Retos y desafíos para
la psicología social latinoamericana: aportes desde los feminismos
Challenges for Latin American Social Psychology: contributions
from feminist perspectives
Brenda
Barrantes Requeno
Universidad
Nacional de Costa Rica (UNA)
brenda.barrantes.requeno@una.cr
https://orcid.org/0000-0002-2965-584X
Fecha
de recepción: 2
de marzo del 2023
Fecha
de aceptación: 25
de julio del 2023
Cómo
citar:
Barrantes Requeno,
Brenda. 2024. Percepciones y valoraciones de la implementación del modelo de comunidad
terapéutica en centros de orientación juvenil en Costa Rica. Revista
Reflexiones. 103 (2). DOI 10.15517/rr.v103i1.54084
Resumen
Introducción: Latinoamérica enfrenta un
contexto sociopolítico y económico de gran violencia y crisis de los cuidados, la
reproducción de la vida, los vínculos y el tejido social, en donde las mujeres
conforman uno de los grupos más vulnerabilizados. Por ello, es necesario que la
psicología social, como disciplina permeada por el neoliberalismo y el
patriarcado, vuelva su mirada y preste más atención, por un lado, a los
complejos problemas provocados por la violencia política en la región; y por
otro, sea cuestionada críticamente para realizar transformaciones sustanciales
a sus propios procesos de investigación, formación académica y acción social o
extensión universitaria. Se abordan algunos de los retos y responsabilidades disciplinares
frente a un contexto regional muy complejo que requiere de una experiencia
latinoamericana concreta y situada, a la vez, un lugar de enunciación feminista
decolonial e interseccional, como espacio en resistencia para seguir
construyendo una psicología social crítica, emancipadora y liberadora, inclusiva,
feminista, diversa, interseccional y decolonial. Asimismo, una disciplina que
accione desde la desobediencia epistémica y que pueda reconocer otros marcos
epistemológicos, teóricos, metodológicos, prácticos e interpretativos de la
historia y del saber científico que se enriquezca de los métodos y prácticas de
los feminismos.
Por
ende, es necesario colaborar en visibilizar aportes principalmente de mujeres autoras
costarricenses, mesoamericanas y latinoamericanas que confirman el carácter
político y socialmente transformador de los procesos investigativos feministas.
Pero para ello es fundamental reconocer que esto es responsabilidad disciplinar
que atañen a todas las personas profesionales y no solo a las mujeres.
De
esta manera, el recorrido bibliográfico realizado brinda luces para continuar
trabajando en una psicología social transformadora, interseccional y
esperanzadoramente feminista, sensible a los contextos regionales y desde la
praxis de un enfoque psicosocial y decolonial.
Objetivo: Este texto busca aportar
al entendimiento y transformación
del ejercicio disciplinar mediante una praxis crítica hacia lo social, desde
perspectivas feministas decoloniales y autocríticas sobre las formas de
reproducción de la violencia neoliberalistas patriarcales en la región y
dentro del quehacer de la disciplina.
Método: El presente artículo se realiza mediante la búsqueda y revisión
bibliográfica en línea en portales de investigación científica, en revistas
como Reflexiones y WimbLu de la Universidad de Costa Rica (UCR), Revista
Costarricense de Psicología, Revista de Pensamiento e Investigación Social, Revista
Psicología Política, Revista Psicoperspectivas, Individuo y Sociedad de la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Revista Interamericana de
Psicología. Además, mediante la revisión de libros de los repositorios de las
bibliotecas de la Universidad Nacional (UNA) y la Universidad de Costa Rica
(UCR). Asimismo, en bibliotecas de Organizaciones No Gubernamentales de DDHH y
feministas de la región mesoamericana como Aluna Acompañamiento Psicosocial de
México, el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) de
Guatemala, las cuales han desarrollado interesantes propuestas
teórico-metodológicas, modelos de intervención y acompañamiento aplicados a
Latinoamérica. A partir de dicha revisión fueron identificados y seleccionados,
principalmente, textos de personas autoras latinoamericanas y con énfasis en el
período del 2007 al 2022, como forma de abarcar las tendencias de los últimos
15 años en el quehacer de la psicología social y los feminismos
interseccionales, época en la que se han aumentado y recrudecido las múltiples
violencias principalmente hacia las mujeres, planteando importantes desafíos a
la disciplina psicológica para poder hacerle frente a
un contexto regional muy complejo que requiere de una experiencia concreta y
situada a nivel de América Latina.
De ese modo, se propone este texto como una
investigación bibliográfica crítica, basada en elementos teóricos de los
feminismos interseccionales y decoloniales como aportes al quehacer de la psicología
social latinoamericana y sus tendencias actuales. Además de proponerse un texto
crítico, se plantea como un documento reflexivo y autorreflexivo; es decir, una
investigación teórica, pero también situada en una práctica personal
profesional y una experiencia concreta que también requiere de introspección
constante para identificar elementos propios del quehacer que pueden o se
encuentran reproduciendo prácticas patriarcales y violentas.
Resultados: Se encontraron pocas
investigaciones teórico-prácticas sobre las violencias estructurales en la
región y, más pocos aún, estudios de corte feminista sobre las vivencias de las
mujeres latinoamericanas y desde los abordajes de la psicología social, las
cuales son realizadas solamente por mujeres, y no incluyen un espacio crítico
hacia el quehacer patriarcal dentro de la praxis profesional.
Conclusiones: Latinoamérica se asienta
en un contexto sociopolítico y económico complejo y violento, que vulnerabiliza
el cuidado y la reproducción de la vida, de los vínculos y del tejido social,
siendo las mujeres uno de los grupos más impactados. Por ende, es urgente que
la Psicología Social aporte a la transformación de este contexto, pero, a la
vez, requiere mirarse internamente para transformar también las múltiples
formas de reproducir el neoliberalismo y el patriarcado en su quehacer disciplinar.
