Recepción: 7 de septiembre de 2023/Aceptación: 26 de octubre de 2023
doi: https://doi.org/10.15517/rehmlac.v16i1.56477
Los estudios sobre esoterismo, es decir, la esoterología —término que José Ricardo Chaves propone utilizar por practicidad en lengua española para referirse a la disciplina académica conocida internacionalmente como western esotericism—1 se han desarrollado aceleradamente en las universidades europeas y norteamericanas desde 1994, año en que aparece el texto fundacional en inglés: Access to Western Esotericism de Antoine Faivre2. A la luz de los libros, artículos y debates que han construido este campo es posible ubicar la obra de Olin con mayor exactitud y salir de los calificativos “raros”, “surrealistas” o “difíciles” que la crítica suele atribuir a su obra. Conocer algunas de las claves esotéricas permite entender la profundidad de su lectura del mundo, de la potencialidad infinita que le atribuyó a la inteligencia humana y la construcción de su propia identidad. Al mismo tiempo, posibilita completar el contradictorio ambiente modernista en el que estaba inscrita, donde coexisten apuestas religiosas, científicas, socialistas, comunistas, raciales, vanguardistas y feministas. A partir de la labor de las teósofas Madame Blavatsky y Annie Besant o algunas médiums con nombre y apellido, el estudio de la presencia femenina no sólo simbólica dentro del campo esoterológico se desarrolló fundamentalmente desde principios del siglo xxi en inglés3. Sin embargo, en las academias hispánicas este fenómeno es mucho más reciente y no siempre se inscribe dentro de los estudios esoterológicos, por lo que se presenta como un terreno a explorar4. En el presente texto se apreciará el lugar complejo de Nahui Olin en la esoterósfera5 del México posrevolucionario, pues si bien alude a varias corrientes esotéricas —un cierto ocultismo teosófico, algunas nociones del espiritismo trincadista o racionalista, el uso puntual de un imaginario “azteca” diferente al teosófico y al vasconceliano—, estas se ven desplazadas debido al conocimiento de su “yo” femenino-espiritual, revelado en experiencias visionarias. Es decir, el caso de Nahui Olin obliga a incluir un eje más a la idea de desplazamiento de la presente convocatoria, pues no es la geografía, ni la raza, ni su nacionalidad, lo que orienta el saber esotérico, sino su género.
Como señalaba Alejandra Osorio en 2004, la cultura mexicana retoma la figura de Olin en términos de una industria que “interpreta, altera y resignifica la historia de los veintes según su conveniencia y utilidad en el momento, y donde las figuras emergentes, como Olin, deben adaptarse y ponerse en referencia con eventos, conceptos y artistas ya establecidos”6. No sólo se romantizan o demonizan las vidas de los personajes históricos, sino que en pos de una sola imagen de lo revolucionario, científico y socialista, a lo Kahlo y Rivera, se han elidido otros aspectos, sin duda relevantes y que, afortunadamente, se comienzan a visibilizar, tal es el caso de lo esotérico7.
María del Carmen Mondragón Valseca nació en la Ciudad de México el 8 de julio de 1893. Su padre, Manuel Mondragón, fue un importante general porfirista, diseñador de artillería, que tras la Decena Trágica se exilia en Europa, en donde muere. Carmen vivió entre Europa y México durante su infancia y juventud. En 1913 se casó con Manuel Rodríguez Lozano (1897-1971) y ya casados vivieron en Francia y luego en España, acompañando a la familia Mondragón en su exilio. Como señala Osorio, en esa época
También en 1921 conoce al jaliciense Gerardo Murillo (1875-1964), conocido como Dr. Atl, el nombre que le había dado Leopoldo Lugones (informado en espiritismo y teosofía)9. Del relato que hizo Dr. Atl en su novela Gentes profanas en el convento (1950) sobre su apasionada relación, los “biógrafos asumen que Carmen emerge como la mujer mítica que tanto dio qué hablar” bautizada como Nahui Olin, el cuarto movimiento del sol en náhuatl: “Atl, agua como fuente de vida y Nahui Olin como el movimiento renovador de los cielos del cosmos”10. En Gentes profanas aparecen las cartas que supuestamente Nahui Olin escribió a su amante durante los cinco años de su relación, pero es importante aclarar que no se conservan los documentos originales de esas cartas, por lo que Nahui es reflejada a través de los ojos de Dr. Atl como una mujer bella, inteligente, talentosa, pero también como una “vampireza” que le succiona la vida11.
Las fotografías más famosas de Olin fueron realizadas también durante la década de los veinte; por un lado, el fotógrafo norteamericano Edward Weston, pareja de Tina Modotti, realiza sus retratos; mientras que el fotógrafo mexicano Antonio Garduño prefiere los desnudos. La sensualidad de las poses en estos últimos, y la angustia de la mirada en los retratos conforman la dupla de la imagen muda de Olin. Las interpretaciones a partir de esas imágenes también se bifurcan en dos posturas: o bien es una musa inmortal o bien la conducen a la locura y a la soledad, porque Nahui Olin murió en la pobreza, olvidada por sus contemporáneos, en 1978 en la Ciudad de México.
No obstante, durante dos décadas Nahui Olin se expresó por todos los medios posibles; no solo posaba, sino que participaba con su cuerpo y con la mirada en las fotografías; se aprecia, además, un estilo propio en sus pinturas, y, por supuesto, una voz fuerte y agente en su literatura.
Hasta hace una década, lo más conocido de su producción había sido la pintura catalogada como de tendencia naif. En 2011, Patricia Rosas Lopátegui reeditó sus obras escritas y comenzaron a aparecer más artículos y tesis sobre su literatura, a pesar de que solo publicó cinco textos. El primero fue el poemario Óptica cerebral: poemas dinámicos (1922)12, que, a decir de Álvarez García, “no fue considerado como poesía respetable y la gente solo asoció el libro de Nahui Olin con el nombre del Dr. Atl […]. Los que relatan su vida en entrevistas y comentarios, entresacados por sus biógrafos, refieren su poesía como ‘extraña’ y ‘rara’, pero nunca como perteneciente a una escuela o vanguardia. Le faltó al libro y a la autora afiliarse a los estridentistas, formar parte de un grupo que le ayudara a canalizar teóricamente todas [sus] inquietudes.”13 A pesar de estar cercana al estridentismo —pues el Dr. Atl aparece en el directorio del primer manifiesto Actual no.1 de Manuel Maples Arce14—, ella no fue considerada parte del grupo por lo que Álvarez la considera “una vanguardista solitaria” o “estridentista sin filiación” por el uso intrincado del lenguaje y la actitud iconoclasta.
