Educación
escolar y COVID-19: Análisis desde
el
Trabajo Social en Puerto Rico
School education and COVID-19: Analysis from
Social Work in Puerto Rico
Yajaira Cedeño Nieves
Universidad Ana G. Méndez, Recinto de
Carolina, Puerto Rico
https://orcid.org/0009-0007-8753-3035
Irvyn
E. Nieves Rolón
Universidad Ana G. Méndez, Recinto de
Carolina, Puerto Rico
https://orcid.org/0000-0002-4218-0316
Natalie J. Pérez Luna
Universidad Ana G. Méndez, Recinto de
Carolina, Puerto Rico
https://orcid.org/0000-0001-6270-5741
Cómo
citar:
Cedeño Nieves, Yajaira, Irvyn E. Nieves Rolón y Natalie
J. Pérez Luna. 2023. Educación escolar y COVID-19: Análisis desde el Trabajo
Social en Puerto Rico. Revista Reflexiones.103. DOI 10.15517/rr.v102i00.54748
Resumen
Introducción: Un rendimiento académico positivo suele ser señal de
éxito académico y aumenta las posibilidades de que quienes tengan ese récord
estudiantil luego alcancen el éxito en su futuro profesional. Sin embargo, el
rendimiento académico del sector de estudiantes puede verse perjudicado por
factores como
el nivel
socioeconómico (NSE). En 2020, la pandemia por COVID-19 ocasionó el cierre de
varias escuelas en Puerto Rico, lo cual perjudicó mayormente a estudiantes con
escasos recursos que, incluso, dependen de los almuerzos ofrecidos en la
escuela para poder alimentarse adecuadamente y del equipo disponible en las
escuelas para poder realizar sus tareas.
Objetivo: Por consiguiente, el presente artículo tiene como
objetivo discutir el impacto de la pandemia por COVID-19 en la educación y el
rendimiento escolar de estudiantes con un bajo nivel socioeconómico en Puerto
Rico.
Método: En este artículo se analizaron investigaciones,
opiniones profesionales, la difusión en los medios que abordaron el fenómeno de
la pandemia por COVID- 19 y el impacto que tuvo en escolares puertorriqueños.
Dicha información fue analizada para aportar al trabajo social, la educación y
las ciencias sociales en general.
Resultados: Se documentó que la pandemia por COVID-19 exacerbó la
desigualdad social en estudiantes, incluyendo su acceso a la tecnología y a
materiales educativos. Muchas familias puertorriqueñas no contaron con los
recursos y materiales necesarios para acceder a las plataformas en línea
provistas por el Departamento de Educación. Esta situación aumentó los niveles
de desigualdad en la población infantil y limitó el progreso académico de los infantes
que viven en familias con un bajo NSE. Además, la crisis generada por el
COVID-19 ha provocado el cierre de un sinnúmero de escuelas con el fin de poder
controlar la expansión de la pandemia. El cierre de escuelas impidió que varios
infantes en situación de pobreza tuvieran acceso a una dieta saludable. En este
sentido, la niñez y juventud escolar estuvieron en un riesgo de inseguridad
alimentaria, lo que aumentó la probabilidad de que presenten, también, un bajo
rendimiento académico, así como riesgos en su salud física y mental.
Conclusiones: La pandemia por COVID-19 ha incrementado la
vulnerabilidad de las familias puertorriqueñas con un bajo nivel socio
económico, impactando negativamente el desempeño escolar de estudiantes
pertenecientes a estas. Es de suma importancia identificar estrategias para
trabajar esta problemática desde áreas como el Trabajo Social, la educación y
la política social para garantizar que las necesidades básicas y educativas de los
sectores estudiantiles puertorriqueños sean satisfechas.
Palabras claves: Intervención, Rezago académico, Pobreza, Nivel
socioeconómico, Pandemia.
Abstract
Introduction: A positive academic performance is usually a sign of
academic success and increases the chances that a student will succeed in his
professional future. However, a student's academic performance can be greatly
affected by socioeconomic factors such as climate and family socioeconomic
status. In 2020, the COVID-19 pandemic caused the closure of several schools in
Puerto Rico, which mostly affected low-income students who even depend on the
lunches offered at school to be able to eat adequately and on the equipment
available in schools to be able to perform their tasks.
