Medallas
de la Gran Logia Nacional de España, 1809-1812 (Análisis documental e
iconográfico)
Medals of National Grand Lodge of Spain, 1809-1812 (Documentary and
iconographic analysis)
Manuel Cuadrado Merchán
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España
manuelcuadrado@joyeriagrancanaria.com
María de los Reyes Hernández Socorro
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España
mariadelosreyes.hernandez@ulpgc.es
Santiago de Luxán Meléndez
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España
Recepción: 19 de noviembre de 2018/Aceptación: 15 de diciembre de 2018.
doi: https://doi.org/10.15517/rehmlac.v10i2.35234
Palabras clave
masonería española; 1809-1812; medalla; orfebre;
fuentes documentales.
Keywords:
Spanish freemasonry; 1809–1812; medal; goldsmith; documentary
sources.
Resumen
Las medallas de la masonería española, como
signo de identidad, soporte expresivo y vehículo de comunicación forman un
conjunto singular. El estudio de las medallas masónicas españolas está por aún
hacerse a diferencia de otros países como el Reino Unido o Francia. Cabe preguntarse si el hecho de que la masonería
española haya pasado por largos periodos de prohibición y sus miembros hayan
sido criminalizados, son un factor determinante para encontrarnos con este
vacío. Las primeras medallas masónicas españolas de las que hay constancia
corresponden a los talleres adscritos a la Gran Logia Nacional de España,
obediencia que estuvo activa durante el reinado de José I. A través de
distintas fuentes documentales, podemos hacer una relación y estudio de
aquellas medallas, así como abrir una ventana desde la cual asomarnos a los
inicios del arte masónico español para conocer la autoría, vicisitudes y
personalidad de alguno de sus protagonistas.
Abstract
The medals of Spanish Freemasonry, as a sign of
identity, expressive frame and communication vehicle, form a unique ensemble in
the Masonic art scene. Unlike in other countries such as the United Kingdom and
France, the study of Spanish Masonic medals has yet to be completed. One might therefore wonder whether the fact
that Spanish Freemasonry had prolonged periods of prohibition and its members
were criminalized is a major factor in explaining this gap. The first Spanish
documented medals correspond to the lodges attached to The Grand National Lodge
of Spain, obedience that was active during the reign of Joseph I. Through
different documentary sources, those medals can be reported and studied, as
well as open a new window to look out to the beginnings of Spanish Masonic art
in order to know the authorship, the vicissitudes and the character of some of
its protagonists.
Introducción
El
presente artículo forma parte del trabajo de investigación que se inscribe
dentro de las actividades del programa de doctorado “Islas atlánticas: historia,
patrimonio y marco jurídico institucional”, de la Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria.
En
“estado del arte” hemos comenzado haciendo referencia al trabajo del profesor
Ferrer Benimeli, señalando la importancia de sus trabajos y actividades para impulsar
la renovación de los estudios masónicos desde el último cuarto del siglo XX
hasta la actualidad. Actividad ésta a la que han contribuido otros muchos investigadores
vinculados a la docencia, así como especialistas de diversos ámbitos –entre los
que se encuentran la archivística o el derecho–. A continuación, con el
objetivo de contextualizar nuestro trabajo, hemos creído oportuno describir las
categorías que pertenecen al espacio de estudio de la numismática en el ámbito
de las artes, para seguidamente presentar una relación de publicaciones que dan
cuenta de las investigaciones sobre arte masónico debidas a especialistas en
esta disciplina. Incluimos también en este apartado unas consideraciones sobre
coleccionismo y mercado de arte masónico en España. Para finalizar hacemos unas
observaciones sobre el patrimonio artístico masónico y su ausencia en los
manuales de historia del arte.
Con
el título “La Gran Logia Nacional de España” abordamos el capítulo en el cual
describimos la idiosincrasia de la institución y el perfil sociológico e
ideología política de sus miembros, además de los actores que intervienen en la
producción de estas singulares piezas numismáticas.
El
marco territorial focalizado en Madrid y el periodo que discurre entre la
entronización y la caída del rey José I –con el trasfondo de la Guerra de
Independencia–, configuran un conjunto escénico que nos permite comprender el
contexto en el que se desarrolla la producción de estas medallas.
En
los epígrafes siguientes hemos analizado y explicado la iconografía y el simbolismo
de cada una de las medallas, con el objetivo de desvelar el mensaje que transmiten
aquellas piezas, ya sea a través de las imágenes disponibles como a partir de
las descripciones. Asimismo, nos hemos encontrado con la necesidad de
investigar la intencionalidad, la función atribuida en el seno de una
organización masónica y las circunstancias que motivaron su acuñación.
Un
capítulo lo hemos dedicado a la biografía de Vicente Goldon y Bibiani. La investigación
historiográfica realizada sobre la figura de este joyero, masón y afrancesado
nos ha permitido conocer aspectos de la vida y obra de un personaje que
ejemplifica los avatares en los que se vieron inmersos otros que, como él,
formaron parte de ese señalado grupo social.
Finalmente,
en las “Conclusiones” damos cuenta del significado y alcance que para la historia
del arte y la masonología españolas puede significar lo expuesto en el presente
trabajo.
El
método para abordar el estudio sobre este conjunto de cinco medallas necesariamente
tenía que hacerse conforme a un modelo de catalogación numismático[1]. Ahora bien, las
singulares circunstancias que concurren condicionan el esquema descriptivo de las
dos piezas más importantes, pues aún disponiendo de imágenes y referencias catalográficas
a través de fuentes secundarias, no hemos podido acceder a la fuente primaria.
Esto, en la práctica, significa que no se han podido analizar en un laboratorio
y obtener datos metrológicos fisicoquímicos. Por este motivo hemos decidido aplicar
un esquema iconográfico. Las otras tres medallas las hemos catalogado
apoyándonos en las descripciones que aparecen en las fuentes documentales
habida cuenta de que no hay constancia de ellas en catálogo alguno.
Para
documentarnos hemos recurrido a fuentes primarias obtenidas de distintos
archivos: Nobleza de Toledo, Diocesano de Madrid, Centro Documental de la Memoria
Histórica (CDMH) o Histórico Nacional. Para las referencias a documentos del
Archivo de Palacio nos hemos apoyado en fuentes secundarias. También hemos
acudido a los fondos documentales digitalizados de hemerotecas y bibliotecas
nacionales y extranjeras, así como a los repositorios, bases de datos digitales
y revistas electrónicas cuya consulta puede realizarse por internet. Del mismo
modo, una parte de la bibliografía la hemos consultado en bibliotecas públicas
y de particulares.
Estado
del arte
El profesor
Ferrer Benimeli publicó en 1974 una Bibliografía
de la masonería que, en ediciones posteriores, ha ido ampliando[2]. En este sentido, ya en la
comunicación con el mismo título que presentó en el Symposium de Metodología
Aplicada a la Historia de la Masonería Española, celebrado en Zaragoza en 1983[3], indicaba los criterios
diferenciadores que convenía tener presentes a la hora de consultar fuentes
bibliográficas relativas a la masonería, a la vez que las clasificaba conforme
a un cuadro sinóptico. La figura del profesor Ferrer Benimeli ha sido
fundamental para impulsar el estudio de la masonería española desde criterios
estrictamente historiográficos.
Las actividades
impulsadas por el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española
(CEHME)[4], del que es fundador, y las
ponencias presentadas por los numerosos investigadores y especialistas que han
participado en los distintos simposios que el CEHME ha organizado, han servido
para que, ya desde hace décadas, generaciones de investigadores aborden estos
estudios a partir del rigor del método historiográfico.
Del mismo modo,
fruto de esta labor de investigación se han echado por tierra leyendas que han
partido de las filas antimasónicas, pero que también las ha alimentado la misma
masonería española –aún hoy podemos encontrar textos salidos de la pluma de
algunos masones españoles empeñados en alimentar estos mitos–[5].
Creemos oportuno señalar que el estudio de la medallística
masónica española implica analizar una manifestación artística singular, más
aún si consideramos que la
investigación académica de las diferentes manifestaciones artísticas de la
masonería española es un territorio parcialmente explorado.
Llegados a este punto,
conviene detenernos para hacer unas precisiones sobre numismática y
medallística.
El término
medalla hace referencia a un objeto generalmente metálico y sin valor nominal
que tiene su origen en la necesidad de cumplir diferentes funciones, desde la decoración
artística, conmemorativa y propagandística; las honoríficas y de uso
protocolario; hasta aquellas estrictamente funcionales u operativas. Pero
también sirven como vehículo distintivo para satisfacer la necesidad de
expresar la identidad política, religiosa o pertenencia y estatus en el seno de
un determinado grupo social.
La disciplina
que se ocupa de su estudio se denomina medallística,
entendida como una especialidad de la numismática en tanto que ciencia auxiliar
de la historia del arte. No obstante, dentro de la medallística hay otros
ámbitos de estudio más específicos. Por un lado, la
exonumia, que se ocupa de aquellos objetos que, siendo semejantes a las monedas
(monetiformes), carecen de valor de curso legal. En esta clasificación entrarían
los jetons, tokens o las fichas de valor y uso interno en empresas y
asociaciones. Y la falerística, por otro, estudia las condecoraciones
institucionales y los derechos asociados a estas distinciones honoríficas.
A continuación,
señalamos algunos trabajos de investigación, artículos y publicaciones como marco
de referencia para situar nuestro trabajo dentro del espacio artístico de la masonería
española.
