización del Estado como causante de todas las desgracias» (Boron 2003, 30). Por ello, se centra en la autorregulación absolutista del individuo e individua frente a la sociedad, como lo expone Ayala (2016, 354) se trata de «La exaltación del “individualismo particular”, mientras que lo social no representaría más que una pretensión ideológica».

La imposición del proyecto neoliberal por las diferentes vías de violencia y el consenso se encuentra y converge con otra propuesta, la injerencia neoconservadora. El neoconservadurismo se centra en el retorno de los valores de la familia en su versión “tradicional”, como una forma de mantener el orden y la cohesión frente a los “excesos” que pueda generar la libertad individual del mercado. Según Harvey (2007), no es que estén en contra de la agenda neoliberal, sino que pretenden controlar la posibilidad de una anarquía producto del caos de los intereses individuales o ruptura de los diferentes vínculos de reciprocidad, los cuales se debilitan por el avance de la precarización del trabajo y de la política social, por ello buscan implantar cierto grado de coerción social. Se trata de una marea neoconservadora que combina liberalismo económico con conservadurismo político-cultural en los centros de poder mundial (Ayala, 2016). En este sentido, Boron (2003) concibe al neoconservadurismo como la expresión política de la hegemonía ideológica del neoliberalismo.

A partir de los años 70 se empieza a visualizar una fuerte injerencia de organismos internacionales, especialmente el Banco Mundial como ente rector en los Estados, esto para determinar la nueva política social dirigida al problema de la pobreza, ahora convertido en un asunto de interés global. Con esto se desarrollan e implementan una serie de acciones, y surge de forma masiva un conjunto de teorías dirigidas a explicar, ya no la desigualdad, sino la pobreza y las mejores formas de focalizarla, mapearla, medirla y sobre todo controlarla.

Como ente rector, el Banco Mundial asume su posición a nivel global, determinando los nuevos métodos de medición de la pobreza y los marcos explicativos sistematizados en el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas y la Línea de la Pobreza. Lo anterior para luego acoger la propuesta del Discurso del Desarrollo Humano, basado en los planteamientos sobre la pobreza a partir de las necesidades básicas, capital humano, capital social, capacidades, emprendedurismo, agencia y más recientemente, en el Índice de Pobreza Multidimensional. El objetivo es mejorar los aspectos cualitativos de la vida y la pobreza siendo una condición de justicia social y moralidad, buscando unir la comunidad internacional para la ayuda a naciones menos prósperas, en busca de una mayor planificación, eficacia e investigación sobre todo hacia el mapeo de la pobreza para lograr focalizar las acciones hacia: «las personas realmente en condiciones de pobreza»

Para la autora Álvarez (2005, 2008, 2011), lo anterior es una determinación neoliberal de los niveles y límites de tolerancia de las sociedades respecto al bienestar social de la población, evidenciándose cómo los márgenes a los que busca llegar el Banco Mundial por medio de sus estrategias para «combatir la pobreza», se establecen en mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía. Se trata de las nuevas acciones de atención global de la pobreza, que para Wacquant (2010) son más bien, una guerra contra las personas que viven en pobreza, consideradas como el nuevo sujeto peligroso, por ello la necesidad de mapear, dirigir y vigilar, para evitar se subleven ante una sociedad en la cual no pueden satisfacer sus necesidades.

Por otra parte, desde una perspectiva crítica, Agnes Heller (1929-2019) hace una propuesta sobre la teoría de las necesidades, la cual parte de los postulados de Marx para comprender el proceso de producción y reproducción de la riqueza en el capitalismo. Es así como construye un marco teórico, que avanza en el análisis de las condiciones mediadoras del desarrollo del ser humano a nivel general, como colectivo y particular, a través de la posibilidad del despliegue de su identidad e individualidad. Las teorizaciones giran en torno a la relación entre necesidades, alienación y libertad, permitiendo estudiar el capitalismo, sus contradicciones y la esperanza de una praxis transformadora para la superación de las necesidades alienadas impuestas desde la sociedad burguesa, hacia un mundo donde se emancipen las necesidades propiamente humanas.

La necesidad es entendida en el nivel general según Heller (1986), como el deseo consciente, una aspiración e intención dirigida hacia un objeto, motivadora de la acción, por ello es parte de la praxis del ser humano, de las voluntades, que origina algo distinto mediante la relación del fin buscado con los medios[3]. Se entiende que el objeto es un producto social, es la objetivación social de las necesidades, es decir, se encuentran en correlación el objeto y las necesidades, «la primera fija el “ámbito”, delimita la extensión de las necesidades de los hombres que viven en una determinada sociedad, que pertenecen a un determinado estrato social» (Heller 1986, 170). Tanto las necesidades como los objetos son sociales, son dos momentos de la praxis del ser humano, la cual está establecida desde un modo de producción determinado por las condiciones sociohistóricas, esto «explica por qué las necesidades son personales (sólo las personas desean conscientemente algo, aspiran a poseer algo, lo anhelan) y al mismo tiempo sociales (desde el momento en que el objeto de toda necesidad viene “proporcionado” por la objetivación social). No existen “necesidades naturales”» [cursivas del texto] (Heller 1986,170).

Los seres humanos al tratar de controlar sus necesidades producen otras necesidades que conlleva a la búsqueda de distintas formas de satisfacerlas, para transformarlas en detonantes del desarrollo de su individualidad. Las personas a través de la praxis modifican el mundo para transformar los objetos de sus necesidades en avance de su propia realización. Por ello, dice la autora, el límite de las necesidades son las otras necesidades que van surgiendo, es decir, los sujetos crean los objetos de su necesidad y al mismo tiempo crean, también, los medios para satisfacerlos. Así, tiene como hipótesis que la génesis del ser humano en el fondo es la génesis de las necesidades originadas a partir de la praxis, lo cual significa que las necesidades son una especie de correlación del sujeto con su mundo material, en actividades concretas, como se sigue en la siguiente cita, «la necesidad del hombre y el objeto de la necesidad están en correlación: la necesidad se refiere en todo momento a algún objeto material o a una actividad concreta. Los objetos “hacen existir” las necesidades y a la inversa las necesidades a los objetos. La necesidad y su objeto son “momentos”, “lados” de un mismo conjunto» (Heller 1986, 43).