Es cierto que sus acciones sociales comparten ese impulso revolucionario y rupturista de la vanguardia mexicana, y, por otro lado, está pendiente un análisis esoterológico de todo el movimiento ultraísta, pues en el “Manifiesto Ultraísta Vertical” de Guillermo de Torre aparece una alusión a la alquimia15; pero una razón de su aislamiento es que su obra no se puso al servicio de lo literario, de la belleza poética o la ruptura conciente de ella, ni siquiera de la claridad filosófica, sino a la transmisión de sus intuiciones espirituales. No quiso encasillarse en ningún programa literario, tal como se advierte en una entrevista de 1923: “Yo no soy literata; detesto la ortografía y la literatura y escribo caprichosamente en un lenguaje personal que es una ‘clave’ transmitiva de mi pensamiento”.16 El estilo de Olin es redundante, como si realmente se presenciara el movimiento de irradiación de las ideas:
En una reseña lúcida, José Gorostiza advertía no solo estos aspectos estilísticos, sino la extraña vertiente espiritual:
Acertado en lo fundamental, a Gorostiza le falta un documento con el que nosotros sí contamos y que apunta a una dirección teosófica más clara, como se verá más adelante. En 1923 publicó su segundo poemario, Calinement je suis dedans (Tierna soy en el interior)19, un poemario más autobiográfico en el que asume con alegría su sexualidad y dedica un poema a explicar su arte de posar en términos también espirituales:
En otro poema podemos encontrar una explicación de cómo se siente conectada con el sol, pues su nombre elegido alude justamente al movimiento de ese astro, en un acto ritual y un juego de refracción:
Un año más tarde aparece A dix ans sur mon pupitre (1924),22 un libro que surge, como su nombre indica, de pensamientos realizados a los diez años cuando estudiaba en un colegio de monjas francesas en la Ciudad de México; un texto del que sorprende a todos los lectores el nivel de conciencia de sí misma y de la tradición:
En 1927, poco después del fin de su relación con Dr. Atl, la autora decide quedarse con el pseudónimo, pero, en un ejercicio de apropiación, publica justamente una plaquette titulada Nahui-Olin24 sólo ocho páginas pagadas por ella con su sueldo de maestra de pintura en donde “además de autodefinirse, critica la deshumanización de las sociedades utilitarias”25 que imponen un número a los seres y les imposibilita descubrir quienes son. Ella escapa de esa fatalidad al cultivar su inteligencia y reconocer que
Se advierte esta convicción trascendental en algo esencial en el ser humano que no muere con el cuerpo, puede ser el alma o el espíritu, pero ella la llama “sustancia sin nombre”. Pero sorprende de la plaquette al mismo tiempo que no dedique páginas a justificar de forma exotista el nombre “azteca”, algo parecido a lo que si hará Dr. Atl en Un grito en la Atlántida: “En la leyenda Atlántea de Platón solo hay una verdad tangible: los vocablos Atlántico y Atlántida pertenecen a la lengua náhuatl”27. Nahui-Olin lo utiliza como una herramienta para desautomatizar el castellano impuesto socialmente, pero no dentro de una cosmovisión de raigambre prehispánica.
Diez años después aparecerá su último libro, Energía cósmica28 bajo el sello editorial Botas, dato relevante pues esta editorial apoyaba la publicación de obras esotéricas, ya que Salvador Botas era un reconocido espiritista. Se trata de un ensayo libre, cercano a un tratado o un libro de aforismos, en donde la autora lanza sus reflexiones desde el inicio y solo al final las justifica a partir de una experiencia de muerte que se analizará más adelante. Si bien se publica en 1937, sus estudiosos señalan que fue escrito entre 1923 y 1928,29 porque comparte algunas temáticas con Óptica cerebral, pero el relato que aparece al final indica los cambios operados después de una década de experiencias.
Si se toman en cuenta las características de una “escritura femenina” de acuerdo con Helene Cixous30. toda su obra cumple con algunas: no hay un orden racional, ni un solo género literario, son textos híbridos, mezcla de poemas, ensayo, fragmentos aforísticos, pasajes de un diario; discursos generados a partir de impulsos vitales que desafían la lógica de las tradiciones literarias, filosóficas y hasta esotéricas, sin renunciar a ellas por completo.
Entre los que han mencionado aspectos cercanos a lo que se trabaja en la actualidad como esoterismo, además de la breve reseña de José Gorostiza sobre su proximidad con la teosofía, destaca la tesis de Álvarez García, quien analiza aspectos espiritistas en Óptica cerebral a la luz, sobre todo, del libro El espiritismo y la creación poética de Jon Aizpurua, un reconocido divulgador español del espiritismo31. Sin embargo, no hay una introducción histórica, ni diferenciación suficiente entre los distinos espiritismos, tal como se estudian en la actualidad desde la esoterología; es decir, entre el temprano espiritismo o espiritualismo norteamericano y la reforma espírita del francés Allan Kardec a mediados del siglo XIX, la que, de acuerdo con José Ricardo Chaves, más hallamos en tierras mexicanas32. Se limita a señalar que sus biógrafos no lo han documentado y, a partir de los textos poéticos compilados por Aizpurua, establece paralelismos con el poemario de Olin vía los temas del amor, la evolución del alma, la creación como necesidad espiritual básica o la igualdad que nos otorga el origen compartido de la vida. De nuevo, ninguno de estos aspectos aparece contextualizado ni explicado en términos intertextuales, lo cual imposibilita saber si los paralelismos están influenciados por el espiritismo o se deben a coincidencias derivadas de otras fuentes comunes: como el hermetismo, el neoplatonismo, la cábala o el misticismo. Hay al menos dos términos clave en la obra que nos pueden ayudar a iniciar la exploración de esas corrientes esotéricas subterráneas: el éter y el Simoun.
El éter se consideraba un fluido invisible, sin peso y elástico, que llenaba todo el espacio y constituía el medio transmisor de todas las manifestaciones de la energía. El término proviene de Aristóteles y fue utilizado en la alquimia desde la Antigüedad: “Aristóteles complementa el esquema cuádruple [de fuego, aire, tierra, agua,] con un quinto elemento, la […] ‘quintaesencia’ o ‘éter’, que constituye los cielos y las estrellas. Este ‘éter’, también conocido como spiritus, y como pneuma por los neoplatónicos, regula la mezcla correcta de los elementos sublunares, al formar las cosas terrestres a partir de la prima materia”33. Esta teoría prevaleció hasta el siglo xx, y en las corrientes más importantes del ocultismo, es decir, en los discursos esotéricos del siglo xix como el espiritismo y la Sociedad Teosófica, aparece resemantizado a partir de la influencia de la teoría del magnetismo de Atanasius Kircher (Magnes sive de arte magnetica opus tripartitum, 1643), de la “teología de la electricidad” de Friedrich Christoph Oetinger (1696-1765), de la Naturphilosophie de Johann Wilhelm Ritter (1776-1810) y, sobre todo, del magnetismo animal de Franz Anton Mesmer (1734-1815). En el concepto de “Fohat” de la Doctrina Secreta de Madame Blavatsky, la fundadora de la influyente Sociedad Teosófica, se pueden apreciar reunidos estos sentidos de la tradición esotérica occidental mezclados con sus características fuentes orientalistas y lo describe “como el ‘poder vital eléctrico oculto’, ‘el poder vital eléctrico personificado, la Unidad trascendental vinculante de todas las Energías Cósmicas, tanto en los planos invisibles como en los manifestados’”34. Además, aparece como el segundo orden de la jerarquía de los Poderes Creadores, junto al fuego (Estancia VII. “Los padres del hombre en la tierra”) y es entendido como el quinto de los siete Elementos Cósmicos, semimaterial, en un nivel entre los cuatro físicos y los dos alejados por completo de la percepción humana35.