Sobre la arquitectura masónica, el profesor David Martín
López leyó en 2010 su tesis doctoral[6], centrada en esta
expresión artística en la que es especialista, como se pone de manifiesto
cuando –en distintos trabajos– aborda casos concretos, como la restauración del
patrimonio arquitectónico masónico, los espacios y entornos singulares, o la
obra de arquitectos de filiación masónica. En otros casos se acerca al binomio
arte-masonería desde un enfoque teorético y metodológico[7].
Por otro lado,
abundan las referencias que vinculan arquitectura y masonería desde una
perspectiva esotérica[8] o alegórica[9], con el propósito de
tender puentes entre el simbolismo masónico y la denominada “tradición perenne”
en su acepción actual.
También encontramos autores que analizan el vínculo entre
cine y masonería[10], y los que
estudian la sigilografía de las logias desde perspectivas etnográficas,
cronológicas o geográficas[11].
Otro grupo de investigadores se han ocupado del análisis
sistematizado del corpus iconográfico masónico[12].
Entre los estudios que abordan pintura y masonería podemos citar los
trabajos sobre los pintores Juan Gris[13], José Aguiar[14] o Nicomedes Gómez[15].
Si el número de
estudios de investigación y publicaciones especializadas que abordan las
expresiones artísticas de la masonería española en relación con las bellas
artes podemos decir que es –cuando menos– parco, el panorama de los trabajos
realizados sobre las llamadas artes aplicadas en la masonería española es todavía menor. No obstante, hemos
hallado alguna referencia sobre cerámica masónica y decoración mural[16], y otras que estudian
ediciones filatélicas[17] y su relación con la
masonería española.
Las fotografías
de temática masónica son muy abundantes en el CDMH, y con frecuencia se recurre
a estos fondos para ilustrar publicaciones de diferente índole referidos a la
Masonería española[18].
Sobre otras artes
aplicadas –como las del vidrio, el libro, la forja o el mobiliario– aparecen
algunas citas tangenciales en el contexto de artículos o publicaciones que
estudian la historia de la masonería española desde otras perspectivas[19]. Un ejemplo frecuente lo
encontramos en las abundantes relaciones de los oficios profanos desempeñados
por los miembros de aquellas logias, objeto de investigación en estudios
sociológicos, políticos o geográficos. En las listas aparecen plateros, grabadores,
pintores, escultores o sastres, por citar alguno.
Para encontrar
ejemplos y referencias a la indumentaria, mandiles y otras manifestaciones de
arte mobiliar empleado tanto en el contexto ritualístico –sería el caso de las joyas de los diferentes oficios–, como en la decoración del templo, o cuyo destino sea meramente
funcional, es preciso consultar registros en hemerotecas[20] o en alguno de los
catálogos de exposiciones que se han venido realizando desde la legalización de
la masonería en España a comienzos del último cuarto del siglo XX[21].
Mención aparte
merece la primera clasificación y catalogación realizada de la unidad documental
“Colección de iconografía masónica” de los fondos masónicos del conocido como “Archivo
Masónico de Salamanca”, hoy CDMH[22].
Dada la importancia del trabajo
realizado, se organizó una exposición para sacar a luz pública las piezas
inventariadas y dar testimonio del trabajo de catalogación realizado. Parte de
aquella experiencia consistió en la publicación de un catálogo en el que
aparecen referencias a joyas, medallas y troqueles, collarines y un largo
etcétera de objetos masónicos. No deja de sorprender el relato de las
protagonistas cuando descubren ocultas 400 piezas en el interior de una columna
hueca. Esta circunstancia parece sacada de la leyenda masónica que describe las
dos columnas del pórtico del templo masónico y le atribuye a su oquedad una antigua
función archivística[23].
Del mismo modo, de la transcendencia de la empresa
acometida, da cuenta la importancia de las personalidades que figuran en la
nota de agradecimiento al inicio del catálogo: los profesores e historiadores
de la masonería António Henrique de Oliveira Marques, Aldo Mola o Marco
Novarino.
Una aproximación
al estado en el que se encuentra el estudio del “arte masónico” debe completarse con el análisis del problema terminológico a
cerca de la denominación apropiada para referirse al conjunto de
manifestaciones o expresiones artísticas[24] de la masonería. Seguidamente nos aproximaremos al panorama en el
que se encuentra el estudio de las medallas de la masonería española.
Hemos encontrado
dos publicaciones que constituyen las primeras –si no las únicas– referencias
de la medallística masónica española. Sorprende el intervalo de tiempo transcurrido
entre ambas publicaciones, nada menos que 87 años.
La obra titulada
Medallas Españolas Masónicas[25], editada por el
historiador y arqueólogo Adolfo Herrera Chiesanova en 1905, representa la primera publicación española
de un conjunto de medallas masónicas conforme a criterios propiamente numismáticos.
En este catálogo figuran los calcos en relieve y las correspondientes
descripciones de 30 medallas. Las piezas, más allá del título del catálogo, proceden
de diferentes países latinoamericanos y algunas pertenecen a logias de
obediencias españolas: Argentina (1), Costa Rica (1), Cuba (6), México (2), y
España (12). Tres de ellas no son masónicas, dos lo son, pero no figura la
procedencia, y otra más es de dudosa adscripción masónica. También incluye una francesa
y otra portuguesa.
Si bien la obra
contiene imprecisiones, errores de atribución y representa un conjunto
heterogéneo tanto por la procedencia como por la cronología de las piezas
catalogadas, no por ello carece de valor documental e interés para el
investigador. Tal es así que, entre las medallas, encontramos la perteneciente
a la logia adscrita a la Gran Logia Nacional de España (GLNE), “Napoleón el
Grande” de 1811, y sobre la que volveremos más adelante. También proporciona
interesante información en torno a otras medallas de las cuales no se conservan
ejemplares o carecemos de más registros documentales.
La segunda publicación
a la que hacíamos referencia antes corresponde al ya citado Atributos masónicos en el Archivo Histórico Nacional, Sección Guerra Civil publicado en 1993. En ella aparecen reseñadas un
gran número de joyas de oficios y de grados, pero también figuran medallas y troqueles
de acero para estampar medallas.
Hoy en día los
fondos del CDMH, en lo que a medallas se refiere, está completamente informatizado.
Y, además, buena parte de las piezas se encuentran fotografiadas y digitalizadas,
lo que facilita la consulta en línea de las descripciones e imágenes a través
del Portal de Archivos Españoles “PARES”[26].
Como también
señalamos anteriormente, en los catálogos de las exposiciones sobre masonería que
se han celebrado desde su legalización en 1979 se pueden hallar fotografías y
reseñas de medallas masónicas pertenecientes tanto a los fondos del CDMH como a
colecciones particulares.
Finalmente, y
como anécdota, podemos citar el libro Joyas
Masónicas[27],
publicado en 1992, y que, contrariamente a lo que podría suponerse por el
título, no es un catálogo de joyería masónica. En él se tratan contenidos
masónicos relativos a la organización, ritos, o simbolismo, si bien, a modo de
ilustración, aparecen fotografías de medallas masónicas, principalmente extranjeras,
pero también alguna española contemporánea, como la perteneciente a la logia La Matritense nº 7.
A la vista de la
escasez de publicaciones sobre las medallas de la masonería española, el
investigador que se acerca a esta singular expresión artística no puede menos
que constatar que este particular ámbito de estudio es una de las asignaturas
pendientes de la masonología española. A diferencia de lo que ocurre en el
Reino Unido, Francia, Argentina o Uruguay –países “de larga tradición masónica”,
como se acostumbra a decir–, la producción medallística masónica española no ha
sido objeto de investigación salvo por las reseñas citadas.
De entre las
distintas hipótesis que pueden barajarse para encontrar una explicación a este
hecho, la que presenta mayor verosimilitud es aquella que lo atribuye a los
largos periodos de la historia de España en los cuales la masonería ha estado prohibida.
Este planteamiento cobra sentido a la luz del escaso número de medallas que se han
conservado desde el siglo XIX. Por demás, el razonamiento se explica si consideramos
que la condena de la masonería por la Iglesia católica y de la monarquía ha
sido una constante desde la publicación de la primera bula In eminenti el 2 de abril de 1738; que las censuras dictadas
durante los pontificados siguientes se incorporaron a la legislación penal
española —particularmente durante el reinado de Fernando VII—; o el
ensañamiento con que se persiguió y condenó a los masones desde el inicio de la
guerra civil hasta el final de la dictadura franquista. De este modo, no es
aventurado considerar que los mismos masones se pudieron deshacer de sus
medallas y cualesquiera otros efectos que, de ser hallados en su poder, les
supusiera ser acusados de pertenencia a la masonería y, en consecuencia, condenados
a largas penas de prisión y depuración administrativa, abocados al destierro o asesinados
sin mediar juicio alguno[28].
Al hilo de este
planteamiento, cabe preguntarse si ha existido una tradición de coleccionismo
privado de medallas masónicas y, del mismo modo, sobre la existencia de un
mercado y una industria interna que satisficiera la demanda nacional de este
tipo de medallas, como ocurre en el caso de Francia con la Casa Gloton o la
firma Lehmann, o en Reino Unido con las empresas Toye, Kenning, Spencer o
Fattorini. Sobre coleccionismo numismático masónico, interesa investigar si las
piezas del catálogo de Herrera Chiesanova tienen un origen común o si procedían
de distintas colecciones. Es también el caso de la supuesta medalla masónica de
Fray Andrés del Corral[29], que nos habla tanto de
su condición de coleccionista, como de su célebre monetario.
Conviene dar
respuesta a estos interrogantes, si bien los resultados de esa investigación
exceden los límites del presente artículo.
