Rev. Ciencias Sociales 168: 111-122 / 2020 (II)

ISSN: 0482-5276

Guerra, Sociología y Sociología de la guerra. Revisión teórica y aportes metodológicos 1

War, sociology and sociology of war. Theoretical revision and methodological contributions

Claudio Gallegos*

RESUMEN

Desde finales del siglo xx, los cambios en las formas de la guerra dan cuenta de la necesidad de establecer nueva teoría para comprender estas nuevas formas. Este artículo busca colaborar con el proceso de revisión y construcción de conocimiento sobre la guerra desde el ámbito de la Sociología. Para ello, se toma como base una exhaustiva revisión bibliográfica, con la cual se exponen nuevos aportes que se alejan de la producción liberal tendiente a no considerar la guerra como un fenómeno social de importante trascendencia.

PALABRAS CLAVE: CIENCIAS SOCIALES * SOCIOLOGÍA * GUERRA * ESTADO * SOCIEDAD CIVIL

ABSTRACT

The changes in the forms of war, since the end of the 20th century, show the necessity to establish a new theory that would allow to understand these new forms. This article seeks to collaborate with the process of reviewing and building knowledge of war from the field of sociology. For this, an exhaustive bibliographic review is conducted, which exposes new contributions that divert from the liberal production, which tends not to consider the war as a social phenomenon of important significance.

KEYWORDS: SOCIAL SCIENCES * SOCIOLOGY * WAR * STATE * CIVIL SOCIETY

INTRODUCCIÓN

Según el diccionario de la Real Academia Española, la guerra representa una desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias; lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. Esta definición da cuenta de la indiscutible presencia de las armas, el enfrentamiento entre actores que serán caracterizados según las contiendas, la presencia de la nación, una consideración obvia a la paz y un olvido u omisión sobre la soberanía (Gallegos, 2013).

Más allá de esta definición, es necesario resaltar que la guerra es un fenómeno social y, por lo tanto, debe ser interpelada desde las ciencias sociales. En este sentido, varias son las disciplinas que la consideran: Ciencias Políticas, Historia y Geografía. Se realizan investigaciones referentes a un sinfín de temáticas, tales como: estrategias, direcciones políticas, el territorio y la guerra, entre otras. Pero la guerra como hecho social no representó un tema de referencia para la Sociología en el momento de su instauración en la academia, a pesar de ser un hecho de gran incidencia en la vida cotidiana de muchas personas. Este escaso interés no implica la inexistencia de estudios sobre la guerra; no obstante, desde la disciplina de la Sociología representa un campo de trabajo nuevo, poco desarrollado y en plena construcción.

Al estudiar la Sociología de la guerra, se debe considerar que la guerra es uno de los fenómenos sociales más regulares en la historia humana y es la actividad a la que la humanidad ha dedicado sus mejores esfuerzos, creatividad y entusiasmo. Nada parece tener tanta convocatoria como la actividad de masacrar a un buen número de congéneres” (Nievas, 2009, p. 25). Maleševic´ (2015) afirma que la violencia organizada en lugar de experimentar un descenso, por el contrario, da cuenta de un incremento de manera acumulativa en escala. La guerra no solo continúa en la actualidad representando una de las actividades habituales de los humanos, sino que evoluciona en todo sentido.

se ponen en juego todas las destrezas, capacidades, conocimientos, habilidades y astucia que se tengan. Toda situación de guerra es una puesta en escena de las condiciones fundacionales de un orden social. Su resolución dará lugar no solo a relativamente nuevas estructuras económicas, sociales y políticas; también como diría Foucault a órdenes de verdad, formas de saber, estructuras de conocimiento (Nievas, 2009, p. 27).

