Las
fuerzas motoras del cambio climático: una
contrastación de los enfoques sociológicos
The driving forces of climate change: a comparison of
sociological approaches
Luis Alfonso Chávarro
Universidad del Valle,
Cali, Colombia
alfonso.chavarro@correounivalle.edu.co
https://orcid.org/0000-0001-5103-6191
Fecha
de recepción: 9 de mayo del
2025
Fecha
de aceptación: 25 de agosto del 2025
Cómo citar:
Chávarro, Luis Alfonso. 2026. Las fuerzas
motoras del cambio climático: una contrastación de los enfoques sociológicos. Revista Reflexiones. 105 (2). DOI 10.15517/rr.v105i2.65062
Resumen
Introducción:
El
presente artículo propone brindar un mapa de abordaje sociológico de la crisis
climática centrado en el problema de la causalidad, tratando de apuntar el por
qué se ha producido este fenómeno del calentamiento global, y cómo puede
elaborarse una síntesis de los enfoques sociológicos que permiten mayor
comprensión de ello.
Objetivo:
Propone
mostrar las diversas formas de abordaje sociológico de la causalidad de la
crisis climática, al comienzo indiferenciada de la crisis ambiental, y procede
a contrastar las teorías que buscan explicar dicha causalidad.
Método
y técnica:
Partiendo de un eclecticismo crítico, se busca presentar un mapa del abordaje
sociológico de las causas del calentamiento global a partir de la
identificación de fases históricas y una contrastación de los enfoques teóricos.
A manera de triangulación, se reflexiona a la luz de criterios como la crítica
de la teoría tradicional, el referente de justicia ambiental y climática, y el
encuadre dentro de un cosmopolitismo metodológico.
Resultados:
Muestra
una descripción ordenada de las fases de dicho abordaje y como resultado de la
contrastación de los enfoques, las teorías que muestran mayor y menor nivel de
consistencia.
Conclusión:
Sae reconoce la validez de
los enfoques teóricos para explicar el problema de la causalidad con una
densidad conceptual y consistencia lógica que aspira a contribuir a producir
planteamientos de propuestas de investigación sociológicamente fundamentadas
sobre una problemática central como la del cambio climático.
Palabras
clave:
Calentamiento global, Causalidad, Afluencia, Producción, Metabolismo.
Abstract
Introduction: This article
proposes to provide a map of the sociological approach to the climate crisis,
focusing on the problem of causality. It attempts to clarify why the phenomenon
of global warming has occurred and how a synthesis of sociological approaches
can be developed to allow for a better understanding of it.
Objective: It proposes to
show the various forms of sociological approach to the causality of the
environmental crisis, initially undifferentiated from the climate crisis, and
proceeds to contrast the theories that seek to explain this causality.
Method and Technique:
Starting from a critical eclecticism, this article seeks to present a map of
the sociological approach to the causes of global warming by identifying
historical phases and contrasting theoretical approaches, as a triangulation,
in light of criteria such as the critique of traditional theory, the reference
to environmental and climate justice, and the framework within a methodological
cosmopolitanism.
Results: This paper
presents an orderly description of the phases of this approach, and, as a
result of comparing the approaches, identifies the theories that demonstrate
the greatest and least consistency.
Conclusion: The validity of
the theoretical approaches is recognized for explaining the problem of
causality with a conceptual density and logical consistency that aims to
contribute to producing sociologically grounded research proposals on a central
issue such as climate change.
Keywords: Global warming, Causality,
Influx, Production, Metabolism.
Introducción
Asumiendo
el reto sociológico de superar el paradigma exencionalista
humano, implícito en la visión antropocéntrica de la naturaleza como serie de
recursos (Dunlap y Catton 1979), la tesis a
desarrollar en este artículo consiste en proponer un mapa del abordaje
sociológico de las causas de la crisis climática, particularmente del problema
del calentamiento global. Éste es entendido como un fenómeno físico resultado del
aumento y aceleración de emisiones de gases efecto invernadero (GEI)
proveniente, básicamente, del uso de combustibles fósiles en la producción y
transporte, de la intensificación de la agroindustria y la expansión
urbana, así como de la pérdida de
sumideros por deforestación y extractivismo (IPCC 2015;
IPCC 2019), pero que en este caso, será interpretado o filtrado por conceptos y
teorías sociológicas para asumir el desafío en términos de la explicación y
comprensión social de este fenómeno (Lever -Tracy 2008)
.
La
selección de los enfoques sociológicos aquí reseñados obedece a su reiterada
aparición en algunos de los más conocidos manuales a nivel internacional sobre
el tema (Hornborg et al. 2006; Burns y Jorgenson 2007; Drizek et al.
2012; Dunlap y Brulle 2015; Martínez-Alier y Muradian 2015; Boström y Davidson
2018; Legun et al. 2020; Bell et al. 2021; Caniglia et al. 2021; Franzen y Maden 2021; Pellizoni et al.
2022; Bustos et al. 2023; Boström y Lidskog 2024).
En
términos metodológicos, la contrastación de los enfoques teóricos aquí aplicada
no desdice las bondades de dichos enfoques en términos de ventajas o
desventajas, sino que simplemente, pone a prueba dichos enfoques a la luz de
criterios explícitos como la crítica, la justicia climática y el cosmopolitismo
metodológico. Todo esto sucede puesto que el calentamiento global y su impacto
en el cambio climático, constituye una problemática que replantea las
soluciones meramente técnicas del tipo resolución de problemas, sus
consecuencias afectan de manera injusta a poblaciones poco implicadas en la
emisión de gases efecto invernadero, y su explicación debe superar los marcos
nacionales dado que es resultado de una interdependencia negativa a nivel
global.
Causalidad como efecto
agregado de factores de impacto ambiental
En
las ciencias sociales, uno de los primeros intentos para mirar la interrelación
de la actividad humana con el medio ambiente ha sido la de la ecología humana.
