Construcciones ideológicas sobre la
psicología clínica en contexto de (contra)reforma psiquiátrica
Ideological constructions surrounding clinical psychology in a context of psychiatric
(counter)reform
Valeria
Sancho Quirós
Escuela de
Psicología, Universidad de Costa Rica,
San José, Costa Rica
https://orcid.org/0000-0002-6603-6001
Fecha
de recepción: 04 de octubre del 2023
Fecha de aceptación: 6 de mayo del 2024
Cómo citar:
Sancho Quirós, Valeria. 2025. Construcciones ideológicas sobre la psicología
clínica en contexto de (contra)reforma psiquiátrica. Revista
Reflexiones. 104 (1). DOI 10.15517/rr.v104i1.56845
Resumen
Introducción: En 1990, Costa Rica inició la reestructuración de los
hospitales psiquiátricos. Este artículo se interesa en sus implicaciones en el
campo de acción de la psicología, según lo comprenden personas profesionales de
la disciplina.
Objetivo principal: Reflexionar sobre las construcciones ideológicas de
personas especialistas en psicología clínica en torno a su rol profesional.
Método y técnica: Se aborda la ideología en su dimensión sociológica,
comprendida como una autodefinición compartida grupalmente, que permite
coordinar prácticas en relación con otras personas profesionales de la salud,
al igual que las aseguradas. Se aplicaron entrevistas semiestructuradas a cinco
personas profesionales en psicología, así como fuentes primarias documentales.
Resultados: Se describen cambios y tensiones en la construcción
ideológica del rol de especialista en psicología. Se destacan las relaciones de
padrinazgo con la psiquiatría y los intentos de diferenciación profesional, en
el marco de proyectos centrados en la funcionalidad y la rehabilitación.
Asimismo, se destacan rivalidades y alianzas con otras profesiones de la salud
mental.
Conclusiones: En el contexto de reforma, las personas especialistas
parecen debatirse entre el cercamiento de su campo de trabajo, los proyectos
interdisciplinarios y los reclamos de protagonismo. La promoción de un modelo
de derechos humanos ha ido de la mano con la expansión del campo profesional de
la psicología, pero sectores del gremio han respaldado posibles contrarreformas
psiquiátricas, en aras de la negociación y la construcción del consenso.
Palabras clave: Derechos Humanos, Psicología, Salud mental, Psiquiatría,
Reforma Social.
Abstract
Introduction: Costa Rica started a reorganization of psychiatric hospitals in 1990. This paper is
interested in the implications of this process on
psychology’s scope of action. Objective: Reflecting on
ideological constructions of specialists in clinical psychology, pertaining to their
professional role.
Method and technique: Ideology is addressed in its sociological scope, as referred to a group’s shared
self definition which allows it
to coordinate practices in relation to other mental health professionals and ensured persons. Semi-structured
interviews with five psychology specialists, and the analysis of
primary documental sources.
Results: Changes and tensions in the ideological constructions surrounding the role of Specialist
in Clinical Psychology are described. The relation of sponsorship
with Psychiatry, and efforts to differentiate
from this discipline within the framework
of projects centered on functionality
and rehabilitation are highlighted.
Rivalry and alliances between mental health professionals are also put into focus.
Conclusions: In the context of reform,
Specialists in Clinical Psychology seem to be torn between
the enclosure of their field
of work, interdisciplinary projects, and claims of protagonism.
The promotion of a model based
on human rights has gone hand in hand
with the expansion of the
professional scope of psychology, but a part of
the psychological guild has recently supported a possible psychiatric counterreform, in the name of
negotiation and consensus building.
Keywords: Human Rights, Mental Health, Psychology, Psychiatry, Social Reform.
Introducción
En 1990, Costa Rica suscribió la Declaración de Caracas
(OPS/OMS 1990), el primer estándar interamericano que ofreció un sistema de
protección de los derechos humanos de las personas en condición de
internamiento psiquiátrico. Caracas criticó la atención psiquiátrica
convencional, dando pie a un proceso internacional de reestructuración
psiquiátrica continúa en proceso. Con la reforma hospitalaria, surgieron
programas de desinstitucionalización, rehabilitación, promoción de la salud e
intervención en crisis, construidos como alternativas al modelo asilar. Este artículo se
interesa en las consecuencias de esta reforma en el campo de acción de la
psicología, según es interpretado por personas profesionales en clínica y otras
áreas profesionales de la salud mental, con las que disputan y dialogan.
El artículo reflexiona
sobre las construcciones ideológicas de profesionales en psicología clínica
insertas en hospitales psiquiátricos públicos, en torno a las atribuciones de
su profesión. Se parte de
una comprensión de la ideología como una «fantasía de mapeo o narrativa
mediante la cual el sujeto individual inventa una relación vivida con sistemas
colectivos»
(Jameson 1989, 204). La ideología se comprende, así como
una narrativa o relato fantasioso que permite al sujeto situar su posición en
un orden social que no ha creado. El texto profundiza en la dimensión sociológica de esta narrativa (Eagleton 1997), referida aquí a la identidad profesional, y
su relación percibida con prácticas materiales incorporadas en instituciones;
en el caso que aquí nos interesa la psiquiátrica y la universitaria. Para fines
de la investigación, esta dimensión se abordó en su aspecto discursivo,
vinculado a las «autodefiniciones compartidas grupalmente que permiten que sus
miembros coordinen sus prácticas sociales en relación con otros grupos» (Van Dijk 1999, 52).
Las construcciones ideológicas así comprendidas son
discutidas a través del análisis de cinco entrevistas semiestructuradas
aplicadas a personas psicólogas profesionales en la rama clínica, quienes
ejercen en dos hospitales psiquiátricos públicos del país: el Hospital Nacional
Psiquiátrico y el Chacón Paut. Además, el análisis
documental incluyó artículos científicos, programas de estudio, relatos
históricos, testimoniales y literarios, pronunciamientos gremiales, proyectos
de ley; así como fuentes secundarias vinculadas a la historia de la psicología
en América.
Las entrevistas indagaron en las relaciones con otras
profesiones de la salud mental, la división del trabajo y su vinculación con
modelos de atención distintos. Los años de experiencia laboral variaron entre
treinta a diez, aproximadamente. Las personas entrevistadas se han desempeñado
en áreas diversas de los hospitales, abarcando jefaturas, servicio externo,
programas de rehabilitación, atención en emergencias, y otras. Aquí se las
refiere utilizando pseudónimos para proteger la confidencialidad. Por este
motivo, se caracteriza a cada una con información general, procurando que no
sean fácilmente identificables.