El éter aparece en El libro de los espíritus de Allan Kardec a través de la noción de “principio vital” que “reside en un fluido especial, universalmente distribuido y del cual cada ser absorbe y asimila una parte durante la vida, así como vemos a los cuerpos inertes absorber la luz. Este sería entonces el fluido vital que, conforme a ciertas opiniones, no sería otro que el fluido eléctrico animalizado, designado también con los nombres de fluido magnético, fluido nervioso, etc.”36 El gran quiebre de esta teoría es el generado a partir de los planteamientos de Albert Einstein: quien escribió contra el éter electromagnético y propuso un éter gravitatorio37.
En Olin, el éter no está jerarquizado junto con otros elementos, ni aparece la frase “fluido universal” de Kardec; tampoco se advierte una complejidad orientalista como en Blavatsky, aunque sí es relevante que utilce el mismo término de “energía cósmica” para el título. Aunque el éter está vinculado con el magnetismo y la electricidad, también tiene una capacidad de unión o comunión con el otro de manera radical por lo que considero que su propuesta se halla influida por el trincadismo, esto es, una corriente esotérica hispánica, derivada del espiritismo kardeciano, compuesta por las obras del electricista español emigrado a Argentina, Joaquín Trincado, fundador de la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal o, por sus siglas, emecu. Como ha estudiado Alejandra Galicia, el trincadismo llegó a México en 1923 vía una asociación espiritista, el Centro Familiar Espírita “Unión Fraternal” de la Ciudad de México, aunque un año después, debido a diferencias con la Federación Espírita Mexicana, se adhiere a la emecu directamente y, a partir de entonces el trincadismo, también llamado espiritismo racionalista, circula en el país de manera acelerada38. En Buscando a Dios y Asiento del Dios Amor, Joaquín Trincado decía en 1931:
Mientras que en Energía Cósmica de Nahui Olin puede leerse:
Se advierte de inmediato un léxico compartido: referencia a átomos, movimiento, materia y energía eléctrica como explicación universal. Sin embargo, en Nahui Olin aparecerán además especulaciones provenientes de la radioactividad y de la relatividad general que critica, no en sus postulados básicos, sino en su falta de integración de la subjetividad, pues, para ella: “acaso podríamos imponerle una medida de relatividad o de absolutismo a una totalidad inabarcable para la cual no existe medida de tiempo o espacio y que las fuerzas inconscientes emanantes de ella producen movimientos diferentes son conocimientos de ningunas matemáticas ni ley de relatividad”41. Es decir, lo infinito no puede ser estudiado por la ciencia porque excede sus parámetros, solo puede ser comprendido a partir de una característica básica del esoterismo en tanto visión de mundo: el principio de analogía entre lo cósmico o más bien macrocósmico y lo humano o microcósmico.
La analogía también se encuentra en el segundo término para vincular de manera más contundente a Olin con la Escuela de Trincado, el de Simoun, vocablo quizá de origen árabe que alude a un viento seco y abrasador proveniente de África. Aparece con esa acepción en el “Manifiesto Ultraista Vertical” de Guillermo de Torre en 1920 ya citado; pero Olin no lo utiliza así, sino en un sentido esotérico en el capítulo “El infinito de los infinitos”:
En el Código de la Ley Fundamental de La Comuna de Ley y Amor se establece la fundación de la emecu debido a que Trincado presenció un momento astrológico propicio: el nacimiento de la segunda luna, dada a luz por un misterioso ser, nombrado Simoun; relato que evoca una mitología quizá emanacionista43.
En Buscando a Dios, el Espíritu de Verdad, a través de un médium, señala los efectos de este acontecimiento:
Aunque faltaría un estudio más amplio, este tipo de cosmovisión y su lectura crítica de la Iglesia católica45 permitiría clasificar la obra de Trincado como gnóstica en el sentido acotado que puede encontrarse en las escuelas de los primeros siglos de la era común46, o como ha propuesto llamarlas Michael Allen Williams: tradiciones demiúrgicas47, debido a los relatos que establecen la creación del mundo material proveniente de un demiurgo o falso dios que en ocasiones adquiere la imagen del dios judeocristiano. En este caso el Simoun funciona como un dios verdadero que dio a luz a un ser salvador de la humanidad, la segunda luna de Jacob, que la ayudará a salir de la ignorancia y la maldad por medio del amor y de su mensajero en la tierra, Trincado.
A la luz de estos significados, lo que parece transmitir el fragmento antes citado de Nahui Olin es el reconocimiento del simoun microcósmico (entendido como el constitutivo del hombre, es decir, su espíritu o el pneuma en el esquema neoplatónico) como continuidad del simoun macrocósmico que se menciona en los textos trincadistas, siguiendo justamente una cosmovisión emanativa: “somos átomos perfectamente equilibrados en un simoun continuo.”48
Sin embargo, Energía cósmica de Nahui Olin va más allá de la base gnóstico-mitológica juedeocristiana de Trincado, porque, como menciona en el mismo párrafo: “científicamente, positivamente, yo quiero una transformación material”. El libro es un diálogo con los planteamientos científicos de su época con el objetivo de encontrar respuestas a sus intuiciones trascendentales: “La relatividad del espacio y del tiempo que Einstein ha comprobado matemáticamente y físicamente, y que ha dejado satisfechos a los sabios y que yo aplaudo con entusiasmo pero que difiere de mi modesto modo de pensar”49 que podría resumirse en las siguientes palabras:
Así, con estas palabras hemos dado una vuelta a la espiral, porque sus especulaciones regresan constantemente a su cuerpo y a su voz, a su conciencia e identidad: Nahui Olin, el movimiento solar va más allá de la circunstancia terrenal Carmen Mondragón.
Lo dicho hasta ahora permite afirmar que los planteamientos en este tratado parecen hallarse a medio camino entre una explicación ocultista de entre siglos y los planteamientos New Age de la segunda mitad del siglo xx. Aunque todavía se está revisando la pertinencia del uso del término en la academia51 me parece que puede ser útil para ubicar a la autora sobre todo en la que se ha catalogado como su vertiente científica pues, como ha estudiado Wouter Hanegraaff tienden a utilizar la ciencia contemporánea como explicación de nociones cósmicas espirituales52. De la Torre y Gutiérrez Zúñiga en su genealogía de la Nueva Era en México ubican a Nahui Olin justamente como “precursora del sentido holístico del universo”53. Olav Hammer señala que una diferencia entre las propuestas New Age y los planteamientos blavatskianos responde únicamente al estado de la física en los años productivos de Blavatsky, 1870 y 1880; pues la propia Blavatsky señalaba que era cuestión de tiempo para que surgiera un nuevo tipo de ciencia que rescate la sabiduría de los antiguos sabios indios, despreciada por los intolerantes. “El holismo, una visión del cosmos como un todo interdependiente, obtendrá, según Blavatsky, el reconocimiento tardío de los astrónomos y filósofos modernos”54. Nahui Olin podría ser un eslabón latinoamericano de ese esfuerzo por coordinar física y eternidad.
