Rev. Ciencias Sociales 156: 85-92 / 2017 (II)

ISSN: 0482-5276

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INAUGURACIÓN FORMAL DE LA FACULTAD DE CIENCIAS Y LETRAS Y SU PABELLÓN CENTRAL

(CELEBRADO EL 4 DE MARZO DE 1957)

Fuente: Fotografía nro. 0899. Bendición e inauguración de Ciencias y Letras. Archivo Universitario de la Universidad de Costa Rica (AUROL).

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PALABRAS CLAVE: DISCURSO * EDUCACIÓN * FORMACIÓN * ESPECIALISTA * CULTURA

KEYWORDS: SPEECHES * EDUCATION * TRAINING *SPECIALIST * CULTURE

En presencia del señor Presidente de la República y los miembros de su gabinete, de representantes de la Corte Suprema de Justicia y de la Asamblea Legislativa, del Excelentísimo y Reverendísimo señor Arzobispo de San José, de los distinguidos miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en Costa Rica, de los señores ex-Rectores de la Universidad, y de los miembros del Consejo Universitario y de la Facultad de Ciencias y Letras, así como de las otras Facultades de la Universidad, doy la más cordial bienvenida al millar de estudiantes que hacen hoy su ingreso en la Institución. Y les digo, en este caso sin el menor asomo de cortesía o urbanidad, que esta es su casa, porque en efecto la Universidad les pertenece a los estudiantes, es la casa de los estudiantes.

Representan ustedes un grupo privilegiado de la juventud costarricense, porque es en verdad un privilegio el poder aspirar a una cultura superior. El privilegio no deriva felizmente de circunstancias económicas; pues aunque mucho falta por hacer en este campo, no puede ignorarse el éxito creciente del esfuerzo nacional por reducir las trabas económicas para estudiar: son gratuitas la primera y la segunda enseñanzas, y la universitaria lo es también para quienes demuestren su falta de recursos, amén de que este año hemos podido iniciar un sistema de becas que esperamos poder ampliar intensamente en el futuro.

Pero, en todo caso, es el de ustedes un grupo privilegiado en el sentido de que sólo una pequeña porción de cada generación llega a estas aulas. Ahora bien: en el mundo de hoy hay que justificar los privilegios, y esa justificación consiste en no usar de ellos en exclusivo beneficio individual, sino en beneficio de todos. Hoy en día todo privilegio implica más bien una serie de obligaciones sociales. El privilegio de ser universitario tienen ustedes que justificarlo y mantenerlo, obligándose a estudiar mucho ahora, y comprometiéndose a no considerar su título, mañana, como un simple medio de ganarse la vida, sino como una bella oportunidad de servir mejor a sus conciudadanos y, en general, a sus semejantes.

Pero el privilegio y la responsabilidad consiguiente son, a partir de este año académico, mayores. Porque la Universidad, y la comunidad detrás de ella, están desde hoy haciendo un esfuerzo extraordinario por darles a ustedes una educación mejor y más completa. En efecto, el viejo y acariciado anhelo de reformar la Universidad comienza a cumplirse justamente hoy, con la inauguración de la Facultad de Ciencias y Letras.

Ustedes llegan a nuestros umbrales y encuentran una estructura académica nueva, planes de estudio nuevos, un mejor sistema de enseñanza, un personal docente y técnico renovado y rejuvenecido, una aguda preocupación por las otras facetas de su personalidad más allá de la puramente intelectual, un edificio nuevo; en una palabra, encuentran un espíritu nuevo y, sin temor de incurrir en exageración, una Universidad nueva.

La Universidad de Costa Rica fue restablecida en 1940 como simple agregado o conjunto de escuelas profesionales; así, más que como Universidad o universalidad, nació como diversidad. Fué, más que continente, archipiélago.

Lo profesional, con su aguda nota de especialización, preponderó sobre lo humano, lo social, lo cultural.

No intento demeritar el episodio de 1940: posiblemente era lo más que entonces podía hacerse, y era importante hacerlo. Se trataba de un primer paso.

Así fue como la Universidad nació entre nosotros, tan claro como suena, con el problema de su reforma ya planteado. Y apenas dejaba oir sus primeros vagidos la recién nacida criatura, cuando alrededor de su cuna se hablaba con audacia de la necesidad de someterla a una operación mayor.