Padrinazgo interdisciplinar: el
Servicio de Psicología en el modelo tradicional
El rol de la psicología clínica en
programas públicos de salud mental difícilmente puede comprenderse fuera del
marco de su relación histórica con el gremio psiquiátrico. El movimiento de higienismo mental, liderado por la psiquiatría
estadounidense, sostuvo que la causa de los problemas sociales e
interpersonales yacía en el desajuste individual, y encontraba sus bases en las
biografías personales (Danziger
1990).
Al atribuirse una misión preventiva,
el higienismo mental expandió el campo de acción de
los psicólogos (Sancho, 2022; Agüero y Correa, 2018). Estos construyeron su
nicho profesional en el campo de la personalidad, un concepto clave para el
movimiento. Las décadas de 1930 a 1950, así, vieron el desarrollo internacional
de una psicología que ponía énfasis en el estudio y medición de la personalidad
(Adis 1994). Gonzalo Adis
Castro, conocido como el «padre» de la psicología costarricense, se formó con
estas preocupaciones, al cursar sus estudios en Berkeley, Nueva York.
Adis Castro reconoció a un psiquiatra,
Fernando Quirós Madrigal, como «precursor» del campo de la psicología en Costa
Rica. Su rol en la organización de la Secretaría de Higiene Mental en 1938, y
su interés en el recurso terapéutico, le valieron este título. Quirós
estableció una relación de «padrinazgo» con Adis
en 1957, cuando el último ingresó al equipo de trabajo del Asilo Chapuí, la primera institución de este tipo en el país, y
que décadas después pasaría a conocerse como el Hospital Nacional Psiquiátrico
(HNP).
A ojos de Adis,
este vínculo fue determinante en la relación entre la psicología clínica y la
psiquiatría costarricenses (Adis 1984). Quirós, Adis, y Gonzalo González, colaboraron a nivel profesional y
académico, soñando inclusive con establecer una cátedra conjunta de psiquiatría
y psicología. Después de 1965, tras la apertura de una residencia en
psicología, siguió siendo común que residentes de ambos servicios compartieran
cursos y docentes (Adis 1991). A pesar de esto,
testimonios de profesionales en psicología de la época sugieren que la actitud
de Quirós fue excepcional, ya que predominaba un sentido de superioridad por
parte de las personas profesionales en psiquiatría (Calvo, et al. 2010).
López-Core (2013, 59) describe la
relación entre la Especialidad en Psicología Clínica y la Especialidad en
Psiquiatría como «la más cercana históricamente» en el campo de la salud mental
costarricense, atribuyendo las causas de este vínculo a dos condiciones que
persisten hasta el presente: la primera es la cooperación interdisciplinaria en
cursos compartidos y luego, la práctica conjunta en centros asistenciales No
obstante, desde sus orígenes, esta fue una relación desigual, marcada por la
temprana dependencia de la psicología respecto a la disciplina psiquiátrica.
Los psiquiatras del Hospital
Nacional Psiquiátrico (HNP) fueron responsables de posicionar la demanda por la
extensión de los servicios psicológicos hospitalarios, particularmente en
calidad de psicometristas. Esto se hace evidente en
la medida en que, al crecer el número de psiquiatras en la planilla del HNP
iniciando la década de 1980, también aumentaron las referencias realizadas a
psicología. (López-Core, 2015). Previo a la conformación del Colegio de Profesionales
en Psicología (CPPCR) en 1977, la comunidad de especialistas accedió a
credenciales otorgadas por el Colegio de Médicos. Aunque inicialmente los
términos de esta inclusión fueron desventajosos para la psicología, en
comparación con la medicina, la incorporación también trajo beneficios con
respecto al resto de profesionales en psicología.
Se ha planteado que los y las
especialistas en psicología llegaron a conformar una «especie de élite que
pretendía defender su posición basada en credenciales otorgadas por sus
estudios mucho más especializados para ejercer en el área clínica, psicoterapéutica
y de diagnóstico». Fue en el marco de esta defensa que se creó la Asociación
de Psicología Clínica y Psiquiatría (APCP), en 1971 (Calvo et al. 2010,
208-209)
Una discusión que tuvo lugar dentro
de la Asociación fue la carencia de exámenes de laboratorio basados en
criterios objetivos, que permitieran corroborar o descartar el diagnóstico
psiquiátrico en trastornos de la personalidad. En estas conversaciones, se
destacó el aporte de personas psicólogas clínicas, vinculando la administración
de pruebas psicológicas con una mayor confiabilidad del diagnóstico diferencial
(Zannini 1984). De esta forma, el trabajo de los
especialistas psicométricos ofreció una fuente de legitimación científica de
las prácticas de intervención psiquiátricas.
Del hospital psiquiátrico a la
universidad:
El Chacón Paut,
segundo hospital psiquiátrico público del país nació como un anexo del HNP en
la década de 1950. Este funcionó sin Servicio de Psicología hasta la década de
2000, por lo que los primeros desarrollos de la especialidad se dieron en el
HNP. El Servicio de Psicología del HNP operó como un espacio de formación desde
1965, antes de que el sistema de universidades públicas del país ofreciera el
bachillerato o la licenciatura en psicología.
El Comité de Evaluación, convertido
en 1969 al Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP), sirvió inicialmente
como un nexo entre el Servicio de Psicología del HNP y la Universidad de Costa
Rica (UCR) -la universidad pública más grande del país, que abrió sus puertas
en 1941-. El Comité de Evaluación nació en 1957, tras las gestiones iniciales
de una comisión conformada, entre otros, por el psiquiatra Fernando Quirós,
Gonzalo Adis Castro, y Mariano Coronado, reconocido
higienista mental (Sancho 2022), para estudiar la posible apertura de un
departamento de psicología. Inicialmente, este centro operó bajo el encargo de
diseñar las pruebas de admisión a la universidad. Además, se le atribuyó la
tarea de diseñar programas para cursos de psicología dirigidos a otras carreras
(Calvo et al. 2010).
Adis, primer director técnico del Comité
insistió en que se oficializara el carácter específicamente psicológico de su
trabajo, lo cual logró en 1961, cuando se lo llamó Centro de Investigaciones
Psicológicas. Posteriormente transformado en instituto, el IIP fue la primera
instancia académica en posicionar a la psicología como una disciplina
científica en el país (Adis 1994).
Pronto el IIP expandió su actividad,
adoptando un enfoque epidemiológico para investigar temas de salud mental,
vinculados al trabajo en el servicio hospitalario. Esta línea de trabajo
influyó en el primer programa de la Escuela, imprimiéndole un «sesgo» favorable
a la psicología de la salud (Adis 1994). En un
principio, había pocas diferencias entre la Escuela de Psicología (EPS) de la
UCR y el IIP, pues las dos instancias compartían aproximadamente dos tercios de
su personal (Calvo et al. 2010).