El concepto clave, por supuesto, es el de energía. Algunas propuestas de la nueva era recuperan la visión del cuerpo humano en términos teosóficos, pero a menudo no necesita sistemas complejos, como señala Lisbeth Mikaelsonn, la energía puede entenderse como
En la obra de esta autora se nota claramente una voluntad de afirmación de sí misma, no como un ser cotidiano, sino como un ser cósmico y espiritual cuya mayor ambición era adquirir la comprensión de todo lo que pudiera, no solo a través de lecturas, sino a partir de sí misma, de su cuerpo, de su mente, de lo cerebral, de sus poderes cósmicos y radioactivos que explica en Energía cósmica, pero que provienen de experiencias visionarias como las que examinaremos a continuación.
Desde los orígenes de la esoterología se ha mantenido presente la discusión de los límites entre lo que se considera mística o misticismo y lo esotérico, sobre todo en uno de sus términos clave: la gnosis, palabra griega que designa un conocimiento trascendental. Faivre las separa tajantemente, más como un ejercicio de posicionamiento frente a la ya entonces larga tradición de estudios místicos en la academia francesa56, que definen la mística como una experiencia de unicidad con Dios o lo absoluto, presente en todas las religiones. Kocku von Stuckrad, con una palabra —enredo [entanglment]—, ofrece una herramienta de interpretación discursiva: “Un discurso místico puede estar enredado con uno esotérico, si las pretensiones de conocimiento se derivan de las narraciones místicas. Un discurso gnóstico se enreda con uno esotérico, si las nociones de salvación están vinculadas a las pretensiones de conocimiento perfecto”.57 Hanegraaff opta por hablar de “estados alterados de conocimiento” 58 para dejar clara la distancia con los “estados alterados de conciencia” estudiados por la mística con un enfoque psicológico.59
En la obra de Nahui Olin encontramos dos narraciones que describen experiencias de este tipo. La primera aparece en unas hojas sueltas fechadas alrededor de 1922 por Patricia Rosas Lopátegui, en franca conexión con el poemario Óptica cerebral, pues aparece esa misma frase. Se trata de un sueño en el que se le presenta un ser extranjero, de piel bronce y ojos negros grandes con el que sintió una conexión magnética, “la comunicación de nuestras fuerzas fue automática”.60 En dicha comunicación le dice: “eres un eterno presente, [le] dijo tu nombre es infinito o Piriti y desapareció silenciosamente”.61
El término que subrayo es el que puede sustentar la apreciación de José Gorostiza sobre la naturaleza teosófica de Óptica cerebral, pues podría tratarse de dos palabras en sánscrito: la primera opción es “prîti”, definida en el Glosario Teosófico de Blavatsky como “alegría, gozo, contento; placer, gusto; afecto, amor, amistad”62; ya que el texto de Olin avanza en esa dirección:
La segunda opción es el vocablo que Blavatsky remite a la primera raza dentro de su antropología astrológica, “Pitris”, que apareció “bajo la protección del Sol (o más bien de Urano, que místicamente lo representa) […] fueron denominadas Raza de los Dioses, hijos del Yoga […] Son formas enormes, filamentosas, proteicas y etéreas, […] Ninguno de estos seres podía morir […]. El fuego era su elemento.64 Precisamente el extranjero le dice que Piriti es “infinito”, por lo tanto, encaja con esta definición de un ser eterno; además, se debe recordar que el nombre Nahui Olin alude al movimiento renovador del astro solar: “En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema”65.
Más allá de la teosofía se pueden entender otros dos elementos. El primero es la descripción exotista del personaje, pues el apelativo “bronce” nos marca un desplazamiento del indio teosófico hacia el indígena prehispánico. Este aspecto racial podría perfilar una postura parecida a la de José Vasconcelos, secretario de Educación Pública de 1921 a 1924, en la que la raza latinoamericana, al ser un crisol de razas, sería la más evolucionada, ya que en el texto breve de Olin vemos un rechazo de su propia ascendencia europea, mientras que exalta al extranjero por su superioridad espiritual:
Es cierto que la denominación es anterior, pues ya el modernista Amado Nervo la utiliza para exaltar a Benito Juárez, en su poema “La raza de bronce” de 190267 y es luego empleado en un sentido indigenista en la novela homónima del boliviano Alcides Arguedas, publicada en 1919. Aunque la narración de Olin está fechada alrededor de 1922 y el ensayo más temprano sobre los aspectos raciales de Vasconcelos apareció en 192568, puede ser que las ideas de Vasconcelos ya circularan desde 1921 por su posición en la Secretaría de Educación, pero, lo más probable es que solo sea reflejo del contexto cultural de la época que fundamentaba la reconstrucción del país tras la guerra civil en la homogeneización del pasado vía la raza de bronce y que se puede apreciar visualmente en el muralismo mexicano. No obstante, hay en Olin un cambio de perspectiva, desde este texto de inicios de la década de los veinte, hacia la década siguiente, pues en su plaquette Nahu-Olin, de 1927, cuando explica el sentido que ella da a su nombre escribía: “Hijos de princesas y de esclavos de razas diversas qué me importan vuestros padres si ellos son un factor inconsciente de producción por medio de los cuales pasasteis a la vida, […] para mí los humanos no tienen más nombres que los que son en fuerza cerebral, y sólo existe entre ellos la distinción del vulgo por la superioridad de la inteligencia”.69 Esto se refuerza en sus pinturas “indigenistas” de 1934, de las que comenta Tomás Zurián: “Pinta al indio verdadero, que siente dignidad por su raza, con sus grandezas y miserias y no hundido melancólicamente en el ancestral trauma de la conquista, de su cultura pulverizada, de raíces destruidas donde el pasado pierde su esencia en favor de un pesado sincretismo70. A pesar de no defender un discurso esotérico-racial en el mundo consciente, puede haber dos opciones de interpretación de este rasgo en el relato: en una lectura émica convenimos que el maestro esotérico sí adquirió la forma y figura de un ser de otra raza, fundamentando sin querer las ideas esotéricas de la época; o bien desde una lectura ética la aparición de este personaje es un reflejo inconsciente del imaginario de la época.
