Revista de Lenguas Modernas, N.° 38, 2023 / 01-24
ISSN electrónico: 2215-5643
ISSN impreso: 1659-1933
DOI: 10.15517/RLM.V0I37.55834
Notas para actualizar el estudio del motivo literario del doble (Doppelgänger) en la literatura fantástica
An Update on the Study of the Double Motif (Doppelgänger)in Fantastic Literature
Dr. Gerardo Argüelles Fernández
Facultad de Lenguas y Letras. Universidad Autónoma de Querétaro,
Campus Aeropuerto, Querétaro, México
ORCID: 0000-0002-2728-5822
Lic. Valeria Zayas Espejel
Facultad de Lenguas y Letras. Universidad Autónoma de Querétaro,
Campus Aeropuerto, Querétaro, México
ORCID: 0009-0007-7783-9153
Resumen
Diversas interpretaciones del fenómeno del doble en la literatura fantástica suelen fundamentarse con ayuda de la bibliografía clínica sobre la despersonalización autoscópica. En esta contribución, sin embargo, nuestra intención es señalar que, por esas razones, el motivo verdaderamente literario del Doppelgänger no ha sido exhaustivamente analizado siguiendo las particulares resistencias herméticas y hermenéuticas instauradas con toda intención por el autor que crea literatura evidentemente fantástica y que, por lo tanto, exige a sus lectores el rendimiento de una lealtad ficcional a esa exposición singular de la experiencia mundo-vitalicia del ser humano. Con ayuda de teóricos como R. Lachmann, H.-J. Gerigk, y Chr. Forderer, nuestra hipótesis indica que el motivo del doble fantástico en la literatura se puede estudiar prescindiendo de las disciplinas clínicas en aras de descubrir las verosímiles paradojas de la escisión de una individualidad; todo ello con el respaldo de que, aquello que la ciencia médica no puede acabar de entender y explicar, la literatura lo vuelve argumento narrativo, evidencia sus pormenores y lo torna espiritualmente comprensible desde la base de un mundo de la vida (Lebenswelt) perfectamente verosímil.
Palabras clave: Doppelgänger, autoscopía, álter ego, hermenéutica, literatura fantástica
Abstract
Various interpretations of the phenomenon of the double in fantastic literature are often substantiated with the help of the clinical literature on autoscopic depersonalization. In this contribution, however, the intention is to point out that, for these reasons, the actual literary motif of the Doppelgänger has not been exhaustively analyzed following the particular hermetic and hermeneutic strengths established with every intention by the author who creates obviously fantastic literature and who, therefore, has to demand from his readers the performance of a fictional allegiance to that singular exposition of the life-world experience of the human being. Here and with the aid of theorists such as R. Lachmann, H.-J. Gerigk and Chr. Forderer, it is our hypothesis that the motif of the fantastic double in literature can be studied without the clinical disciplines in order to discover the plausible paradoxes of the splitting of an individuality; all this with the support of the fact that, what medical science cannot fully understand and explain, literature makes it a narrative argument, reveals its details and makes it spiritually comprehensible on the basis of a perfectly plausible life world (Lebenswelt).
Key words: Doppelgänger, autoscopy, alter ego, hermeneutics, fantastic literature.
Víctor Grovas Hajj in memoriam
Preámbulo
Je schlechter der Künstler ist, desto mehr sieht man ihn selbst, seine Partikularität und Willkür (Hegel, 1840, p. 51).1
Doppelgänger, so heißen Leute, die sich selber sehen (Richter, 1965, p. 66).2
En este artículo y con ayuda de un primer dictamen sobre el estado del arte, nuestro objetivo principal es exponer y demostrar, de la mano de autores como Lachmann (1988), Gerigk (2002; 2012; 2016a y 2016b) y Forderer (1999), que el fenómeno autoscópico de la despersonalización, llevado como argumento literario a la literatura fantástica, todavía puede brindar oportunidades de análisis alternativos a los basados en marcos teóricos cuyos cimientos se remontan a la hoy clásica bibliografía psiquiátrica de investigadores como Du Prel (1886), Landmann (1894), Schreck-Notzing (1896), Österreich (1910), Sollier (1903) y Menninger-Lerchenthal (1946). En tránsito a la literatura, este padecimiento esquizoide comenzó a analizarse en contraste con la influencia de Freud bajo la iniciativa de autores como Lucka (1904 y 1913), Downey (1912), Rank (2013), Bouvier (1926), Hilfiker (1927), Stocker (1946) y Tymms (1949), sin que, al parecer, esta tendencia haya disminuido sensiblemente hasta nuestros días.
Con lo anterior puesto de relieve, nuestro punto de partida y eje de problematización comienza al conjeturar que, con esa amplia y casi obligada bibliografía clínica, el desempeño creativo y poetológico de los escritores queda sobre-entendido y considerado una obviedad solo por haber logrado ulteriormente empatar los datos médicos con lo anecdótico plasmado en la literatura. Aquí la pregunta, con la que además destacamos estos antecedentes, pide resolver cuáles serían las alternativas que restan para abordar este tipo de literatura fantástica cuando se carece de una formación clínica; o si en aras de una firme honestidad académica se quiere prescindir de ello.
Si este incipiente dictamen es válido, conforme a la demostración que ahora sigue, nuestro objetivo adicional se concentra en ofrecer algunas vías alternativas para abordar este tipo de obras literarias tratando de advertir sus particulares resistencias herméticas, dados sus campos semánticos y también sus especificidades hermenéuticas, siempre en el entendido de que ambos han sido instaurados en el texto con toda intención por su creador en fidelidad a una propuesta primordialmente artística y sin algún otro plan secundario, como el de querer emerger de la obra como autor o autora empírica o acaso cual persona “visionaria” de algo que décadas más tarde la ciencia habría de “descifrar y explicar”. En consecuencia, podemos establecer que todo creador literario pide una lealtad filosófica, antropológica y poética para recibir en nuestras conciencias lectoras esa exposición sui géneris de la experiencia mundo-vitalicia del ser humano.
