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Antonio Álvarez Pitaluga
. Revista de las artes, 2025, Vol. 85, Núm. 1 (julio-diciembre), e61918
Seguidamente, la emigración de actores y realizadores es otro factor que ha ganado
un peso importante en el balance desfavorable del cine cubano actual. Si bien la emigración
en general ha sido una realidad histórica durante las más de seis décadas de revolución, la
salida de cubanos en los últimos diez años ha marcado un nuevo y desalentador precedente
numérico en el tema migratorio cubano. Con más de medio millón de cubanos que abando-
naron la isla desde el año 2016, puede hablarse de una verdadera estampida humana que,
al comenzar el 2024, al parecer todavía no tiene n (Colomé, 2024).
Al respecto, un apunte sobresaliente en esta última gran oleada es que varios acto-
res, actrices y realizadores del cine se han sumado a esos miles de cubanos, de modo que
han desprovisto al cine de la posibilidad de sus respectivos trabajos, aportaciones y obras.
De una lista mayor de actores y actrices, resaltan algunos como Rafael Lahera, Tomás Caos,
Yuliet Cruz, Carlos Enrique Almirante, entre otros.
Más sensible aún es la emigración de varios directores cuyas edades promedian en-
tre los 45 y 60 años, dado que están en la plenitud de su madurez creativa. De este grupo
es posible nombrar a Ián Padrón, quien vive en los Estados Unidos y dirigió la película Haba-
nastation (Padrón, 2011); Juan Carlos Cremata, emigrado a los Estados Unidos, director de
Viva Cuba (Cremata, 2005) y Contigo, pan y cebolla (Cremata, 2012); Pavel Giraud, radicado
en España, director de La edad de la peseta (Giraud, 2006), Omertá (Giraud, 2008) y El
caso Padilla (Giraud, 2022). Otros directores que han establecido sus residencias fuera del
país son Lester Hamlet, en Estados Unidos, director de Casa Vieja (Hamlet, 2010) y Fábula
(Hamlet, 2011); y Carlos Lechuga, en España, director de Melaza (Lechuga, 2012), Santa y
Andrés (Lechuga, 2017) y Vicenta B (Lechuga, 2022). En consecuencia, la ausencia de estos
y otros valiosos realizadores contribuye sin lugar a duda a la caída productiva del cine, que,
al igual que el resto de la sociedad cubana, sigue perdiendo cada año un porcentaje de sus
sectores profesionales y de la población en general.
No obstante, a pesar de la pérdida del monopolio que tuvo el Estado sobre el cine
nacional y la notable emigración de actores y realizadores, este continúa aferrándose a
mantener el mayor control posible a través de sus procedimientos burocráticos para preser-
var la hegemonía (Harari, 2024 p. 87) , e l l e n g u a j e p o l í t i c o d e s u s f u n c i o n a r i o s y e l e j e r c i c i o
de la censura. Las tensas relaciones del ICAIC con los propios cineastas y el ejercicio de
una evidente censura, que paradójicamente no envejece ni disminuye, mediante distintas
prohibiciones de exhibición o de competir en festivales cinematográcos dentro y fuera de
la isla, son un reejo evidente del fenómeno.