Si antes
describimos la eclosión de los estudios masónicos en el panorama
historiográfico español coincidiendo con la transición democrática, creemos
conveniente señalar que tanto el patrimonio histórico como la producción
artística masónica española aún no aparecen en los índices de las historias generales
del arte. Sin embargo, desde otras disciplinas –como la sociología o la filosofía–
pensadores y docentes ya se han acercado al estudio de la realidad masónica de
este siglo XXI[30].
La
Gran Logia Nacional de España
La
masonería española, entendida como aquella institución —habitualmente conocida
por el término «obediencia»— que aglutina a distintas logias y se autotitula
como entidad masónica soberana en una demarcación territorial, nació en 1809
del impulso de la logia de San José (en honor del Rey José I), bajo la
denominación de Gran Logia Nacional de España (GLNE). En ella se integraron la logia
Beneficencia de Josefina junto a la Santa Julia, Estrella de
Napoleón, Los Filadelfos, Edad de Oro o Napoleón el Grande,
estando activa entre octubre-noviembre de 1809 y agosto de 1812.
La GLNE[31] ha sido la primera obediencia masónica
constituida en suelo español. Esto significa que, por primera vez en su
historia, la masonería fue una organización legal y sus miembros no se vieron
perseguidos, pudiendo reunirse con total libertad, a diferencia de lo que
ocurría en el pasado como ya hemos apuntado. La GLNE representó una masonería
profundamente francófila, estrechamente vinculada con la administración de José
I, pero no por ello se puede calificar de antiespañola.
Tradicionalmente
se ha calificado a estos masones —y por extensión, a esta primera masonería—,
como traidores y colaboracionistas, en tanto que actuaron en complicidad con el
«gobierno intruso». Los ejemplos de publicaciones y artículos de prensa posteriores
a la caída del régimen son numerosos, sobre todo desde las filas de los
partidarios del absolutismo borbónico y de la Iglesia católica[32].
La historiografía finisecular decimonónica, de la cual la figura de Marcelino
Menéndez Pelayo[33]
fue uno de los principales representantes, también contribuyó a identificar
masón con afrancesado y a calificarlos como traidores.
Es evidente
el vínculo entre la GLNE y el «partido josefino», pues entre sus miembros se
encontraron a altos funcionarios y cuadros medios de la administración de José
I, junto con mandos militares del ejército napoleónico. Ahora bien, si se
analiza el discurso fundacional de la obediencia, se observa una exaltación del
régimen bonapartista —como no puede ser de otra manera considerando que la
figura de Gran Maestre la ostentaba el Rey José I—, pero también de los
principios masónicos y referencias a la identidad nacional española. Lo mismo
ocurre con los Reglamentos de la logia Beneficencia de Josefina, donde
las expresiones patrióticas se entremezclaban con los valores masónicos, reflejando
–además– que pertenecían a una logia que se consideraba profundamente española.
Este sentimiento se pone de manifiesto en la documentación conservada, que revela
los conflictos de reconocimiento entre las logias integradas por militares
franceses adscritas al Gran Oriente de Francia (GOdF) y las de la GLNE.
El final de la GLNE vino de la mano de la caída del
régimen bonapartista como resultado del devenir de la guerra de independencia y
el subsiguiente exilio de todo aquel susceptible de ser acusado de masón o de
colaborar con el gobierno intruso. Fue el tiempo de las delaciones y autoinculpaciones.
La
medalla de la logia Beneficencia de
Josefina
Fuente: Trésor de Numismatique et de Glyptique. París, 1840,
https://play.google.com/store/books/details?id=oUI2AQAAMAAJ
El libro de actas, conocido como Libro de oro de la respetable logia de
Beneficencia de Josefina[34],
es una de las fuentes que más información nos proporciona sobre la masonería de
la GLNE. Entre los testimonios registrados en las actas nos importan
particularmente las referencias a la medalla distintiva de la logia, cuya
autoría es atribuida a Vicente Goldony.
De entre la información
que nos proporciona señalamos aquellas anotaciones que hacen mención de la
medalla:
1.
En
el Art. 6º del acta correspondiente al seis de septiembre de 1810 podemos leer:
“Se propuso hacer una medalla distintiva de esta R.·. L.·. cuya comisión se dió
à nuestro muy querido H.·. Duro acordando que no se exigiese mas por ella, que
su preciso coste, à los HH.·. que la pidiesen”.
2.
En
el acta del día 19 del mismo mes y año, en el Art. 5º, se dice: “Se aprovo un
modelo de los que presentó el Ven.·. para la medalla distintiva de esta L.·. y
se acordó para ella una cinta color de naranja, con filetes blancos”.
3.
En
el acta del día 18 de octubre del mismo año, en el Art. 6º aparece: “El H.·.
Vicente Goldony, fue afiliado en esta L.·. con general satisfacc.n
de toda ella”.
4.
En
el acta del día 18 de octubre del mismo año, en su Art. 11 figura: “Se
presentaron, y repartieron las medallas distintivas de esta L.·. hechas por el
H.·. Goldony, cuya generosidad no quiso exigir más que el coste, y costas,
mereciendo por ella el general elogio”.
Estos datos concretos, junto con el contenido
general del libro, nos permiten conocer el autor, las circunstancias por las
cuales se consideró necesario acuñarla, precisar que el 18 de octubre de 1810 fue la fecha exacta de
datación de la medalla, así como
el uso que se hacía de ella para obsequiar a distintas personalidades
masónicas.
Afortunadamente se conserva
en el Archivo Histórico Nacional un expediente inquisitorial[35]
de 1816, en el que una testigo describe el estandarte de la logia:
(…) era de terciopelo de
color naranja bordado de plata. Por un lado, tenía bordado el Sol de Oro con
unas letras que decían “A la Orden de Josefina al Oriente de Madrid” bordadas
también en plata, y un laurel formado de talco, y al otro lado un triángulo
bordado en oro, encima del cual aparecía un palo largo con dos culebras
enroscadas, y sobre esto una corona con dos alas a sus lados y abajo dos manos
entrelazadas (…).
Estos símbolos son los
mismos que ya figuraban en la medalla de la logia. Y no es casualidad, pues en
el Libro de oro aparece una anotación
correspondiente al artículo 9º del acta del día veintidós de enero de 1811 en
la que se dice que el venerable maestro encargó que se hiciera inmediatamente,
constituyendo una comisión a tal efecto formada por él mismo y los hermanos
Victoria y Goldony.
Las restantes
referencias a la medalla figuran en catálogos numismáticos extranjeros. La
encontramos citadas en tres fuentes acompañadas de la ficha descriptiva y,
afortunadamente, en una de ellas aparecen las imágenes del anverso y reverso.
Estos documentos
nos demuestran que mediado el siglo XIX el interés por el estudio y
catalogación de esta expresión del arte masónico fue ya una constante entre coleccionistas
y numismáticos europeos y estadounidenses. Reflexión ésta que debemos
relacionar con lo tratado anteriormente sobre el coleccionismo masónico en
España.
En el Trésor de Numismatique et de Glyptique[36], publicado en 1840, la
datación atribuida es del 31 de diciembre de 1809. Asimismo, los autores
explican que no tienen conocimiento de la logia a la que pertenece la medalla y
que el ejemplar incluido pertenece a la colección (Cabinet) de Madame Sœhnée. Pero, sin duda, la importancia de esta fuente
radica en que es la única en la que figura una reproducción de la medalla, con
la particularidad de que no aparece el asa superior para la cinta.
Theodor Merzdorf[37], bibliotecario del Gran
duque de Oldemburgo, publica el año 1851 en esa ciudad de la Baja Sajonia Die Denkmünzen der Freimaurerbrüderchaf,
un catálogo numismático exclusivamente masónico en el cual se limita a
reproducir someramente la información que sobre esta medalla ya se cita en el Trésor de Numismatique, pero sin
incorporar ilustración alguna.
En The
Medals of the Masonic Fraternity[38],
otro catálogo de medallas
masónicas publicado por T.R. William Marvin –que fue miembro de la Sociedad Americana de
Numismática y Arqueología–, se escribe
que una de las principales fuentes de referencia que ha utilizado es la obra de
Merzdorf. En la descripción de la medalla añade que es de plata, dato que no
figuraba en las descripciones anteriores.
En cambio, no
hemos encontrado referencia alguna entre los fondos de la Library and Museum of Freemasonry de la Gran Logia Unida de
Inglaterra (UGLE), del Worcestershire
Masonic Library and Museum Trust, de Les
Musées de la Ville de París, de Le
Musée de la Franc-maçonnerie perteneciente al GOdF y de otros repositorios
y bases de datos internacionales de numismática masónica. No obstante, otra
institución donde es necesario investigar aún es el Departamento de monedas y
medallas del Site Richelieu de la Bibliothèque
Nationale de France,
que se encuentra actualmente inmerso en un proceso de remodelación y
reestructuración.
De esta medalla conocemos el autor, el
contexto histórico y social en el que se inscribe, las circunstancias por las
cuales se consideró necesario crearla, así como el uso que se hacía de ella. Sabemos por los catálogos en los que figura, que el
diámetro de la medalla era de 36 mm, que se realizó en plata, que tenía un asa
en su parte superior – aunque esta no figura en las imágenes– y que en su día
se decidió que incorporaría una cinta de color naranja con filetes blancos.
En
cambio, desconocemos la ley de la plata empleada, su peso, así como la técnica
de fabricación. Del mismo modo, ignoramos si la medalla se corresponde con las
que se usan alrededor del cuello o que fuera del tipo galón con pasador para ser
lucida prendida sobre el pecho.
Como quiera que
en la descripción del estandarte aparecen los mismos símbolos representados en
la medalla, podemos concluir que el conjunto iconográfico de la pieza confirma
la intención con la que fue creada, es decir, ser un distintivo de la logia. De modo que la medalla surge
para dar respuesta a una necesidad de índole práctica.