Y aquí vale preguntarse, ¿por qué el fenómeno del doble cobra tanta significación en múltiples áreas disciplinares? A modo de una respuesta provisional, se advierte que dentro de estas infinitas representaciones ficcionales sobre bosquejos, debates y destinos vitales, resalta prominentemente el tema de la crisis de nuestra subjetividad, planteada ya como escisión, desplazamiento y, a menudo, como fragmentación de lo que se asume indivisible en un mundo de sensata realidad como lo es nuestro cuerpo humano, siempre en correlación con el alma, el espíritu y, desde luego, bajo una experiencia límite en donde se funda lo genuinamente fantástico: la sensación heautoscópica de un doble-cuerpo.3
Lo anterior implica ofrecer algunas vías teóricas y metodológicas que ayuden a prescindir de los caminos psico-clínicos de interpretación aquí referidos y aún por explicar. Para esto nos sirve de refuerzo una sabida premisa, sencilla y a la vez sensata, que postula que el ingenio del autor literario ha anticipado durante el acto escritural a sus tipos de lectores (Umberto Eco dixit). Y, como si todos hubieran tomado nota de la sentencia de Hegel, inscrita como epígrafe en esta contribución, los escritores han procurado no emerger como personas empíricas a lo largo y ancho de toda su obra, dado que lo suyo, en primera instancia, no es la denuncia social, el testimonio auto-biográfico o la experimentación ficcional de lecturas científicas, sino lograr su trascendencia cultural como artífices de las (bellas) letras. En este contexto, quisiéramos acudir a una autoridad como Horst-Jürgen Gerigk (2012), quien ha expuesto con toda credibilidad que una obra literaria reclamará siempre desde su propio estatuto ontológico su derecho de autonomía contra la propia subjetividad empírica de sus autores (p. 13). De este modo, lo que uno debe tener en mente cuando se lee sobre estos estados fenoménicos sobresalientes, como la despersonalización autoscópica, aquello que la conciencia lectora4 persigue es el relato de las consecuencias y el cumplimiento de la idea poética de un autor quien, a su vez, busca a toda costa evitar implementar un “ideal revelado” de su estado anímico o de su particular preocupación sobre el mundo social (Hegel en Gerigk, 2012, p. 123).
Una vez expuesta nuestra vía principal de argumentación, procedemos a brindar algunos antecedentes compilatorios en torno a la tradición subyacente en el tema del doble, no sin anticipar que, como tal, se pueden e ntender varias cosas muy similares, pero que en sus casos específicos logran ser analizados desde su particularidad concreta, a saber: i) el doble como una entidad idéntica a una auto-conciencia subjetiva en alusión a una fenomenología de despersonalización (Napolitano et al., 2008); ii) como duplicación de la identidad en una suerte second self en términos de Kepler (1972), ratificado por Hubbs (1983); iii) o bien, según Tymms (1949), en la forma de un “dualismo en proceso de escisión inquietante” (p. 44); y, por último, iv) una mera revelación autoscópica de uno en tanto otro, como lo plantea la versión latina del álter ego destacada en su relevancia literaria y artística por lo menos desde Dessoir (1890, p. 27) y Sollier (1903) hasta por lo menos Webber (1996).
Antecedentes teóricos de interpretación
Tras una abundante recopilación bibliográfica sobre el motivo del doble en la literatura fantástica, se puede asentar que su tratamiento académico, desde por lo menos el último tercio del siglo xix a la fecha, se ha enfocado principalmente en una línea de abordaje que deja fuera de la discusión –o con pocas posibilidades de citación– a otros enfoques antropológicos y filosóficos, salvo algunas excepciones recientes como en Vardoulakis (2010) y Dorfman (2020). Aquella vía de análisis tan privilegiada y excluyente reposa, como lo hemos anticipado arriba, sobre una base hermenéutica inicial ceñida a la bibliografía psicológica y psiquiátrica.
En una segunda época de textos de investigación, se observa una tendencia en donde priva un seguimiento firme a las teorías de Freud para interpretar escritores emblemáticos del género como Poe, Stevenson y Wilde (por su Retrato de Dorian Gray), aunque también resultan imprescindibles Hoffmann y Dostoievski, según se puede seguir en textos publicados por Rosenfield (1963), Rogers (1970), Hoffmeister (1974), Stern (1994), Schmid (1996), Webber (1996), Jung (2001), Prados Gómez (2010), Vitzthum (2012) y Schwarz (2013). Al respecto hay que advertir que, junto al vienés, se ha acudido a Lacan para el mismo objetivo, tal como lo trabajan Coates (1988), Pizer (1998), Botting (2010), Lobo Polidano (2010), Leão D´Agort et al. (2013) y Muñoz (2013), solo por enumerar panorámicamente este amplio interés disciplinar.
A modo de confirmación de lo ya anticipado, nuestra crítica al respecto reside en señalar que más allá de la fama y el despliegue teórico-metodológico de tantos investigadores, al final de cada una de esas lecturas, uno se queda con la percepción de que toda esa eficacia analítica sobre la patología de la despersonalización en la literatura ha sido realizada, no solo, pero sí en gran medida, en aras de ilustrar y enriquecer la propia fenomenología clínica de la autoscopia en el marco de sus problemas empíricos de campo, incluyendo toda clase de reminiscencias a mitos fundantes de calidad narrativa (Callois, 1938), especialmente el de Narciso (Ballesteros González, 1998); y también los análisis sobre la magia maravillosa del fenómeno autoscópico provocado por la mecánica de los espejos (Baltrusaitis, 1978), además de otros enfoques que privilegian lo onírico (Béguin, 1954), sin descontar averiguaciones antropológicas, semióticas y estructurales como en Reber (1964), Ziolkowski (1980) y Lachmann (1988).
Con estos antecedentes se puede apreciar que el tema de la despersonalización o mera duplicación de la identidad, convertido en motivo literario, remite a un esquema básico de verosimilitud justificada por la identidad biológica-corporal de un individuo, aunque según el tiempo y la época, esa semejanza provenga de la magia, designios divinos o simplemente por razones biológicas como las relaciones co-sanguíneas. Entre los ejemplos más referidos de forma enciclopédica recordemos con ayuda de Molina Foix (2007) que se halla la suplantación total de identidad con fines adversos o funestos, aunque también benéficos y redentores, como en la entidad sosia de Helena de Eurípides (412 a.C.), en donde la impostura se concreta gracias a un artilugio divino de bilocación. Siguiendo una amplia tradición instaurada por Plauto, bajo el régimen de lo que desde el daimon griego trasciende al latín como genius o más citado como “álter ego”, en su comedia, el autor latino instaura un juego de confusiones entre hermanos gemelos con fines predominantemente lúdicos y eróticos, lo que habría de trascender hasta autores como Shakespeare (Comedy of errors de 1589/93) y Lope de Vega (El palacio confuso, 1634), a quienes se les atribuye la inauguración de novedosas variantes cómico-dramáticas con gran influencia a la postre (Molina Foix, 2007, p. 13).
