En el siguiente ensayo se analiza e interpreta el papel de los masones, las masonas y la masonería como agentes de cambio en la historia de Costa Rica. Se trata de una revisión integrativa de toda la bibliografía identificada dedicada al tema masónico en el país. Por consiguiente, el texto se divide en cinco partes: los intentos de organización de logias en Centroamérica antes del establecimiento sustentado con fuentes primarias en 1865; la relación masonería y modernidad; la antimasonería; la relación masonería y esoterismo; y la bibliografía sobre la masonería en Costa Rica. Debido a una solicitud editorial sobre la extensión máxima del texto, durante el cuerpo del trabajo solo se hace particular referencia en su aparato erudito a algunas fuentes primarias consultadas e historiografía complementaria y a textos específicos sobre el tema solo si se utilizan datos muy particulares.
¿Hubo masonería en Centroamérica antes de 1865? Las leyendas y los mitos masónicos centroamericanos señalan que sí, el maestro masón Federico Góngora Herrera lo sostiene en sus trabajos de 1937 y 1940, al igual que la Gran Logia de Costa Rica —en adelante GLCR— en su momento1. Por su parte, el historiador masón Rafael Obregón Loría, siguiendo los argumentos de Góngora Herrera, en 1944 también consideró la posibilidad de actividades masónicas antes de 1865, pero en su último trabajo sobre el tema, publicado en 1965, terminó siendo enfático en que no existen fuentes sobre la existencia de masonería en Centroamérica antes del proyecto de Francisco Calvo.
Asimismo, acerca de la posibilidad anterior, en 1924, los maestros masones estadounidenses Albert Gallatin Mackey y William James Hughan, dejaron entrever que la masonería estadounidense se estaba expandiendo a Centroamérica desde antes del año 1826. Estos autores afirmaron que, a Joel Robert Poinsett, embajador de los Estados Unidos en México (1825-1830), la Gran Logia de Pennsylvania lo autorizó para
Sin embargo, no se han identificado fuentes que comprueben la veracidad de lo anterior. De hecho, sobre fechas tan tempranas, lo único que se ha confirmado es el desarrollo de cierta actividad masónica en el Caribe centroamericano anglosajón. Por ejemplo, los análisis de los archivos masónicos del Gran Oriente de Francia y la Biblioteca Nacional de Francia, hechos por Céline Sala3, señalan que hubo talleres en Belice y la Mosquitia durante el siglo XVIII. Lo identificado por Sala ha sido una constante en los trabajos estadounidenses clásicos sobre la masonería4, pero hasta el momento no se habían identificado fuentes primarias sobre ello.
Finalmente, como complemento del trabajo de Sala, se ha realizado una revisión de archivos en la Gran Logia Unida de Inglaterra, donde se corroboró la existencia de logias inglesas, escocesas y francesas en el Caribe beliceño, hondureño y nicaragüense durante la segunda mitad del siglo XVIII5. No obstante, estas instituciones no se relacionaron con la Centroamérica hispana, de modo que se decidió no incluirlas en el presente análisis.
Otra referencia acerca de la posibilidad de actividades masónicas en Centroamérica antes del proyecto de 1865 se encuentra en el trabajo del también maestro masón estadounidense, John H. Cowles6. Según este, la correspondencia del general Albert Pike, líder de la masonería estadounidense, señala que, a finales del año 1860, en el Valle de Veracruz, México, fue organizado un supremo consejo del grado 33° para México y Centroamérica, pero que cinco años más tarde ya no se encontraba en actividad. Sobre esto sucede la misma situación de los casos anteriores, queda de la tarea de identificar fuentes primarias que corroboren el desarrollo de estas actividades masónicas.
En 1865, el presbítero católico Francisco Calvo organizó, de manera oficial en Costa Rica, la primera logia masónica centroamericana con el nombre de Caridad, en San José, capital del país. Caridad fue auspiciada por el Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino de la ciudad de Cartagena, Colombia. En ese momento inició el primer proyecto masónico en el país, de carácter centroamericano durante el siglo XIX, y de una dinámica nacional a partir de la organización de la GLCR en 1899.
¿Por qué se organizó la masonería en Costa Rica hasta ١٨٦٥? La respuesta se encuentra en el lento proceso de llegada de la modernidad al país durante el siglo XIX. Fue hasta la década de 1860 que el modelo educativo-civilista estatal, la promoción de ciertas libertades civiles y prácticas electorales, el regreso o la llegada de intelectuales costarricenses o extranjeros iniciados masones, y un interés por la vida cívica en algunos sectores jerárquicos de la Iglesia católica local, condicionaron positivamente el establecimiento de una sociedad que en el mundo católico había adquirido representaciones peyorativas. Por lo tanto, esta masonería costarricense surgió como una consecuencia de una modernidad en gestación.
En esta masonería —como veremos más adelante con los años surgieron otros tipos— desde su organización hasta el día de hoy (2022), continúan como requisitos básicos de asociación las mismas tres creencias: en el gran arquitecto del universo, arquetipo antropomórfico de una divinidad creadora y regidora del mundo; en la inmortalidad del alma; y en la práctica de la solidaridad. Esta cosmovisión se explica en los ritos adoptados: el escocés antiguo y aceptado de tradición católica, y el de York de tradición protestante. Y entre los requisitos de admisión y pertenencia, además de ser hombre, se solicita tener al menos 21 años, tener una ocupación y ser un “ciudadano respetuoso y cumplidor de las leyes del país”.
La masonería se desarrolló como parte de una modernidad promotora de nuevas sociabilidades e ideas durante el último tercio del siglo del XIX y la primera mitad del siglo XX. La logia funcionó como un espacio de difusión de los valores propios de la ideología del progreso, de la civilización, de la democracia y de las libertades de expresión, de asociación o de afiliación religiosa. Por consiguiente, esta organización significó también una expresión del cosmopolitismo de las élites políticas, económicas y culturales, un espacio de proyección de propósitos secularizadores y de cohesión de miembros importantes de las redes de sociabilidad cultural en Costa Rica.
La masonería costarricense ha guardado un carácter republicano, coincidente con los ideales del Estado moderno, y, en consecuencia, su alianza ha resultado atractiva para ciertos políticos e intelectuales. Algunos de estos actores, principalmente durante el último tercio del siglo XIX, concibieron la masonería como un símbolo o espejo social de una sociedad de libertades civiles según los ideales modernizantes de la época. Y si bien la asociación a la masonería podía llegar de varias maneras, una de las más importantes se dio por la adhesión a los ideales liberales, de modo que la logia funcionó como un espacio de reconocimiento para ciudadanos élite autoconsiderados ilustrados y modernos.