Qué era lo que se pretendía, qué, en concreto, lo que se buscaba?

Hacer de la diversidad, Universidad; del archipiélago, continente; de las partes, un todo.

Poner la formación personal, cultural, social y ciudadana, antes de la formación profesional, la que vendría a constituirse, no más en la razón exclusiva de ser de la Institución, sino en el punto de llegada, después de haber cumplido ciertas etapas fundamentales.

Las profesiones son, es innecesario reiterarlo, muy importantes, pero son algo instrumental, y para su correcto y fértil ejercicio debe afinarse con esmero y energía las calidades humanas, culturales y sociales de quienes van a usar tal instrumento.

En el afán reformador había el deseo de integrar los conocimientos científicos particulares; de encontrar una posición humanística y espiritual para incorporar en ella lo puramente funcional o pragmático; de preparar al joven en la “profesión de hombre” antes de iniciar su preparación en las profesiones especializadas.

No era, y mal podía ser, una reacción contra las especializaciones, sino contra las especializaciones prematuras.

Las especializaciones son el patrón profesional obligado de la compleja organización económica y social contemporánea; el fruto del desarrollo tecnológico; el resultado de una útil división del trabajo intelectual; y necesitaremos cada vez más especialistas, más profesionales duchos en su campo, para hacerles frente a los intensos requerimientos sociales de nuestra época. Para Costa Rica, en un momento como el actual, de inicial y fructuoso desarrollo, esto es verdadero hasta lo angustioso.

Pero al mismo tiempo, en cuanto más especialistas necesitemos, mayor, necesidad tendremos de que esos especialistas sean, antes que especialistas, o —mejor dicho— a la par que especialistas, hombres cultos, libres de prejuicios, virtuosos, respetuosos y modestos. Porque si el desarrollo social y técnico estimula las especializaciones, el desarrollo de la democracia —usado el término en su más ancho sentido— exige la cultura general, el equilibrio de los conocimientos, el respeto, la comprensión y la coordinación entre unos y otros quehaceres científicos; la convicción de que las técnicas, con ser tan importantes, son únicamente medios, medios para hacer más digna, libre, segura y creadora la vida del hombre sobre esta tierra. Si la tecnología ha de lanzar a los hombres por distintos caminos, que la cultura general les ofrezca un horizonte común. Para decirlo en las bellas palabras de Alberto Einstein, uno de los más grandes especialistas —cultos de nuestro tiempo—, “no es suficiente enseñar a un hombre una especialización. Por este medio se puede convertir en una especie de máquina útil, o en una personalidad no desarrollada armoniosamente. Es esencial que el estudiante adquiera un entendimiento, un sentido vivo de los valores, un sentido vivo de lo bello y de lo moralmente bueno… Debe aprender a comprender los motivos de los seres humanos, sus ilusiones y sufrimientos, para así adquirir su verdadera relación hacia los individuos y la comunidad... También es vital para una educación valiosa, que se promueva en el joven el desarrollo del pensamiento crítico o independiente”.

Para lograr esos objetivos, el medio parece ser engarzar la especialización sobre un fondo de cultura general que le permita, a cada especialista, asomarse con simpatía al huerto del vecino, y comprender que su propio huerto no se confunde con el mundo entero ni es la primera de todas las cosas.

Urgía entonces que la Universidad se transformara, en primer lugar, para contribuir a crear la energía, la preparación y los instrumentos con los cuales tratar de satisfacer las necesidades crecientes del país; pero urgía al tiempo que se transformara y se preparara para evitar que tal satisfacción llegare a realizarse con mengua de los valores supremos del espíritu, y culminara en un torpe materialismo, mecanicista y anti-democrático. La conciencia social lo demandaba así.

El germen de la Reforma Universitaria fue, pues, el deseo de atender esos dos graves problemas conectados entre sí: la atomización del concepto y la estructura de la Universidad, y las graves consecuencias que por obra de las especializaciones prematuras y encerradas en sí mismas, tienden a producirse en la formación del universitario y en la estabilidad social y democrática de la nación.

El fermento renovador cuajó en 1946 con la presentación de una ponencia para reorganizar la Institución, presentada por don Abelardo Bonilla y don Enrique Macaya al Primer Congreso Universitario de Costa Rica.