El segundo elemento es una mención fundamental sobre mundos intermedios: “mi imaginación creía esperar nuevas ideas de algo que vaga por el espacio de centros que el mundo llama de ocultismo, pero sentí que mis pensamientos se renovaron, prepararon mi materia y mi óptica cerebral para una revelación de placeres nuevos, cósmicos”71. Este rasgo es uno de los criterios decisivos que se suele rastrear para distinguir un discurso místico de uno esotérico, pues el primero busca una experiencia sin mediación72. Es curioso cómo, al parecer, dentro de su experiencia visionaria su mente se adelanta y espera contemplar esos mundos esotéricos y en cambio obtiene una experiencia más parecida a la de los místicos, expresada en paradojas: “en mi sueño en la noche oí una voz, vi un color, un silencio que profundizaba cosas que parecían irrealizables”. No obstante, la idea de una revelación de placer cósmico exige pensar en otras posibilidades.
Hugh Urban ha estudiado la magia sexual en las corrientes esotéricas, desde alusiones en la cábala y la alquimia renacentistas, hasta prácticas sistematizadas de, por ejemplo, el norteamericano rosacruz Paschal Beverly Randolph (1825-1875), de la Ordo Templis Orientis (O.T.O.) fundada a finales de 1890 por Theodor Reuss y Carl Kellner, y del Thelema de Aleister Crowley (1875-1947)73. Aunque es necesaria una investigación detallada de la liberación sexual de Nahui Olin a la luz de estas propuestas de magia sexual que circulaban en la época, al menos en este texto breve no aparecen alusiones a prácticas mágicas, sino que el sexo se vuelve una forma de transmisión de conocimiento cósmico, por lo que puede ser más acertado pensar en un hermetismo, quizá intuido. Al contemplar al ser de bronce menciona: “Ni una palabra entre ambos, sus ojos eran maravillosos, hablaban y la boca roja carnosa, como un corazón marcadísimo, pero ancho, sensual, parecía una nueva máquina de placer y de silencio sabio como el infinito”74. Tras el choque de los cuerpos, Olin escribe, sin ninguna acotación a lo que viene ni ninguna explicación extra: “Y la humanidad era una enorme totalidad y realidad y la humanidad hizo desaparecer el mundo, los mundos cósmicos”75. El relato termina así: “Y aquel espíritu que era la única representación que yo he conocido del antes de nacer, del antes de vivir, empezó lo que no había tenido principio”76. Como señala Hanegraaff, en el tratado hermético Asclepius, el amor “se entiende, pues, en términos sexuales y eróticos, como el misterio último del nacimiento o la creación: no es el agapē (‘caridad’) del lenguaje cristiano, y tampoco exactamente el erōs platónico, sino el poder mismo de la vida”77.
Por último, es necesario resaltar el lenguaje con el que transmite los aspectos sensoriales y los efectos cognitivos del encuentro. En primer lugar, en tanto experiencia visionaria, hace referencia a lo observado: “En mi retina fue una cosa del silencio; para el mundo está fuera de la comprensión de hechos de la vida y lo escribo porque nadie puede entender que esto es el hecho de una revelación de un futuro, de un punto de colocación en la atmósfera.”78 Es una aparente sinestesia, pues el silencio no se puede ver, pero quizá alude al movimiento reflejo de abrir más los ojos cuando se quiere escuchar mejor en la oscuridad. En otro fragmento señala: “Parecía que siempre había visto su espíritu y porque no me había él robado desde mi cuna, un tanque de mosaico del tiempo a la conquista azul, azul, el agua verde, verde y un inmenso jardín estaban en su propio país dentro de otro país.”79 Aquí se recurre a la repetición de adjetivos-colores con una intención superlativa, como una forma de representar lo vívido del sueño; también aparece una imagen arquitectónica de espacios superpuestos, algo que parece posible en otros planos de realidad.
Con respecto a este último aspecto, hay otros fragmentos en los que se percibe el trastocamiento del espacio-tiempo: “Los días se llevaron la impresión de esa aparición vertiginosa”; “Las horas transcurridas desde ese instante fueron como una serie de momentos de rotaciones diversas que me elevaban en planos más sensibles a las distancias desconocidas”80. El viaje dibuja una espiral en ascenso, experimentado en instantes alargados donde incluso el olfato se ve afectado: “Fuertemente invadía de perfumes que no sé de dónde serían porque eran suaves, eran fuertes, que parecía que los poros temblaban de sentirlos y mi ser se convirtió en olfato y mi sexo era imperiosamente descubierto y envuelto en olor que era un desmayo semejante a la muerte”81.
Olin no describe el despertar del sueño, pero sí interrumpe la narración en el momento que otros seres se integran al encuentro: “Comenzaron las pieles vibrantes de los eunucos con caricias imperceptibles, como pensamientos, y tan sabias, pero estaban hechas para la incontinuidad de los seres, para mí no, que soy la continuidad que mata, necesito la soledad de los dos, que era la infinidad de los dos, para que empezara el verdadero movimiento cósmico sexual”82. No sorprende que exista una continuidad entre lo corporal y lo mental, el sexo transmite la gnosis, las caricias son pensamientos sabios, lo que sí es extraño es que Olin rechace el connato de una orgía y prefiera un encuentro heterosexual entre dos infinitos, lo cual también podría evocar unas bodas alquímicas, pues estas se refieren a la unión de dos principios usualmente representados como el rey y la reina83, pero, de nuevo, la imagen cósmica ratificaría desde mi perspectiva la visión hermético-erótica del texto.
Ahora bien, el hecho de que sea justamente en medio de la experiencia que su personalidad, fuerte y decidida, pueda reconocer sus límites e interrumpa el momento gnóstico, desde el punto de vista de una iniciación es un error, porque el ego se está imponiendo cuando debería atenuarse para dar paso a la enseñanza, pero en su caso es imposible no pensar en la dimensión sociocultural: una mujer que se conoce a sí misma y puede poner límites. Esta transgresión esotérica, vista así desde la tradición patriarcal, se vuele una ventaja en la tradición femenina moderna, pues solo ejerciendo su voluntad y libertad puede seguir alineada con su camino esotérico. Al mismo tiempo, el caso de Olin también cuestiona la representación de prácticas femeninas hipersexualizadas en el esoterismo, como es el caso de la diosa Babalon en el Thelema de Aleister Crowley, “la sacralización del impulso sexual”84, ávida y violenta. Como señala Amy Hale la mayoría de las prácticas y discursos esotéricos de mujeres poco tienen que ver con ese imaginario fundamentalmente masculino durante el siglo xx:
Olin mantendrá esta firmeza en sus convicciones no sólo a riesgo de interrumpir el conocimiento esotérico, sino a pesar de pagar el precio de la soledad durante el resto de su vida.