El desarrollo de la masonería durante el siglo XIX se caracterizó por las crisis y los altibajos, determinados por lo jurídico, lo masónico, lo político y lo religioso. Cuando la masonería contó con la participación y el liderazgo de importantes figuras públicas, sean religiosas, intelectuales, pero principalmente de la política nacional, sus actividades se vieron directamente amenazadas por los intereses de estos individuos que siempre antepusieron lo personal y lo particular sobre lo asociativo. En tiempos de crisis política y de gobiernos autoritarios, donde se suprimieron las libertades civiles, la masonería entró en crisis o suspendió sus actividades. Sin embargo, con la promulgación del código civil en el año 1888, el factor jurídico permitió la estabilidad de las actividades masónicas prácticamente hasta la actualidad, gracias a la institucionalización de las libertades civiles, incluyendo la asociativa. Con lo anterior, ni los autoritarismos políticos ni las antimasonerías religiosas afectaron el desarrollo de la masonería como sucedió en años anteriores.
La masonería se estableció como una sociabilidad de hombres provenientes de los sectores medios y de las élites de la sociedad costarricense debido a sus requisitos de ingreso. En términos generales, esta organización ha funcionado como uno de los lugares de asociación para los ciudadanos élite autoconsiderados notables, ilustrados y modernos. Estas personas han buscado organizar “círculos de iguales entre sí”, pero superiores a los demás, situación normal en otros grupos sociales dependiendo de la época. Por ende, la logia se ha constituido como un espacio de selección entre una minoría activa y dirigente, sin ejercer necesariamente un monopolio en las funciones tutoras de la sociedad. Entonces, la masonería se ha desenvuelto como una forma de exclusión social y de expansión de sociabilidades organizativas y hegemónicas de círculos restringidos de individuos, donde se han satisfecho a través de ella las necesidades de distinguirse y autorreconocerse como los ciudadanos más notables.
A pesar de esto, la composición social de las sociedades masónicas se ha caracterizado por su complejidad, gracias a la gran diversidad de rasgos sociales, de historias de vida y de opciones en los intereses personales de sus miembros.
El analizar quiénes fueron los masones ha llevado a determinar la participación en una logia tan solo como una de sus tantas facetas de vida. De hecho, el perfil social de los masones ha tenido un carácter múltiple en sociabilidades e ideales y, aunque su estudio inicia con el análisis de un grupo de individuos identificados por la asociación a un taller masónico, el análisis prosopográfico aplicado a los masones desarticula dicho espacio, lo cual posibilita identificar los otros sitios asociativos y las otras redes sociales donde participan los masones.
Los masones han formado parte de redes económicas, juntas de caridad, mutualidades de artesanos, sociedades educativas, liberales y patrióticas, la prensa, partidos políticos y colegios profesionales, entre otros espacios. Esto resalta el espíritu asociativo como un elemento básico en los masones, concebido para ciertas épocas como una condición esencial del ser moderno y civilizado; sobre todo en referencia a los espacios de libre asociación no determinados por la religión o elementos característicos de la colonia. De este modo, la sociabilidad masónica se ha constituido para personas con diversos intereses y posiciones, cuyas relaciones se han inscrito en diferentes configuraciones sociales, pero siempre en relación con las transformaciones ocasionadas por la modernidad.
La participación en la logia de estos individuos permite observar cómo en ella se experimentó un proceso de reconocimiento de rasgos sociales. Hubo asociaciones masónicas con mayoría de abogados o comerciantes, católicos o protestantes, costarricenses o extranjeros, realizando sus trabajos en idiomas que van desde español, inglés, alemán, francés y hasta chino; empero, lo anterior aconteció cumpliendo con los requisitos para ser masón en cada época, por ejemplo, paralelos a los de electores de segundo grado durante el cambio de siglo del XIX al XX, lo cual le otorgó a este espacio, a pesar de su discurso de igualdad, un carácter exclusivo, de ingreso restringido y para grupos medios altos y élites de la sociedad costarricense. Además, para algunas familias, incluso hasta hoy (2022), la sociabilidad masónica ha determinado parte de sus identidades como grupo.
El desarrollo de un espacio asociativo cerrado y privado como la logia masónica ha proporcionado la regulación y cierta estabilidad de las identidades sociales de sus participantes a través de diversos comportamientos claves en la construcción de identidades de grupo, como por ejemplo, el simbolismo otorgado a la masonería por algunos políticos e intelectuales liberales, el establecimiento de un taller para solamente angloparlantes y protestantes, o el uso de la masonería por parte de los extranjeros como medio de inserción social.
De hecho, el elemento extranjero ha tenido un papel fundamental en el desarrollo de las actividades masónicas. Por ejemplo, desde el último tercio del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX constituyó alrededor del sesenta por ciento de la composición social de las logias del país7, así como ha ostentado más del cincuenta por ciento de las grandes maestrías de la GLCR8. Por lo que se observa la importancia cuantitativa y cualitativa de los extranjeros en la historia de la masonería en Costa Rica.
Esta Costa Rica se caracterizó por la llegada de inmigrantes de las más diversas procedencias, principalmente debido a los requerimientos estructurales de mano de obra calificada o barata. Asimismo, el ingreso al sistema global de relaciones comerciales se dio por medio de capitales y actores extranjeros. Con el tiempo, las ciudades portuarias obtuvieron papeles fundamentales en la modernización del país. Por medio de ellas, se intensificaron contactos, relaciones e intercambios internacionales con nuevas ideas, formas de organización, bienes e individuos. Comerciantes, banqueros, educadores e ingenieros estadounidenses, españoles, alemanes e ingleses especialmente, junto a algunos miembros de las élites costarricenses, formaron parte de la vanguardia de estas transformaciones suscitadas en las décadas anteriores y posteriores al cambio de siglo del XIX al XX.
Muchos de estos extranjeros encontraron en la asociación a una logia masónica, un mecanismo ideal de inserción, sociabilidad e identidad. En este sentido, las logias de las ciudades portuarias de Puntarenas en el Pacífico y Limón en el Caribe funcionaron como espacios cosmopolitas, fraternales y de integración social para esos extranjeros lejos de sus patrias, pero participantes en proyectos de carácter global de infraestructura, transporte, comercio e incluso, imperio. Por lo tanto, la masonería tuvo funciones de cohesión de personas identificadas con dinámicas supranacionales en línea con los ideales de la modernidad.
A pesar de lo anterior, también en las masonerías costarricenses ingresaron personas oriundas o descendientes de regiones como Asia, África (criollos del Caribe) y Medio Oriente. Esta situación llama la atención porque teóricamente estos individuos no se relacionaron con sociabilidades propias de la modernidad como la logia, ya que las razones de sus diásporas se debieron a crisis socioeconómicas y necesidades de mano de obra barata del país receptor. Aunado a ello, Costa Rica en esta época contó con leyes en contra de la inmigración al país de nativos de estos lugares.