Sus creadores establecieron el modelo POET para mirar el efecto agregado de factores
como la población, la organización, y la tecnología sobre el medio ambiente
(Duncan 1959). Dicho modelo tenía algunos problemas de operacionalización y
cuantificación, por lo que algunos autores lo reelaboraron, cambiando la
organización por el término afluencia, es decir, la correlación entre niveles
de consumo y patrones de riqueza. Así surgió el modelo IPAT, en donde Impacto
Ambiental es igual a Población por Afluencia por Tecnología. Este modelo
resultaba más operativo, sin embargo, también fue mejorado para establecer el
impacto de manera más clara mediante una regresión, por lo que se lo denominó
STIRPAT, Impactos estocásticos por Regresión en la Población, la Afluencia y la
Tecnología (Burns y Jorgenson 2007). Los efectos de
las actividades humanas en el medio ambiente se empezaron a enumerar en
términos de problemas como la contaminación del agua y el aire, la erosión y
agotamiento del suelo, la disminución de la biodiversidad, la deforestación, y
el calentamiento global, entre otros (Dietz y Rosa
1994).
Partiendo
de que el tratamiento de cada uno de los términos implicados en el STIRPAT merece
un artículo por separado, el factor de la Población a primera vista parece
determinante en la causalidad de la degradación ambiental dada la presión que
genera el crecimiento demográfico sobre los recursos que provee la naturaleza. Sin
embargo, dicho crecimiento se ha producido más rápido en los países menos
desarrollados, pero son los habitantes de estos países quienes suelen ser
víctimas reales o potenciales de la degradación ambiental, mientras que el
crecimiento poblacional más lento se ha producido en aquellos grupos más
activos en la creación de esta degradación, es decir, en los países
desarrollados (Schnaiberg 1980).
Respecto
al segundo factor del STIRPAT, la Afluencia, este es un término que involucra
la expansión del consumo como causa de la degradación ambiental. Otros lo han
expresado mejor como la opulencia de la sociedad de consumo (Galbraith 1960).
Desde luego, el consumo multiplica los flujos de extracción de recursos y de
eliminación de desechos, creando problemas enormes de deterioro ambiental,
pero, si se mira detenidamente, su lógica realmente depende de la expansión de
la producción dado que muchos rasgos del comportamiento, y los gustos del
consumidor, están determinados por los mensajes publicitarios de los
productores e incluso, del mismo Estado (Schnaiberg
1980).
En
cuanto al tercer factor, la Tecnología, desde cierto determinismo tecnológico (Chávarro 2008c) se suele ver la tecnología como fuerza
autónoma (Winner 1979) que determina a la sociedad.
Sin embargo, en realidad, obedece más a un imperativo del crecimiento económico
surgido de la espiral de la producción en el capitalismo, y que, siguiendo la
lógica de la acumulación, tiende a ser asimilada desde lo meramente funcional,
desplazando el trabajo humano en la producción de bienes (Schnaiberg
1980; Castells 1999) y, al mismo tiempo, impulsa a un uso instrumental dentro
de una lógica práctica que genera sonambulismo tecnológico (Winner
1987). Como se puede ver, pensar la causalidad como efecto agregado de factores
de impacto ambiental dejaba en la oscuridad aquello que articula los factores Población,
Afluencia y Tecnología de manera transversal. Por ello, las explicaciones
sociológicas, desde los años ochenta, se centraron más en la idea de proceso.
Causalidad como proceso:
industrialización, modernización y globalización
Como
se acaba de puntualizar, los factores de Población, Afluencia y Tecnología se
relacionan con la industrialización. En efecto, hacia el siglo XVIII, despega
la revolución industrial en Inglaterra (Hobsbawm 1982; Wrigley 1993) con
invenciones como la máquina de Watt y la utilización nuevas fuentes de energía
como el carbón y el vapor, junto al uso de materiales pesados como el hierro. Se
trata de lo que Mumford (1998) ha denominado como era paleotécnica,
en la que la articulación de los procesos de industrialización y urbanización
genera un periodo de crecimiento económico y demográfico y una concentración de
la población en las ciudades industriales, (Mumford 1998; Chávarro
2008a).
A
dicho aumento de la población, se suma el auge del consumo con la producción en
serie de mercancías que de las fábricas van a las ciudades y, mediante el
transporte por ferrocarril, llegan a los puertos para ser embarcadas al
exterior. Pero, así mismo, las invenciones técnicas suceden rápidamente y
deviene un proceso de mecanización de la producción del que Marx (2014) hará la
mejor radiografía en su obra. En cuanto a su impacto ambiental, la
contaminación del aire y el agua aparece plasmada, como testimonio documental,
en las novelas de Dickens y la pintura de Turner, además de las investigaciones
pioneras sobre la pobreza, las enfermedades respiratorias y las nuevas
epidemias (Mumford 1989; Chávarro 2013).
Sin
embargo, en términos de efectos en la aceleración del calentamiento global, la
emisión de GEI parece duplicarse durante la segunda revolución industrial,
luego de 1850 (Dressler y Parsons 2010). Dicha transformación, a la Mumford
denomina fase neotécnica, se caracteriza por nuevas
fuentes de energía como la electricidad y los combustibles fósiles, así como la
invención del motor de combustión interna, la producción de nuevos materiales
como el aluminio y la obtención del acero, pero, sobre todo, por la producción
de materiales sintéticos como los derivados del caucho, las resinas y otros
similares, a la que también Mumford denominó era del automóvil (Mumford 1998; Chávarro 2013).
Así
mismo, dicho período se caracteriza por el auge de la tecnología. Una serie de
invenciones como el telégrafo de Marconi, el teléfono de Graham Bell, el
fonógrafo de Edison, y otras más, constituyen lo que algunos historiadores y
economistas han denominado como la primera globalización, bajo la tutela del
imperio británico (Rodrick 2011), y cuyos 20 años
previos a la Primera Guerra Mundial, otro autor ha denominado “Gran
aceleración” (Bayly 2010). Todo ello, se conjugará para que una vez concluida
dicha guerra y tras la recesión de los años 30, comience a surgir, en el marco
del New Deal, la sociedad de consumo (Baudrillard 2009; Alonso 2005;
Ritzer 2000). Precisamente, es en esta fase neotécnica,
cuando Svante Arrhenius puede demostrar que el efecto invernadero es una
realidad, al establecer una correlación positiva entre el aumento de emisiones
de carbono y el aumento del calentamiento global, lo que se explica por la
creciente dependencia de los combustibles fósiles y la consolidación del
consumo en el estilo de vida (Giddens 2010).
