Rev. Ciencias Sociales 159: 57-71 / 2018 (I)

ISSN: 0482-5276

RECONCEPTUALIZACIÓN A LA TICA: APUNTES HISTÓRICOS PARA EL TRABAJO SOCIAL COSTARRICENSE

RECONCEPTUALIZATION IN COSTA RICA´S WAY: HISTORICAL NOTES OF THE COSTA RICA´S SOCIAL WORK

Manuel Antonio Villalobos Morales*

RESUMEN

Desde un estudio histórico-materialista, este artículo devela las condiciones que permitieron el desencadenamiento del proceso reconceptualizador en el escenario costarricense. Para ello, se recogen las mediaciones que incidieron en la gesta del movimiento de reconceptualización, las cuales van desde las condiciones latinoamericanas y nacionales de mayor amplitud histórica hasta mediaciones político-académicas, que permitieron que este proceso se diera en la década de los 70.

PALABRAS CLAVE: COSTA RICA * TRABAJO SOCIAL * CAPITALISMO * ESTADO * HISTORIA * MOVIMIENTO SOCIAL

ABSTRACT

This article tries to reveal, from a historical materialist study, the conditions that allowed the outbreak of reconceptualization´s stage process in Costa Rica. Therefore, in a very synthetic way it rescues mediation of various kinds that affected the movement feat. These range from the Latin American and national conditions of greater historical scope to academic political mediations, which means that this process occurred in the seventies.

KEYWORDS: COSTA RICA * SOCIAL WORK * CAPITALISM * STATE * HISTORY * SOCIAL MOVEMENT

* Escuela de Trabajo Social, Universidad de Costa Rica.

antonio.villalobosmorales@ucr.ac.cr

INTRODUCCIÓN

PROCESO METODOLÓGICO

El presente trabajo es parte de una serie de artículos que tratan sobre la reproducción de la profesión de Trabajo en Social en Costa Rica. Este conjunto de escritos tiene como origen una investigación realizada como proyecto final de Licenciatura en Trabajo Social en la Universidad de Costa Rica1.

A continuación, se describe el proceso metodológico utilizado en la investigación de la que se desprenden estas reflexiones. Como parte de una comprensión histórico-crítica, esta investigación coloca la historicidad, la contradicción y la totalidad2 como elementos centrales de la comprensión del objeto de estudio.

Marx está convencido, en función de los estudios históricos que él realizo [sic] que “la sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada y diferenciada de la producción”. Y deja bien claro que el conocimiento rigoroso de su producción material no basta para esclarecer la riqueza de las relaciones sociales que se objetivan en el marco de una sociedad así de compleja; (...) Más —por todo el cumulo [sic] teórico que realizo [sic] en sus investigaciones anteriores— él está igualmente convencido de que el paso necesario e indispensable para aprender enteramente la riqueza de esas relaciones consiste en la plena comprensión de la producción burguesa moderna. Sin esta comprensión, sería imposible una teoría social que permita ofrecer un conocimiento verdadero de la sociedad burguesa como totalidad (incluyendo pues, el conocimiento —más allá de su organización económica— de sus intuiciones sociales y políticas y de su cultura) (Netto, 2009, p. 682).

De acuerdo con la cita anterior, en un primer momento, se requirió la comprensión de las transformaciones históricas posteriores a 1929 en Latinoamérica. Esta época —fines de los 20 e inicios de los 30—, como punto de inflexión, marcó cambios en la reproducción del capital que incidieron en el desarrollo del momento histórico en estudio, en la estrategia de la organización económica y por ende, en las orientaciones del Estado burgués; pues tuvo implicaciones centrales para la génesis y la reproducción de la profesión en América Latina.

El estudio de esas décadas permitió ver cómo las transformaciones históricas marcadas por ese periodo posterior a 1929, que durará hasta avanzados los años 70 con una nueva crisis del capital, generaron una base material que afectó el Servicio Social y dio paso a un movimiento cuestionador.

Una vez entendida la base histórica del movimiento, se estudió su reproducción y expresiones diferenciadas en los países centrales en los que se desarrolló en América Latina; en especial, Chile, Argentina, Brasil y Uruguay. Así mismo, se analizó la singularidad de las condiciones históricas nacionales que implican la comprensión de los procesos económicos, sociales y político-ideológicos de los años 40, 50 y 60; lo cual significó reconocer la génesis y la reproducción del Estado de reforma conservador costarricense a finales de los 30 y su desarrollo en los años 40 y 50; para luego abordar detenidamente las décadas de los 60 y los 70 en términos de Servicio Social.

Se identificaron las transformaciones que se dan tanto en el patrón productivo —de agroexportador a sustitución de importaciones— como en el Estado liberal al Estado de reforma conservador3. Por ende, en la política social y en su atención a las expresiones de la precarización a través de las demandas colocadas a esta profesión, donde se presentó el escenario de maduración de las relaciones sociales capitalistas.

A partir de lo anterior, los procesos económicos, políticos y sociales dieron cuenta de su relación con la profesión. Se relacionaron dichos procesos desde categorías como Estado, política social y cuestión social para entender la relación de la profesión con su totalidad.

En síntesis, la investigación está guiada por las categorías capitalismo, Estado burgués, política social y cuestión social, como puntos de partida analíticos de una comprensión de totalidad, es decir de poder integrar la historia que materializa la existencia del objeto de estudio.

Para ahondar más en la historia nacional, se estudiaron las transformaciones gestadas desde la Universidad de Costa Rica en las décadas de los 60 y 70; las cuales estuvieron mediadas por las condiciones de la particularidad histórica costarricense. Un punto central fue analizar las determinaciones en el marco de la institucionalidad, por ejemplo: los movimientos estudiantiles, el iii Congreso Universitario y el desarrollo de los partidos políticos de izquierda en la Universidad de Costa Rica.

La investigación, más allá de hacer un acercamiento al desarrollo de los cambios en las Ciencias Sociales en el país y la influencia latinoamericana, analizó la relación gestada en las transformaciones curriculares de la Escuela de Servicio Social. Estas fueron muy importantes para comprender los cambios en los modos de leer de la década de los 60 a los 70 y en su estructura organizativa.

Se recurrió a documentos, libros, trabajos de investigación y artículos de revistas que refirieron a los elementos de carácter histórico; los cuales permitieron agrupar la información para así abstraer y comprender la constitución del movimiento de reconceptualización. La información consultada se obtuvo de las distintas bibliotecas de la Universidad de Costa Rica, tales como Carlos Monge Alfaro, Luis Demetrio Tinoco, Eugenio Fonseca Tortós; así como de bibliotecas privadas.

