Revista humanidades
ISSN: 2215-3934
humanidades@ucr.ac.cr
Universidad de Costa Rica
San José, Costa Rica
DOI 10.15517/h.v15i2.62855
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons
Reconocimiento-No comercial-Sin Obra Derivada
Poéticas de la [no] existencia: narraciones de la búsqueda de personas
desaparecidas, Comuna 13, Medellín, Colombia
Poetics of [Non] Existence: Narratives of the Search for Missing
Persons, Comuna 13, Medellín, Colombia
Poética da [não] existência: narrativas da busca por pessoas
desaparecidas, Comuna 13, Medellín, Colombia
Luisa Fernanda Posada Romero
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Ensayos
Revista humanidades, 2025 (Julio-Diciembre), Vol. 15, Núm. 2, E62855
Poéticas de la [no] existencia: narraciones de la búsqueda de personas
desaparecidas, Comuna 13, Medellín, Colombia
1
Poetics of [Non] Existence: Narratives of the Search for Missing
Persons, Comuna 13, Medellín, Colombia
Poética da [não] existência: narrativas da busca por pessoas
desaparecidas, Comuna 13, Medellín, Colombia
Luisa Fernanda Posada Romero
2
Universidad de Antioquia
Medellín, Colombia
luisa.posada@udea.edu.co
https://orcid.org/0000-0003-0119-2940
Fecha de recepción: 30 de noviembre de 2024
Fecha de aprobación: 10 de junio de 2025
Resumen
El texto presentado a continuación se deriva de la investigación Poéticas de la [no] existencia, una
aproximación a la lógica del espectro – Comuna 13, Medellín. Este estudio se propuso desde una pers-
pectiva cualitativa, a partir de la cual se analizaron narraciones del colectivo Mujeres Caminando
por la Verdad
3
, en diálogo con las marcas cotidianas reejadas en la representación de sus familia-
res desaparecidos. Asimismo, se establecieron vínculos con reexiones tricas de Derrida (1998,
2000, 2010) y Didi-Huberman (2014). En este sentido, los testimonios revelan, tanto en el cuerpo
propio como el cuerpo buscado, las marcas de un acontecimiento que transformó los modos de
estar y habitar en el territorio. Las narraciones de las mujeres se convierten en una forma de tra-
ductibilidad de la experiencia que dejó el paso del conicto armado por su comunidad.
Palabras clave: guerra urbana, investigación social, problemas sociales
1
Se extiende un agradecimiento a la Dra. Gabriela Milone por su acompañamiento y dirección en el
proceso investigativo.
2
Magister en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas, Universidad Nacional de Avellaneda, Buenos
Aires, Argentina.
3
Organización social creada para la búsqueda de personas desaparecidas en y posterior a las operaciones
militares de la Comuna 13, Medellín, Colombia.
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Ensayos
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Abstract
The text presented below is derived from the research Poéticas de la [no] existencia, una aproxima-
ción a la lógica del espectro - Comuna 13, Medellín. This study was conducted from an ethnographic
perspective, analyzing the narratives of the Mujeres Caminando por la Verdad colective in dialogue
with the everyday traces reected in the representation of their disappeared relatives. The analy-
sis also incorporated theoretical reections of Derrida (1998, 2000, 2010) and Didi-Huberman
(2014). In this sense, the testimonies reveal, in both the self and the absent body, the marks of an
event that transformed the ways of being and inhabiting the territory. These womens narratives
become a form of translatability of the experience left by the armed conict in their community.
Keywords: urban warfare, social research, social problems
Resumo
O texto apresentado a seguir deriva da pesquisa Poéticas de la [no] existencia, una aproximación a
la lógica del espectro - Comuna 13, Medellín. Este estudo foi desenvolvido a partir de uma perspec-
tiva etnográca, na qual as narrativas de Mujeres Caminando por la Verdad foram analisadas em
diálogo com as marcas cotidianas reetidas na representação de seus parentes desaparecidos.
Tamm foram estabelecidos diálogos com reees teóricas de their disappeared relatives. The
analysis also incorporated theoretical reections of Derrida (1998, 2000, 2010) e Didi-Huberman
(2014). Nesse sentido, os testemunhos revelam, tanto no próprio corpo quanto no corpo procura-
do, as marcas de um acontecimento que trandformou as formas de ser e de habitar o território. As
narrativas das mulheres tornam-se uma forma de traduzibilidade da experiência deixada pelo
conito armado em sua comunidade.
Palavras-chave: guerra urbana, pesquisa social, problemas sociais
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Luisa Fernanda Posada Romero
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1. Introducción
En la Comuna 13, Medellín, Colombia se llevaron a cabo alrededor de 20 operaciones milita-
res; la de mayor envergadura fue la Operación Orión, ejecutada entre el 16 y 17 de octubre de l2002.
Dicha operación desplegó un dispositivo que buscó acabar con la presencia de milicias y guerrillas
urbanas en este sector. En el marco de estas intervenciones, y con posterioridad a ellas, se presen-
taron desapariciones forzosas que aún permanecen a la espera de esclarecimiento.
En este contexto, las mujeres buscadoras de la comuna se agrupan para unir fuerzas y man-
tener en la agenda pública a sus familiares, exigiendo garantía de no repetición, esclarecimiento
de los hechos y reparación frente a lo sucedido. Los testimonios de estas mujeres forman parte de
un clamor contra del conicto armado; la pregunta “¿hasta cuándo?” las atraviesa. Su voz impul-
sa otras voces y escrituras que vislumbran las desapariciones ocurridas durante y después de las
operaciones militares.
En este sentido, el proceso de investigación se enmarcó en un método cualitativo con un en-
foque etnográco. Se aplicaron las técnicas de observación participante y entrevistas semiestruc-
turadas; estas últimas se llevaron a cabo con cuatro mujeres de dicha organización. La participa-
ción fue voluntaria, con consentimiento informado, las entrevistas fueron grabadas y eliminadas
después de su transcripción; en las citas de los relatos textuales de las mujeres se usa pseudónimo.
La muestra se dio por terminada de acuerdo con la saturación de la información.
Los relatos recopilados en el trabajo de campo, en tanto conguraciones narrativas, fueron
abordados en diálogo con las categorías de cuerpo, espectro y personas desaparecidas. Este ejer-
cicio de triangulación se fundamentó, de acuerdo con Arias Valencia (2000), en “la combinación
de dos o más teorías, fuentes de datos, o métodos de investigación en el estudio de un fenómeno
singular, es una acción realizada a medida que se va generando la información” (p. 13).
