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Goualo Lazare Flan
Revista humanidades, 2025 (Julio-Diciembre), Vol. 15, Núm. 2, E60942
Lejos… de fragmentar la diversidad cultural en una multiplicidad desconectada de cul-
turas que detienen y detentan sus tradiciones de origen como si estas fuesen un título de
propiedad, la interculturalidad propone caminar hacia una universalidad que comunica
y protege sin excluir porque es un proceso abierto de mutuo crecimiento y acompaña-
miento. Diversidad cultural es así, para la interculturalidad, exigencia de diálogo y de
apertura, exigencia de acogida y de compartir lo “propio” con el otro para redimensio-
narlo en común. (p. 54)
El proyecto de la interculturalidad es una iniciativa latinoamericana (Fornet-Betancourt,
2007) que nace a partir de un espacio de reexión crítica frente a la creciente demanda por el de-
recho a una diversidad cultural entre los seres del mundo. Su posicionamiento como modelo de
construcción identitaria, fundamentado en la losofía intercultural de la liberación, se inscribe en
una lógica de crítica al colonialismo y sus impactos (herencias coloniales) (Mignolo, 2013; Krai-
ner, 2019), así como a la actual globalización neoliberal. Se opone a toda interpretación unifor-
mizante y monocultural del mundo instituida por el pensamiento occidental, y pretende superar
los problemas heredados de la colonización (Walsh, 2005, 2007, 2009). Así, como alternativa al
modelo occidental de la globalización en un mundo expuesto a los procesos de homogeneización,
la losofía intercultural asume el reconocimiento de la mayor autoconciencia y autovaloración de
voces y culturas excluidas e invisibilizadas desde los discursos hegemónicos (Wences, 2021).
Más allá de esta realidad contextual reaccionaria, la relevancia de la interculturalidad crítica
como propuesta expedita de construcción identitaria en naciones con un complejo mosaico de
diversos pueblos reside en que va más allá de la multiculturalidad. En efecto, la interculturalidad
crítica reconoce a la multiculturalidad tanto como condición y punto de partida para su proyecto
de transformación de la diversidad de las culturas en un ideal de mediación y de diálogo intercul-
tural, en el marco de una humanidad lograda a partir de un mundo de justicia e igualdad de opor-
tunidades (Comboni y Juárez, 2016). De este modo, en tanto losofía ontológica de construcción
identitaria, la interculturalidad crítica se concibe como un proceso que remite a un diálogo fecun-
do y mutuamente enriquecedor entre diversas culturas, establecido en condiciones de simetría
(Walsh, 2005, 2009; Comboni y Juárez, 2016). Es decir, debe ser un diálogo enmarcado en una re-
lación equivalente y horizontal, a partir de la cual se reconoce la condición cultural de igualdad de
oportunidades frente a otros (Villanueva Barreto, 2021; Saldaña, 2022), buscando la comprensión
y el respeto de las diferencias en un proceso de construcciones mutuas desde un espacio diferen-
cial reorganizado y acondicionado que, a pesar de estar permeado por tensiones, logra superarlas
a través de acuerdos dialógicos.
De esta forma, dentro del proyecto de la interculturalidad crítica, subyace un doble giro de-
colonial (Mignolo, 2013; Flan, 2024) sustentado en la descolonización del ser y del saber. Esto
implica, por un lado, un giro antropológico enfocado en el desprendimiento de la colonialidad del
poder y de su imaginario imperial (Mignolo, 2013; Flan, 2024), así como en el cuestionamiento de
la injusticia sociocultural; y, por otro lado, un giro epistémico anclado en la fronterización exible