El ser humano, desde las necesidades, orienta la praxis para construir objetos hacia donde se dirigen sus necesidades, objetivando el mundo[4] y al hacerlo se va haciendo a sí mismo y sí misma, por tanto transforma el ser, sus relaciones y el medio. Sin embargo, en el capitalismo se destruye la posibilidad de construir un sujeto rico en necesidades múltiples, ya que no surgen las necesidades para el uso, sino para la valorización del capital, lo que conlleva a homogenizar y limitar el avance de la individualidad del ser humano al mantenerlo bajo las condiciones del proceso de acumulación capitalista, por eso se socio-metaboliza todo avance en el desarrollo de la sociedad a los requerimientos de producir para las necesidades del capital. 

Por ello, la relación de la clase trabajadora con los objetos que producen no es en función del valor de uso, es decir para la satisfacción de sus necesidades propiamente humanas, sino para la producción de las mercancías de la sociedad burguesa y sus necesidades alienantes de despojo y apropiación privada de los objetos para la acumulación capitalista. El trabajo en el capitalismo es alienado, el ser humano no es el fin, sino el medio para producir objetos que reproducen la pobreza de la clase trabajadora, sectores populares y grupos oprimidos; y mantener a la vez la dominación del capitalismo, el cual detiene a partir de sus intereses de clase el proceso de emancipación del trabajo, así, «En la alienación (y particularmente en el capitalismo) la relación medio-fin inherente al trabajo se transforma en su contrario. En la sociedad de la producción de mercancías el valor de uso (el producto del trabajo concreto) no sirve para la satisfacción de las necesidades. A la inversa, su esencia consiste en satisfacer las necesidades del no poseedor. Al trabajador le es completamente indiferente el tipo de valores de uso por él producido, no teniendo con ellos ninguna relación» (Heller 1986, 54).

Siguiendo a la autora, si bien Marx no expuso una teoría como tal de las necesidades, está determinada en toda su obra, en el sentido de que tanto el capital como el trabajador o la trabajadora actúan desde sus necesidades sociohistóricamente condicionadas. La mercancía encierra las necesidades del capital. Es a partir de la explotación de la fuerza de trabajo que la clase capitalista obtiene la plusvalía en la producción de las mercancías. La clase trabajadora vende su fuerza de trabajo en el mercado, por la obligación de recibir un salario que le permita satisfacer sus necesidades, ante el despojo de todo medio de subsistencia. Se comprende a partir de lo anterior, que el valor de la fuerza de trabajo está en función de la producción de la plusvalía, es decir, por la acumulación del capital y la lucha de clases. Ambos elementos determinan la valorización del costo de la reproducción de la clase trabajadora en un contexto mediado por el desarrollo de las fuerzas productivas, y las relaciones de producción de los bienes materiales y culturales de la sociedad.

 

El discurso del Desarrollo Humano en el contexto del capitalismo tardío: la precariedad del trabajo y la transformación de la política social

En el capitalismo, el fin no es la satisfacción de necesidades propiamente humanas, sino la valorización del capital, por tanto implica que las personas siguen presas de sus necesidades alienadas y existenciales[5] (Heller 1986). Por ello, le es inherente una contradicción base en relación con las necesidades, es un sistema que permite la reducción del tiempo de trabajo para la producción y con ello se supondría el tiempo libre para satisfacer necesidades superiores-las necesidades propiamente humanas[6]-, pero esto no ocurre de esta manera, por el contrario, la demanda de menos trabajo implica mayor desempleo, desigualdad y trabajo precarizado, en tanto el tiempo libre está estructuralmente relacionado con la valorización del capital.

Como en el capitalismo la necesidad es la acumulación, este se desarrolla desde una lógica expansiva, y para ello busca extenderse geográficamente e intensivamente hacia áreas que no han sido colonizadas por la ley del valor (Robinson 2007), metabolizando las relaciones sociales e incorporándolas en el proceso de acumulación (Mészáros 2010). En este proceso, va generando a la vez condiciones para reducir los costos de producción al mínimo y así aumentar la tasa de ganancia, requiere instrumentalizar la ciencia y tecnología, propiciando la tecnificación de la mercancía, implica requerir menos fuerza de trabajo y/o buscar las formas de organizar la producción de tal manera que aumente el capital constante y la intensificación del trabajo (Marx 2017).

En el despliegue del capitalismo tardío (Mandel 1979), se ha avanzado en la colonización de nuevos ejes de acumulación, para esto es necesario propiciar, desde el Estado, el proyecto neoliberal, generando políticas públicas para los procesos de la desregulación de la economía, la privatización de los activos nacionales más importantes, tanto públicos como privados, apertura comercial (Ayala 2016), destrucción de toda organización colectiva laboral, la transformación de la política social hacia la privatización, mercantilización y precariedad (Montaño 2005) y la precarización del mundo del trabajo (Antunes 2003, 2005a, 2005b, 2011, 2018). Estas políticas han implicado el deterioro acelerado de las condiciones laborales de la clase trabajadora, es el despojo de derechos adquiridos en el periodo anterior donde se logró gestar, por medio de las luchas sociales una forma estatal expresada en un conjunto de políticas sociales para el bienestar. La intensificación de la acumulación del capital genera la desposesión de tierras al campesinado, la agudización de la violencia estructural hacia las poblaciones explotadas y oprimidas y así, se acelera el deterioro de las condiciones de vida de las mayorías. Por lo tanto, propicia su condena a la simple existencia para la auto conservación-determinada en mínimos y básicos- sin la posibilidad de desarrollarse las personas, a partir de las necesidades no alienadas, las propiamente humanas.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2021) en América Latina se viene acelerando un aumento de la precariedad del trabajo. Los índices alcanzados en la primera década del siglo XXI explicados a partir del crecimiento económico por el aumento de los precios de los comodities o, como le denomina el mismo organismo, el superciclo de los productos básicos han retrocedido desde aproximadamente el 2014, invirtiéndose entre el 2014-2019, por ello,  «En 2019, más de 122 millones de trabajadores de un conjunto de 15 países latinoamericanos se insertaban en sectores de baja productividad, caracterizados por bajos ingresos laborales, escasa protección social y gran inestabilidad laboral» (p. 92). La estructura del mercado de trabajo basada fundamentalmente en la informalidad, propició, como parte de un conjunto de condicionamientos, que en el contexto actual de la pandemia la pobreza y la desigualdad se aceleraran en la región. Se estima que en 2020 la tasa de pobreza extrema ascendió al 12,5% y la tasa de pobreza al 33,7% de la población. Por tanto, el total de personas pobres llegó a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior. De ese total, 78 millones de personas se encontraron en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en el 2019.