Las poetisas de la [no] existencia diagraman un “entrelugar” del acontecimiento espectral,
su ubicación y su retorno fantasmático, en tanto excedente de dos mundos no sellados. Se hace
énfasis en tres formas de [no] existencias: una que se maniesta en el estar o sentirse fuera de la
ciudadanía; otra, en relación con las mujeres y sus familiares víctimas de desaparición forzada; y
la última, en la forma en que las personas desaparecidas aparecen.
El espectro se presenta tanto en el pasado como en el porvenir: en el caso de esta investiga-
ción, en un pasado que fue espectralizado durante las operaciones militares y, en particular, en
los momentos en que se ejecutaban y desaparecían personas en la Comuna. El porvenir de estos
cuerpos sigue siendo espectral, en tanto se desconocen pistas que permitan ubicar el lugar en
el que se encuentran. Este espectro se vuelve tangible y retorna constantemente en las familias,
quienes se detienen en la imagen con la que recuerdan a su ser querido: un cuerpo que ya no enve-
jece, que permanece detenido en el tiempo y transita por él en otros modos, como a través de los
recuerdos, los sueños y las imágenes.
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Se da entonces una incorporación en la agenda pública de la ciudad del tema de las desapari-
ciones y de las muertes, cargadas de interrogantes y del sinsabor que produce el desconocimiento
sobre cómo ocurrieron. En este sentido, los planos de la vida y de la muerte parecen entrelazarse,
mezclarse como una unidad entre seres vivos presentes, visibles en cuerpo, y aquellos que no lo
están y reclaman su lugar.
De acuerdo con Derrida (2010), en el texto La bestia y el soberano, la vinculación de esta mez-
cla de vidas, seres entrecruzados aún con aquellos que no han nacido, es un registro que trasciende
una concepción material:
Me vincula dos veces con aquello que no son seres vivos, es decir; con la no-vida pre-
sente o con la vida no presente de aquellos y aquellas que no son seres vivos, seres vivos
presentes, seres vivos en el presente, contemporáneos, a saber, seres vivos muertos o
seres vivos todavía no nacidos, no-presentes- seres-vivos o seres-vivos-no-presen-
tes. Es preciso pues inscribir la muerte en el concepto de la vida. (p. 141)
Esto que no está vivo ni muerto —que está en este caso desaparecido— se vincula con las
mujeres, apareciendo de diversas maneras, como los sueños, los recuerdos, las ausencias y los
sentires que se transforman con el trasegar del tiempo. Derrida (1998) argumenta que:
Hay varios tiempos del espectro. Lo propio del espectro, si lo hay, es que no se sabe sí,
(re)apareciendo, da testimonio de un ser vivo pasado o de un ser vivo futuro, pues el
(re)aparecido ya puede marcar el retorno del espectro de un ser vivo prometido. (p. 115)
Los tiempos espectrales parecen vivirse en simultáneo, sin diferenciar entre pasado y futuro;
aparecen como una huella del acontecimiento. Estos cuerpos desaparecidos retornan como ima-
gen suspendida, a la que no le afectó el tiempo cronológico.
2. La Operación Orión en los testimonios de las mujeres
Esta fuerza evoca al cazador Orión que aparece en La Odisea de Homero (2019), a quien Odiseo
contempla en los campos de asfódelos, todavía persiguiendo en la muerte a las bestias que cazó
en vida. Del mismo modo, esta fuerza nocturna se desliza sin distinción entre sus presas, sin de-
tenerse a mirar rostros ni reconocer historias, encarnándose en la noche difusa y dejando a estas
mujeres la tarea de escarbar, solas, en el arena, los cuerpos heridos con el bronce.
Ese día nosotros creímos que nos iban a matar a todos, porque en la madrugada co-
menzaron a disparar. Disparaban por todas partes: por el aire, por tierra las tanquetas,
por la parte alta de arriba del Corazón, por ese morro disparaban. Yo, al oír tanta bulla,
abrí la ventana y me dijeron: “Cierre esa ventana si no quiere que la saque para acá”. Y
me dieron con el fusil. (Lirio, comunicación personal)
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¿Por qué se hacían estas intervenciones en la noche? ¿A quién o qué se quería ocultar? En este
contexto, hombres y mujeres fueron sacados de sus casas para ser vericados por los militares,
con base en las listas de colaboradores o de sospechosos por colaborar con grupos guerrilleros.
Muchas personas fueron detenidas de manera extrajudicial y se convirtieron en víctimas de des-
aparición forzada.
El enemigo creado por el Estado se caracteriza por la sospecha del “porte de cara”, que puede
corresponder con la del miliciano, es decir, con el sujeto percibido como peligroso y dañino. Se
construye un miedo que justica las acciones de desaparición forzada en nombre del benecio co-
munitario y del buen funcionamiento de la sociedad. La persona desaparecida retorna y continúa
desapareciendo en otras, mediante esta ausencia que ha sido legitimada.
Aquello que no pertenece y se introduce, quizás sin ser el lugar que le corresponde, irrumpe
en los modos establecidos. Lo que pareciera ser un intruso se introdujo en la Comuna 13 para rea-
lizar labores de inteligencia dirigida a grupos guerrilleros que, como se ha señalado, se instalaron
aproximadamente en el año 2000. Estas tareas de inltración respondían a funciones que debían
estar a cargo del Estado, lo cual evidencia el vínculo y cómo, anticipadamente, se había diseñado
una estrategia conjunta con los grupos paramilitares para ingresar a este territorio. Además, el
plan de estos grupos estuvo encaminado a desaparecer a las personas con el objetivo de no incre-
mentar los índices de homicidios en la ciudad.
La construcción del otro como enemigo no requiere ser individualizado: este enemigo, deno-
minado “guerrilla”, está constituido en la gura del monstruo que debe ser erradicado. En él no se
vislumbra vestigio alguno de humanidad, lo que permite validar las acciones llevadas a cabo en su
contra. El monstruo pareciera haber contagiado con su imagen “antinatural” a quienes habitan la
Comuna. En este orden de ideas, se llega a la conclusión de que todas las personas forman parte de
este grupo guerrillero; así, se abre una puerta que puede ser traspasada sin permiso: una invasión
a la intimidad de una persona leída sin rastro de humanidad.