De allí la idea pasó de una comisión a otra, viajó a los otros países centroamericanos en donde encontró el refuerzo de inquietudes similares surgidas en el seno de las Universidades hermanas, y fue finalmente convertida en decisión por el Consejo Universitario el 25 de noviembre de 1952, escasos dos meses después de haber asumido quien les habla la Rectoría de la Universidad. Pero es que ya para entonces era posible hacerlo: los fundamentos institucionales de esta Casa de Cultura Superior habían terminado de colocarlos los distinguidos Rectores anteriores: don Alejandro Alvarado Quirós, cuya perseverancia fue realmente la fuerza que logró restablecer la Institución; don José Joaquín Jiménez Núñez, quien le dió señorío e independencia; y don Fernando Baudrit Solera, quien consiguió para ella su completa autonomía jurídica y económica.

Desde que el Consejo Universitario aprobó ir a la reforma, hasta que la Asamblea Universitaria, órgano máximo del gobierno de la Institución, la aprobó sobre la base del establecimiento de una Facultad Central de Ciencias y Letras, transcurrieron casi dos años y medio. Pero ese lapso no fue tiempo perdido, sino tiempo ganado: ganado en permear tan hondamente a la Universidad con la idea de su reforma, que, cuando ésta se aprobó, se aprobó por unanimidad. Y debe recordarse que la Asamblea Universitaria cuenta con más de 300 miembros, entre profesores, funcionarios, representantes estudiantiles y delegados de los Colegios profesionales.

La aprobación fue así a manera de simple espaldarazo reglamentario: la reforma estaba ya decidida en el corazón de todos los universitarios. De tal modo que aunque ella no hubiese sido aprobada formalmente o si, aprobada, por alguna razón insuperable no la hubiésemos llevado la práctica, el fermento despertado por su debate en comisiones, Facultades y Consejos, por sí sólo justificaría el haberla intentado y puesto en discusión.

Ese estado de ánimo, receptivo y crítico al tiempo, dinámico, abierto y ambicioso, que caracteriza a la Universidad de Costa Rica de hoy, es la plena garantía del éxito final de la reforma.

En cierto modo es la reforma misma, ya realizada, antes que en los textos y en los muros, en el espíritu de los universitarios. Se trata, entonces, no de una reorganización impuesta, artificial o caprichosa, sino de una reorganización que se lleva a cabo de adentro para afuera, con la naturalidad y la fuerza con que la cosecha revienta de la mies.

Una vez aprobada, pusimos mano a la obra de convertirla en realidad institucional, y los dos años transcurridos desde entonces se han dedicado, con el mismo fervor e idéntica dedicación que caracterizaron la etapa de debate, a colocar las bases académicas, científicas, jurídicas y financieras, para crear esta Facultad y levantar este edificio que hoy inauguramos. Y el resultado último ha sido este nuevo espíritu, esta nueva Universidad que hoy le ofrecemos a la juventud estudiosa del país.

Se los ofrecemos en las manos limpias y responsables de don José Joaquín Trejos, Decano y Director General de los Departamentos de Ciencias; don Carlos Monge, Director General de los Departamentos de Letras; don Rafael Obregón, Sub-Director del Departamento de Historia y Geografía; don Rodolfo Pinto, Sub-Director del Departamento de Filología, Lingüística y Literatura; don Guillermo Chaverri, Sub-Director del Departamento de Química; don Rafael Lucas Rodríguez, Sub-Director del Departamento de Biología; don Claudio Gutiérrez, Presidente de la Comisión de Filosofía y Secretario de la Facultad; don Salvador Aguado-Andreut, Director de la cátedra de Castellano; don Archie Carr, Director de la cátedra de Biología; don Constantino Láscaris Conmeno, Director de la cátedra de Filosofía; don Enrique Macaya, Director de la cátedra de Historia de la Cultura; don Gustavo Santoro, Director de la cátedra de Sociología; don Roberto Saumells, Director de la cátedra de Matemáticas; de don Julio Heize González, don Antonio Balli y todos los otros profesores principales o asociados de la Facultad; de don Mariano Coronado, Director del Departamento de Bienestar y Orientación; don Gonzalo Adis, Director de la Sección de Orientación; don Otto Jiménez, Director de la Sección de Salud; don Rodrigo Leiva, Director de la Sección de Educación Física; don Edgar González, Director del Comité de Vida Estudiantil; y de todos los otros entusiastas colaboradores de ese Departamento; y de don Francisco Amighetti; don Carlos Enrique Vargas; don Lenín Garrido y don Guido Sáenz, encargados de las actividades complementarias de orden artístico, musical y dramático.

