Tensiones en la formación académica de grado
entre la pandemia y la sindemia
Tensions in undergraduate academic training
between the pandemic and the syndemic
Julio César Díaz Argueta
Universidad
de San Carlos de Guatemala, Ciudad de Guatemala, Guatemala
https://orcid.org/0000-0001-7296-8262
Cómo citar:
Díaz
Argueta, Julio César. 2023. Tensiones en la formación académica de grado entre
la pandemia y la sindemia. Revista Reflexiones.103. DOI 10.15517/rr.v102i00.54723
Resumen
Introducción: Los años 2020-22 fueron críticos para el mundo debido
a la pandemia por COVID-19. En la región latinoamericana evidenció la realidad,
compleja y aguda, caracterizada por la pobreza, vulnerabilidades, desigualdades,
exclusiones e inequidades, los recursos escasos y una crisis de sobrevivencia,
con una deficiente gestión de la salud pública que transita de la pandemia a la
sindemia, situación que dejó a muchas familias afectadas
o sin sus seres queridos.
Objetivo: Establecer el contexto de las políticas sociales
entre la pandemia y la sindemia, al identificar las
tensiones en la formación académica de grado, causada por la sindemia. Método y
técnicas: El artículo tiene un alcance reflexivo y de sistematización que combina
lo descriptivo e interpretativo, transita de lo abstracto a lo concreto, de lo deductivo
a lo inductivo, combina lo general y lo particular. Las técnicas empleadas
fueron el análisis de contenido, observación participativa, y la combinación
con el testimonio de lo experimentado por estudiantes y docentes, con un
enfoque crítico y participativo a través de la investigación y la docencia
realizada durante la sindemia hasta la fecha.
Conclusión: El COVID-19 evidencia la existencia de una sindemia, y no solo una pandemia lo cual permite comprender
las tensiones causadas en la formación de grado, debido a la incidencia de agudización de las precarias condiciones
económicas, sociales, culturales, ambientales y políticas asociadas a la pobreza,
baja escolaridad, falta de servicios básicos, desigualdades, exclusión,
discriminación, inequidades, bajos salarios, desempleo y otras condicionantes que
genera nuevos pobres y afectan a los sectores sociales en condiciones de
vulnerabilidad.
Palabras clave: Pandemia; Sindemia; Políticas
sociales; Estado; Vulnerabilidad.
Abstract
Introduction: The
years 2020-22 were critical for the world due to the COVID-19 pandemic. In the
Latin American region, it evidenced the complex and acute reality,
characterized by poverty, vulnerabilities, inequalities, exclusions and
inequities, scarce resources and a survival crisis, with poor public health
management that is moving from the pandemic to the syndemic , a situation that
left many families affected or without their loved ones.
Objective:
Establish the context of social policies between the pandemic and the syndemic, by identifying the tensions in undergraduate
academic training caused by the syndemic. Method and techniques: The article has a reflective and systematizing scope that combines the
descriptive and interpretative, it goes from the abstract to the concrete, from
the deductive to the inductive, it combines the general and the particular. The
techniques used were content analysis, participatory observation, and students
and teachers, with a critical and participatory approach through research and
teaching carried out during the syndemic to date,
experienced the combination with the testimony of what.
Conclusion:
COVID-19 evidences the existence of a syndemic, and
not just a pandemic, which allows us to understand the tensions caused in
undergraduate education, due to the incidence of exacerbation of precarious
economic, social, cultural, environmental, and political conditions. associated
with poverty, low schooling, lack of basic services, inequalities, exclusion,
discrimination, inequities, low wages, unemployment
and other conditions that generate new poor people and affect vulnerable social
sectors.
Keywords: pandemic; syndemic; social politics; State; vulnerability.
Introducción
La Pandemia COVID-19
sorprendió al mundo entero, se posicionó como un fenómeno específico de la salud
pública. En sus orígenes, se concibió desde una visión simplista al
considerarse una gripe común, o gripona, como
referían funcionarios de varios países; hasta que se dimensiona su gravedad
como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y los efectos se
proyectan a toda la población mundial. Como menciona Claudia Samayoa en su
artículo publicado por el Diario la Hora el 24 de septiembre 2021: …la
enfermedad es muy diferente a la de una gripe común, ni siquiera se parece a la
influenza que azota en tiempo frío por estos lares. El COVID-19 ataca varios
sistemas, no sólo el sistema respiratorio. Para muchos que les da leve, puede
parecer una gripe; pero no deben atenerse porque varias semanas después pueden
aparecer síntomas extraños que se explican cómo las secuelas del COVID. (Samayoa
2021)
Mientras se
toma conciencia de la gravedad de las consecuencias del virus y la
multiplicación de contagios, se evidencia una débil gestión institucional de la
pandemia en los diferentes países de América Latina, incluso Europa; lo cual cobró
miles de vidas de hombres, mujeres, infantes, sin diferencia de edades, sexo,
situación económica, o religión y donde se llega a extremos de desconectar a personas
adultas mayores para dar espacio a personas jóvenes dentro de la Población
Económicamente Activa, ante el colapso de los sistemas de salud y falta del
equipo necesario para el resguardo de la vida como derecho humano. Tal como
plantea un reportaje en Italia: Las personas contagiadas con coronavirus que
tengan escasas probabilidades de supervivencia debido a la edad avanzada o a
patologías preexistentes podrían tener negado el acceso a los cuidados intensivos
en caso de que se agoten las plazas en los hospitales, según la propuesta del
equipo que maneja la emergencia causada por el COVID-19 en la región italiana
del Piamonte. (Spedali Civili
en Brescia, Italia, 13 de marzo de 2020 (Lo Scalzo
2020)
Desde la óptica profesional puede
reflexionarse que, Los trabajadores sociales, como colectivo experto en
enfrentar situaciones complejas, hemos hecho frente a esta situación como
siempre, con profesionalidad, responsabilidad deontológica y coordinación con
otras instituciones, dando así respuesta a colectivos como menores y familias
en riesgo de exclusión social y económica, personas en situación de
dependencia, mujeres víctimas de violencia de género, migrantes y un largo
etcétera, atendiendo sus necesidades a través del teléfono y medios
telemáticos. (Heras 2022),
La contingencia demuestra las
debilidades del Estado, la prevalencia de intereses particulares ante el bien
común y la poca flexibilidad para enfrentarla. Se cuestionan los mecanismos los
mecanismos de acción para legitimarse ante una crisis de salud pública sin
precedentes, como problema preeminente que absorbe, o al menos invisibiliza, la
importancia de otras políticas sociales, la vigencia de necesidades y problemas
estructurales y coyunturales, analizados desde la pandemia y no en su
integralidad como sindemia.