Sin embargo, los requerimientos estructurales del país pudieron más que las leyes. A Costa Rica llegaron grupos considerables de chinos, afrodescendientes criollos del Caribe, indios y sirio-libaneses. Estos inmigrantes no deseados, como parte de sus estrategias de inserción social, desarrollaron dinámicas relacionales con las masonerías costarricenses. De ellas se han identificado tres tipos: en Puerto Limón se organizaron sociedades iniciáticas y mixtas propias para afrodescendientes y chinos: los Knights of Pythias, los Shepherds, los Mechanics, los Odd Fellows o la pocomía y el Chee Kung Tong 致公堂9; en la masonería “regular, masculina, oficial y nacional” (elitista, “blanca” y de acceso restringido), ingresaron chinos y afrodescendientes, pero que además participaron de redes comerciales junto a masones estadounidenses y europeos; y también en este último tipo de masonería, se asociaron inmigrantes judíos, sefarditas o askenazis, así como sirio-libaneses, pero culturalmente europeizados y en algunos casos, provenientes de países con tradición masónica.
Los individuos identificados en una logia masónica debido a la posesión del mismo ethos encontraron nuevas alternativas o razones para crear vínculos sociales más fuertes, llegando en ocasiones a participar de manera conjunta en proyectos de la sociedad costarricense, como las contrataciones de extranjeros en institutos secundarios luego de asociarse a la masonería o la intervención de masones organizando sociedades literarias o económicas. Cuando los individuos se asociaron a la masonería y vieron en ella otras personas con rasgos y acciones sociales similares, los discursos de la logia colaboraron en regular y estabilizar una identidad de grupo en estas personas. En este sentido, algunos masones representaron la masonería como un verdadero centro de formación humanística, ética y espiritual, reservado para “miembros notables” de la sociedad. Estos argumentos demuestran en estas personas un fuerte sentido de pertenencia e identidad a la logia masónica.
Aunado a lo anterior, las distintas representaciones sociales sobre la masonería colaboraron en la construcción de diversos significados sobre esta asociación y el ser masón. No solo las representaciones propias de los masones, sino también las de los otros, las de quienes no se asociaron a ella. Las distintas representaciones masónicas, apologéticas o detractoras, adquirieron un armazón de valores que solo puede ser explicado a partir de las ideas más importantes de la Costa Rica de la época, es decir, las producidas por la modernidad, el pensamiento liberal y los postulados de la Iglesia católica.
Los masones, considero, deben ser comprendidos como individuos creyentes y participantes en los procesos de llegada y construcción de la modernidad a Costa Rica, influenciados por los ideales de la ilustración francesa y el liberalismo. Los masones conformaron personas con un espíritu progresista, según su significado durante cada época, fieles a los proyectos de construcción del Estado nación, de promoción del libre comercio y de la participación en el mercado internacional, así como de la secularización de la sociedad.
La construcción de identidades con intereses compartidos, como ha sucedido en las logias masónicas de Costa Rica, si bien ha producido acciones sociales, no siempre estas se asemejaron al sistema masónico de normas y valores. Es por ello, que se insiste en la necesidad de comprender a los masones y sus estrategias para conseguir intereses particulares, desde las distintas vertientes del liberalismo de cada época. El comportamiento de los masones no siempre se puede explicar por su perfil social, discursos o militancias en una logia, pero sí en sus participaciones en diversas redes sociales. En términos generales, un discurso, una actividad asociativa, un lazo familiar o una intervención en un acontecimiento político, económico o cultural, no ha agotado la identidad de los masones en Costa Rica.
En lo correspondiente a la praxis social de los masones, se les identifica colaborando activamente de la expansión de la sociedad civil y la ampliación de la esfera pública. Los masones, por medio de la prensa, las religiones u otras propuestas de corte espiritual, puestos claves en la educación y el funcionamiento de asociaciones políticas, económicas y culturales, promovieron ideas y valores considerados de vanguardia durante cada época. No obstante, los masones no monopolizaron los procesos de modernización durante los siglos XIX y XX, sino, más bien, se insertaron en una red mayor de personas comprometidas e identificadas con dichos procesos.
Los discursos contra la masonería han formado parte de los argumentos utilizados por algunos sectores de la Iglesia católica y cercanos a estos, en la condena, rechazo e impugnación a los procesos de laicización y secularización en el país. Los discursos contra la masonería se han caracterizado por reproducir representaciones sociales de otras latitudes, principalmente de los documentos condenatorios papales, la prensa católica y la literatura fantástica de Léo Taxil. Los sectores antimasónicos han interpretado el gremio como el centro de acción de las políticas de corte liberal con propósitos secularizadores, del crecimiento de la incredibilidad en la religiosidad católica y de la proliferación de sociabilidades, prácticas sociales e ideas condenadas por el papado, tales como el deísmo, el protestantismo, el materialismo, el naturalismo, el ateísmo o el espiritismo.
La relación entre la masonería y la Iglesia católica en Costa Rica inició con la organización de la primera en 1865 debido en gran parte al protagonismo del cura Francisco Calvo. En esta relación se podrían destacar tres momentos álgidos, todos durante el último tercio del siglo XIX.
El primero aconteció entre 1866 y 1867, y lo protagonizó el obispo de Costa Rica Anselmo Llorente y Lafuente. En el primer año, les ordenó a los sacerdotes masones Calvo y Carlos María Ulloa, la publicación de documentos donde desmintieran sus participaciones en la masonería. Como resultado, Ulloa señaló que no pertenecía a la masonería y Calvo, que nunca lo había hecho a institución que estuviera en contra de la Iglesia católica y sus intereses. Ulloa al parecer no volvió a la logia. Y en el segundo año, publicó las dos únicas pastorales condenatorias de la masonería en el país10. Esta condena se caracterizó por iniciarse debido a presiones del arzobispo metropolitano de Guatemala, Manuel Barrutia; estar en línea con las instrucciones vaticanas; ser parte de una coyuntura mundial de condena católica a la masonería; y no suscitar una reacción institucional conocida de parte de la masonería costarricense.
El segundo momento se desarrolló durante la década de 1870 y tuvo como protagonistas a los vicarios capitulares de la Diócesis de Costa Rica, Domingo Rivas y Luis Bruschetti. Ambos se valieron de los artículos del concordato para continuar la condena contra la masonería. Durante esta década se dio seguimiento de lo considerado como irregular, delictivo o simplemente pecado. Por ejemplo, se han identificado veintiún abjuraciones a la masonería11, principalmente de extranjeros que buscaron desposarse con mujeres costarricenses de familias de fuerte tradición católica. La mayoría de estas personas continuaron participando de la logia.