Para estudiar la guerra es necesario tomar ciertos recaudos, más allá de los habituales en cualquier tipo de investigación social. Una noción ingenua del método sostiene el sociólogo argentino Flabián Nievas, quien propone la necesidad de utilizar técnicas de contacto(observación en terreno), pero las mismas no serían de gran utilidad si se estudian fenómenos sociales cuyas dimensiones van más allá del rango de observación directa. Se enfrenta a un hecho complejo en cuanto a su extensión espacial, temporal y la diversidad de actores intervinientes con intereses contrapuestos, por lo que será necesario abordarlo de manera indirecta, con fuentes consideradas secundarias, tales como: documentos, reportes, informes, testimonios, manuales operativos, etc.

Si se parte de la idea de Clausewitz (1992) de considerar a la guerra como un fenómeno de esencia política, se debe tomar con interés la observación de las relaciones de poder que se establecen entre los diversos actores hacedores y partícipes de las estrategias de guerra. Para el estudio de estas acciones solo se dispone de informes producidos por terceros que es necesario contrastar. Al respecto, Flabián Nievas (2009) sostiene que:

... la consistencia entre fuentes diversas, en primer lugar y, en segundo término, entre estas y los patrones de actividad, es el resguardo metodológico para construir analíticamente el dato. De esta manera se validan los elementos constitutivos del proceso, el que, a su vez, significa de manera singular a cada hecho. Esto último es de extrema importancia, pues no se estudian hechos (en sentido durkheimiano) sino procesos en los que se inscriben los hechos (p. 30).

En lo que respecta a la Sociología de la guerra, no representa un campo muy desarrollado; mucho menos la polemología que es la rama a la cual pertenece, junto a la Sociología militar (Nievas, 2009). El presente artículo plantea realizar una revisión de la relación entre guerra y Sociología para dar a conocer algunas de las características de la Sociología de la guerra, y aportar al estudio y comprensión de esta temática en la actualidad. Se busca aportar conocimiento a esta área en crecimiento, con las dificultades teóricas propias del caso. En este estudio solamente se recurrirá a las categorías de guerra asimétrica y guerra difusa como aportes de la teoría que se aplicaran a estudios de casos específicos.

GUERRA Y SOCIOLOGÍA

Existe un consenso en ubicar los orígenes de la Sociología en el marco de lo que se conoce como doble revolución (francesa e industrial). Pensadores de la talla de Durkheim y Weber esbozan las primeras pautas de un saber científico vinculado a la rigurosidad del método. El orden guía el camino de estos pensadores. Sin duda, el liberalismo ocupa un lugar central en la conformación de la Sociología como ciencia.

Desde un punto de vista liberal, el conflicto social (en donde se ubica a la guerra) refiere a etapas anteriores del desarrollo de la humanidad, en estrecha vinculación con el despotismo. Se le pensaba como un fenómeno que podía ser superado en la medida que se desarrollara y expandiera el comercio: la guerra no podía formar parte de sociedades en donde primen las relaciones capitalistas. De este modo, el advenimiento de las formas republicanas de gobierno y los acuerdos interestatales para sostener y ampliar el comercio eran considerados la garantía de una convivencia pacífica de los pueblos, conformando esto parte de la utopía revolucionaria de la Ilustración (Bonavena y Nievas, 2015, p. 17).

Queda claro entonces, que el papel preponderante que comienza a detentar la burguesía comercial va en detrimento de los sectores nobles, a los cuales se les asocia con las acciones bélicas. En este sentido, el progreso planteaba la tendiente desaparición de la guerra. En esta línea de pensamiento, las guerras no solo eran entendidas como perjudiciales, sino también como inmorales y un mal negocio. Dentro de los pensadores que sostienen las premisas del liberalismo se encuentran a Henri de Saint-Simon, Auguste Comte y Herbert Spencer. Asimismo, los sociólogos argentinos Pablo Bonavena y Flabián Nievas publican en el año 2015 el libro Guerra: Modernidad y contramodernidad. Se tomará en consideración el recorrido que estos autores proponen para el análisis de la guerra en la teoría sociológica, con el fin de aportar actualizaciones al tema.