Para ello, necesita apoyarse desde los feminismos decoloniales e
interseccionales para fomentar, potenciar, motivar y reconocer la sabiduría de
los pueblos de Abya Yala y dentro de ella también, la producción científica y
epistemológica de mujeres feministas como grupo también en resistencia.
Los
aportes teóricos y metodológicos abordados en este escrito brindan perspectivas
situadas desde lugares de enunciación claros en aspectos éticos y políticos, desobedientes
epistemológicamente y comprometidos con la in-disciplina. Aportan también
herramientas teórico-metodológicas que colaboran en la reconstrucción del
tejido social sobre el cual se produce y reproduce la violencia sociopolítica,
neoliberal y patriarcal dominante, pero, al mismo tiempo, donde se reproducen
la vida y los vínculos, las resistencias y los entronques entre mujeres. Estos
aportes inspiran a prácticas creativas, inclusivas y críticas que pueden
potenciar nuevos caminos, pero, principalmente, brindan luces para continuar
con la labor desde una psicología social transformadora, interseccional y
esperanzadoramente feminista, sensible a los contextos regionales y desde la
praxis de un enfoque psicosocial decolonial.
Palabras clave: Psicología
social crítica, Patriarcado, Feminismo interseccional, Latinoamérica, Mujeres.
Abstract
Introduction: Latin America is facing a socio-political and economic
context of great violence and crisis of care, reproduction of life, bonds and
social fabric, with women being one of the most vulnerable groups. Therefore,
it is necessary for social psychology, as a discipline permeated by
neoliberalism and patriarchy, to turn its gaze and pay more attention, on the
one hand, to the complex problems caused by political violence in our region and,
on the other, to be critically examined to implement substantial
transformations to its own research, academic education and social action or
university extension processes.
This article addresses some of the disciplinary
challenges and responsibilities in a very complex regional context that
requires a concrete and situated Latin American experience, and at the same
time, a decolonial and intersectional feminist place of enunciation, that
represents an area of resistance to continue building a critical, emancipatory
and liberating, inclusive, feminist, diverse, intersectional and decolonial
social psychology. Furthermore, it is necessary to forge a discipline that acts
from epistemic disobedience and that can recognize other epistemological,
theoretical, methodological, practical and interpretative frameworks of history
and scientific knowledge that are enriched by the methods and practices of
feminisms.
Therefore, it is necessary to collaborate in making
visible the contributions mainly of Costa Rican, Mesoamerican and Latin
American women authors that confirm the political and socially transforming
character of feminist research processes. However, to achieve this, it is
essential to recognize that this is a disciplinary responsibility that concerns
all professionals and not only women.
Thus, the bibliographical review provides us with
insights to continue working on a transforming, intersectional and
encouragingly feminist social psychology, sensitive to regional contexts and
from a psychosocial and decolonial praxis.
Objective: This text seeks to contribute to the understanding and
transformation of the disciplinary practice through a praxis that is critical
towards a social approach, from feminist decolonial perspectives that are
self-critical of the neoliberal patriarchal forms of reproduction of violence
in the region and inside the activity of the discipline.
Method: This article was developed through an online
bibliographic search and review in scientific research portals, in journals
such as Reflexiones and WimbLu of the University of Costa Rica (UCR), Revista
Costarricense de Psicología, Revista de Pensamiento e Investigación Social,
Revista Psicología Política, Revista Psicoperspectivas, Individuo y Sociedad of
the Pontifical Catholic University of Valparaíso and Revista Interamericana de
Psicología. In addition, books from the repositories of the libraries of the
National University (UNA) and the University of Costa Rica (UCR) were reviewed.
Likewise, libraries of non-governmental human rights and feminist organizations
in the Mesoamerican region –which have developed interesting theoretical and
methodological proposals and models of intervention and accompaniment applied
to Latin America– were consulted, such as Aluna Acompañamiento Psicosocial of Mexico
and the Community Studies and Psychosocial Action Team (ECAP) of Guatemala.
From this review, texts mainly by Latin American authors were identified and
selected with emphasis on the period from 2007 to 2022 as a means of covering
the trends of the last 15 years in the fields of social psychology and
intersectional feminisms, a period in which multiple forms of violence, chiefly
against women, have increased and intensified, posing important challenges to
the discipline of psychology in facing a very complex regional context that
requires a concrete and situated experience at the Latin American level.
Thus, this text is proposed as a critical
bibliographic research based on theoretical elements of intersectional and
decolonial feminisms and their contributions to the work of Latin American
social psychology and its current trends. In addition to presenting a critical
approach, it is intended as a reflective and self-reflective document; in other
words, it is theoretical research, but also situated within a personal
professional practice and a concrete experience that requires constant
introspection in order to identify elements of the endeavor that could
reproduce or are reproducing patriarchal and violent practices.
Results: Few theoretical-practical investigations were found on
structural violence in the region, and even fewer feminist investigations on
the experiences of Latin American women and from the approaches of social
psychology. The ones that were discovered were developed only by women, and do
not include a critical perspective on patriarchal practices within our
professional praxis.
Conclusions: We find ourselves in a complex and violent
socio-political and economic context in Latin America, which renders the care
and reproduction of life, bonds and the social fabric vulnerable, with women
being one of the most affected groups. Therefore, it is urgent that social
psychology contributes to the transformation of this context, but at the same
time, it needs to look internally to transform the multiple ways of reproducing
neoliberalism and patriarchy within its disciplinary work. To do so, it
requires support from decolonial and intersectional feminisms in order to
promote, empower, motivate and recognize the wisdom of the peoples of Abya Yala
and of Abya Yala herself, and the scientific and epistemological production of
feminist women as a group that is also in resistance.
The theoretical and methodological contributions
addressed in this paper provide situated perspectives, from ethically and politically
clear places of enunciation, epistemologically disobedient and committed to
in-discipline. They also provide theoretical and methodological tools that
collaborate in the reconstruction of the social fabric on which the dominant
socio-political, neoliberal and patriarchal violence is produced and
reproduced, but at the same time, where life and bonds, resistances and
connections between women are reproduced. These contributions inspire creative,
inclusive and critical practices that can strengthen new paths, but mainly
provide insights to continue working in a transformative, intersectional and
encouragingly feminist social psychology, sensitive to regional contexts and
from the praxis of a decolonial psychosocial approach.
