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Lucía Marioni y Emilia Schmuck
Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 163: 117-130 / 2019 (I). (ISSN: 0482-5276)
abordan las particularidades de las personas jóvenes rurales en sus contextos territoriales y situacionales específicos, remitiendo especial- mente a las relaciones articuladas al interior de sus familias.
El adjetivo “rural ” que compone la cate- goría de juventudes rurales también debe ser problematizado. A partir de la década de 1990, el reconocimiento de la pluralidad de modos de entender la ruralidad y los procesos de ur- banización impulsaron discusiones en torno a nuevas categorías como rurbanidad, rururba- nidad y nuevas ruralidades (Weller, 1997; Klein, 1992; Carneiro, 1999; Graziano da Silva, 1999; Moreira, 2003), nociones que se encuentran en proceso de estudio y discusión (Garayo, 1996; Dirven et ál., 2011; Matijasevic y Ruiz, 2013). Los cambios en los procesos productivos, el acceso a la tecnología y los medios de comuni- cación, el desarrollo del transporte, entre otros, permiten problematizar las concepciones dico- tómicas de espacio rural y urbano; sin embargo, a pesar de haberse estrechado las relaciones, la diferencia entre estos contextos sigue existien- do en términos de ingreso, incidencia de pobre- za y oportunidades, especialmente en las áreas rurales más dispersas y apartadas de los centros urbanos (Kay, 2009).
LAS DESIGUALDADES EN EL CORDÓN HORTÍCOLA DE SANTA FE: LA SITUACIÓN DE LAS FAMILIAS DE PEQUEÑOS PRODUCTORES
En las últimas dos décadas, en el campo argentino, sucedieron cambios vertiginosos a partir de la expansión del monocultivo de granos —fundamentalmente de soja transgé- nica— para la exportación, proceso que se con- solidó primero en la región pampeana y con el avance de la frontera agrícola se ha ido expan- dido hacia otras zonas, al tiempo que presenta una fuerte semejanza con las transformaciones
desplegadas en el sur de Brasil, el oriente para- guayo y boliviano, y Uruguay (Hocsman, 2014).
La emergencia de un nuevo modelo agra- rio, basado en procesos de innovación tecnoló- gica, apertura externa y cambios en las formas de regulación de la producción y la distribución de la riqueza, generó un escenario de crecientes dificultades para la supervivencia de la llamada producción familiar, incluso en la provincia de Santa Fe, situada en el corazón de la llamada pampa gringa (Gras, 2012). En esa línea, en el agro pampeano se conjugan procesos de conso- lidación de pooles de siembra y de expulsión de productores cuya modalidad más significativa la encarna la figura del rentista: estos sujetos retienen la propiedad de la tierra pero relegan el control de la producción y pasan a percibir un ingreso bajo la forma de renta de la tierra (Ro- sati y Masello, 2013).
Este proceso de desaparición de explo- taciones adquiere características específicas en el caso de la horticultura. El cordón o cin- turón hortícola de la ciudad de Santa Fe está comprendido entre cuatro núcleos urbanos: Santa Fe, Ángel Gallardo, Monte Vera y Re- creo; se caracteriza por las óptimas condicio- nes del clima y el suelo que permiten cultivar una gran variedad de hortalizas durante todo el año (figura 1). La superficie de tierras des- tinadas a la producción hortícola en 2005 era de aproximadamente 1800 hectáreas, cifra que representa un 50% menos de la cantidad utili- zada 25 años atrás y significa una disminución promedio de 50 hectáreas por año (Bouzo et ál. , 2005). Los estudios oficiales aportan nú- meros en el mismo sentido: entre 2001 y 2006, la superficie ocupada con horticultura cayó un 57% y la cantidad de productores disminuyó un 42% en el mismo período, de 288 a 166 productores (Ministerio de la Producción del Gobierno de Santa Fe, 2009).