Como todo programa, para ser promisorio, debe ser en último término un programa de hombres, yo no vacilo en afirmar que el programa de la Reforma Universitaria producirá los frutos esperados. La calidad espiritual y la preparación científica de los hombres encargados de realizarlo, constituyen el sustento de mi predicción.

No es posible en esta oportunidad comentar la estructura de la nueva Facultad; deseo sólo apuntar a sus más importantes características, señalando el avance humano o institucional que significa cada una de ellas.

Año común para todos los estudiantes universitarios: formación de un gran espíritu de solidaridad y convivencia.

Concentración de las cátedras en sus respectivos Departamentos: dedicación preponderante a la investigación científica y a los otros quehaceres puramente académicos.

Departamento de Estudios Generales: atención a la formación cultural básica de los estudiantes.

Separación de las áreas de Ciencias Sociales, Ciencias Biológicas y Ciencias Físico- Matemáticas: conexión entre la cultura general y las carreras profesionales.

Organización activa del régimen de enseñanza: para complementar el tradicional enseñar, con el novedoso enseñar a aprender. Porque el día en que podamos dar a la enseñanza —como decía nuestro recordado amigo, el eminente pensador uruguayo Eduardo Couture — “cierta mezcla de precisión y de acechanza, de revelación y de incertidumbre, de gracia y de monstruosidad, de vida y de muerte, habremos dado uno de nuestros mejores pasos en el raro arte de impartir el saber”.

Programa de actividades complementarias y vocacionales: atención al desarrollo integral de la personalidad de los educandos.

Comité de Vida Estudiantil: fortalecimiento del sentido de responsabilidad y de las prácticas democráticas del cuerpo estudiantil.

Preparación en lo académico de los Profesores de Segunda Enseñanza: propósito de resolver un grave problema cuantitativo y cualitativo del sistema nacional de educación.

Licenciatura en Ciencias y Letras: desarrollo del espíritu científico desinteresado.

Además, la nueva Facultad ofrece un sistema tan flexible que ello, unido a las facilidades materiales que ofrece su pabellón central, nos permitió suspender por este año, como requisito de ingreso, los exámenes de conocimientos básicos que se exigieron en años anteriores, y ofrecer horarios que, al tiempo que invitan a dedicarse completamente a los estudios durante el primer año, permiten a quienes no pueden hacerlo, por obligaciones familiares u otras circunstancias personales, tomar sus cursos concentrados en ciertas horas del día. Todo esto ha sido posible —conforme lo dicho— gracias a que los dos planes de naturaleza matriz, la reforma académica y la construcción de la Ciudad Universitaria, se lograron enlazar y coordinar óptimamente.

Complementándose de manera recíproca, la reforma en el espíritu y la creación de las nuevas instalaciones materiales forman un todo indisoluble y armónico, que ofrecemos en prenda de la seriedad y la previsión con que se ha trabajado y con que esperamos continuar haciéndolo. La verdad es que inaugurar la Facultad de Ciencias y Letras y a la vez su pabellón central, implica estrenar alma y cuerpo el mismo día.

Y un corto paréntesis en este punto, para dejar constando nuestro reconocimiento para con los magníficos colaboradores en el aspecto material de la reforma. Son ellos don Jorge Emilio Padilla, Director del Departamento de Planeamiento y Construcciones; don Santiago Crespo, don Álvaro Dobles y don Edgar Vargas, de la Sección de Arquitectura; don Espíritu Santo Salas, de la Sección de Ingeniería Civil; las Compañías Beeche y Faith Ltda. y Johanning y Co. Ltda., que construyeron bajo el sistema de licitación; don César Sojo, Maestro de Obras, y todos los demás trabajadores que, en el nivel intelectual o material, de planeamiento, diseño o construcción, dieron su aporte igualmente valioso y necesario para el levantamiento de este magnífico edificio.