Dentro de la
crisis sanitaria, se combinan una serie de acciones reñidas con la
transparencia, efectividad, asignación de prioridades y estados de excepción
con fines políticos más que sociales o humanitarios. Los hospitales no dieron
abasto, los servicios de salud colapsaron, el personal de primera línea no
tenía estabilidad, faltaron medicamentos, vacunas y muchas vidas se dejaron
escapar en ese vaivén, lo que evidenció que las bondades de la planeación
estratégica dentro de las políticas sociales, al menos técnicamente, contemplan
las amenazas, pero en la práctica, se queda corta para prever y actuar con
flexibilidad y de manera oportuna, lo que convertiría la amenaza en alternativa
y fortaleza.
Los años
2020-2022 fueron críticos para la región latinoamericana, se desnuda más la
cruda realidad, más compleja, aguda, con nuevos sectores empobrecidos, vulnerabilidades,
recursos escasos para hacer frente a una crisis por la sobrevivencia en
condiciones sociales y económicas deficitarias. A finales del año 2022, se
anuncian nuevos brotes del virus con otras variantes y subvariantes,
más severas en sus síntomas, difíciles de detectar, pero menos mortales que las
anteriores, derivadas del Omicron.
Eso implica
que los esfuerzos de los organismos mundiales de la salud, los sistemas sanitarios
de los países de la región y las familias en general, se encuentran en medio de
mayores problemas sociales, económicos, ambientales y espirituales, por
sobrevivir en medio de la crisis de salud, enfrentar las secuelas biológicas
del COVID-19 y los problemas sociales ante el incremento del desempleo, carestía
de los productos de la canasta básica, violencia, contaminación y otros, situaciones
que con su incremento revelan que no habían desaparecido, sino más bien se
agudizaron, se ocultaron temporalmente por la fuerza mediática de la pandemia..
Con lo
expuesto, no basta analizar la pandemia como expresión de un problema de salud,
sino reconocer y reflexionar las causas que la agudizaron, recepcionaron
y prolongaron. Es necesario hablar de la sindemia, es
decir, de la combinación y expresión de las condiciones económicas, sociales,
culturales, de salud y ambientales preexistentes. Se agudiza con la pobreza, la
baja escolaridad, la falta de condiciones adecuadas de vida y servicios
básicos, las desigualdades, exclusión, discriminación, inequidades, falta de
empleo, bajos salarios y otras, que afectan principalmente a los sectores
sociales en condiciones de vulnerabilidad.
En tal
sentido, el presente artículo se enfoca en desarrollar como componentes: el
contexto de la pandemia, las políticas sociales ante la pandemia, de la
pandemia a la sindemia, el papel del Trabajo Social y
su aporte a la comprensión de la sindemia; para con
ello contextualizar las tensiones en la formación académica de grado ante la sindemia y finalizar con elementos reflexivos a manera de
conclusión. Esperando llenar el cometido, se somete a su digna consideración,
desde una óptica del Trabajo Social guatemalteco.
Desarrollo
1. El
contexto de la pandemia y las políticas sociales
Desde el
surgimiento del COVID-19, su declaración como pandemia, su gestión,
participación en diferentes Webinar para abordar las incidencias
del fenómeno en la cuestión social, el análisis permanente con colegas vinculados
al campo de la salud pública, con estudiantes de grado y postgrado y con
organizaciones comunitarias y vecinales, se sistematizan una serie de
reflexiones a la luz de bregar por más de cuarenta años en una profesión
dinámica, ante los retos y desafíos que presenta la sociedad, las
contradicciones y paradigmas que la explican. En este apartado se comparten algunos
elementos críticos que exponen las tendencias de las políticas sociales frente
al COVID-19, en el contexto guatemalteco en particular y que, sin lugar a dudas, refleja lo sucedido en otros países de la
región.
Según lo
planteado en el artículo sobre La
Naturaleza y especificidad del Trabajo Social, un desafío por enfrentar; reflexiones
para el debate, publicado por la revista Katalysis (Díaz
2006), el Trabajo Social necesita accesar al
conocimiento amplio y complejo para situarse en la realidad, enfrentar y vencer
una serie de estereotipos y estigmas asignados desde su especificidad, a pesar
que el orden mundial trata de deslegitimar
a las ciencias sociales en general, haciendo gala de la misma postmodernidad y
su proceso de cambio de paradigmas ideológicos, paralelos a los cambios en los
modelos económicos.
La
especificidad de la profesión, a diferencia de muchas otras profesiones, hace
que tenga un espacio y cercanía privilegiada con la población. Lejos de los seres humanos individuales o
colectivos, la profesión se vuelve burocrática, sin romper el límite para
llegar a ser una profesión liberal. Eso no niega que dentro de su contribución
al bienestar de los sectores poblacionales ayuda a la reproducción social, y de
hecho a que con los programas de redistribución del ingreso que aún existen, el
capital gaste menos en el pago de los salarios, aprovechando el salario social
que se brinda a través de las políticas sociales sobrevivientes, o a costa del
aporte de los propios ciudadanos, como sucede actualmente con las políticas
neoliberales, que priorizan el poder local, el desarrollo local y la
autogestión como forma de empoderar a la población pero también de desresponsabilizar al Estado de muchas de sus obligaciones.
(Díaz 2006)
Por supuesto,
en la práctica concreta, se evidencia la falta de efectividad de la planificación
estratégica para garantizar la protección social y el bien común, al manifestar
sus debilidades para enfrentar contingencias, cada más complejas, y a dejar a
la población en un marco de incertidumbre, desasosiego y desencanto que aún genera
incertidumbre en lo que quede de la pandemia y para enfrentar la pos pandemia, pues aún está presente el COVID 19, aunque se
invisibilice en los medios de comunicación, en sentido inverso a cuando surgió.
Las
políticas sociales denotan que, en
general, se formulan para tiempos normales, abstraídas y formuladas desde
realidades racionalistas y burocráticas, sin contemplar amenazas crecientes y
contingencias, enraizadas en la debilidad de la salud pública, variable importante dentro de los derechos y el
desarrollo humano, que opacó la vigencia de otras políticas sociales que se han
plantado en el Estado como entes omnipresentes y se fetichizan en la
legitimidad del poder público, pero que una ola de contagios cada vez más
incontrolables, al menos en la región y en Guatemala, en particular, evidenciaron
su carácter focalizado y politizado, sin mostrar las fortalezas y alcances
atribuidos, en su ejecución como política de Estado, gobierno, municipio o
territorio.