El segundo relato aparece en Energía cósmica, justo en el último capítulo titulado “Relación de continuidad entre la vida y la muerte o el más allá”, a partir de la muerte de un gato llamado Menelik:
Al inicio del capítulo había definido la vida y la muerte en términos de “continuidad evolutiva”, es decir, antes y después de vivir se produce un salto en el que toda la energía acumulada de “cualidades sensitivas” se extiende hasta el infinito; dicha energía bien podría ser el alma pero Nahui Olin pone mucho cuidado en no utilizar esa terminología, en cambio, la define así: “yo la llamo poder de fuerza sin ley de atracción, sino que por su propia energía de carácter de fuerza maravillosa para ser infinitos en ella misma y salirse de ella misma a vivir otros infinitos sin dejar de vivirse con su personalidad”87. Esta forma de conceptualizar lo que está más allá de la vida orgánica posibilita la experiencia:
Descubre el poder de transmutación de la materia, el accidente que somos en este plano de existencia, algo que ha manifestado en otros trabajos es explicado aquí a partir de un relato gnóstico:
Ha tenido una experiencia no sólo de conocimiento de una verdad oculta, sino que ha adquirido real sabiduría porque decide callar y aceptar las cosas cual son: “ya no puedo ocultar que para mí no existe el misterio y no me es permitido decir más, no por temor a nada, pero porque veo necesario lo existente tal como es para existir.”90
¿Sería esta sabiduría y decisión de callar lo que llevaría a Carmen Mondragón a dejar de escribir? Porque estas fueron parte de sus últimas palabras publicadas. La definición de Hanegraaff, “estados alterados de conocimiento”, me parece más acertada para la forma de expresarse de Olin, ya que resalta lo intelectual, la sabiduría, lo cerebral. Pero, aun siendo el elemento principal, no es el único; así que en términos de Stuckrad podríamos afirmar que estas dos narraciones experienciales son esotéricas porque nos transmiten una idea de conocimiento totalizador, pero, al menos en el primer caso —cuando dice que lo observado está fuera de toda comprensión— está enredada con la afasia que acompaña la tradición de experiencias místicas: “El místico es alguien que sabe que la verdad real, la verdad significativa, no puede expresarse completamente con palabras”91. En el segundo caso vemos una actitud más esotérica pues ella elige callar, no es que no pueda o le falten palabras; dice claramente: “todo ya me es sabido, conocido, nada me es ignorado”92. A diferencia del primer relato en el que interrumpe el encuentro erótico cuando detecta algo que no es para ella, en este se advierte la alegría de transmitir su estado gnóstico por medio de un lenguaje fluido, una libertad quizá mayor a la que podría evocar a través del léxico sexual, ya que es un factor importante el que la unión se dé con un ser de otra especie (aunque después ambos puedan transmutarse en otras especies). Es un texto sincero en el que no le importa ser clara o quien le entienda; todo ello ayuda a reflejar su idea de continuidad, de no distinción entre ella y el cosmos:
A pesar de este importante centro gravitacional, el de la experiencia del más allá, el libro Energía cósmica está catalogado por sus estudiosos como un texto científico por la terminología elegida para nombrar sus capítulos: gravedad, matemáticas, relatividad, electromagnetismo, por ejemplo, y se cita continuamente la audacia de Olin para descartar la teoría de Einstein, pero no se ha destacado con justicia el vector semántico de la obra como fundamentalmente esotérico, tal como espero haber fundamentado en este trabajo.
El imaginario mexicano que rodea como un aura su vida y obra, específicamente algunas palabras en náhuatl, desde el nombre que adopta, Nahui Olin, hasta el poema en clave feminista al volcán Iztatzihuatl94 permiten su inclusión en un volumen dedicado a estudiar las lógicas de integración de otras coordenadas del saber; sin embargo, en Olin este es un aspecto equívoco porque no conduce a un discurso que exalte necesariamente razas o nacionalidades. La distinción entre los hombres se establece en razón de si hacen caso o no a su infinito interior, por decirlo en sus términos, o entre quienes están dormidos o despiertos en léxico gnóstico. No dispone una cuna del saber esotérico en alguna geografía o raza privilegiada, ni clásica (egipcia o india) ni nueva (americana), sino que trasciende todas, incluso la distinción entre especies.
Su obra marca el inicio de la agencia femenina en el México moderno de manera contundente, quizá desde los albores con Sor Juana Inés de la Cruz, no sólo en la literatura, sino frente al abrumador número de voces masculinas en la historia del esoterismo95; si bien es cierto que se suma a las excepciones iniciadas en la Sociedad Teosófica, con la fundadora Madame Blavatsky y su sucesora Annie Besant; y también con Alice Bailey, quien, salida de las filas teosóficas, funda la Escuela Arcana y se considera la madre de la Nueva Era en su sentido acotado, referente a la interpretación apocalíptica y astrológica del mundo96. Y, como ellas, mujeres con privilegios: blanca, de familia adinerada y con formación en Francia. Nahui Olin está en un lugar mucho más modesto, pues no funda ninguna asociación, pero sí se considera pionera de una forma de escritura libre que no sólo se apropia de su erotismo, sino, sobre todo, de su capacidad intelectual y espiritual. Es esa confianza la que le permite descartar maestros iniciados y volverse ella misma la fuente de su conocimiento esotérico.
1 José Ricardo Chaves, Isis modernista. Escritos panhispánicos sobre teosofía, espiritismo y el primer Krishnamurti (1890-1930) (México: Bonilla Artigas-UNAM, 2020), 25.
2 Antoine Faivre, Access to Western Esotericism (Albany: State University of New York Press, 1994).
3 Véase el documentado y crítico estado de la cuestión de Amy Hale (ed.), Essays on Women in Western Esotericism. Beyond Seeresses and Sea Priestesses (Suiza: Palgrave, 2021), 1-12.
4 Nancy Herzig Shannon, El Iris de Paz. El espiritismo y la mujer en Puerto Rico (Colombia: Ediciones Huracán, 2001). Natividad Ortiz Albear, Masonas y republicanas. La historia de 5 mujeres comprometidas con los valores republicanos y la masonería (Oviedo: EntreAcacias, 2017). María José Quesada Chaves y Luz Mary Arias Alpízar, “Teósofas, masonas y feministas (Costa Rica, 1890-1923)”, REHMLAC+ 13, no. 1 (2021), 69-100. Irene López Arnaiz, “Esoterismo y surrealismo en femenino. India-París: encuentros en danza a través de la Sociedad Teosófica”, Clase del Curso de Especialización Danza, Esoterismo y Vanguardias. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Mueso Picasso, Málaga, 2021.
5 “Proponemos la noción de ‘esoterósfera’ en tanto campo o esfera cultural del esoterismo, cuya zona de influencia va más allá de su propio ámbito declarado de transformación personal y grupal”: José Ricardo Chaves Pacheco y Alejandra Galicia Martínez (eds.), Esoterósfera: diez ensayos sobre esoterismo, política y literatura (México: Bonilla Artigas Editores- UNAM, 2023), 18.
6 Alejandra Osorio, “Nahui Olin: ¿Una mujer de tiempos siempre por venir?”, Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey 17 (2004): 131.