Su uso está
orientado a servir como instrumento de identidad corporativa. En este sentido,
es un objeto destinado a cumplir una doble función. Por un lado, intrínseca, en
cuanto que refuerza el sentimiento de pertenencia al grupo y está dotada de una
capacidad para integrar y cohesionar a los miembros de la logia. Y, por otro,
extrínseca, en tanto que sirve de soporte diferenciador a la vez que actúa como
elemento propagandístico y de comunicación institucional[39].
Del mismo modo,
la medalla se configura como un soporte didáctico. El mensaje exotérico que
transmite la medalla es sencillo y directo, en consonancia con el modelo
neoclásico característico de la masonería postrevolucionaria. Los principios
masónicos, los valores éticos asociados a los signos representados –igualdad,
fraternidad o generosidad– son evidentes. A su vez, el mensaje transcendente
que todo objeto masónico tiene, sea ritualístico o no, queda sujeto a la
interpretación individual. Más allá de que esté encriptado conforme a la
naturaleza simbólica del código masónico, en esta medalla hay espacio para la
hermenéutica[40].
No obstante, por
el momento histórico y el contexto sociopolítico en el que se inscribe,
descartamos la idea de que hubiera podido considerarse en algún momento como
una hierofanía, actitud a la que estuvieron y están habituadas algunas corrientes
masónicas para las que lo sagrado lo impregna todo[41].
Respondiendo a
la necesidad de clasificarla cronológicamente, podemos concluir que nos
encontramos ante la primera medalla de la masonería española y, probablemente,
la manifestación documentada más antigua del arte masónico español. Entendemos
que este epígrafe no
puede cerrarse quedando los aspectos que ya hemos enumerado susceptibles de
seguir siendo investigados. En este sentido, ante la dificultad que para su
análisis supone no disponer de un ejemplar de la medalla, consideramos el
modelado infográfico en 3D y la reproducción facsimilar como instrumentos
complementarios para el estudio y comunicación de todo aquello concerniente a
esta medalla.
Análisis
numismático/iconográfico
A
la hora de estudiar el sentido simbólico de los glifos representados en la
medalla, debemos considerar que nos encontramos ante una obra de arte masónico[42].
La
disposición de los motivos representados en esta medalla atiende a un esquema
convencional. E, incluso, el conjunto lo podemos calificar de sencillo si lo
comparamos con otras medallas francesas en las que la organización y riqueza de
los elementos les confieren un singular valor expresivo. También podemos
observar esta sencillez en las medallas masónicas españolas de la segunda mitad
del siglo que se han conservado.
Un
aspecto importante es el hecho de que en la medalla no figura ninguno de los
frecuentes lemas y divisas utilizados por los masones y de los que tenemos
bastantes ejemplos en las medallas francesas.
Anverso:
·
En
primer plano y en el centro del campo, un triángulo rectángulo apoyado en la hipotenusa.
·
En
su interior, dos manos enlazadas y, sobre éstas, un cuadrado.
·
En
segundo plano, detrás del triángulo, un caduceo alado en el que se distingue el
remate en forma de corona y asoman dos cabezas de serpiente.
·
La
leyenda discurre sobre los tres lados del triángulo, recurriendo a la costumbre
masónica de abreviar las palabras.
·
En
último plano, un fondo radiante que nace del triángulo y abarca radialmente
todo el campo de la medalla.
·
Carece
de gráfila y listel.
Reverso:
·
En
primer plano, y ocupando el tercio superior del campo, una escuadra centrada
verticalmente con el vértice apuntando al exterior.
·
En
la parte inferior, un compás abierto en ángulo de 45º.
·
En
segundo plano, bajo el compás, un cuerno de la abundancia dispuesto
verticalmente.
·
Rodeando
la composición, a la izquierda, seis estrellas de cinco puntas y, a la derecha,
siete. Los dos grupos bordeando circularmente el listel.
·
El
fondo del campo es liso y no presenta gráfila.
Interpretación
iconológica
Triángulo
radiante:
También
conocido como «Delta luminoso» (por la letra griega “∆”), aunque aquí no
esté representado un triángulo equilátero, se dispone en el oriente del templo
masónico sobre el sitial conocido como «Trono del Rey Salomón», ocupado por el
Venerable Maestro, que es la figura encargada de conducir los trabajos y
ceremonias. De origen profundamente judeocristiano, simboliza el verbo como
principio creador, esto es, al Gran Arquitecto del Universo (GADU), y por
extensión, la luz como alegoría del conocimiento universal en tanto que los
rayos alumbran en todas las direcciones.
Caduceo
alado:
Se
incorpora al corpus iconológico masónico vinculando la antigüedad clásica con
la masonería. Parecido a la asimilación de la tradición pitagórica o del dios
Jano. Las serpientes enlazadas son un elemento que se acostumbra a relacionar
con el concepto masónico de dualidad y, también, de unión. Las alas representan
la elocuencia y también la libertad. La corona puede expresar el vínculo con la
monarquía de José I. Asimismo, es un símbolo vinculado estrechamente con la
tradición hermética y la alquimia, tradiciones de las que se ha nutrido
profusamente el imaginario masónico y, particularmente, el Rito Escocés Antiguo
y Aceptado (REAA). Más allá de las distintas interpretaciones, estamos ante un
símbolo polisémico, aspecto éste muy del gusto masónico que encuentra en la
hermenéutica el vehículo perfecto para estudiar sus misterios.
Piedra
cúbica:
Simboliza
el ideal de perfeccionamiento. Empeño al que se debe aplicar durante su vida
todo masón, aun sabiendo lo imposible de alcanzarlo desde la concepción
imperfecta de la naturaleza humana. Dependiendo del rito practicado, su
ubicación será diferente dentro del templo. También la cara superior podrá
prolongarse en forma piramidal (cubo apuntado). Esta piedra, junto con otras de
singulares formas utilizadas en arcos o bóvedas trabajadas por los albañiles o
canteros de la masonería operativa, forman parte de los rituales de otros
grados masónicos de tradición inglesa. Por ejemplo, en la orden masónica del
Real Arco, ahora como hexaedro, forma parte del conjunto de sólidos platónicos
dispuestos sobre la representación de la cripta abovedada del templo de Salomón,
mientras que en la orden masónica de los Maestros Masones de la Marca durante sus
rituales se utiliza junto con otras de formas singulares dotadas cada una de su
particular sentido y significado.
Alianza:
Conocido
como dextrarum iunctio –apretón de
manos ceremonial de los contrayentes durante el matrimonio romano–, se aplica
en heráldica desde antiguo y en Francia se denomina Foi (Fe). Es un símbolo que evoca compromiso, fidelidad y
fraternidad, siendo un gesto que, realizado de la forma adecuada en sus
distintas variantes, se emplea desde los inicios de la masonería especulativa
como señal de reconocimiento.
Leyenda:
Este
elemento no es propiamente un símbolo, ni una alegoría, ni un lema o una
divisa. La incluimos por la costumbre masónica de usar abreviaturas seguidas de
los tres puntos (.·.), con el objeto de enmascarar determinadas palabras.
Escuadra:
Se
trata de uno de los elementos del imaginario masónico que más ha transcendido
al mundo profano. Pertenece al conjunto de símbolos adoptados de las
herramientas de la masonería operativa. En la especulativa simboliza la
rectitud y moralidad. Por esta razón le corresponde al Venerable Maestro de la
logia lucirla prendida en su collarín. Está considerada la primera de las «joyas
móviles», junto con el nivel y la plomada que lucen el Primer y Segundo Vigilantes
respectivamente. Los masones hablan de una «conducta escuadrada». Y también
está presente en el transcurso de las ceremonias cuando se desplazan por el
templo «escuadrando», la logia, o se sitúan «al orden», formando escuadra con
algunos de sus miembros o extremidades.
Compás:
Símbolo,
como la escuadra, tomado del oficio tradicional. Es muy frecuente encontrarlos
representados de forma superpuesta. El compás habilitaba al maestro cantero o
albañil para, con exactitud y precisión, fijar y determinar los límites y las
proporciones de las partes de una construcción. Para el masón simboliza la
infalible e imparcial justicia que el GADU aplica a su conducta según los
límites del bien y el mal que les ha transmitido. Al igual que la escuadra, se
dispone y se utiliza de diferentes formas.
Cornucopia:
Es
un símbolo asimilado por la cultura occidental y podemos encontrarlo en
infinidad de representaciones artísticas o, incluso, aplicado como signo
gráfico y paragráfico. El significado masónico asociado es el de prosperidad,
generosidad y caridad. En la joya del Maestro de Banquetes del REAA se
representa bajo un compás abierto, mientras que en el rito de Emulación (RE) es
el atributo del Experto (steward).
Estrellas:
Aparecen formando parte de la
decoración del techo del templo como expresión de la cosmogónica mitología
masónica. Junto con la luna y el sol, forman parte del repertorio relacionado
con la astronomía, por lo tanto, vinculadas directamente con el grado de
compañero en el que se completa el estudio del «trivium et cuadrivium». La estrella flamígera es la forma
ritualística por excelencia, habitualmente conteniendo inscrita la letra «G». Representada
como el pentáculo pitagórico, hace referencia a la proporción áurea como ley
universal emanada del GADU. La disposición en grupo y alineadas implica
igualdad, fraternidad y comunidad.
Vicente
Goldony: diamantista y masón
La
vida del veneciano de nacimiento Vicente Goldony Bibiani transcurrirá en Madrid,
a caballo de los siglos XVIII y XIX, con el exilio francés de por medio.