La Especialidad en Psicología
Clínica, de su parte, fue avalada por el HNP y la Junta de Protección Social de
San José hasta 1976. En este año, se consolidó el Programa de Posgrado en
Especialidades Médicas (PPEM), que opera bajo un convenio entre la Caja
Costarricense de Seguro Social (CCSS) y la UCR. El PPEM posibilitó que algunos
programas de residencias hospitalarias fueran diseñados en la UCR y aprobados
por la institución, que tuvieran como su unidad base a la Escuela de Medicina,
y fueran impartidas por personal de la universidad (Sancho y Venegas 2019).
El PPEM, sin embargo, excluyó –en un
primer momento- a la Especialidad en Psicología Clínica. Adis
Castro se ocupó entonces de formalizar el entrenamiento a nivel de posgrado,
acercándose a la Escuela de Psicología. Según sugiere López-Core (2013), Adis presentó el programa de Posgrado en la EPS en 1979,
buscando el aval y soporte administrativo de esta unidad. No obstante, según su
testimonio, la propuesta fue rechazada.
Brechas formativas y profesionales
La ocasión y circunstancias
concretas donde pudo haberse dado el rechazo de la especialidad en psicología
clínica, por parte de la EPS, no quedan claras. Al revisar actas de Asamblea de
Escuela del año 1979, no se logró ubicar alguna sesión en la que se discutiera
dicho programa[1].
Cabe señalar no obstante que, según la lectura de Adis,
la Escuela de Psicología pareció atravesar «cambios en el énfasis y la
orientación» de sus programas en pocos años (Adis
1994, 24). Por entonces, las personas docentes trabajaban en un perfil de
«psicólogo integral» y sin énfasis, para la Licenciatura en Psicología, donde
la salud era sólo una de las áreas de formación. Con esto, la EPS marcaba un
distanciamiento respecto a la visión de Adis, ya que
él concebía a la psicología esencialmente como una ciencia de la salud.
Eventualmente, Adis se dirigió a la Escuela de
Medicina, donde impartía el curso de Psicología Médica. Allí, su programa fue
recibido de manera favorable, llevando a la inclusión dentro del PPEM.
En cuanto al cambio de enfoque en la
EPS, en 1994, Adis ofreció una interpretación
retrospectiva:
En
épocas de tranquilidad y estabilidad es el individuo el que asume la
responsabilidad de sus problemas adaptativos. En épocas de inestabilidad y de
crisis, por otra parte, se tiende a responsabilizar al sistema por las
dificultades adaptativas del individuo. Así, correspondiendo más a una época de
inestabilidad y de crisis social... la Psicología Social se orientó hacia el
estudio y búsqueda de soluciones a estas crisis sociales.
Todo
lo anterior muy probablemente influyó para que… con el consecuente cambio del
momento, la presencia de nuevos profesores y de nuevas inquietudes, se hiciera
necesaria la revisión y el cambio de los programas de estudios… [que] se
orientaron más hacia… una Psicología Social que trata de comprender y buscar
soluciones a la crisis social (Adis 1994, 24).
En la cita anterior, Adis sugiere una equivalencia entre el enfoque de
psicología de la salud y el abordaje psicológico centrado en la responsabilidad
individual y la adaptación. Aquí, el binomio salud-individuo se opone al
binomio social-sistema, para caracterizar dos momentos de la EPS: uno de
cercanía al Servicio de Psicología del HNP, y el otro de distancia.
El modelo de psicología desarrollado
en el IIP había mantenido cierta homogeneidad durante sus primeros años de
existencia, esto fue posible dada la predominancia del personal formado en
Estados Unidos. No obstante, las décadas de 1960 y 1970 vieron un crecimiento
constante y acelerado de las ofertas en educación superior pública en el país,
que llevó a un cambio en los perfiles políticos y sociales del cuerpo docente.
La demanda de profesionales
favoreció la inserción de personas docentes exiliadas por las dictaduras del
Cono Sur durante la década de 1970, incluyendo a un grupo importante de
personas chilenas de izquierda (Calderón 2021). Desde la EPS, estas docentes
apelaron a una psicología abocada a brindar respuesta a las necesidades de las
mayorías (González 2013), interpelando críticamente a «los clínicos». Estos,
según testimonios de docentes de la época, «no le daban tanta importancia a
eso», por desatender al contexto histórico. Dado su gran poder de convocatoria,
«los sociales» lograron movilizar al estudiantado en rechazo de las personas
docentes calificadas como conservadoras (Calvo et al. 2010, 134). Hacia finales
de la década, la EPS contaba con docentes de perspectiva social, cuyos estudios
habían sido realizados parcial o totalmente en la UCR, como Ignacio Dobles
Oropeza y Mirta González Suárez, respectivamente.
En su novela histórica Crimen con sonrisa, Mirta González
escenifica desacuerdos derivados de proyectos formativos y políticos
discordantes al interior de la EPS, hacia el final de la década de 1970. El
personaje de La Profe, una aparente
versión ficcionalizada de la autora, se queja de que
con el Dr. Altamirano -aparentemente,
Adis ficcionalizado- «no se
puede discutir»: «[Para] el director del Instituto […] las universidades
gringas son el modelo científico y se la pasa… demostrando que, si nos
esforzamos mucho, podríamos llegar a ser casi iguales» (González 2013, 106).
Al calor de estas discusiones, Adis formuló un plan de estudios centrado en la Salud
Mental, para la Especialidad en Psicología Clínica. El plan buscó maximizar los
recursos disponibles en un contexto de baja demanda institucional en
psicología, formulando cursos que también pudieran servir a la formación de
especialistas en psiquiatría. El plan asimismo incorporaba a psiquiatras entre
sus docentes (Adis 1979).
Las personas psicólogas
especialistas finalmente debieran desenvolverse en una estructura
médico-céntrica, en la que ocupaban una posición liminar. Rememorando su
formación de especialista, Adela, quien al momento de la entrevista tenía más
de 15 años de laborar en el HNP y ha trabajado en la Especialidad, plantea que
«siempre se ha trabajado de la mano con la psiquiatría», sin embargo «hemos
estado solitos nosotros, a la par de toda el área de medicina» (Adela Entrevista, 2 de junio de
2021). Trabajar «de la mano con la psiquiatría» se presenta aquí como condición
para inscribir a la psicología clínica en un marco institucional que se lee
como ajeno.