Se revisaron archivos concernientes a la formación académica: planes, currículos, cursos, contenidos, programas, bibliografías y se consultó a docentes; además de las actas de la Escuela de Trabajo Social, las cuales permitieron conocer la dinámica de esta, sus relaciones con otras instituciones, las rupturas y las continuidades en relación con este objeto de estudio. Todos estos documentos se obtuvieron de la Escuela de Trabajo Social de la Sede Rodrigo Facio y del Archivo Universitario Rafael Obregón Loria.

Se recurrió a entrevistas semiestructuradas para complementar la información documental (archivos, revistas, libros, actas, cartas) que presenta vacíos o no está clara. Las informantes se seleccionaron mediante el criterio experto de la directora de la investigación de grado. Los criterios de selección fueron los siguientes:

Estudiantes que cursaron el plan de estudio de 1965, autoridades y docentes protagónicas.

Estudiantes o docentes vinculados a los cambios en el plan de estudio 1973 y 1976; sin embargo, estas fuentes no se tomaron en cuenta en este artículo.

Estudiantes del plan de estudio de 1973 o 1976, docentes y estudiantes líderes en la comunidad educativa durante dicha década.

JUSTIFICACIÓN

Ante un esfuerzo por problematizar cómo la reconceptualización se reproduce en Costa Rica, este artículo recorre este asunto desde una perspectiva socio histórica. El abordaje de la reconceptualización, en el caso costarricense, se ha explicado como un proceso homogéneo en Latinoamérica, en el que no ha sido posible —con muy raras excepciones para Costa Rica— reconocer su matiz nacional desde la mirada histórica, de modo que se logre situar su génesis y reproducción en la totalidad, historicidad y contradicción de la realidad capitalista.

Bajo esa consigna, este trabajo ofrece aportes sustanciales para reconocer ese proceso en el país, situando su reproducción en dos posibles momentos: su origen en 1968 bajo un grupo que se ha denominado la vanguardia del 68, el cual condensó el cuestionamiento inicial de perfil tecnocrático reformista y que se mantuvo hasta 1973; y en ese último año, un segundo momento caracterizado por una crítica de rasgos más anticapitalista.

Con ello, se quiere dar a conocer la heterogeneidad del movimiento de reconceptualización y su complejidad, ante todo, el reconocimiento de que en Costa Rica su desarrollo estuvo marcado por distintos matices. Así se pretende ofrecer una explicación que logre dar cuenta de la riqueza de los elementos que se encuentran en la realidad social y que pueden ayudar a explicar procesos de ante mano ya complejos, para ofrecer al Trabajo Social costarricense un “eslabón histórico” en su comprensión.

CAPITALISMO E INICIO DEL SERVICIO SOCIAL COSTARRICENSE

El Trabajo Social y su historia están ligados al desarrollo material de la sociedad burguesa. En el caso concreto de la reconceptualización, se encuentra muy unida a los procesos del capitalismo latinoamericano posterior a los años 30 del siglo xx4.

Con la primera crisis capitalista del siglo xx, ubicada espacialmente en New York en 1929, el modelo agroexportador costarricense de productos, que esencialmente son postres, café y banano, se ve afectado. Ello, junto con la Segunda Guerra Mundial, incidió en el modelo productivo que asumió el país en las siguientes décadas. De manera que, al igual que en el resto de América Latina donde hubo un capitalismo periférico —papel de subsidiario frente a las economías centrales—, se da el agotamiento del liberalismo5 y con ello los paulatinos cambios en los que el Estado se refuncionaliza para incidir en la estabilización de las tasas de ganancia del capital.

La precarización de las condiciones de existencia6 repercutió en las formas como se reguló el conflicto entre el capital y el trabajo, pues los sectores que vivían del salario —cada vez más amplios— se organizaron en función de sus demandas.

A partir de los requerimientos de capital posteriores a 1929, se dieron modificaciones en las economías latinoamericanas, aunque de manera desigual; ya que hubo sectores de clase que continuaron vinculados a la producción de materias primas agrícolas y mineras, y sectores sujetos a la economía de enclave; sin embargo, como indican Cardoso y Faleto (1971), la hegemonía se muestra a partir de los 30 en la industria.

Los autores mencionan que lo anterior involucró la pérdida de la dinámica en estos ámbitos de la economía. Se expulsó la fuerza de trabajo del campo hacia la ciudad, en busca de empleo en la naciente industrialización. Con ello, surgió un conjunto de demandas de la clase trabajadora ante el Estado en materia de vivienda, salud y educación.

Siguiendo a Quijano y Weffort (1976), estas transformaciones implicaron que los sectores agrícolas se redujeran y se trasladara la mano de obra de la ruralidad a las ciudades. Aunado a las mutaciones de los empleos en la misma urbanidad, inició el predominio de la industria manufacturera y esto acarreó la proletarización de los trabajadores de la urbe. Este hecho produjo proletarización de amplios sectores de la población latinoamericana, junto con sectores sin empleo o subempleados sin requerimientos para ser contratados.

Se conformó una clase obrera con las particularidades del capitalismo periférico y el llamado “ejército industrial de reserva”: desempleados y subempleados que conformaron las “villas miserias”, las “favelas”, los “tugurios” y los “pueblos jóvenes”. Estos procesos fueron estudiados y conceptualizados como “marginalidad social”.

Es decir, estas transformaciones gestadas en las nuevas condiciones históricas latinoamericanas dan cuenta de que, conforme se profundizan las relaciones capitalistas en la realidad latinoamericana, sus consecuencias inherentes se manifiestan en la existencia de la población, que vive del trabajo y es tratada como expresión marginal del capital.

En dichas condiciones económicas de América Latina, el caso costarricense, abandonó los intereses exclusivos del capitalismo agrícola, en función de un proyecto con intenciones de diversificar la producción de mercancías. Este proyecto, según Solís y Esquivel (1980), “suponía el desarrollo de polos de acumulación alternos al café como única forma de generar ‘un espacio de acumulación’ para la fracción de burguesía emergente y aglutinar sobre esta perspectiva a otros sectores de la burguesía no oligárquica” (p. 45). Sumado a ello estaban las evidencias del cambio del modelo del Partido Liberación Nacional (pln) bajo los tres mandatos de José Figueres Ferrer.