Keywords: Critical social psychology, Patriarchy, Intersectional
feminism, Latin America, Women.
«Soy mujer. Y un
entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras
mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de
piel suave y tierno corazón guerrero.»
Alejandra
Pizarnik
Introducción
Este texto es resultado de un proceso de
investigación bibliográfica crítica y situada sobre algunas de las tendencias
recientes de la psicología social latinoamericana y los feminismos decoloniales
e interseccionales, con el fin de generar cuestionamientos hacia el quehacer disciplinar al volver la
mirada a las prácticas patriarcales y neoliberales que agudizan las violencias
hacia las mujeres, no solo dentro de la disciplina psicológica, sino también en
las dinámicas psicosociales cotidianas de la región mesoamericana.
Es
una invitación a generar reflexión y autoreflexión sobre la urgencia de
construir espacios y procesos para formar académicamente, investigar y accionar
desde los aportes que hacen los
feminismos decoloniales a la psicología social y, con ello, promover acciones con
compromiso y sentido político, consciente, antipatriarcal e interseccional, con
el fin de abordar los contextos de gran violencia que han aumentado y se han
complejizado para las mujeres en la región en los últimos años.
En el primer apartado se
abarca una breve contextualización teórica sobre las violencias vividas en la
región y algunos de los impactos que tienen hacia el cuidado y la reproducción
de la vida y hacia las mujeres. En el segundo apartado se ahonda en la
interseccionalidad, los feminismos decoloniales, la colonialidad del saber y la
epistemología feminista y de frontera, como espacios de respuesta y resistencia
a las dinámicas regionales y disciplinares. En el tercer apartado se abordan
algunos de los retos y responsabilidades a los que se enfrenta la psicología social
como disciplina con prácticas patriarcales en un contexto latinoamericano
permeado por la violencia y, para ello, el cuarto apartado se plantean posibles
aportes a la disciplina desde los feminismos decoloniales e interseccionales. Finalmente,
en el quinto apartado se visibilizan algunos aportes teóricos y metodológicos
de autoras mujeres feministas, los cuales pueden enriquecer las prácticas
actuales de la psicología social latinoamericana y brindar luces para un
accionar feminista y liberador.
Latinoamérica
como contexto y sus impactos en la vida social
Desde la zona geográfica de Abya Yala, se reconoce un contexto de gran
recrudecimiento de la violencia generalizada, los despojos, la explotación y la
exclusión como herramientas de poder y control (Aluna Acompañamiento
Psicosocial 2015a, 5) y que ha llegado a generar grandes impactos en las vidas
cotidianas y en las dinámicas sociales que sostienen y reproducen las
violencias[1].
Se hace frente a un
escenario que cada vez se torna más grave en la
región mesoamericana: feminicidios y recrudecimiento de todos los tipos de violencias;
militarización y paramilitarización; imposición de reformas a nivel económico,
empobrecimiento extremo y masivo, dinámicas de desigualdad y exclusión; despojo
de los bienes naturales y los territorios-cuerpos; implantación de
megaproyectos; criminalización de la protesta social; corrupción e impunidad;
estados que impulsan acciones de limpieza social; cultura del narcotráfico; procesos
que suspenden garantías constitucionales y violan los Derechos Humanos (DDHH)
mediante desapariciones, ejecuciones, torturas, desplazamientos y migración
forzada, detenciones arbitrarias y, lamentablemente, un largo etcétera (Aluna
Acompañamiento Psicosocial 2015a, 5).
Todo lo anterior (tal como
lo han expuesto sistemáticamente los movimientos feministas latinoamericanos)
no afecta de igual manera a todas las personas, y son las mujeres una de las
poblaciones más vulnerabilizadas y des-cuidadas. Dentro del modelo
neoliberal patriarcal dominante, el cuidado no es un principio que se cumpla
para las mujeres como una de las poblaciones más afectadas y últimas en la
fila, pues siguen siendo las principales receptoras de las violencias
psicosociales del patriarcado y el neoliberalismo. Por ende, no están ubicadas
en el mismo nivel de respuesta ante el miedo y la organización social (Gargallo
Celestini 2015, 17), puesto que las violencias no afectan a todas las personas
de la misma forma.
En nuestra Abya Yala nos encontramos en un
momento de crisis de la reproducción de la vida, donde se evidencia el
entronque patriarcal (González Butrón et al. 2017, 210; Paredes Carvajal 2015, citado
por Guzmán y Triana 2019, 24) que hace cómplices al patriarcado con el
capitalismo neoliberal. La región sufre una mutación producto de
su
destrucción con exceso de crueldad, su expoliación hasta el último vestigio de
vida, su tortura hasta la muerte. La rapiña que se desata sobre lo femenino se
manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las
formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer,
hasta el último límite. A pesar de todas las victorias en el campo del Estado y
de la multiplicación de leyes y políticas públicas de protección para las
mujeres, su vulnerabilidad frente a la violencia ha aumentado, especialmente la
ocupación depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de
las nuevas guerras (Segato 2015, citado por Gargallo Celestini 2015, 18-19).
Actualmente, se sufre el peligro de muerte instalado en las relaciones cotidianas, como lo plantea
Dobles (2009, 23), pero además, las mujeres de la región también enfrentan a la
mentira institucional que incluye «la estigmatización y culpabilización de las
propias víctimas por la violencia, el ocultamiento de la verdad, y la
impunidad, ya sea como ausencia de justicia o como creación de leyes que la
permiten» (Martín-Baró, 1984, citado por Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a,
12). Así, el modelo neoliberal se entronca de manera cómplice, para hacer que
el capital se adueñe, incluso, de la vida y llegue a convencer de que son
las mujeres quienes le deben (Lazzarato, 2013, citado por Pavón Cuéllar 2017,
596).