1) SOCIOLOGÍA CLÁSICA Y KARL MARX

Para Henri de Saint Simón (1760-1825), era necesario que se llevara a cabo el proceso de superación de la sociedad militar, dejando atrás también las clases parasitarias que la acompañaban para así arribar a una sociedad industrial de base científica. En dicha sociedad, justamente los industriales y los científicos tomarían los lugares de mando (dejando de lado los intereses de guerra y conquista), y el trabajo desplazaría a la guerra como eje central. Sostenía que la ley del más fuerte había sido el fundamento y la base de las primeras formaciones sociales, la ley del trabajo era la que correspondía a la sociedad industrial (Saint Simón, 1974). Asimismo, afirmaba que “los medios violentos solamente eran aptos para derribar o destruir, y que con medios pacíficos solo se podía construir” (Saint Simón, 1960, p. 46).

También, sostenía que la actividad industrial era enemiga de la guerra. Claramente, lo expone Gastón Bouthoul (1984), citando un extracto de La industria (1816/17): “todo lo que se gana en valor industrial se pierde en calidad militar” (p. 181), por eso el despliegue de la industria terminaría por apagar las guerras.

En su obra Filosofía Positiva (1830-1842), Auguste Comte (1798-1857), refiere a que el avance de la humanidad por sobre la animalidad representa la posibilidad de suplir las acciones militares. Realiza reiteradas intervenciones poniendo en consideración la sociedad militar y la sociedad industrial, con lo cual concluye que es necesario sustituir la guerra por la industria pacífica (Comte, 1973).

En su famosa ley de los tres estadios, que se caracteriza por la tendencia al orden del hombre y su pensamiento, debe buscarse el lugar que se le asigna a la guerra en la historia. El sugerente trabajo de Miguel Ángel Forte (2008), denominado Comte: La utopía del orden, es citado y trabajado por Bonavena y Nievas. En el mismo se especifica que el primero de los estadios, el teológico, comprende a un régimen militar y desde allí la humanidad progresa, donde la evolución refiere al pasaje de la preponderancia de la práctica guerrera a la hegemonía de la actividad industrial. El último estadio está representado por la institución de la sociedad bajo el amparo de la política positiva, marcando el triunfo de la industria y la declinación definitiva del régimen militar.

En el caso de Herbert Spencer (1820-1903), la estructura de pensamiento es similar. Considera que la evolución social se encuentra acompañada por el paso de la sociedad militar a una de cooperación voluntaria. La meta de la cooperación en las sociedades militares es la guerra, vinculada a relaciones jerárquicas y obligatorias. Mientras que en las sociedades industriales, la cooperación refiere a la voluntad individual predominando formas jurídicas como el contrato más que la obligación.

Spencer, sin embargo, sostiene que las guerras fueron necesarias para lograr el advenimiento de la sociedad industrial. Afirma que por medio de la guerra fueron aniquiladas las sociedades débiles y los débiles de las sociedades fuertes, lo cual favoreció la evolución.

Es dable destacar la vinculación de Émile Durkheim (1858-1917) y Max Weber (1864-1920), con la guerra. Claramente en la teoría sociológica del primero de ellos, la guerra no es considerada como un hecho social, en concordancia con su perfil pacifista2. Según sus escritos, la evolución del industrialismo traería aparejado la armonía de la sociedad por medio de la división del trabajo social, la solidaridad y el individualismo moral (Giddens, 1999).

Max Weber, en su discurso de toma de posesión de la cátedra de Economía Política en la Universidad de Freiburg en 1895, postula algunas cuestiones sobre la guerra. Desarrolló una postura abiertamente belicista y fue director de varios hospitales del ejército en Heidelberg. Sostuvo que la guerra era grande y maravillosa (Weber, 1995, p. 487). Destaca el sentimiento de comunidad luchando por un bien común y la importancia de incluir a la clase obrera en la nación para afrontar el esfuerzo bélico (Bonavena y Nievas, 2015).

De esta manera, la idea generada sobre la guerra en este tipo de pensadores, que posteriormente encuentran su anclaje en las distintas instituciones académicas en donde se desarrolla la Sociología, determina a la guerra, entendida en tanto actividad humana como un objeto sociológico marginal. En sus orígenes, entonces, la teoría sociológica se sustenta en la idea de la paz desterrando a la guerra del ámbito de los hechos sociales.