7 Mariano Villalba, “Arnold Krumm-Heller, la Revolución Mexicana y el esoterismo en América Latina”, REHMLAC+ 10, 2019, https://doi.org/10.15517/rehmlac.v10i2.33355. Alejandra Galicia Martínez, “José Vasconcelos y la América trascendental”, en Esoterósfera: diez ensayos sobre esoterismo, política y literatura (México: Bonilla Artigas Editores- UNAM, 2023), 59-89.
8 Osorio, “Nahui Olin: ¿Una mujer de tiempos siempre por venir?”, 136.
9 Fabián Banga, “Lugones y el espiritismo”, Lucero 13, no. 1 (2002): 37-44.
10 Osorio, “Nahui Olin: ¿Una mujer de tiempos siempre por venir?”, 137-138.
11 Lorena Garrido Donoso, “Más allá del amor: Cautiverio, subversión y sentido de sí en las cartas de amor de Nahui Olin”, Nueva Revista del Pacífico 75 (2021): 236.
12 Reeditado por Patricia Rosas Lopátegui (ed.), Nahui Olin, sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención (Monterrey, Nuevo León, México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2011), 55-73.
13 Miguel Álvarez García, Óptica cerebral de Nahui Olin. Vanguardia solitaria (Tesis de Maestría en Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013), 6-7.
14 Citado en Álvarez García, Óptica cerebral de Nahui Olin, 8.
15 Guillermo de Torre, “Manifiesto Ultraísta Vertical”, Filosofía en español (blog), 2017 (Reproducido de la edición original, Madrid: noviembre de 1920), https://www.filosofia.org/aut/002/vertical.htm
16 Patricia Rosas Lopátegui, InSurrectAs 1. Nahui Olin (México: Gedisa, 2022), 64.
17 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 58.
18 Rosas Lopátegui, InSurrectAs 1, 66.
19 Calinement je suis dedans (México: Librería Guillot, 1923); traducido como Tierna soy en el interior por Rocío Luque, en Rosas Lopátegui (ed.), Nahui Olin, sin principio ni fin, 75-158.
20 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 112.
21 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 108.
22 (México: Editorial Cultura, 1924), traducido como A los diez años en mi pupitre por Rocío Luque en Rosas Lopátegui (ed.), Nahui Olin, sin principio ni fin, 159-178.
23 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 162, 166.
24 (México: Imprenta mundial, 1927), reeditado en Rosas Lopátegui , Nahui Olin, sin principio ni fin, 181-183.
25 Rosas Lopátegui, InSurrectAs 1, 86.
26 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 182.
27 Citado por Alejandra Galicia Martínez. “La América Trascendental: ocultismo y acción política. Redes político-intelectuales en México y Centroamérica. 1900-1934” (Tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México, 2022), 186.
28 (México: Botas Editor, 1937), reeditado en Rosas Lopátegui (ed.), Nahui Olin, sin principio ni fin, 185-211.
29 Rosas Lopátegui, InSurrectAs 1, 87.
30 Helène Cixous, “La joven nacida”, en Textos de Teorías y Crítica Literarias, eds. Nara Araujo y Teresa Delgado (México, Universidad de La Habana-Universidad Autónoma Metropolitana-Anthropos, 2010), 329-354.
31 Jon Aizpurua, El espiritismo y la creación poética (Ediciones Cima, 1995).
32 Chaves, Isis modernista, 28.
33 Bernard D. Haage, “Alchemy II: Antiquity-12th Century”, en Dictionary of Gnosis and Western Esotericism, eds. Wouter J. Hanegraaff, Antoine Faivre, Roelof van den Broek y Jean-Pierre Brach (Leiden-Boston: Brill, 2006), 19.
34 Wouter J. Hanegraaff, “Occult / Occultism”, en Dictionary of Gnosis and Western Esotericism, eds. Wouter J. Hanegraaff, Antoine Faivre, Roelof van den Broek y Jean-Pierre Brach (Leiden-Boston: Brill, 2006), 886.
35 H. P. Blavatsky, “Proemio. Páginas de unos anales prehistóricos”, La Doctrina Secreta. Síntesis de la ciencia, la religión y la filosofía. vol I. Cosmogénesis, Simbolismo arcaico universal. (Rosario, Argentina: Biblioteca Nueva Era, 2003), ebook.
36 Allan Kardec, El libro de los espíritus (Brasil : Consejo Espírita Internacional, 2011), 22.
37 Alejandro Cassini y Marcelo Leonard Levinas, “El éter relativista: un cambio conceptual inconcluso”, CRÍTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofía 41, no. 123 (2009), 3-38.
38 Alejandra Galicia Martínez. “La América Trascendental”, 329.
39 Joaquín Trincado, Buscando a Dios y Asiento del Dios Amor (Bogotá, Colombia: Versión digital de la emecu, Catedra Regional Luz de Jacob No. 178), 184, https://es.scribd.com/document/8736579/Buscando-a-Dios
40 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 195.
41 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 198.
42 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 208-209.
43 Referido por Jesús Morales, “Centésimo séptimo aniversario de la escuela magnético-espiritual de la comuna universal”, Facebook, Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal (EMECU), 20 de septiembre de 2018, https://www.facebook.com/groups/66528854940/permalink/10156624876009941/. Una definición de emanacionismo puede verse en Mark Sedgwick, Western Sufism. From the Abbasids to the New Age. (Nueva York: Oxford University Press, 2017), “Emanacionismo”, ebook.
44 Trincado, Buscando a Dios, 222.
45 “La inmoralidad de la religión católica, hasta para ella misma hizo la confusión y ya no puede saber quien sea el famoso ‘Anti-Cristo’” (Trincado, Buscando a Dios, 284).
46 Roelof van den Broek, “Gnosticism 1. Gnostic religion”, en Dictionary of Gnosis and Western Esotericism, eds. Wouter J. Hanegraaff, Antoine Faivre, Roelof van den Broek y Jean-Pierre Brach (Leiden-Boston: Brill, 2006).
47 Michael Allen Williams, Rethinking “Gnosticism”. An Argument for Dismantling a Dubious Category (Nueva Jersey: Princeton University Press, 1996).
48 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 209.
49 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 194.
50 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 209.
51 Steven J. Sutcliffe e Ingvild Sælid Gilhus (eds.), New Age Spirituality. Rethinking Religion (Nueva York: Routledge, 2014), 4.
52 Wouter J. Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture. Esotericism in the Mirror of Secular Thought (Leiden-Nueva York-Colonia: Brill, 1996), 62-76.
53 Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga, “Genealogías de la Nueva Era en México” REVER 16, no. 2 (2016): 63
54 Olav Hammer, “Theosophical Elements in New Age Religion”, en Handbook of Theosophical Current, eds. Olav Hammer y Mikael Rothstein (Leiden-Boston: Brill, 2013), 251.