En el contexto de la pandemia se
generan políticas sociales emergentes, con fines paliativos y clientelares, que
apartan a instituciones que tienen las competencias para integrarse y orientar
los procesos, como el apoyo de las mismas Escuelas de Trabajo Social[1],
centrando todo en el actuar de los ministerios del ejecutivo, principalmente el
de Desarrollo Social y Economía. Según la OMS, el término «inmunidad colectiva»
(también llamada «inmunidad de grupo») se refiere a la protección indirecta
contra una enfermedad infecciosa que se consigue cuando una población se vuelve
inmune, ya sea como resultado de la vacunación o de haber presentado la
infección con anterioridad. La OMS apoya la postura de lograr la inmunidad
colectiva mediante la vacunación, no permitiendo que una enfermedad se propague
en un grupo demográfico, ya que ello daría como resultado que se presentaran
casos y defunciones innecesarios. (OMS 2020)
En el proceso
se transitó del bien común, la protección al derecho a la salud y la vida,
hasta la responsabilidad individual, lo cual poco a poco se convirtió en un
enfoque perverso e inhumano, alrededor de tentáculos de la ineficiencia y hasta
corrupción, sesgando muchas de las acciones del sacrificio colectivo, en
beneficio de sectores tradicionales de poder económico y que, a pesar de las
restricciones establecidas, tuvieron un trato preferencial para no ser
afectados, no parar el consumo de la población y constreñir la economía
nacional.
Las políticas
sociales se debilitaron en su efectividad, cediendo ante la economía pandémica
y la ansiedad financiera que logra permear a las autoridades para priorizar la
recuperación económica y que asume el retorno a la normalidad, sin atender
otras necesidades básicas o servicios. El miedo y la ansiedad por el contagio y
la pérdida del empleo funcionan como doble epidemia en sí misma, de salud y del
miedo, a lo que contribuye el manejo mediático centralizado y aislamiento a los
medios independientes. Muchas enfermedades crónicas y carencias sociales pasan
a un segundo plano, o se toman como condicionantes de desenlaces por el COVID-19,
y, de paso, provoca un centralismo otrora superado, bajo los principios
democráticos de transparencia, rendición de cuentas y de participación
ciudadana.
La gestión de
la pandemia agudiza la desigualdad, dando lugar al surgimiento de iniciativas
en lo privado y social para amortiguar necesidades básicas de la población
vulnerable en situación de pobreza, en forma paliativa y espontánea, focalizada
más en la dotación de alimentos, lo que genera la refilantropización
de la acción social, al llenar los vacíos que no alcanza a cubrir el Estado y
sus políticas sociales.
A finales del
año dos mil veintiuno, ya existían varios prototipos de vacunas, y gracias a
los países amigos se recibieron donaciones, que fueron puestas a disposición de
la población, más rápido que los lotes de vacunas compradas, pero fueron insuficientes
para cubrir a la población en general. Esto sembró dudas en la población por
falta de abastecimiento oportuno y falta de información, lo cual puso en riesgo
permanente a los ciudadanos, sin que los estados de calamidad y las compras sin
licitación lograran satisfacer sus necesidades y expectativas de protección.
La pandemia denota
la existencia de condiciones de vulnerabilidad de sectores sociales que están
en el límite y las debilidades de muchas políticas sociales en su concreción
institucional, la ausencia de programas sociales, en tanto en el imaginario
colectivo y universo simbólico, la salud se focaliza, pero carece de los
mecanismos de rendición de cuentas, auditoría social y participación ciudadana
para incidir en la gestión.
El desencanto
de la población ante la desesperanza por un sistema de salud colapsado, sin
medicamentos, con médicos sin equipo de protección adecuados, ni salarios
dignos y con la carencia de instalaciones adecuadas destinadas para atender la
emergencia, dando lugar a la improvisación por cuestiones estructurales y
coyunturales, ante el incremento del número de infectados por COVID-19, evidencia
que la salud pública tiene carencias y limitaciones, y no responde a la imagen
de valor público que regularmente se le atribuye, pasando la factura de lo que
se ha dejado de hacer en décadas y la falta de previsión y legitimación en la contingencia
sanitaria con resultados concretos.
Muchas familias
lloran a sus seres queridos fallecidos durante la pandemia[2],
otros entraron a situación de desempleo, o arrastran secuelas del COVID-19 en
su economía y calidad de vida, como trabajadores, emprendedores, dueños de
pequeños negocios, hoteles, restaurantes y medios de transporte, a diferencia
de los que recibieron la protección permanente del Estado y mejoraron sus
ingresos por las oportunidades surgidas o subsidios recibidos. Ello genera el debate
por el manejo político de la pandemia, la priorización y calidad del gasto y la
aparente mejora del sistema de salud, que posteriormente se desnuda y se
convierte en una ilusión pasajera hasta que se asume la posición de presidente
de la República de Guatemala dijo en un mensaje a la nación: hemos hecho todo
lo posible, ahora depende de ustedes, o les da o se salvan. colapsando en el
imaginario social la posición sentada de defensa del bien común y la vida.
Durante el
confinamiento y con las restricciones a la movilidad, esta se dejó a cuenta y
riesgo propio, y a pesar de pagar precios altos por los servicios de
transporte, taxis, Uber, eso no garantizó conservar el trabajo y la estabilidad
del empleo; se produjeron cesantías o
suspensiones para muchos trabajadores; los servicios de salud y seguridad
social colapsaron con el incremento de los
contagios y hospitalizaciones derivadas
de la agudización de la pandemia, tampoco fueron suficientes las ayudas
humanitarias focalizadas. Todo ello afianza el debate sobre la calidad y
cobertura del Estado como proveedor de salud y garante de los servicios básicos
en momentos de crisis sanitaria, así como la calidad del gasto, costo de
oportunidad, valor público, justicia social, derechos humanos, calidad de vida
y empleo,
La pandemia afectó
a miles de familias por las secuelas en la salud, fallecidos, además de poner
en riesgo el sustento al quedar sin empleo la persona encargada del
sostenimiento de la familia, o al haber fallecido; sin embargo, los impuestos
no se suspendieron como pedía la sociedad, ni se exoneró el pago de los
servicios básicos, castigando a las familias al asumir sus altos costos y
enfrentar sus necesidades básicas sin la certeza laboral de un ingreso digno y
permanente.
Derivado del confinamiento,
surgen prioridades que aún no encuentran respuestas consistentes, al retomar
las acciones planteadas en los marcos de políticas sociales, como las
alternativas de subsistencia familiar, violencia intrafamiliar, violencia
contra la mujer, maltrato infantil, y violencia contra la niñez y adolescencia,
embarazos en adolescentes, salud mental por problemas económicos enfrentados y
producto del encierro, problemas de salud en general y del COVID-19, en
particular, acceso limitado a la salud pública y a la seguridad social, que al
primer trimestre del año 2023 no se recuperan.