Nos
encontramos ante uno de esos personajes que se esconden en la letra pequeña de
la historia. Para documentarnos sobre su vida y obra hay que recurrir a un minucioso
rastreo por todo tipo de registros: desde las publicaciones periódicas de su
tiempo, pasando por las obras que abordan la historia de la joyería y
orfebrería madrileña, sin olvidar los archivos parroquiales, gremiales, históricos,
etc.
El primer documento donde hallamos
referencias a Goldony Bibiani es en el Libro
de Oro, en el que aparece como autor de la medalla. El estudio minucioso de
las actas nos aporta interesantes datos sobre la biografía masónica de nuestro
hombre, pero también nos ofrece su firma. Este será un hallazgo singular por
cuanto conferirá personalidad a un dato que hasta el momento no pasaba de tener
naturaleza literaria.
Para
entonces el veneciano ya era una persona relativamente conocida en aquel Madrid
que aglutinaba a una población algo superior a los 175.000 vecinos. Tenía
abierto un comercio en los bajos del mismo inmueble en el que residía y donde
ejercía el oficio de diamantista y comerciaba con el género propio de un
platero de oro[43].
Su
consideración profesional debía tenerse en alta estima pues en el Archivo de
Palacio se encuentran apuntes de varios pagos correspondientes a unos artículos
de oro adquiridos por el infante don Antonio Pascual de Borbón –hijo de Carlos
III–, así como diversas facturas libradas a su nombre en el Archivo del Ducado
de Osuna[44].
En
diversos avisos de prensa figura su domicilio como contacto de referencia, y
también lo cita De Mesonero Romanos cuando enumera los personajes que, desde el
balcón de su casa, contemplaban los disturbios del Motín de Aranjuez[45]:
(...) Y mientras por fuera continuaba la
algazara todo aquel día, y se aumentaba y enloquecía con las deseadas noticias
sucesivas de la captura del reo, de la abdicación de Carlos IV y
exaltación al trono del Príncipe D. Fernando, mi casa se llenaba de amigos y
vecinos de la reducida calle del Olivo bajo (que así se llamaba entonces el
trozo que media entre las del Carmen y la Abada), y que formaban por este solo
concepto una cordial sociedad; pero como sería largo y enojoso el citarlos a
todos, sólo apuntaré aquellos que en esta ocasión tomaron más parte en las
conversaciones y algazara común. (...) el diamantista D. Vicente Goldoni; el
agente D. Tadeo Sánchez Escandón, y el presbítero D. Manuel Gil de la Cuesta,
vecinos o inquilinos de mi padre en su propia casa. (...).
Su
destino se torció con el regreso de Fernando VII, de suerte que se verá en la
necesidad de convocar concurso de acreedores y –posteriormente– exiliarse,
compartiendo así el camino con otros españoles –a decir de algunos 4.000 y de
otros hasta 12.000–. Entre ellos estaban un buen número de ilustres afrancesados[46], como Meléndez Valdés o
Leandro Fernández de Moratín[47], y no pocos masones.
Seguramente
se le despejaría cualquier duda sobre hacia donde orientar su futuro a la luz
de los acontecimientos relatados por El
Diario de Mallorca el 24 de diciembre de 1812, donde informaba que el 25 de
septiembre, en Madrid, fueron llevadas al Retiro diversas personas –“presos por
traidores”–, señalando entre ellas al “diamantista Goldoni (sin valerle sus
diamantes)”.
No
tenemos constancia de cómo se desenvolvió en el país vecino, pero sí disponemos
del expediente relativo a la investigación sobre su conducta política durante
el gobierno francés, que se abrió en 1815 a instancia de su mujer –María Raseti–,
con la intención de que se permitiera regresar de Francia a su marido, para que
pudiera “incorporarse en el servicio del Rey nuestro señor”. El documento no
tiene desperdicio y ofrece interesantes ejemplos de la naturaleza humana,
poniendo sobre el papel actitudes tan españolas como la envidia o la venganza,
pero también de perspicacia e ingenio[48].
Entre
los acontecimientos narrados llama la atención el testimonio de un testigo, que
describía a nuestro diamantista: “de una estatura como de dos varas, algo
recio”.
Desconocemos el sentido final del proceso.
El caso es que las siguientes referencias que hemos hallado pertenecen a los
primeros años de la década de los 20, cuando se publicaron anuncios y avisos
donde figuraba su nombre o su comercio. Además, una de las facturas de las que
hemos dado cuenta estaba fechada en 1823.
Pero
no todo iban a ser sinsabores. Hemos visto cómo Goldony Bibiani se repuso de
sus desgracias y levantó de nuevo su negocio. Asimismo, prueba de su tenaz
carácter y maestría en el oficio, perseveró hasta el punto de ser elegido “Maestro
Aprobador de oro del Colegio de San Eloy de la Villa de Madrid” en 1829.
Incluso, su hijo Juan alcanzó a ser aprobado maestro platero de oro de esa institución
en 1832, el mismo año del fallecimiento de su progenitor[49].
Hasta
su último esfuerzo procuró velar por el futuro de su comercio y que su apellido
continuara vinculado al oficio.
El
jeton de presencia en la logia Beneficencia de Josefina
Como hemos dicho anteriormente, el Libro de oro
de la respetable logia de Beneficencia de Josefina nos proporciona valiosa
información sobre los hábitos y maneras de proceder que se seguían tanto en la
logia como en la obediencia. Algunas de aquellas costumbres se han conservado
con el paso del tiempo y están plenamente vigentes en la actualidad. Sin
embargo, otras han ido cambiando con el paso del tiempo o, incluso, han caído
en desuso.
Una norma que se observaba en las logias
francesas durante el siglo XIX, y hasta bien entrado el XX, consistía en el uso
de los conocidos como jetons de presence,
que podemos traducir como «fichas de presencia». Actualmente, en el mundo
profano, esta costumbre se ha convertido en la remuneración económica denominada
“dietas”, que se percibe por asistir a determinadas reuniones.
En el contexto masónico el significado era
un poco diferente. La finalidad que tenía esta práctica era beneficiar a
aquellos iniciados de la logia que acudían regularmente, al mismo tiempo que se
penalizaba a los que se ausentaban. A tal efecto, los talleres emitían sus
propios jetons de carácter interno y
se les asignaba un valor económico. Esta cantidad se sumaba a la “capitación[50]” que el miembro abonaba a
la logia. En cada reunión, a los asistentes se les entregaba un jeton, de manera que al término del año
masónico se podía solicitar al tesoro de la logia el reembolso de la suma de
los jetons acumulados. Los jetons también se entregaban a los
componentes de otras logias que acudían de visita y estos solían conservarlos
como recuerdo.
Actualmente, estas fichas monetiformes son
objeto de colección, existiendo un mercado específico para estas piezas. Es
frecuente encontrarlos en lotes de las subastas numismáticas, donde los más
raros alcanzan altas cotizaciones. Como ya indicamos, la exonumia es la especialidad
de la numismática que se ocupa de su estudio.
Una
medalla honorífica de la logia Beneficencia
de Josefina
Otra medalla de esta logia que recoge el Libro
de Oro es la que se entregó al Venerable Maestro
como muestra “del tierno amor” y “justa gratitud” que le profesaban sus
hermanos, según queda recogido en el artículo 7º del acta correspondiente al 25
de marzo de 1811. En el texto figura que se trataba de una “medalla de honor” y
que era de oro. Y, a continuación, se describía en los siguientes términos:
Contenía
en la una faz de un triángulo de oro al aire, el símbolo de la gratitud,
representada en un León, que tiene abrazado cariñosam.te à un
perrillo, que le está lamiendo los ojos, y sobre el geroglifico, este lema: La
Gratitud. En el reverso del mismo triangulo una inscripc.n que
dice: La R.·. L.·. de la Benef.·. de Josef.·. à su I.·. Ven.·. el E.·. H.·.
Benito.
La costumbre de otorgar estas
distinciones honoríficas en forma de medalla persiste en la masonería actual. Tanto
su concesión como su lucimiento suele estar normativizado en los reglamentos
internos de cada logia y –también– en los de la obediencia.
Como en este caso se trata de una
distinción, la clasificación de la pieza entraría dentro de la disciplina numismática
denominada falerística.
La medalla de la logia Napoleón el Grande
Fuente: Colección privada “elverno”.
California, EE. UU.
https://www.omnicoin.com/coin/898462
Otra de las logias que integraban la GLNE era
la Respetable Logia de Napoleón el Grande.
Y, al igual que el taller Beneficencia de Josefina, emitió su
propia medalla.
De ella conocemos algunos datos
proporcionados por diversas fuentes y testimonios, entre ellas las citas que
aparecen en el Libro de Oro.
Los primeros
testimonios que tenemos de esta medalla son las referencias que aparecen en los
catálogos numismáticos extranjeros, que también citan la medalla de la logia Beneficencia de Josefina[51]. Una diferencia
significativa entre ambas es que en esta figura la fecha de emisión y, por lo
tanto, no presenta los problemas de datación de aquella.
De la medalla de
la logia Napoleón el Grande se
conservan varios ejemplares en diferentes metales y aleaciones. Ésta es una
costumbre que se aprecia en otras medallas masónicas francesas y –más allá– podemos
decir que se trata de una práctica frecuente en el ámbito de la medallística.
Un ejemplar de
esta medalla acuñada en plata salió a subasta en diciembre de 2007 en la firma
francesa «Cannes Enchères. Hôtel des
Ventes», rematándose la puja en 2.150 €. También de plata es el calco de
esta medalla que figura en el catálogo Medallas
Españolas Masónicas[52] de Herrera Chiesanova, ya
citado.