Objective: Therefore, this article aims to discuss the impact of
the COVID-19 pandemic on the education and school performance of students with
a low socioeconomic level in Puerto Rico.
Method: This article analyzed research, professional
opinions, and media coverage that addressed the phenomenon of the COVID-19
pandemic and the impact it had on Puerto Rican schoolchildren. This information
was analyzed to contribute to Social Work, education, and social sciences in
general.
Results: It was documented that the COVID-19 pandemic
exacerbated social inequality in students, including their access to technology
and educational materials. Many Puerto Rican families did not have the
necessary resources and materials to access the online platforms provided by
the Department of Education. This situation increased the levels of inequality
in the child population and limited the academic progress of children living in
families with a low SES. In addition, the crisis generated by COVID-19 has
caused the closure of countless schools to control the spread of the pandemic.
The closure of schools prevented several children living in poverty from having
access to a healthy diet. In this sense, school children and youth were at risk
of food insecurity, increasing the probability that they also present low
academic performance, as well as risks to their physical and mental health.
Conclusions: The COVID-19 pandemic has increased the vulnerability
of Puerto Rican families with a low socioeconomic level, negatively impacting
the school performance of their students. It is extremely important to identify
strategies to work on this problem from areas such as social work, education,
and social policy to guarantee that the basic and educational needs of Puerto
Rican students are satisfied.
Keywords: Intervention, Academic lag, Poverty, Socioeconomic
level, Pandemic.
Introducción
La educación es un aspecto fundamental para el desarrollo humano y el
funcionamiento de las sociedades. En el
plano personal, los distintos niveles educativos, facilitan el desarrollo de
habilidades, conocimientos y actitudes que mejoran las posibilidades de
conseguir empleo o de continuar preparándose académicamente en el futuro (Barreto
Trujillo y Bermúdez 2017).
Uno de los criterios más utilizados para saber si quienes estudian están
aprendiendo es su rendimiento escolar o académico. El rendimiento académico se
define como el proceso técnico pedagógico que juzga los logros de la población
estudiantil de acuerdo con los objetivos de aprendizaje previstos. Por otro
lado, el rendimiento académico también puede ser visto como el producto que da
el estudiantado en el centro de enseñanza, ya sea considerado como éxito o
fracaso expresado, a través de notas o calificaciones (Sánchez de Gallardo y
Pirela de Faria 2009; Lamas 2015).
Se considera que los factores académicos y los factores contextuales o
demográficos son principales influenciadores del rendimiento académico. El
primero se refiere a las circunstancias escolares que favorezcan o dificulten
el aprovechamiento óptimo y, el segundo, refiere al acceso a recursos socioeconómicos
de la familia de quienes estudian, la educación de los encargados legales y otros
aspectos relacionados (Rodríguez Rodríguez y Guzmán Rosquete 2019).
Debido a la relación implícita del
trabajo social y su inmersión en el análisis e intervención de aspectos socioeconómicos,
así como las políticas sociales, el presente artículo se centra en la discusión
de los factores contextuales o demográficos en el rendimiento escolar de
estudiantes, específicamente, a partir de la pandemia por COVID-19 en Puerto
Rico.
El nivel socioeconómico (NSE) se refiere a la clasificación que tiene una
persona o su familia en una jerarquía de acuerdo con su acceso o control de
riqueza, poder y estatus social y, a su vez, es uno de los predictores más
importantes de logro educativo de la población estudiantil (Rodríguez
Rodríguez y Guzmán Rosquete 2019). También es definido como el conjunto de
condiciones que tiene el estudiantado para satisfacer las necesidades que
surgen mientras se encuentran en su desarrollo profesional. Por ejemplo, cuáles
son las condiciones económicas para poder costear gastos de alimentación,
vestuario, vivienda, transporte y otros. Si quien estudia logra satisfacer
estas necesidades exitosamente, se espera que su rendimiento escolar sea
también satisfactorio (Cruz et al. 2014).