Un tercer momento aconteció cuando se reorganizó la masonería en 1883 –sin actividades desde 1876–, el cual vino también a coincidir con el debut de la prensa católica en la esfera pública costarricense. El Eco Católico de Costa Rica en 1883, el Periódico Unión Católica en 1890, y El Adalid Católico en 1895. La organización de la prensa católica formó parte del proyecto apologético del obispo de Costa Rica, el alemán lazarista Bernardo Augusto Thiel Hoffmann, emprendido desde el primer sínodo diocesano en 1881 y muy en línea con las políticas vaticanas iniciadas por Pío IX y León XIII. En 1883, se alcanzaron 51 ediciones, de las cuales 19 distribuyeron artículos antimasónicos12; mientras que entre 1890 y 1896 –no hubo prensa católica desde 1884–, se publicaron 74 artículos antimasónicos; todos ellos apenas representaron el uno por ciento de las publicaciones, aunque cualitativamente contribuyeron a intensificar las representaciones detractoras: masonería-deísmo, masonería-satanismo, masonería-política y masonería-protestantismo13. La campaña antimasónica de la prensa católica se caracterizó por culpar a la masonería de las reformas jurídicas y educativas de la década de 1880, representarla como el liberalismo mismo y satanizarla hasta más no poder. Este tipo de artículos se publicaron hasta 1896, año del Congreso Antimasónico de Trento.
Otro caso que muestra la conflictividad masonería-Iglesia católica de esta época, se observa en la participación de los políticos masones en la construcción de una esfera política moderna por medio del sistema partidista, pues para nuestra sorpresa, hubo masones hasta en la creación de un partido político católico antiliberal y antimasónico: el Partido Unión Católica. Uno de los objetivos manifiestos de este partido en el momento de su creación, fue a la necesidad de combatir el liberalismo y la masonería, hasta el punto de publicar el Manual de la Liga Anti-Masónica, que sistemáticamente señaló cómo combatir la logia Regeneración, única en ese momento en el país. Del mismo modo, un requisito para integrar este partido fue no ser sospechoso de desempeñarse como masón. Los candidatos a ser miembros del partido debían arrodillarse ante un crucifijo y realizar un juramento como este: “Protesto que no pertenezco ni perteneceré a sectas masónicas, ni seré de ella fautor”14.
La propaganda católica antimasónica decimonónica, se ha convertido en una fuerte leyenda, ya que hasta se le puede identificar en la historiografía costarricense, donde se habla de relaciones directas y activas del liberalismo con una masonería fuertemente anticlerical y, por supuesto, de la famosa “conspiración masónica”. Desde los trabajos del presbítero Víctor Manuel Sanabria Martínez –futuro arzobispo de San José (1940-1952)–, se definió la masonería como sinónimo de liberalismo mismo. En su proyecto personal sobre la historia eclesial del país se pueden identificar afirmaciones como “fue entre nosotros el grupo organizado de la liberalería (sic), fue el instrumento de expresión del liberalismo […] la masonería fue trompeta del liberalismo, y además organismo político […] la masonería es un instrumento netamente capitalista”15; o que “el influjo de la masonería, esto es, del liberalismo, y su ascendiente en la vida política y administrativa de la Nación se dejaba sentir, con desconsoladoras perspectivas para el futuro”16. Esto se refleja también en el trabajo insigne sobre esta época del historiador Orlando Salazar Mora, quien incluso habló de un liberalismo masón, y de liberales y masones como una identidad inseparable, de hecho, aseveró que el Partido Unión Católica fue “creado para combatir el liberalismo masón y sus logros de la década anterior, principalmente la enseñanza laica”17 o que “los clericales no luchaban contra un partido liberal, que en realidad no existía, sino contra las leyes liberales y la organización que las propiciaba: la masonería”18.
No obstante, las representaciones antimasónicas del Partido Unión Católica respondieron a su campaña antiliberal, la cual, a partir de la prensa, principalmente, la masonería se representó como la fuente intelectual de las reformas políticas de la década de 1880.
Para el siglo XX, la función del “enemigo eclesial”, al menos teóricamente, lo tomó primero la Sociedad Teosófica, luego los círculos espiritistas, y después de un largo etcétera, el Partido Comunista. En 1917, el obispo de Costa Rica, el alemán lazarista John Gaspar Stork Werthv, excomulgó por medio de la publicación de un folleto a los teósofos del país19. Cinco años después, el primer arzobispo de la Provincia eclesiástica de Costa Rica, Rafael Otón Castro Jiménez, recordaba esta condena en su tercera carta pastoral, cuando en 1922 recalcó que “las doctrinas llamadas teosóficas son contrarias a la doctrina católica, y no es lícito inscribirse en las sociedades teosóficas, ni asistir a sus reuniones, ni leer sus libros, revistas, periódicos y escritos”20.
El siguiente acontecimiento antimasónico que merece su comentario es el relacionado con la campaña presidencial (1935) y presidencia de la República de Costa Rica (1936-1940) del abogado y masón León Cortés Castro, ya que dio paso a la tal vez teoría conspirativa masónica más importante del mundo: el contubernio judeo-masónico-comunista.
Durante la candidatura de Cortés se normalizó la publicación en la prensa de textos como el siguiente:
En 1935, la Iglesia católica costarricense durante las celebraciones de los trescientos años de la “aparición” de la imagen de la Virgen de los Ángeles, patrona del país, inició su cruzada contra el comunismo, y poco a poco recordó a algunos de sus antiguos enemigos, entre ellos, el liberalismo, la masonería, el judaísmo, la teosofía o el espiritismo. Y así el panorama, de un momento a otro, inició la proliferación en la prensa costarricense de publicaciones como las del sacerdote Claudio Bolaños Araya, quien en “La intimidad y a veces la identidad de los judíos y de los masones”, afirmó: “Sin duda, que no todos estarán con propósito de las artes de la masonería para acometer al caso de que hacemos mérito estas graves palabras: El bolchevismo judaico…”22.
El estudio de los discursos y representaciones del contubernio judeo-masónico-comunista en Costa Rica es todavía un tema de análisis pendiente. ¿Dirá algo distinto a lo estudiado en otras latitudes? En este caso se trata de una expresión antimasónica que se desarrolla durante el gobierno de un masón, León Cortés, simpatizante del régimen nazi y con correspondencia personal con el mismo Hitler, sin duda, la investigación de esta problemática llama con fuerza a los oídos del historiador.
Actualmente las representaciones antimasónicas decimonónicas se mantienen con fuerza en los imaginarios sociales, como se puede seguir observando en la prensa católica nacional. Esto a pesar de que el gremio, socialmente es invisible y no tiene ningún protagonismo debido a factores como que no sobrepasa ni siquiera los cien miembros activos. Un ejemplo de ello se encuentra en el artículo “¿La Masonería es pecado?” de El Eco Católico de Costa Rica, del 18 de diciembre de 2011, cuando en la sección “Tus Dudas”, monseñor Vittorino Girardi S. (1938-), obispo italiano de Tilarán-Liberia –en el norte del país– repasó la recondena papal de 1983 y explicó que la masonería es pecado y causa de condena debido a su carácter anticlerical, antirreligioso y secreto conspirativo desde sus altas esferas, “capilla ideológica […] contra la Iglesia”23.