En sintonía con Aluna Acompañamiento Psicosocial (2015a, 19), es necesario reconocer que los contextos de represión, guerra, violencia sociopolítica, económica y ambiental generan grandes impactos psicosociales en distintos niveles como el personal, el familiar, el comunitario y el social; y, a la vez, impactan en diferentes ámbitos: emocional, cognitivo, en los saberes, haceres, simbolismos y, principalmente, en el cuerpo. Lo anterior ocasiona importantes rupturas en las subjetividades y en la salud física de los pueblos, pero principalmente, hacen heridas profundas en la salud mental de las personas.
Así, los impactos psicosociales de la violencia y la represión sociopolítica, «refieren al conjunto de tensiones, pérdidas, cambios y daños que provocan en las personas que son objeto de estas agresiones. Sin embargo, así como se observan efectos “negativos” o dolorosos, también hay algunos que podrían considerarse “positivos” y que permiten a las personas hacer frente a estas agresiones. Es así como los impactos psicosociales ocurren de manera simultánea a las formas de afrontamiento de la violencia» (Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 18).
De esta forma, la tarea
psicosocial no puede circunscribirse solamente a las áreas de la salud mental o
del bienestar individual (Flores Osorio 2017, 75), sino que es necesario
también acompañar en la transformación del sistema dominante, el cual tiene
enorme influencia en las dinámicas psicosociales de la salud mental y en el
buen vivir individual. Se torna evidente la necesidad de enlazar aún más a la psicología
con el mundo de afuera, donde las comunidades han padecido el horror de las
violencias, y a pesar de ello, «no han renunciado a la utopía de una paz
estable, duradera y con justicia social» (Barrero
Cuéllar 2016, citado por Parra Valencia 2016, 11).
Latinoamérica requiere, entonces, de un accionar claro, urgente y consciente desde la psicología social como disciplina que puede aportar al entendimiento y transformación de un contexto desde su gran complejidad. Pero, a la vez, una transformación interna disciplinar, que pueda transformar también las bases de su quehacer. Se tiene la oportunidad pues de seguir construyendo una psicología social crítica, emancipadora y liberadora, que se resista a mantener los sistemas de opresión, que sea inclusiva, feminista, diversa, interseccional y decolonial[2].
Ante la violencia,
la respuesta es la resistencia: interseccionalidad y feminismos decoloniales
Por suerte o por insistencia, aún en medio de un contexto tan doloroso y violento, la vida se reproduce, crece y se fortalece mediante redes de resistencia, cuidado y afrontamiento colectivo, sostenido principalmente por las mujeres como eslabones que, frente a un entronque patriarcal, se entroncan entre sí.
Así, el tejido social encuentra formas para mantenerse y «dar cuenta de lo que sí se tiene, de lo que la violencia y la represión no lograron destruir» (Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 21), y en la medida de lo posible, procura reconstruirse y enfocarse no solo en la pérdida y el daño, sino también en la vida y la construcción del Buen Vivir (Grondona Opazo 2016, 54). En ese sentido, las mujeres a lo largo de la historia y en la región mesoamericana, se siguen dando grandes ejemplos de resistencia para reproducir la vida, ya que se continúa rebelándose contra las opresiones, el despojo, el saqueo y las múltiples formas de violencia contra los cuerpos-territorios de las mujeres (Cabnal 2014, citado por Gargallo Celestini 2015, 17), lo que evidencia que se ha dado pie a una plurinacionalidad sostenida con vínculos solidarios que, para Gargallo Celestini (2015, 20), tienen normas propias y redes tejidas alrededor de prácticas de resistencia.
Por ende, se apoya en el concepto de interseccionalidad, el cual analiza, visibiliza y aborda la interconexión-tensión existente entre género, identidad, raza, clase social, edad, discapacidad, diversidad funcional, heteronormatividad y/o configuraciones occidentales y colonizadoras. Para Troncoso, Galaz y Álvarez (2017, 24), al partir de la perspectiva interseccional, no se busca describir experiencias individuales o colectivas únicas, sino que se intenta examinar lo fluido, variable y temporal de las interacciones y la distribución de poder entre y dentro de múltiples prácticas, grupos e instituciones sociales. Analiza las realidades, los afrontamientos y las desigualdades de manera más compleja y no homogénea, problematizando la construcción de jerarquías de acceso a una variedad de recursos (económicos, políticos, culturales, de género, raza, religión y procedencia geográfica), promovidas por procesos de diferenciación.
Asimismo, como espacio de resistencia de los feminismos decoloniales como «una relectura de la historia de Abya Yala desde un pensar situado, teniendo en cuenta las múltiples opresiones de raza, sexo, clase, sexualidad y geo-corpo-política, construidas, sostenidas y reproducidas por el orden patriarcal-capitalista-moderno-colonial» (Martínez y Agüero 2020, 37). De ahí que se busque la recuperación y visibilización de la lucha política de las mujeres afrodescendientes e indígenas de Latinoamérica, quienes denuncian la invisibilización dentro de sus propios movimientos sociales y dentro del feminismo hegemónico y que, en respuesta, resisten y luchan contra la colonización y la colonialidad (Curiel 2014, citado por Martínez y Agüero 2020, 37).
Como lo plantean Slovacek, Lazaletta y Noblia (2022, 96) la ciencia se ha encargado de ubicar a las mujeres en un lugar jerárquicamente inferior al de los hombres que producen conocimientos científicos. Por ende, desde la psicología social, uno de los muchos caminos de respuesta femenina son la generación y ejecución de propuestas y procesos educativos e investigativos psicosociales feministas y decoloniales, que producen y resisten ante lo que ha denominado la colonialidad del saber cómo dispositivo organizador del espacio y del tiempo, y que refiere a «una gran narrativa universal en la cual Europa y EE.UU. son simultáneamente, el centro geográfico y la culminación del movimiento temporal del saber. También se habla de colonialidad del saber en el sentido de que el pensamiento moderno ha sido posible gracias a su poder para subalternizar el pensamiento ubicado fuera de sus parámetros» (Mignolo 2003, citado por Vargas Soler 2009, 54).