Además, como
hemos señalado, se conservan –cuando menos– otras dos piezas: una en bronce
perteneciente a la colección privada de un coleccionista californiano; y otra
en cobre sobredorado, que figura en el catálogo de numismática masónica francesa
editado por la Maison Platt[53]. Marc Labouret, autor de
la obra, tras describir la medalla, añade algunos comentarios que reproducimos,
en los que demuestra su desconocimiento sobre la historia de la masonería
española y la procedencia de la medalla:
Loge inconnue du Répertoire. L’Espagne n’a jamais été complètement conquise
par les troupes napoléoniennes, et n’a pas été intégrée au grand Empire. Dans
un pays où l’Inquisition avait jusqu’alors efficacement pourchassé la
Franc-maçonnerie, les loges militaires françaises représentent sa première
implantation réelle. La greffe ne prendra pas; les patriotes ne mouraient-ils pas
au cri de “A bas la liberté”? Notre médaille appartient à cette présence
éphémère[54].
Análisis
numismático / iconográfico
Esta medalla
presenta un estilo marcadamente francés. De hecho, en el anverso está
representado Napoleón I en un retrato de perfil, las leyendas están escritas en
ese idioma y el esquema compositivo sigue el modelo característico de las
medallas napoleónicas del Primer Imperio, si bien el reverso presenta un
tratamiento gráfico carente del detallismo y realismo de aquellas.
Comparándola
con otras medallas masónicas francesas del mismo periodo, observamos que se
asemeja a un tipo que se distingue por la profusión de los símbolos
representados en el reverso, lo que manifiesta una especial intención
didáctica. Esta condición se ve reforzada por el recurso de incorporar un lema
en el reverso.
Por
la palabra abreviada “MEMB.·.”, que figura en la leyenda del anverso, puede
deducirse que es una medalla de membresía, tiene una finalidad de identidad
corporativa. Esta observación también la reseña Marvin
en The Medals of the Masonic Fraternity.
Anverso:
·
Ocupando
la mayor parte del campo, está el retrato de perfil mirando hacia la derecha de
Napoleón I, adornado con una corona de laurel sujeta con una cinta que cae
sobre el cuello.
·
Una
corona de laurel que rodea completamente el retrato.
·
Debajo
del perfil y sobre la corona, aparece la leyenda con la fecha en datación
masónica: “AN 5811” (1811).
·
La
leyenda discurre alrededor del campo recurriendo a la costumbre masónica de
abreviar las palabras. En ella se identifica el nombre de la logia y la
localidad de procedencia.
·
La
gráfila responde a un motivo floral. Carece de listel.
Reverso:
·
El
campo está enmarcado por un listel y se encuentra dividido horizontalmente en dos
partes por el motivo conocido como «alianza» (dextrarum iunctio), cuyos brazos nacen de sus respectivas nubes.
·
Ocupando
la mitad superior del campo, a la izquierda, está representada la luna
creciente con perfil humanizado mirando hacia la derecha, radiante y rodeada de
cinco estrellas de cinco puntas.
·
En
el centro de la parte superior y en primer plano, una estrella de cinco puntas
con una letra «G» en el centro.
·
A
la derecha de la mitad superior del campo, un sol radiante de rostro humano
mirando de frente.
·
En
la parte inferior izquierda figura un compás abierto en ángulo de 45º sobre una
escuadra con el vértice apuntando hacia abajo.
·
En
el centro, y sobre un pavimento de cuadrados representados en perspectiva, de
forma que definen una escena, se sitúa un altar con decoración lineal. Sobre
él, dos corazones flameantes.
·
A
la derecha se representan oblicuamente un mazo (o mallete) bajo una regla.
·
Recorriendo
el exterior del campo figura la leyenda en francés: L’UNION FAIT LA FORCE.
·
Rodeando
el exterior del reverso se incorpora otro listel.
Puede
apreciarse que la parte superior de la medalla ha sido manipulada. Este detalle,
que también está presente en otro ejemplar, nos lleva a considerar la
posibilidad de que –originalmente– tuviera incorporada un asa, o que se
acostumbrara a soldarle una que se haya eliminado con posterioridad.
Interpretación
iconológica
El
conjunto de elementos representados en el reverso de la medalla no aparece distribuido
aleatoriamente. El ordenamiento de los símbolos responde a una voluntad de
describir la escenografía idealizada de un espacio masónico encerrado en la
forma circular del objeto soporte. La medalla cuenta más de lo que a primera
vista pudiera parecer.
Estrellas:
Este
símbolo ya lo comentamos cuando estudiamos la medalla de la logia Beneficencia de Josefina. Aquí su número
es de cinco, esta cifra asociada a la estrella con la letra «G», podría
interpretarse como una velada alusión al segundo grado.
Luna
y sol:
Estos
dos símbolos aparecen humanizados. De esta forma, que no es exclusiva de la
masonería, el rostro les confiere personalidad y transcendencia. El lugar que
ocupan respectivamente no es arbitrario, sino que están dispuestos de la misma
manera que en el oriente del templo masónico. El significado es muy amplio, son
símbolos marcadamente polisémicos, pero el que guarda relación con la
escenografía representada en la medalla, es aquel que habla del periodo durante
el cual desarrollan sus trabajos los masones en las logias de San Juan, de
mediodía en punto a medianoche.
Alianza:
Figura
representada de una forma frecuente en otras medallas de la masonería francesa,
surgiendo ambos brazos de sus respectivas nubes. El significado hace referencia
al alto sentido o elevada naturaleza del vínculo fraternal.
Escuadra
y compás superpuestos:
Ya
hemos hecho referencia a estos dos símbolos al describir los que aparecen en la
medalla de la logia Beneficencia de
Josefina. A diferencia de aquella, aquí aparecen formando un subconjunto, representados
conforme al uso en el tercer grado.
Mazo
y Regla:
Estamos
ante un caso como el anterior. De forma deliberada, se han representado
conjuntamente dos de las herramientas propias del primer grado: la regla de 24
pulgadas –que representa las 24 horas del día– y el mazo que, a su vez, nos
habla de la voluntad y la fuerza de la conciencia para perseverar en la
progresiva autotransformación.
Altar
y corazones flameantes:
Este
símbolo sitúa la escena dentro de la tradición escocista a la que pertenece la
logia y la obediencia. El corazón flameante que hace referencia al fervor amoroso
hunde sus raíces en la tradición crística o cristiana, en conjunción con la
alquímica espiritual europea. De hecho, en esa figura también podría verse un
hornillo de atanor alquímico. Sin embargo, el mencionado motivo no se ha incorporado
al corpus iconológico de la masónica española. Este símbolo da nombre y aparece
representado sobre un altar en las medallas de las logias escocistas parisinas Les cœurs unis (1808), o Les cœurs sinceres (Labouret no. 179).
En la medalla de la logia Les cœurs unis
de Dieppe (1805) son tres los corazones ardientes representados, mientras que
en la medalla acuñada por la logia La
Parfaite Unión de Rennes (1804) es un solo corazón el que está situado sobre
el altar.
Pavimento:
Este
elemento no está representado como un símbolo o motivo propiamente. Sin embargo,
es perfectamente identificable con el pavimento mosaico de cuadrados blancos y
negros que alfombra el templo masónico. Su significado expresa tradicionalmente
la dualidad en su concepto más amplio. En la medalla, representado abajo y en
perspectiva, cumple la función de proporcionar profundidad a la escena.
Una
medalla honorífica de la logia de Santa
Julia
Esta logia la conocemos principalmente por
el Libro de arquitectura de la logia
Santa Julia[55] y por las referencias a ella que
aparecen en el Libro de oro.
De esta medalla no hemos encontrado
referencia en catálogos numismáticos, lo que en principio no puede extrañarnos
dado que su origen responde a una necesidad eventual, costumbre frecuente en
las logias, como ya hemos visto. Toda la información relativa a esta medalla es
la que aparece en el Libro de
arquitectura.
En la «plancha» que hace referencia a los
trabajos celebrados en la sesión del 28 de mayo de 1810, figuraba la propuesta para
organizar un premio a la mejor memoria que se presente sobre la siguiente pregunta:
“¿Quál será la influencia de la Mria.·. en la felicidad de la España?”.
En los artículos que desarrollaban las
condiciones del premio se describían las medallas, de oro y de plata, que se
entregarían al ganador y finalista respectivamente. Las medallas tendrían el
peso de una onza[56]. Por
un lado, aparecerían las «armas de la logia» junto al nombre del agraciado. Y,
por el otro, el sol –como emblema de la masonería–, junto a la inscripción
“Ilumina y vivifica”.
De la iconografía representada en el emblema
de la logia —o «armas de la logia»—, tenemos una somera referencia en una nota
a pie de página que aparece en Historia
de las sociedades secretas antiguas y modernas en España[57], donde el autor escribe:
“Tiene en la portada un sello muy bien grabado en cobre con todas las alegorías
masónicas que dice […] de San Juan de Escocia bajo el título distintivo de Santa Julia al O.·. de Madrid: El signo
[…][58] equivale a logia”.
Más adelante se añade que los premiados
serán declarados miembros honorarios de la logia. Esto es, la obtención del
premio supone, además de ser galardonado con una medalla, hacerse merecedor de
una distinción honorífica. De modo que estaríamos ante otro ejemplo numismático
cuyo estudio entraría dentro del ámbito de la falerística, puesto que se
establece un vínculo entre el mérito literario, el galardón en forma de medalla,
y la concesión de un privilegio.
Conclusiones
1.
Este
trabajo de investigación supone la definición de la unidad documental formada
por el conjunto de aquellas medallas de la GLNE de las cuales hemos encontrado
referencias. Unidad documental susceptible de ampliarse con aportaciones tanto propias,
como por parte de otros investigadores.