El cambio de siglo del XIX al XX formó parte de una coyuntura particular de crisis en la fe tradicional en el mundo judeocristiano, y de una fase cumbre de expansión de la modernidad, donde lo místico, lo oculto y los avances científicos se integraron en nuevas formas de explicar las realidades y sus misterios. A partir de una propuesta esotérica se buscó la construcción de mejores sociedades a partir de la guía de “conocimientos superiores”; esto, paralelo e íntegro al desarrollo de una cultura cristiana europea enmarcada en la ciencia moderna, el positivismo, el racionalismo y la secularización. En este proceso, la vanguardia fue la Sociedad Teosófica —en adelante ST—, pero también los rosacruces, la comasonería, los círculos espiritistas, la Iglesia católica liberal —en adelante ICL— y los grupos de psicología experimental, todos espacios que integraron en su liderazgo principalmente a los masones de la ciudad capital San José.
En 1892 se fundó la Sociedad de Estudios Psíquicos con veintitrés miembros, todos hombres y bajo la guía de cuatro masones de la logia Regeneración, entre ellos dos hermanos españoles —véase la importancia del elemento extranjero— y un dirigente de la Sociedad de Trabajadores.
Luego, en esta misma línea de cambio ideológico, otro acontecimiento importante sucedió en 1904 cuando fue organizada por un grupo de masones, incluyendo al gran maestro de la GLCR, el pintor español Tomás Povedano y Arcos, la primera logia de la ST en Centroamérica. Esta logia o rama, llamada Vïrya, formó parte de la red de unidades asociativas, iniciada en la ciudad de Nueva York en 1875 por la rusa Helena Petrovna Blavatsky, el abogado y militar estadounidense Henry Steel Olcott y el abogado irlandés William Quan Judge. Vïrya fue organizada durante un importante momento de expansión internacional de esta organización, principalmente en Latinoamérica y Europa occidental, y bajo la dirección de la inglesa Annie Besant, importante promotora del feminismo, de la comasonería, de la ICL y de Juddi Krishnamurti como el mesías esperado.
La ST, una organización que de igual manera lo hizo la masonería desde el siglo xviii, que se representó como un centro de formación humanística y fomentó el estudio de las literaturas, las religiones, las filosofías y las ciencias orientales, sin dejar de lado los últimos conocimientos científicos, así como los poderes psíquicos, llama la atención por varios factores.
En primer lugar, un factor contextual que merece ser analizado, fue que la ST en Costa Rica en sus inicios, asoció una importante cantidad de jóvenes educadores y escritores anarquistas, conocidos como la generación de intelectuales radicales. Estos jóvenes formados a nivel universitario en Chile fueron un grupo crítico a las consecuencias del modelo liberal desarrollado por el Estado decimonónico, en el cual participaron algunos masones. Se trató de una generación de jóvenes intelectuales radicales, caracterizados por sus iniciaciones como teósofos y el liderazgo de algunos de ellos o ellas en el Movimiento Obrero, la Liga Feminista y el Partido Comunista organizado en el país en 1931.
Entre ellos, llama la atención el caso del polifacético Roberto Brenes Mesén, masón, teósofo, espiritista, comasón, católico liberal, anarquista, socialdemócrata y miembro de La Orden de la Estrella de Oriente. Ello durante un momento que empezó la organización de círculos espiritistas. En 1906, el Franklin dirigido por cinco masones contó con 30 miembros, y en 1911 el Claros de Luna dirigido por otro masón. En Franklin sobresalió la participación de dos masones, la del miembro de Regeneración, gran maestro de la GLCR en 1906 y uno de los fundadores de la ST, el tenedor de libros José Antonio Castro Quesada; también lo hizo la del comerciante jamaiquino de origen judío sefardita Cecil Vernol Lindo Morales, miembro de la logia angloparlante, de corte protestante y practicante del rito de York: La Luz24.
En segundo lugar, otro factor que llama la atención fue que en la organización de la ST participaron una importante cantidad de masones. De hecho, el cincuenta y cinco por ciento de la composición social de las logias teosóficas costarricenses estuvo conformada por masones, de los cuales el treinta y cinco por ciento ya lo era antes de iniciarse como teósofos, y el veinte por ciento lo fue luego de ello25. También es interesante resaltar que muchos de estos masones teósofos empezaron a buscar en la ST las mismas metas humanísticas y místicas que perseguían en la logia masónica, pero con sus esposas y hasta con sus hijas e hijos. Lo anterior incluso los llevó a organizar con sus esposas la primera logia del Derecho Humano en 1919, bajo el liderazgo del educador y escritor costarricense José Basileo Acuña Zeledón, importante miembro de la comasonería y de la ST a nivel internacional y futuro primer obispo de la ICL para Centroamérica y Colombia (1937-1962). La llegada de la comasonería, en Costa Rica en 1919 es digna de resaltar, debido a que convirtió a este país en vanguardia de la organización a nivel hispanoamericano, ya que solo en Argentina había comasonería, esto desde 1912.
No obstante, la organización de la ST por parte de masones no fue recibida de la mejor manera por la sociedad costarricense. En primera instancia fueron los hermanos masones de estos masones teósofos quienes denunciaron la organización de esta sociedad, ya que según ellos iba en contra de los principios racionalistas de la masonería. A esto, los masones teósofos se defendieron en las diferentes tenidas con el argumento de que, si eso fuera cierto, las creencias masónicas en un arquetipo como el “Gran Arquitecto del Universo” y la inmortalidad del alma, no tendrían sentido26. De igual manera, la prensa secular nacional empezó a calificar la teosofía como una estafa y una agrupación practicante de las ciencias ocultas. De allí, vino la condena de la Iglesia católica local desde el púlpito y la prensa, hasta la excomulgación de los teósofos por parte del obispo Stork en 1917.
Una de las situaciones que molestó a masones, católicos y ciudadanos costarricenses en general fue la dinámica ecuménica de los estudios en la ST, la cual ha propiciado que, para muchos, la “doctrina teosófica” se convierta en una amalgama de sincretismos religiosos, cuando paralelamente parece más bien que lo que la teosofía ha promovido son los antisincretismos. La dinámica de sociabilidad teosófica consistió en buscar respuestas “racionales y lógicas” a problemas existenciales de sus miembros, por medio de discusiones esotéricas, metafísicas y teosóficas basadas en un detallado estudio comparado de religiones, filosofías y ciencias, tocándose temas como el hipnotismo, el espiritismo y como cuáles son las causas de la degradación y del mal entre los hombres. Esto sin olvidar que los temas más importantes de discusión entre los teósofos fueron los milagros, el alma y la transmutación de la ostia en la misa, lo cual tuvo sentido en una sociedad con un catolicismo tan fuerte como la costarricense.