En relación con lo anterior, es fundamental una perspectiva crítica sobre las necesidades que cuestione los discursos oficiales de mínimos y básicos, planteados por el Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, así como del economista Amartya Sen, el cual recibió en 1998 el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, entre otras perspectivas liberales, social liberales, socialdemócratas y/o neoliberales. Lo anterior para reconocer las contradicciones capitalistas en su pretensión de determinar los límites del bienestar de las poblaciones explotadas y oprimidas.

El capitalismo avanza en la condena de millones de personas a la pobreza, la precariedad del trabajo, el desempleo y el despojo de la tierra y de todo tipo de derechos que sean considerados por el capital como nichos de acumulación. A la vez, se expande una preocupación global por la pobreza, a partir de la proclamación en 1973 del Banco Mundial como ente rector a nivel internacional de la “atención” de la pobreza, como parte de las transformaciones que se empiezan a gestar en relación con la reestructuración del capitalismo tardío en su recuperación de la dominación del trabajo y el control de sus crisis.

Para el neoliberalismo y neoconservadurismo, las personas deben buscar o adquirir los medios para satisfacer sus necesidades en el mercado (Offe 1990). El mercado es el espacio donde se debe competir para ser parte del mundo del consumo, el que permite alcanzar la libertad y con ello la individualidad para el desarrollo como ser humano[7], se trata de fomentar valores enfocados en producir riqueza orientada por un «criterio exclusivo y estrecho de rentabilidad» (Ayala 2016, 348). Así, cada persona será libre de elegir en la diversidad sin ser condicionado por los servicios ofrecidos por el Estado de forma obligatoria, es el nuevo trato a la cuestión social y con ello la crítica al accionar del aparato estatal en lo social, es el cuestionamiento de parte del neoliberalismo de las políticas sociales que busquen la universalidad de derechos o la solidaridad obligatoria regulada a nivel estatal (Montaño 2005, Harvey 2007, Boron 2003 y Brito 2005).

Con el cambio hacia el neoliberalismo se avanza en el desarrollo, por tanto, de una nueva forma de hacer la política social, ya no se trata de derechos, sino de una intervención estatal desde lo residual. De esta manera, se debe atender a quienes fracasaron en el mercado en una nueva condición, son las personas tuteladas que como tal deben asumir una serie de condiciones determinadas por el Estado, son los subproletarios (Antunes 2003, 2005a, 2018), los underclass o la población excedente absoluta (Wacquant 2007), los supernumerarios (Castel 1997), y, en la explicación de Davis (2014), una fuerza de trabajo excedente o proletarización pasiva.

Es a partir de esto que va surgiendo el discurso del Desarrollo Humano, en el cual se desarrollan y proliferan las teorías sobre las necesidades, pero bajo un precepto fundamental, solo es posible en quienes fracasan en el mercado o tienen la posibilidad de no triunfar y acceder a mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía (Álvarez 2005) suministrados por el Estado, o las necesidades necesarias (Heller 1986). Va cobrando interés la temática de necesidades desde los años setenta, cuando el Banco Mundial se declara el ente rector de la pobreza e introduce la teoría y método de las necesidades básicas como nueva herramienta para atender a las personas en condición de pobreza sin generar, claro, como lo dicta este organismo internacional, la «dependencia» hacia el Estado de la población pobre, ya que esto produce ingobernabilidad, según lo planteó la Comisión Trilateral en la década de los setenta.

Luego, para la década de los noventa, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo incorpora el discurso del Desarrollo Humano[8], asimilando las teorías sobre las necesidades y pobreza del Banco Mundial como nueva estrategia de atención de la pobreza extrema. Plantea Álvarez (2005), que transcurre en su núcleo base un elemento fundamental, las personas en condición de pobreza no tienen carencias absolutas, sino que siempre se posee algo, para eso es necesario potenciar y desarrollar las capacidades. El desarrollo de las capacidades requiere en algunos casos de mínimos biológicos y básicos de ciudadanía, dados ya sea desde el Estado o los nuevos actores y prácticas que van cobrando cada vez más incidencia en la política social: las organizaciones no gubernamentales, las fundaciones, voluntariado, es decir, la autogestión en el ámbito de lo privado o en el nivel comunitario de la cuestión social (Montaño 2005 y Davis 2014).

Se vincula la pobreza a una visión cualitativa, las nuevas cosmovisiones se basan en las capacidades de la gente, en sus habilidades y destrezas para su sobrevivencia. Desde Álvarez (2005 y 2008) se trata de una revisita a la cultura de la pobreza, con la diferencia de que las poblaciones pobres tienen capacidades necesarias de “explotar” e incentivar para su “desarrollo”, “fortalecer” las redes de proximidad (Castel 1997) para no generar gastos al Estado y por tanto, prevenir la dependencia y exceso de demandas que provocó el mismo Estado en su función interventora, como lo plantean los neoconservadores. Así, se deben de generar las condiciones para que las personas dirijan sus demandas, deseos e intereses hacia el mercado, siendo el nuevo centro de desarrollo del ser humano. Con ello, se previenen nuevos procesos de ingobernabilidad que provocaron desequilibrios estatales a nivel político, administrativo y cultural (Offe 1990).

En la misma línea anterior, «La teoría de las necesidades básicas, los umbrales de ciudadanía y el sistema conceptual que los conforma, parte medular del discurso del Desarrollo Humano, promueven una sociedad con valores polarizados. Junto al aumento creciente de las expectativas de consumo y bienestar, minimizan, en todas sus acepciones y sentidos, las expectativas de vida de un grupo cada vez más amplio de excluidos. Los dilemas de las contradicciones entre los intereses del capital y el bienestar se inclinan por desatar todas las regulaciones que avancen sobre el aumento de los derechos sociales» (Álvarez 2005, 30).

Inicia una discusión entre la existencia o no de necesidades básicas, mínimas, o universales. Es la tendencia del neoliberalismo y del neoconservadurismo expandiendo sus postulados en todos y cada uno de los espacios de intervención estatal. La conclusión fundamental a la que se llega es que no se puede hacer referencia a necesidades universales, eso implicaría homogenizar y no permitir la libertad tan pregonada por el neoliberalismo, y/o las tendencias que apuntan a determinar la universalidad, sino que más bien lo hacen, de igual manera, homogenizando y colocando bases mínimas sobre las cuales se debe de propiciar ciertas condiciones socio materiales. Se busca, por tanto, en las teorías actuales, establecer una base de la cual será responsable, en parte, el Estado y mayoritariamente cada individuo en su vida privada, en el mercado o la comunidad más próxima.