Fueron
visibles las limitaciones para la obtención de medios tecnológicos y la
conectividad para asumir la educación a distancia, la atención a personas adultas
mayores confinados por edad y enfermedades crónicas, migración, trata de
personas, extorsiones, ciberacoso e incremento de la delincuencia, atención a la
niñez y adolescencia y personas mayores en situación de calle. Se dificultó el
combate contra el hambre en poblaciones vulnerables, exclusión social e incremento
de los nuevos pobres temporales así también a la atención de problemas de
movilidad para accesar al trabajo, disposición de
servicios públicos, sin subsidios, ni suspensión de pagos. En cuanto a la salud
se enfrentó el incremento de contagios y desatención al control de vacunas, desabastecimiento
del sistema de salud y acceso a medicamentos; prestación de servicios públicos
con apoyo de las municipalidades, falta de políticas públicas municipales
respecto a albergues, cuidado y protección de población vulnerable y servicios
básicos.
Lo anterior ha
sido complejo dentro de en un país multiétnico, plurilingüe y multicultural, con
marcados índices de pobreza y pobreza extrema, exclusión, desigualdad, falta de
oportunidades e inequidades, lo que evidencia la necesidad de atención
pluridimensional efectiva, pronta e integral. Varios programas sociales
emergentes de contingencia tomaron como referencia la vivienda y los servicios
públicos sin considerar la heterogeneidad existente al respecto, lo que dio
lugar a acaparamiento de las ayudas por los propietarios de las viviendas o a
nombre de quienes estaban los servicios de energía eléctrica, que no eran los
inquilinos o habitantes reales.
Los desafíos de
las políticas sociales en lo que resta de la pandemia y en la pos pandemia son múltiples e impredecibles, por lo que se
enfrenta la incertidumbre, la innovación
y el emprendimiento, en forma crítica y propositiva desde el Trabajo Social, para
convertir los aspectos negativos en herramientas positivas, en el impulso del
desarrollo humano y el bien común, al contribuir a la atención efectiva de las
necesidades y problemas de la población en general, asumir la visión integral
de la problemática desde la especificidad, y aportar a la conceptualización y
caracterización de la sindemia desde las
consecuencias de la pandemia.
2. El
papel del Trabajo Social durante el COVID-19
Lo planteado
hace recordar a Norberto Alayón, cuando afirma; …el Trabajo Social emerge para
atenuar y aliviar los problemas de la gente y contribuir - de ese modo- a
evitar la aparición de conflictos. (Alayón 1988). Por supuesto, esa concepción
ha evolucionado, sin embargo, es importante afirmar que cuando se labora en
instituciones de salud, se hace y hará en la primera línea, al atender los
servicios y llegando a las comunidades más recónditas a ubicar a las personas
que deben guardar cuarentena, para facilitar que la ayuda social llegue a los
sectores indicados, o participando en los procesos de promoción de la salud, constituyendo
parte del personal silencioso que sin más que su convicción, su humildad y su
compromiso profesional, expone su propia seguridad y la de su familia, a cambio
de contribuir efectivamente al bien común. En la práctica concreta, esto puso
en riesgo a los profesionales y sus familias, incluso con desenlaces fatales.
Muchos
profesionales estuvieron y se mantendrán con sus aportes al frente de programas
de salud pública en instituciones del Estado y en organizaciones de desarrollo;
acumulan lecciones aprendidas de sus contribuciones a los cuidados de la salud
comunitaria e individual. Eso hará que, en unos años, se compartan experiencias
sistematizadas con las nuevas generaciones, para asumir el reto planteado por
Boris Lima, cuando refirió que: …la naturaleza del Trabajo Social reflejaba su
vacío epistemológico en el poco interés por esforzarse en la conceptualización
de los principios, de los objetivos que orientarían su quehacer profesional, de
los elementos teóricos a utilizar y, por lo tanto, de la metodología a
instrumentar para hacer frente a la problemática social donde tendría que
operar. (Lima 1988)
Habrá mucho que sistematizar y
compartir, por ejemplo, las estrategias de educación en Trabajo Social que se
ha realizado en forma virtual. Con base en ello, es necesario formular la
pregunta que cobra cada vez más vigencia, ¿se ha preparado a los egresados para
las contingencias y la incertidumbre, o no se propicia, dentro de las
competencias blandas, la actitud para enfrentar la incertidumbre, con
creatividad, con responsabilidad por sí mismo y los suyos, o si el temor a la
pandemia suspendió o modificó los fundamentos epistemológicos, teóricos,
metodológicos y axiológicos? Un reto para la misma academia,
Según Díaz, …la naturaleza y
especificidad del Trabajo Social se impregna de su desempeño ligado a lo
humano, en sus múltiples dimensiones.
Asume una direccionalidad en su práctica al estar cerca de lo sensible,
lo consciente, lo fraterno, lo espiritual, lo cotidiano, las carencias, la
producción de satisfactores a las necesidades; la interrelación de individuos y
grupos en el escenario social, sus condiciones y determinaciones. Por eso se
vincula a los escenarios y problemas de poder, dominación, de opresión,
pobreza, bienestar, injusticia y desigualdad que niegan a las grandes mayorías
la plena felicidad y bienestar, que marca la calidad de vida de las personas,
estableciendo su inclusión o exclusión de la distribución de la riqueza. (Díaz 2006)
El
neoliberalismo y mercadocentrismo han marcado el
devenir de la intervención del Estado en cuanto a la situación multidimensional
de las necesidades y expectativas ciudadanas; en época de pandemia, se retoma el
enfoque asistencialista por la emergencia y la intencionalidad de impulsar
programas que, más que reconocer derechos, atienden estados situacionales en
conglomerados con potencial caudal electoral. Todos los programas surgidos
durante la pandemia fueron cuestionados, pero finalmente aceptados, por lo que se
requiere la evaluación, seguimiento y monitoreo necesarios para evidenciar la
efectividad propuesta, y dimensionar el análisis del fenómeno enfrentado para
ver si se sigue lo dictado por los organismos internacionales y gestores
políticos, o si se redimensiona poniendo en juego el saber profesional.
3.
De
la pandemia a la sindemia en la visión profesional
Lo expuesto presenta elementos de
análisis interdisciplinario en respuesta a lo direccionado desde los organismos
internacionales de salud y los entes rectores de la salud pública nacional, quienes
sesgaron las diferentes manifestaciones de la pandemia al ámbito de la salud
pública y la bioseguridad, sin enfatizar en las interrelaciones de los aspectos
sociales, económicos, culturales, espirituales y ambientales; privilegiando el enfoque
de las ciencias de la salud (médico), para enfrentar la pandemia el cual fue
uno de los principales actores para su mitigación y tratamiento en medio de las
limitaciones existentes.
Ante el origen y efectos de la
pandemia, desde el paradigma socio crítico, cabe reflexionar acerca de las
condiciones existentes previo a la pandemia, las cuales facilitaron su
expansión y aumento de riesgos. Indudablemente, muchas de las situaciones de
vulnerabilidad como la pobreza, las desigualdades, exclusiones e inequidades,
así como problemas concretos como falta de escolaridad, condiciones de higiene,
agua potable, disposición de espacios físicos amplios y seguros para mantener
el distanciamiento físico, entre otros, dejaron claridad de que el virus no se
multiplicaba solo, sino que se instalaba con mayor facilidad donde existía
hacinamiento, aglomeración, falta de precaución, poca higiene y agua para el
lavado de manos y la prevalencia de las necesidades primarias para trabajar a
costa de observar los cuidados recomendados.