En la actualidad, el plan de
estudios de la Especialidad en Psicología Clínica refiere su propósito en
términos estrictamente institucionales, adoptando el objetivo de «formar a los
profesionales requeridos por la CCSS para ofrecer atención psicológica en los
tres niveles de atención en salud» (SEP 2022). Este objetivo marca una
adscripción institucional donde las tareas académicas son secundarias, y que
sirve a un propósito corporativo. La orientación asistencial de la
Especialidad, su cercanía profesional y formativa con la medicina continúan contribuyendo
a un reconocimiento profesional diferenciado respecto al resto de los y las
profesionales en psicología; incluyendo aquellas que ostentan títulos de
posgrado en clínica, al interior de la CCSS.
En 2020, la Asociación de
Profesionales en Psicología de la CCSS (APPCCSS) calificó de discriminatoria la
estructura profesional contemplada en el Manual Descriptivo de Puestos de la
CCSS para la disciplina psicológica. Esta ubica los puestos de Psicólogo 1 y
Psicólogo 2 entre las «Profesiones Paramédicas y Áreas de Apoyo», mientras que define una estructura
aparte para los «Psicólogos Clínicos». Esta última posición, que
contempla entre sus posibles funciones la jefatura en los servicios, sólo es
accesible a quienes ostentan el título de especialista en psicología clínica
(CCSS 2015).
Asimismo, la APPCCSS denunció una
aparente campaña para combatir una definición de profesional especialista más
inclusiva, adoptada en el Reglamento de Perfiles Profesionales en Ciencias de
la Salud. Emitido en enero de 2019, este reconoció como especialista a
cualquier persona egresada de un posgrado universitario. La APPCCSS argumentó
que en respuesta a este Reglamento egresados de la Especialidad en Psicología
Clínica, junto con algunos profesionales en psiquiatría, habrían firmado «una
serie de oficios a diferentes instancias de la Caja Costarricense de Seguro
Social… donde de manera grave se realizan afirmaciones ofensivas de los
Profesionales en Psicología en cuanto al ejercicio profesional… dejando en
entredicho los planes académicos de las diferentes universidades y el
ordenamiento jurídico que regulan los grados académicos» (APPCCSS 2020, 2-3).
Las posibles ganancias
profesionales, derivadas de la adscripción asistencial de la especialidad,
afectan sus vínculos gremiales y académicos. Adela describe al PPEM como «el
patito feo» del Sistema de Estudios de Posgrado (SEP). Ella argumenta que, al ubicarse
físicamente fuera de la UCR, «muchas veces los docentes no han contado con las
mismas facilidades» que sus pares en otros posgrados, lo cual históricamente se
ha reflejado en salarios menores. Ni «los profesores universitarios, ni los
mismos estudiantes asisten a actividades de la universidad con la misma
facilidad o identificación que tienen muchas veces los estudiantes que cursan
maestrías dentro de la universidad», una situación que Adela vincula con el
«formato dual» de su formación, de acuerdo con el cual «el residente es
funcionario y también es estudiante» (Adela Entrevista, 2 de junio de 2021).
Adela refiere que «hay una
percepción muy particular, en relación a [sic] la
Especialidad» en la EPS, que atribuye al hecho de que la formación ofrecida en
residencias hospitalarias no es «estrictamente académica». El formato dual
tensa la función docente pues «la parte académica» demanda a las coordinaciones
una inversión de tiempo que resulta incompatible con su condición de empleadas
de la CCSS. Esto habría llevado a que los intentos de «acercamiento con la
dirección de posgrados de la Escuela de Psicología» no dieran «un buen
resultado» (Adela Entrevista, 2 de junio de 2021) en años recientes.
Consolidando un servicio
independiente
La psicometría ofreció un campo de
trabajo científicamente legitimado para la psicología costarricense dentro de
los hospitales psiquiátricos e, inicialmente, en la UCR. El reclamo de
reconocimiento profesional basado en esta experticia, no obstante, también
implicó limitaciones. En nuestro contexto, los y las primeras especialistas en
psicología clínica fueron concebidas como técnicas psicometristas,
subordinadas a la autoridad médica (Calvo et al, 2010), algo que también
ocurrió en los contextos uruguayo y argentino en el siglo XX (Chávez y Martínez
2021; Campodónico 2018).
El uso de escalas permitió
posicionar la personalidad como objeto de estudio científico, adoptando un rol
en la justificación y organización de programas de intervención psiquiátrica.
La cuantificación fue promovida inicialmente por psicólogos estadounidenses,
como marcador de la pertenencia de la disciplina a las ciencias duras. No
obstante, esta opción implicó una renuncia, el abandono de la temprana
tradición de reconstruir un estudio detallado de los individuos y sus eventos
de vida (Danziger 1990). Esta tendencia, en el
contexto nacional, parece haberse hecho más contundente cuando los programas
desarrollados por personas psicólogas especialistas se orientaron hacia el
paradigma cognitivo-conductual.
El reto de «consolidar un servicio
[…] independiente […] que organiza sus procesos de trabajo[…]
que no depende del criterio de otros profesionales», es asumido dentro de las
coordenadas de una institución donde «los psicólogos… casi como que hemos
estado debajo de las alas de los psiquiatras históricamente». Así lo plantea
una especialista que ha desempeñado funciones clínicas y administrativas en
hospitales psiquiátricos públicos por más de 20 años. En este marco, la
demostración de relevancia profesional adopta el lenguaje de aportes «concretos
científicos, bien fundamentados, técnicamente correctos, para el trabajo con
los usuarios» (Marcela, entrevista, 20 de mayo de 2021).
En un contexto de reestructuración
psiquiátrica, el énfasis en la técnica psicológica ha implicado que se
favorezca el psicodiagnóstico y la funcionalidad como criterios organizadores
de los servicios de atención. Aunque en la clínica individual persiste la
posibilidad de cuestionar el psicodiagnóstico como algo que «se construye a
través de cómo los otros me miran y no porque exista en la persona», y que debe
deconstruirse (Melina, entrevista,
29 de junio de 2021), las personas psicólogas clínicas a menudo son consultadas
para precisar los diagnósticos mediante su conocimiento técnico. Además, la
estadística hospitalaria requiere la clasificación según diagnósticos
reconocidos por la comunidad médica.
En el pasado, la actividad entre las
personas profesionales en psicología se vio limitada por las pocas acciones que
el modelo asilar contemplaba, para el trabajo con las poblaciones
institucionalizadas. La crisis económica de la década de 1980, no obstante,
ofreció oportunidades para replantear este modelo (Sancho 2017). En esta década
de crisis económica y social, se empezaron a manifestar preocupaciones por los
efectos del «hospitalismo que conlleva un rompimiento
de los lazos familiares y comunales» (Casas, 1980, 19), que coincidieron con la
urgencia de economizar recursos. Se reconoció entonces la inviabilidad
económica de un modelo basado en los internamientos indefinidos, y la necesidad
de controlar el uso de recursos públicos y hacerlo más eficiente. Los proyectos
de desinstitucionalización y descentralización coincidían con estos objetivos.