Para dicha
colonialidad, tanto la raza, la clase, la etnia, el trabajo y el sexo se
convierte en parámetros de jerarquización y clasificación social; la forma
hegemónica de producir conocimiento es la ciencia occidental moderna y el
eurocentrismo el modelo y actitud colonial frente al conocimiento (Vargas Soler
2011, 54). Por lo tanto, una forma de resistencia decolonial implicaría
evidenciar no solamente a quien o quienes produceotros conocimientos, sino
desde dónde lo hacen (Castro Gómez 2007, citado por Vargas Soler 2009, 54).
«La colonialidad del
saber esconde en su centro una noción de raza, de cuerpos racializados a partir
de procesos como el saqueo y el despojo a los pueblos de América Latina, como
también los paisajes donde habitan esos cuerpos. En consecuencia, los saberes
producidos allí serán expropiados de valor, mientras, los producidos por
cuerpos blancos y en paisajes de cuerpos blancos –los países centrales–
tendrán, instantáneamente, un capital de verdad, de legitimidad» (Rita Segato
2017, citado por Slovacek, Lazaletta y Noblia 2022, 97).
De esta
manera, la colonialidad del saber jerarquiza los conocimientos, lo que
determina su legitimidad y circulación, e imponiendo un criterio de
universalidad a las voces masculinas, blancas, heterosexuales y de las ciencias
duras, así se vulnerabilizan el discurso intelectual, los saberes y
conocimientos «de
mujeres, del colectivo LGBTTTIQ+, de masculinidades subalternizadas y de
cuerpos racializados» (Slovacek, Lazaletta y
Noblia 2022, 98).
En ese sentido, la psicología
social no puede abordar las violencias psicosociales y continuar negándose a
develar internamente las muchas dinámicas cotidianas de colonialidad y
violencia que existen en la praxis profesional, en las interrelaciones entre
personas colegas, en las tomas de decisiones, acceso y ejercicio del poder, en
la investigación científica y en el quehacer psicológico en general, mediante
accionares que son discriminatorios, coloniales, violentos y excluyentes.
Requiere pues, decolonizarse en sus discursos, sus prácticas, sus visiones, su ciencia
y ejercicio del poder.
Por
ende, como mujeres el compromiso es con la desobediencia epistémica, con el fin
de llevar por un lado a que la ciencia se adecúe a los métodos y prácticas de
los feminismos y por otro, a posicionarnos ética y políticamente desde «la
indisciplina» (Slovacek,
Lazaletta y Noblia 2022, 102).
Tal
y como lo plantean dichas autoras, se propone resistir desde el locus de
enunciación de una epistemología de frontera[3]
(Borsani 2012, 36) y de
una epistemología feminista con un posicionamiento teórico y político
claro que hace visible cómo el género influye ampliamente en las formas de
construir y producir conocimiento (Slovacek, Lazaletta y Noblia 2022, 102), y a
la vez, se aleja del discurso científico de la objetividad, la neutralidad y
las falsas contradicciones (Barrero Cuellar 2017, citado por Pavón Cuéllar
2017, 92).
Para Borsani (2012, 36), la
epistemología de frontera permite colocarse en un lugar de entrelazamientos y
entrecruces, ya que refieren a una conflictividad respecto al espacio
epistémico que se habita, el cual requiere desmontar el privilegio asignado al
locus de enunciación eurocentrado.
Por otra parte, la epistemología feminista cuestiona la objetividad como meta o fin superior, pues no solo funciona
como mecanismo patriarcal de control sino que también impone un mundo social
que puede ser observado fuera de la conciencia de las personas (Blázquez Graf
2012, citado por Slovacek, Lazaletta y Noblia 2022, 102), y propone, más bien,
un conocimiento situado, posicionado y también subjetivado. Así, quien conoce e
investiga es siempre alguien situado[4] y, por lo tanto, su
producción de conocimientos también será situada (Blázquez et al. 2012, citado
por Martínez y Agüero 2020, 31).
Es necesario, entonces,
apelar a una disciplina que no sea obediente y autocomplaciente (Albertín Carbó
2017, 81) sino más bien autocrítica, desobediente e in-disciplinada al buscar
accionar desde un lugar situado y una praxis de resistencia que cuestione a las
ciencias sociales para transformarlas también en su dinámica interna mediante
la apuesta desde los feminismos (que también requieren descolonizarse), los
cuales han interpelado y cuestionado su ficción al demostrar que la ciencia
moderna es patriarcal, androcéntrica y sexista, un sistema reproductor del
«orden social patriarcal-capitalista-moderno-colonial» (Martínez y Agüero,
2020, 42), y de eso, no ha escapado la psicología social.
La
psicología social en Latinoamérica: retos y responsabilidades
Con su riqueza,
pluralidad, diversidad y sabia ancestralidad, América Latina demanda, entonces,
el rescate del Buen Vivir (Grondona Opazo 2016, 54) para reproducir la vida y,
con ello, colocar el cuidado como centro de la cotidianidad: el cuidado de los
vínculos, de los cuerpos-territorios, de la naturaleza, de las comunidades; es
decir de todo lo intangible y necesario para reproducir la vida.
Y justamente, este es uno de los principales retos que se encuentran las personas profesionales en psicología social, quienes además de una formación fuerte, empática, crítica y transformadora para acompañar a las personas, grupos y comunidades, requerimos de mucha sensibilidad hacia la vida para intentar sostenernos, desde lo teórico y más desde lo práctico, en su cuidado y en lo que si hay, y con ello, no invisibilizar el dolor sino más bien, centrarse en la reconstrucción, fortalecimiento y ampliación del tejido social que repara, reconstruye, reorganiza, resiste y acompaña para que pueda ir sanando lo que duele.