Una síntesis de lo analizado, la expresan Solís y Esquivel (1980) al afirmar que se asistía, a nivel del capitalismo mundial, a una redefinición en la división internacional del trabajo, lo cual posibilitaba nuevas líneas de acumulación en la periferia. Esto significa la oportunidad de concretar el proyecto de desarrollo industrial en estrecha alianza con el capital monopólico norteamericano e incentivos para la diversificación de la estructura agraria. De modo que se inserta en puntos donde la oligarquía no estaba presente o no era significativa, lo cual condensa el capitalismo mundial y la situación internacional de un proceso de crecimiento económico y una nueva etapa en el proceso de acumulación interna. Dentro de la concepción política del pln, el Estado tenía que jugar un papel de primer orden en cuanto a facilitar la consecución de estos objetivos.

Esta fase de la reconversión productiva, como en el resto de América Latina, aunado al papel de las fuerzas políticas, trajo demandas que fueron llevadas al ámbito público; es decir, las manifestaciones de la cuestión social.

La condensación de las demandas del capital y en menor grado de la clase trabajadora, pasará a estar en el escenario del capitalismo costarricense, desarrollo histórico donde tiene sentido la génesis de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica, como fue estudiado por Esquivel (2003). Esto debido a que la Escuela de Servicio Social creada en 1942, estuvo ligada a la necesidad de formar cuadros profesionales para la naciente institucionalidad costarricense, tal como menciona Fallas (2010) en su estudio: “En la conformación de la primera escuela adquieren mayor peso otros elementos, sobre todo aquellos vinculados con las necesidades de la creciente institucionalización para la atención que el conflicto social estaba evidenciando” (p. 207).

En sus inicios, según Fallas (2010), esta Escuela era de carácter privado, sin ningún nivel académico, es decir de preparación eminentemente técnica, financiada por la Caja Costarricense del Seguro Social (ccss)7 y el Patronato Nacional de la Infancia (pani)8, para formar su propio personal en el campo social. En ese momento, acompañaban su junta fundadora:

Lic. Héctor Beeche Lujan (abogado).

Lic. Óscar Barahona Streber (abogado-economista).

Lic. Abel Gutiérrez Alvarado (abogado).

Dr. Óscar Padilla Castro (abogado, representante ccss).

Sr. Rodrigo Méndez Soto (representante pani).
 Sr. Pablo Luros (representante de Salu-bridad Pública).

Nótese que son abogados y representantes institucionales los que se encuentran acordando en un principio la naturaleza y rol de la Escuela, la cual en su inicio era, ante todo, certificadora (certificar a las servidoras sociales). Es importante considerar el origen profesional de los fundadores porque esto fue decisorio en el perfil de la vieja Escuela de Servicio Social. En 1944 pasa a formar parte de la Universidad de Costa Rica, se anexa a la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales; en 1956, en su condición de departamento de esta Facultad, logra establecer la Licenciatura en Servicio Social, en la cual se defendió la primera tesis en 1959.

Para Fallas (2010), los primeros años de la formación se dirigieron no solo a preparar nuevos profesionales, sino a capacitar técnicamente a las llamadas visitadoras sociales, que ya se desempeñaban empíricamente en el país. Así, en las décadas del 40 y 50, había un gran número de estas sin ningún tipo de formación. Al respecto, Mora (1968) indica que la Escuela “se fundó con el propósito de ayudar a las instituciones de previsión y asistencia o acción social a preparar adecuadamente al personal necesario” (p.17).

La génesis de la Escuela mantuvo en sus primeros años un perfil hegemónicamente técnico, marcado por su origen, pues las demandas del mundo del trabajo fueron la preocupación fundamental bajo la cual surgió, marcada por una falta de legitimidad académica, es decir no fue una preocupación de la Universidad sino de la institucionalidad. Sumado a esto, la formación se veía mediada, como Escuela emergente, por la carencia de profesionales formados en Servicio Social. Por ello, se recurrió a profesores de otras profesiones, fundamentalmente de Medicina y Derecho, como encargados de la formación y la orientación de la Escuela. El padre Herrera, entrevistado por Valverde (1992), menciona que entre los primeros titulados en la Licenciatura en Ciencias Económicas y Sociales con énfasis en Servicio Social se encuentran: María Luisa Echeverría, Betty Sáenz, María de los Ángeles Ramírez y José Luis González, quienes posteriormente pasaron a ser profesoras y profesor de la Escuela de Servicio Social.

De acuerdo con Fallas (2010), mientras tuvo carácter de adscrita al Departamento de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, la Escuela tuvo una débil autonomía en el ámbito de las decisiones académicas. Careció de una planta docente con profesionales graduados en Servicio Social, ya que los cursos en su mayoría eran impartidos por abogados o médicos y algunos pocos profesionales en Trabajo Social que se formaron en el exterior, por lo cual la formación tuvo una menor preocupación por las mediaciones teórico-filosóficas y estuvo permeada por una formación en función de las condiciones históricas del momento, es decir, inscrita en una necesidad de profesionalizarse vinculada directamente al proyecto de Estado.

Durante los primeros años de la Escuela de Servicio Social, se observa la existencia de un proyecto que se adscribe a la creciente institucionalización del conflicto social, funcionó como un escenario constitutivo, que expresó un proyecto societario, orientado por el reformismo y bajo el ideario socialdemócrata. Este último amplió la institucionalidad pública como parte de las lógicas colocadas al Estado en las transformaciones del capitalismo de la época. Lo anterior se unificó con las condiciones internas: la intención de la junta fundadora de aquella primera Escuela y el proyecto de profesión que se gestó, cuya preocupación fundamental y primera fue responder a las necesidades del emergente Estado reformista.

Desde el punto de vista teórico, las primeras tres décadas (1942 a 1970), condensaron, según Fallas (2010), que la reproducción de los fundamentos del Social Work en los primeros años del Servicio Social costarricense es central, entre lo que cabe destacar la influencia del empirismo y pragmatismo, por la tradición estadounidense (caso social individual), posteriormente la Psicología y Psiquiatría por la vía del Servicio Social de grupo, y las tendencias positivistas de corte desarrollista planteadas por el desarrollo de la comunidad (Fallas, 2010, p. 315).