Vinieron militares, nos encerraron por todos los lados, nos tiraron gases lacrimógenos,
atropellaron [a] mucha gente, se metían a las casas, nos llamaban “guerrilleras”, nos
golpeaban. Me mataron el padre de mis hijos, pero lo que más duro me dio a mí es que
fue en mi propia casa que ellos me atropellaron. (Rosa, comunicación personal)
En esta operación, el espacio íntimo se transgrede: se desdibuja toda línea de respeto o in-
dicio de la humanidad en el habitar del otro. Estos cuerpos quedaron al acecho, exhibidos, a la
espera de la dignidad negada que se les quitó e impuso. El atropello queda resonante en ellas como
un límite que fue traspasado: el sentimiento de que hicieron con sus cuerpos lo que quisieron y la
imposibilidad de oponer resistencia.
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Me parece que nos violentaron todos los derechos, porque dispararon indiscriminada-
mente sobre la población civil y, pues, nosotros no teníamos armas para defendernos.
Pues, o sea, ¿con qué nos íbamos a defender? Nos podían haber matado y las cosas hu-
bieran quedado así. (Lirio, comunicación personal)
Hay una verdad que se impone. En este caso, se proclamaba desde el discurso ocial que
todas las personas habitantes de la Comuna eran parte de la guerrilla: “la imagen estigmatizada
pasa a ser parte en los años siguientes del discurso justicatorio que utilizaron las autodefensas
y la Fuerza Pública para atacar violentamente y de forma indiscriminada a los pobladores de la
Comuna 13” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2011, p. 68). Corresponde a una verdad cons-
truida que posiciona al enemigo en una generalidad, en la gura de quien miente.
Según Graves (2006), en una de las versiones del mito griego, Orión violó a Mérope, hija de
Enopión, hijo de Dioniso, ya que deseaba casarse con ella y, aunque hizo todo lo que se le ordenó, el
padre de esta no se lo permitió. Embriagado, se abocó con toda su fuerza para tomar lo que deseaba
en venganza, sin medir la atrocidad de su acto. Este Orión, elegido como nombre de la operación,
parece estar regido por este mismo impulso: una fuerza que no escatima ni prevé el daño que pue-
de causar al otro, siempre que se logre el objetivo deseado.
El cuerpo presente encarna una sensibilidad que le lleva a producir sentido: un sentido de
miedo y de muerte. Se puede hablar de un cuerpo situado, que siente y que, al mismo tiempo, se
constituye como un cuerpo colectivo, en tanto percepción compartida: un choque con otros cuer-
pos inmóviles que esperan ante un terror, andamiaje que se quita y se impone. Ante ello, surge la
pregunta por el valor de un cuerpo y de dónde proviene dicho valor.
La orden fue atacar toda una comunidad por aire, con helicópteros engatillados, y por
tierra, con tanquetas. La mayoría de personas que murieron allí fueron realmente per-
sonas inocentes y la orden era que todo ser viviente que hubiera en las calles fuera ex-
terminado, sin importar que fueran niños, jóvenes, personas de avanzada edad o niños
pequeños. A él no le importó eso; la orden era exterminar a toda persona con esas ráfa-
gas de fuego. (Hortensia, comunicación personal)
El Orión de La Eneida de Virgilio (1991) aparece como un gigante caminando en medio de las
olas que irrumpen contra sus hombros:
Enderezábamos el rumbo, cuando el borrascoso Orión, levantándose con súbito remoli-
no, nos estrelló en ocultos bajíos y nos dispersó enteramente por en medio de las ondas
y de inaccesibles riscos, a impulso de los tenaces vientos, cubriendo nuestras naves el
mar. (p. 34)
Este personaje se lleva lo que encuentra a su paso, tan similar a esta operación, que irrumpe
estruendosamente por aire y tierra.
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Orión se levantó en una ola de humo y gas; iba caminando con un dedo en alto, con el cual se-
ñalaba el rumbo hacia donde debía dirigirse. La imagen captada por el fotógrafo Jesús Abad Colo-
rado (2002)
4
en la que se observa un hombre con capucha, sin insignias militares correspondien-
tes al Ejército Nacional, señalando y dando órdenes al propio ejército, ha sido una de las imágenes
más contundentes de dicha Operación (ver Figura 1).
Figura 1. La Escombrera
Fuente: Abad (2002).
A este marco de vulneraciones se suman los desplazamientos que ocurrieron para prevenir la
desaparición de algún integrante de la familia. Sin embargo, al no poseer los medios económicos
sucientes para subsistir afuera de la Comuna, en algunas familias se produjo un retorno obliga-
do. Los daños psicosociales se agudizan y se hacen crónicos ante la persistencia de las amenazas,
las enormes carencias económicas y la eventualidad de sufrir nuevos desplazamientos después del
retorno (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2011, p. 176).
3. El cuerpo propio y el cuerpo buscado
Volver sobre el cuerpo: este que se ve atravesado por diferentes presencias, huellas y trazos
que lo conguran, y por medio del cual la experiencia sensible se hace palpable. Los trazos dejados
por el acontecimiento de las operaciones militares han quedado instalados en el cuerpo de las mu-
jeres; el espectro se maniesta en formas como la zozobra continua que las acompaña.
“Siempre he dicho: a una mujer le matan al esposo y queda viuda; se le muere la mamá
y queda huérfana; pero a uno le matan un hijo, ¿y qué nombre le pone a ese dolor tan
grande?”. (Rosa, comunicación personal)
4
Fotografía publicada en diversos medios, entre ellos, la Revista Semana en la publicación del 15 de
agosto de 2015.
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Según el relato bíblico en el libro de Génesis, ante la presencia de Adán fueron llevados todos
los seres vivos para darles un nombre (Reina-Valera, 1960, 2 Gén. 19:20). El lenguaje siguió evo-
lucionando: aprendimos a decir lo que sentimos de determinada manera. Sin embargo, algunas
cosas se han quedado atrapadas en el cuerpo, sin nombre propio. Hay un lenguaje que no alcan-
za a dar cuenta de esta muerte; no hay cómo nombrar esta herida. Este cuerpo desaparecido se
ha quedado en silencio en todo sentido, en ausencia y sin nombre para reconocerlo como dolor
o como pérdida:“Yo tengo a mi hija de 17 años desparecida” (Rosa, comunicación personal).