No ocurre lo mismo con los estudios realizados por Karl Marx (1818-1883). Dicho pensador plantea problematizaciones vinculadas con el tema de la guerra, no la considera algo anormal o ajeno al hombre. Incluso, llegó a escribir la guerra se ha desarrollado antes que la paz (1987, p. 30).

Marx sostiene que por medio de la lucha se genera el ordenamiento y la organización de la sociedad clasista, y agrega que la misma ha sido una constante en la historia de la humanidad. En este sentido, concluye afirmando que la guerra representa el momento de máximo despliegue de esa lucha permanente.

El marxismo y la Sociología atravesaron, durante un tiempo, un camino paralelo, incluso Durkheim lo denominó Sociología en miniatura. Es por eso que pareciera que el marxismo articulaba la conflictividad social y el cambio sin dejar de lado a la guerra, mientras que la Sociología optaba por una postura más evolucionista en donde la lucha queda en un espacio marginal (Bonavena y Nievas, 2015). De alguna manera, se evidencia la predisposición sociológica sobre la teoría de la adaptación de la estructura a los cambios. El orden refiere a la problemática central.

En este breve recorrido se ha evidenciado el olvido del tema de la guerra (o el conflicto desde una mirada general) como objeto de la Sociología. Este vacío intentó ser salvado por las teorías del conflicto, las cuales ponen el énfasis en los aspectos positivos del conflicto como elemento clave en la transformación de la estructura social. Al respecto, se destacan los estudios de Ralf Dahrendorf.

Sin embargo, fue Lewis Coser quien vinculó el tema del conflicto con la violencia. Sus estudios intentan demostrar que más allá de que existe una condena moral a cualquier tipo de violencia, es posible que por medio del ejercicio de la misma se obtengan resultados positivos para la sociedad (Coser, 1961). Es dable aclarar que estas contribuciones no abrieron el camino desde la Sociología a la postulación de la guerra como uno de sus objetos de estudio. Justamente esto refiere a que los estudios de Coser centran su preocupación en la finalización de los conflictos bélicos y la búsqueda de la paz. La Sociología continuaba en el umbral de la discusión y la negociación institucionalizada.

2) LAS ESCUELAS CONTEMPORÁNEAS Y LA GUERRA

El análisis sociológico propio de la segunda mitad del siglo xx no puede comprenderse sin la consideración del pasado reciente. Dos guerras mundiales dieron lugar a la prosperidad económica que trajo la instalación de los estados benefactores en gran parte del mundo occidental. En este sentido, pareciera que existió un compromiso por olvidar los conflictos bélicos recientes, direccionando a las teorías sociológicas a estudios vinculados con la etnicidad, la salud, el género, la educación, etc.

En las postrimerías del siglo xx se presenció el fin del mundo bipolar, lo cual dio paso a una nueva etapa caracterizada por nuevos conflictos, tales como los desarrollados en Kosovo, Serbia, Bosnia, Chechenia, entre otros del continente asiático. Pero, en el caso de África, se evidencia también una nueva oleada de violencia en las guerras de la República Democrática del Congo, Somalia, Sierra Leona, Ruanda, etc.

Asimismo, los enfrentamientos se enmarcaron en diferencias religiosas y terrorismo a escala global, con lo cual se desarrollaron nuevas estrategias de guerra caracterizadas por la espectacularidad de las destrucciones en lugares centrales de las potencias mundiales. Prueba de ello lo reflejan el 11/9 en Estados Unidos, el 7/7 en Reino Unido y el 3/11 en España.

En el siglo xxi, Estados Unidos desarrolla diversos enfrentamientos por medio de operaciones militares en Irak, de las cuales se desprenden un sin número de conflictos internos que se refleja en cuantiosas bajas humanas.