El descrito desarrollo histórico nacional y sus amarres económicos-políticos y sociales dan cabida a la existencia de la Escuela de Servicio Social, que se mantuvo estable casi hasta inicios de los años 70, justo cuando el desarrollo del modelo productivo capitalista del reformismo conservador daba cuentas de su imposibilidad estructural de poder enfrentar las denominadas “expresiones de marginalidad”, aún y con todo su armatoste reformista.

RECONCEPTUALIZACIÓN Y CONDICIONES MATERIALES

El movimiento de reconceptualización es un movimiento cuestionador del Servicio Social clásico en América Latina que se gesta en el segundo quinquenio de los años 60. Tuvo su origen en las reconfiguraciones productivas capitalistas de ese periodo histórico que calaron en las comprensiones teóricas y políticas de la profesión, generando propuestas diferenciadas a esa crítica.

Como menciona Carcanholo (1981), los años 50 fueron la consolidación del modelo pequeño burgués de establecimiento de una economía diversificada y en rápido crecimiento que suponía la necesidad de una veloz profundización y extensión de las relaciones mercantiles, así como de la expansión y desarrollo del capital en las ciudades y en el campo, “Por tanto, el común denominador del desarrollo de estas actividades ‘diversificadoras’ es la profundización y extensión de las relaciones salariales como única forma de ingreso para la fuerza de trabajo agraria” (Solís y Esquivel, 1980, p.48). Para la década de los años 1960, Carcanholo (1981) menciona que:

(…) empiezan a instalarse en el país nuevas empresas e industrias destinadas a la elaboración de bienes que antes eran importados, en general realizando apenas la última etapa de la producción a partir de bienes semi-elaborados adquiridos a través de la importación. El sector manufacturero pre-existente que atendía la demanda tradicional (bienes de consumo producidos localmente desde antes de 1960) sobrevivió y solo progresivamente fue desplazado por la industria más moderna. Cada vez más la expansión del sector industrial sería determinada por las nuevas industrias y empresas (p.267).

Como menciona Abarca (1997), estas actividades económicas favorecían la inmigración de trabajadores hacia San José; su tasa aumentó de un 36% en 1950 a un 42,7% en 1963.

De acuerdo con Solís y Esquivel (1980), el desarrollo de los nuevos rubros de exportación significó un movimiento acelerado de concentración de tierras y desintegración económica campesina, con la consecuente expulsión de la fuerza de trabajo. Dos ejemplos son la ganadería y la producción industrial. La primera se expande aceleradamente en la región norte del país y en el Pacífico seco, ya que en el año 1973 el proceso de concentración territorial había alcanzado un nivel tal que menos del 8% de los productores pecuarios poseían casi el 70% de la tierra. La producción industrial estuvo hegemonizada por 3 o 4 empresas transnacionales en cada rama dinamizada entre 1963 y 1972 y la fuerza obrera industrial duplicó su número en esos años.

En ese sentido, existen transformaciones de la esfera productiva que inciden en el espectro de la vida social impactando con mayor fuerza la producción de la marginalidad. Las condiciones materiales que gestan la reconceptualización se caracterizan por el desarrollo industrial que inicia la formación de un nuevo contingente de la clase obrera. El aumento de las relaciones salariales y la puesta en marcha de la profundización de las relaciones capitalistas de producción muestran anillos de pobreza en la urbanidad, el desarrollo de un lumpen proletariado y de la expropiación del campesino. Al finalizar la década de los 60, como parte de un proceso iniciado en la fundación de la Segunda República (después de 1948), las transformaciones muestran un nuevo marco de relaciones sociales, destacado por un acento en el conflicto social y una institucionalidad en ascenso que lo atendía, donde mediaba la existencia de la profesión con herramientas teóricas y técnicas que estaban caracterizadas por su corto alcance intervencionista y explicativo.

La crítica germinal fue un producto de la reconfiguración productiva del capitalismo latinoamericano que desde los años 30 inició su transformación y que como consecuencia progresiva de ese proceso trajo una mayor producción de la marginalidad. Ese escenario de marginalidad tuvo mayor fuerza en los años 70 y en general, fue acompañado en América Latina de la institucionalización del conflicto social, pero aún con las herramientas profesionales más clásicas; es decir, existe un aumento en las respuestas estatales de cuestión social, no obstante, el arsenal para esa atención es rudimentario.

A partir de lo anterior, se encuentran los fundamentos de la crítica al servicio social clásico, que se singulariza en cada país fundamentalmente en dos grandes tendencias: tecnocráticas o críticas9. A continuación, se expone el caso costarricense.

LA VANGUARDIA TECNOCRÁTICA

En la escena capitalista de los años 60, surgen los primeros cuestionamientos al Servicio Social, como en el resto de América Latina. Ahora bien, de acuerdo con la investigación realizada por Villalobos (2014), en Costa Rica, el rumbo inicial de ese cuestionamiento es liderado por estudiantes y docentes que dirigen el movimiento de reconceptualización en el país, entre las más destacadas se encuentran Flora Isabel Ramírez y Rosa María Mora.

El cuestionamiento tiene dos pilares. El primero corresponde a que esa crítica está movida por una preocupación metodológica, “la crítica tecnocrática Nettista”; esta deviene originariamente de miembros de la junta fundadora que eran jerarcas institucionales y que veían en el crecimiento del proyecto país reformista una incapacidad de la profesión para responder a lo requerido por la creciente institucionalidad y la demanda, ante todo por la hegemonía del caso social individual. De acuerdo con Mora (2013) y Ramírez (2013), resultaba evidente que ya no servía únicamente el método de caso, sino que requerían “otras metodologías” para atender el proyecto de Estado, ante la agudización de las expresiones de la “cuestión social”.

El segundo pilar se relaciona teóricamente con que existía una inquietud por buscar nuevos marcos explicativos de la realidad social, ante las múltiples transformaciones que saltaban a la vista y que hasta el momento no eran resueltas por el bagaje teórico ofertado por las tradiciones europeas y norteamericanas al Trabajo Social costarricense, cuyo perfil era fundamentalmente técnico-funcionalista.

En términos políticos, de acuerdo con Mora y Ramírez (2013), ese primer momento del cuestionamiento se movió siempre en los límites del reformismo marcados por la “medianía costarricense”10: la influencia de las “ideas de justicia” que anunciaban líderes como Benjamín Núñez, miembros centrales del Partido Liberación Nacional y docentes en la vieja escuela de Servicio Social. Por lo cual, este primer cuestionamiento, derivado de lo que podría denominarse la reconceptualización en el país, viene a ser liderado por una crítica moderada, predominantemente marcada por una preocupación tecnocrática perfilada también por un ideal de justicia “de bien común”.