Adicionalmente, el nivel socioeconómico del estudiantado depende, en
gran medida, del nivel de educación que alcanzaron sus padres, así como del
trabajo que estos tengan. Se ha demostrado que la descendencia de progenitores con
mayor escolaridad presenta una mejor ejecución académica que la de progenitores
con menor escolaridad (Calderón Aldana y González Citelli 2018). Esto puede
deberse a que los encargados legales que cuentan con un mayor nivel de
escolaridad tienden a crear ambientes más apropiados para el desarrollo del
aprendizaje. Además, las madres con educación superior se dirigen a su progenie
utilizando un vocabulario mucho más rico que el que utilizan las madres que no
alcanzaron niveles de educación superior. Esto contribuye que la niñez conozca
un vocabulario más amplio y que le facilite su aprendizaje (Calderón Aldana y González Citelli 2018).
Niños en
condiciones de pobreza en Puerto Rico e Impacto de la Pandemia por COVID-19
Según los estándares federales de Puerto Rico en 2020, un total de 394 mil infantes
se encontraban viviendo en condiciones de pobreza o están cerca de ella. Sus
familias tienen ingresos medios de $12,300, y 30% de estas no tienen acceso al
Programa de Asistencia Nutricional (PAN). Cabe señalar, además, que uno de cada
tres de estos menores vive en pobreza extrema en hogares con ingresos medios de
apenas $5,500 anuales (Enchanteugui Román et al. 2020).
El 56.4% de la niñez en Puerto Rico vive en hogares de familias que se
encuentran bajo el nivel de pobreza (Rosado Ortiz 2014). Las personas que viven
en condiciones de pobreza son más vulnerables, y poseen menos recursos y
oportunidades necesarias para desarrollarse y tener un futuro lleno de
bienestar y calidad. De hecho, son el sector de la niñez que más obstáculos
tiene en su desarrollo. De no intervenir el Estado y brindar las ayudas
necesarias a esta población, se estaría perpetuando el ciclo de desigualdad
para las futuras generaciones (Rosado Ortiz 2014).
Al eclosionar la pandemia, al igual que en la mayoría de los países del
mundo, comenzaron a tomarse medidas drásticas para contrarrestar
contagios. Una vez se decreta un cierre de funciones gubernamentales y
privadas debido a la pandemia por COVID 19, cierran también las escuelas y
comienzan a ofrecerse los servicios educativos con formatos en línea. Todas
estas implicaciones de la pandemia se sumaron a las deplorables condiciones vividas
en Puerto Rico, debido a los huracanes y eventos sísmicos que se habían enfrentado
recientemente (Meléndez s.f.). Este proceso inició de forma atropellada y luego
procuró dársele mayor estructura.
Hay que reconocer que la pandemia del COVID-19 implicó una
reorganización total en todos los niveles, incluyendo los servicios sociales y,
educativos (Instituto Nacional de Administración Pública 2020). Dicho de forma específica, la pandemia exacerbó la desigualdad social en todos los
niveles, incluyendo el acceso a la tecnología y a los materiales educativos
(Figueroa 2020). Esto,
sumado a todo lo anterior, requiere de gestiones complejas por parte de
profesionales del trabajo social (Cruz, Gómez y Rodríguez 2022).
Al analizar críticamente
la gestión del Estado, uno de los argumentos que se ciernen en torno a la
pandemia es que el Gobierno de Puerto Rico, por medio del Departamento de
Educación, no cumplió con su responsabilidad constitucional de proveer
educación a la niñez del País (Torres 2020). Planteado
de forma más contundente, «el derecho constitucional al acceso a la educación
en Puerto Rico se vio gravemente afectado a raíz de la pandemia del Covid-19.
Principalmente, el menoscabo a la educación fue causado por la falta de
previsión del gobierno» (Meléndez s.f.)
Al
hablar de la educación, también hay que considerar la crisis económica que le
afecta. Es importante destacar
que la crisis económica a partir del COVID también se experimentó en otros
países. Por ejemplo, en México, el 32.3% de las familias de hogares con niños y
niñas reportó una caída en sus ingresos durante la cuarentena, y el 15.2%
indicó estar en una situación de inseguridad alimentaria (ONU México 2020).
En el caso de Puerto Rico, según la Autoridad de Asesoría Financiera y
Agencia Fiscal (AAFAF), el impacto acumulativo de la pandemia en la economía de
Puerto Rico ha sido de aproximadamente 6,600 millones de dólares (AAFAF, 2021).
Sin embargo, no fue posible encontrar cifras que
reflejen la caída de ingresos en las familias puertorriqueñas durante la
pandemia.