Como se obtiene de las publicaciones panorámicas sobre estofas y motivos literarios, al tema de la identidad sanguínea se suman algunas variantes harto representativas como el de las “almas gemelas”, según el paradigma instaurado por Lope de Rueda en su Comedia de los engañados (1567) cuando introduce algunos elementos proto-shakespearanos, vistos más tarde en Twelfth Night (1602), según lo refiere Frenzel (1992b, p. 95), con lo cual instaura el motivo de los gemelos espiritualmente idénticos en astucia e inteligencia. Otra versión al doble sanguíneo bastante difundida da lugar al desarrollo del motivo literario de la “amistad verdadera”, hincada en la identidad de un mejor amigo en calidad de álter ego, sin olvidar el conflicto bíblico de Caín y Abel o ejemplos todavía más remotos como los relatos sobre los gemelos egipcios Anup y Bata (Hallam, 1981, p. 9). Así, podemos hablar del motivo del doble como mero artificio de causa efficiens en pro de una anécdota mayor, si además por causa efficiens entendemos con Gerigk (2002) la estrategia, o la suma de estas, para situar acontecimientos que garantizan la eficiencia lógica y los esquemas de verosimilitud instaurados a lo largo del acontecimiento narrativo (p. 24), mientras que correspondiente a la corroboración significativa de lo narrado desde la percepción y entendimiento extraficcional del lector, Gerigk acude a la noción de causa finalis (pp. 24-25).
De todas estas fuentes y sus variaciones no se puede dejar de nombrar la recepción en torno a esta poética del doble por percepción física, fuera sanguínea, fantástica o azarosa, la influencia que ejerce una obra tan remota como el Anfitrión, también de Plauto. De esta suplantación por el efecto de un sosia con fines incluso superiores al de una comedia de enredos amorosos, se detonan también otras sagas como la del Rey Arturo, atribuida a Geoffrey of Monmouth en su Historia regum Britanniae (1132/35), o el conflicto de la impostura entre Siegfried y Günther para engañar a Brünhild en los Nibelungos, y de ahí a la postre registrar toda suerte de variantes y urdimbres similares, muchas de ellas con tintes de comicidad, de autores como Lope de Vega, Shakespeare y más tarde Molière.
Breves notas sobre el término de Doppelgänger y su recepción
Respecto al origen del término Doppelgänger para designar al doble en sus casos concretos, sabemos que surge de la recepción de este predilecto motivo según el tratamiento que realiza el romántico alemán, Johann Paul Friedrich Richter, en su trilogía Siebenkäs, Titan y Hesperus de 1796 (1965). Igualmente, como se ha referido en la literatura especializada (Mahoney, 1983, Preaux, 1986, pp. 97-98; Frenzel, 1992b, p. 102; Derjanecz, 2003, pp. 7-8; Fröhler, 2004, p. 7), Richter elabora esta serie de representaciones del doble tras su ocupación con el idealismo de Fichte y su postulado del yo-absoluto (das absolute Ich), en donde ensaya aquellos estados de conmoción y crisis subjetiva en diversos estados de ánimo extremos, y que en contraste con su abordaje filosófico en Fichte, apenas son bosquejados al interior de una coherencia sistemático-especulativa.
De otros hallazgos bibliográficos y etimológicos se destaca el registro formal del término Doppelgänger (con una “t” intermedia) en el Diccionario de los Hermanos Grimm (Grimm y Grimm, 1860, p. 1266)5, y más tarde, como lo refiere Fröhler (2004), su uso familiarizado en el imaginario general de la cultura alemana guarda sus entradas en los principales diccionarios enciclopédicos de la época, como en el Meyers Konversations-Lexikon de 1878 (p. 8).
Tenemos referencia, gracias a Murnane (2013), que James Hogg inaugura con su obra The Private Memoirs and Confessions of a Justified Sinner de 1824, las sagas de este motivo literario en su versión inglesa como entidades del tipo revenant (p. 71), cuya edificación psicológica de los pacientes de impostores y dobles endemoniados priva en la concepción artística que habrá de replicarse ampliamente en el resto del romanticismo, periodo en el cual se transita de las voces double y revenant a Doppelgänger, según lo ratifica Miller (1985, pp. 7-8). Una serie de estos tratamientos con personajes acompañados o acaso aterrorizados por sus dobles, también habrá de encumbrarse en escritores de la talla de Goethe, quien sin recurrir al término de Doppelgänger en su Fausto [versos 1110 a 1117], problematiza ese principio de dualidad en crisis, oscilante entre la vida atada al mundo cotidiano y el ser sublime aspirante a esferas espirituales misteriosas:
Du bist dir nur des einen Triebs bewußt;
O lerne nie den anderen kennen!
Zwei Seelen wohnen, ach! in meinerBrust,
Die eine will sich von der anderntrennen:
Die eine hält in derber Liebeslust
Sich an die Welt mit klammernden Organen;
Die andre hebt gewaltsam sich vomDust
Zu den Gefilden hoher Ahnen.
(Goethe, 1992, p. 37)
Tú no tienes idea sino de una solaaspiración.
¡Ah! ¡no aprendas jamás a conocerla otra!
Dos almas residen ¡ay! En mi pecho.
Una de ellas pugna por separarse dela otra;
la una, mediante órganos tenaces, se aferra al mundo en un rudo deleite amoroso;
la otra se eleva violenta del polvo hacia las regiones de sublimes antepasados.
(Goethe, 1985, p. 20)
Además de la influencia de Richter en todo esto, cabe advertirse que el término explícito de Doppelgänger también ha trascendido en E. T. A. Hofmann, cuando así subtitula un relato homónimo de 1822. Años más tarde, al margen de la recepción de Richter, alguien que sin duda influye en la fama de este concepto es Heinrich Heine en su ampliamente citado extracto xxii de sus cuadros de viajes, inmortalizado por Franz Schubert en su ciclo de trece Lieder, llamado Schwanengesang (D 957/13):
Still ist die Nacht, es ruhen die Gassen,
In diesem Hause wohnte mein Schatz,
Sie hat schon längst die Stadt verlassen,
Doch steht noch das Haus auf demselben Platz.
Da steht auch ein Mensch und starrt indie Höhe
Und ringt die Hände vor Schmerzensgewalt;
Mir graust es, wenn ich sein Antlitz sehe,
Der Mond zeigt mir meine eigne Gestalt.
Du Doppelgänger, du bleicher Geselle,
Was äffst du nach mein Liebesleid,
Das mich gequält auf dieser Stelle
So manche Nacht, in alter Zeit?
(Heine, 1827; “Heimkehr, XXII”. Buch der Lieder, p. 198)
Silente está la noche, las callejuelas descansan,
en esta casa vivía mi amada.
Hace ya mucho dejó la ciudad,
pero aún está la casa en el mismo lugar.
Y hay también allí un hombre que mira hacia lo alto
y entrelaza las manos con dolor intenso.
Me horrorizo al ver su rostro:
la Luna me muestra mi propia figura.