En ese escenario de finales de los 60, el núcleo problematizador con críticas en lo metodológico y en lo teórico, encuentra respuestas con la entrada del Trabajo Social costarricense en el escenario internacional latinoamericano en 1971, particularmente con la participación en el vii Congreso Panamericano de Quito, Ecuador y luego en los seminarios latinoamericanos donde el Servicio Social costarricense busca respuesta a sus cuestionamientos.

En ese proceso latinoamericano coexisten las tendencias que Netto (1976) planteaba, reflexiones que expresan líneas tecnocráticas, el caso de la brasileña, recuérdese Araxa y Teresopolis, o líneas más críticas como las uruguayas, chilenas y argentinas11. Por un lado, del Documento de Teresopolis se retornaba a las perspectivas tecnocráticas del desarrollismo y en el caso de Araxa existió una preocupación técnica por el perfeccionamiento de los métodos, entre ellos: el auxiliar, el básico, el integrado. Esto permitió a la Escuela costarricense ver preocupaciones y respuestas a los pilares de su crítica en la misma línea en que se venía gestando y a su vez, acceder a una oferta literaria que ampliaría la discusión y la comprensión de las condiciones históricas del momento.

La vanguardia de 1968, es decir ese grupo de estudiantes y docentes que sostienen la crítica al Social Work, logra traer insumos para fortalecer su propuesta, con la importación de bibliografía, acompañados de la realización de jornadas de reflexión en la Escuela de Servicio Social; donde según Mora (2013) se valora la pertinencia o no de los insumos para la realidad costarricense.

A este panorama se sumó la práctica profesional como fuente de crítica, ya que hasta avanzados los años 60 esta fue fundamentalmente en instituciones orientadas a la casuística. Sin embargo, en 1968, la experiencia de una práctica profesional en la comunidad se diferencia de la tradicional: la del Servicio Social clásico, la cuál era una práctica únicamente en las instituciones, donde no se podían ver el contexto de las problemáticas en las que intervenía la profesión.

El contacto con el contexto permitió reforzar la ampliación de los métodos del Servicio Social y generar nuevas interrogantes sobre la realidad social. Si bien ese planteamiento pertenece aún a los años 60, no se cree que estas rupturas hayan sido producto de un pensamiento crítico en el sentido estricto, sino —y a manera de hipótesis se plantea— un proceso de apertura a lo comunal en el marco del desarrollismo y la Alianza para el Progreso que, de acuerdo con Fallas (2010), tuvo hasta los años 60 mucha fuerza.

En síntesis, la apertura de la práctica pudo haber tenido fundamentalmente un impulso en lo comunal y en lo desarrollista; además, para ese momento histórico eran ideas con gran arraigo. Sin embargo, significaron, en ese escenario concreto, la profundización de un cuestionamiento. De acuerdo con Guzmán (2013), al destacarse las zonas de pobreza de Ipís y Guayabal12 como espacios de práctica comunal en el plan de estudios, se agudizó esa necesidad por comprender teóricamente aquella realidad social.

Las limitaciones de un avance en la crítica seguían pesando, el escaso cuerpo docente con titulación en Trabajo Social se formó en Estados Unidos o República Dominicana y la segunda generación de personas educadoras son los tituladas bajo la enseñanza de los primeros formadores y primeras formadoras.

En consecuencia, la capacidad de renovar la lectura de comprensión de la profesión se vio limitada hasta finales de esta década, cuando inicia la incursión de docentes con otro perfil académico y justamente Costa Rica entra en diálogo con los procesos latinoamericanos de cuestionamiento, que le ofrecen respuestas a esa crítica al Trabajo Social de raíz norteamericana.

Ahora bien, superar las mediaciones político-académicas fue central para el desarrollo del movimiento reconceptualizador: la hegemonía del método de caso y las concepciones armoniosas de lo social, desprendido de los fundamentos del Trabajo Social de raíz norteamericana tuvieron una presencia central bajo la dirección de Francisco Herrera en la Escuela de Servicio Social.

De acuerdo con Valverde (1992), Herrera creía que el objeto del Trabajo Social era “el hombre mismo” y como cada “hombre” es único, su tratamiento —proceso de intervención social— también lo era; por lo tanto, el método de caso era privilegiado en la comprensión de quien fue por 25 años director de la Escuela de Servicio Social13. Según Mora (2013), para el grupo crítico de ese momento —vanguardia del 68—, era necesario superar esas comprensiones y tener un cambio de dirección, de lo contrario, las ideas vanguardistas no tendrían espacio, ya que Francisco Herrera era una figura que aglutinaba las ideas más conservadoras en torno a la profesión14.

Posterior a la elección de 1972, en la cual Rosa María Mora15 asume la dirección de la Escuela, se da la aprobación del plan de estudios de 1973 que tenía por objetivo “la liberación del hombre” pero que a su vez contenía una línea desarrollista16. En este plan de estudios, se encuentra un componente de la teoría social y de metodologías del Trabajo Social latinoamericano. En ese sentido, dicho plan de estudios aglutina el producto más acabado del proceso iniciado en 1968, el cual fue una comprensión crítica de la complejidad de lo social, pero a su vez un acento técnico en los procesos metodológicos más pragmáticos del Trabajo Social latinoamericano. Este plan abarcaba los nuevos insumos metodológicos de la “tecnocracia” reconceptualizadora y a su vez irrumpía con lecturas críticas de la realidad de la tendencia más radical de la reconceptualización

UN SERVICIO SOCIAL A LA IZQUIERDA

Todos los elementos tratados anteriormente dieron pie para delimitar una primera etapa del movimiento de reconceptualización en Costa Rica, denominada la fase más moderada del proceso reconceptualizador costarricense. A partir de 1973, surgió la segunda fase del movimiento en el país.