Con
la modernización, tras la Segunda Guerra Mundial, este modelo de vida se
exporta desde los países desarrollados a los países en desarrollo (Rostow 1961).
Ahora bien, la palabra desarrollo es entendida como la vía al crecimiento
económico, algo que se puede alcanzar con la industrialización (Prebisch 1998), o con la replicación de la oferta de
materia prima o bienes primarios, y ello implica procesos extractivistas de
minería que multiplican los problemas de contaminación y deterioro ambiental.
Al llegar la actual globalización o hiperglobalización (Rodrick
2011), a finales del siglo XX, la extensión del mercado capitalista a todos los
rincones del planeta constituye una realidad que intensifica el desarrollo
tecnológico, y el estilo de vida centrado en el consumo se difunde por todo el
globo.
De esta manera, retomando afirmaciones de los múltiples
informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC 1992,
IPCC 2015, IPCC 2019, IPCC 2021, IPCC 2023),
se puede inferir sobre estos dos períodos apunta a que en la primera
revolución industrial, o era palotécnica, el
principal problema ambiental fue la contaminación, aunque también se constata la
emisión de GEI con la agricultura de monocultivo, debido a una intensa
deforestación que se tradujo en pérdida de sumideros y por el metano derivado
de los desechos. Ya en la era neotécnica destaca, una
vez introducido el uso de combustibles fósiles en el transporte y la
maquinaria, así como la sustitución de abonos orgánicos por fertilizantes
químicos, se dio una aceleración del crecimiento de las emisiones de dióxido de
carbono.
Sin
embargo, es ya iniciado el siglo XXI cuando se usa el término “Gran Aceleración”
en un sentido diferente al mencionado de Bayly, esta vez para referirse a la
aceleración del calentamiento global. Este apelativo se difundió en las
publicaciones de los climatólogos del Programa Internacional de la Geosfera y
la Biosfera (IBGP por sus iniciales en inglés) para referirse a una nueva era,
denominada Antropoceno, en la que la humanidad se habría convertido en una
fuerza geológica como resultado del impacto de las actividades humanas en el
sistema terrestre (Crutzen y Stoermer 2000; Crutzen
2002). Sus autores señalan al año 1750 como fecha de origen, es decir, en plena
revolución industrial inglesa. Sin embargo, en publicaciones posteriores (Steffen et al. 2007; Steffen et
al. 2015), tras un análisis detallado de los gráficos sobre el aumento de
emisiones de GEI, en correlación con los aumentos de temperatura, llegan a la
conclusión de que es luego de 1950 cuando puede hablarse de la Gran Aceleración
del calentamiento global, lo que coincidiría más con la era del American way of life
y la expansión del consumo (Rigal 2022), pero,
también, con la modernización iniciada en la posguerra.
Sin
entrar en el debate sobre el término antropoceno, lo que aporta esta
controversia científica otorga mayor evidencia para lo señalado por
historiadores, sociólogos y teóricos sociales. Iniciado el siglo XXI, a pesar de los
esfuerzos de las políticas de mitigación en múltiples países, las emisiones no
parecen disminuir según lo esperado. Por otro lado, la temperatura sigue
aumentando, a tal punto que la última década es considerada la más caliente de
la historia, por lo que se constata dicha aceleración del calentamiento global.
Todo esto, en términos técnicos, se explica por la disminución del albedo, la
capa reflectante del hielo de los polos, ya que con ello aumenta enormemente la
radiación solar absorbida incrementando el calentamiento (Hansen et al. 2025).
En síntesis, como se verá en el punto siguiente, todas estas fases del
capitalismo (McMichael 2017) aquí descritas, han estado orientadas por el
imperativo del crecimiento y la maximización de la ganancia, así como la
intervención eficaz sobre la naturaleza, es decir, las dos caras de la
racionalidad instrumental de que hablaran los teóricos de la Escuela de
Frankfurt (Adorno y Horkheimer 2016; Marcuse 1985; Chávarro
2008b).
La
comprensión teórico-sociológica de los procesos industriales y su impacto
ambiental
Para
empezar con el por qué, se puede pasar de considerar los factores de población,
afluencia y tecnología de manera separada, a entenderlos como la sumatoria
compleja de un proceso transversal de producción, que estaría detrás del
impacto ambiental de dichos factores, un proceso que funciona bajo el
denominado imperativo del crecimiento en el capitalismo. Esta es la propuesta
surgida en la sociología ambiental de los años ochenta (Schnaiberg
1980; Rosa et al. 2015). Sobre ello, tanto la tendencia culturalista como la
materialista en la sociología tratan de buscar sus propias interpretaciones
teóricas. En el primer caso, el crecimiento económico como valor central y
creencia fundamental podría interpretarse en términos weberianos como el
“espíritu del capitalismo” una vez que la racionalidad sustantiva del
protestantismo se convirtió en racionalidad formal del capitalismo (Ritzer
2011) y cuando la ciencia económica, asumió la lógica del crecimiento como la
fórmula de la modernización, y al impacto ambiental de dicho proceso se lo reificó en el concepto de externalidad.
Esta
mentalidad centrada en la valoración del trabajo y la acumulación de riqueza,
más asociada con el individualismo anglosajón, pero que constituye la
idea-fuerza del capitalismo occidental, podría ser considerada la fuente
espiritual de la expansión de la producción y acumulación material, una especie
de Treadmill within
(Bell et al. 2021). Sin embargo,
mirar también la dimensión material tiene una importancia mayúscula para
entender dichos impactos ambientales y el funcionamiento de las ideas más allá de
lo simbólico.
A
mediados de los setenta, un poco antes de los planteamientos de Schnaiberg sobre la expansión de la producción, el pensador
alemán Jurgen Habermas había explicitado en su libro
sobre el capitalismo tardío, tras conocer las publicaciones del Club de Roma
sobre los límites del crecimiento, una reflexión sobre cómo el imperativo del
crecimiento económico se había institucionalizado de manera espontánea,
quedando «eliminada la opción de un autogobierno consciente de ese proceso» (1999 83),
dejando a la especie humana expuesta a
un desequilibrio ecológico dado que los recursos son finitos. Así, ante la
imposibilidad de señalar un límite absoluto al crecimiento exponencial, lo que
resultaba evidente eran las consecuencias de una crisis ecológica evidenciada
en el calentamiento del planeta (Habermas 1999).