Tú, mi otro yo, pálido compañero,
¿por qué imitas la pena de amor,
que me atormentó en este sitio,
tantas noches en otro tiempo?6
Después de recordar estos antecedentes sobre tal término fundamental, cabe aclarar que cuando en los Estudios Literarios se hace referencia a un “tema”, “estofa” o “motivo”, se debe advertir que en ninguno de los casos se trata de una variante de sinónimos respecto a lo que concretamente designan. En este caso, el “motivo literario” (Motiv, motif) se distingue de la “estofa” (Stoff, material = individual motifs) por su aspecto micro-significativo, dado que una estofa, según Baldensperger & Friederich (1950, p. xiv) y Frenzel (1992a, p. v), refiere a temas de inspiración literarios derivados de una determinada anécdota de experiencias vitales particulares, generada de origen desde aspectos vivenciales trascendentes de personajes mitológicos [Prometeo], religiosos [Cristo] o históricos [Julio César].
De lo anterior se obtiene que los “motivos” o collective motivs — en el glosario de Baldensperger y Friederich (1950) — se consideran como los núcleos temáticos mínimos que distinguen sistemáticamente el tipo de una trama literaria que logran trascender a una subsiguiente obra, lo que les hace perdurables y maleables a través de las épocas (p. xiv); de lo cual, el problema de la identidad, las vacilaciones sobre la alteridad y su crisis son contundentes (Hawthorn, 1983; Miller, 1985; Bargalló Carreter, 1994; Coates, 1988). En este contexto, la interrelación entre “estofa” y “motivo”, sin embargo, puede no ser tan simple sino compleja y abundante, dado que, por ejemplo, la estofa que surge entre los históricos Bruto y Julio César detona varios motivos literarios, como pueden ser el magnicidio, la megalomanía o el predilecto tema de la traición al mejor amigo. De estofas mitológicas, como la de Narciso, es sabido que surgen tantas variantes del motivo del doble gracias a la realización concreta y espiritualmente verosímil del fenómeno del reflejo y espejismo de la propia identidad (Baltrusaitis, 1978; Ballesteros González, 1998; Herdman, 1990).
En ese mismo sentido, con Molina Foix (2007) se pueden enumerar otros tantos personajes, dignos de estofas literarias pese a su origen folclórico, religioso o mítico que han generado variantes del Doppelgänger, como en la antigüedad egipcia y caldea, pero también en toda clase de mitos nórdicos, orientales, norteamericanos originarios y prehispánicos (pp. xx-vv). A lo cual se suma la versión de Herdman (1991), quien tiene el episodio de Jesús de Nazareth rezando en Getsemaní como uno de los momentos inaugurales del prototipo de todo conflicto moral cristiano, residente entre una vida terrenal plena y la aspiración a una unión mística con el Creador, cuyo lugar de realización no podrá jamás ser el espacio del mundo terrenal (p. 4). Relevante para la memoria escritural literaria, también Molina Foix (2007) refiere lo importante que resulta el canto épico caldeo-sumerio de Gilgamesh, rey de Uruk [ca s. xxi a. C.], quien protagoniza una de las sagas más influyentes cuando se trata de ubicar la estofa literaria más remota que tiene que ver con duplicaciones concretas de un personaje digno de dramatización y relato. Ante su destino implacable, la diosa Aruru, mujer del dios fecundador Marduk, le concede una duplicación de sí mismo proveniente, como en la mayoría de las tradiciones indoeuropeas, del barro, y será llamado Enkidu, para salvar obstáculos y proezas, hasta el momento en que ese Proto-Doppelgänger muere en brazos de su portador Gilgamesh (Molina Foix, 2007, p. 12).
El principio paradójico del fenómeno de duplicación de la indivisible identidad, aunque dual y hasta con posibilidades de una recepción trinitaria desde el dogma cristiano, puede ser expuesto en un esquema de correlaciones dicotómicas hincadas siempre en posibles variantes éticas y morales de orden afectivo. Consecuente a lo anterior, Lachmann (1988) distingue dos esquemas problemáticos y excluyentes entre sí: i) el aprecio o amor (Zuneigung) por su Doppelgänger, y en oposición, ii) el desprecio o rechazo (Abneigung) (p. 421).
Respecto a esta tensión antinómica, la poeta Sylvia Plath hace una distinción que también se ciñe a un paradigma ontológico de polaridad, según lo refiere Derjanecz (2003), a saber, entre un Doppelgänger objetivo vs uno subjetivo (pp. 8-9). En este orden, el primero responde a la interacción positiva y extra-corpórea de un personaje escindido en el mismo plano de realidad (doble heautoscópico, según Peral Ríos y Alberdi-Sudupe, 1986, p. 42), mientras que el segundo, obviamente es sutil, y solo reconocible tras un proceso de afinidades, o bien descubiertas o deducidas. Otra especialista en este tema, Hildenbrock (1986), minimiza por el contrario la semejanza idéntica del Doppelgänger para enfatizar la tensión de la disponibilidad psicológica del paciente en aras de enfrentarse a esta entidad (p. 272). En referencia al tratamiento del doble en Jean Paul aludido antes, Preaux (1986) se mantiene también en esta tipología dual o polar, aunque de un modo clásico estima que toda génesis del doble “surge de la proyección psicológica de la lucha entre la bondad y la maldad” (p. 98). De ahí que el doble literario siempre se inserte en narrativas igualmente dicotómicas o paradójicas, como a su vez lo refiere Lachmann (1988), en cuyo conflicto priva un anhelo convertido en deseo y atracción por su Doppelgänger o, por el contrario, se tematiza la aparición de un doble en tanto presencia terrorífica que habrá de perseguir, sancionar y castigar al personaje paciente por su conducta y actos (p. 421).
A partir de esta oportunidad que se abre frente una mirada atenta a las urdimbres literarias e inspirados en averiguaciones que sugieren haberse distanciado de la línea psico-clínica del doble en la literatura, como por ejemplo inicialmente Krauss (1930), y de ahí hasta el último tercio del siglo xx con Hildenbrock (1986), Lachmann (1988), Webber (1996), Fichtner (1999), Forderer (1999), y en estos primeros cuatro lustros del xxi con Ivkovi (2000), Conio (2001), Fröhler (2004), Bär (2005), Cotarelo (2005), Vardoulakis (2010) y Dorfman (2020), la metodología de análisis alternativo radicaría en seguir cuidadosamente los ámbitos y variantes de estas anomalías de la percepción egocéntrica y crisis de la autoconcepción identitaria desde una premisa que indica que en la obra literaria, pese a haber sido gestada desde la aparente autoestima del mundo vital de sus autores — quienes no pueden escribir de lo que no intuyen, saben, estiman o testifican —, se expone una objetividad igualmente mundo-vitalicia, en el acento al concepto de Lebenswelt husserliano7, pero de una organización superior, esto es, estética-literaria, cuya autoría no puede ser otra que la “inteligencia artística” o, mejor formulado: inteligencia autoral (Gerigk, 2012, p. 14), o como diría Schopenhauer: ante una buena obra literaria estamos “frente a un artista que habrá de diseminarse al interior de su obra” (1999, § 49, p. 313).