Todo lo
planteado hizo conciencia en que los esfuerzos para detener la pandemia, sus
causas y consecuencias desde el punto de vista biomédico, no eran suficientes
porque se enfrentó una sindemia, según Horton (2020),
citado por Plit y Sánchez. Para dicha afirmación, se utilizó la
propuesta del modelo “sindémico”, desarrollado en la
década de 1990 por el antropólogo Merrill Singer, para señalar que la pandemia del
COVID-19 se da más en ciertos grupos sociales dependientes de patrones
predominantes de desigualdad en las sociedades actuales. Horton insiste en que
el término sindemia es útil para prestar atención a
su origen social. (Horton 2020), llamando la atención a que las medidas que se
tomen deben equilibrar las condiciones de desigualdad y su interacción entre
factores sociales, económicos, culturales, ambientales y biomédicos.
Con base en lo
anterior, es necesario considerar, de manera crítica, la contribución posible
que se deriva de la Agenda 2030 y los 17
Objetivos de Desarrollo Sostenible, sus 169 metas y 230 acciones (ONU 2018); esto
con el objetivo, al menos racionalmente, de establecer condiciones para subsanar
las carencias y desigualdades, exclusiones, inequidades y privaciones que
predominan en las mayorías poblacionales de la región latinoamericana, que en
términos de Klisberg (2004), es de los continentes
más ricos y con las mayores desigualdades.
La sindemia supera el enfoque de epidemiología social que
privilegia el estudio de los problemas de salud enfermedad y su relación con
situaciones sociales que les condicionan. El 27 de enero de 2019, 40 expertos acuñaron
en la revista The Lancet el término de «sindemia global» para referirse a tres pandemias que
afectan a la mayoría de las personas en todos los continentes: obesidad,
malnutrición y cambio climático. En septiembre de 2020, el editor jefe de la
revista médica The Lancet, Richard Horton, publicó un
artículo donde indica que la COVID-19 no sería una pandemia, sino que la
naturaleza sindémica de la amenaza a la que se enfrenta
la sociedad requiere un enfoque matizado, si quiere protegerse la salud, y hace
hincapié en que es importante el modo en el cual afecta a los diversos orígenes
sociales, dadas las condiciones existentes.
A finales del
mes de octubre 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llama a las
ciencias humanas a incorporarse en el abordaje del COVID-19 como problema
social, en tanto afectaba situaciones ambientales, de empleo, familia, sistema
productivo y distributivo, la gobernanza y la movilidad social entre otros.
Aunque las respuestas de abordaje no se hicieron visibles en el corto plazo, lo
cierto es que en poco tiempo se produjeron cambios significativos en la vida
cotidiana, así como en los procesos económicos, sociales, culturales,
políticos, educación, comercio y tantas otras esferas que vinculan la pandemia
con la complejidad de la cuestión social y lo humano, desde la misión del
Trabajo Social y las ciencias sociales en general.
Descodificando
el término sindemia, se evidencia que proviene de la
suma de las palabras sinergia y epidemia, lo que demuestra el nexo de dos
enfermedades que convergen en condiciones de vulnerabilidad y afecta la
situación de salud de las personas, por las desigualdades y las precariedades
que les afectan. De esa forma, para términos biomédicos, la pandemia continúa
demandando su atención con los nuevos brotes, cepas, variantes y subvariantes. Socialmente, la sindemia
debe ser analizada con una visión holista e interdisciplinaria, tratando de
encontrar propuestas de abordaje, solución, mitigación de las causas
estructurales y coyunturales que marcan las diferencias en la calidad de vida
de la población para evitar mayores daños en el presente y en el futuro. Actualmente,
se sigue en pandemia, enfrentando sus secuelas, mismas que se interpretarán de
mejor forma desde el abordaje de la sindemia, que
integra los diferentes factores sociales económicos, políticos, culturales y
ambientales que favorecen su incidencia y sitúa los factores de riesgo en
contextos determinados con situaciones de vulnerabilidad para la población.
Flexibilizar
la perspectiva paradigmática permite explicar la sindemia
y retomar la visión holista de los hechos sociales y el contexto de la pandemia,
a fin de dimensionar la posición y consecuencias en los sectores vulnerables y cómo
la pandemia se expande por la prevalencia de determinados factores existentes
en escenarios concretos, antes, durante y después de la contingencia. Dicha
visión debe insertarse como fundamento del análisis de los factores
condicionantes y determinantes de todo problema sanitario, o de cualquier
naturaleza, en el entendido que, si bien tiene sus especificidades que abordan
las ciencias ligadas a su esencia, las condiciones y consecuencias requieren
del abordaje de otras disciplinas que aporten a su comprensión y solución, o al
menos contribuyan a encontrar alternativas en los procesos de construcción
posible.
Esa situación
justifica su abordaje crítico desde las ciencias sociales en general y desde el
Trabajo Social en particular. Lo importante es que la profesión incorpore la
visión externa que complemente la perspectiva de la pandemia y replique, de
manera integral, aspectos biomédicos y sociales, para no desnaturalizar sus
fines y objetos de intervención e investigación desde su naturaleza y
especificidad. Claro está que la pandemia y la sindemia,
aunque reflexionadas críticamente, no disminuyen las desigualdades, y ambas
requieren, en su seguimiento, propuestas que den lugar a soluciones viables y mecanismos
que minimicen los riesgos y permitan prevenir las consecuencias en contextos
territoriales concretos. Desde los espacios existentes, el Trabajo Social puede
contribuir a esa misión, aportando a la dignificación de la vida, la atención
sanitaria y el abordaje de los condicionantes y determinantes sociales.
La crisis
sanitaria, enfrentada como pandemia, crea temor y ansiedad también en docentes
y estudiantes, quienes padecieron el contagio, el confinamiento, las secuelas
sociales, políticas, culturales, religiosas, económicas, las limitaciones a la
movilidad, suspensión o aforos para las distintas actividades. La ruptura de lo
cotidiano y la alteración de las relaciones temporales y espaciales entre las
familias, el traslado del trabajo al
hogar y el asumir las responsabilidades de prevención, conllevó a la agudización
de problemas estructurales y coyunturales, que emergen de nuevo y evidencian la
perversidad del sistema económico prevaleciente,
situación que no puede obviarse, el aislar la crudeza del COVID-19, a la visión
exclusiva de disciplinas y organizaciones de la salud, que si bien
cumplieron un loable papel en el proceso, es necesario reflexionar el fenómeno
de manera integral y multidimensional, en
sus múltiples condicionantes y determinantes, por lo que es necesario abordarlo
como sindemia. (Díaz 2021)
4. Tensiones
en la formación académica de grado durante la sindemia
En medio de
todo lo descrito, a partir de la aparición del primer caso de COVID-19,
conforme las disposiciones gubernamentales, la Universidad de San Carlos de
Guatemala y universidades privadas del país, determinaron suspender la
presencialidad de sus actividades académicas, solo con el permiso de regresar
efímeramente a nivel administrativo por turnos o sectores esenciales en épocas
determinadas. Sin embargo, la actividad docente y de investigación de las
unidades formativas, por disposición institucional, se asumió desde el
teletrabajo, trabajo remoto o modalidad virtual, hasta la fecha[3];
lo cual motivó diferentes reacciones en docentes, estudiantes, investigadores,
tesistas y personal de apoyo.