Hay que destacar una cosa en lo que se refiere al aspecto financiero del proyecto de la Ciudad Universitaria: ha sido todo él atendido con fondos propios de la Universidad, algunos, provenientes de la venta de las propiedades de la Institución sitas en el centro de San José, y otros, tomados de sus rentas ordinarias generales y de las especiales creadas para establecer la Escuela de Medicina. La venta de las propiedades ha producido sumas importantes, y las rentas —algunas garantizadas por la Constitución Política y otras por legislación ordinaria— han venido incrementándose año con año: no nos quejamos.

Y así, hasta el momento, no hemos tenido que solicitar de ningún Gobierno ayuda directa y específica para la compra de los terrenos ni para la construcción de los edificios. Todo lo hemos hecho con recursos propios, pese a que la Ciudad Universitaria, por su magnitud, por su belleza, por lo que significa urbanísticamente como gracioso complemento de la Ciudad Capital, y por las inmensas proyecciones que en la cultura del país tendrán los programas que ella está llamada a cobijar, es realmente una obra que desborda los linderos domésticos de la Universidad, para convertirse en imponente obra nacional.

Nos damos cuenta que el país está apenas comenzando a desarrollarse, y que su sistema democrático le plantea a los Gobiernos, una serie compleja y prácticamente interminable de requerimientos y demandas sociales de todo orden y tamaño, que los obliga a proceder con cautela en el uso de los fondos públicos, y a seguir sistemas de salomónica y difícil distribución de ellos a todo lo largo y lo ancho del territorio nacional. Pero creemos y confiamos que en algún momento, en aquél —no muy lejano— en que los fondos propios comiencen a mostrarse insuficientes, recibiremos especiales e importantes ayudas de la Administración Central.

Sabemos también que a la raíz de este problema está situado el viejo tema de la Cultura y la Economía y de quién es el que determina a quién. Hay que producir para saber, o hay que saber para producir? Son los frutos de las manos los que permiten cultivar el espíritu, o es más bien el cultivo del espíritu el que permite aumentar los frutos de las manos?

Mas por encima de toda bizantina discusión, el sólo planteamiento del tema nos indica que la verdad pareciera hallarse —como tan a menudo sucede— en el centro: el problema cultural es económico, y el problema económico es cultural. Y si es cierto que hay que ingeniar la manera de financiar el desarrollo de la educación, no lo es menos que al tiempo hay que educar para lograr el desarrollo de la economía. Y si es verdad que cuesta mucho financiar adecuadamente el crecimiento de la educación, también lo es que es mucho más lo que cuesta —en términos humanos y sociales— el dejar de hacerlo.

Ningún pueblo puede progresar en firme sin valerse abundantemente de la educación, de la educación elemental, de la media, de la vocacional y de la superior. Está ampliamente demostrado —valga el ejemplo de los países nórdicos de Europa, Suiza y Nueva Zelandia— que los módulos más altos de vida y los ingresos nacionales más crecidos, son el resultado, más que de los recursos de la naturaleza, de la existencia de elevados niveles educativos. Y la conclusión que salta de los informes de las Naciones Unidas sobre la diversa magnitud de la renta nacional de unos países a otros, es que los recursos humanos son el factor decisivo en el desarrollo económico. Ahora bien, la calidad de dichos recursos depende fundamentalmente de la educación.

Todo esto, desde luego, no requiere de argumentaciones especiales, y mucho menos en Costa Rica, cuyo nivel de vida relativamente alto, así como la vitalidad de sus instituciones democráticas, tienen como explicación y fundamento la tradicional y creciente preocupación de la comunidad y sus Gobiernos por la educación.

Por eso estimo sumamente fácil que, en asuntos como el que planteo en este momento, la Universidad llegue en el próximo futuro a arreglos fructuosos y cordiales para llevar adelante sus programas.

Hoy, 4 de marzo de 1957, en nombre del Consejo Universitario, declaro formalmente inaugurados la Facultad de Ciencias y Letras y su pabellón central. Y concluídas estas palabras, respetuosamente pediré al Excelentísimo y Reverendísimo señor Arzobispo de San José, impartir su bendición a estos muros en que van a realizarse tan trascendentales faenas del espíritu. Escucharemos luego las palabras del señor Decano de la nueva Facultad y, posteriormente, les mostraremos el edificio inaugurado a los altos funcionarios públicos y a los distinguidos miembros del Cuerpo Diplomático que han tenido a bien acompañarnos en la jornada de hoy. Finalmente, les pediré a todos ellos compartir con los estudiantes y con nosotros, la muy sencilla refacción que todos los años se ofrece en la Ciudad Universitaria con motivo de la iniciación de los cursos.