Para terminar de ubicar la trascendencia del motivo del doble en la literatura fantástica resulta factible reconocer la pertinencia de antologías publicadas recientemente en español por Molina Foix (2007) y Estañol (2012), quienes ya en sus estudios introductorios justifican las virtudes y límites de sus elecciones literarias, aunque para el segundo la veta psicológica siga siendo demasiado importante, porque insiste en recuperar una hermenéutica leal a Freud. Pese a la promesa de amplia cobertura que estas compilaciones brindan, la lógica de todo planteamiento antológico de “cuento breve” descarta en automático las obras probablemente más comentadas sobre el tema del doble. Entre ellas, no podemos dejar de referir lo que enumeramos en una suerte de anhelo de trabajo interpretativo:
i) La antes referida trilogía del romántico Jean Paul, a quien se le atribuye haber desatado esa esperada relación de virtudes y anhelos, primero erótico-románticos, por medio de la sustitución y simulación para obtener éxitos amorosos ligados a un anhelo de plenitud de la voluntad; para más tarde avanzar en variantes cada vez más filosóficas vinculadas a las dudas fundamentales sobre la propia identidad, autoestima e individuación, y que en su ficha bibliográfica y filosófica se obtiene de la obra del inglés Hume y del alemán Fichte.
ii) Aunque en múltiples relatos de Poe el problema de un maligno álter ego surte efecto como tema fundamental (“Berenice”, 1835; “Morella”, 1835; “Ligeia”, 1839; “Eleonora”, 1842 y “The Oval Portrait [Life in Death]”, 1842), el relato más comentado en relación al tratamiento de la autoaniquilación del sujeto por una entidad doble en tanto “yo-superior” o über Ich, según Forderer (1999, p. 92), pero también inicialmente tratado por Dessoir (1890, p. 28), es sin duda “William Wilson” de 1839; en cuyo personaje homónimo diversos críticos encuentran esquemas de anticipos de lo que aquella psicología experimental de los años ochenta del diecinueve nombraban “yo-secundario” (sekundäres Ich) (Dessoir, 1890, p. 27), y que más tarde Keppler (1972) impregnaría en inglés como second Self. Aunque casi ninguna de las interpretaciones más citadas en la tradición haya podido exhibir, no lo que la ciencia médica podría constatar en su certeza clínica, sino cómo Poe lo vehiculiza y expone poetológicamente.
iii) En ese mismo orden de prestigio, la novela de Dostoievski Dvojnik (Doble) reclama uno de los más altos niveles de interés y análisis por parte de la tradición no solo de los estudios eslavos, sino en general. En esta obra, con dos versiones publicadas ― sólo que la primera fue descartada por el propio autor8 ―, el tema principal, buscando siempre un homenaje a Gógol, se ocupa del desmoronamiento de la autoestima subjetiva y la paulatina bifurcación de la personalidad9, realizada magistralmente por la interacción “real” de un genuino doble, cuya huella psiquiátrica remite a la heautoscopia en términos ya referidos de Peral-Ríos y Alberdi-Sudupe (1986).
iv) Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson tematiza igualmente la figura del doble provocada por influjo directo de la ciencia bio-médica, lo que se ha interpretado como uno de los tratamientos detonantes y representativos de la escisión del sujeto a partir del positivismo científico, camino a desarrollos similares en plenos ámbitos de la ciencia ficción, tal como se puede seguir en Apter (1982). Aunque también esta obra del escocés se puede interpretar como uno de los ejemplos magistrales del fenómeno del doble como forma de retribución egocéntrica ante el colmo moral del estado vitalicio y ético circundante; todo ello con claras reminiscencias, primero a “La hija de Rappaccini” (1844) de Hawthorne, y con mayor evidencia a una inversión del “Wilson” de Poe, nos referimos al “señor Hyde” de corte “anti-victoriano”, como Miyoshi (1969) lo interpreta, el cual se convierte en la “peor” de una mejor versión de “sí mismo”. Aunque aquí debemos advertir que Stevenson, no obstante, parece querer negarse a vindicar la rectitud y necesidad de la existencia de Hyde (desde la perspectiva de Jekyll), según lo aprecia a grandes rasgos Miller (1985). De ese modo, con ayuda del “William Wilson” de Poe y más adelante con el Gray de Wilde, el fenómeno del doble se analiza bajo un esquema de valores morales, deseos, anhelos, secretos, y más tarde develaciones y revelaciones profundas de la conducta espiritual y material humana, prácticamente en anticipo y espera a la llegada, ahora sí, de las teorías de Freud. En este sentido, el motivo del doble como “elemento de desvelamiento” así apreciado por Niehaus (1999), obtiene una de sus representaciones literarias más sobresalientes.
v) Por último, como ya lo anticipamos, no podría faltar una de las novelas cumbres de la poética de Oscar Wilde: El retrato de Dorian Gray; una obra en donde el Doppelgänger se postula como una vindicación de las virtudes del vitalismo nietzscheano que bien puede leerse también como programa estético colmado de una igualmente filosofía hedonista muy particular. En medio de ello, la escisión del sujeto con ayuda de un antiguo artilugio, como el pacto diabólico habilitado ahora en la modernidad pre-industrial y colonialista de la Isla británica, es vehiculizada objetivamente en la estética material de un retrato, el cual gracias a todo el ahínco de experiencia y habilidades artísticas de su creador, culmina como representante de una versión del doble probablemente nunca antes vista: el sujeto despersonalizado en beneficio de la impunidad del cuerpo; se trata en este caso, similar a “Mr. Hyde” de la mejor versión material de una peor versión espiritual de uno mismo. Forderer (1999, p. 136) habla en ese sentido, junto al Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson, de la urbanización victoriana del fenómeno del doble, propuesta por Wilde en aras de deslegitimar postulados éticos de los que él mismo es presa, para cuyo éxito se requiere, no obstante, de llevar a toda consecuencia lo que apenas en La historia del reflejo extraviado (1814) de Hoffmann se había avisado tímidamente con tan sólo una pérdida del honor cobrada en la inmaterialidad del reflejo especular.
Esquemas alternativos para analizar el motivo del doble en la literatura
En torno a una reflexión sobre la amplitud y los límites del motivo del doble en la literatura deseamos destacar con mayor precisión la dificultad implícita en esta intención de ocuparse hermenéuticamente de la problemática de la autoscopia en la literatura, dado que el fenómeno del doble no se escapa del abordaje de temas fundamentales de la identidad subjetiva, en la cual el ser humano, a decir de Böschenstein-Schäfer (1987) se debate el sentido mismo de la existencia frente a la angustia de lo efímero de la individualidad (p. 3). A ello se suma el hecho proveniente del canon antropológico y mítico, v.gr. del Ka egipcio hasta las múltiples versiones en el séptimo arte (Bär, 2005; Maris Pogian, 2002), que evalúan la temática del doble, allende de ser una mera contingencia, como el tema fundamental de toda raíz antropológica que mira a la identidad humana.