Un tercer factor que merece cierto comentario sobre la correspondencia entre la masonería y la teosofía son las relaciones que se hicieron de estas con las ciencias ocultas y la proliferación de círculos espiritistas. Si bien ambas sociedades estatutariamente están en contra de estas prácticas27, socialmente han sido representadas en otro sentido, posiblemente debido al comportamiento de sus miembros y a fragmentos en algunos de sus textos que dan a entender un afán por el ocultismo.
En lo que respecta a las representaciones sociales que relacionan la masonería, la teosofía y el espiritismo, una importante cuota de responsabilidad la tiene el discurso de la Iglesia católica en su constante lucha contra todo lo que considera peligroso y nocivo para la salvación de sus fieles, ya que ha utilizado argumentos peyorativos e impugnatorios en una estrategia repetitiva y relacional. Es decir, en relación con ellas, el discurso eclesiástico ha consistido en una reprensión repetitiva en argumentos y constantemente asociándolas como si fueran iguales. Por ello, la condena a la masonería, al protestantismo, al espiritismo, a la teosofía y al comunismo, utilizó los mismos argumentos y constantemente se les relacionó como si fuera lo mismo.
Pero si vamos más allá de las representaciones sociales, veremos que por el comportamiento de los masones y los teósofos sí hubo una relación con lo esotérico, lo místico, lo oculto, lo paranormal y lo espiritual. En el caso de Costa Rica, ya desde la década de 1870 hubo una significativa difusión de las obras del espiritista francés Allan Kardec; y más allá de lo inventado en las obras de Léo Taxil, obras del militar estadounidense Albert Pike, como Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite Freemasonry (1871), donde el capítulo dedicado al grado diecinueve, inspiró a muchos masones a buscar respuestas que superaran la religión tradicional y la ciencia positiva. Al texto de Pike podemos sumar el uso del Manual de Masonería. El Tejador de los Ritos Antiguo, Escocés, Francés y de Adopción (1861) del franco-cubano Andrés Cassard, que en su tomo II motivó al estudio de los misterios esotéricos de los persas, los brahmanes, los egipcios y los griegos, entre otras tantas culturas, así como a los estudios cabalísticos. Por lo tanto, los masones empezaron a buscar instruirse en conocimientos místicos y esotéricos, se iniciaron en la ST como hemos señalado, asistieron a sesiones nigrománticas y participaron en la organización de los primeros círculos espiritistas y de estudios de psicología experimental en la Costa Rica del cambio de siglo del xix al xx.
En este contexto, el político, escritor, poeta y periodista costarricense, masón, teósofo y espiritista, introductor al ocultismo de Francisco I. Madero González –ideólogo y líder de la Revolución mexicana, y presidente de México (1911-1913)–, Rogelio Fernández Güell, publicó su obra insigne sobre el tema: Estudio sobre espiritismo y teosofía28.
Otra asociación organizada durante estos años y que tuvo su cuota de importancia fue La Orden de la Estrella de Oriente –en adelante OEO– (1911-1927). Esta organización al igual que la ST tuvo su sede en Adyar, India, y fue creada con el objetivo de preparar el camino para el siguiente mesías, personificado en Krishnamurti, un adolescente del sur de la India brahmánica. Inmediatamente a su organización, la OEO formó una red de adeptos en Costa Rica, por lo que el país se convirtió en la punta de lanza de esta sociedad a nivel hispanoamericano29. De hecho, se normalizó que destacados políticos e intelectuales costarricenses portaran en sus trajes la estrella roja, emblema de la OEO, como los presidentes de la República, el militar y dictador Federico Tinoco Granados (1917-1919), esposo de una destacada líder de la teosofía y comasonería costarricense, y quien le depuso del poder por medio de otro golpe de Estado, el teósofo y comasón Julio Acosta García (1920-1924). Sobre este movimiento, encontramos el caso llamativo del escritor de cine, el costarricense Sidney Field Povedano y miembro de la OEO, quien, al mudarse a California a inicios de la década de 1920, se convirtió en amigo personal de Krishnamurti30. Field Povedano fue nieto del pintor español y masón Povedano Arcos, e hijo del comerciante estadounidense y masón Walter J. Field, fundadores de la ST en Costa Rica.
La OEO fue disuelta por el mismo Krishnamurti en 1927, acontecimiento que condujo a una amplia crisis en la ST, que terminó en una serie de cismas en la teosofía. A pesar de ello, Curuppumullage Jinarajadasa, masón, teósofo y cuarto presidente de la ST, se dedicó a visitar las ramas de la organización alrededor del mundo, visitando en dos ocasiones la sede en Costa Rica31.
Finalmente, un último acontecimiento a considerar en el desenvolvimiento de nuevas sociedades esotéricas en Costa Rica fue la fundación de la ICL en 1916. Esta institución, auspiciada por la ST, se organizó en el templo de la comasonería en Londres, Inglaterra. El primer obispo presidente de la ICL fue el sacerdote anglicano y católico, además de teósofo y masón, el inglés James Wedgwood. Entre sus primeros obispos figuraron el alegado clarividente, ocultista, sacerdote anglicano y teósofo, el inglés Charles Webster Leadbeater; tres ingleses sacerdotes anglicanos, teósofos y masones; la teósofa, masona y rosacruz, la hija de Annie Besant, la inglesa Mabel Besant-Scott; y el masón y teósofo, el poeta costarricense José Basileo Acuña Zeledón.
La ICL nació como una hibridación religiosa de elementos del catolicismo con los de la teosofía, en donde la influencia de la difunta Madame Blavatsky era más que evidente. Según sus organizadores, en la nueva liturgia que prepararon se experimentaba al Cristo viviente y se profundizaba en la teosofía y en la doctrina de la reencarnación. Esta reinterpretación teosófica del catolicismo hizo que los masones y teósofos de Costa Rica externaran sus preocupaciones y críticas a la institucionalidad de la Iglesia católica y autoridad e infalibilidad papal, y no al creer del católico o las enseñanzas católicas. Esta posición la comprendió el clero católico costarricense, por lo que no se hizo esperar, como hemos señalado, la condena del obispo Stork a la teosofía, Besant, la comasonería y el catolicismo liberal.