Durante los pasados años, el sistema educativo de Puerto Rico ha tenido que
pasar por distintas situaciones generadas por fenómenos naturales. Por ejemplo,
los huracanes Irma y María en 2017, así como los terremotos en la región
suroeste a principios de 2020, los cuales ocasionaron que estudiantes
puertorriqueños estuvieran sin servicios educativos por periodos extensos
(Enchanteugui Román et al. 2020). La crisis generada por el COVID-19 ha
provocado el cierre de un sinnúmero de escuelas con el fin de poder controlar
la expansión de la pandemia. Aparte del impacto que puede generar la falta de
socialización en la niñez, la educación desde el hogar puede generar
diferencias significativas entre las familias, ya que habrá algunas que podrán
ayudar a su descendencia a aprender más que otras (Cifuente-Faura 2020). Al
tener que tomar sus clases desde el hogar, son los padres y madres quienes
pasan a ser los mayores responsables de la educación. Esta realidad se ve muy
perjudicada cuando quienes educan a su progenie no cuentan suficiente tiempo
para dicha tarea, o no cuentan con las aptitudes cognitivas o los conocimientos
necesarios para entender e impartir el material didáctico. Además, muchas familias
no contaron con los recursos y materiales necesarios para acceder a las
plataformas en línea provistas por el Departamento de Educación. Esta situación
aumenta los niveles de desigualdad en la población infantil y limita el
progreso académico de quienes viven en familias con un bajo NSE (Barrientos
Soto 2017).
El cierre de escuelas impidió, además, que quienes asistían a clases en
situación de pobreza tuvieran acceso a una dieta saludable, en este sentido, la
niñez y juventud escolar estuvo en un riesgo de inseguridad alimentaria. En
Puerto Rico, la población de la niñez y juventud dependen de los alimentos que provee la
escuela para comer de forma saludable, por lo que el cierre de escuelas causó
que no pudieran comer saludablemente. De hecho, el acceso a almuerzo escolar
está muy asociado con mejoras en el rendimiento académico de estudiantes. Por
lo tanto, si quienes estudian experimentan inseguridad alimentaria, es muy
probable que presenten también bajo rendimiento académico, así como riesgos en
su salud física y mental (Barrientos Soto 2017).
Por otro lado, no asistir a las escuelas aumenta la brecha que existe entre
la población estudiantil de niveles socioeconómicos más altos y los más bajos,
en cuanto a las habilidades matemáticas y de alfabetización. Por ejemplo, el
cierre de escuelas ha provocado que se cancelen varias sesiones de evaluación que
son dirigidas por especialistas en educación. Estas evaluaciones brindan
información acerca del desarrollo estudiantil y les permite a los progenitores
ver las dificultades de aprendizaje que los menores pueden estar teniendo. Barrientos
Soto 2017), indica que de no realizarse se podría estar perjudicando el futuro
académico de los menores, ya que los progenitores desconocen qué áreas de
aprendizaje se deben reforzar y quienes tienen un bajo NSE muchas veces no
cuentan con el conocimiento necesario para enseñar a su progenie en las áreas
del aprendizaje que no dominan. Asimismo, el proceso de tomar clases a distancia
requiere que el estudiantado cuente con ordenadores u otro equipo electrónico
para poder conectarse a sus clases y realizar tareas, así como con una conexión
a internet confiable. Sin embargo, el alcance que tiene el estudiantado que
vive bajo un NSE bajo para adquirir estos materiales es sumamente limitado, lo
que repercute, al mismo tiempo en limitaciones para poder realizar sus deberes
y alcanzar un mejor aprendizaje.
Cabe señalar, además, que una de las poblaciones más afectadas por la
pandemia fue la compuesta por familias monoparentales. El 78% de la niñez bajo pobreza
viven en familias monoparentales lideradas en su mayoría por mujeres.
Lamentablemente, muchas de estas familias monoparentales no cuentan con alguien
más que les apoye a sobrellevar las cargas de educación en línea y llevar a
cabo el cuidado infantil. Durante la cuarentena es mucho más difícil salir en
búsqueda de familiares que le puedan ayudar a cuidar de los menores o de
solicitar los servicios de cuido. Esta realidad puede llevar a estos progenitores
a tener que renunciar a su trabajo para poder cuidar a menores y ayudarles en
el proceso de educativo en el hogar. Lo anterior generó una mayor pérdida de
ingresos durante la pandemia (Enchanteugui Román et al. 2020).