La discusión sobre la clasificación de las necesidades da pie a determinar la existencia de satisfactores y necesidades que son básicas y a partir de ello se puede legitimar un límite de bienestar para ciertas poblaciones, y así categorizar quiénes merecen ciertos básicos y quiénes no. A la vez que, colocando una base sobre la cual deciden las voces hegemónicas hasta dónde es preocupación de los Estados la no satisfacción de necesidades; reproducen la desigualdad como algo legítimo, en tanto, se mantenga o trate de llegar la política social hacia las poblaciones que no logran por si mismas ser ganadoras en el mercado.

El informe de 1993 del Banco Mundial establece que la prioridad de los gobiernos en relación con la salud deben ser un conjunto limitado de servicios, «Es de suma prioridad que los gobiernos financien un conjunto limitado de medidas de salud pública y servicios clínicos esenciales» (1993, 8). En esa misma década determina que los estados deben de abocar a la educación primaria y propiciar el libre mercado en el nivel universitario, así en 1995 se indica que los países con apoyo serán aquellos que permitan una mayor participación del sector privado en el mercado de la educación superior. En otras palabras, un nivel primario existencial para ciertos sectores y lo demás debe ser gestionado en el mercado educativo y de la salud[9].

Aquí la propuesta de Heller (1986) es fundamental en su discusión sobre este tipo de clasificaciones, ya que ocultan el origen histórico social de las necesidades, es decir, para la autora, aun las necesidades «físicas» tienen un elemento social, «A nuestro criterio las “necesidades naturales” no constituyen un conjunto de necesidades, sino un concepto límite: limite diferenciable según las sociedades-superado según la cual la vida humana ya no es reproducible como tal; dicho en otras palabras, el límite de la simple existencia (la muerte masiva de hambre o en Pakistán, expresa precisamente esa superación). Sería puro aristocratismo-en nuestro mundo al menos-eliminar ese concepto límite de la discusión sobre las necesidades. Por ello no hablaré de, “necesidades naturales” sino de límite existencial para la satisfacción de necesidades [cursivas del texto]» (1986, 33).

Para continuar con la discusión teórica de la autora, se entiende que las necesidades necesarias también están mediadas, aunque sean las necesidades de supervivencia «instintiva», por las relaciones sociales, ya que se derivan de la interacción del ser humano con su mundo social y la naturaleza. Por ello,

Las necesidades “necesarias” son aquellas necesidades surgidas históricamente y no dirigidas a la mera supervivencia, en las cuales el elemento cultural, el moral y la costumbre son decisivos y cuya satisfacción es parte constitutiva de la vida “normal” de los hombres pretendientes a una determinada clase de una determinada sociedad. Denominamos “medio necesario para la supervivencia” en un determinado tiempo o para una determinada clase, a todo lo que sirve para la satisfacción de las necesidades (vitales) y de las “necesidades necesarias”. Según esta interpretación el concepto de “necesidades necesarias” es extraordinariamente importante, aunque se trate de un concepto descriptivo. Si indagamos empíricamente qué necesidades deben ser satisfechas para que los miembros de una determinada sociedad o clase tengan la sensación o la convicción de que su vida es “normal”-respecto a un determinado nivel de la división del trabajo-llegamos al concepto de “necesidades radicales”. La dimensión y el contenido de las necesidades necesarias pueden por consiguiente ser distintos según las épocas y las clases [cursivas del texto] (1986, 33-34).

Lo anterior quiere decir que las condiciones normales de bienestar son desiguales según las clases sociales, - en una sociedad dividida en clases y desde la organización de la valorización del capital, como la capitalista, la base de las necesidades no está en la diferencia individual que llevaría a crear objetos de uso para su satisfacción - y el periodo sociohistórico en el que los seres humanos producen y reproducen sus condiciones materiales, culturales, ideológicas y políticas. Al hacer referencia a básicos, mínimos biológicos o umbrales de ciudadanía, es una determinante clasista, se representa una sociedad dividida en clases sociales, en la que se asignan los niveles de satisfacción de las necesidades acuerdo con su posición en el proceso de la producción organizado desde la división social del trabajo.

La autora Heller (1986) determina que en el capitalismo la clase trabajadora es condenada prácticamente a buscar y luchar solo por sus necesidades existenciales. Siendo las necesidades existenciales a las que ontológicamente tienen como punto de partida el instinto de la autoconservación y se desarrollan en el concreto de una formación social determinada.

 

La acumulación de la riqueza en la reproducción de la pobreza de las necesidades existenciales

Según el neoliberalismo y la propuesta del neoconservadurismo, las personas en condición de pobreza, la clase trabajadora pobre solo tendrán acceso a mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía determinados por las voces hegemónicas de la verdad, es decir, a la satisfacción de necesidades existenciales por medio del Estado, sufriendo la condena de ser reducidas a una clase sin necesidades, que no tiene derechos, que solo pueden vivir en un nivel para su reproducción meramente inmediata en el límite del «instinto» de la autoconservación. Pero además, para tener acceso a estos residuos estatales, deben de demostrar que están haciendo el suficiente esfuerzo, esto incluye desarrollar la actitud del emprendedurismo en la búsqueda de los medios de subsistencia diarios, por ello es imperativo convertirse en personas «empoderadas». Así, hay una individuación del problema, a partir de la asignación de la responsabilidad a las personas de su propia condición de pobreza y desigualdad, separando al sujeto de la estructura, y la estructura es presentada sin sujeto, como la historia que acabó y solo le es posible sobrevivir de manera «bestial» a quienes viven en el empobrecimiento.

Como lo plantea Álvarez, «la promoción de la vida en los niveles básicos coloca a este nuevo arte de gobernar produciendo vida también, pero no en términos de un máximo razonable de “bienestar” –dado el desarrollo de las fuerzas productivas, de la riqueza acumulada y del nivel histórico que alcanzan las luchas sociales– sino en los mínimos básicos, casi a escala animal» (2005, 31). Se trata de una visión ontológica y epistemológica basada en la persona y la responsabilidad sobre sus actitudes del devenir de su «destino», en una sociedad donde el ser humano no hace conscientemente la historia, ya que la autopercepción de sí mismo y de sí misma está mediada por la totalidad falsa, forma en la que se expresa el capitalismo en el mundo de la pseudoconcreción (Kosik 1967). De esta manera, se presenta como un sistema cuyas partes contradictorias – siendo la base capital-trabajo - se encuentran “reconciliadas”; a partir de esto, el sujeto vive un mundo producido por sí mismo y por sí misma, pero sin tener consciencia clara del origen y esencia de su objeto, el cual es separado –abstraído- mediante las relaciones de explotación y opresión para la acumulación del capital, desde el despojo constante de su fuerza de trabajo, saberes, tierra, agua, derechos (Vega 2013).