Las transformaciones a inicios de los 70 en la Universidad de Costa Rica en lo referente a la politización del movimiento estudiantil —a través de la lucha contra Aluminum Company of America (alcoa)17 y el desarrollo de la izquierda (Partido Vanguardia Popular, Partido Socialista y el Movimiento Revolucionario del Pueblo— tendrán un impacto importante en la plataforma estudiantil, en tanto este nuevo escenario nacional rompe la armoniosa relación Estado-universidad. En esta última, se da una implosión significativa; ya que debido a las nuevas demandas curriculares (más carreras, por ejemplo, en 1974 se crea la Facultad de Ciencias Sociales) y demográficas (Monge, 1978) se dio un aumento sustancial en la matrícula de estudiantes universitarios; de 7000 alumnos que había en 1967, se pasó a 13 000 en 1970, a 22 000 en 1974 y a casi 30 000 en 1975. Sumado a ello, las nuevas ideas surgidas con el desarrollo de las ciencias sociales; las cuales, durante los años 70, se vinculan a las corrientes teóricas de interpretación social amparadas en la teoría crítica de acuerdo con Rovira (2010), que generan un cuadro que impacta los fundamentos de la profesión.

El plan de estudios de 1973 ofrecía una lectura crítica de la realidad social que, junto con la politización del movimiento estudiantil, el desarrollo de partidos de izquierda y las experiencias de movilización y lucha, generó consignas que abonaron las lecturas radicales de la sociedad burguesa. Esto permeó ideológicamente en las estudiantes de Servicio Social, generando comprensiones distintas a las de la vanguardia de 1968 en el cuestionamiento que estaba realizando la profesión como parte del movimiento reconceptualizador.

Francheshi18 (2013) menciona que existía una inconformidad entre la teoría y la práctica, por lo que entró en contraste la praxis social con la praxis profesional, ya que la primera fue dada por el acercamiento a los sectores populares y a las expresiones de la cuestión social por la vía del movimiento estudiantil y los partidos políticos, nutrida teóricamente por los fundamentos del plan de estudios de 1973, principalmente en sus cursos de Realidad Nacional; pero la praxis profesional de las prácticas en el plan de estudios continuaban siendo conservadoras y eso parecía incongruente para las estudiantes.

El plan de estudios de 1973 ofrecía bases teóricas críticas, pero no permitía una práctica congruente con ese escenario. Por lo tanto, reproducía los intereses del Estado y no era un Trabajo Social comprometido con el pueblo. Este hecho marcó una ruptura con dicho plan de estudios, el cual (como se ha sostenido en este artículo) sostuvo una influencia desarrollista.

Para las estudiantes, el motivo de la crítica realizada por la vanguardia del 68 era limitado, pues su accionar profesional resultaba conservador; ya en pocos años, las posturas de avanzada no alcanzan la crítica necesaria para ciertos sectores, más radicalizados del servicio social vanguardista, por lo que se da entonces una nueva escena histórica.

Ramírez (2013), representante de la vanguardia del 68, sostenía que debía leerse filosofía marxista, pero no ser marxista. Fransceshi (2013), defendía la necesidad de crear un Trabajo Social para el pueblo. Esta cuestión desembocó en un elemento que acercaba con mayor fuerza las lecturas críticas sobre las tendencias modernizantes expresadas en el Cono Sur, con esto desplazaba el agente de cambio del desarrollismo por un compromiso con las clases sociales populares. El nudo de esto es la politización del Trabajo Social.

El iii Congreso Universitario en 1973 significó la colocación de un pensamiento con ideología crítica en la universidad, el cual encontraba afinidad con los cambios en el Servicio Social costarricense. Tanto en la profesión como en la Universidad de Costa Rica, se encontraba en discusión aquella idea del compromiso con el pueblo.

Esta sincronización ideológica trajo réditos significativos para la Escuela19, por eso constituye una mediación muy importante (si se trata de entender las transformaciones de la profesión en los años 70). A modo de ilustración, la cantidad de las plazas obtenidas, sin duda, permitió un mayor desarrollo de la reflexión académica, pues la posibilidad de tener un cuerpo docente dedicado con exclusividad a la Escuela otorgaba un perfil distinto a las funciones que podía ejecutar la unidad académica.

En este punto, se confirma la hipótesis que se ha venido sosteniendo a lo largo del recorrido histórico expuesto, según la cual, para las impulsoras de la vanguardia del 68 que a pesar de estar radicalizadas hasta cierto punto respecto al Trabajo Social de raíz norteamericana, este proyecto presentaba y expresaba un límite.

Ejemplo de lo anterior es la postura moderada que las vanguardistas tuvieron sobre el método de caso Mora (2013), una de sus principales representantes, afirma que “había que ver más, pero no desecharlo”. Otro de los ejemplos es su postura en torno a las teorías marxistas, que empezaban a tener peso, donde se disocia una comprensión crítica de acciones críticas. Mora (2013) indica que “había que leer de marxismo, pero únicamente para la comprensión de la realidad” ¿y la acción política?

De acuerdo con lo anterior, este grupo expresó una “radicalidad con techo”, la cual se da por haber sido hijas del pensamiento generado en la Escuela de Servicio de los años 50 y 60 de carácter social demócrata; fundamentalmente, el respeto a la propiedad privada y la justicia social en manos del capitalismo.

Ahora bien, un segundo elemento sustancial expuesto en el iii Congreso Universitario20 es la posibilidad política e ideológica de un ambiente proclive al pensamiento crítico. Si bien este congreso es la expresión acabada de un proceso relevante en la Universidad de Costa Rica desde al menos cinco años atrás —con la explosión demográfica y el desarrollo de ideas críticas, acompañadas del auge de las ciencias sociales— ofrece dentro de la universidad un papel asumido institucionalmente de compromiso social: permitió la politización al menos de un sector del centro de estudios. Con ello, se genera un ambiente legítimo para las ideas radicales que implicarán un compromiso con el pueblo, lo cual propicia tolerancia ideológica al desarrollo de diversas ideas, entre ellas las más radicales.

Esto muestra que las condiciones políticas costarricenses eran, en el cuadro centroamericano, “las más estables” del capitalismo, democracias representativas sin procesos dictatoriales o guerra civil, lo cual también fue condición para que profesores de universidades chilenas y argentinas se radicaran en Costa Rica justo cuando sus países pasaban por procesos de raíz sociopolítica dictatorial, ello ayudó a que en el país tuvieran acogida docentes con experiencias más críticas de la reconceptualización. En términos teóricos, se diría que el primer momento se ve mayormente influenciado por el lastre pragmático-tecnocrático del Servicio Social costarricense y las dos tendencias expresadas por el Cono Sur. Mientras que el segundo tiende a crear una plataforma nacional con mayor madurez teórica, en la cual ingresan nuevos docentes del plan de estudios recién estrenado, además entran exiliados de la tendencia suramericana más político-ideológica.