Entre los esquemas teóricos para ordenar al doble en la literatura al margen de las anteriormente referidas dicotomías, destacan dos investigadores cuyo trabajo en contraste vuelve a ser muy significativo: Andrew J. Webber (1996) y Christof Forderer (1999), quienes también han procurado algunos suministros taxonómicos en beneficio de una mayor orientación interpretativa del fenómeno del doble en la literatura moderna buscando, sobre todo el segundo, la independencia a los glosarios clínicos. Fuera de las obvias diferencias de ambas propuestas que a continuación expondremos, los dos teóricos prescinden de los antecedentes “biológicos” clásicos del doble, esto es de Plauto a Shakespeare, para centrar su atención en el siglo xix con apenas algunos atisbos del xx, lo cual nos remite directamente a la riqueza del géner>o fantástico.
El intento de Webber (1996, pp. 67-69) por sistematizar jerárquicamente el motivo del Doppelgänger según sus cualidades epistémicas, requiere todavía de un mayor estudio, no obstante, destaquemos su agudeza, pese a que todavía el especialista en cultura alemana de la Universidad de Oxford no pueda prescindir de elementos claves del psicoanálisis como terreno fértil de sus marcos teóricos de referencia.
Inicialmente Webber distingue a un doble primigenio en el sentido instaurado por Jean Paul en congruencia al pavor natural de “verse a sí mismo como sí” (self-seeing), y de ahí crea una jerarquía que llama double-visions. En ese tenor ordena enseguida la categoría de double-talk, como una forma extendida de la primera, en donde resulta evidente el manejo explícito de la referencia sonora de la voz en tanto contraparte sónica de la intimidad o como “voz de la conciencia”, lo que hace recordar a “William Wilson”. Inspirado en Lacan, Webber destaca un tercer prototipo en calidad de performance Doppelgänger con una variación ordenada como inveterate performer, es decir, un doble dotado de una respectiva identidad invertida (inveterate indentity), lo cual colma a esa aparición autoscópica de dimensiones míticas y antropológicas.
En una cuarta distinción, Webber opone un prototipo que llama double-bind Doppelgänger, entendiendo esto cuando el doble es asociado a una identidad cognitiva en despliegue a una actuación erótica-sexual, que lo coloca en oposición a los elementos que este catedrático expone relacionalmente entre una rational cognitition en pugna con una obtención de conocimiento o apercepción sobre lo carnal (knowledge). En una quinta conceptualización, se puede distinguir claramente a un doble en tanto tutor o subalterno, en cual funge en representación vicaria del donador original, y que el teórico británico llama redundantemente: double surrogate.
Pero también Webber indexa un doble dislocado (out-of-place Doppelgänger), el cual se entiende como el tipo del doble representado a menudo en la obra de Hoffmann para evadir la responsabilidad ética por afrontar, como en el cuento de “La historia del reflejo perdido”. En séptimo sitio, Webber no pude descontar la influencia de Freud al exponer al doble como retorno de lo ominoso (das Unheimliche). Una vez vinculado al psicoanálisis, resulta plausible disertar sobre una inversión del prototipo masculino de un doble por uno “neutral” y en pocos casos femenino, para finalmente postular en octavo sitio una despersonalización de la identidad por la pérdida del espacio vital y que el teórico nombra double home/less.
El intento de Webber por orientar a sus lectores en los esquemas prototípicos que él considera haber encontrado según criterios de su frecuencia en el canon, arroja una lección muy importante: las taxonomías sobre cualidades existenciales y ontológicas de fenómenos de experiencia humana no pueden agotar las verdaderas manifestaciones de este motivo literario sino solo acaso delimitar los enfoques y calcular las exigencias metodológicas, de lo cual también se advierte que Freud y Lacan no quedan del todo fuera de los paradigmas de algún modo expuestos como novedosos o la altura de un reciente estado del arte dictado desde una Universidad de prestigio indiscutible.
En ese mismo talante clasificatorio, pero con mayor cautela frente al psicoanálisis, ordena Christof Forderer (1999) su investigación monográfica sobre El doble en la literatura a partir de 1800. Para este investigador alemán, el fenómeno y los tratamientos literarios de despersonalización convergen en un motivo secundario recurrente, el cual llama eclipses del yo (Ich-Eklipse). Con esta propuesta, sostenida con ayuda de una feliz metonimia, queda claro que el fundamento de toda crisis subjetiva e identitaria hinca su dinámica en el desplazamiento esencial y sustancial de una así ya dada personalidad. Tras ello, la crisis surge justo ante la aparición del menor indicio de cambio implosivo, el cual a su vez es sutil, paulatino y, como si fuese en fenómeno gravitacional y planetario: implacable. Siguiendo la transición del eclipse entre dos o varios astros celestes, la notificación de un Doppelgänger habrá de conducir ya sea al ocultamiento del ser o a una renovada iluminación.
Según los índices de experiencia humana de esta literatura, a partir de 1800 la tendencia será pronunciadamente a interpretar el eclipsamiento del yo como un verdadero drama humano en razón de lo inevitable e inaplazable de las fuerzas cósmicas por medio de las cuales se entiende a su vez el fenómeno propio del eclipse. Forderer reúne todo esto en tres apartados en los cuales se indica una paráfrasis cultural del Doppelgänger literario, a saber: i) Aparición de los dobles a raíz de los “dramas de la desintegración” de la subjetividad; ii) Dobles que surgen por la difuminación de la lascivia o por el desdibujo de lo erótico (Entgrenzungslust)10 y, por último: iii) Dobles nacientes de la intangibilidad (Ungreifbarkeit) de la subjetividad de algún modo escindida. Bajo este esquema, el catedrático alemán, quien dicta en Caen, Francia, determina al Doppelgänger como tema de la fragilidad del yo moderno en relación a sus propios desafíos y autoestima, y como autores representantes ubica a Hoffmann, Kleist y Herder (Forderer, 1999, p. 20). En ese orden problematiza también el fenómeno del yo producto de la reflexión crítica ante el arribo del yo-absoluto de Fichte, lo que en la literatura de Jean Paul (Titán), como ya lo sabemos, su más prominente receptor, habrá de conducir a desgarradoras poéticas de paranoia y locura (p. 37).