Esta hija, por ejemplo, siempre tendrá 17 años. Don José
5
, el archivador de legajos en el regis-
tro civil y encargado de cambiar el estatus de vivos a muertos, sigue esperando los indicios nece-
sarios para levantar la partida de defunción de los espectros, para atreverse a mover su legajo a la
parte correspondiente: la de atrás, esa a la que ya no es necesario limpiarle el polvo, porque hemos
de suponer que esta muerte ya ocurrió, aunque permanece la esperanza de las familias de encon-
trarles con vida, así como estaban cuando se los llevaron: “Había gente que me decía: vimos a su
hijo en tal parte o su hijo está en las calles perdido en las drogas” (Laurel, comunicación personal).
Encontrarlo con vida, no importa cómo, o tener la certeza de su muerte, las mujeres caminan
a la parada del colectivo con la esperanza de cruzar a su familiar:“Esperar una llamada, esperar
que apareciera, no saber si estaba vivo o estaba muerto” (Lirio, comunicación personal).
Cuando suena el teléfono, se hace visible lo invisible; la ausencia se maniesta en las mujeres
a través de la angustia que les genera la espera de un cuerpo para cerrar un duelo que continúa
abierto. “Este algún otro espectral nos mira, nos sentimos mirados por él, fuera de toda sincronía,
antes incluso y más allá de toda mirada por nuestra parte” (Derrida, 1998, p. 21).
Todos los días a mí me sonaba el teléfono y yo pensaba que eran noticias de mi hijo. La
puerta la movía el viento y yo pensaba que era que ya mi hijo venía. Entonces mire que
es una zozobra muy horrible para uno porque uno, mientras no tenga como algo que
certique que la persona está muerta, uno siempre va a guardar esa esperanza. (Laurel,
comunicación personal)
Esta presencia aparece invisible, se mantiene latente e insinúa su llegada a través de todas las
posibilidades perceptivas: una puerta toca el viento, un número equivocado, un silencio perma-
nece profundo e indiferente. La necesidad de un documento que certique la muerte hace que las
personas desaparecidas trasciendan el plano material:
Pues yo a veces digo, me pongo a pensar en qué lugar estará, pues que de tanto ir a lu-
char, ir y venir, y tantas partes y no, todo es como tan callado, como nadie le dice a uno
nada. Yo a veces pienso: ¿estará vivo?, ¿estará muerto?, tanto tiempo… Si estuviera vivo,
él ya hubiera aparecido, porque él amaba sus hijas. (Laurel, comunicación personal)
5
Referido al personaje principal de la novela Todos los nombres de Saramago (1997).
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Las mujeres buscan, en la lucha que llevan a cabo en la organización, una respuesta sobre
su ser querido. Sin embargo, al no encontrarla, permanecen en la especulación sobre lo que pudo
haber pasado, aunque tienen claro que esta desaparición tuvo que haber sido provocada por un
agente externo y no fue producto de un abandono intencionado por parte de su familiar. La ausen-
cia también ha marcado un cambio en la dinámica familiar de las mujeres: sus modos de relación
consigo mismas y con su entorno se han visto afectados: “La desaparición de mi hija marcó mi
vida, marcó mi familia, marcó mi alma” (Rosa, comunicación personal).
Queda la espera de que el Estado certique, principalmente, la muerte de sus seres queridos
para detener la película que se reproduce una y otra vez, quedando suspendida en el nudo: un nudo
que no tiene cómo seguir hilando. “¿Qué pasó?” es una pregunta que retumba ante una escena ja
en la memoria. Las hijas crecieron, ya no necesitan ser acostadas y en ellas habita la ruptura de un
padre desaparecido, que se sigue presentándose con más fuerza durante los primeros dos años.
Muchas mujeres que les ha pasado, que les han desaparecido a un familiar, muchas
que se han enterrado a mismas, que ya no quieren hablar con nadie, ya tiene di-
cultad con las enfermedades. Somatizan el dolor en enfermedades en el cuerpo. (Rosa,
comunicación personal)
Hay una actualización de la herida, manifestada de diversas formas en el cuerpo: la enfer-
medad se incrusta como un lenguaje del dolor, diciendo lo que la voz no puede poner en palabras.
Enterrarse a sí misma forma parte de un ritual evocado como la necesidad de enterrar un algo: un
cuerpo no recuperado. Con esta falta, se entierra también el cuerpo propio.
Latinoamérica es herida; la violencia ha sido parte de esa herida que se actualiza una y otra
vez, una herida compartida con la tierra, como señala Lastra (2008):
A pesar de las diferentes historias locales/coloniales del planeta, de la diversidad de
lengua y religión, de memorias y esperanzas, hay algo que compartimos muchos: la
herida colonial, esto es, la deshumanización y el racismo; el «sentir» que pertenecemos
exactamente al mundo «moderno»; que nos falta algo, en la lengua, en la religión, en
las costumbres, en nuestras formas de sentir y de vivir. (p. 291)
Los cuerpos mezclados con la tierra dan cuenta de otra forma espectral, un retorno que re-
clama la voluntad política para que continúen las búsquedas correspondientes, las cuales fueron
suspendidas
6
en el año 2015:
6
Sobre la suspensión de las excavaciones, la Corporación Jurídica Libertad (2016), en un informe de prensa,
manifestó que el 5 de agosto de 2015, tras una larga lucha de víctimas y organizaciones sociales, se inició
la búsqueda integral de personas desaparecidas en coordinación con la Fiscalía, la Alcaldía de Medellín, la
Corporación Jurídica Libertad y el Museo Casa de la Memoria. La excavación se dividió en tres sectores y el
primero fue intervenido entre agosto y diciembre sin hallar restos humanos. Desde entonces, pese a los com-
promisos institucionales, la búsqueda se ha estancado, por lo que prevalecen la incertidumbre y el silencio.
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Lo que cuenta de acá es que en ese árbol colgaron unos pelados; los encontraron ahí
colgados, en la Operación Mariscal
7
. Acá abajo, en la curva, ahí dicen que dos niños. Uno
siempre pasa por ahí y siente como una tristeza. (Hortensia, comunicación personal)
Desde un árbol se exhibe a quien es colgado en otra de las operaciones militares. El árbol,
como ser espectral, se funde con el entorno para continuar dando testimonio de una acción que
ha marcado la percepción de lo que se observa. Estos seres espectrales dan cuenta de un acto que
requiere memoria.