Se tiene pues, el compromiso de potenciar
el cuidado de la vida, o lo que las compañeras defensoras de DDHH de México han
definido como «Meta-Cuidado», el cual consiste en «una
práctica continua -construida dialéctica, personal y colectivamente- que se
basa en una creación conjunta y constante para reparar y prevenir los daños
psicosociales, potenciar y fortalecer las capacidades, y procurar las
condiciones para aportar al bienestar integral de los y las defensoras (desde
lo emocional, lo espiritual, lo político, etc.) en el desarrollo del proyecto
de vida» (Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 27).
Es por ello
que, como profesionales de psicología social, debemos asumir el reto y la
responsabilidad de acompañar a nuestra región en la reconstrucción, el sostén,
el mantenimiento y el fortalecimiento del tejido social vincular, recuperar la
memoria histórica y colectiva, la organización social y, con ello, colaborar en
las capacidades de afrontamiento, no solo desde el dolor producto de las
violencias, sino también desde las potencialidades que pueden generarse a
partir de la resiliencia y la resistencia.
En concordancia, se debe «avanzar
en el desarrollo de subjetividades emergentes capaces de representar momentos
de ruptura frente al statuo quo dominante» (González Rey 2017, 51), que
prioricen esa sensibilidad sobre las necesidades del mercado y del patriarcado,
y que puedan apoyarse y construir conjuntamente de forma transdisciplinaria con
y desde otras herramientas, recursos y metodologías. Esta ruptura nos invita a
la construcción del Buen Vivir mediante una democratización del conocimiento
psicológico y a la desmilitarización de la vida cotidiana que desnaturalice la
violencia política y logre construir y acompañar procesos para una reparación
integral, de verdad y de justicia (Barrero Cuellar 2016, citado por Parra
Valencia 2016, 12), especialmente para Mesoamérica y dentro de ella, para las
mujeres.
De esta forma, la
disciplina no solo tiene el desafío y la responsabilidad de colaborar y aportar
a los procesos psicosociales de reconstrucción, reparación, verdad, justicia, paz
y equidad, comprometiéndose con el bienestar de los pueblos, sino también, con
el de las mujeres como las grandes oprimidas.
Si bien es cierto, es
desafiante sostener y seguir construyendo una psicología social en medio de un
contexto complejo y violento, la tarea se vuelve apremiante y necesaria. No
obstante, es vital que se realice desde visiones autocríticas y autoreflexivas,
no solo en cuanto a la ruptura con los sistemas dominantes dentro de la
disciplina y los sistemas socioeconómicos y políticos que se imponen en la
región, sino también con una crítica aguda, consciente y responsable hacia el
androcentrismo, el patriarcado y la manifestación del dominio masculino dentro
del quehacer psicológico. Desde la provocación de González Rey (2017, 68), se apela
a una psicología sin miedo, que sea audaz pero no mimética en relación con lo
hegemónico o las modas psicológicas y que, principalmente, esté fundamentada en
el compromiso, la reflexión y la autoreflexión, con el fin de cuestionar el
patriarcado como eje estructurador de las relaciones en todos los ámbitos de la
reproducción de la vida.
La psicología social
Latinoamericana: aportes desde los feminismos
El desarrollo
investigativo de la violencia contra las mujeres desde la Psicología en nuestro
país, «ha tenido como principal objeto de estudio la violencia contra las
mujeres en el orden de lo privado, siendo menos frecuentes los estudios que
aborden la violencia que ocurre en ámbitos públicos» (Rodríguez Fernández y
Akoka Rovinski 2019, 98). Por lo tanto, se hace frente al reto de una mayor
profundización teórico, práctica y metodológica a la hora de investigar y
publicar; así como al reto de lograr un aumento en investigaciones que amplíen
y dirijan la visión psicosocial y feminista decolonial hacia la dimensión
pública, social y política y, con ello, ahondar en la multiplicidad de
violencias naturalizadas y coloniales.
A la vez, se hace frente al
desafío interno de continuar con la labor de visibilizar, reconocer y
desnaturalizar violencias hacia las mujeres profesionales de la psicología Social
que, además, cuentan con praxis transdisciplinarias y con amplia experiencia en
procesos de extensión o acción social, incidencia y acompañamiento a propuestas
de transformación psicosocial desde perspectivas feministas interseccionales y
decoloniales.
En ese sentido, en la
región mesoamericana existen importantes aportes a la visualización, la
reflexión y la acción para abordar las violencias contra las mujeres como
problemáticas psicosociales, políticas, culturales y estructurales, pero sigue
siendo poca la presencia de investigaciones interseccionales, y las que
existen, al ser feministas y de género, tienden a mantenerse invisibilizadas en
el escenario de la academia (Salvai 2013, como se cita en Rodríguez Fernández y
Akoka Rovinski 2019, 104).
Para colaborar con ello, quisiera entonces visibilizar autoras costarricenses como Rodríguez Fernández (2005 y 2017), Rodríguez Fernández y Akoka Rovinski (2019), Ramos Con y Rodríguez Fernández (2018) así como Rodríguez Fernández y Ramos Con (2019), quienes dan seguimiento, además de trabajo con mujeres en espacios comunitarios, a la problemática de las violencias contra las mujeres, la producción de investigaciones relacionadas, así como la trata de personas y las buenas prácticas para abordarla.
También se encuentran Maroto Vargas y Brenes Hernández (2008) quienes trabajan la despenalización del aborto en casos de violencia sexual y malformación incompatible con la vida; Cordero Cordero (2006) el trabajo con comunidades y grupos de mujeres y el relato autobiográfico como espacios de resistencia y encuentro. González Suárez (2011, 2012 y 2013) realiza aportes desde la Psicología Política, los feminismos y los DDHH, así como aborda los impactos del sexismo en la producción del conocimiento psicológico en la academia.
Desde la perspectiva de quien escribe, los
textos de estas autoras costarricenses revisten de gran importancia, pues no solo
provienen sino que colocan los aportes de perspectivas feministas en el radar
de la psicología social costarricense, generando con ello, mayor visibilidad a
otras mujeres en la escena disciplinar y asumiendo el reto de dar atención y
abordar la complejidad de las violencias vivenciadas por las mujeres en esta
geografía gestora de grandes opresiones, pero también de vida y resistencias
con cuerpos femeninos.