Estos nuevos cambios en las formas de la guerra han interpelado a la teoría sociológica y, especialmente, a la Sociología de la guerra. En este sentido, resulta pertinente tomar como base la clasificación realizada por Siniša Maleševic´ (2015) sobre los estudios contemporáneos de la guerra que se erigen como dominantes.

CULTURALISMO

Analizar las guerras por medio del prisma de la cultura, la civilización o las diferencias religiosas no representa un descubrimiento propio de la contemporaneidad, como lo han demostrado Sun Tzu en el año 1772, Oswald Spengler en 1918 y Alfred Toynbee en 1950. Pero las menciones más recientes al tema de la guerra se centran en el rol de los valores, las normas y las ideas que generan los conflictos, es decir, profundizan y desarrollan explicaciones culturales sofisticadas en cuanto a la guerra.

Representantes de esta corriente son, por ejemplo, Phillip Smith, Anthony Smith, John Hutchinson, entre otros. Estos autores se enfocan en los impulsores de la experiencia de la guerra como son los símbolos, los rituales, la memoria colectiva, etc. Más precisamente en el caso de los dos últimos autores mencionados, quienes buscan explicar la importancia de las ocasiones conmemorativas o los lugares de la memoria como los desfiles militares o incluso memoriales de guerra. En esta dirección, se destacan eventos como el Remembrance Day, el Anzac Day, entre otros.

Lo interesante a destacar de esta corriente culturalista es que sus integrantes, según Maleševic´ (2015) “… analizan estas prácticas y eventos a través del prisma de un universo moral compartido según el cual los sacrificios reconocidos de sus predecesores (muerte gloriosa) sirven como parámetros normativos para el comportamiento de sus descendientes” (p. 10).

Así, estas acciones representan un acto que remite a la reflexión nacional en donde se concluye que el verdadero ser de la nación se encuentra representado en la figura del soldado desconocido (a su vez simbolizado en una tumba vacía). El razonamiento da cuenta que las guerras como acontecimientos traumáticos no deben ser entendidas como materiales sino, y sobre todo, como eventos culturales. Claramente, lo sostiene Philip Smith, la guerra no se trata solamente de la cultura, pero todo tiene que ver con la cultura” (como se citó en Maleševic´, 2015, p. 10).

El culturalismo también da cuenta de la tendencia a enmarcar las guerras en eventos apocalípticos y de lógica binaria. Existen buenos y malos, lo sagrado y lo profano, lo racional y lo irracional. Esa mirada, con su propia narrativa, se presenta como la única forma discursiva capaz de legitimar de manera exitosa el sacrificio colectivo. Esta corriente es exitosa en cuanto a la relación guerra y cultura pero nada dice sobre los orígenes, las causas o las consecuencias de estas. Es necesario recordar que más allá de lo narrativo, en la guerra intervienen formas de destrucción, asesinatos, muerte, etc.

SOCIOBIOLOGÍA

Dicha corriente pretende explicar las distintas facetas del comportamiento humano con relación a la selección natural. De manera clara se enmarca en las teorías evolucionistas de Darwin y en el concepto de ajuste inclusivo de Hamilton. Desde esta perspectiva, la acción social opera en función de los principios biológicos reguladores de los comportamientos, desde los cuales se sostiene que todos los seres vivos están programados para reproducirse y actuar de forma evolutiva ventajosa.

Aplicada al estudio de la guerra, el punto central se establece en la habilidad de cada uno de los organismos para maximizar sus potencialidades reproductivas y, asimismo, en la predisposición genética para obtener (por medio de la competencia) territorios, recursos, etc., los cuales son considerados escasos.

En resumen, se sostiene que la guerra no tendría distinción alguna con la agresión animal, por lo cual estaría arraigada a impulsos agresivos de base genética. Pero al establecer este marcado determinismo biológico otorga un lugar reducido para el desarrollo de las construcciones no intencionales de las acciones sociales (organizaciones sociales, instituciones, ideología, etc.), las cuales terminan siendo autónomas de la acción individual, creando su propia dinámica. La mayor crítica recae en el hecho de reducir la guerra a una simple agresión de base biológica, desconociendo la proliferación de la violencia organizada de los últimos, al menos, dos siglos.

