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Lucía Marioni y Emilia Schmuck
Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 163: 117-130 / 2019 (I). (ISSN: 0482-5276)
Santa Fe, donde se realizan las reuniones de las organizaciones de productores y productoras, y los fines de semana participa de una feria en el centro, a 15 kilómetros de su vivienda. Ade- más, se dirige a Santa Fe para recibir atención médica en el sistema público de salud y “dejar currículums en los negocios para trabajar de vender ropa ”, pero fundamentalmente se trata de desplazamientos realizados con regularidad, de trayectos integrados a la rutina.
Es interesante destacar que los despla- zamientos que protagonizan tanto jóvenes mu- jeres como varones se relacionan con el hecho de que complementan el trabajo en las huertas, ubicadas en sus viviendas en zonas rurales, con otras actividades como estudiar, trabajar en relación de dependencia y participar de cursos, talleres, ferias o reuniones en distintas localida- des intermedias (Recreo, Laguna Paiva y Monte Vera) y en una gran ciudad como Santa Fe. Las juventudes no cambian su lugar de residencia, no abandonan el hogar familiar ni migran de- finitivamente a los centros urbanos en busca de nuevas oportunidades, sino que se mueven a lo largo de una misma jornada con diversa pe- riodicidad y en función de objetivos puntuales, incluso cuando esto les requiere trasladarse con mucha frecuencia entre los distintos puntos que configuran su mapa cotidiano:
Voy a la Facultad a Santa Fe la mañana y a la tarde. Curso de lunes a viernes, así que a veces voy y vuelvo dos veces. Hay días que llego a comer y ya tengo que salir otra vez. Como y me voy porque a las 4 entro otra vez y tengo que tomar el colectivo (...). Depende el día y el cole que agarro, pero a veces son como dos horas hasta que llego a casa (Torres, comunica- ción personal, septiembre de 2016).
Así, las juventudes se desplazan en torno a una zona común que conforma lo que se iden- tifican como sus espacios de vida: la porción de espacios, que exceden sus lugares de residencia, por los que transcurren en sus interacciones cotidianas o periódicas y realizan las distintas actividades de sus vidas (Courgeau, 1990; Do- menach y Picouet, 1990).
La frecuencia y la regularidad con que las personas jóvenes se trasladan por el cordón verde de Santa Fe marca una diferenciación entre sus trayectos cotidianos y los de las per- sonas adultas de las familias hortícolas. Estos últimos tienden a pasar más tiempo dentro de las quintas y resolver el cúmulo de actividades de sus vidas en ese ámbito, incluso cuando los adultos complementan la producción familiar con trabajos en relación de dependencia fuera del hogar y las adultas protagonizan la venta en las ferias y los talleres de las organizaciones de productores y productoras. Sin embargo, las historias de vida de la generación anterior también han estado marcadas por movilidades espaciales, aunque aquí podrían identificarse trayectorias de otro tipo: migraciones de Bo- livia y traslados entre distintas localidades de la zona que implicaron cambios temporales de residencia en busca de nuevas oportunidades laborales o escapando de situaciones adversas, como las inundaciones en 2003.
Si en la dimensión del trabajo las diferen- cias y las desigualdades entre jóvenes mujeres y varones son significativas, en lo que respecta a las movilidades espaciales, en cambio, pueden señalarse solo algunas especificidades en los modos de desplazamiento: la vulnerabilidad de las mujeres se expresa en que dependen de los varones; sus parejas y/o sus padres aparecen referenciados como quienes las “llevan ” y las “acompañan ” hasta las paradas de transporte público o sus lugares de destino por la “insegu- ridad ”. En palabras de una joven que sufrió un robo llegando a su casa: “Yo decía ‘bueno, mi papá está trabajando, no lo molesto ’. Pero tengo un kilómetro y medio del colectivo a mi casa. Bueno, ahora dependo más de él. Cuando salgo lo llamo, cuando llego, lo llamo ”.
Hasta aquí se ha referido a las crecien- tes interrelaciones que existen entre lo que las juventudes estudiadas nombran como “el campo ” y “la ciudad ” y los desplazamientos cotidianos que configuran sus espacios de vida entre “lo urbano ” y “lo rural ”. Sin caer en con- cepciones dicotómicas entre campo y ciudad ya problematizadas, se debe atender a la per- sistencia de diferencias entre los dos espacios. De hecho, los desplazamientos mediante los