En 1980, se lanzó un proyecto piloto de rehabilitación en el HNP, con miras al
año internacional de las «personas inválidas» de la Asamblea General de la ONU.
Sus objetivos declarados eran paliar el sufrimiento de los «pacientes» y
capacitarlos para una actividad económica útil y remunerada (Ferreira 1980).
Adis abogó por un sistema que enfatizara
en programas comunitarios, con vías a proteger los «vínculos sociales» y
«laborales»: hogares transitorios, talleres protegidos, albergues, hospital
diurno, «tratamiento y rehabilitación del enfermo mental» (Adis y
Arce 1985, 17). El modelo desconcentrado de atención promovido por él siguió la
pauta de otras reformas psiquiátricas de América Latina, desarrolladas en el
marco de la reforma neoliberal del Estado (Ribeiro, Budd
y Arruda 2018; Carrasco y Yuing
2014; Carrasco 2011). Estas adoptaron como objetivos la disminución de la
demanda de servicios, la inserción laboral de las personas usuarias y el
aprovechamiento de recursos. A partir de los proyectos de rehabilitación y
desinstitucionalización, el Servicio de Psicología del HNP desarrolló su propia
línea de respuesta a la crisis social y económica, posicionando técnicas de
gestión de la población enfocadas principalmente en la responsabilidad
individual y la adaptación.
El fin del asilo y la funcionalidad
como promesa
Hacia 1990, la suscripción del país
a instrumentos internacionales en torno a los derechos humanos de las personas
con «enfermedades mentales» impulsó una «gran transformación» del HNP, que favoreció la
diferenciación entre psicología y psiquiatría. La psicología se distanció del
énfasis biomédico en la tradicional atención en salud mental, según el cual
«los pacientes… solamente recibían medicación y… ahí estaban de alguna forma
desahuciados de por vida», según plantea Reinaldo, quien laboró más de tres décadas
en el HNP. De su parte, el personal del Servicio de Psicología defendió la
atención a pacientes de larga estancia, como un nuevo campo de trabajo. El
psicólogo plantea que lo más difícil de este cambio de paradigma fue incidir en
el «modelo asilar», donde «pacientes recibían grandes cantidades de
psicofármacos» que les provocaban «unas limitaciones pavorosas» (Reinaldo Entrevista,
24 de junio de 2021).
Según Reinaldo, la postura de los
psiquiatras de entonces era que «[Por] esos pacientes ya nada se puede hacer».
Esta mirada fatalista formaba parte de un modelo «basado en la sujeción
química», que reducía a la persona institucionalizada al lugar de objeto, es
decir, «tómese la medicación, esté quedito y duerma». El deterioro de la
persona y los efectos de la medicación, así, «se realimentaban» en un ciclo.
Sin embargo «ese paradigma lo rompimos», al cuestionar el mandato médico «¿Cómo
que ‘estese quedito’? ¿Cómo que solamente ‘esté solo y duerma’?» (Reinaldo Entrevista,
24 de junio de 2021).
Las personas entrevistadas
visibilizan la organización de los servicios con base en la categorización de
«pacientes» según su grado de funcionalidad como un hito, que marcó una salida
alternativa a la «homogeneización» del abordaje asilar. La clasificación se
ofreció como punto de partida, bajo la premisa de que «todo el tratamiento,
tanto la parte farmacológica como psicológica, tiene que estar orientada hacia
levantar el nivel de funcionalidad de la persona… no queremos que las personas
sean dependientes. Las personas tienen que insertarse en el modelo laboral y
social» (Reinaldo Entrevista, 24 de junio de 2021).
Los proyectos de rehabilitación
buscaban que los y las «pacientes» pudieran «valerse por sí mismos» en la
medida de lo posible, condición necesaria para «acabar con el asilo… esa
institución centenaria». «Insistimos y fuimos creando un grupo que… fue creando
un espacio para hacer programas de rehabilitación en donde estaban incluidos…
fundamentalmente enfermeras, trabajadoras sociales y psicólogos, que se
encargaban de generar programas conductuales, o programas de rehabilitación
para incrementar las habilidades sociales y el que no se fueran debilitando las
funciones cognitivas» (Reinaldo Entrevista, 24 de junio de 2021).
Los programas de rehabilitación se
fundamentaron en una visión de la conducta humana como objeto susceptible de
moldeamiento gradual, en oposición a la figura del «paciente desahuciado de por
vida». Los agentes profesionales en psicología defendieron la idea de que
«derribar los muros del manicomio exige abrir las puertas del mercado laboral a
los psicóticos». La autonomía laboral demandaba a los y las «pacientes»
replantear su relación con «aspectos del mundo externo» y «alejarse de fantasías
patógenas», para «incorporar las reglas básicas de movilidad social (por
ejemplo, la competencia)» (López y Méndez 1995, 5-6).
El auge de los modelos de
intervención centrados en la cognición, en el Servicio de Psicología del HNP,
se refleja en el Manual de Servicios Especiales de Psicología de la CCSS (CCSS
2018) y en los últimos programas de estudio de la Especialidad en Psicología
Clínica (Sancho, 2022). En este marco, la funcionalidad convertida en objetivo
terapéutico opera como un nuevo principio de homogeneización, para este caso de
los objetivos terapéuticos. Tanto los programas de promoción comunitaria de la
salud mental (Tatiana Entrevista, 12 de mayo de 2021) como los esquemas
«individualizados» de rehabilitación, se comprometen con el mandato de procurar
una vida «adaptada y normalizada» (Sandoval 2011, 15). Desde esta perspectiva,
los deseos personales y los significados históricos de la acción individual y
grupal parecen perder relevancia, frente a la urgencia de adoptar estilos de
vida saludables y dominar habilidades.
La preocupación por la funcionalidad
de los y las «pacientes» y el enfoque de intervención en crisis también dieron
forma a la transformación del Hospital Chacón Paut.
Allí, la demanda de un Servicio de Psicología surgió, tras cinco décadas de
funcionamiento a raíz de la reforma psiquiátrica. El Chacón Paut
se había transformado en un «anexo del Hospital Nacional Psiquiátrico… al que
se ubica únicamente a la población que está en completo abandono» en la década
de 1970. Hacia finales de los años 1990, no obstante «el hospital hace una
reforma… y se trabaja una valoración individual de los pacientes que estaban en
condición de abandono, y se clasifica a los pacientes
que son más funcionales, y los pacientes que tienen más deterioro» (Marcela Entrevista,
20 de mayo de 2021).