Entre 1926 y 1927, José Basileo Acuña Zeledón escribió y publicó dos ensayos, con el objetivo de propagar las enseñanzas de la teosofía, la comasonería y el catolicismo liberal en el mundo hispanohablante32. El segundo de ellos lo publicó en la Imprenta Alsina, propiedad del masón español Avelino Alsina Lloveras e importante en la publicación de textos sobre la masonería, la teosofía y el esoterismo en general, durante una época de ampliación de la esfera pública costarricense. Aunado a ello, para ese entonces, la ICL ya contaba con sedes en las ciudades de Chicago, Nueva York –donde se encontraba la Comisión pro-ICL para Latinoamérica–, Washington, Londres, París, Huizen, Sídney, Auckland, Port Elizabeth, Adyar, California y San José de Costa Rica. Las dos últimas ciudades se convirtieron en las plataformas de esta institución en el continente americano.
Después observar las formas en que se empezaron a organizar diferentes sociabilidades esotéricas en relación con la masonería, queda por responder por qué una persona que se inició como masón, lo hizo también como teósofo, participó del espiritismo o se convirtió al catolicismo liberal. ¿Qué principios congruentes encontró entre estas posibilidades? ¿Qué respuestas encontró? ¿Qué necesidades sociales les fueron satisfechas?
Una primera respuesta podría ser el principio abstracto o teórico de igualdad que existe en estas organizaciones, que, ante las desigualdades sociales resultantes de la modernidad en las esferas políticas, económicas, culturales o religiosas, pudo ser muy atractivo para las personas de las distintas épocas. Sin embargo, la masonería al tener requisitos de admisión, por definición se convirtió en una sociedad excluyente, esto sin olvidar que a lo interno de su dinámica de sociabilidad se construyen jerarquías. Y si bien, la ST no incluyó requisitos de sexo, género, raza o condición socioeconómica para iniciarse en ella, en la práctica no pudo evitar la construcción de jerarquías internas, ya sea por la organización de las ramas heredada de las corporaciones premodernas o por considerar a algunos de sus miembros como “elegidos con poderes psíquicos latentes”. Asimismo, las contradicciones del discurso de igualdad de la teosofía continuaron en la comasonería, mientras que la ICL heredó además los vicios excluyentes del cristianismo.
Otro elemento común en estas organizaciones fue la motivación constante al estudio, a la formación integral y al crecimiento intelectual de sus miembros en diversas materias. Además, si esto se contextualiza en una coyuntura de crisis de fe en la religiosidad tradicional, que se combinó con los límites de la ciencia positiva para explicar diversos cuestionamientos existenciales, así como los males del mundo, motivó a muchas personas a asociarse a ellas. Esto durante un momento en que “el mundo geográficamente creció” y la sociedad “occidental” tuvo una mayor comprensión de “conocimientos exóticos” como “los orientales”. Por lo que la posibilidad de participar en la búsqueda de respuestas novedosas, ofrecida por estas sociedades, pudo ser otra razón que motivó a las personas, principalmente a miembros de élites intelectuales a iniciarse en ellas.
Una tercera característica de estas sociedades que consideramos atrajo la asociación de personas, fue que estas a pesar de tener un discurso antisectario, especialmente en materia de religión y política, en la praxis social muchas veces más bien se comportaron como agrupaciones políticas o religiosas. Lo importante de ello fue que las personas encontraron nuevas opciones ante sus sinsabores de las instituciones establecidas, y si bien en teoría esto no fue uno de los objetivos de estas organizaciones –con la obvia excepción de la ICL–, las creencias en un ser, fuerza o conocimiento superior y la inmortalidad del alma; las autodefiniciones de centros de formación humanística, que buscan la verdad y el crecimiento ético-espiritual de sus miembros; las dinámicas de fraternidad y hermandad; las prácticas electorales en donde todos los miembros son electores y casi todos elegibles; las críticas a algunos males sociales; y los discursos utópicos sobre mejores sociedades; hicieron que muchas personas satisficieran las necesidades sociales que las instituciones religiosas y políticas tradicionales no pudieron cubrir. Así entonces, también estas sociedades pudieron representar símbolos o manifestaciones de lo considerado civilizado y moderno para su momento.
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El 4 de noviembre de 2015, durante la inauguración del IV Simposio Internacional de Historia de la Masonería y los Movimientos Asociativos Latinoamericanos y Caribeños: Prácticas asociativas y Modernidad, siglos XVIII-XXI33, organizado por la Universidad de Costa Rica, entre los días 2 y 6 de noviembre de ese año, el rector de esta casa de altos estudios, el Dr. Henning Jensen Pennington, y el gran maestro de la Gran Logia de Costa Rica, el Dr. Ronaldo Hirsh Keibel, firmaron un convenio de colaboración académica34. El convenio ha pretendido el intercambio de fuentes primarias y secundarias de interés para ambas instituciones, la promoción de programas de formación en museología, museografía, archivística y bibliotecología, así como el desarrollo de actividades científicas y culturales. Hasta el día de hoy todo ha quedado en el papel, tal vez por la falta de voluntad de sus promotores o la poca perseverancia e insistencia de las personas interesadas en el estudio académico del tema en hacer cumplir el acuerdo. Desde su firma, ocho años después (2015-2022), tres en medio de una crisis sanitaria global, no existe ningún producto académico, ni tan siquiera una publicación, derivado de este convenio.
Para el desarrollo de una historia de la masonería, la academia necesita de fuentes provenientes de los archivos masónicos, y para la comprensión de los papeles sociohistóricos de la masonería, de los masones y de las masonas, la orden necesita de la labor científica, y en particular, del oficio del historiador. Si bien, la investigación sobre la masonería, en términos generales, ha estado limitada por los paradigmas interpretativos positivistas decimonónicos, en los últimos años ha habido una renovación en su interpretación historiográfica. Aunque, ello no exime de la necesidad de llevar a cabo el convenio, ya que los silencios continúan ensombreciendo la mirada al pasado de la masonería en Costa Rica.
1 Grand Lodge of Costa Rica, Efforts of the Costarican Freemasonry for the independence of Central America (San José, 1914).
2 Albert Gallatin Mackey y William James Hughan, Enciclopedia de la Francmasonería y su relación con las ciencias: Primera edición española (Texas: Compañía Publicista “Chrone”, 1924), 1942.
3 Céline Sala, “Los archivos del desengaño: Las luces y el mundo de las fuentes ‘ultra marinas’”, REHMLAC 2, no. 2 (diciembre 2010-abril 2011): 111-122, http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/REHMLAC/article/view/6599/6290
4 Robert Freke Gould, The History of Freemasonry: Its Antiquities, Symbols, Constitutions, Customs, etc., derived from official sources throughout the World (Nueva York: J. C. Yorston, 1884), vol. IV, 178-179.
5 Archivo de la Gran Logia Unida de Inglaterra, “Papers relating to early freemasonry in Central/South America and the Caribbean, 1773-1875” (GBR 1991 HC 22-23, 28).