En Cortezas, Didi-Huberman (2011) sugiere la construcción de una memoria vegetal en re-
lación con los abedules en Birkenau, con lo cual hay una concordancia en este árbol testigo en La
Escombrera (ver Figura 2):
Pero lo que se descubre poco a poco es todo lo contrario. La destrucción de los seres no
signica que se hayan ido a otra parte. Están allí, están realmente allí: allí, en las ores
de los campos; allí, en la savia de los abedules; allí, en ese pequeño lago donde descan-
san las cenizas de miles de cuerpos. (p. 63)
Figura 2. Entrada al Ecoparque La Escombrera
Fuente: Elaboración propia (2021).
7
En mayo del 2002, ante la proximidad de las elecciones presidenciales y después de haber realiza-
do seis operaciones militares entre los meses de febrero y mayo, se dene la realización de una operación
de mayor envergadura, la Operación Mariscal, destinada, según la Fuerza Pública, a desarticular un su-
puesto plan terrorista para sabotear las elecciones por parte de la guerrilla (Centro Nacional de Memoria
Histórica, 2011, p. 77).
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En torno a este árbol, fue construido el restaurante del Ecoparque, quedando rodeado por
la práctica alimenticia que, de acuerdo con las personas entrevistadas, evoca en ese lugar un he-
cho concreto de muerte. Conocer estas prácticas y enlazarlas con la comida implica una forma
de convivencia que suscita preguntas complejas sobre el límite de lo humano. Si la muerte y la
comida habitan un mismo espacio sin mediar ningún tipo de ritual sobre la memoria, ¿será que
devenimos caníbales?
La mayoría son mujeres que, en este momento, no han podido encontrar a su ser queri-
do. No saben si está vivo o si está muerto o si está enterrado en La Escombrera o, bueno,
ellas no saben nada; ellas no han tenido ninguna noticia.
Ellas necesitan, pues, es como saber dónde está su ser querido, pero ahí está el
problema, porque mire que todavía no hemos podido encontrar nada. (Laurel,
comunicación personal)
Producen un instante de dolor; quizá algo muerto que, por momentos, parece aún vivo: un
sentimiento suspendido en el tiempo; un anhelo de saber las acompaña. Derrida (1998) argu-
menta que es necesario conocer donde se encuentra el cuerpo y saber que está allí, y que de allí
no se moverá:
Es necesario saber. Es preciso saberlo. Ahora bien, saber es saber quién y dónde, de quién
es propiamente el cuerpo y cuál es su lugar. Para el trabajo del duelo, que la confusión o
la duda: es preciso saber quién está enterrado y dónde. (p. 23)
Hay mucha gente que dice qué bobada mover todo ese montón de tierra, pero ellas se
conformarían así fuera con un solo huesito o, bueno, así no fuera un huesito, con cual-
quier cosa con la que ellas ya sepan que su ser querido está muerto, porque ese es el pro-
blema, porque mientras uno no tenga como el cuerpo, las cenizas, entonces uno guarda
esa esperanza. (Hortensia, comunicación personal)
4. Narraciones de las ausencias: cuerpos presentes y cuerpos desaparecidos
Las poéticas forman parte de las disrupciones del canon hegemónico frente al silencio o al
encubrimiento de las acciones perpetradas por entes dominantes. En ellas se propone un acer-
camiento desde una estética que no se enmarca en la tradición europea, sino que apunta a una
lectura expandida de las violencias que se inscriben en un régimen sensible. Para ello, se tuvo en
cuenta la necesidad de un cambio en los imaginarios que, según Rebón (2017, p. 24), permiten
pensar el mundo. Situar una poética en este territorio permitió analizar los restos que dejó el paso
de la Operación Orión en la Comuna 13.
Para Richard (2007), en Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico, existen otras for-
mas de expresión de las estéticas y representaciones de la violencia surgidas después de las dicta-
duras latinoamericanas, con mayor énfasis en la chilena:
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El testimonio se convirtió en un formato privilegiado que “les daba voz a los sin voz”,
textualizando historias de vida y narraciones biográcas situadas en los precarios már-
genes de las visiones constituidas e instituidas por los relatos maestros de la ciencia
social y de la política. (p. 127)
El testimonio, como la voz de quienes han estado por fuera de los cánones del “sistema”,
reviste en el contexto latinoamericano una forma de expresión que alude a otros modos de ser y
estar en el mundo. Las poéticas incorporan estos testimonios: la resonancia de las voces atrave-
sadas por la violencia en los barrios. En las poéticas hay una ruptura con la tradición de la esté-
tica; están orientadas hacia estéticas locales, generadas en la experiencia sensible del acontecer
cotidiano y, en ella, en la relación sutil con lo próximo: con la madre, con el asfalto, con la tierra,
con aquello que se vive en cada uno de los territorios. En este sentido, dan cuenta de incertidum-
bres, de lo amorfo, de lo monstruoso que habita en una tensión constante entre las violencias y
lo representable de estas. Son un movimiento de rupturas que exceden los límites para conseguir
otros posibles.
Las personas desaparecidas, la [no] existencia, forman parte del resto: de lo invisible, de un
rastro perseguido por quien mantiene viva la memoria. Esta [no] existencia se encarna y orece
de nuevo. Las calles, el polvo y la tierra se funden entre la vestimenta de personas que vivencia-
ron las intervenciones militares. Un rescatista auxiliando a un niño trae consigo un conicto que,
en su paso, no diferenció a las víctimas; existencias sobre las cuales no hubo un cuidado, solo un
ejercicio de supervivencia.
La existencia, los modos en que se habita el cuerpo y la relación con el mundo. Ubicar la
existencia en poéticas implica situarse en escenarios de representación y visibilidad ante el otro,
la ausencia y el desasosiego. Existencia y supervivencia están ligadas a un modo intenso de la
vida. De acuerdo con Derrida (2000), “la supervivencia es un concepto original, que constituye la
estructura misma de lo que llamamos existencia, el Da-sein, si usted quiere. Somos estructural-
mente supervivientes, marcados por esta estructura de la huella, del testamento” (p. 49). Estas
características de la existencia devienen del propio ser; no obstante, ese ser se percibe en tanto
sistema de relaciones: “Estamos aquí, pero no existimos” (Laurel, comunicación personal).