55 “...an ‘incarnation pattern’ which consists of a person’s body, memories and mental dispositions, relationships to other people, the place one lives and works, and participation in ultimate reality. The individual body is conceived as an integrated part of a greater whole which it both affects and is influenced by. The ‘wide body’ pattern can in turn be changed through using manifestation techniques. According to such views, the individual human being is a compound energetic node in a holistic network of energy exchange, involved in continuous interplays and processes with all the layers of existence, from the world of atoms to the surrounding universe.” Lisbeth Mikaelsonn, “New Age and the spirit of capitalism: energy as cognitive currency”, en Sutcliffe y Gilhus, New Age Spirituality, 170.
56 Antoine Faivre, “From Paris to Amsterdam and Beyond: Origins and Development of a Collaboration”, en Hermes in the Academy: Ten Years’ Study of Western Esotericism at the University of Amsterdam, eds. Wouter J. Hanegraaff y Joyce Pijnenburg (Amsterdam University Press, 2009), 123-128. Faivre cita el texto de Emile Poulat, L’Université devante la mystique (París: Salvator, 1999). Poulat trata de los debates en Italia y Francia entre intelectuales católicos sobre la investigación no confesional de la religión y más allá del modelo histórico filosófico a principios del xx. Se centra en cuatro profesores del College de France que entienden la mística como el núcleo o el fuego que mantiene vivas a las religiones: Henri Bergson (1859-1941) en Les deux sources de la morale et de la religion (1932); Alfred Loisy (1857-1940) y su Le mysticisme (1923); Edouard LeRoy (1870-1954), La lévitation (1928), y Jean Baruzi (1881-1953), San Juan de la Cruz y el problema de la experiencia mística (1924; 1931).
57 “A mystical discourse can be entangled with an esoteric one, if claims of knowledge are derived from mystical narratives. A Gnostic discourse is entangled with an esoteric one, if notions of salvation are linked to claims of perfect knowledge.” Kocku von Stuckrad, “Afterword: Mysticism, Gnosticism, and esotericism as entangled discourses”, en Histories of The Hidden God. Concealment and Revelation in Western Gnostic, Esoteric, and Mystical Traditions, eds. April D. DeConick y Grant Adamson (NuevaYork: Routledge, 2013), 318.
58 Wouter Hanegraaff, “Altered States of Knowledge: The Attainment of Gnosis in the Hermetica”, The International Journal of the Platonic Tradition 2 (2008), 128-163.
59 William James, The Varieties of Religious Experience. A Study in Human Nature (South Australia: University of Adelaide, 2009). Juan Martín Velasco, El fenómeno místico. Estudio comparado (Madrid: Trotta, 1999).
60 Patricia Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 73.
61 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 73 [énfasis añadido].
62 H. P. Blavatsky, Glosario Teosófico. Diccionario de esoterismo y ocultismo (Berbera Editores, 2002), 737.
63 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
64 Blavatsky, Glosario Teosófico, 692, 789.
65 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 182.
66 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 73-74.
67 Ma. Teresa González de Garay Fernández, “Amado Nervo y sus evocaciones de la ‘Raza de bronce’”, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, texto publicado en 2010, consultado el 30 de julio de 2023, https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc931c0
68 José Vasconcelos, La Raza Cósmica. Misión de la raza iberoamericana. Notas de viajes a la América del Sur (Madrid: Agencia Mundial de Librería, 1925), https://www.filosofia.org/aut/001/razacos.htm
69 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 183.
70 Tomás Zurián, Nahui Olin: una mujer de los tiempos modernos, (México: Instituto Nacional de Bellas Artes, 1993), 147.
71 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 73.
72 Faivre, Access to Western Esotericism, 23.
73 Hugh B. Urban, “Sexuality”, en The Cambridge Handbook of Western Mysticism and Esotericism, ed. Glenn Alexander Magee (Nueva York: Cambridge University Press, 2016), 429-440. Ver también Hugh B. Urban Magia Sexualis. Sex, Magic, and Liberation in Modern Western Esotericism (Berkeley-Los Angeles-Londres: University of California Press, 2006).
74 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
75 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
76 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
77 “‘Love’ is therefore understood in sexual and erotic terms, as the ultimate mystery of birth or creation: it is not the agapē (“charity”) of Christian language, and not exactly the Platonic erōs either, but the very power of life itself. This makes the spectacle of human intercourse a sacred mystery to those who understand its true nature.” Wouter J. Hanegraaff, Hermetic Spirituality and the Historical Imagination. Altered States of Knowledge in Late Antiquity (Cambridge: Cambridge University Press, 2022), 57.
78 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 73.
79 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
80 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 73.
81 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
82 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 74.
83 Lawrence M. Principe, The Secrets of Alchemy (Chicago-Londres: The University of Chicago Press, 2013), 122, 153-155.
84 Manon Hedenborg White, The Eloquent Blood. The Goddess Babalon and the Construction of Femininities in Western Esotericism (Oxford: Oxford University Press, 2020), 2. Beatriz Parisi, “É hora de encararmos Babalon: intersecções entre magia, corpo e feminismo em Thelema”, Melancolia. Revista de Historia del Centro de Estudios sobre el Esoterismo Occidental de la UNASUR 6 (2021), 115-140.
85 [Although esotericism is frequently associated with transgression, taboo and heterodoxy, the women profiled in this volume demonstrate the multivalent ways in which norms and values are framed within esoteric contexts. The modern, or postmodern, reader might be frustrated with the seeming contradiction that many of the women profiled here would have considered themselves to be for the time, progressive, yet the lens through which these women filtered most of the world is hardly radical by today’s standards, and in most cases reinforced categorical norms] Hale, Essays on Women, 9.
86 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 210.
87 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 210.
88 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 210.
89 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 210.
90 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 210.
91 [The mystic is someone who knows that real truth, meaningful truth, can never be fully expressed in words.] Joseph Dan, The Heart and the Fountain: An Anthology of Jewish Mystical Experiences (Nueva York: Oxford University Press, 2002), 3.
92 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 211.
93 Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 211.
94 “Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial de mujeres, en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve- / son la Iztatzihuatl, / en su belleza impasible, / en su masa enorme, / en su boca sellada / por nieves perpetuas,- / por leyes humanas.- / Mas dentro de la enorme mole, que aparentemente duerme, y sólo belleza revela a los ojos humanos, existe una fuerza dinámica que acumula de instante en instante una potencia tremenda de rebeldías”, Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin, 63.
95 Al menos así la está rescatando la historiografía actual. La colección de InSurrectAs 1, abre con Olin por esa razón; también Poniatowska lo dice en esos términos: “Nahui Olin es quizá al primera que se acepta como mujer-cuerpo, mujer- cántaro, mujer-ánfora. Poderosa por libre, se derrama así misma sin muros de contención. Parece que la piel de Nahui está escribiendo. Sus ojos son de un erotismo brutal, hasta violento. No hay hombre o mujer ahorita en México y a principios del siglo XXI que se atreva a escribir así, a sentir así, a enamorarse así, a pintar así” (citada en Rosas Lopátegui [ed.], Nahui Olin, sin principio ni fin, 46).
96 Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture, 95-96, 190.