La llegada de profesoras y profesores chilenos y argentinos marca un importante punto de quiebre para radicalizar el proceso, ya que tienen una gran influencia de Paulo Freire con el tema de la educación popular. Freire se encontraba en Chile desde mediados de los años 60, cuando inició la dictadura en Brasil y tuvo una gran influencia con sus métodos de alfabetización. Cuando comienza la dictadura en Chile, este vuelve a Brasil y muchos intelectuales migran, entre quienes se encuentran docentes de la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Costa Rica.

La presencia de estas y estos extranjeros en la Escuela de Servicio Social, cuyas ideas eran más cercanas a teorías críticas, junto a la influencia de los cursos teóricos del plan de estudios de 1973 y de la izquierda en Costa Rica, congenia con la formación de docentes nacionales de las ciencias sociales que ejercían entonces.

LA GENERACIÓN DEL 73

La generación del 7321 fue el grupo de estudiantes de la Escuela de Servicio Social formado con el Plan de Estudios del 73; sus integrantes ingresaron al cuerpo docente de la Escuela de Trabajo Social22 en los inicios del plan de 1976, con lo cual se potenció un segundo momento del proceso reconceptualizador, por tener un mayor acento de las tendencias más críticas de la reconceptualización en América Latina.

Esta generación se caracterizó por las ideas del fundacional Marx y sus categorías: clase, método, dialéctica, praxis, ideología, socialismo. También por elaboraciones teóricas de las producciones latinoamericanas, como las de Paulo Freire. En síntesis, una segunda parte de la reconceptualización en Costa Rica, se vio marcada por:

a) El exilio de trabajadores y trabajadoras sociales del Cono Sur; para el caso costarricense, el ingreso de personas de Chile y Argentina.

b) El ambiente político-ideológico de la Universidad de Costa Rica y de la sociedad costarricense: democracia burguesa representativa.

c) La generación de docentes con formación en el plan de estudios de 1973, “generación del 73” y la salida del presbítero Herrera de la Dirección de la Escuela de Servicio Social.

d) La plataforma teórica gestada en el plan de estudios de 1973.

APUNTES FINALES

Finalmente, a partir de los resultados parciales de investigación expuestos en este artículo, se concluye que la reconceptualización no devino como un proceso de importación suramericana; en otras palabras, no surgió en otros países de América del Sur y se replicaron las ideas en Costa Rica. Sino que en su conjunto las transformaciones del capitalismo latinoamericano, fundamentalmente posterior a la crisis de finales de los 20, se reconfigura en nuevo periodo —que alcanza hasta mediados de los años 70— en el cual se gestan condiciones materiales de marginalidad a partir de la reconfiguración del modelo productivo.

Dichas condiciones de precarización para la clase que vivía del trabajo se acentuaron después de década de los 50. Aunado a ello, el conflicto social, atendido por el Estado costarricense desde los años 40 a través de la emergente institucionalidad, requirió transformaciones en las dimensiones de las expresiones de la cuestión social y nuevas formas de entender e intervenir la realidad social costarricense en los años 60.

Ese escenario histórico capitalista que se singulariza en los países latinoamericanos marca la pauta cuestionadora que inicia el movimiento de reconceptualización en diferentes países de América Latina. Se atribuye a los países suramericanos la elaboración de las propuestas que las tendencias —modernizantes o críticas— expresaron y que Costa Rica incorporó ecléticamente.

La segunda conclusión es que el escenario internacional y su singularización en Costa Rica no fueron homogéneos, ya que si bien es posible afirmar que el elemento aglutinador es el cuestionamiento latinoamericano a los fundamentos teóricos y políticos del Servicio Social clásico; en el caso costarricense, se incorporaron las dos tendencias que tomaron fuerza en el movimiento. Ahora bien, esa incorporación estuvo marcada por dos distintos momentos que se desarrollan a continuación.

Un primer momento que se dio entre 1968 y 1972, liderado por “La Vanguardia de 1968”. Entonces hubo una preocupación por una mayor comprensión de la realidad social costarricense y la “aplicación” de nuevos modelos de intervención “más afines” a los procesos de intervención requeridos por la institucionalidad costarricense para atender las expresiones de la cuestión social, ello se vio mediado por hechos tales como:

La incorporación de una experiencia de práctica comunal a finales de los años 60.

El cambio de dirección de Francisco Herrera en 1972.

El iii Congreso Universitario.

La formación de un nuevo plan de estudios en 1973.

Fundamentalmente, este primer momento tuvo una influencia modernizante en la formación costarricense, si bien incorporó lectura de la realidad social —no necesariamente desde teoría social crítica— su acento estuvo en metodologías suramericanas preocupadas por “un mejor hacer” con una influencia brasileña.

El segundo momento se puede identificar entre 1974 y 1976, el cual se caracteriza por:

La plataforma teórica gestada en el plan de estudios de 1973.

El ambiente político-ideológico de la Universidad de Costa Rica, marcado por los movimientos sociales y los partidos políticos de izquierda.

La generación de docentes con formación en el plan de estudios de 1973 (la generación del 73).

El exilio de docentes radicalizados en el país provenientes de América del Sur y con incidencia en la Escuela de Servicio Social.

Ese segundo momento se vio influenciado con un mayor acento por la tendencia más crítica de la reconceptualización con incorporaciones teóricas y metodológicas más radicales y cercanas a las propuestas argentinas o chilenas.

REFERENCIAS

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Fecha de ingreso: 16/11/2016

Fecha de aprobación: 08/09/2017


1 Esta investigación se denomina: Ontología y fundamentos teórico-metodológicos en el Trabajo Social costarricense: una explicación de los años 1970-1979.

2 Cuando se indica totalidad se hace referencia a la comprensión luckacsiana de totalidad, como condición que atraviesa las relaciones sociales, la totalidad suprema en Lukács es la sociedad burguesa.

3 Cuando se indica reformista conservador, se hace referencia a la naturaleza histórica que asume el Estado; la cual le coloca la condición de creador y ejecutor de política social; mas esto en el entendido de que no es para transformar la lógica hegemónica del Estado, la cual es la de reproducción de los intereses capitalistas; sino para funcionar como un dispositivo de apoyo estructural.

4 Es importante aclarar que en la comprensión del investigador sobre las reconfiguraciones del Estado y por ende de la política social son claves para entender las orientaciones de la profesión, y estas mutan de acuerdo con la lógica y las crisis cíclicas del capital que demandan nuevas formas históricas, por ello para entender cómo sucede la reconceptualización en los años 60 y 70 es necesario remontarse a la génesis y constitución de ese bloque histórico, que marca su inicio con la crisis de 1929 en adelante y se extiende hasta la crisis cíclica de los años 80 del siglo pasado.