ECONOMICISMO

Esta tercera perspectiva sociológica sobre la guerra destaca los aspectos económicos de los conflictos. Esto no es nuevo, desde los inicios de la modernidad se han desarrollado una gran cantidad de estudios, realizados por destacados pensadores a nivel mundial, en donde se llevan a cabo parangones entre la guerra y el comercio. Como especifica Maleševic´, desde Montesquieu y Adam Smith a Norman Angel y Lenin, han teorizado acerca de los aspectos económicos de los conflictos.

El liberalismo clásico intentaba consolidar la idea de que la guerra impide el libre comercio, aunado al razonamiento que determina que el comercio y la paz se desarrollan mutuamente.

Los más recientes estudios que devienen de este paradigma ponen en consideración los modelos del actor racional y la teoría de la globalización. Sobre el actor racional se afirma que las acciones sociales poseen una veta utilitaria, porque los seres humanos son maximizadores utilitarios egoístas. Con base en lo expuesto anteriormente, como eje central para el desarrollo de las guerras, se llega a considerar sus beneficios económicos unidos a la racionalidad.

Sin embargo, las guerras refieren al último recurso, al considerar los altos riesgos en cuanto a sus costos económicos. Así, la decisión de participar en la guerra gira en torno al individuo, y por defecto, en la percepción colectiva de que el despliegue de la violencia va a generar ganancias económicas y simbólicas, o alternativamente, va a minimizar las pérdidas esperadas” (Maleševic´, 2015, p. 13).

La teoría de la globalización se acerca a una mirada en donde los seres humanos aparecen conducidos por las fuerzas económicas. En este sentido, no se haría hincapié en la racionalidad instrumental egoísta, sino en las determinaciones estructurales, las cuales demuestran la inequidad social.

Las mutaciones en la forma del capitalismo, en su etapa neoliberal, ha insertado, con sus políticas de desregulación y privatizaciones, una distancia gradual entre las empresas y el Estado, volviéndolas más globales. Se suma a ello, el avance tecnológico, motor principal de las nuevas pautas de comunicación. En este nuevo contexto, las guerras han cambiado.

Esta perspectiva sostiene que la globalización genera nuevas guerras. Para Zygmunt Bauman (2001), estas nuevas guerras, en varias oportunidades, emergen como resultado directo de políticas económicas. Continúa afirmando que las políticas neoliberales promueven y privilegian a las corporaciones internacionales por sobre los intereses de los Estados. Así dichas corporaciones privadas influyen de manera directa en la posibilidad de realizar guerras para controlar recursos naturales estratégicos (petróleo, gas, etc.).

Como crítica es necesario decir que las guerras no pueden ser reducidas solo a un simple beneficio o a la maximización de un recurso considerado escaso. Si bien, los factores económicos representan una parte de las guerras, las causas de estas, en reiteradas oportunidades, se encuentran por fuera de la economía (soberanía política, enfrentamientos ideológicos, reclamos dinásticos, etc.).

MATERIALISMO ORGANIZACIONAL

Con reconocidos representantes, tales como, Charles Tilly, Michael Mann, Anthony Giddens y Randall Collins, este enfoque pone en el centro de la cuestión, para el estudio de las guerras, a la violencia organizada, considerando el rol histórico que tuvieron en la conformación de los Estados modernos.

Tilly (1985), le otorga a las guerras un rol crucial en el desarrollo de la sociedad, ya que el crecimiento fijo de la guerra entre estados en la modernidad temprana europea resultó en una autonomía geopolítica mayor para los gobernantes de los estados (Maleševic´, 2015, p. 15).