2.
En
esta unidad documental están representadas tres categorías numismáticas: dos de
carácter identitario (medallística), un jetón
de presencia (exonumia) y otras dos honoríficas (falerística). El conjunto de
estas cinco medallas nos habla de la asimilación de las costumbres masónicas en
el seno de las logias de la GLNE.
3.
Hemos
constatado que tres logias de la GLNE recurren al uso de medallas masónicas
para atender a diferentes necesidades del taller. Conviene preguntarse si tanto
las logias, como la misma obediencia, emitieron otras medallas.
4.
Es
preciso continuar la investigación emprendida con el objeto de documentar algún
ejemplar de la medalla de la logia Beneficencia
de Josefina.
5.
La
producción de estas medallas señala el nacimiento de la numismática masónica española,
actividad que continuará durante el siglo XIX —como en el resto del orbe
masónico— hasta la actualidad.
6.
Es
conveniente investigar la historia del coleccionismo numismático masónico en
España y su estado actual.
7.
Interesa
investigar la historia de la producción nacional de medallas y joyas masónicas,
así como el comercio interior y exterior de este tipo de productos.
8.
Es
pertinente considerar las nuevas tecnologías informáticas CAD/CAM y de prototipado
rápido como recurso al servicio de la investigación y comunicación de la
numismática masónica española.
9. Creemos necesario la normalización del estudio de la
historia de la numismática masónica española en el contexto general de la
historia del arte español, en tanto que representa una parte olvidada de
nuestro patrimonio artístico.
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[1] María
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[2] José Antonio Ferrer Benimeli y Bird Polly, Bibliografía de la masonería (Madrid: Fundación Universitaria Española, 2004).
[3]
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[4] Centro de Estudios Históricos de la
Masonería Española, http://cehme.com/
[5] Galo Sánchez Casado, Los altos grados de la masonería (Madrid: Akal, 2009); Ilia Galán, “Introducción”, Conde de Aranda. Estudios a la luz de la francmasonería 1 (2006): 13-20; o la página http://www.lamatritense.es/ donde, además de recurrir a los tópicos e inexactitudes habituales, en una ilustración se identifica a Philip Wharton cuando en realidad el retratado es Thomas Dunckerley.
[6] David
Martín López, “Estética
masónica, arquitectura y urbanismo. Siglos XVIII-XX” (Tesis de doctorado en historia
del arte y música, Universidad de Granada, 2010).
[7] Martín López, “Arte y masonería: consideraciones metodológicas”, REHMLAC 1, no. 2 (diciembre 2009-abril 2010): 17-36, https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rehmlac/article/view/6615/6304
[8] Josep M. Gracía, Simbólica arquitectónica (Barcelona: Edición del autor, 2004).
[9] Raimon Arola, Simbolismo del templo (Barcelona: Ediciones Obelisco, 2001).
[10] Ricardo Serna Galindo, “La masonería en el séptimo arte. Una aproximación al caso español”, REHMLAC+ 8, no. 1 (mayo-noviembre 2016): 71-86, https://doi.org/10.15517/rehmlac.v8i1
[11] Ver: Consuelo Conde Martel, “Aspectos simbólicos de los sellos masónicos en Canarias y de la logia Añaza”, Tebeto: Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura 2 (1989): 129-178; Susana Cuartero Escobés, “Sigilografía de las logias norteamericanas”, Brocar: Cuadernos de investigación histórica 17 (1991): 55-70; o María Elena Muñoz Echeverría y María Jesús Ocaña Vázquez, “Elementos indígenas y de ultramar en los sellos de las logias de Cuba y Filipinas”, en Masonería española y americana, coord. Ferrer Benimeli (Zaragoza: Gobierno de Aragón, Departamento de Educación, Cultura y Deporte, 1995), tomo II, 1005-1018.
[12] Numerosas publicaciones reflejan la relación entre iconografía y simbolismo masónicos. En: José Julio García Arranz, Simbolismo masónico. Historia, fuentes e iconografía (Vitoria-Gasteiz: Sans Soleil Ediciones, 2017), encontramos uno de los ejemplos que consideramos más exhaustivo y mejor reseñado.
[13] José A. García-Diego, Antonio Machado y Juan Gris. Dos artistas masones, ed. Castalia (Madrid, 1990); e Íñigo Sarriugarte Gómez, “Perspectivas masónicas en la vida y producción artística de Juan Gris”, Cuadernos de arte e iconografía 46 (2014): 523-547.
[14] Manuel de Paz-Sánchez, “José Aguiar (1895-1976). Entre la luz y las sombras”, Anuario de Estudios Atlánticos 52 (2006): 499-528.
[15] Jesús Rodríguez Rubio, “Un ejemplo de arte masónico: Nicomedes Gómez (1903-1983)”, en Masonería, revolución y reacción, coord. Ferrer Benimeli (Alicante: CEHME, 1990): tomo II, 897-904.
[16] En I. Echeverría, “La Masonería en la cerámica
del ParK Güell”, Conbarro: revista internacional de arte 6 (2004):
34-38, aparece una descripción de elementos iconográficos masónicos del
Park Güell de Barcelona representados con las características teselas
decorativas de ese espacio.
[17]
Consultar: Juan Sabater
Pie, “La crisis del 98 en la filatelia masónica”, en La masonería española y la crisis colonial del 98, coord. Ferrer Benimeli
(Zaragoza: CEHME, 1999), tomo
I, 159-175; y también: “La masonería en Madrid desde la filatelia (1728-2003)”,
en La masonería en Madrid y en España del siglo
XVIII al XXI, coord.
Ferrer Benimeli (Zaragoza: CEHME, 2004), tomo I, 697-720.
[18] En Sylvia Hottinger Craig, “Las fotografías de mujeres entre las fotografías de origen masónico del archivo general de la Guerra Civil española”, en La masonería española: represión y exilios, coord. Ferrer Benimeli (Zaragoza: CEHME, 2011), tomo II, 1417-1430, encontramos un estudio de género sobre fotografía, masonería y mujer; y en María Pilar Amador Carretero, “La fotografía como control policial”, en La masonería española: represión y exilios, coord. Ferrer Benimeli (Zaragoza: CEHME, 2011), tomo II, 1391-1416, otro trabajo en el que, además de presentar una relación temática de las fotografías masónicas del CDMH, se aborda la importancia de la fotografía como recurso documental al servicio de la represión policial de la masonería. Ver también: Margarita Hernández, Miguel Ángel Jaramillo y Blanca Desantes. “Documentación fotográfica masónica en el Archivo Histórico Nacional: sección guerra civil”, en La masonería española y la crisis colonial del 98, coord. Ferrer Benimeli. (Zaragoza: CEHME, 1999), tomo I, 141-157; y María del Carmen Amate Martínez, Entre la historia y el mito: La Masonería española a través de la fotografía, Catálogo de exposición (Almería: Instituto de estudios almerienses, 2009).
[19] En
Gabriel Songel, “El patrón de diseño del Santo Cáliz de Valencia”, Revista de Bellas Artes 13 (2016):
213-234, se estudia un caso particular que relaciona la orfebrería con las
marcas de canteros.
[20] En Boletín Oficial del Gran Oriente de España, 15 de mayo de 1873, 12, 1 de julio de 1873, 13 y 15 de julio de 1873, 16, se hace referencia a D. M. A. Ricord, grabador madrileño, dando cuenta de las joyas ritualísticas, sellos y otros enseres masónicos de producción propia puestos a la venta, así como de otros elaborados para distintas logias en particular. También en Emilio J. M. Nogués, “Decreto”, Boletín de Procedimientos del Soberano Gran Consejo General Ibérico, 3 de abril de 1892, 16, se comunica el decreto por el cual se crea la medalla conmemorativa de la obediencia. A continuación, figura reproducida y se hace referencia al grabador D. Luciano Ortega, acabados, precios y otros detalles. Esta medalla es una de las que figuran en Herrera Chiesanova, Medallas españolas masónicas, 17.
[21]
Puede consultarse: La masonería española, 1728-1939. Catálogo de exposición. Alicante: Instituto de Cultura “Juan
Gil-Albert", Diputación Provincial de Alicante, 1989; y también: Masonería universal. Una forma de
sociabilidad. “Familia gallega” (1814-1936). Catálogo de exposición. A Coruña: Fundación Ara Solis, 1996.
[22] Blanca Desantes y María José Frades, Atributos masónicos en el Archivo Histórico Nacional, Sección Guerra Civil (Salamanca: Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1993).
[23] En “Explicación del Tablero de Trazo de Segundo Grado” del Rito de Emulación.
[24] Muñoz Echeverría y Ocaña Vázquez, “Aproximación a la iconografía y simbología masónica”, en Masonería, revolución y reacción. coord. Ferrer Benimeli (Alicante: CEHME, 1990), tomo II, 885-895. Martín López, “Arte y masonería: consideraciones metodológicas”; y también Edgar Ortiz Arellano, “Tendencias artísticas del simbolismo francmasónico”, Xihmai Revista 22 (2016): 111-130.
[25] Adolfo Herrera Chiesanova, Medallas españolas masónica (Madrid: Edición del autor, 1905).
[26] Portal PARES de la red de archivos españoles: http://www.pares.mcu.es
[27] Miguel Arias y Alfonso D. Jiménez, Joyas masónicas (Madrid: Iberediciones, 1992).
[28] Severiano Delgado Cruz y Javier Infante Miguel-Motta, “Nadie preguntaba por ellos. Guerra y represión en Salamanca”, en Testimonio de voces olvidadas, coord. Enrique Berzal de la Rosa (León: Fundación veintisiete de marzo, 2007), Tomo I, 283-355.