Una de las consecuencias más serias que puede tener la pobreza en el sector
estudiantil es la deserción escolar. Existe un vínculo muy fuerte entre el
abandono escolar y el estado socioeconómico de una persona. Una gran cantidad
de estudios empíricos han demostrado que estudiantes provenientes de un nivel
socioeconómico bajo tienen mayor probabilidad de abandonar sus estudios que quienes
que provienen de niveles socioeconómicos medios y altos (Espinoza et al.,
2012). Por ejemplo, estudiantes con un bajo NSE pueden decidir que es mejor
abandonar sus estudios para así comenzar a trabajar a una edad temprana. En
adición, adolescentes con un NSE bajo son más propensos a pensar que las
dificultades económicas de sus padres no les permitirán continuar con sus
estudios y que las condiciones de vida son una barrera para conseguir el éxito
profesional, por lo que suelen optar por comenzar a trabajar en vez de
continuar sus estudios (Chalacán-Velásquez y Delgado-Portilla 2020).
En el caso de Puerto Rico, la deserción es un reflejo de la relación entre
la educación, la desigualdad y la pobreza. De hecho, la pobreza causa grandes
consecuencias a nivel individual, ya que evita que se puedan satisfacer las
necesidades y que se puedan desarrollar las capacidades plenamente (Rosado
Ortiz 2014). Según la tesis de este mismo autor, en la Annie E. Carcy
Foundation se afirma que cuando en una comunidad incrementa la pobreza, se
reducen las oportunidades de éxito y aumentan las condiciones adversas para que
haya un desarrollo adecuado de la niñez.
El Departamento de Educación reveló que la tasa oficial de estudiantes
entre grado 10 y grado 12 que abandonan la escuela superior es de 40%. El
abandono de los estudios es más común en el grado diez (14 a 16 años), donde
ocurre el cambio de escuela intermedia a escuela secundaria (Barrientos Soto
2017). Asimismo, el abandono escolar tiene un impacto directo en las
posibilidades que tiene la población estudiantil de vivir bajo pobreza en el
futuro. Por lo tanto, completar la escuela secundaria es muy importante para
que se reduzcan las brechas de desigualdad social (Barrientos Soto 2017).
Implicaciones
para la profesión del Trabajo Social
Luego de discutir el fenómeno de la pandemia por COVID-19 y cómo se
relaciona con el bajo aprovechamiento académico, deserción escolar y su
vinculación con la pobreza, es importante resaltar la pertinencia de
profesionales del trabajo social en el análisis e intervención. Ante ello, se
debe comprender que el contexto histórico es relevante para atender las
secuelas de este problema. Primeramente, es posible describir que la ciudadanía
contó con unas expectativas de recuperación que, al pasar los días, semanas y
meses, se tornó en una desesperanza generalizada. Y es que, por largos años
recibiendo los haberes del estado benefactor se llegó a pensar que se habitaba
en un país próspero (Rey-Hernández 2019) Ciertamente, las condiciones
económicas de Puerto Rico han sido invisibilizadas por cada gobierno de turno,
y no fue hasta un letargo prolongado a raíz de estos fenómenos inesperados que
surgió el inicio de un despertar ciudadano.
Como detonante, se suma el evento de
la Pandemia por COVID-19, que además de las implicaciones económicas, también
tuvo un fuerte impacto en la población de la niñez y juventud escolar,
incidiendo en la falta de acceso a los servicios de educación a distancia en
familias de escasos recursos. Como se ha discutido, la limitación hacia los
servicios de educación perpetuó el rezago académico en el estudiantado y de
igual modo impidió satisfacer algunas necesidades básicas tales como la
alimentación.
Una de las principales problemáticas a visibilizar como producto del bajo
aprovechamiento académico y niveles de pobreza a raíz de la mencionada pandemia
es el desarrollo de problemas sociales que complejizan las circunstancias de la
ciudadanía. Dentro de ellos, se encuentran las conductas ilícitas en las cuales
muchos jóvenes incurren para satisfacer sus necesidades básicas. Desde un punto
de vista sociológico, los niños y niñas
que viven en la pobreza, por consiguiente, limitados para satisfacer sus
necesidades básicas, pueden encontrar un refugio en la economía informal o en
la ilícita, lo que produce un incremento en los niveles de criminalidad en la
sociedad (Rey- Hernández 2019). En este sentido, desde el trabajo social se
debe problematizar si las medidas para atender al sector estudiantil bajo el
nivel de pobreza propician otros problemas sociales, como lo son la
criminalidad y el consumo de sustancias ilícitas.