Es
en este sentido y contexto que la perspectiva teórica de Schnaiberg
(1980) sobre la espiral de la producción (Treadmill
of Production)
constituye un aporte importante. Este permite entender cómo el imperativo del
crecimiento económico funciona en la práctica mediante la expansión de la
producción, en un sistema capitalista en el que grandes monopolios de corporaciones
multinacionales presionan sobre el medio ambiente para protegerse de la
competencia (Rosa et al. 2015).
Sin
embargo, para actualizar la tesis de Schnaiberg, hoy
resulta claro que el papel del estado en el mantenimiento del imperativo del
crecimiento depende del orden político (Gestler
2024). Así, durante el periodo del New Deal, el estado habría tenido un
papel más redistributivo y de mayor defensa del bien común, buscando equilibrar
las preocupaciones del capital con las del trabajo. Por el contrario, en la
actual globalización, el estado estaría limitado por políticas de desregulación
y privatización, por lo que habría tenido un rol más favorable a las
preocupaciones del capital facilitando la acumulación de capital del sector
monopólico y permitiendo su movilidad (Gestler
2024). En general, la tesis de la cinta
rodante de producción de Schnaiberg constituye el más
importante aporte de la sociología ambiental durante la década de los ochenta (Bell
et al. 2021), pero tras generalizarse el modelo de desarrollo sostenible hacia
los años noventa, los planteamientos sobre la modernización ecológica ganaron
más protagonismo.
En
cuanto a sus características, dicho enfoque de la modernización ecológica (Rosa
et al. 2015) valora la llegada del paradigma ecológico con la idea de la
sostenibilidad, destacando su importancia en la formación de una conciencia
ecológica tanto entre los agentes vinculados a la toma de decisiones políticas,
como en los actores que participan en la gobernanza ambiental y climática
internacional.
Esto
efectivamente se empezó a ver en los noventa con el despegue de las cumbres de
la tierra cuando una nueva racionalidad ecológica, verde o ambientalista, parecía
ganar cada vez más consenso para exigir la evaluación de políticas con base en
estudios de impacto ambiental, y se puso de presente que al llegar el nuevo
milenio, la problemática mundial residía en una “cuestión ecológica”, como en
su momento lo había sido la cuestión social, cuya narrativa paulatinamente
empujaría la modernización ecológica, entendida como implementación de la
reforma ambiental (Mol 2008). Esta orientación, no exenta de críticas
como la de resultar ingenua o determinista en términos tecnológicos, o de ser
meramente reformista sin buscar cambios radicales en el sistema de producción
actual (Foster, Clark y York 2010), se vendría constituyendo por los diversos
actores internacionales en eventos de la agenda internacional climática y
ambiental en general.
En
términos más claros, algunos de los argumentos utilizados por los defensores de
la tesis de la modernización ecológica y la reforma ambiental provienen de la
economía. Se trata de la recurrencia a la denominada Curva de Kuznets ecológica
CKE (Lieb 2003), que al igual que la Curva de Kuznets
sobre la desigualdad social, se centra en afirmar que el comportamiento en el
tiempo de la problemática ambiental se daría en forma de U invertida, creciendo
en el corto plazo, pero disminuyendo en el largo plazo. Esto, supuestamente,
disminuiría el catastrofismo climático de las tesis críticas y realistas. Así
mismo, otra de estas tesis, proveniente esta vez de la sociología, es el
denominado posmaterialismo (Abramson e Inglehart 1995) de acuerdo con el cual, los grupos con alto
nivel educativo y calidad de vida, paulatinamente, irán desarrollando actitudes
y comportamientos posmaterialistas, ya que cuestionan
el mismo consumo. Esto expresa una conciencia de la problemática ambiental. Por
el contrario, los grupos de menor nivel educativo y social sólo valorarían los
niveles de bienestar y consumo que no han tenido, y serían insensibles o poco
propicios para desarrollar actitudes de reserva o cuidado del medio ambiente,
corroborando de esta manera un poco la tesis psicológica del déficit cognitivo
(Joffe 2003; Chávarro 2018).
Respecto
al uso del término de modernización ecológica, por esos mismos años varios
teóricos de la sociología venían desarrollando ideas sobre un cuestionamiento a
la modernización derivada de la teoría social clásica y el funcionalismo, y
hablaban de la modernización reflexiva y de la segunda modernidad (Beck,
Giddens y Lash 1997). Dichas tesis parten del cuestionamiento
al denominado paso de las sociedades tradicionales a las modernas, y muestran que
la modernidad se habría reducido a la formación de un capitalismo industrial que,
además, se trataba de exportar a los países en vía de desarrollo. Para dichos autores, el motor del imperativo
del crecimiento, y del denominado desarrollo, residía en una racionalidad
instrumental que, al reducir la naturaleza a recurso, llevaba a la incertidumbre
dada proliferación de riesgos de todo tipo, como los riesgos derivados de las
armas nucleares, la contaminación industrial, y el calentamiento global, entre
muchos más. Dicha proliferación de riesgos llevaba a entender las consecuencias
imprevistas o efectos colaterales del crecimiento como configuradoras de estos
nuevos peligros o riesgos manufacturados (Giddens 2000), propios de una
sociedad del riesgo (Beck 1998). En consecuencia, sólo podrían entenderse en el
marco de un cosmopolitismo metodológico (Beck 2008).
En el mismo sentido, pero
esta vez articulando las influencias neomarxistas en
los estudios ambientales (Leonardi y Torre 2022),
cabe rescatar la tesis del metabolismo social de Marx, para quien, con los
procesos de industrialización y migración campo-ciudad propios de los
encerramientos (enclosures) sucedidos durante
la revolución industrial inglesa, se habría creado una modificación
irreversible en los intercambios materiales entre la sociedad y la naturaleza
ya que con ello se habría roto el proceso de retorno al suelo de desechos
materiales claves para recuperar su fertilidad.
