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Sensibilidades divergentes en el baile de tango...
Revista humanidades, 2025 (Julio-Diciembre), Vol. 15, Núm. 2, E62740
cuerpo, una percepción poco culposa de la sexualidad, la sentimentalización de la vida, la expo-
sición de lo íntimo y la exacerbación de lo lúdico. Pero, sobre todo, esta crítica, ejercida desde una
prensa con alto impacto, fue aquella capaz de establecer una clasicación de estilos que delimitó
“esquemas de percepción que adquieren cierta ecacia simbólica” (Morel, 2011, p. 207).
3. Impugnar y defender el tango en la prensa
Una controversia que se registró en el diario La Argentina, hacia nes de 1907, permite un
acercamiento a estas distintas valoraciones sociales del tango, asentadas en sensibilidades dife-
renciadas. Se trata de una nota sobre el tango realizada por un colaborador recurrente del matu-
tino, que generó que varios lectores le hicieran varias objeciones. En un artículo de dicho diario,
un colaborador acumuló diversos tópicos impugnadores sobre el tango, especícamente en torno
al carácter inmoral de ese baile, a la vez que desconocía que su música tuviera un carácter criollo,
pero se indignaba ante su creciente popularidad, lo que era “una [sic] síntoma de la corrupción
social profunda que invadía la sociedad” (Scott, 1907a, p. 3).
Un primer lector destacó que el “pecado original” del tango era ser el baile preferido de los
sectores bajos de la sociedad y por ello despreciado. Por otro lado, señalaba que “El tango es una
danza de vida, de entusiasmo, de pasión”, y por eso era el preferido en salones y cafés (Méndez,
1907, p. 4). Otro lector le cuestionó al periodista el supuesto poder del tango como corruptor so-
cial. Por lo contrario, señaló que el tango era una danza alegre, lo que justica la preferencia social
que tenía por parte de los bailarines. Ambos lectores destacaban la existencia de distintos gustos
musicales y que, en consecuencia, todos eran válidos y respetados, marcando una impronta rela-
tivista en la discusión (Ravicini, 1907a, p. 4).
La respuesta del periodista constituye una rearmación de su prédica, marcando que: “La
inmoralidad del baile de tango me parece evidente, que no puede discutirse. Los movimientos de
la mujer, la colocación de las piernas del hombre con respecto a ella… basta, no es verdad” (Scott,
1907b, p. 4). Por otro lado, señala que aquello que más le desagrada es que, siendo una danza de
sectores bajos, invada a toda la sociedad, alterando la jerarquía de los gustos que, según propone
el periodista, debía ser resguardada.
A los pocos días, otro lector se sumó a la discusión señalando que su cuestionamiento moral
escondía una aprehensión hacia los sectores populares, que eran quienes habían impuesto el gé-
nero. También ironizó sobre los supuestos efectos sociales del tango, presentado como causante
de los mayores males sociales (Don Padilla, 1907, p. 4).
Por último, la respuesta de un lector que ya había participado recalca que “no es un fervoroso
defensor del tango”, pero que debe ser considerado como cualquier música (Ravicini, 1907b, p. 4).
También sostiene que no debe confundirse una música para bailar, como es el caso del tango, con