Otra de las implicaciones para la profesión del trabajo social es fungir
como especialista en educación. Por ejemplo, las ayudas económicas como las
becas deben mantenerse dirigidas a apoyar al estudiantado del sistema de
educación. Cuando estudiantes con un bajo nivel socioeconómico reciben este
tipo de ayuda, se reduce su desventaja inicial con respecto al resto de
estudiantes (Borja Choi 2018). Sin embargo, quienes se especializan en
trabajo social, deben ser cautelosos al momento de proponer las ayudas
económicas como la solución idónea para atajar la problemática de accesibilidad
de estudios que se enfrenta desde el espacio estudiantil. El apoyo económico
debe ir acompañado de un proceso evaluativo que garantice el alcance para
quienes lo necesitan. Evadir este paso puede tener como implicación una mala
distribución de los recursos de apoyo y, por consiguiente, la exclusión del estudiantado
y sus familiares inmediatos.
Es importante resaltar que quienes se especializan en trabajo social cuenta
con las competencias profesionales para desarrollar y dirigir un proceso
evaluativo que propicie la distribución de apoyo económico equitativo hacia la
niñez y juventud escolar. Sus destrezas relacionadas con la investigación
permitirían identificar y determinar la existencia del problema y su magnitud.
También, determinar cuáles serían las alternativas para atender la situación
del estudiantado en sus diferentes niveles. También, al desarrollar el plan de
intervención, más que atender una emergencia y satisfacer una necesidad
económica, se encarga de delinear un plan de intervención fundamentado en la
autosuficiencia de familiares inmediatos del estudiantado. Este principio es
esencial para derrotar el asistencialismo y, por consiguiente, la pobreza.
Por otro lado, las intervenciones realizadas por profesionales del trabajo
social, en este contexto, inciden en el proceso de orientación para que el
estudiantado y sus familiares inmediatos desarrollen opciones y tomen decisiones
educativas. Un buen ejemplo sería
reforzar y facilitar el acceso de estudiantes a servicios de orientación
académica. En muchos casos, estudiantes con un bajo nivel socioeconómico que están
a punto de ingresar en la Universidad desconocen la existencia de ayudas
económicas y deciden no continuar estudiando, ya que piensan que no podrán
costear los elevados gastos de estudio. El estudiantado con un mayor nivel
socioeconómico tiene mayor acceso a información educativa en el hogar acerca de
cuándo y qué estudiar; por lo tanto, es de gran importancia que se fomente una
orientación completa a estudiantes de bajos recursos acerca de las opciones que
tienen para su futuro académico, ya que no suelen tener acceso a estas
herramientas (Borja Choi 2018).
Otros aspectos para considerar son la elaboración de las políticas
públicas. En Puerto Rico se debe impulsar la creación de políticas
públicas que puedan facilitar la educación de estudiantes de bajos ingresos y
atender la vulnerabilidad que presenta la niñez debido a la falta de
tecnología. Las políticas públicas deben enfocarse en promover el acceso al
internet, ya que muchas familias no pueden comprar equipo como computadoras o
pagar una mensualidad de internet. El Departamento de Educación debería de
llegar a un acuerdo con las compañías privadas proveedoras de servicio de
internet para que estas flexibilicen el cobro de los servicios de internet a
las familias con un bajo NSE (Enchanteugui Román et al. 2020)
De esta forma, quienes se especializan en trabajo social deben participar
en la elaboración de políticas sociales, para lograr influir en
su formulación. También se deben involucrar en la implementación del análisis y
la evaluación relacionada con el derecho a los servicios del estudiantado y su
familia inmediata. Como profesionales hay un llamado a participar y abogar por
la práctica de políticas antiopresivas para lograr cambios en esos entornos (Council on Social Work Education 2022). Esto aportaría
soluciones que brindaran mayor acceso a materiales como computadoras y cualquier otro equipo escolar. El
Gobierno y los centros educativos deberían fomentar aún más el préstamo de
computadoras, libros y otros materiales indispensables para los estudios y para
poder reducir las desigualdades económicas que hay entre estudiantes y esto
solo se puede garantizar desde las políticas sociales.