El trabajo del personal en
psicología, de su parte, inició en 2004 tras la apertura de «la primera unidad
de intervención en crisis del país… una unidad de hospitalización absolutamente
ambulatoria… con usuarios con una hospitalización de hasta 15 días y no más… se
trabaja la crisis, lo inmediato, se generan estrategias y se deriva… La persona
sale, regresa a su casa, a su trabajo». Conforme se fue consolidando el
Servicio de Psicología, surgieron otras «necesidades en el hospital» Chacón Paut, vinculadas a la elaboración y ejecución de planes de
manejo conductual «con el enfoque de rehabilitación desde la comunidad», con
pacientes de ámbitos de larga estancia y de las «casitas» (Marcela Entrevista,
20 de mayo de 2021).
Las personas psicólogas de los
servicios hospitalarios han impulsado estos proyectos desde un marco conceptual
que enfatiza los derechos de las personas internadas (Reinaldo Entrevista, 24
de junio de 2021). Esto marca un cambio de énfasis, pues se transita de una
visión basada en el «déficit» hacia otra preocupada por el «funcionamiento».
Los profesionales promotores de
estas iniciativas han posicionado la «normalización» e «integración» de la
persona como objetivo terapéutico. Aunque reconocen la necesidad de atender a
los «déficits del entorno social» de la persona -por ejemplo, el desconocimiento
o el estigma enfrentados en el entorno familiar o comunitario, que dificultan
la convivencia extramuros- (Sandoval 2018, 32), estos abordajes insisten en la
relación entre «cubrir sus necesidades y adaptarla [a la persona asegurada] al
sistema» (Jara 2011, 56).
Por tanto, esta lectura de la
responsabilidad estatal justifica los abordajes centrados en el ajuste
individual, pues se concibe la adaptación como la vía evidente para garantizar
la satisfacción de las necesidades de la población. Desde esta perspectiva, la
psicología se abstiene de interpelar al Estado por aspectos como la falta de
acceso a la vivienda, la violencia social, la desigualdad, o la injusticia
laboral; no en tanto condiciones que contribuyan a crear
En este contexto, no se debe ignorar
la dimensión política del concepto de dependencia, y la connotación negativa
que esta adquiere en los contextos de reforma neoliberal del Estado, donde
«cualquier adulto no percibido como trabajador soporta una carga mayor de
justificación» (Fraser 2015, 128). Debido a lo anterior, hay motivos para
examinar críticamente los efectos subjetivos y políticos de las salidas
institucionales al modelo asilar, promovidas por la psicología.
«Marcando la cancha» en tiempos de (contra)reforma psiquiátrica
Gracias a la reforma psiquiátrica,
las personas psicólogas insertas en ambos hospitales psiquiátricos realizan una
mayor diversidad de tareas que sus antecesoras. La expansión de su campo de
acción profesional es descrita de por una entrevistada la siguiente manera:
«cambia el rol en términos de cuál es el tipo de intervención del psicólogo,
que ya… [no] solo atiende al paciente cuando está compensadito… [ahora] puede
intervenir a la familia… puede ir a la comunidad… puede trabajar con el usuario
que ya manifiesta deterioro y ofrecerle algo» (Melina Entrevista, 29 de junio de 2021).
No obstante, varias personas
entrevistadas coinciden en que «el sistema de salud, hasta la actualidad, tiene
un componente de jerarquía totalmente dominado por la parte médica». Este patrón puede trazarse desde
los puestos de dirección, que son asumidos en su totalidad por médicos, a pesar
de vincularse a funciones cercanas a «algo más administrativo» (Tatiana Entrevista,
12 de mayo de 2021).
En los pabellones hospitalarios,
sigue correspondiendo a psiquiatría determinar si una persona hospitalizada es
referida, o no, a consulta psicológica. El motivo de referencia le da cierta
potestad al psiquiatra, para delimitar las funciones de la persona profesional.
Los cambios formales a la definición de los puestos, y las transformaciones en
el modelo de hospital que les dan un contexto, pueden tensar con las
expectativas del personal médico y las tradiciones institucionales.
Marcela describe el HNP como un
«modelo biomédico 100%, donde la última palabra siempre la tiene el médico y
todos los demás profesionales son accesorios». Asimismo, aunque el enfoque del Chacón Paut
es «interdisciplinario»,
relata roces pasados con psiquiatras cuando, por una diferencia de criterio,
psicólogas han decidido no aplicar ciertas pruebas diagnósticas, o abrir un
espacio de escucha para una persona que no había sido previamente referida.
Según se desprende de su entrevista,
las personas profesionales en psicología han continuado resistiendo la
atribución del rol de psicometristas. Al respecto,
plantea que «había
referencias que recibíamos de psiquiatras que decían: ‘Paciente de 25 años.
Femenina. En observación por patología de personalidad de tipo B. Aplíquele
Rorschach y MMPI.’ ¿Y usted con qué criterio me dice a mí qué tengo que
aplicarle? … Si yo le aplico pruebas psicológicas, una X o Y o Z prueba, eso es
mi criterio como profesional». Agregando que «cuando usted me lo refiere a mí, usted me va a decir
‘favor valorar’, yo voy a decir qué le valoro».
El
gremio profesional en psicología ha tenido que ir «marcando y limpiando la
cancha» para afirmar la independencia del
criterio profesional psicológico, en un contexto donde la adhesión al «imaginario
médico todopoderoso, autoridad superior incuestionable» es escrutada por diversas figuras profesionales.
«Nos ha pasado…que los enfermeros… anotan en expedientes cosas como que ‘la X
paciente fue vista por psicología y no tenía referencia’» (Marcela Entrevista,
20 de mayo de 2021).
El número limitado de profesionales disponibles
en psicología, y la extensión de su jornada laboral, han complicado las
disputas sobre las atribuciones profesionales en los hospitales. Marcela
destaca que las personas profesionales en psicología «no hacemos guardia»; por
este motivo «si hay una situación de crisis que hay que abordar de emergencia,
la tienen que abordar los enfermeros que están en turno», o eventualmente, «el psiquiatra». Esta situación complica la
división profesional del trabajo hospitalario: «en esta cuestión de la
psiquiatría… hay interferencias… de profesionales como los enfermeros en salud
mental y los psiquiatras, en aspectos… que son propios de la psicología… a
veces cuesta mucho deslindar hasta dónde llega uno y hasta dónde llega el otro»
(Marcela Entrevista, 20 de mayo de 2021).
«Específicamente el surgimiento de
la especialidad en salud mental en enfermería», así como el «enfoque… de
trabajo social clínico», son vistos como «piedras en el zapato». Otra amenaza es «la normativa
nueva que hizo el Colegio de Médicos en relación con el perfil del psiquiatra».