Con dichas
decisiones, se garantizó la continuidad de los procesos formativos inherentes a
la formación del sector estudiantil de Trabajo Social de grado y postgrado, y de
las distintas unidades académicas. El trabajar desde casa arrastró diferentes
inconvenientes del teletrabajo, como la irrupción de la privacidad del hogar y
prolongación de la jornada, subsidiando al empleador al tener que suplir desde
el equipo de trabajo, la conectividad, insumos y enfrentar las inquietudes
estudiantiles que proliferaron por WhatsApp, correo electrónico o plataforma
Moodle; sin límites de horario, lo que provocó el agotamiento del personal docente
y sector estudiantil.
Todo ello generó tensiones insospechadas,
inconformidades permanentes entre el ser y el deber ser de la actividad
formativa. Simultáneamente, se tuvo que participar en capacitaciones de temas
reiterados sobre formación por competencias (para programar, ejecutar y evaluar
la docencia virtual), uso de herramientas digitales, plataformas y elaboración
de material de apoyo que se acoplara a las circunstancias.
No todo fue positivo,
pues hubo resistencia ante una u otra situación entre las personas que se
acomodaron a los medios virtuales y quienes demandaban la modalidad tradicional;
finalmente, se tuvieron que conocer y utilizar herramientas determinadas, generando
tensiones en su adopción, acoplamiento y comprensión, pues resultaba más fácil para
para el sector estudiantil que para el sector docente, salvo excepciones. Las
personas enfrentaron en distintos niveles la brecha la brecha digital, independientemente de la generación a que se
pertenezca, por las mismas situaciones derivadas de la sindemia.
Queda pendiente evaluar al retornar, si vuelven todas las personas del sector estudiantil
y docente a la presencialidad, o se cambia la formación a una modalidad
híbrida.
Las tensiones
se agudizaron dependiendo de la disponibilidad del equipo y conectividad en
casa, entre lo obsoleto y lo moderno, con limitaciones de internet o con
procesos actualizados y optimizados que facilitaron la conectividad y
cumplimiento de las responsabilidades encomendadas, o la disposición a la
inversión para la mejora de condiciones. Aún hay acoplamientos al respecto,
cuando se espera que al final de la pandemia, la sindemia
constituya una herramienta de análisis que no podrá obviarse, aún se regrese a
la presencialidad que indudablemente no será igual a la tradicional, o bien, dentro
de una educación híbrida, que se presenta en el horizonte, con nuevos desafíos
y dinámicas.
Actualmente,
de cara al año 2023, se habla de la educación en modalidad híbrida, sin que se
tengan lineamientos claros al respecto, necesitando la construcción de
propuestas alternativas donde todos los sectores se involucren para alcanzar su
efectividad. Lo cierto es que ya genera incertidumbre y posiciones resistentes
a volver, en algunas personas acostumbradas a la educación virtual os, y otras
deseando retomar la presencialidad, por su poco dominio tecnológico, o
condiciones del teletrabajo; aunque en ambos casos se plantea la necesidad de
interactuar con el sector estudiantil para hacer efectivos los procesos
formativos.
En ese
contexto, no pueden obviarse las limitaciones de quienes estudian, pues podrían
presentar falta de dispositivos adecuados, limitaciones de conectividad y cámaras en mal estado, lo que justifica que algunas
no se prendan en las clases virtuales; mientras que para la presencialidad o
educación híbrida se enfrentarán los problemas del transporte, el tránsito en horas
pico, el empleo de mayor tiempo y la colisión del horario laboral, factores que
se prevé jugarán un papel importante para la asistencia a clases, sumados a la
incertidumbre por la disponibilidad de espacios físicos y volver a las aulas,
que en su mayoría superan números de 80 estudiantes, entre otros aspectos a
considerar.
En medio de
esas tensiones, entre el año 2020-22, la carrera de Licenciatura en Trabajo
Social obtuvo la acreditación académica y desde entonces trata de cumplir con
los requisitos complementarios, cuyo proceso se vuelve complejo por el trabajo
a distancia y las limitaciones para realizar actividades presenciales. Por
supuesto, con posiciones a favor y no tan convencidas por las circunstancias en
que se acredita cuando se manifiestan las falencias que aún se poseen respecto
a equipo, desarrollo de la investigación, calidad académica y otras situaciones
específicas, que se heredan de una administración a otra, lo cual desarrolla
una actitud escéptica al respecto que no levanta la voz, pero está latente, el
mayor entusiasmo lo tienen las autoridades salientes que necesitan justificarla
dentro de sus éxitos académicos, en tanto para la nueva gestión significa
cumplir los compromisos pendientes y mantener aulas con 40 estudiantes máximo,
para mantener la acreditación y la calidad académica proyectada.
La
acreditación por sí misma generó tensiones y, paralelamente, se emprendió un rediseño
emergente de la carrera, el cual avanzó sustantivamente, pero luego encuentra
un dilema entre el interés de su aplicación como crédito de una administración
temporal y la realidad que demandaba la vigencia del diseño existente y
sometido a la acreditación. Entre los vaivenes, los diferentes sectores no
encontraron puntos de encuentro armoniosos que potencializaran los procesos
institucionales, convirtiéndose en tensiones, hasta cierto punto, ineludibles e
irreconciliables.
En el
contexto nacional dentro de la Universidad de San Carlos, simultáneamente, las
diferentes unidades académicas formadoras de Trabajadores Sociales impulsaban
desde varios años atrás un proceso de homologación de su pensum de estudios,
con avances significativos de los Centros Universitarios y el deslinde de la
Escuela de Trabajo Social, que, a pesar de ser el ente rector, priorizó su
acreditación y el rediseño específico, lo que tensó las relaciones entre los
sectores involucrados. Con mayor claridad, en la actualidad, la nueva
administración define la vigencia del diseño curricular acreditado y su
involucramiento en favor de la homologación, lo que se supone armonizará en el
futuro los procesos formativos y disminuirá las tensiones existentes, que
pueden subsanarse antes o emerger de nuevo en la nueva presencialidad, en
cualquier modalidad que se asuma.