Reconociendo las
influencias históricas, sociales y económicas, la participación en la
elaboración de políticas sociales debe garantizar que el estudiantado cuente
con los recursos humanos e instrumentales para que puedan alcanzar el nivel de
competencias académicas esperado. De igual forma, se debe inmiscuir la práctica
investigativa para guiar la participación política. Este ejercicio incluye mirar otras realidades
sociales semejantes a la propia y emular aquellos proyectos sociales con buenos
resultados.
Utilizando la evidencia científica, se debe sustentar la importancia del asunto
relacionado con las necesidades nutritivas y de aprendizaje de estudiantes que se
encuentran más desfavorecidos. Aquellos
estudiantes con necesidades económicas que recibían ayuda en ese ámbito desde
la escuela y que podían suplir sus necesidades alimentarias en el comedor
escolar deberían recibir un vale canjeable o un servicio de entrega de alimentos a
domicilio para que puedan continuar recibiendo sus alimentos y disfrutando de
una alimentación nutritiva sin que se vea interrumpida en momentos de
aislamiento escolar. De esta manera, se podría atender el problema de
inseguridad alimentaria que afecta a la niñez y juventud escolar en el país (Morales
2021).
Es de gran importancia, también, que el estudiantado que no posee internet
o acceso a dispositivos electrónicos pueda continuar aprendiendo. En este
sentido, el profesional del trabajo social, bajo el rol de educar y orientar,
debe guiar al personal docente hacia la ejecución de prácticas inclusivas. Quienes
cumplen la labor educativa deben tener en cuenta que deben fomentar la
inclusión, y tener en mente que no todas las personas que estudian tienen las
mismas facilidades para acceder a los recursos educativos en línea (Cifuentes-Faura
2020). El estudiantado puede llegar a sentir frustración al no tener las mismas
oportunidades de acceso al material que el resto y al sentir que no pueden entender
el material de estudio, ya que quienes cumplen con la labor educativa no están
presentes para ayudarles. Para que las personas estudiantes puedan aprender
efectivamente a pesar de sus limitaciones económicas, las personas a cargo de
la labor educativa deben ajustar su material de aprendizaje a las necesidades
del estudiantado y mantener contacto directo constante con sus progenitores. De
esta manera, la formación académica de la niñez no se verá perjudicada.
Asimismo, los legisladores deberían ofrecer una ayuda regular a las
familias con bajos ingresos y que tengan descendencia para que sus necesidades alimentarias
se vean satisfechas en todo momento y se reduzca la pobreza infantil (Cifuentes-Faura 2020). Es
importante contextualizar que, además de las ayudas económicas, el gobierno
debería proveer las condiciones para que los progenitores puedan contar con un
empleo. En Puerto Rico, se condicionan las ayudas gubernamentales al ingreso,
por lo que una familia que desee trabajar corre el riesgo de ser excluida de
las ayudas federales. Se debe
priorizar el acceso a la educación a toda la niñez y juventud sin excepción,
promoviendo la disponibilidad de la tecnología y que se cuente con los recursos
para hacerlo. El gobierno debe garantizar, además, los derechos económicos y
protecciones sociales a las familias más vulnerables tendiendo a estimular la
incursión de las familias en el ambiente laboral en vez de penalizarlo.
A manera de conclusión, la situación económica de la isla durante los
últimos años ha causado que estudiantes que se encuentran en edad escolar se
vean limitados en su desempeño. Esto debido a las limitaciones que muchas
familias experimentan por la falta de empleo o por tratarse de familias
monoparentales que muchas veces no cuentan con el apoyo de otras personas para
poder cuidar de los menores. La pandemia por COVID-19 aumenta la vulnerabilidad
de estas familias con un bajo NSE y aumentan el riesgo de que el sector
estudiantil no puedan desempeñarse académicamente en su máximo potencial, ya
que muchos no cuentan con los recursos electrónicos para poder tomar las clases
online. El Gobierno y el Departamento de Educación deben tomar medidas que
reduzcan la brecha que existe entre estudiantes con un bajo y un alto NSE.