Estos y otros elementos
de la obra de Marx han sido destacados por Alfred Schmidt (1976), quien de esa
manera muestra la importancia del pensamiento marxiano para entender lo que
sucede con la naturaleza en el capitalismo. Sin embargo, más recientemente, es
con la tesis de John Bellamy Foster sobre la grieta o brecha metabólica, derivada
de la idea del metabolismo social de Marx y Schmidt, que se ha logrado explicar
la ruptura en el ciclo de nutrientes y la pérdida de productividad del suelo
tras los enclosures de la revolución
industrial inglesa, como una crisis ecológica. Con base en ello, dicho autor y
sus colegas han propuesto una tesis sobre la brecha metabólica, que busca dar
cuenta de esa y otras crisis ecológicas en la historia (Foster, Clark y York
2010; Sacher 2015).
Para
retomar los conceptos implicados en esta tesis de la brecha metabólica,
inicialmente, existe un metabolismo natural y un metabolismo social. El
primero, se entiende como el proceso por el que un organismo desarrolla y
mantiene sus estructuras mediante el intercambio de energía y materiales con su
entorno a lo largo de su vida (Fischer-Kowalski y Haberl 2015), mientras que el metabolismo social, se
entiende como el proceso que va de la apropiación humana de materiales y
energía de la naturaleza al depósito que estos realizan de desechos,
emanaciones o residuos en los espacios naturales (Oviedo 2013).
Al
intervenir la naturaleza, la actividad humana modifica el equilibrio del
metabolismo natural. El suceso mencionado por Marx del deterioro del suelo con
los enclosures constituye una crisis
ecológica en el sentido en que se produjo una pérdida irreparable de las
condiciones de fertilidad del suelo dado que la expansión de la producción,
orientada por la búsqueda de acumulación, al intensificar la agricultura a gran
escala introduciendo monocultivos y fertilizantes, generó una modificación
estructural del uso del suelo y llevó al fenómeno de urbanización; por lo que
los desechos no cumplieron el ciclo de circularidad y, más bien, se
convirtieron en fuente de contaminación en las ciudades (Foster, Clark y York
2010). En este mismo caso, se muestra que la agricultura del capitalismo no
permite el mantenimiento de las condiciones necesarias para el reciclaje de
nutrientes, creando así una brecha entre el metabolismo natural y el
metabolismo social, pero a ello se agrega que los fertilizantes sintéticos y
pesticidas, comenzaron a depender de fuentes fósiles, lo que agrega un elemento
de emisiones en carbono (Foster, Clark y York 2010).
Para
entender cómo se da la brecha metabólica con lo relativo al calentamiento
global, hay que partir de cómo el metabolismo social genera una ruptura con el
equilibrio del metabolismo natural, y la más primigenia de esas modificaciones
viene de la invención del fuego, cuando la pérdida de masa vegetal al quemarse
empezó a liberar a la atmósfera nuevamente el carbono (Singh 2022). Allí sería
cuando inició la acumulación de carbono en la atmósfera, pero su efecto pudo
ser en ese momento benéfico, incluso, porque habría evitado el enfriamiento del
planeta tras la última glaciación (Pyne 2021). El
gran impulso humano a las emisiones de carbono se habría magnificado,
realmente, solo en la época moderna de la industrialización. De acuerdo con la
evidencia científica, Arrhenius fue el primero en señalar que las operaciones
industriales estaban contribuyendo a un aumento del dióxido de carbono (Giddens
2010), pero, en realidad, las industrias hacen parte de un sistema capitalista,
aunque la industrialización también se dio posteriormente en los países del
llamado socialismo real (Hobsbawm 1998).
Ya
en consonancia con las tesis del pensamiento latinoamericanista, propio de la
teoría de la dependencia y de la teoría del sistema mundo capitalista, se
destacan las tesis de la ecología-mundo y del intercambio ecológico desigual.
Fue precisamente con la tesis de Prebisch -Singer que
se empezó a mencionar el intercambio desigual entre el centro, productor de
bienes manufacturados, y la periferia, exportadora de materia prima, ya que la
demanda de productos manufacturados crecía mucho más de prisa que la de las
materias primas (Prebisch 1998). Esto constituyó la base del estructuralismo
latinoamericano en economía, pero también en teoría de relaciones
internacionales. Esta tesis, creada por keynesianos, fue interpretada por la
teoría de la dependencia marxista en términos de teoría de juegos, ya que de
acuerdo con Gunder Frank (2006), lo que generaba la dependencia era que el
subdesarrollo era resultado del mismo desarrollo, porque había unos
determinantes espaciales resultado de la expansión del capital. Es decir, de
acuerdo con Wallerstein (2011), el capitalismo era un sistema económico
mundial, una economía-mundo, y la división internacional del trabajo se
entendía en ese contexto.
La
aplicación de la tesis del intercambio desigual y del sistema-mundo capitalista
a las problemáticas ambientales será desarrollada en términos de una
ecología-mundo (Moore 2003). Con base en los postulados de Wallerstein acerca
del largo siglo XVI, y de las nociones de frontera (Webb
1964) y de frontera de mercancías (Leitner 2005),
Moore reestructura la tesis de la economía-mundo en términos ecológicos,
partiendo de la idea marxiana de la expansión del capitalismo debido a la tasa
decreciente de la ganancia (Marx 2014). Para Moore, el surgimiento del
capitalismo no se explicaría sólo por la acumulación de capital en la
producción, luego de la revolución industrial, sino por la acumulación por
apropiación de la naturaleza no-humana. Esta habría empezado mucho antes de
dicha revolución industrial, alrededor de 1450, con la apropiación de los recursos
de materia prima existentes allende las fronteras.
Así,
al llegar la revolución industrial en 1750, ya llevaría tres siglos de
acumulación por apropiación espacial, con desenlaces colaterales en
deforestación y toda la degradación ambiental propia del extractivismo
en las zonas coloniales, consideradas en el siglo XX como tercer mundo, y en el
XXI como sur global (Estenssoro 2023). En síntesis, la acumulación de capital
nunca se hubiese podido dar sin esa apropiación de la naturaleza no-humana
consistente en materia prima barata que compensaba la tasa decreciente de la
ganancia (Moore 2013).