Estar ahí y sentirse no estar, [no] existir: una percepción que se nombra invisible ante una
instancia denida, el Estado. Se vislumbra una existencia regulada por un canon legitimador que
dene lo que es válido y funcional, y aquello que no lo es. El cuerpo está ubicado en un espacio fí-
sico, pero siente no estar allí, como si esa indiferencia le borrara la materia al cuerpo.
La lectura que hacen del Estado las participantes de Mujeres Caminando por la Verdad se ca-
racterizaba por la ausencia de consideración en cuanto a la ciudadanía; en situaciones de vio-
lencia, se produce este desdibujamiento. Sontag (2010), en su trabajo titulado Ante el dolor de los
demás, profundiza sobre la imagen plasmada en la fotografía de la guerra en la lectura del horror.
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Ante esto, expone que “la dimensión homicida de la guerra destruye lo que identica a la gente
como individuos, incluso como seres humanos. Así desde luego, se ve la guerra a distancia: como
imagen” (p. 73).
La fotografía se construye a partir de imágenes relatadas o capturadas que narran lo suce-
dido. En contextos de conictos, ambos bandos desvalorizan a quien está del otro lado, con lo
cual no todo lo visible tiene existencia. Si bien Sontag (2010) plantea que la fotografía ofrece una
lectura fragmentada de la realidad, Butler (2010), en Marcos de guerra, establece un diálogo con
esta idea al considerar que la fotografía como una imagen que permite una interpretación: “la fo-
tografía misma se convierte en una escena estructurada de interpretación, una escena que puede
perturbar tanto al que hace la foto como al que la mira” (p. 101).
¿Qué signica ver la guerra a distancia? ¿Observar lo que sucede con una imagen recortada
por quien la expone? ¿Enterarse de los mundos allí derrumbados desde afuera? En el caso de la Co-
muna 13, estaban presentes varios bandos: dos de ellos obrando en las estrategias militares, uno
defendiendo el territorio apropiado y, en medio, quedaba la población civil. Los militares estu-
vieron representados por el general Montoya, quien ha comparecido ante la Jurisdicción Especial
para la Paz
8
, sin reconocer su responsabilidad de los sucesos en las operaciones militares.
Hoy son 18 años de impunidad, aunque sabemos que el general Mario Montoya estuvo
en la Jurisdicción Especial para la Paz, pero no reconoció estos hechos. Él se declaró
inocente, pero las víctimas esperamos que lo vuelvan a llamar o que, si hay la necesidad,
entonces que lo saquen de la sala. Él debió haber reconocido el tema de la verdad de los
hechos acontecidos no solo en la Comuna 13, sino en otros lugares del país, pues que se
haga responsable de ellos. (Rosa, comunicación personal)
Mientras no se tenga suciente claridad en el reconocimiento de la responsabilidad por la
forma irregular de operar de las fuerzas militares, la reparación queda abstraída en cuanto a la
verdad. El general encubre sus acciones a través de este silencio, negando lo verosímil: no hay ga-
rantías de verdad, como tampoco hubo protección en el marco de las intervenciones.
8
La Sala de Reconocimiento citó al general Montoya en virtud de su comandancia de la Cuarta Brigada del
Ejército entre 2001 y 2006. La investigación indica que, durante esos periodos, se habrían cometido crímenes
por parte de miembros de unidades adscritas a la Cuarta Brigada, en el marco de varias operaciones realiza-
das por la fuerza pública en la Comuna 13 de Medellín, entre los años 2001 y 2003, entre esas la ‘Operación
Orión’. La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) sustenta el llamado a versión de estos ociales en varios
informes de organizaciones de víctimas y en las versiones de otros miembros de la fuerza pública que ya han
entregado versión dentro del Caso 08, especícamente, entre noviembre de 2023 y agosto de este año, comu-
nicado 128, 13 de septiembre de 2024.
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La Operación Orión pareciera que ocurrió solamente en la Comuna 13. Es decir, fue-
ra de este territorio no se ha dado un reconocimiento que escuche las voces de quienes
vivenciaron lo sucedido:
Es que hay gente que no se dio cuenta. Yo trabajaba por allá en Envigado y un día me
puse a conversar con un señor, y él me dijo: “¿Y en qué momento les pasó a ustedes todo
eso, que nosotros no nos dimos cuenta?”. Y entonces, a mí me parece que la gente vivía
indiferente con lo que nos pasó. (Laurel, comunicación personal)
Esta negación de los acontecimientos y de las familias que han sido víctimas en la Comuna 13
repercutió en sus cotidianidades. Algunas se quedaron con miedo a sufrir consecuencias por parte
de los grupos paramilitares instalados en el territorio, mientras que otras se desplazaron a otros
sectores de la ciudad.
Debido a eso, mucha gente, por el miedo a lo que sucedió —represalias a que los grupos
paramilitares le hicieran algo a sus familias—, decidieron [sic] por las amenazas salir de
la comuna. Otros, que no tenían a dónde ir, les tocó quedarse con el temor. Pero nunca
hubo como protección por parte del Estado; los agentes estatales fueron los propios
victimarios. Entonces, la comunidad quedó totalmente sola, estigmatizada. Luego viene
todo el tema de la discriminación; muchas de las víctimas no denunciaron por temor.
(Hortensia, comunicación personal)
Esta [no] existencia, marcada por la invisibilidad, conlleva el desplazamiento para salva-
guardar la vida. El silenciamiento persiste como consecuencia del uso de la fuerza y sometimien-
to ejercido. Las personas en la comuna se vieron invisibles: quedaron expuestas, siendo par-
te del entorno, pero sin un rol activo que les permitiera participar potencialmente ante lo que
estaba ocurriendo.
¿Cómo recrear esta imagen en la que la mirada pasa de largo sobre parte de la población? Se-
res anónimos en medio de una escenografía desapercibida, en la que apenas se vislumbran, que-
dando próximos a un rodaje en el que su función es la de ser gurantes: extras ante los cuales no
se detiene la cámara. Hay una mirada de la cámara –o del poder, si se quiere– en la que los mi-
litares concentraban la vista y tomaban el control. Didi-Huberman (2014), en Pueblos expuestos,
pueblos gurantes, se pregunta por los modos en que aparecen estos pueblos a partir de la noción
de gurantes, con la cual hace un símil con las formas en que estos aparecen: “Para la historia que
se cuenta son algo parecido a un telón de fondo constituido de rostros, cuerpos, gestos” (p. 157).