Entonces, en la sociedad dividida en clases, a partir de la división social del trabajo, basada en la propiedad privada aparece el binomio de necesidades propiamente humanas no alienadas y alienadas, estas últimas corresponden al interés y poder de adquisición -dinero, poder y posesión- que requieren de un proceso de acumulación casi de forma infinita. Y así, en el capitalismo a pesar de la riqueza producida, la sociedad burguesa es incapaz de transitar hacia las necesidades que permitan la libertad del ser humano, tal como lo plantea Grüner (2006), la burguesía detiene el desarrollo y emancipación del sujeto por la búsqueda de la acumulación de capital, es decir, «El burgués no necesita saber de la praxis, necesita desconocerla: como dice irónicamente Marx, la burguesía siempre supo perfectamente que había habido Historia…hasta que llegó ella» (119). Siempre supo del poder de la praxis del ser humano, hasta que llegó a tener el control económico, ideológico-cultural, social y político, y por ello busca presentar un mundo donde su historia acabó, una totalidad cerrada, reconciliada sin tensiones.

Se trata de mantener al ser humano bajo las necesidades existenciales y alienadas. Por tanto, desde el discurso del Desarrollo Humano con sus determinantes de mínimos biológicos y umbrales básicos de ciudadanía, mantiene y reproducen al ser humano atado, sin poder desarrollarse libremente en su individualidad y colectividad. Se trata del reino de la necesidad frente al despojo de los medios para avanzar al reino de la libertad (Engels 2014). Es la lógica capitalista actuando en las posibilidades de la riqueza de las necesidades que emancipen al género humano tanto a nivel general como particular (Heller 1986).

El capitalismo produce riqueza social y pobreza, tanto a nivel de la reproducción de las condiciones precarias y destructivas de la mayoría de las poblaciones explotadas y oprimidas como del propio desarrollo general de la historia, y por eso, se vuelve incapaz de avanzar en la praxis transformadora alienando la vida en la búsqueda de la acumulación de capital, degradando la fuerza de trabajo a mínimos existenciales. Esto genera fuerzas destructivas hacia la naturaleza e instrumentaliza la razón, la ciencia y la tecnología (Horkheimer 2003) bajo las necesidades alienadas.

Las necesidades en el capitalismo se reducen a tener, tener para acumular en la clase dominante, tener para sobrevivir en la clase trabajadora. Y la persona trabajadora debe privarse de sus necesidades propiamente humanas, pero de lo único que no se puede privar es de su fuerza de trabajo (Heller 1986) -es fundamental para producir valor-. Esto también anula sus necesidades, porque su trabajo es alienado en función del «interés general» que subordina el particular a la totalidad capitalista, a sus necesidades alienadas, las cuales aparecen estando por encima de las individualidades. En esa línea, se debe de someter a la homogenización y la destrucción de la posibilidad del desarrollo individual de cada persona según sus necesidades propiamente humanas. Es el proceso de fagocitación[10] del capitalismo (Grüner 2005), en el que subsume la parte en su todo homogéneo, presentándose como el universal que decide cuáles son las necesidades verdaderas, pues «Hemos visto ya, en función del análisis marxiano, que la subordinación de sí al interés “general” en realidad aparece en correlación con la persecución del interés personal» (Heller 1986, 78).

Por ello, cuando las voces hegemónicas, es decir la clase capitalista, los organismos internacionales, los Estados centrales determinan las necesidades básicas, mínimas, los umbrales de ciudadanía, los mínimos biológicos, bajo el interés general de la sociedad no es más que la forma fetichizada de aparecer las necesidades individuales de la sociedad burguesa a partir de las políticas sociales del Estado o la filantropía de las personas supermillonarias. Se trata de las necesidades individuales de los sujetos capitalistas que requieren generalizar, para avanzar en el proceso de acumulación de la riqueza bajo una organización formal de la ciudadanía en igualdad y liberad, según la organización política estatal del capital (Holloway 1980). Entonces, las personas en condición de pobreza no tienen necesidades, sino que se les imponen los intereses particulares como generales; es decir, las necesidades alienadas y las necesidades existenciales en el nivel de la simple autoconservación, tal como se exponen en los siguientes datos.

Para el 2021, el Banco Mundial indica: «si bien menos de la décima parte de la población mundial se ubica por debajo de la línea de USD 1,90 al día, cerca de la cuarta parte vive con menos de USD 3, 20,  y más del 40 % de los habitantes del mundo (casi 3300 millones de personas) se sitúa por debajo de la línea de USD 5,50» (2020, 1-2). 

En relación con, por ejemplo, «1900 millones de personas, es decir, el 26,2 % de la población mundial, vivían con menos de USD 3,20 al día en 2015. Cerca del 46 % de la población del planeta vivía con menos de USD 5,50 al día» (Banco Mundial 2018, párr. 2). Según el Banco Mundial (2018) mil millones de personas viven sin electricidad y otros cientos de millones carecen de servicios de energía confiable y asequible. Y, por otra parte, más de 663 millones de personas aún no tienen acceso a fuentes de agua potable. Además, de acuerdo con los datos del Informe sobre El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (2021), para el 2020 la inseguridad alimentaria grave alcanzó el 40,4%, aumentando 6,5% en relación con el 2019, es decir, 44 millones más de personas en el mundo.

Asimismo, 21 millones pasaron a sufrir inseguridad alimentaria grave, y otras 811 millones de personas no saben que comerán. Por lo tanto, el 10% de personas pasaron hambre, y un 30% no tuvo una alimentación adecuada, un equivalente a 2300 millones de personas, muriendo 11 personas por minuto. Según el mismo estudio, se indica que durante el 2020 hubo un aumento de precios de alimentos del 40%, sin beneficiar al campesinado, aunado al incremento del ingreso durante el periodo del 2019 al 2020 en 10 000 millones de dólares de las diez mayores empresas de alimentos, con esto habrían podido financiar la seguridad alimentaria para el 2021.