Sin embargo, destaca
como un aspecto digno de reconocimiento que, en los hospitales psiquiátricos
«hay un servicio de psicología constituido como servicio con una jefatura
[ocupada por un] psicólogo» mientras que en «ninguna otra parte de la CCSS lo
hay». Aun así, en el Chacón Paut esta jefatura estaba
por oficializarse en el organigrama al momento de la entrevista, dado que este
hospital todavía no era reconocido como nacional (Marcela, entrevista, 20 de
mayo de 2021).
Algunas personas entrevistadas han
instado al abandono global del modelo biomédico, materializado en el hospital
psiquiátrico. Reinaldo lamenta que, a pesar de que «cada vez en el mundo se ve
menos la necesidad [de hospitales psiquiátricos]... Ellos [los psiquiatras] tienen que tener un hospital». Al respecto, señala que «el
hospital psiquiátrico… tendría que ser una unidad de intervención en crisis
(Reinaldo Entrevista, 24 de junio de 2021).
Ahora bien, Adela declara que «una
de las cosas que se han peleado en este hospital [es] que no debería llamarse
hospital psiquiátrico, que debe llamarse hospital en salud mental» (Adela Entrevista,
2 de junio de 2021). Este marco alternativo presenta un escenario donde las
jerarquías hospitalarias entre profesiones pueden modificarse. Al respecto, las
personas entrevistadas se mueven entre los reclamos de igualdad entre
disciplinas, por un lado, hasta disputar el lugar de ciencia maestra para la psicología, del otro.
La reforma psiquiátrica ha impulsado
una ampliación del concepto de salud mental, que se traduce en la expansión del
espectro de problemas concernientes al sistema. De cara a esta apertura, las
personas profesionales en psicología identifican a su especialidad como la
mejor capacitada para el trabajo en torno a diversas dimensiones, como «la
parte contextual del «paciente», sus «situaciones», «conflictos» y «traumas» (Reinaldo Entrevista,
24 de junio de 2021).
Melina se refiere a terapia
ocupacional, trabajo social y psicología como «las tres disciplinas más
importantes», vinculando sus aportes a las áreas de la «funcionalidad» del usuario; la lucha
administrativa porque «la persona salga del hospital… viva en comunidad… se
consiga el dinero»; y el trabajo de «acompañar a la persona… para vivir en
otro lugar» y que «sus habilidades… estén… más disponibles», respectivamente.
Respecto a la psicología, destaca su visión «sistémica» donde la persona se
comprende «en interacción con otros sistemas», y no solamente como un «ente
biológico» (Melina Entrevista, 29 de junio de 2021).
En comparación con otras
disciplinas, la psicología ofrecería una «percepción más amplia de la persona»
integrando «elementos familiares, elementos de historia» (Adela Entrevista, 2
de junio de 2021). Tatiana, quien ha trabajado con el HNP por casi dos décadas,
insiste en que «no solamente la parte farmacológica va a funcionarle a la
persona, incluso, ese no es el centro de la intervención». Por este motivo,
prevé para Costa Rica un futuro similar al de «otros contextos», como el «norteamericano», en que
«tiene más injerencia el papel del psicólogo». A este respecto, se interroga:
«¿Qué es la diferencia entre el psiquiatra y el psicólogo? Que el psicólogo no
puede medicar en nuestro contexto, pero prácticamente si tuviéramos esa
posibilidad ya más a nivel [sic] formativa… prácticamente el juego, la ciencia
que desaparecería es la psiquiatría» (Tatiana Entrevista, 12 de mayo de 2021).
Los anteriores planteamientos
reflejan cierta tendencia favorable a la psicologización de la salud mental,
que sigue un patrón común a las reformas psiquiátricas en otros países de
América Latina (Ribeiro, Budd y Arruda
2018; Carrasco y Yuing 2014). En años recientes, el
discurso público del gremio psicológico ha posicionado un reclamo de mayor
protagonismo en el campo de la salud mental (Sancho 2022), adoptando en
ocasiones un abierto antagonismo frente a la psiquiatría. Esta tendencia se
hizo manifiesta en las discusiones en torno al expediente Nº
22430 Ley Nacional de Salud Mental, impulsado en su versión inicial por la
diputada Paola Vega.
El modelo biomédico, el de los
derechos humanos posicionado por la Declaración de Caracas, y la tendencia
hacia la expansión e indeterminación del campo de la salud mental, se tensaron
en las primeras versiones de este proyecto. El mapeo de las profesiones de la
salud mental en este documento se plasmó en una serie abierta, abarcando «todas
las personas profesionales con título de grado en psicología, trabajo social,
enfermería, terapia ocupacional, y otras disciplinas o campos pertinentes»
(Asamblea Legislativa 2022, art.8). Algunas de sus disposiciones adoptaron este
carácter inespecífico, contemplando acciones por parte de las personas
profesionales en salud mental como una generalidad, sin definir tareas o
atribuciones particulares.
La versión inicial del proyecto
limitó el margen de decisión de la psiquiatría al interior de los hospitales,
introduciendo mecanismos para el control y la revisión de los internamientos
involuntarios. En este marco, otorgó a la comunidad profesional de psicología y
psiquiatría algunos roles diferenciados respecto al resto de las profesiones,
aunque intercambiables entre sí. En esta línea, se dispuso que un profesional
de una u otra de las disciplinas debía participar en el diagnóstico y en la
solicitud del internamiento (art. 28). El documento, a pesar de su visión
centrada en la atención hospitalaria, ofrecía una oportunidad para el reclamo
de protagonismo por parte de la psicología, al equiparar el criterio
psicológico y el médico.
El documento base fue objeto de
observaciones críticas por parte del CPPCR (2021, 2-4), incluyendo su excesivo
énfasis en la identificación de trastornos, su mirada centrada en lo individual
en omisión de «las condiciones de vida de las personas», y su sesgo
psiquiátrico, que según el CPPCR implicaban limitaciones al campo profesional
de la psicología. No obstante, bajo la presidencia del especialista en
psicología clínica Angelo Argüello, la junta
directiva promocionó el proyecto de ley, bajo el argumento de que «nos
permitirá avanzar… hacia políticas integrales de salud basadas en derechos
humanos» (CPPCR 2022a).
Del otro lado, el Sindicato Nacional
de Médicos Especialistas (SINAME) y representantes de la Asociación
Costarricense de Psiquiatría (ASOCOPSI) rechazaron el proyecto. El gremio
psiquiátrico se opuso a la intromisión al criterio médico en materia de internamientos
y egresos, argumentando que violentaba el derecho de las personas usuarias a la
salud (Ureña 2022). El proyecto fue retrotraído a primer debate en octubre de
2022.