En esta falta de reconocimiento se produce un desapercibimiento, una tensión con estos cuerpos
vivientes que quedan expuestos, cuerpos que no se nombran.
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Además, Didi-Huberman (2014) señala que “así funciona la exposición sin n de los pueblos,
entre la amenaza de desaparecer y la vital necesidad de aparecer pese a todo” (p. 222). Lo que se
esconde sale a ote con la toma de consciencia, ya sea a través del detenimiento de una cámara o
de una voz que hace eco:
Hubo un soldado al que yo le grité: que no más, que nos iban a matar. Y me dijo: “Esto
lo buscaron ustedes, que montaron el más asesino a manejar un país”. Yo me acuer-
do que [sic] ese soldado no estaba disparando ni nada, sino que era ahí afuera, ahí
parado, y él decía que eso era lo que nosotros habíamos pedido y es la verdad. (Rosa,
comunicación personal)
El terror no termina con el acontecimiento: el desplazamiento y las formas inmediatas que
repercutieron en quienes habitan la Comuna evidencian las dinámicas que tuvieron que asumir.
En este último fragmento, el militar aparece como un espanto que cataloga las votaciones de elec-
ción presidencial para ese momento. De algún modo, un roce de humanidad se deja entrever en
este soldado, quien se muestra como un observador que, momentáneamente, no forma parte ac-
tiva de la intervención.
Didi-Huberman (2014) apela a que este destello de humanidad aparezca en medio de la hos-
tilidad que se estaba vivenciando: “procurar que, pese a todo, aparezca una forma singular, una
parcela de humanidad, por humilde que sea, en medio de las ruinas o la opresión” (p. 25). Las
reacciones que presentaron las mujeres en el grito –a través de cual quisieran interpelar al Estado
como responsable– es el gesto de querer meterse en la tierra, de esconderse en medio de ella: “del
polvo eres y en polvo te convertirás”. La tierra representa una materialidad con la que es posible
cubrirse, fundirse, hacerse parte de ella:
Haber tenido la valentía y el conocimiento de hacer valer un derecho, de hacer valer
los derechos de toda una población, de haberle podido gritar al gobierno colombiano
que era un asesino porque hacía esto, que yo había votado por él y mucha gente. En ese
momento, el casete se le revuelve con muchos pensamientos. Entonces, son muchas las
cosas que uno quisiera volver a hacer en ese instante: abrir la tierra, esconderse, meter-
se ahí. Entonces, yo creo que esto deja sentimientos encontrados, con mucha fuerza y
con mucho dolor. (Lirio, comunicación personal)
4.1. Las mujeres, la [no] existencia de sus familiares
Lirio compartió que “nosotras nos encerramos en [sic] mismas porque por acá el miedo
era horrible, a nosotras nos daba miedo hablar, hasta mirar la gente, para mí hasta ese momento
el miedo no existía” (comunicación personal). Una consecuencia del miedo es la palabra perdida,
aquella que se queda expectante mientras puede uir de otro modo. Sin sonido audible, se va acu-
mulando en la memoria. La palabra busca expandirse, ser hallada a través de la escritura, como se
puede ver en este fragmento de Rosa:
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Empecé a escribir. Lo primero que escribí fue una carta a mi hijo y desde ahí ya he venido
escribiendo todas mis vivencias. Y eso me ayuda, como a veces, a salir de la depresión y
de todas estas cosas que producen tanto dolor. (Rosa, comunicación personal)
La escritura se torna entonces en una respuesta al dolor, un modo asimilable de continuar en
medio de la desolación sentida. Hay una relación constante de las mujeres con esta [no] existencia,
sostenida a partir del recuerdo. Sin una resolución sobre lo ocurrido con estas vidas, persiste una
relación con el miedo, con la ausencia de palabra y con la búsqueda:
Yo salía a las calles a buscarlo, eso sí, a escondidas de todos, porque ninguno quería que
saliera por el mismo temor, ni mi esposo ni mi mamá. Yo salía con pancito y chocolate
a darle a los indigentes; salía a buscar a mi hermano en esos rostros. A veces lo veía a
él. En varias ocasiones creí que lo había encontrado, pero era simplemente esas ganas
de encontrarlo. La impotencia que yo sentí, impotencia de mi mamá que decía que no
podíamos salir a buscarlo. No poder. (Lirio, comunicación personal)
Una vez que se puede, se sale a la calle. El rostro extraño se adecua a la memoria; por un mo-
mento, parece dar respuesta a esa búsqueda, poner un nal. Se crean poéticas disruptivas que se
potencian en un corte con lo establecido: en la calle, con una búsqueda solitaria; en las conmemo-
raciones, donde las fechas que aparecen como un bucle:
Nosotras hacemos rituales de memoria, de la Operación Mariscal, también de la Opera-
ción Orión, con la siembra de plantas, y se le escribe el nombre de la persona que ya no
está. En el cementerio de San Javier, allá hay como unos papelitos donde le escribíamos
cosas a los desaparecidos y allá hay muchos gratis de jóvenes que están desaparecidos.
(Laurel, comunicación personal)
La escritura marca la relación de las mujeres con quienes ya no están; la conexión con el ce-
menterio dibuja el lugar posible en el que deberían estar sus familiares. Aparece de nuevo la tierra,
ahora como planta, en la que pueden ver la transformación del deseo de aparición. El ritual juega
como un elemento que reemplaza lo fúnebre, que aún no ha tenido lugar:
Empezamos a hacer vigilias para hacer memoria de lo que sucedió y pocas personas
conocían también esto que sucedió y plantones, movilización social, una serie de cosas,
y todavía no hemos podido conseguir saber la verdad, ni mucho menos justicia frente a
este caso tan aberrante. (Rosa, comunicación personal)
Las sensaciones se entrecruzan: por un lado, el gesto de sembrar, de trasladar a una planta
el dolor en un ejercicio de desinstalar, aunque sea en parte, el duelo no resuelto del cuerpo; por
otro lado, el volver a vivir, a pasar por el cuerpo el acontecimiento, acompañado de la impotencia
de una existencia que se niega a aceptar lo ocurrido. Si bien se conmemora, queda el sinsabor de
no poder regresar para cambiar lo vivido. A través de estos rituales, las mujeres han conseguido
divulgar lo sucedido, ponerlo en evidencia e involucrar a otras personas.