Para este investigador, el doble funge también para representar, como él llama, “identidades huidizas” o escurridizas, surtiendo el efecto de arribar al desarrollo de un “motivo secundario inspirado en el hipnotismo, mesmerismo y la recepción estética del demonio en la tradición cristiana y popular” (Forderer, 1999, pp. 51-52). Aquí él ve la concreción de versiones del yo-escindido en pos de una liberación de instintos básicos y bosquejos utópicos de plenitud como en Los elixires del diablo de Hoffmann (p. 52). Entre tanto, parece que este teórico tampoco puede prescindir de Freud al referir sobre otra cualidad innegable del doble literario, a saber: el unheimlicher Doppelgänger, es decir, ese doble ominoso que tanta recurrencia tiene en los análisis contemporáneos tenido como una suerte de detonante de mutilaciones inquietantes de la identidad. El tratamiento concreto que el teórico alemán detecta en otra categoría adicional se basa en el desdibujo de lo erótico (Entgrensungslust) por medio de desplazamientos de estatutos de atracción sexual en medio de órdenes morales prestablecidos en un mundo ético-objetivo, que recuerda a las categorías éticas referidas por Hegel. En esa consecuencia, el artificio catalizador de estas anécdotas resulta ser de nueva cuenta la referencia a las sombras, los espejos y toda suerte de artefactos (autómatas, muñecos y juguetes)11.
Forderer aborda también como parte central de su trabajo lo que llama “el super yo caótico”, rubro en el cual ordena a “William Wilson” de Poe (p. 92), mientras que en una suerte de Doppelgänger como intento de mejora analiza la obra del austriaco Ferdinand Raimund “Verschwender” (el despilfarrador) y “Alpenkönig und Menschenfeind” (el rey de los Alpes y el misántropo) (pp. 102-105). Pero el motivo del doble quedaría incompleto en su revisión no-clínica si faltara la escisión del doble en un mundo vital moderno (Doppelgängerspaltung und moderne Lebenswelt). Con esto como subtítulo, el teórico alemán ofrece múltiples análisis en varios términos tardíos del realismo europeo focalizado en lo que él estima “la urbanización del doble” en un contexto de las implicaciones relacionadas con una individuación laboral y sentimientos de vértigo social, por ejemplo en Dostoievski (El doble) (Forderer, 1997, pp. 110-113); lo mismo que “la condición de doble” (Doppelgängertum) en los relatos reunidos de Clemens Brentano Mehreren Wehmüllen (Los múltiples Wehmüllen) (p. 115); y otras temáticas no menos sugerentes como el tratamiento de las discrepancias anímicas gestadas por el imperio de una sociedad cada vez más racionalizada empujando a sus individuos a una “mutilación identitaria”12.
Este apartado cierra con el relato de Stevenson, Dr. Jekyll and Mr. Hyde, en el marco de una ética fundamental victoriana encajada en la gran noción de “urbe”, lo que llevará al sujeto paciente a deshacerse de la idea sobre la integridad e indivisibilidad del sujeto, con sustento teórico en Nietzsche y Ernst Mach (físico y filósofo de gran renombre y fama en la segunda mitad del siglo xix) (Forderer, 1997, p. 136). Sin que esto quede ahí, nuestro autor abre un apartado para analizar lo que cataloga “el yo-múltiple” y lo rescata como un aviso del “yo-psiquiátrico” de los años ochenta del xix, para lo cual analiza Dorian Gray de Wilde y de Pierre Bourguet la novela Le Disciple (p. 156). En ese orden, el anhelo de la totalidad solo es posible, así el imaginario literario de este segmento, por la acción del síndrome de la despersonalización (Depersonalisations-Syndrom) (Wunberg, 1965, p. 15 citado en Forderer, 1999, p. 165) como síntoma de una crisis colectiva (el ejemplo es la Viena de Freud), aunque aquí este apartado lo dedica de nuevo a Dostoievski (Los hermanos Karamazov). En su proceder, Forderer revindica una categoría ya ancestral redundante en la estofa de los pactos diabólicos, como el Fausto; de ahí que además el catedrático alemán aborde una reaparición de la estofa del “Mephisto” en el tratamiento que el vienés, Franz Werfel, le brinda en “Spiegelmenschen” (hombres espejo), más dos obras del vanguardista alemán F.C. Georg Kaiser, “Zweimal Oliver” (dos veces Oliver) y “Koralle” (corales), que a decir de Forderer también concentran esa “categoría diabólica” del yo.
En una jerarquía adicional, el germanista Forderer aborda una versión muy interesante del doble que ubica como el clásico “yo-escindido y multi-estatificado”, pero ahora localizado en el primer tercio del siglo xx. En alusión a tan tremenda época colmada de múltiples estéticas y programas literarios de vanguardia, la obra de El Golem de Meyrink le sirve para localizar concretamente el tema de la escisión de la personalidad con fundamentos ocultistas; mientras que, en la obra de Hesse, El lobo estepario (Der Steppenwolf) encuentra un ensayo privilegiado de este motivo, el cual llama “el festín de la disociación” (Forderer, 1997, p. 200). Previo a Hesse, no obstante, nuestro autor incluye el relato “Methusalem oder der ewige Bürger” (Methusalem o el ciudadano [burgués] eterno de 1922) del autor franco-alemán Yvan Goll; una obra que acude como ejemplo de un Doppelgänger producto de principios estilísticos modernos (p. 183).
En la segunda parte de su monografía, “Relato en primera persona y el juego de dobles”, Forderer ubica los estragos de la posmodernidad, que va de la mano de la aniquilación del sujeto, dueño del relato, así como de la desaparición de la identidad de los narradores, muy de moda después de 1945. Todo ello tendrá entonces su vinculación con el tratamiento del doble en la literatura, ahora ya contemporánea. En su obra Gantenbein, Max Frisch, el suizo, emprende una búsqueda de protagonistas los cuales apenas resulta menester elucidar desde sus múltiples identidades, lo que incluye también una indagación en torno a los yoes escurridizos, ocultos en los efectos gramaticales de los pronombres. Todo ello, así Forderer, también es analizable en la obra de la escritora alemana del Este, Christa Wolff Kindheitsmustern, en donde revisita (su) una infancia literaturizada durante el régimen nazi al momento de un “retorno a casa” en edad adulta luego de que “ya se han ido”, aunque en esa Alemania oriental parece que alguien más se ha instalado, terminando de extrañar la idea de hogar, lo cual constituye el punto central de estas múltiples identidades (Forderer, 1997, p. 212).