De manera similar, partiendo de la idea de Prebisch (1998) del intercambio desigual entre centro y
periferia, así como de la tesis económica de Emmanuel (1972), otros autores
desarrollan la tesis del intercambio ecológico desigual (Bunker 1985; Hornborg 1998, Hornborg
2023). Bunker (1985), en especial,
identifica a la economía del centro como modo de producción, y a la de la
periferia como modo de extracción, y caracteriza esta distinción geográfica en
términos de distintos niveles regionales de desarrollo que, en ese sentido,
serían resultado de la interacción entre la demanda y la reorganización local
de los modos de producción y extracción.
En
sus propios términos, Bunker señala que las diferencias entre la dinámica
interna de los modos de extracción, así como de los modos de producción, crea
un intercambio desigual no sólo en términos del valor del trabajo incorporado a
los productos sino, también, a través de la apropiación directa de recursos
naturales rápidamente agotados o no renovables. De esa manera, la apropiación
extractiva termina empobreciendo el medio ambiente del que dependen las
poblaciones locales, tanto para su propia reproducción como para la extracción
de materias primas para la exportación. El intercambio ecológico desigual se
sintetiza, reformulando la tesis de Prebisch, en que
la diferencia crucial entre producción y extracción reside en que en los
sistemas productivos el coste unitario tiende a disminuir a medida que aumenta
la escala de la producción. Pero, por otro lado, en los sistemas extractivos,
por el contrario, los costes unitarios tienden a aumentar a medida que aumenta
la escala de extracción, y concluye cuando los sistemas extractivos que
responden a una mayor demanda externa, tienden a empobrecerse (Bunker 1985).
Otros
autores, que han llevado a cabo grandes investigaciones a la luz del enfoque
del intercambio ecológico desigual, muestran que los flujos de materiales entre
los países del norte y los del sur dan lugar no sólo a una distribución
desigual de los daños ambientales sino a un menor bienestar humano de las
poblaciones. Todo esto ocurre ya que se produce un traslado de costos
ambientales de los primeros a los segundos, es decir, se produce un
desplazamiento de la carga ambiental (Hornborg y
Martínez-Alier 2016). En las investigaciones empíricas, al cuantificar dicha
carga ambiental se ha demostrado que un mayor porcentaje de las exportaciones
de los países del sur enviadas a las naciones de altos ingresos se asocia con
mayores emisiones de carbono. Así pues, también coinciden con resultados
negativos para la salud en la población de la periferia, sin contar que también
ello plantea un dilema del desarrollo, ya que la participación en el comercio
global de dichos países conduce a un aumento de las emisiones de carbono por
unidad de bienestar humano (Jorgenson 2012).
Estas
revelaciones, surgidas de la aplicación empírica del enfoque, permiten dar
asidero a la idea de deuda climática (Warlenius
2017), relacionada con la deuda
ecológica de los países del centro a los países de la periferia (Muradian y Martínez-Alier 2001; Givens
2018), aunque hay que subrayar que estos
conceptos (deuda ecológica y climática) surgieron como propuestas de
movimientos ambientalistas y ONGs en los debates
surgidos en las conferencias de las partes, en particular, desde la celebrada
en Río en 1992 (Roa 2023).
Así
mismo, desde el enfoque del intercambio ecológico desigual, y de la
ecología-mundo, se ha terciado en otros debates como la crítica a la
denominación de la época como Antropoceno (Crutzen y Stoermer
2000) para, más bien, hablar de Capitaloceno (Moore 2016) o incluso Econoceno
o Tecnoceno (Hornborg
2019), dado que la responsabilidad de las emisiones de GEI no corresponde a
toda la especie humana sino al modelo de crecimiento propio del capitalismo y
su desarrollo tecnológico y, por tanto, al primer mundo o norte global (Givens, Huang y Jorgenson 2019).
De
otra parte, entre los pensadores latinoamericanos, también, estos enfoques neomarxistas y estructuralistas se han conjugado con la
revisión de las alternativas al desarrollo sustentable y la crítica decolonial
(Quijano 2014). Más aún, se expresan como enfoques de la ecología política
(Ferdinand 2022), centrados en el estudio de un factor de causalidad como el extractivismo, en sus dos versiones: el extractivismo
tradicional y el neoextractivismo. En el caso del
primero, está asociado tanto con la extracción de metales preciosos, como con
los materiales de uso industrial. En el caso del neoextractivismo,
surge en la globalización tras el auge agroexportador o boom de la
materia prima de los años noventa, cuando se buscaba disminuir la dependencia
de la minería o reorientar la extracción hacia nuevos materiales fundamentales
para las cadenas productivas de artefactos tecnológicos (Acosta 2013;
Leguizamón 2023).
Ambos
extractivismos estarían vinculados con la aceleración
del calentamiento global por la contribución a la pérdida de sumideros con la
deforestación, y el uso de combustibles fósiles en el transporte de materia
prima (Acosta 2023). Las orientaciones de este enfoque de la ecología política
parten del cuestionamiento al eurocentrismo, retomando el postulado inca del «bien
vivir» (Guamán Poma 1993; Quijano 2012, Altmann 2022)
y planteándolo como un modelo de gobernanza alternativa para superar la crisis
climática (Gudynas 2011, Prada 2013; Svampa 2019),
incluso, en paralelo a la tesis del decrecimiento (Acosta 2023).
Finalmente,
con los enfoques sociológicos de la globalización centrados en la categoría de
flujos surge otra idea muy fértil para replantear el problema de la causalidad
y el impacto del calentamiento global. Al proponer el concepto de sociedad red,
entendida como espacio de flujos para denominar al mundo social propio de la
globalización actual, Castells (1999) infiere que es dicho espacio de flujos lo
que ha puesto en crisis el espacio de lugares, propio del estado de bienestar
del siglo XX. En la globalización, tres procesos como la producción, la
urbanización y el lugar, antes interconectados, se estarían volviendo
independientes dada la circulación global de información, bienes, personas o
cultura. Las prácticas sociales se podrían desarrollar simultáneamente, dada la
interconexión global, dando lugar a vivencias sociales de tiempo atemporal y
espacios sin lugar, por lo que la preeminencia de esta morfología social global
sería diferente a la acción social dentro de los estados territoriales. Al
retomar esta idea de Castells, Urry (2003) la
desarrolla y modifica en algunos puntos para hablar de la complejidad global.