5 “Los primeros años de desarrollo de la República fueron el escenario de la génesis de un proyecto social capitalista dirigido por las ideas liberales de corte positivista. Su expresión se observa en la supresión de la relación Iglesia-Estado, los principios de progreso y las acciones interventoras del Estado fuertemente guiadas a: “el castigo, la moralización, la salubridad, la educación y la caridad”” (Fallas, 2010, p.81).

6 “El nivel de vida de los trabajadores costarricenses sufrió un gran deterioro durante la década del 40. Ello debido principalmente a la crisis económica que generó el desarrollo de la ii Guerra Mundial. A esa crisis se sumaron los problemas políticos suscitados en aquella década y que culminaron con la Guerra Civil de 1948 […] Uno de los problemas más graves que provocó la crisis económica fue el aumento incontrolable del costo de la vida. Los productos alimenticios de primera necesidad aumentaron de precio en forma considerable, especialmente el arroz, los frijoles, el maíz, la sal, el dulce, el pan, etc. […] Entre 1939 y 1942, la moneda nacional perdió el 50% de su poder adquisitivo, lo cual se reflejó en el aumento de los alquileres, las medicinas, el vestido, las herramientas, etc.”
(Aguilar, 1989 citado en Esquivel, 2007a, p.15).

7 La Caja Costarricense de Seguro Social es la institución pública encargada de la seguridad social, creada en los años 40, en el marco de la creciente institucionalidad que asume los costos en salud de los trabajadores costarricenses. Hoy como sistema de salud pública es atacada por los sectores de rasgos neoliberales.

8 El Patronato Nacional de la Infancia es la institución rectora en materia de derechos de la niñez y la adolescencia creada en el agotamiento del liberalismo en el país, pero siempre en el marco de sus exigencias en la atención de la “orfandad”.

9 De acuerdo con lo planteado por Netto (1976), se hace referencia a tecnocráticas como aquellas perspectivas que apostaron por un “afinamiento” técnico de la profesión y encontraron en la creación y el desarrollo de metodologías, las formas de responder al cuestionamiento que generó el movimiento reconceptualizador, buscaban en la eficiencia de los procesos responder a la realidad social que se interpelaba; es decir, planeaban aliarse a un proyecto de modernización. En otra vía, la perspectiva crítica privilegió al cuestionamiento a la sociedad burguesa, el Estado, las políticas sociales y la profesión.

10 Expresión tomada de George García para expresar aquella idea de que el país era una gran clase media, de una Costa Rica pacífica y democrática.

11 La situación de estos países pioneros mutará conforme los impacten estos fenómenos sociopolíticos, para ampliar Netto (1976).

12 Barrios en condición de pobreza de las provincias de Heredia y San José, Costa Rica.

13 Director de la denominada Escuela de Servicio Social, con formación en la Universidad Católica de Washington, máster en Social Work.

14 No se busca desvirtuar la figura de Herrera quien organizativa y administrativamente dio una lucha sustancial para colocar al Servicio Social en mejor condición en la estructura universitaria.

15 Directora (1972-1979), figura que junto a Florisabel Ramírez aglutinan las demandas de la Vanguardia de 1968.

16 Labbens, consultora de la onu, realiza una serie de recomendaciones a la Escuela de Servicio Social, con el fin de contribuir a la formación profesional. Sus recomendaciones estarán presentes en el plan de estudio de 1973.

17 Aluminum Company of America, en 1970, quería explorar los yacimientos de bauxita en el país y tuvo una gran oposición nacional siendo el movimiento estudiantil de la Universidad de Costa Rica el gran protagonista en la resistencia al proyecto.

18 Hannia Franscheshi, estudiante de Trabajo Social y líder estudiantil en 1974, militante de la Juventud Socialista por ese entonces.

19 La sincronización entre la Escuela y el iii Congreso Universitario permitió gestar nuevas condiciones. En parte estas, sincronizadas entre el proyecto de 1973 y el iii Congreso, son una determinación histórica que abonará la negación de ese proyecto mismo.

20 Sobre el iii Congreso Universitario, Paniagua (1990) menciona que: “El primer conjunto (de propuestas), percibía la reforma de la Educación Superior como un proceso racional de ajuste a las nuevas necesidades del proceso de desarrollo económico y social. Proponía diversificar la Educación Superior para que preparara las élites intelectuales y técnicas que dirigieran el país hacia un proceso de desarrollo auto sostenido y para que produjera el conocimiento necesario que alimentara el proceso. Las propuestas de este grupo proponían medios diversos para implementar la reforma, sin embargo, todos aceptaban la organización de la sociedad y el modelo de desarrollo del país sin cuestionar las tendencias que este sistema había favorecido (desigualdad, explotación y dependencia) (…) el segundo grupo de propuestas iba más allá de definir un modelo determinado de universidad. La reforma de la educación superior era concebida solamente como un aspecto más de la transformación que proponía para la sociedad costarricense en todos los ámbitos. Denunciaban la penetración sistemática del capital extranjero en las ramas más dinámicas de la economía nacional. Demandaban la reorientación del proceso de desarrollo que el sector hegemónico nacional había impuesto con la legitimación del aparato estatal. Proponían cambios en todas las esferas de la estructura social: reforma agraria, reforma fiscal, control del capital extranjero, etc. La reforma de la educación superior debería estar enfocada a capacitar la universidad para colaborar con la creación de las condiciones para ese proceso general de cambio social. Este grupo estaba compuesto principalmente por las ponencias de organizaciones estudiantiles y de un sector de profesores de la Universidad de Costa Rica” (p.30).

21 Al decir la generación de 1973, se hace referencia a un grupo de cinco estudiantes formadas en el plan de estudios de 1973 que pasaron a ser parte de una generación de reemplazo en la Escuela de Trabajo Social e iniciaron sus labores como docentes en el plan de estudios con la primera generación de 1976; ellas son Lorena Molina Molina, Ivette Campos, Emilia Molina, Ana Isabel Ruiz y Carmen María Romero.

22 Es en el año 1974 que por decisión de Asamblea de Escuela, como acto formal que condensa las reflexiones de ese momento, la Escuela pasa de denominarse Servicio Social a Trabajo Social, en el entendido de que la primera expresión es de matiz conservador.