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El dolor ha generado en ellas un arrepentimiento ligado a las decisiones de su historia de
vida. Volver atrás aparece como una “solución” nacida del anhelo de no haber tenido que pasar
por las intervenciones militares, de no haber tenido hijos ni hijas como una forma imaginada de
proteger las vidas que no supo –o no quiso– proteger. Las mujeres, en su construcción grupal, han
sido conscientes de la necesidad de dignicar a sus familiares. Lo realizan a partir de la producción
simbólica, conservando fotografías y una galería que puedan visitar, para poder ir a un lugar al
encuentro de aquello que no tiene lugar:
En el año 2013 inauguramos un pequeño saloncito que se llama Tejiendo Memoria. Ahí
es donde tenemos la galería de la memoria, fotografías de nuestros familiares que han
desaparecido, asesinados o reclutados. Entonces, cada que se va a cumplir una fe-
cha, juntamos esas fechas y se conmemora en la memoria de esas personas. Se hace
un acto de reexión, un acto simbólico para dignicar el buen nombre de ellos. (Lirio,
comunicación personal)
Ese modo de estar parece cambiar la forma de relacionarse con el mundo. Los techos de la
Comuna, antes tenues, son ahora pintados de colores. Pareciera que ese habitar requiere luz para
opacar las guras del dolor que les acechan, en el encuentro con esa esquina que guarda un hecho
especíco, vuelto estetograma, pero que al mismo tiempo requiere color y una marca que señale
la diferencia frente a las marcas militares que pasaron.
Figura 3. Mural Operación Orión colibríes y escarabajos
Fuente: Elaboración propia (2021).
En la Comuna 13, a partir de la inauguración de las escaleras eléctricas, se produjo una trans-
formación urbana con gratis en sus muros aledaños. Se implementaron campañas para pintar las
casas y los techos de colores, y se llevan a cabo recorridos en los que se relata parte de los hechos
ocurridos en las diferentes operaciones militares y los que dejaron su paso por el lugar.
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Los símbolos compartidos, como el helicóptero que sobrevolaba la Comuna, forman parte de
la memoria colectiva que busca ser transmitida a visitantes y turistas. Uno de los gratis ubicados
en las escaleras eléctricas recrea la Operación Orión, sin duda la que más huella ha dejado en sus
habitantes. En él, los helicópteros están representados en colibríes; las tanquetas, como escaraba-
jos (ver Figura 3); los destellos y las lágrimas acompañan lo tenue de unas casitas diminutas que se
esconden en un rincón (ver Figura 4). Las garras de este pájaro sobrevuelan las casas, desprovistas
de corazas. Estos símbolos encontrados se convierten, quizás, en una manera amigable de contras-
tar lo sucedido a partir de un ejercicio político gestado en la Comuna.
Figura 4. Mural Operación Orión lágrimas de la Comuna 13
Fuente: Elaboración propia (2021).
5. Conclusiones
El abordaje de casos como este, a través de la etnografía, permite aportar desde narrativas tes-
timoniales a la transcripción de hechos vividos, atravesados por las sensibilidades, marcas y huellas
de quienes han vivenciado determinado acontecimiento. La literatura testimonial como lo mencio-
na Oviedo (2002) es:
Primordialmente el relato o versión de un suceso real que el narrador y sus lectores com-
parten como miembros de una misma comunidad. La imaginación y el lenguaje personal
no están excluidos, pero sí sometidos al compromiso de ser el a esa realidad y de infor-
mar sobre algo que todos deben y quieren conocer más a fondo. (p. 373)
Se presenta un movimiento constante entre las ausencias generadas por las personas desapa-
recidas y lo espectral experimentado a partir de ellas. Las mujeres transitan su dolor sobre la pre-
gunta: ¿dónde están los cuerpos de sus familiares desaparecidos? Ante la falta de esclarecimiento,
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instalan dispositivos como los altares de memoria y la siembra, como formas de dignicación de es-
tas vidas que fueron interrumpidas. Se simula, en parte, una resolución del duelo, mientras apren-
den a vivir con la zozobra constante.
Se habita una tensión entre las violencias y lo representable de ellas. Las estéticas del dolor y
del miedo conguran los modos de narrar o testimoniar un rastro que es perseguido por quien man-
tiene la memoria vigente. Este [no] existente se encarna y orece de nuevo.
El espectro de las personas desaparecidas aparece en tiempos que conviven simultáneamente.
Al verse interrumpido el curso de vida, se abre un tiempo que va en el imaginario de lo que pudo ha-
ber ocurrido si este ser no se hubiese ido. Se presenta una imagen suspendida desde el momento de
la ausencia del cuerpo, ese cuerpo no envejece, va y viene como una presencia inquebrantable.
El tiempo, para las mujeres, se debate entre el recuerdo de sus familiares que las ancla y la
proyección de un futuro que les permita conocer el paradero y la verdad sobre su desaparición. “El
grito del silencio”
9
: en medio de una verdad oculta que se hace visible a través de la ausencia de las
personas desaparecidas, persiste un silencio por parte de las personas ejecutoras, un silencio que
las mujeres buscan incomodar (ver Figura 5). El espectro no sabe guardar silencio, aturde con los
indicios de su paradero y no permite su olvido.
Figura 5. Libro Tejiendo Memoria
Fuente: Elaboración propia.
9
Frase escrita en el libro Tejiendo Memoria (Figura 5), dispositivo creado por la organización de Mujeres Ca-
minando por la Verdad.
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El espectro va perdiendo el rostro, desaparece en forma material el cuerpo y, con él, su imagen
humana. Este desdibujamiento se evita, en parte, en el Salón de Tejiendo Memoria
10
de la Comuna
13, donde se conserva una imagen con la inscripción de las personas desaparecidas y una antorcha
articial que simula mantener encendido esto otro que no muere, eso que permanece entre la vida
y la muerte.
10
Este lugar, mencionado anteriormente por las mujeres en uno de los relatos, es un espacio construido por
parte de las víctimas que dejó la Operación Orión, en el 2002. Nace para encontrar formas de resistencia a
partir del acompañamiento y reconocimiento mutuo, no solo de los que han vivido de manera directa los
coletazos de la guerra, sino de toda la comunidad que lo circunda (Salón Tejido Memoria Comuna 13, s. f.).
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