En el contexto
latinoamericano también se encuentran otras mujeres con potentes compromisos a
nivel ético-político, posicionamientos claros con perspectivas epistémicas
críticas feministas para investigar y abordar desde la praxis profesional, el
contexto regional actual, marcado por la manifestación de amplias
desigualdades, el ejercicio de poder y violencias y la reproducción de
múltiples opresiones hacia las mujeres. Sus aportes generan inspiración y la
digna rabia de la que hablan las compañeras zapatistas, la cual invita a
movernos, pensar, repensar, resignificar, producir, escribir, crear y más que
nada a accionar desde la vida cotidiana.
Entre ellas se encuentra
Albertín Carbó (2017), quien explora psicosocialmente y desde perspectivas
feministas decoloniales e interseccionales cuestionadoras de binarismos de
género, las relaciones entre el conocimiento y el abordaje de la violencia de
género. Asimismo, Troncoso Pérez, Galaz Valderrama
y Álvarez (2017), quienes investigan los entrecruzamientos, algunas tensiones y
muchos desafíos metodológicos existentes entre perspectivas críticas en
Psicología Social y los feminismos interseccionales, como apuesta para intentar
superar la dicotomía, las jerarquías y la despolitización de las realidades psicosociales
presentes en la Psicología hegemónica. Tarea compleja y valiente que requiere
sin duda, de otras mujeres que la respalden y acuerpen.
Asimismo,
Sierra Bonilla (2020) evidencia algunos puntos de encuentro presentes entre la
Psicología feminista y la Psicología de la Liberación, los cuales pueden
accionar como canal para la búsqueda de la justicia y equidad social. Esto, se
considera que genera una interesante visibilización a dos espacios epistémicos
que se reconocen disidentes dentro de la disciplina y principalmente, dentro de
las visiones de la psicología dominante. Además, los feminismos permiten
observar críticamente las formas en que la Psicología de la Liberación también
puede reproducir violencias patriarcales y colaborar en procesos para dar más voz,
autoridad intelectual y reconocimiento a cuerpos femeninos o disidencias.
En una línea
similar se encuentra Martínez Guzmán (2012), quien plantea la necesidad urgente
de repensar las perspectivas psicosociales sobre el binomio sexo-género,
mediante las contribuciones y desafíos de las identidades de personas trans.
Esto, se considera, brinda el reconocimiento de un lugar en el mundo para la
gran diversidad de identidades y, a la vez, coloca frente a la responsabilidad
de asumir la complejidad de la vivencia trans como una expresión cada vez más
numerosa y evidente públicamente en nuestra Abya Yala con una ancestralidad
cuestionadora de géneros.
Beiras,
Cantera Espinosa y Casasanta García (2017), por otro lado, proponen una
metodología cualitativa narrativa y crítica en la atención de hombres que
ejercieron violencia contra mujeres, manifestando la importancia a nivel
ético-político que tienen los feminismos para el estudio, abordaje, prevención
y atención de violencias y masculinidades. Lo anterior permite reflexionar
acerca de la responsabilidad colectiva y disciplinar (más allá del cuerpo
performativizado) de acercar los feminismos al abordaje de las masculinidades;
no obstante, esta no debe ni debería ser una tarea exclusivamente de las
mujeres y la epistemología feminista.
Reconociendo el aporte a
nivel mesoamericano, se destacan las importantes acciones de la organización
mexicana Aluna Acompañamiento Psicosocial, las cuales han permitido acercarse a
procesos de violencias desde su complejidad y proponer un modelo psicosocial y
metodológico desde los DDHH que pueda contribuir a desnaturalizarlas y
despatologizarlas dentro de procesos de desplazamientos forzados, desaparición
forzada, tortura y tortura sexual, por medio de diálogos feministas con
defensoras y la sistematización de su experiencia a partir de un modelo
particularizado y una guía metodológica
para la valoración del riesgo en defensoras de DDHH (Aluna
Acompañamiento Psicosocial 2015a, 2015b, 2015c, 2015d, 2018, 2019 y 2021).
Esta organización y su metodología se encuentran en primera línea en el
abordaje psicosocial de un contexto mesoamericano extremadamente violento y
peligroso, lo cual hace que su aporte sea además de valiente, muy poderoso para
que la disciplina vuelque más la mirada a la atención, hasta ahora un tanto
precaria, de las violencias en la región.
En Guatemala se encuentra, por un lado, al Equipo
de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) con sus procesos de acción
psicosocial, formación en incidencia política, trabajo con comunidades, grupos
y organizaciones defensoras de DDHH y promoción del cuidado y autocuidado de
los equipos de trabajo (Duque Arellanos y Rohr 2018, Duque Arellanos 2020). Por
otro lado, se visibiliza el aporte en Costa Rica del Centro de Derechos
Sociales del Inmigrante (CENDEROS), la Fundación Acceso y el Servicio Jesuita
para Migrantes Costa Rica, organizaciones que han realizado un valioso trabajo
y praxis psicosocial con personas migrantes y refugiadas de países
latinoamericanos, caribeños y africanos. En suma, se encuentra la
importante labor de compañeros como Dobles Oropeza (2009), uno de los principales
exponentes de la Psicología de la Liberación, el análisis de la migración y la
recuperación de la memoria colectiva en contextos de violencia y dolor.
A
pesar de que continúan siendo necesarios más escritos sobre acciones
psicosociales orientadas al cambio social feminista decolonial, por un lado, y
a la atención emocional y a la reconfiguración psíquica tanto de personas como
de comunidades afectadas por la violencia armada y sociopolítica que afecta la
región desde hace décadas (Parra Valencia 2016, 20), por otro, han existido
importantes aportes desde la psicología social latinoamericana que enriquecen
enormemente la disciplina e invitan a continuar reflexionando de manera crítica
y autocrítica de la mano de los feminismos decoloniales e interseccionales y la
epistemología feminista, pero principalmente, como mujeres nos invitan a seguir
gestando y produciendo epistemologías y hermenéuticas otras, tal y como plantea
Borsani (2012, 31).