6 John H. Cowles, Supreme Council 33rd Degree Or Mother Council of the World of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry, Southern Jurisdiction, United States of America (Kentucky: The Standard Printing Co., 1931), 862.
7 Ricardo Martínez Esquivel, “Syrian-Lebanese Immigrants: Their Mechanisms of Social Insertion and Freemasonry in Costa Rica During the First Half of the Twentieth-Century”, Diálogos 24, no. 1 (2020): 36, https://doi.org/10.4025/dialogos.v24i1.51945
8 Milton Chaverri y Luis Calvo, Ciento Veinte Aniversario Respetable Logia Regeneración Nº 1 (San José: Logia Regeneración N.º 1, 2008), 66-67.
9 El estudio de estos tipos de masonería son todavía una tarea por realizar. En el caso de los afrodescendientes se cuenta con el trabajo Fernanda Gutiérrez y el propio (2009, 2010 y 2012), mientras, que, en el caso de los chinos no hay ni una sola publicación, aunque en estos momentos se trata de mi tema de investigación principal, ya que coordino el proyecto internacional: “Los roles políticos, económicos y culturales de la red global Chee Kung Tong 致公堂 en los procesos de sociabilidad, inserción social e identidad de los inmigrantes chinos en Latinoamérica”, Universidad de Costa Rica, Vicerrectoría de Investigación, Fondo Semilla (código no. 550-C0-450), enero 2020-diciembre 2022.
10 La primera del 20 de agosto y la segunda del 12 de octubre. Ambas pastorales fueron firmadas por Ulloa, debido a su condición de secretario del prelado. Archivo Histórico Arquidiocesano de la Curia Metropolitana de San José –en adelante AHACMSJ–, Fondos Antiguos, caja 48, folios 141-160.
11 AHACMSJ, Fondos Antiguos (caja, tomo, folios): 226, 2, 2-37 y 68-69; 240, 1, 185; 254, 1, 295; 416, 1, 342.
12 AHACMSJ, El Eco Católico de Costa Rica, 1883.
13 Martínez Esquivel, “Documentos y discursos católicos antimasónicos en Costa Rica (1865-1899)”, REHMLAC 1, no. 1 (mayo-noviembre 2009): 135-154, https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rehmlac/article/view/6860/6547
14 AHACMSJ, Mensajero del Clero, 31 de enero de 1892.
15 Víctor Manuel Sanabria Martínez, Anselmo Llorente y Lafuente. Primer Obispo de Costa Rica. (Apuntamientos históricos) (San José: Imprenta Universal, 1933.
16 Sanabria Martínez, Bernardo Augusto Thiel (San José: Editorial Costa Rica, 1982), 60.
17 Orlando Salazar Mora, El Apogeo de la República Liberal en Costa Rica 1870-1914 (San José: EUCR, 1998), 150.
18 Salazar Mora, El Apogeo de la República Liberal en Costa Rica, 151.
19 Se reproduce la excomunión en Sobre teosofía. Discusión solicitada, texto atribuido a Tomás Povedano y Arcos (San José: Imprenta Alsina, 1917).
20 Rafael Otón Castro y Jiménez, “Con motivo del mes del Rosario, expone su importancia en la vida de los fieles y se refiere al protestantismo y al teosofismo, doctrinas ajenas a la fe de la iglesia”, 25 de septiembre de 1922, 5-6.
21 Reproducido en Rafael Obregón Loría y George Bowden, La Masonería en Costa Rica. Tomo IV (San José: Imprenta Tormo, 1950), 166.
22 Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, Claudio Bolaños, “La secta masónica desconoce al Estado y es una amenaza contra él…”, La Tribuna, 10 de septiembre de 1940, 6.
23 Vittorino Girardi S., “¿La Masonería es pecado?”, El Eco Católico de Costa Rica, del 18 de diciembre de 2011, 14.
24 Martínez Esquivel, “Sociability, Religiosity and New Cosmovisions in Costa Rica at the turn of the Nineteenth to Twentieth Centuries”, Hors série nº1. Special Issue UCLA - Grand Lodge of California, REHMLAC (octubre 2013): 172-173, https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rehmlac/article/view/22482/22694
25 Martínez Esquivel, “Sociability, Religiosity and New Cosmovisions”, 175.
26 Tomás Povedano de Arcos, Mirando a la Verdad. Conferencia dada en la Resp. Log. Hermes, No. 7, de San José de Costa Rica, por el H. Tomás Povedano, en contestación á los de las RR. HH. Vicente L. y Jorge V (San José: Imprenta Avelino Alsina, ¿1904?).
27 Archivo de la Sociedad Teosófica en Costa Rica –en adelante ASTCR–, “Artículo 11 de la Base Sexta del Reglamento de Vïrya”. Archivo de la Gran Logia de Costa Rica, Procedimientos de la Gran Logia de Costa Rica 1905 (San José: Imprenta Alsina, 1906).
28 Rogelio Fernández Güell, Estudio sobre espiritismo y teosofía (Ciudad de México: Imprenta de Arturo García Cubas Sucesores Hermanos, 1907).
29 En septiembre de 1912, al líder de la ST en Costa Rica y exgran maestro de la GLCR (1905 y 1907), Povedano Arcos, se le informó que había sido nombrado secretario para la organización en Centroamérica de la OEO. ASTCR, “Historia de la Sociedad Teosófica desde su fundación” (mimeografiado: 20-21) sin más datos, 19.
30 Sidney Field Povedano, El cantor y la canción (Memorias de una amistad), trad. Quintina González y Margarita B. Vda. de Martín del Campo (Ciudad de México: Editorial Orión, 1988).
31 Curuppumullage Jinarajadasa, Un año de viaje por América Latina (Barcelona: Biblioteca Orientalista de Ramón Maynadé, 1930).
32 José Basileo Acuña Zeledón, La Sociedad Teosófica y el Movimiento Teosófico (San José: Imprenta María y Lines, 1926) y La Iglesia Católica Liberal: su historia, sus principios y sus fines (San José: Imprenta Alsina, 1927).
33 El IV Simposio ha sido reseñado por Esteban Rodríguez Dobles en la REHMLAC+ 7, no. 2 (diciembre 2015-abril 2016): 297-317, http://dx.doi.org/10.15517/rehmlac.v7i2.22769
34 Rectoría de la Universidad de Costa Rica, Sistema de Gestión de Documentos Institucional, “Convenio marco de cooperación entre la Universidad de Costa Rica y la Gran Logia de Costa Rica R-CONV-042-2015”, San José, Costa Rica, 4 de noviembre de 2015. Y una noticia sobre el tema en Lidiette Guerrero Portilla, “UCR firmó convenio con Logia Masónica de Costa Rica”, El País.cr, 6 de noviembre de 2015, https://www.elpais.cr/2015/11/06/ucr-firmo-convenio-con-logia-masonica-de-costa-rica/