Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLIX (2) (Mayo-Agosto, publicación continua)
2025: 1-25. ISSN: 0378-0473 ISSNe: 2215-2636
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aplica al segundo fin, pues «una situación anhelada por el principio de placer solo proporciona una
sensación de tibio bienestar» (Freud, 2010, p. 72). En cambio, es mucho más fácil experimentar la
desgracia, por cuanto el sufrimiento puede amenazar por tres lados: desde el propio cuerpo, desde el
mundo exterior y desde las relaciones con otros seres humanos. En sintonía con Freud (2010), el
sufrimiento que proviene de esta última fuente es el más doloroso, pues «tendemos a considerarlo
como una adición más o menos gratuita, pese a que bien podría ser un destino tan ineludible como
el sufrimiento de distinto origen» (p. 73).
De esta manera, el aislamiento voluntario «es el método de protección más inmediato contra
el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas» (Freud, 2010, pp. 73-74). En este
proceso, la cultura tiene una gran culpa, pues el ser humano «cae en la neurosis porque no logra
soportar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura» (Freud,
2010, p. 85). Entonces, aunque a veces se considere que la libertad individual es un bien cultural, en
verdad no lo es (Freud, 2010). Es más, el desarrollo cultural restringe la libertad, al tiempo que la
justicia exige que nadie escape de tales restricciones (Freud, 2010). Por esto, el ser humano se vuelve
agresivo, pero esa agresión «es introyectada, internalizada, devuelta (…) al lugar de donde procede»
(Freud, 2010, p. 124). El ataque se dirige contra el propio yo y se incorpora a aquel, el cual, actuando
como un superyó, se opone a la parte restante, donde no solo asume la función de conciencia moral,
sino donde «despliega frente al yo la misma dura agresividad que el yo, de buen grado, habría
satisfecho en individuos extraños» (Freud, 2010, p. 124).
1.2. El sujeto (pos)moderno y los problemas del yo
En palabras de Touraine (2015), la idea en torno a la modernidad ha sido definida como lo
contrario a una construcción cultural, por lo que «se presenta de manera más polémica que
sustantiva» (p. 199). Esa modernidad, a su vez, implica la anti-tradición, la subversión de las
convenciones y la entrada en la edad de la razón (Touraine, 2015). También, en ella, el individuo
«no es más que la unidad particular donde se mezclan la vida y el pensamiento, la experiencia y la