Agregando a los datos anteriores, según Oxfam (2021), a escala mundial, las personas más ricas del mundo se han visto beneficiadas en medio de la coyuntura de la pandemia, por tanto, a «escala mundial, la fortuna de los milmillonarios aumentó en 3,94 billones de dólares entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020. Su riqueza conjunta asciende ahora a 11,95 billones de dólares, lo que equivale a la suma que los Gobiernos del G20 han movilizado para responder a la pandemia. Los 10 milmillonarios más ricos del mundo han visto crecer su fortuna en 540 000 millones de dólares durante este período» (2021, 12).

Ante este panorama, actualmente el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo han vuelto a discutir sobre la teorización de la pobreza y pobreza extrema. Nuevos conceptos y cualidades asignadas a lo que denominan una visión más amplia para lograr determinar las verdaderas estrategias que para el 2030 lograrán terminar con la pobreza extrema. Por ello, en el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo del 2019 se insistió en la necesaria medición de la pobreza desde lo cualitativo, nuevamente, como en los noventa, la cualidad centrada en las capacidades es el eje para explicar el empobrecimiento de miles de personas en el mundo, pero se le agrega un adjetivo, “las capacidades aumentadas”.

Las “necesidades aumentadas” se combinan con el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), propuesta expandida a partir del siglo XXI en América Latina. Actualmente el IPM es el método para determinar la verdadera o falsa pobreza a partir de la modulación de los comportamientos por medio de las Transferencias Monetarias Condicionadas, basado nuevamente, en la teoría de las capacidades, titularidades, habilidades y agencia de Amartya Sen, así, «Como lo señala Sen (1976), toda medición de pobreza implica resolver dos problemas: identificación de los pobres y agregación de éstos mediante un índice. A diferencia del enfoque unidimensional de la pobreza, la identificación según Alkire y Foster, se basa en un método de dos umbrales o líneas de corte. La primera consiste en identificar las carencias en relación a la dimensión seleccionada y la segunda estimar cuan amplias deben ser las privaciones para que las personas sean consideradas pobres» (Delice 2014, 167).

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en el 2019 se basa en la multidimensionalidad de la pobreza concretada en tres dimensiones: salud, educación y nivel de vida. Expone en el informe sobre Desarrollo Humano que, desde el Índice de Pobreza Multidimensional unas 1.300 millones de personas en el 2018 viven en pobreza multidimensional. En otras palabras, las poblaciones pobres lo son porque no han desarrollado de forma aumentada ciertas capacidades, comprendiendo el concepto el mismo organismo internacional de la siguiente forma, «Las capacidades aumentadas se están convirtiendo en cruciales para que las personas tomen las riendas de la “narrativa de sus vidas”. Las capacidades aumentadas permiten a las personas disfrutar de mayores opciones a lo largo de su vida. Dado que algunas capacidades se van construyendo a lo largo de toda la vida, el hecho de contar con un conjunto de capacidades básicas —como sobrevivir más allá de los cinco años de edad o aprender a leer— supone un paso muy importante para la formación de capacidades aumentadas en etapas vitales posteriores» (2019, 7).

Por tanto, la necesidad de tener necesidades en las personas pobres es desplazada por la necesidad del interés general de la sociedad burguesa de subsumirlos en la universalidad, esto determina su no reconocimiento como personas ciudadanas. Así no son sujetos de derechos, solamente si logran alcanzar las capacidades aumentadas, ya fijadas en un límite de umbral de la sobrevivencia. Esto convierte a quienes viven en la pobreza en residuales del sistema, por su poco aporte en el proceso de valorización del capital, ya que, por el contrario, según el proyecto neoliberal, solamente generan gastos, y con ello van en contra del interés general de prosperar para aportar al crecimiento de la nación, «En otras palabras, el perpetuo no reconocimiento de derechos por parte del capitalismo de todos aquellos que no son solventes en términos mercantiles conduce a identificar como sujetos de derecho solamente a quienes están en capacidad de participar directa o indirectamente en el proceso de valorización del capital. Y quienes no lo están, pasan a ser desechos, obstáculos colaterales, que no pueden ser considerados como sujetos de derechos. Y en este ámbito, el neoliberalismo ha universalizado el no reconocimiento de las mayorías del planeta con la más absoluta impunidad» (Vega 2014, 51).

Con el capitalismo crece la miseria conforme va aumentando la riqueza su concentración y centralización, las mismas relaciones de producción capitalistas detienen el avance y desarrollo de las fuerzas productivas, transformándose en fuerzas destructivas del ser humano (Vega 2014). Según Heller (1986), esto propicia la génesis de las necesidades radicales en las clases explotadas y oprimidas, que no es más que la paradoja central del capital.

La relación social basada en la explotación y opresión produce al mismo tiempo las condiciones sociohistóricas para ser superada, es la negación de la negación expresada en la antinomia especial, como lo plantea la misma autora, riqueza social-pobreza social. Así, «Es la sociedad capitalista la que provoca la manifestación de las necesidades radicales produciendo de este modo sus propios sepultureros; necesidades que son parte constitutiva orgánica del “cuerpo social” del capitalismo, pero de satisfacción imposible dentro de la sociedad y que precisamente por ello motivan la praxis que trasciende la sociedad determinada» [cursivas del texto] (Heller 1986, 106).

En el capitalismo se producen y desarrollan las condiciones objetivas y subjetivas para su propia superación, se trata del avance de la conciencia para la búsqueda de una organización social donde las necesidades propiamente humanas se van expandiendo como base sobre las necesidades alienadas y las existenciales[11]. En otras palabras, es la esperanza de la clase trabajadora, grupos oprimidos y masas populares de construir un mundo para la libertad individual del ser humano, la autorrealización del ser humano sin la destrucción de su fuerza de trabajo, sin la separación de quien produce de su objeto producido, sin el desarrollo de las fuerzas destructivas de la naturaleza. Es la emancipación del trabajo sobre el capital, el trabajo como necesidad consciente, «Sobre la base de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción de la riqueza y de la explotación del trabajo humano» (Ayala 2016, 348). Esto superando el proceso de fragmentación buscado por el bloque en el poder mediante la intervención del Estado al «neutralizar y fragmentar el descontento creciente que se da como consecuencia del saqueo constante» (Petras y Veltmeyes 2003, 179), y así se hace necesaria la lucha colectiva, la praxis revolucionaria en relación con las necesidades radicales.