Como lo expresa González Rey (2017, 56),
actualmente, existen propuestas psicosociales que ayudan a generar caminos de
tipo teórico y epistemológico que logran ser congruentes con nuevas prácticas
transformadoras, algunas de ellas desarrollándose de manera transdisciplinaria,
lo que invita a la construcción de una psicología más abierta a celebrar la
diversidad, en donde sean posibles no solo otros mundos, como lo propone el
movimiento zapatista, sino también otras formas de decir y hacer psicología
(Barrero Cuellar 2017, citado por Pavón Cuéllar 2017, 192). No obstante, se
continúa enfrentando al reto del ejercicio del poder disciplinar, coercitivo y
autoritario en la academia, las aulas, las calles, las instituciones, las
organizaciones y las comunidades, que se coloca en la posición en donde las
otras formas no dominantes de decir y hacer psicología son sometidas a sospecha
y persecución (Barrero Cuellar 2017, citado por Pavón Cuéllar,
2017, 192), y esas formas sospechosas suelen ser accionadas por mujeres.
A
modo de ¿conclusiones?
Nos encontramos en medio de un contexto
sociopolítico y económico complejo y muy violento en Latinoamérica, que
vulnerabiliza el cuidado y la reproducción de la vida, de los vínculos y del
tejido social, siendo las mujeres uno de los grupos con mayores impactos
individuales y sociales; y a la vez, uno de los grupos que responden desde la
resistencia por construir colectivamente y desde los feminismos, un buen vivir para
todas.
Por
ende, es necesario y urgente que la psicología social pueda aportar no solo al
entendimiento y transformación de este contexto, desde una visión autocrítica y
feminista decolonial acerca de su papel como disciplina que también reproduce
dinámicas violentas y patriarcales. Así, la disciplina requiere, además de
volver la mirada al contexto regional, fomentar, potenciar, motivar y reconocer
la sabiduría de los pueblos de Abya Yala y dentro de esta región, la producción
científica y epistemológica de mujeres feministas como grupo también en
resistencia.
Los
aportes teóricos y metodológicos mencionados a nivel latinoamericano aportan
multiplicidad de perspectivas situadas desde lugares de enunciación con un
claro compromiso ético-político e interseccional, desde el lugar de la
desobediencia epistémica y el compromiso con la in-disciplina. Se proporcionan,
la posibilidad no solo de construir categorías teóricas y políticas desde
perspectivas de mujeres, sino además herramientas teórico-metodológicas que
colaboren en la reconstrucción del tejido social sobre el cual se produce y
reproduce la violencia sociopolítica, neoliberal y patriarcal dominante, pero,
al mismo tiempo, donde se reproducen la vida y los vínculos, las resistencias y
los entronques entre mujeres. Estos aportes y abordajes son inspiración para
prácticas creativas, inclusivas y críticas que puedan potenciar nuevos caminos
en la teoría, la enseñanza y la praxis disciplinar, ya que son portadores de
procesos de transformación y estímulos para acompañar procesos académicos,
comunitarios y de acción social o extensión.
Pero el principal aporte, desde la perspectiva
de quien escribe, es que nos brindan luces para continuar trabajando en una
Psicología Social transformadora, interseccional y esperanzadoramente
feminista, sensible a los contextos regionales y desde la praxis de un enfoque
psicosocial decolonial.
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[1] Como mujer,
cuerpo-territorio latinoamericano, feminista, psicóloga comunitaria y actriz,
sitúo estas palabras y sentipensares en un tiempo, un espacio y un contexto
latinoamericano y costarricense determinado, partiendo del reconocimiento de
mis privilegios y posibilidades y, a la vez, de muchas obstaculizaciones y
daños que, como mujeres, hemos experimentado en esta región que nos parió.
Parto así de un lugar de enunciación feminista decolonial, política, particular
e histórica para colaborar en la generación de acciones que aporten a la
transformación y la emancipación social y a la Psicología Social
Latinoamericana.
[2] El
uso de lo decolonial en los feminismos fue propuesto por María Lugones (2011),
a partir de «a) el concepto de interseccionalidad construido por el feminismo
de las mujeres de color y los feminismos de mujeres del Tercer Mundo (Davis,
2005; Hull et al., 1982; bell hooks, 1984; Amos y Parmar, 1984; Lorde, 198;
Allen, 1992; Anzaldúa, 2016; McClintock, 1995; Oyewumi, 1997; Jacqui y Mohanty,
1997 y Collins, 2000) y b) el concepto de colonialidad del poder de Aníbal
Quijano (1991; 2000a; 2000b y 2002)» (Martínez y Agüero, 2020, 38). Para la
autora argentina, la opresión de género se genera desde lo racial, colonial,
capitalista, heteronormativo y social y, es definida como «la colonialidad del
género» y su respuesta como espacio de resistencia es lo que denomina feminismo
decolonial (Martínez y Agüero, 2020, 110).
[3] El
concepto de epistemología de frontera fue inspirado gracias a los aportes de
Gloria Anzaldúa, quien se autodefinió como texana, chicana, mestiza, lesbiana y
activista feminista, y que conoció la experiencia de las fronteras geográficas,
epistémicas, de género y raciales, por lo que «supo de la herida colonial, de
bordes difusos y de habitar intersticios» (Borsani 2012, 36).
[4] La categoría sujeto
conocedor situado, o conocimiento situado, acuñada por Donna Haraway (1989, 32),
ha sido de gran importancia para la epistemología feminista, ya que rompe con
la concepción de la ciencia moderna del sujeto mítico cognoscente universal,
único, eterno, hombre, moderno, de clase media-alta y europeo, al concebirle
más bien como sujeto y conocimiento marcado no solo por el sexo-género, la
etnia, la religión, la clase y las opciones sexuales (Martínez y Agüero, 2020,
31), sino también por las perspectivas particulares de su historia, su
geografía y su contexto.