La evaluación de los procesos académicos
generó experiencias interesantes, pero también algunos desencuentros ante las
intenciones docentes y realidad estudiantil limitada por las condiciones de los
dispositivos empleados en la educación virtual y algunos inconvenientes
familiares, o del mismo sector estudiantil, derivados del contagio por COVID-19 y sus secuelas o
los factores condicionantes y determinantes de la sindemia.
Por otro lado, los procesos administrativos para la ejecución presupuestaria, asegurar
salarios, condiciones de trabajo y administración curricular, junto a
reinstalaciones laborales dictadas por los tribunales de justicia, ocuparon
mucho del tiempo de las autoridades, asumiendo los procesos en medio de la
dinámica del trabajo a distancia y realizando la gestión de recursos en medio
de la tensión generada por aspectos laborales, administrativos y académicos, en
medio de una gestión remota; situación que repercute en la asignación de carga
académica en diferentes grupos y funciones docentes y de investigación, lo que
incide en la atención estudiantil entre la planificación, ejecución, docencia,
investigación, evaluación y cumplimiento de funciones derivadas para
estudiantes y el personal académico y administrativo.
La transición
del trabajo presencial al trabajo remoto o teletrabajo,
requirió la toma de decisiones y generar directrices al respecto, que más se
dieron por espontaneidad y la buena voluntad de los sectores docentes y
estudiantiles que por disposiciones formales, bajo el claro compromiso de no
suspender la actividad académica que perjudicara la formación profesional.
Muchas de las herramientas digitales implementadas como apoyo a la docencia
ayudaron a distensar la relación docente-estudiante
en muchos casos, mientras el mantener las técnicas docentes tradicionales forzadas
en medios virtuales también mantuvieron un papel significativo que tensaba la
relación entre el sector docente- estudiantil- autoridades, y creando
situaciones de incomodidad.
Hubo resistencia
al cambio por parte de docentes con procesos dinámicos de temor, ajuste,
adaptación, soltura y dominio de competencias diversas alcanzadas por
autogestión y auto convencimiento, más que por práctica o formación específica,
ante las necesidades afrontadas en el proceso formativo con los estudiantes. La
resistencia al cambio por parte de estudiantes fue menor por su adaptación y
flexibilidad al manejo tecnológico, aunque se tuvo mayor resistencia en
estudiantes de mayor edad, no así en jóvenes que desarrollan creatividad y se
adaptan rápidamente al cambio y dominio tecnológico. Las resistencias desde el
sector estudiantil de grado se dieron más por la disponibilidad de los
dispositivos y el acceso a la conectividad, derivada de sus recursos económicos;
además que, en muchos casos, los dispositivos disponibles para recibir clases debían
compartirse con hermanos y hermanas, pareja, padre o madre, hijos o hijas.
Fueron pocos estudiantes quienes manifestaron disponer del dispositivo
específico de uso individual.
Se suma a las
tensiones mencionadas la extensión de la jornada laboral que limitaba, a pesar
de desarrollarse en forma virtual, la conexión de algunos grupos de estudiantes
que tuvieron jornadas diferentes en lo laboral y debían trasladarse en
transporte, taxis, vehículos o motos propios a su casa para accesar
a la clase. Por el lado docente, dependía de la gestión en el uso del tiempo,
dando lugar a pequeños desencuentros respecto a la dinámica que no se tenía en
la presencialidad.
La
reconversión del aula fue poco potencializada, por ejemplo, como aula invertida, porque las condiciones
existentes junto al poco hábito de lectura que prevalece en el sector
estudiantil y la ausencia de políticas académicas que la impulsen, generó
tensiones, cuando se asignaba por algunos miembros del sector docente, el sector
estudiantil hábilmente confrontaba y se inclinaba por la dosificación de la
lectura en función del escaso tiempo disponible, causando tensiones condicionadas
por el contexto de la inserción en la sindemia.
El uso de
plataformas y herramientas digitales, a pesar de que se dio, fue insuficiente,
dependiendo del uso que estudiantes y docentes le han dado según indicaciones
específicas; sin embargo, es notoria la demanda a que se brinde mayor
capacitación para su aplicación y dominio. La adaptación al uso, propiedades y
aplicaciones genera tensión ante herramientas nuevas para su optimización y los
temores normales entre si funcionaría o no, o las
pérdidas de conexión, que en todo momento genera ansiedad, ante los deficientes
servicios de internet y energía eléctrica existentes.
Queda pendiente
establecer una evaluación oportuna para determinar si se alcanzaron las
competencias esperadas, los indicadores de desempeño y si se aplicaron las
estrategias de aprendizaje, porque prevalecieron grupos de entre 60 hasta 150 estudiantes
por curso, lo cual limita el enfoque por competencias, a pesar de que existe el
estigma que la educación virtual es más fácil que la presencial, siendo al contrario,
y se prolongan, se extienden y producen desgaste a los actores del proceso de aprendizaje.
Ha sido
frecuente en la formación virtual en cada clase, cuando el docente asignado
aplica sus mejores esfuerzos y se encuentra con estudiantes que no prenden su
cámara, a pesar de indicaciones específicas, generando ansiedad sin saber si
efectivamente el no prender la cámara era porque realmente no funcionaba o manifiesta
una argucia para ocultar la simulación de su participación. En algunos casos, miembros
del sector estudiantil cuestionaban a algunos docentes que mantenían el nivel
adecuado de calidad y formación con parámetros altos, esto al manifestar su
preferencia por aquellos que aplicaban, con el apoyo de herramientas digitales
diversas, la excesiva gamificación en el aula virtual, dentro de las jornadas
presenciales. Sustituyendo el juego por el aprendizaje significativo, lo que se
agrava con el deficiente hábito de lectura.
El
teletrabajo influyó de muchas maneras en la salud mental de quienes llevaron el
del proceso educativo, llegando al extremo como estar expuestos al quemado
profesional o Síndrome de Burnout, con las consiguientes consecuencias en su
salud en general. Además de algunos daños secundarios por pasar mucho tiempo
sentado y afecciones de la vista fueron comunes.
El cambio
cultural en el uso de las fuentes documentales impresas en físico para accesar a las fuentes de información digital se extremó
durante la crisis sanitaria, abundando los repositorios, bibliotecas virtuales
y los E-book, difundiéndose con más fuerza, al ofertar fuentes diversas y
accesibles para todos. Al evaluar, será importante preguntar a estudiantes y personal
académico si el flujo digital de los documentos incrementó su lectura y cuántos
libros leyeron en el período. Eso superará la situación de riesgo de informalizar la educación virtual, remota o híbrida, para
mantener los estándares de calidad especificados en el diseño curricular del
futuro.