En lugar de flujos habla de fluidos para metaforizar mejor la naturaleza
líquida de la globalización por efecto de la movilidad.
En
términos más claros, la tesis de la complejidad global apunta a mostrar que las
regularidades, es decir, las secuencias rutinarias y repetitivas con el uso de
recursos y flujos materiales e inmateriales, antes eran eficazmente controladas
eficazmente por los estados. Sin
embargo, con la llegada de la globalización, esto ya no sería necesariamente
así dado que la movilidad y conectividad, que caracterizan esta nueva época,
habrían imprimido tal dinamismo a dichas secuencias de flujos que la repetición
se habría convertido en iteración, es decir, una repetición con variación (Urry 2003). En otro sentido, parte de este significado de
iteración parece ser lo que ya otros autores habían denominado como consecuencias
imprevistas o efectos colaterales del desarrollo, pero bajo el concepto de
sociedad del riesgo (Beck 1998).
De
otro lado, en la sociología ambiental, también se habría venido trabajando con
la idea de los flujos desde hace mucho tiempo, dado que las denuncias de flujos
de pesticidas a través de las cadenas alimenticias iniciadas con la publicación
en los años sesenta de La primavera silenciosa (Carson 2005) se
habría continuado en los estudios de flujos de materiales y energía, e incluso
en los estudios técnicos que dieron lugar a hablar de metabolismo industrial y
huella ecológica (Mol y Spaargen 2006).
Sin
embargo, de acuerdo con Mol (2008), aunque ya aparecían los flujos materiales
como unidad de análisis, estos estudios dejaban sin explicar lo social.
Posteriormente, los estudios sociológicos que retoman tanto la idea de
metabolismo social como la expansión de la producción, hablaban de adiciones y
retiradas, pero su unidad de análisis era social, ya que se enfocaban en las
prácticas sociales, las instituciones y los actores sociales, dejando los
flujos materiales en segundo lugar. Será con la llegada de la globalización,
entonces, cuando la sociología ambiental, recuperando la noción de flujos de
Castells y Urry, elabora estudios buscando explicar y
comprender la causalidad más allá de la dicotomía material-social, puesto que
los flujos ambientales son inherentemente sociales.
Métodos
La
revisión de los enfoques teóricos aquí presentada consiste en realizar una
contrastación tipo triangulación (Denzin 2009; Bericat
1998), para evaluar los enfoques teóricos a la luz de los siguientes criterios metateóricos: capacidad crítica, justicia climática y
cosmopolitismo metodológico. En primer lugar, la capacidad crítica se entiende
como la crítica de la teoría (Horkheimer 1996), ya que permite filtrar las
explicaciones sobre la causalidad del calentamiento global para mostrar si
redundan en razones imparciales, si adolecen de falta de simetría, o si superan
el planteamiento típico de resolución de problemas técnicos (Cox 2014).
En
segundo lugar, se evalúa que dichas explicaciones sobre la causalidad del
calentamiento global hagan explícitos sus referentes valorativos en términos de
justicia, en este caso de justicia social, ambiental y climática (Roberts y
Parks 2007, Pilow 2020). Finalmente, dado que la
crisis climática afecta a todo el planeta y su causalidad y resolución son un
asunto cosmopolita, se espera que la explicación que aporta el enfoque teórico
examinado se ancle en un cosmopolitismo metodológico (Beck 2008).
Una
vez explicitados los criterios de contrastación, se ha optado por el diseño de
una matriz de consistencia lógica para facilitar dicho procedimiento. Al
contrastar, en sentido horizontal y vertical, el enfoque teórico que muestra
mayor consistencia es el intercambio ecológico desigual, dado que supera los
planteamientos meramente técnicos de las teorías tradicionales, tiene un
referente de justicia ambiental y climática y se inscribe en una perspectiva de
cosmopolitismo metodológico. Para ilustrar los detalles de todos los enfoques
teóricos aquí presentados, se puede revisar el cuadro siguiente.
Tabla
1. Contrastación de los enfoques teóricos a la luz de
la crítica, la justicia y el cosmopolitismo metodológico
Enfoques
teóricos |
Fundamentos
de teoría crítica |
Justicia
social, ambiental y climática |
Cosmopolitismo
metodológico |
Nivel
de consistencia |
Modernización
ecológica |
No hay una crítica del capitalismo
en relación con la crisis climática, sino que se debe reformar hacia un
capitalismo verde |
No se destaca la desigualdad en
las emisiones GEI ni en la desigual vulnerabilidad al riesgo |
Hay un entendimiento de que la
crisis climática es una crisis global |
Bajo |
Flujos
ambientales |
No hay una crítica sino una descripción del cambio de
espacio de lugares a espacio de flujos |
No se subrayan las desigualdades de los agentes en las
causas y las consecuencias de la crisis climática |
Hay un mejor entendimiento de que la globalización es un
espacio de flujos y la crisis climática se entiende en ese marco |
Medio |
Modernización
reflexiva |
Hay una crítica contundente a la
modernización industrial por la generación de riesgos manufacturados |
No hay un énfasis en la
desigualdad en las causas y consecuencias de la crisis climática, sino que se
habla de riesgos democráticos |
Se fundamenta en una crítica al
nacionalismo metodológico porque la crisis climática traspasa fronteras y
sólo se entiende desde un cosmopolitismo metodológico |
Medio |
Cinta
de correr de la producción |
Hay una crítica al imperativo del crecimiento económico y
el uso voraz de recursos |
Se reconocen las desigualdades de causas y consecuencias
en la crisis ambiental y climática |
Al centrarse en la expansión de la producción y el consumo
en el capitalismo asume una perspectiva cosmopolita |
Alto |
Brecha
ecológica |
Se fundamenta en la crítica de
Marx al metabolismo alienado del capitalismo |
Articula la desigualdad de clase
con la desigualdad del riesgo implícito en el desequilibrio de los
metabolismos natural y social |
Con base en la tasa decreciente de
ganancia se explica la expansión del capitalismo monopólico al mundo |
Alto |
Ecología
mundo |
Hay una crítica a la economía-mundo del capitalismo por la
generación de la crisis ambiental y climática |
Se subraya el problema de la injusticia social y climática
en la periferia |
El concepto de sistema mundo dividido en centro, semiperiferia y periferia deja implícito un
cosmopolitismo metodológico |
Alto |
Intercambio
ecológico desigual |
Hay una crítica al intercambio
desigual entre el norte y su modo de producción y el sur global y su modo de
extracción, y se destaca su crítica al eurocentrismo |
El uso del adjetivo “desigual”
para dar nombre al enfoque muestra la centralidad dada a la justicia social,
ambiental y climática |
Al partir de la tesis
latinoamericana del intercambio desigual entre centro y periferia o Norte y
Sur Global deja impronta de su perspectiva crítica cosmopolita |
Muy Alto |
Fuente: elaboración propia
con base en las fuentes comentadas en el texto.