 

Conclusiones

El discurso del Desarrollo Humano reproduce la alienación del ser humano en el mundo de la sociedad burguesa, es la legitimación de la opresión, de la humillación de las personas en condición de pobreza a la condena de vivir en los límites «bestiales» de la existencia, en un periodo de la historia donde el desarrollo de las fuerzas productivas puede generar condiciones para la autorrealización de las necesidades propiamente humanas, pero para ello se hace necesario superar radicalmente el capitalismo.

Desde los mínimos biológicos, los umbrales de ciudadanía y las necesidades básicas dicen pretender «erradicar la pobreza», pero solamente se está determinando el bienestar de las personas en condición de pobreza a partir de la posición asignada en la división de la sociedad de clases, y por tanto se les obliga a recibir los residuos del «desarrollo», porque son lo «residual» para el capital.

En otras palabras, desde el capitalismo tardío se agudiza y acelera el proceso de precariedad de las condiciones de vida de las grandes mayorías, y la salida permitida ante la injusticia, la desigualdad y la violencia estructural es el acceso a mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía que mantienen a las poblaciones pobres en una situación de «bestialidad», es decir, la existencia en el límite del día a día, sin el alcance nunca del desarrollo de las necesidades superiores. Se trata de producir y reproducir la alienación en una sociedad donde pregona la propiedad privada como base para el desarrollo y valor fundamental, pero condena al 99% de la posibilidad de poseer nada más que fuerza de trabajo, pero a pesar de contar con la fuerza de trabajo la carencia de trabajo es tal, que algunas personas serán siempre parte del ejército de reserva, del excedente, del subproletariado pobre.

Las personas, desde el neoconservadurismo y neoliberalismo, deben aprender a ser triunfadoras por sus esfuerzos o tener la capacidad de agencia a pesar de las carencias, de lo contrario serán las fracasadas del sistema, que por sus condiciones individuales se mantienen en la ignorancia, la pobreza, la desigualdad, la vagancia, la violencia y, por tanto, son criminalizadas por no cumplir con su deber de superación. El neoliberalismo, operando con el neoconservadurismo, ha logrado imponer una visión de mundo que se ha interiorizado en el sentido común de la búsqueda de la satisfacción de las necesidades alienadas, donde se me da la asignación de la responsabilidad individual de mi propio bienestar y fracaso.

 Así, cada quien debe avanzar como mejor pueda, en un mundo donde día con día es más escaso el trabajo asalariado estable, la salud y la educación – convertidas en objetos del mercado, en mercancías de oferta y demanda- para la mayoría de las poblaciones. Cada vez existe menos la posibilidad de las personas en condición de pobreza de poder tener acceso a bienes y servicios para las necesidades simplemente existenciales que, en el momento actual del nivel general de desarrollo del ser humano, deberían estar resueltas y no seguir siendo parte de lo que todos los días salen a buscar, en medio de la incertidumbre, miles de personas por medio de un trabajo, la caridad, los subsidios del Estado o la filantropía de las ONG. Esto solo evidencia el fracaso del capitalismo, que al universalizar las relaciones mercantiles como base para el avance individual y colectivo de la sociedad, condena a 209 millones de personas para el 2020 a lo existencial, y en muchos casos ni siquiera pueden obtener los medios para este nivel de satisfacción de necesidades, aunque se establece lo existencial como mínimo biológico y umbral de ciudadanía límite del bienestar neoliberal.

Después de hablar durante casi cuarenta años de pobreza, empoderamiento, agencia y capacidades de parte de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y los estados de la periferia, siendo el Desarrollo Humano la estrategia para «erradicar la pobreza», continúan viviendo en el mundo millones de personas que no pueden satisfacer los mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía, determinados por esas mismas voces hegemónicas que pregonan la pobreza desde la culturalización de las cualidades de las poblaciones pobres.

En esa línea, siguen determinando las necesidades existenciales como único límite permitido para la clase trabajadora, grupos oprimidos y masas populares, por ello la condena a la mayoría de la población a continuar presa de la necesidad de la simple autoconservación, esto desde el despojo constante de su fuerza de trabajo, saberes, tierra, agua, derechos, mercantilizando la vida. Así, las personas en condición de pobreza en contradicción con la riqueza cada vez más concentrada y centralizada, no son más que quienes ocupan la posición de vivir bajo niveles de inferioridad, tanto en lo sociomaterial, a nivel político, ideológico como socioculturalmente, en un mundo donde solo le ofrece las más injustas formas de degradación. Claro está, siempre esto tensionado y con la posibilidad de engendrar las necesidades radicales hacia el cuestionamiento del orden capitalista por medio de la lucha de clases.

Por tanto, el bienestar establecido por parte de la mayoría de los Estados en América Latina no es una meta para el «desarrollo» general del ser humano y la sociedad, por el contrario, es un simple «humanitarismo metafísico» que hasta parece perverso, basado en un bienestar mínimo, desplazando la política social por una nueva forma de filantropía y caridad, ahora globalizada, para mantener a la vez el «equilibrio» -siempre desequilibrado- de la acumulación del capital, neutralizando y fragmentando el descontento producido por el despojo al que someten a la clase trabajadora, grupos oprimidos y masas populares. La «erradicación de la pobreza» estatal se convierte en un «humanitarismo» de la miseria, centrado en la acumulación de capital humano y las capacidades necesarias de descubrir en las personas en condición de pobreza, para alcanzar los límites minimistas del bienestar precarizado.

Para realmente avanzar en el desarrollo consciente y en libertad de las necesidades del ser humano se hace necesaria la organización social y política, la emancipación colectiva de la clase trabajadora, masas populares y grupos oprimidos. Es indispensable superar el capitalismo para lograr incidir sobre el origen de la explotación, el despojo y el saqueo de nuestras riquezas y de ahí la posibilidad de un bienestar libre de las cadenas de la acumulación del capital. Así, no se puede luchar contra la explotación y opresión si no se pone en la base el fin del capitalismo.

La lucha debe ser de manera conjunta, por ello es indispensable la articulación de las distintas luchas sociales frente a un proyecto común: la destrucción y superación del capitalismo. Es una rebelión colectiva para buscar alcanzar el desarrollo sociocultural a partir de condiciones sociomateriales generadas por medio de la socialización de la riqueza y el trabajo, de una nueva ética: la de la libertad, la igualdad, la justicia social, de la posibilidad real de la diferencia, como la propuesta de Rosa Luxemburgo, un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres. Una salida hacia la praxis revolucionaria para que los seres humanos se liberen de sus necesidades existenciales y alienadas a partir del despliegue de sus necesidades propiamente humanas, desarrolladas por medio del avance de las fuerzas productivas, dirigidas conscientemente, para hacer una historia, la historia de la clase trabajadora, masas populares y grupos oprimidos.