En la misma línea, varios de los estudios de Michael Mann se centran en la guerra como mecanismo social decisivo para la construcción del Estado como en épocas pasadas, en las cuales la guerra era de suma utilidad para la expansión territorial, tanto dentro como fuera de las fronteras. Mann (1986), sostiene que en esta fase de transformación se asiste al proceso de enjaulamiento social. Con dicho término entiende: ...el reforzamiento de los constreñimientos de las libertades individuales y colectivas que fueron gradualmente, pero progresivamente negociadas por protección militar, seguridad política y social y recursos económicos, generándose en este proceso una autoridad central y formas de gobierno estratificadas (p. 113).

Esta perspectiva sociológica sobre la guerra supera los estudios económicos, biológicos y culturales que se han realizado sobre la temática, al reconocer la complejidad del comportamiento social y las experiencias históricas específicas.

Sin embargo, es posible establecer críticas. En este sentido, se cuestiona el estrecho uso del concepto ideología en contrapartida a una excesiva alusión a una forma particular de formación social como es el Estado. De esta forma, este enfoque descuida el impacto de las ideologías modernas en la movilización y consecuente legitimación de las acciones sociales.

3) LAS NUEVAS PREOCUPACIONES DE LA SOCIOLOGÍA POR LA GUERRA

Como puente entre los calificados como clásicos y contemporáneos, es posible dar cuenta de una serie de sociólogos que se preocuparon por demostrar la marginalidad a la que había sido destinada la guerra incluso en los albores del siglo xx.

Si bien, resulta arriesgado dar a conocer un catálogo de pensadores que desde la Sociología tomaron a la guerra en sus estudios, sobre todo por las diferencias y particularidades de cada caso, en donde entran en juego los contextos de producción (el estallido de una guerra, por ejemplo). En este sentido, el libro de Bonavena y Nievas permite dar a conocer algunos temas y autores de relevancia.

En primer lugar, resulta indispensable nombrar a Gastón Bouthoul, sociólogo francés de inicios del siglo xx que desarrolló estudios sobre la guerra. Para 1951, publica La guerra, elementos de polemología y, en 1970, el Tratado de polemología. Asimismo, fue fundador de un instituto destinado a estudios científicos de la guerra y la paz, generando la publicación de la revista Guerres el Paix.

Bouthoul considera a la guerra como un hecho social, desde la perspectiva durkhemiana. Sostiene que si el fin último es la paz, entonces es necesario conocer la guerra. Sus planteamientos dejaron un antecedente importante para pensar los nexos entre guerra y Sociología.

Otro de los autores a considerar es Raymond Aron, filósofo y sociólogo francés. Dicho pensador reflexionó acerca de la guerra y la política sin hacer, necesariamente, un estudio propio de la polemología. Sus investigaciones no fueron solo referentes para el ámbito de la Sociología, sino que representaron un aporte ineludible para estudios propios de las Ciencias Políticas y también de las Relaciones Internacionales. En una de sus obras sobre la temática, denominada Paz y guerra entre las naciones de 1962, ahonda en el estudio de las causas que llevan a la guerra, proponiendo un proceso predictivo a las acciones bélicas con el fin de evitar la guerra por medio del juego diplomático. Sin embargo, su involucramiento con la Guerra Fría, sumado a sus ansias de combate al comunismo decantaron en estudios sesgados.

Uno de los aportes más significativos de Aron se encuentra en Pensar la guerra de 1976, donde desarrolla un sugestivo marco teórico propicio para estudiar la guerra desde la Sociología.

Pitirim Sorokin, desde Estados Unidos pero de origen ruso, desarrollo su teoría de las fluctuaciones de las relaciones sociales considerando la guerra y las revoluciones. En su obra Dinámica social y cultural de mediados del siglo xx, lleva a cabo un estudio centrado en las dificultades en la comprensión del movimiento de la guerra entre Estados y el tratamiento de las fuentes para construir sus sociometrías de la guerra (Bonavena y Nievas, 2015).

Para su estudio toma como base 967 guerras y desde allí intenta establecer algunas variables para poder analizar, como es por ejemplo, el número de víctimas en distintos períodos. Dichas variables fueron necesarias para realizar sociometrías, varias de ellas criticadas por diversos pensadores. También se dedicó a pensar acerca de la belicosidad y las culturas. Fue uno de los pocos sociólogos que consideró a la guerra como un determinante del cambio social, al realizar una diferenciación entre conflictos internos de un país y guerras internacionales.