A pesar de que ambos gremios se
posicionaron como abanderados de los derechos de las personas «usuarias» en
esta disputa, su concepción de tales derechos parece suponer un rol
mayoritariamente pasivo para esta población. En sus argumentos en contra o a favor
del proyecto de ley, ninguno de los dos atendió al hecho de que las
organizaciones civiles vinculadas a personas con experiencias de internamiento
psiquiátrico no fueron ampliamente consultadas para la redacción de esta
propuesta (Podemos Volar 2022). Esto sugiere que la disputa en torno al derecho
a la salud mental no ha salido aún del campo de los «discursos expertos».
Fraser (2015) caracteriza estos como esfuerzos de «traducción» de las
necesidades desbordantes de la población, en servicios administrables por
especialistas, que se encuentran institucionalizados en los aparatos estatales
y son funcionales a la formación de clases profesionales.
En el año 2023, ambos gremios
participaron en negociaciones con la diputada Andrea Álvarez (CPPCR 2023b), y
dieron su adhesión al texto actualizado que ella impulsó (Asamblea Legislativa
2023). La solución de consenso en torno a la ley fue severamente criticada por
abandonar todo compromiso con la defensa de los derechos humanos, llegando
hasta eliminar las referencias específicas a instrumentos internacionales para
la defensa de los derechos en el documento.
Un pronunciamiento firmado por
docenas de personas agremiadas (Podemos Volar 2023), advierte que el texto
sustitutivo eliminó la figura de auditorías ciudadanas, que abría espacios para
la presión civil en materia de derechos humanos en los servicios de salud
mental, y transformó el órgano revisor
creado por el primer proyecto de ley
en un órgano técnico dominado por los
gremios. Esta versión además sujetó el derecho a rechazar procedimientos a que
la persona «se encuentre en pleno uso de sus facultades mentales… y sea
certificado de esta manera por un médico especialista» (art.10, inciso j.),
cercenando la más básica autonomía de las personas internadas. Estas
disposiciones tiñen las propuestas de ley en salud mental de un carácter contrarreformista.
Al apoyar estas modificaciones,
ambos gremios -psiquiátrico y psicológico- acordaron la reducción de la cuota
de poder de la sociedad civil y de la persona internada en los hospitales
psiquiátricos. El órgano técnico introducido por el proyecto, por lo demás,
tiene un carácter estrictamente consultivo, por lo que los representantes que
lo compongan carecerán de poder real para modificar las prácticas
hospitalarias. Su función parece ser, al contrario, guardar al hospital de
presiones externas y balancear -aunque sea simbólicamente- los intereses
disciplinares en el sistema de atención en salud mental.
Conclusiones
Este artículo presentó una
aproximación al estudio de las «fantasías de mapeo» mediante las cuales
profesionales en psicología clínica leen sus relaciones con las disciplinas de
la salud mental, en el marco de la (contra)reforma psiquiátrica. Primero se mostró
la posición liminar que ha ocupado la especialidad, cuya identidad profesional
se ha tensado entre dos disciplinas, la psiquiatría y la psicología, y entre
dos contextos institucionales, los hospitales psiquiátricos y la UCR.
La cercanía simbólica, profesional y
formativa entre especialistas en psicología clínica y psiquiatras se presenta
como el principio de una inclusión precaria, aunque profesionalmente ventajosa,
a una estructura asistencial médico-céntrica, y el fundamento de jerarquías y
recelos percibidos al interior del gremio psicológico.
También, se abordaron las ganancias
y pérdidas profesionales de la psicología, a raíz de la reforma psiquiátrica.
El Servicio de Psicología del HNP pudo desplegar sus propios programas de
respuesta a la crisis social y económica, enfocados en el ajuste individual y
la adaptación, mientras que en el Chacón Paut se
atribuye a la reforma el desarrollo de un Servicio de Psicología. Varias
personas entrevistadas celebran la adopción de la funcionalidad individual como
criterio de organización hospitalaria en ambas instituciones, y como promesa,
pues de ella dependen las apuestas por acabar con el asilo.
La promoción del paradigma de
derechos humanos de las personas «con enfermedades mentales» ha significado una
ampliación del campo de la salud mental en general, y del margen de acción de
la psicología en particular. El rechazo al paradigma biomédico parece abrir un
escenario incierto, donde las atribuciones profesionales están sujetas a
disputas. Interrogadas sobre este escenario, las personas entrevistadas se
debaten entre posturas tendientes al cercamiento de su campo profesional, los
proyectos interdisciplinarios, y las oportunidades de protagonismo.
En la disputa en torno al proyecto
de Ley de Salud Mental, los gremios psicológico y psiquiátrico expresaron su
preocupación por los derechos de las personas usuarias, como fundamento a favor
o en contra del documento inicial. El triunfo de la psiquiatría biomédica en
este pulso se vio reflejado en un texto sustitutivo que introduce políticas
tendientes a una contrarreforma psiquiátrica. Mediante su apoyo a este
expediente, parte del gremio psicológico parece dispuesto a ceder en el
compromiso con los derechos humanos, un componente central de la identidad
profesional de especialistas en psicología clínica. De esta forma, ha
evidenciado la incapacidad de desmarcarse del paradigma médico-asistencialista
en el que históricamente ha tenido que negociar su posición. El apego del
gremio al discurso experto en torno a la salud mental, que ha marcado su
disputa con la psiquiatría, también limita su apertura a sumar fuerzas con
actores y actrices de la sociedad civil, para lograr cambios sustanciales en
los servicios.
Aunque se ha procurado mostrar
patrones en las construcciones ideológicas de las personas entrevistadas, y de
aquellas cuyas voces conocemos a través de fuentes documentales, no se pretende
mostrar una imagen unitaria de las personas o grupos que componen este gremio;
tampoco lo permitirían las fuentes. Los resultados sugieren que la
autodefinición grupal de las personas especialistas en psicología clínica se
negocia en contextos institucionales complejos y cambiantes, tensada entre
vínculos profesionales ambivalentes y proyectos diversos.
Agradecimientos: Sebastián Aguilar, con quien
trabajé una versión inicial de esta reflexión a modo de ponencia. A María José
Masís y Andrés Dinartes Bogantes por la
interlocución.
Apoyo financiero: Esta investigación fue financiada
por la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica
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[1] Es importante tener en cuenta, que no todas las asambleas
de escuela de esta época quedaron registradas en actas. Hubo una pérdida de
documentos en décadas pasadas, debido a inundaciones en el antiguo edificio de
la Facultad de Ciencias Sociales.