 

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[1] El texto utilizado de la autora es su primera propuesta, basada en Marx.

[2] Siguiendo a Anderson (2003), el neoliberalismo emerge posterior a la Segunda Guerra Mundial. En 1947 se funda La Sociedad de Mont Pélerin-Suiza integrada por Milton Friedman, Karl Popper, Friedrich Hayek, Lionel Robbins, entre otros. Su objetivo estaba centrado en oponerse al proyecto del keynesianismo, y al igualitarismo, según sus miembros buscado por el Estado. Por tanto, criticaban el intervencionismo del aparato estatal en la economía y el mercado.

El colocar los años 70 como punto de partida para ubicar la avanzada neoliberal está basado en la comprensión de la transformación capitalista en su modelo de acumulación en un contexto de crisis. Esto fue generando las condiciones para que el proyecto neoliberal y la propuesta neoconservadora tuvieran su despliegue hegemónico a nivel global.

[3] Se trata de comprender desde la dialéctica la relación entre individuo y estructura, donde las múltiples voluntades individuales que actúan en la historia producen casi siempre resultados muy distintos de los propuestos o contrarios. La intención y los fines rara vez son dados tal y como se establecen. Los fines se entrecruzan unos con otros y contradicen. Algunas veces no se cuentan con los medios para alcanzarlo o son irrealizables, coaliciones entre múltiples voluntades y actos individuales. Lo que se espera no resulta o resulta en apariencia. En la superficie parece gobernar el azar, la casualidad, por ello se debe descubrir las leyes internas ocultas, lo que no se da en lo apariencia (Engels 1975).

[4] Como lo plantean Berger y Luckmann, «El proceso por el que los productos externalizados de la actividad humana alcanzan el carácter de objetividad se llama objetivación. El mundo institucional es actividad humana objetivada, así como lo es cada institución de por sí. En otras palabras, a pesar de la objetividad que caracteriza al mundo social en la experiencia humana, no por eso adquiere un status ontológico separado de la actividad humana… Por el momento es importante destacar que la relación entre el hombre [las personas], productor, y el mundo social, su producto, es y sigue siendo dialéctica. Vale decir, que el hombre [el ser humano] (no aislado, por supuesto, sino en sus colectividades) y su mundo social interactúan. El producto vuelve actuar sobre el productor» (2001, 81). Por ello, el ser humano al producir los objetos, estos inciden luego sobre la praxis de los sujetos en su accionar sobre el mundo.

[5] Ampliando sobre la teoría de la autora, las necesidades existenciales «son ontológicamente primarias, desde el momento en que están basadas en el instinto de la autoconservación. Tales son, entre otras, la necesidad de alimentarse, la necesidad sexual, la necesidad de contacto social y de cooperación, la necesidad de actividad. Tampoco estas pueden ser definidas como “naturales”, puesto que solo son susceptibles de interpretación como necesidades concretas en el seno de un contexto social determinado» (Heller 1986, 170-171). Refieren a lo más inmediato de la reproducción cotidiana, que conforme se desarrolla el ser humano en sociedad y en la transformación de la naturaleza requerirían de menor tiempo y complejidad satisfacerlas, pero en el marco del capitalismo prevalece la búsqueda diaria de lo simplemente existencial en medio de la incertidumbre, de una gran parte de la población.

[6] La autora explica que «las “necesidades propiamente humanas” se distinguen por el hecho de que en los deseos, en las intencionalidades dirigidas hacia sus objetos, el impulso natural no desarrolla ningún papel. Objeto de estas necesidades son, entre otros muchos, el descanso superior al necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, una actividad cultural, el juego de los adultos, la reflexión, la amistad, el amor, la realización de sí en la objetivación, la actividad moral, etc.» (Heller 1986, 171).

[7] Según lo plantea Ayala (2016), la raíz ideológica del liberalismo es la definición de lo humano como psicoantropológico egoísta y de la competencia.

[8] Es cuando en 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo asumió la tarea de realizar un informe anual sobre desarrollo humano. Para ello, categorizó el Desarrollo humano como el proceso a través del cual se presenta a las personas las oportunidades para alcanzar una vida saludable, prolongada, niveles superiores de educación y capacitación y mayor acceso a los recursos necesarios para tener una vida decente. Desde los diversos informes durante la década de los 90 se fueron vinculando una heterogeneidad de categorías al núcleo teórico del discurso del Desarrollo Humano, para luego en el siglo XXI introducir, la atención de la pobreza a través de las Transferencias Monetarias Condicionadas y su medición desde el Índice de Pobreza Multidimensional.

 

[9] Según el informe de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económicos, en Costa Rica, durante el 2017, se invierte más en educación que los treinta y cinco países que conforman esta organización y tienen menos productividad, es decir baja calidad a pesar del “alto presupuesto”. Pero no solamente califica deficiente el sistema educativo, sino además determina la necesidad de redistribuir mejor los presupuestos y dirigirlos a la primera infancia.

Para este organismo, se deben enfocar los recursos en la primera infancia, que incluye la atención a menores de cuatro años. La Organización considera que este sector «es el más subdesarrollado del sistema educativo de Costa Rica, comparado con los otros países de la OCDE y otras naciones emergentes de Latinoamérica». El documento indició, además, que «el gasto público en la educación universitaria está aumentando de forma insostenible y no se asigna de forma equitativa» (Cerdas 2017, párr. 11 y 27). Así, establece el nivel hacia el que debe de dirigirse la política social, es decir, a mínimos biológicos y umbrales de ciudadanía manteniendo a la mayoría de las poblaciones en las condiciones inferiores de las necesidades existenciales.

[10] Se entiende por el proceso de fagocitación la incorporación de parte de la sociedad capitalista de los elementos críticos, y al hacer esto detiene la posibilidad de la superación de la alienación.

[11] De acuerdo con Heller, la liberalización del ser humano de las necesidades del capital es cuando «cesa el dominio de las cosas sobre el hombre, cuando las relaciones interhumanas no aparecen ya como relaciones entre cosas, entonces toda necesidad es gobernada por la “necesidad de desarrollo del individuo”, la necesidad de autorrealización de la personalidad» (1986, 85).