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Celia Duek

Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 163: 179-188 / 2019 (I). (ISSN: 0482-5276)

son verdaderas o falsas, donde se recurre a las emociones y creencias desdeñando los hechos objetivos (donde un gobierno o unos medios de comunicación pueden decir que hay creci- miento económico, que baja la inflación, que se actúa para disminuir la pobreza, aun cuando toda la evidencia vaya en sentido contrario), la apelación de Weber a la búsqueda de la verdad como tarea de la ciencia retoma actualidad, o al menos incita a la reflexión. Desde el punto de vista de la población científica, cuya lógica es la de intentar demostrar (teórica o empírica- mente) los argumentos o aseveraciones, la ge- neralización de prácticas que se identifican con esta noción de posverdad (expresión incluida en el diccionario de la Real Academia Española a fines de 2017) donde no importa la valida- ción de los dichos, es motivo de preocupación. Weber menciona en este texto la “comprobación de los hechos ”, indispensable a la ciencia.

Tanto en “El sentido de la ‘neutralidad valorativa de las ciencias económicas y socio- lógicas (1990a), como en “La ‘objetividad cog- noscitiva de la ciencia social y la política social ” (1990c), Weber condena inequívocamente la in- troducción de “valoraciones políticas o éticas, de censura o aprobación, en la investigación científica y en la enseñanza académica. Para Weber, una acción que genera molestia es que docentes expongan en las aulas concepciones del mundo “en nombre de la ciencia o como si fueran verdades objetivas. Lo mismo ocurre en “La ciencia como vocación ”, donde explica que en el análisis científico no hay cabida para la opinión práctico-política, y condena el uso de la autoridad o posición privilegiada de algunos maestros y algunas maestras en el aula (pues son quienes hablan y el alumnado calla) para imponer sus propios puntos de vista o sus con- ceptos personales (1983, pp. 40-41). De modo que reitera el postulado de la “neutralidad de valores y de la necesidad de “neutralizar nues- tras simpatías y “conceptos políticos persona- les en el trabajo docente o de investigación.

Por eso Weber hace la distinción entre maestro o erudito, por un lado, y profeta, de- magogo o líder político, por otro, que orientan en la vida, en las concepciones del mundo. Si el profesor quiere ser un líder o mentor de la

juventud, debe hacerlo fuera del aula, en las reuniones políticas (a donde la adhesión clara a un punto de vista es un deber, y las palabras son armas para la lucha), en los medios de prensa, etc.

Puede que los posicionamientos valora- tivos no sean evitables, por ejemplo, en la do- cencia es un mandato de honestidad intelectual que el profesorado advierta ante su alumnado y ante sí mismo cuáles de sus aseveraciones corresponden a hechos deducidos lógicamente u observados empíricamente, y cuáles a valora- ciones prácticas (Weber, 1990a).

El terreno de los valores (políticos, éti- cos, religiosos) es —argumenta Weber el de una lucha inextricable. Los distintos sistemas de valor se encuentran en lucha (lucha entre distintos dioses), en una lucha que dura por toda la eternidad, pues las posturas definitivas son incompatibles, y la ciencia no tiene la capa- cidad de decidir entre esos sistemas y resolver el conflicto (1983). La ciencia puede interpretar una ética, no afirmarla o refutarla.

Cada individuo tiene sus dioses y demo- nios, y está solo ante la decisión de qué es dios y qué es demonio para él, solo él puede escoger entre dos sistemas de valor (1983). Como dice Raymond Aron en su interpretación de este gran clásico de la Sociología: “no hay una tabla científica de valores (1970, p. 299).

La ciencia no puede ayudar, y por otro lado, con el debilitamiento de la religión, se vive en una época “sin dioses ni profetas ”; es decir, la ciencia desplazó a la religión y el ser huma- no queda más librado a sus propias elecciones, más solo, en el campo de las cuestiones de conciencia u opciones morales: …Los valores más sublimes y supremos han desaparecido del dominio público, ocultándose ya sea en el reino trasmundano de la vida mística, ya sea en las relaciones fraternales entre los indivi- duos (Weber, 1983, p. 57). En consecuencia, las opciones éticas pertenecen cada vez más al ámbito de lo privado, dejan de tener un carác- ter general y obligatorio: la racionalización, la intelectualización y el desencantamiento son el destino de nuestra época.

Ese tipo de reflexiones es el que que con- ducen al profesor weberiano Julien Freund a