Discusión, resultados y conclusiones
De acuerdo con el
abordaje sociológico aquí mostrado; con las explicaciones del modelo POET, en
primera instancia, la cuestión climática aparecía indiferenciada de la cuestión
ambiental. A su vez, el impacto ambiental se entendía como el efecto agregado
de los factores Población, Afluencia y Tecnología, lo cual, dentro de cierto
objetivismo, hacía explícitas las causas de la crisis ambiental y climática.
Sin embargo, al considerar dichos factores como variables excluyentes, perdía capacidad
comprensiva dado que dichos factores están atravesados transversalmente por
procesos que residen tanto en el imperativo del crecimiento económico, como en la
expansión de la producción o la lógica de la acumulación, aspectos centrales en
los enfoques teóricos de los ochenta para acá, caracterizados por una mayor
densidad conceptual y capacidad explicativa.
Si se mira de cerca el enfoque
de la Treadmill of
production (Schnaiberg
1980) centrado en la expansión de la producción y el impulso al crecimiento
económico, propio del capitalismo; el aumento de las emisiones de GEI se debe,
precisamente, a la expansión de la producción, es decir, industrialización y
extracción (Lewis 2019). Sin embargo, también se debe al auge del consumo, ya
que el incremento del comercio internacional y su expansión geográfica, contribuyen,
enormemente, a la aceleración en las emisiones de GEI, por lo que habría
también una Treadmill of
comsumption (Bell, et al. 2021). De otro lado, también, debido a las guerras y
la violencia, incluyendo en ello la guerra contra las drogas ((Smith et al.
2014), se generaría más degradación ambiental y mayores emisiones GEI (Mann
2013), por lo que, así mismo, habría una
Treadmill of destruction (Jorgenson y
Clark 2009).
Sobre el tema, lo más
paradójico, incluso, se descubre cuando se busca la fuente cultural detrás de
la expansión de la producción y de todas estas otras explicaciones
materialistas. Y es que éstas parecieran depender de un tipo de mentalidad
occidental, una Treadmill within (Bell et al. 2021) inscrita en el individualismo
derivado del «espíritu del capitalismo» (Weber 1984), que privilegia el trabajo
y la acumulación de riqueza, y que considera la naturaleza como recurso para el
hombre, y cuyo origen reside, según Weber, en la ética protestante.
Otra discusión por
destacar aquí tiene que ver más con los enfoques que consideran que el problema
de la causalidad, la emisión de GEI del mundo capitalista industrial, de alguna
manera se puede resolver implementando una modernización ecológica, ya sea que
se sustente bajo los argumentos de la curva ecológica de Kuznets o el
posmaterialismo, etc. Es claro que resolver esta problemática es un imperativo,
pero lo planteado por los teóricos de la modernización ecológica apunta a una
reforma ambiental que no modificaría la expansión de la producción y la
tendencia al crecimiento económico en el capitalismo, sino que mediante la
tecnología y la gestión social y ambiental se desarrollaría un capitalismo
verde.
Todo ello resulta
interesante dado que quienes lo plantean proceden de los países bajos y
nórdicos, en donde puede verse directamente que la gestión ambiental rinde
frutos. Pero las críticas apuntan a la denominada «falacia de los Países Bajos»
(Austin 2023), puesto que lo que realmente sucede sería una externalización de
los costos ambientales a los países periféricos, lo que se ha denominado
desplazamiento de la carga ambiental (Hornborg 2019b).
Además, se constata, así, la presencia de la paradoja consumo-degradación, es
decir, quienes más consumen, viven en un entorno con menos degradación
ambiental dado que los costos ambientales se han desplazado a los países de la
periferia.
Al contrastar los
enfoques teóricos de manera triangulada, el intercambio ecológico desigual
logra mostrar el mayor nivel de consistencia dado que constituye un enfoque
crítico que se ubica en referencia a valores de justicia social y climática. Al
recuperar la idea del capitalismo como sistema mundial, dicho intercambio se
explica dentro de un cosmopolitismo metodológico, superando las explicaciones
nacionalistas del problema. Otros enfoques como la modernización ecológica, sin
embargo, obtienen un bajo nivel de consistencia ya que plantea la causalidad
sin mayores cuestionamientos críticos y dentro de una típica resolución de
problemas técnicos, como es lo propio de la teoría tradicional. Respecto a la
modernización reflexiva, cuenta como plus la tipificación del riesgo y la
incertidumbre más allá de las fronteras, superando el nacionalismo metodológico.
Sin embargo, subvalora los problemas de desigualdad y de justicia social y
climática en las causas, e incluso, las consecuencias del cambio climático.
En conclusión, se espera
que el presente artículo haya proporcionado un entendimiento del abordaje
sociológico del problema ambiental y de la causalidad del calentamiento global,
mostrando que las teorías pueden ser sopesadas a la luz de criterios explícitos
de contrastación para, de esa manera, mostrar con mayor evidencia los alcances
y limitaciones de cada enfoque teórico para filtrar información sobre un
problema tan controversial como el de las fuerzas motoras del cambio climático.
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