Medidas que logren satisfacer las necesidades básicas de esta población y que
como resultado mejoren su desempeño escolar.
En Puerto Rico aún no se han realizado estudios que reflejen exactamente
cómo se ha visto afectado el rendimiento académico de esta población luego de
que comenzaran a tomar las clases en línea. Por lo tanto, es muy importante que
se realice un estudio en el que se evalúe cómo fue su desempeño en comparación
con años anteriores en los que las clases eran presenciales. Asimismo, en el
estudio se debe comparar cómo fue el rendimiento académico de los estudiantes
con un bajo NSE en comparación con estudiantes de NSE medio o alto. De este
modo, se podrá determinar si el rendimiento académico de la población
estudiantil con un bajo NSE es la más afectada en Puerto Rico. De acuerdo con
los resultados que se obtengan, se deben ajustar e incorporar políticas que
garanticen una educación que sea igualmente accesible para toda la niñez independientemente
de su nivel socioeconómico. También deben realizarse estudios que reflejen cuán
grande fue la caída de ingresos en las familias puertorriqueñas con menores
durante la pandemia, y así poder determinar si el rendimiento académico es
proporcional a esta caída de ingresos.
Es importante recordar que en Puerto Rico, y en el mundo entero, la
desigualdad social aumenta la vulnerabilidad de los infantes. Por tal motivo,
es imprescindible que se tomen medidas que protejan y fomenten su calidad de
vida, y así se prevenga la deserción escolar, entre otras consecuencias. Con la
labor conjunta de sanas medidas Gubernamentales y el compromiso de los padres y
madres, es posible mejorar la calidad de vida de la niñez y garantizarle un
futuro favorable para su desarrollo.
Conclusiones
El análisis realizado logra refleja que la pandemia por COVID-19 exacerbó
la desigualdad social entre estudiantes, incluyendo su acceso a la tecnología y
a materiales educativos. Muchas familias puertorriqueñas no contaron con los
recursos y materiales necesarios para acceder a las plataformas en línea
provistas por el Departamento de Educación. Esta situación aumentó los niveles
de desigualdad en la población infantil y limitó el progreso académico de los menores
que viven en familias con un bajo NSE. Además, la crisis generada por el
COVID-19 ha provocado el cierre de un sinnúmero de escuelas con el fin de poder
controlar la expansión de la pandemia. El cierre de escuelas impidió que infantes
en situación de pobreza tuvieran acceso a una dieta saludable. En este sentido,
la niñez y juventud escolar estuvo en un riesgo de inseguridad alimentaria, lo
que aumentó la probabilidad de que presente también un bajo rendimiento
académico, así como riesgos en su salud física y mental.
En definitiva, la pandemia por COVID-19 ha aumentado la vulnerabilidad de las
familias puertorriqueñas con un bajo nivel socio económico, impactando
negativamente el desempeño escolar de los estudiantes pertenecientes a estas.
Es de suma importancia identificar estrategias para trabajar esta problemática
desde áreas como el trabajo social, la educación y la política social para
garantizar que las necesidades básicas y educativas de la población estudiantil
puertorriqueña sean satisfechas.
Contribución de las
personas autoras
Yajaira Cedeño Nieves:
Autora principal del presente artículo. Desarrolló la idea original Compiló una
serie de investigaciones relacionadas con el efecto de la pandemia por COVID-
19 y sus implicaciones para la educación en Puerto Rico.
Irvyn E. Nieves Rolón: Coautor. Desarrolló los ejes temáticos, aportando contenido
crítico relacionado con el impacto de la Pandemia por COVID-19 y la educación
en Puerto Rico Colaboró en la revisión y
edición del proyecto.
Natalie J. Pérez Luna:
Coautora. Identificó literatura adicional relacionada con el tema del artículo.
Aportó en el análisis de la
literatura y argumentaciones expuestas con particular énfasis en la seguridad y
bienestar de las familias y la niñez. Colaboró en la revisión y
edición de escrito final.
Apoyo financiero
El presente
artículo fue realizado con los recursos financieros propios de cada persona
autora. No se recibió financiamiento particular.
Referencias
AAFAF. 2021. «El impacto económico del COVID-19 en Puerto Rico ronda
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