Finalmente, el trabajo monográfico tan sugerente de Christof Forderer cierra con la indexación de un “sujeto desaparecido” llevado a la inspiración literaria igualmente gracias el vigor y variabilidad de este fructífero motivo. Entre estas últimas observaciones destaca, por fin, el cosmopolita Borges, mencionando alrededor de una docena de textos; lo mismo que le ocupará el relato de Allain Robbie-Grillet, “Djinn”, así como también brindará algunas aportaciones en torno a los héroes “desentrañados de realidad” en varios relatos y una novela del yo de Wolfgang Hilbig de 1993 (p. 239). De este modo, el investigador alemán logra relacionar toda suerte de elementos antropológicos, lingüísticos y culturales como núcleos detonantes de los eclipsamientos de la subjetividad, diseminados entre metáforas, metonimias, asociaciones y tensiones antinómicas, todas ellas incrustadas en representaciones narradas literariamente, no sin sus huellas simbólicas remitentes a imaginarios míticos, creencias religiosas y sistemas filosóficos. Y de principio a fin, podría conjeturarse, Forderer expone en su hilo conductor una pregunta clave por su primordialidad frente al fenómeno de la despersonalización autoscópica: la pregunta por la verdad e integridad del ser subjetivo.
Conclusiones
Después de estas revisiones críticas, podemos integrar algunos enunciados concluyentes que sirven de guía para una actualización del fenómeno del doble en la literatura sin que sea obligado regresar a los paradigmas clínicos que tanto prestigio brindan a los críticos, pero que a nuestro parecer, apenas logran una vaga orientación respecto a la forma como desde un suelo de verosimilitud mundo-vitalicio, el ingenio literario presenta esta gran crisis antropológico-filosófica y psicológica en el terreno de un despliegue poético cuya mayor eficacia reside en la creación de mundos posibles y vidas narrables. Para lograr entonces detectar una “macro-dominante” formal13 de un doble literario, se puede problematizar este motivo según sus aspectos históricos en el marco de las teorías de mundo social válidas para el tiempo del autor en cuestión, pero sin desdeñar la posibilidad de deconstruir su tratamiento según sus aspectos sistemáticos atados siempre al pacto ficcional.
En este orden, hemos explorado la posibilidad de localizar las alternativas que ofrece este motivo con un sustento teórico que privilegie los análisis del desempeño poetológico. Un ejemplo breve de ello podría ser averiguar la forma con la cual Oscar Wilde aparentemente aborda una anécdota sencilla de entender en su Dorian Gray, que ajusta con un tipo de Doppelgänger mejor clasificado como “impropio”14, cuyo objeto de desplazamiento es el retrato. Sin embargo, en una averiguación más profunda en sentido poetológico, se puede determinar que el escritor irlandés termina bosquejando una multiplicidad de dobles anhelantes personificados en la mayoría de los coprotagonistas que acompañan al joven Gray por todo el relato: Vaine, Lord Henry, Basil, el pintor, todos ellos fungen como correlatos despersonalizados de un hermoso joven Dorian, al cual ellos mismos colman de atributos y deseos. En este contexto y bajo tal enfoque, especulamos que Wilde solo utiliza el mito diabólico del retrato como una estrategia de causa efficiens para lograr un fin estético-literario superior, pero que a menudo no se descubre en una lectura ingenua, dada la fama del prejuicio evidente atribuido ingenuamente a, por ejemplo, un “retrato maléfico” apostado en el apogeo de la crisis victoriana.
De este modo, la averiguación literaria de dobles explícitamente fantásticos, aunque según la época sean llamados “relatos psicológicos”, como el “¿Él?” de Guy de Maupassant y “Mirtho”, de César Vallejo, exigiría analizar las formas explícitas para organizar el discurso literario que hace posible colmar de incertidumbre y ambigüedad la exposición diegética de su genuina existencia, como al menos desde los sujetos pacientes o víctimas del desdoblamiento se constata; y en esta línea se inscriben también predecesores como “William Wilson” de Poe y “El doble” de Dostoievski. En todos estos casos, de Poe a Dostoievski y de Maupassant a Vallejo, sostenemos que la tarea de interpretación residiría en mirar a la superficie del trabajo de escritorio literario para tratar de entender el relato en un realismo inverosímil pero literariamente verosímil, — tal como se puede apreciar “a simple vista” en “El hombre doble” de Marcel Schwob — para de ahí entender al escritor como genius de la creación literaria y no como denunciante empírico de un reclamo al mundo que aparentemente no puede comprender si no fuera por su “escapismo” literario.
En este sentido quedaría también pendiente el reto de analizar ciertas poéticas no-explícitas del doble, pero que admitirían una apreciación semejante, como bien pudiera prestarse la literatura de alguien como Amparo Dávila, solo por avistar una casi interminable lista, sobre todo hoy en día, de escritoras que, justo desde una resignificación de la identidad femenina, suscriben ya grandes antologías de literatura de horror, terror y fantasía de toda índole.
Así, consideramos que una evaluación de la bibliografía de fuentes secundarias para asegurar una adecuada resolución a la hipótesis sobre el doble que cada obra literaria propone de suyo, tendría que coadyuvar a un ejercicio de interpretación apegado a una hermenéutica del texto literario con lealtad a teorías poetológicas y narratológicas encaminadas a entender al autor como creador y, por ende, admitir que nada de lo que ahí surte efecto de significación extra-ficcional, ha sido creado para juzgar su trascendencia empírica como persona con preocupaciones auto-biográficas, enfermedades psíquicas y presunciones de denuncia social. Al menos, si aquí es imperioso negociar con la tradición de los estudios literarios con enfoque social, valdría bien la pena dejar pasar por alto la lección pedagógica del autor como persona empírica de su horizonte cultural, para permitir el flujo de experiencias sui géneris que desde ese fenomenológico Lebenswelt del relato siempre surgen como siendo en sí.
Con esto en mente, pensamos que se puede lograr la transición a un esquema de comprensión sobre el fenómeno de la despersonalización como solo en la literatura puede ser narrable y comprensible bajo las leyes semióticas, estructurales y narratológicas de las que su creador fue capaz de desarrollar. Ciertamente, siempre se puede acudir a la ayuda de ciertos procedimientos generales de trabajo, nobles, pero que requieren gran esmero investigativo, lo que incluiría la evaluación de la bibliografía más destacada sobre la definición de doble (Doppelgänger), con el fin de esclarecer la concepción tradicional del término siempre en distinción a la literatura clínica, la cual, insistimos, causa gran confusión porque estas fuentes empíricas provienen de una textualidad balbuceante, registrada en otra textualidad pero infinita15.
Y para dejar una última nota crítica al respecto, podemos recoger una expresión de un músico británico, Ian Anderson — líder de la banda mejor conocida como Jethro Tull — galardonado por su trabajo durante varias décadas desde finales de los sesenta a la fecha, cuando sus críticos han tratado de analizar sus temas musicales en contraste a su identidad como persona histórica: “Not me, guys, honest. Why do people always think it has to be autobiographical?” (Anderson, 2002, p. 2).
Notas
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Recepción: 13-07-2023 Aceptación: 17-07-24