Es este pabellón el segundo de la Ciudad Universitaria: tiene 5.000 metros cuadrados de área y su costo total es de ¢2.318.000.00. El primer pabellón construído fue el de la Facultad de Ingeniería. A mediados del año pondremos en uso el tercero: el del Departamento de Investigaciones Agronómicas, cuya construcción inicióse el pasado mes de diciembre, y el cual levantamos con la colaboración financiera del Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola. El cuarto será el del Departamento de Química, que ha comenzado a construirse en estos días; y el quinto, el de la Facultad de Educación, cuyo levantamiento se iniciará a la mitad del año. Luego seguirán los de Microbiología y Biología, y el central de la futura Facultad de Medicina. El propósito es tener listas, para 1959, todas las instalaciones de los Departamentos de la Facultad de Ciencias y Letras, amén de los edificios de otras Facultades que han de trabajar íntimamente asociadas con aquélla. Es ese especialmente el caso de la Facultad de Educación que, inaugurada también en el presente año, continuará durante el mismo trabajando provisionalmente en el viejo edificio de la Universidad de Santo Tomás.

Simultáneamente estaremos, en lo que se refiere a lo académico, consolidando, ajustando y refinando la reforma que hoy comienza a trabajar.

Serán, pues, los dos años que siguen, decisivos en la vida de la Universidad.

Jóvenes estudiantes: tomen posesión de ésta su otra casa para honrarla, defenderla y mejorarla, como lo hacen con la casa de sus padres.

Aquí encontrarán ustedes oportunidades, comprensión y estímulo para todas sus inquietudes, anhelos y aspiraciones.

Estudien y lean mucho, pero al tiempo diviértanse sanamente; practiquen deportes; escuchen buena música; ingresen a los grupos experimentales de teatro e incorpórense a los programas radiales y a los coros; iníciense en la pintura; consulten a sus profesores guías, sus psicólogos y sus médicos, en relación con sus problemas económicos, emocionales e higiénicos; cuiden de su aliño personal, de su comportamiento y de su vocabulario; respeten los jóvenes a las señoritas y sean gentiles con ellas; concurran todos a las votaciones para elegir y ser electos como representantes estudiantiles; participen en la redacción de los órganos estudiantiles de prensa; interésense por la buena marcha de su Facultad y de la Universidad como un todo. Aprovéchense, con limpieza y señorío, de todo este hermoso y estimulante medio intelectual, natural y arquitectónico que la Universidad les ofrece.

Recuerden, en concreto, que esta nueva Facultad lo que busca es enseñarle al joven que se acerque a sus umbrales —como lo he dicho recientemente en la presentación de la Revista de Filosofía de la Universidad— a conocerse a sí mismo como ser de alma, carne y hueso, con necesidades materiales y espirituales, con historia y con futuro, circundado por un mundo material, biológico y social, que al tiempo le impone limitaciones y le ofrece oportunidades y derechos. Que, además, pretende mostrarle al educando su radical dimensión individual en cuanto tiene que librarse por sí y libremente su destino, y en cuanto es acreedor a un respeto sin más limitaciones que el respeto debido a los demás; enseñarle a plantearse problemas y resolverlos, a dudar y a pensar, y a tomar posiciones ética y racionalmente justificadas; hacerle reconocer su razón histórica en la obra milagrosa y múltiple de la cultura; ayudarle a comprender la sociedad en que vive para dotarlo de un claro concepto de sus obligaciones y sus derechos frente a los demás, y de un espíritu generoso y constructivo con el cual habrá de participar en la obra permanente de mejoramiento social; prepararlo para el ejercicio —libre, inteligente, tolerante— de la triple ciudadanía universitaria, costarricense y humana.

Jóvenes estudiantes: pasen a su casa con respeto y con confianza. Y cuiden mucho estos muros, que son de ustedes y para ustedes, y de las generaciones y para las generaciones que vengan detrás de ustedes: son de la juventud costarricense, que es como decir que están consagrados al futuro de la Patria.