[29] Andrés del Corral, El misterio de la iniquidad revelado o el triunfo soñado de la impiedad (Valladolid: Hermanos Santander, 1814).
[30] Monserrat Guibernau, Identidad. Pertenencia, solidaridad y libertad en las sociedades modernas (Madrid: Trotta, 2017); o Javier Otaola y Andrés Ortiz-Osés, Masonéria y hermenéutica. Un mundo problemático (Oviedo: EntreAcacias, 2017).
[31] En Ferrer Benimeli, “4. La primera Gran Logia Nacional de España”, en Masonería española contemporánea Vol.1. 1800-1868 (Madrid, ed. Siglo XXI de España Editores, 1987), 82-105, se hace referencia a las circunstancias que concurrieron hasta la fundación de la GLNE, así como a información sobre las logias que se integraron en la obediencia, personajes y otras referencias.
[32] Juan José Morales Ruiz, “Fernando VII y la masonería española”, Hispania Nova. Revista de Historia contemporánea 3 (2003): 74-92, http://hispanianova.rediris.es/anteriores-3.htm
[33]
Marcelino Menéndez Pelayo, “La heterodoxia entre los afrancesados”, en Historia de los heterodoxos españoles, vol.
VII, I, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-los-heterodoxos-espanoles/html/
[34] En
Manuel Corral Baciero, Libro de oro de la respetable logia
de Beneficencia de Josefina (Oviedo: EntreAcacias, 2012); y también se puede
consultar copia digitalizada del original en el portal PARES de la red de
archivos españoles: http://www.pares.mcu.es
[35] En
Manuel Júlvez Campos y Henar Pizarro Llorente, “Masonería bonapartista en Madrid (1812-1829)
a través de los papeles inquisitoriales”, en Masonería, revolución y reacción, coord. Ferrer Benimeli (Alicante:
Diputación Provincial de Alicante e Instituto Alicantino de Cultura Juan
Gil-Albert, 1990), tomo I, 71-78, se hace
referencia a este expediente y a otros documentos inquisitoriales que aportan
una descripción del templo, decoración de las estancias, mobiliario, y detalles
sobre distintos personajes.
[36] Paul Delaroche, Henriquel Dupont y Charles
Lenormant, Trésor de Numismatique et de
Glyptique (París: Chez Rittner et Goupil Éditeurs, 1840), 80 y PL. XXXVII.
[37] J. F. L. Theodor Merzdorf, Die Denkmünzen der Freimaurerbrüderchaft (Oldemburg: Verlag und
Druck von Gerhard Stalling, 1851), 120.
[38] T.R. William Marvin, The Medals of the Masonic Fraternity (Boston: Edición del autor,
1880), 129.
[39] Esta doble función de la medalla —en tanto que distintivo de la logia— queda reflejada en varios apuntes del Libro de oro, tanto cuando se dice que se repartieron entre los hermanos, como en las citas relativas a la entrega de ejemplares a miembros de otras logias y a personalidades de la obediencia.
[40] Para entender la función de los símbolos masónicos, y por extensión la funcionalidad de aquellos soportes en los que se integran, consultar: José Julio García Arranz, “5. Iniciación y perfección: la múltiple función de los símbolos masónicos”, en Simbolismo masónico. Historia, fuentes e iconografía (Vitoria-Gasteiz: Sans Soleil Ediciones, 2017), 101-105.
[41] Consultar: Sánchez Ferré, La masonería. Símbolos, doctrinas e historia (Sta. Cruz de Tenerife: Ediciones Idea, 2015).
[42] En este sentido, el testimonio, la narración de los glifos (del verbo
griego γλυφεῖν: grabar en hueco, tallar)
representados, no puede disociarse de su sentido simbólico (a su vez de
συμβάλλειν: lanzar y
reunir). Y esto es así porque —como reza el aforismo— en masonería todo es
símbolo y alegoría.
[43] Sobre los plateros madrileños, consultar la obra del profesor José Manuel Cruz Valdovinos. Para analizar el panorama de la platería madrileña durante este periodo ver: José Manuel Cruz Valdovinos, Los plateros madrileños. Estudio histórico-jurídico de su organización corporativa (Madrid: Edición del Gremio de Joyeros y Plateros de Madrid, 1983) y “La Platería del siglo XIX”, en Historia de las artes aplicadas e industriales, coord. Antonio Bonet Correa (Madrid: Cátedra, 2008), 149.
[44] “Tasaciones, cuentas, libramientos y recibos de plateros y joyeros por objetos hechos o vendidos a las Casas de Osuna, Gandía, Benavente, etc. (1800-1827): Cuentas de alhajas de Vicente Goldoni”, Archivo Histórico de la Nobleza. Signatura: OSUNA, CT.386, D.11.
[45] Ramón De Mesonero Romanos, Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid (Madrid: Renacimiento, 1926).
[46] Miguel Artola, en Los afrancesados (Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones 1953, y Alianza Editorial, 2008), estudia, desde una posición renovadora y alejada de los tópicos acuñados por la tradición historiográfica decimonónica, la ideología política, los diferentes grados de afección al nuevo estado y el papel desempeñado por los afrancesados frente a la coyuntura en la que se encontraba el país tras la renuncia de Carlos IV y la invasión napoleónica. Con posterioridad, otros historiadores, como Juan López Tabar en Los famosos traidores. Los afrancesados durante la crisis del Antiguo Régimen (1808-1833) (Madrid: Biblioteca Nueva, 2001), han desarrollado la idea de que, frente al colapso del Antiguo Régimen, los afrancesados se situaron como intermediadores entre los liberales y los representantes del absolutismo y el clero más conservador. Por su parte, Francisco Javier Ramón Solans en “El legado historiográfico de Miguel Artola”, Rolde. Revista de Cultura Aragonesa 124-125 (2008): 4-11, estima necesaria “una revisión crítica” que defina las características de este grupo, acompañada de una renovación léxica junto con una nueva propuesta metodológica, cosa que no hace Tabar, limitándose a asumir “canónicamente los presupuestos y categorías analíticas” planteadas por Artola.
[47] Pedro Ortiz Armengol, madrileño de nacimiento, diplomático, académico, historiador, pero sobre todo galdosiano, —a decir del escritor, editor y periodista canario Juan Cruz en la necrológica que le dedica en El País del 16 de marzo del 2009—, nos habla de Vicente Goldony en un artículo que publica en 1975 la revista Estudios Románticos y que lleva por título “Viajes y entredichos de Moratín en Francia”. En el artículo, Ortiz Armengol aventura como probable que el diamantista don Vicente Goldoni tuviera un parentesco con el dramaturgo veneciano Carlo Goldoni, y considera más que probable que hubiera una relación profesional con los Fernández de Moratín orfebres.
[48] “Expediente relativo a la investigación sobre la conducta política de Vicente Goldony durante el gobierno francés”, Archivo Histórico Nacional. Signatura: CONSEJOS, L.1404, Exp.24.
[49] El Archivo del Gremio de Joyeros y Plateros de Madrid conserva la documentación relativa a este periodo de la actividad del antiguo Colegio de San Eloy y de sus miembros. En José Manuel Cruz Valdovinos, “Plateros aprobados e incorporados al Colegio de San Eloy de Madrid”, en Estudios de Platería. San Eloy 2012, coord. Jesús Rivas Carmona (Murcia: Universidad de Murcia, 2012), 168; y Cruz Valdovinos, “Relación de plateros activos en Madrid en 1861”, en Estudios de Platería. San Eloy 2013, coord. Rivas Carmona (Murcia: Universidad de Murcia, 2013), 166, hemos encontrado importante información para investigar sobre la biografía de Vicente Goldony y su entorno profesional.
[50] Del latín caput, capitis, cabeza. Cantidad de dinero que los miembros de una logia abonan periódicamente en concepto de contribución al sostenimiento de la logia y obediencia. En español usamos la expresión “por cabeza” con el mismo sentido.
[51] Delaroche, Dupont y Lenormant, “Trésor de Numismatique et de Glyptique”, 103; Merzdorf, “Die Denkmünzen der Freimaurerbrüderchaft”, 120; y Marvin, “The Medals of the Masonic Fraternity”, 129.
[52] Herrera Chiesanova, “Medallas españolas masónicas”, 23.
[53] Marc Labouret, Les métaux et la mémoire. La
franc-maçonnerie française racontée par ses jetons et médailles (París: Maison
Platt Éditeur, 2007), 337.
[54] Logia desconocida en el repertorio. España nunca fue conquistada completamente por las tropas napoleónicas, y no se integró en el gran Imperio. En un país donde la Inquisición había perseguido hasta entonces eficazmente a la masonería, las logias militares francesas representan su primera implantación real. El injerto no prenderá; ¿no murieron los patriotas al grito de "Abajo la libertad"? Nuestra medalla pertenece a esta efímera presencia [mi traducción].
[55] Manuel A. De Viado. Colección de piezas de arquitectura trabajadas en el Taller de Santa Julia (Madrid, 1812).
[56] La onza castellana equivale a 28’75576 g.
[57] Vicente de la Fuente. “La lógia «Santa Julia» de Madrid: descripción de la fiesta que hubo en ella el día 28 de mayo de 1810.”. En Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España y especialmente de la Franc-Masoneria, ed. Imprenta D.R.P. INFANTE (Madrid: 1874), tomo I, 115-119.
[58] Este signo en el original aparece con los corchetes en disposición vertical con los tres puntos en medio, hemos optado por representarlo con los corchetes alineados horizontalmente por imperativo tipográfico.