En muchos
casos, fue motivo de tensión cuando las autoridades académicas abordaban
tópicos de la educación remota o virtual, sin experiencia alguna en su manejo,
y proponían capacitaciones sin participar en ellas, lo que distanció la toma de
decisiones y la práctica docente en sí. Eso hizo que se aplicaran
procedimientos administrativos como si se estuviera en la presencialidad,
causando colisión entre la dinámica flexible que se pretendía y la rigidez de
los procedimientos a aplicar en lo docente-administrativo.
La extensión
de la jornada laboral colisionó con las exigencias del aprendizaje, pero, al
volver a la presencialidad, deberá cuidarse que esa jornada tome su cauce
normal y se enfrentará, otra vez, el dilema de si quedarse trabajando en
horario extendido o si se traslada lo pendiente para hacerse en casa, o bien,
si se logra el equilibrio entre lo laboral y el ámbito privado de estudiantes y
docentes, para recuperar las condiciones de salud mental que se han visto
seriamente afectadas durante la contingencia.
La tensión y
la distensión se pondrá en juego al cauce de las actividades académicas con el
dilema entre retomar la formalidad de los medios de aprendizaje o si se
mantendrán los medios digitales como prioritarios o complementarios. Retomar
las clases presenciales o híbridas, junto a las reuniones presenciales o
virtuales, lo cierto es que la dinámica de hacer una actividad a la vez pondrá
en juego la organización, sistematización y responsabilidad de cada persona,
pero pondrá el desafío de encontrar y generar los incentivos necesarios para
mantener el interés y creatividad ante los hábitos generados en el teletrabajo
y educación remota.
Las
exigencias laborales para quienes estudian y trabajan se intensificarán en
ambos aspectos desafiando la situación familiar y la academia, poniendo a
prueba o confirmando el abandono o deserción, siendo más afectadas las madres trabajadoras.
Asimismo, se concentra, de nuevo, el acceso a la educación superior en el área
de influencia de la unidad académica que se trate, lo que se amplió con la
educación virtual, dando acceso a estudiantes de todo el país, sin necesidad de
movilizarse a la sede física de la unidad académica.
Conclusión
Las reflexiones
expuestas en el presente artículo visibilizan los efectos sobre el COVID-19 y
su transición conceptual de la pandemia a la sindemia
y las consecuencias en los procesos formativos, sin aislar los fenómenos de
salud pública, de los condicionantes y determinantes sociales, económicos
culturales, espirituales, políticos y ambientales. El enfoque de la sindemia debe ser fundamentado y fortalecido desde la
docencia y la investigación para dar una perspectiva holista a los fenómenos
que afectan a la humanidad y, con base en ello, fortalecer los derechos y su
relación con las desigualdades que ponen en riesgo a poblaciones en situación
de vulnerabilidad ante cualquier contingencia.
Con base en
lo planteado, se confirma que la práctica profesional se vuelve cada vez más
compleja y no puede, ingenuamente, ser reducida a acciones desvinculadas de las
relaciones sociales que se dan en contextos determinados. Es necesario emerger
con nuevas competencias actualizadas, con propuestas claras y acciones
efectivas para acompañar a los distintos sectores de la población en el
ejercicio de sus derechos y en la participación como sujetos activos del
desarrollo humano y en la búsqueda del bien común; afianzando el proyecto ético
político a nivel profesional ante las secuelas del COVID-19, en la vuelta a la
presencialidad y los retos de asumir la educación híbrida, desde una concepción
holista de la sindemia.
Es
imprescindible pensar y proponer proyectos que, con apuestas académicas,
políticas y éticas, argumentadas y sólidas, incidan en las políticas sociales y
en los procesos de formación profesional, que orienten el desempeño fomentando
el debate con propuestas, incorporando las lecciones aprendidas en la sindemia. Eso facilitará la superación de los dilemas y
tensiones existentes en los procesos formativos de grado y postgrado, en la
modalidad virtual, remota, híbrida o presencial, con el objetivo de crear un
mundo donde quepan todos y se construyan respuestas a nuevas contingencias que
pongan en riesgo la vida, con competencias flexibles de acuerdo con su
naturaleza y especificidad.
Referencias
Alayón, Norberto, 1988. Perspectivas del Trabajo Social. Editorial Humanitas. Segunda
Edición. Buenos
Aires. Cuadernos de Servicio
Social.
Díaz, Julio César. (2006) Naturaleza y especificidad del Trabajo Social, un desafío pendiente por
resolver. Brasil. Revista Katalysis.
Díaz, Julio César, 2021. Tendencias de las políticas sociales en el contexto de la pandemia.
Revista Nueva Acción Crítica. Diálogos desde el Trabajo Social. Año No 5, No.
15. septiembre 2021. 12-21.
Heras,
Carmen, 2021. La profesión del Trabajo
Social frente al COVID-19. Colegio de Trabajo Social en Valladolid y Segobia.
Klisberg,
Bernardo, 2004. Más ética, más desarrollo.
Buenos Aires. Grupo Editorial SRL
Lima,
Boris, 1988. Contribución a la
epistemología del Trabajo Social. Buenos Aires; Hvmanitas.
La Scalzo, Flavio. Por el
colapso sanitario en Italia proponen no dar prioridad a los pacientes mayores
de 80 años con coronavirus. Spedali Civili en Brescia,
Italia, 13 de marzo de 2020. Reuters. https://www.infobae.com/america/mundo/2020/03/15/por-el-colapso-sanitario-en-italia-proponen-no-dar-prioridad-a-los-pacientes-mayores-de-80-anos-con-coronavirus/
Organización
de Naciones Unidas, 2018. Los objetivos
del desarrollo sostenible. Una oportunidad para América Latina y El Caribe.
Naciones Unidas-CEPAL. Santiago.
Organización
Mundial de la Salud OMS, 2020. Inmunidad
colectiva, confinamientos y COVID-19, 31 de diciembre 2020. https://www.who.int/es/news-room/questions-and-answers/item/herd-immunity-lockdowns-and-COVID-19
Plit, Laura. 9 de octubre 2020. BBS News Mundo. El COVID-19 no es una pandemia: los
científicos que creen que el coronavirus es una sindemia.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-54386816
Samayoa,
Claudia, 2021. No es una gripona, reflexiones desde el Covid.
Diario la Hora, 24-9-21 https://lahora.gt/opinion/claudia/2021/09/24/no-es-una-gripona-reflexiones-desde-el-covid-largo/)
[1] Aunque es importante reconocer que muchas de las unidades formadoras de Trabajo
Social se aislaron en el confinamiento y cuando hicieron alguna propuesta, fue
tardía y poco consistente.
[2] Al 30 de noviembre
19,950 guatemaltecos han fallecido por COVID-19. Más de 6 millones en el mundo.
[3] Aunque ya
varias unidades académicas están en actividad presencial, ante la toma
coyuntural que se vive en el Campus Central en la USAC, la Escuela de Trabajo
Social prolonga su actividad remota o virtual al menos durante el presente
semestre de enero a junio 2023.