Georg Simmel, filósofo y sociólogo alemán de fines del siglo xix y principios del siglo xx, se ocupó del conflicto social y la guerra. En su obra de 1908, Sociología, sostiene que el conflicto es una forma de cohesión y socialización (Fraga, 1962). Desarrolla teorías en donde pone en juego la guerra y la nación. Sostiene el valor de la defensa de la nación, pero se enfrenta al desarrollo del militarismo. También considera la visión afectiva sobre la violencia bélica, alejada de una mirada racional.

Desde Alemania proliferan los estudios del economista y sociólogo Werner Sombart vinculados a la guerra. Su tesis más reconocida radica en la idea de plantear que el surgimiento del capitalismo encuentra entre sus bases el desarrollo de los ejércitos modernos y sus batallas. Las guerras, con todo lo que conlleva su ejecución, favorecieron el desarrollo del sistema capitalista y la generación del espíritu burgués. Sostiene que la guerra no ha destruido solo el régimen capitalista, la guerra no ha entorpecido solo el desarrollo capitalista: lo ha fomentado igualmente (Sombart, 1943, p. 23).

Joas (2005) concluye sobre los estudios de Sombart que el moderno ejército genera fortunas, forja actitudes y forma mercados; instala la disciplina base del trabajo industrial(p. 87).

De esta manera, se ha intentado esclarecer los vínculos entre la Sociología y la guerra, estableciendo corrientes belicistas o pacifistas. Pero lo que interesa no es una historia militar ni tampoco una Sociología de las batallas. El objetivo radica en estudiar a la guerra de manera científica como un hecho que involucra a toda la sociedad.

SOCIOLOGÍA DE LA GUERRA

En el año 2008, el sociólogo argentino Flabián Nievas, publica una obra denominada Aportes para una Sociología de la guerra, la cual se referencia como uno de los aportes indispensables para el estudio y la comprensión de dicha rama disciplinar. En este libro no solo es posible encontrar cuestiones teóricas y metodológicas, sino que además, plantea análisis de casos específicos en distintas partes del mundo.

Este texto representa la mejor versión, hasta el momento, de un compendio minucioso de herramientas necesarias para cualquiera persona investigadora que se interese por llevar a cabo estudios acerca de la Sociología de la guerra. Para este artículo, solo serán consideradas dos herramientas conceptuales y metodológicas provenientes del campo de la Sociología de la guerra: guerra asimétrica y guerra difusa.

Es posible observar que los autores de los diversos capítulos del libro parten de la idea de que se pueden rastrear dos grandes causas por las cuales se inicia una guerra. Por un lado, desde un punto de vista antropológico, hay quienes sostienen que la naturaleza humana es intrínsecamente violenta y, por lo tanto, es una cuestión natural; por otro lado, se sostiene que la guerra se relaciona con la estructura interna de los Estados y de sus propias ambiciones. Lo cierto es que estas dos causas son muy generales y para el estudio de las guerras contemporáneas resultan un tanto incompletas por las particularidades del mundo en la actualidad.

Las teorías sobre la guerra en general siempre destacan interdependencia entre las configuraciones políticas de la humanidad y los medios bélicos utilizados para defender dichas configuraciones. Desde los simples y primigenios armamentos hasta las armas de destrucción masiva, las polis, los feudos, los imperios, los reinos, los Estado-nación, etc., han demostrado la capacidad de enfrentamiento en búsqueda de diversos objetivos (Gallegos, 2013).

También sostienen que es una constante considerar que las guerras son conflictos sociales que pasan en otras naciones a largas distancias. Es un proceso que sistemáticamente fue y es sustituido o negado por otras denominaciones provenientes, por ejemplo, del campo del derecho (Terrorismo de Estado).

La idea de la guerra es rechazada por las sociedades, incluso por las clases dominantes quienes la promueven en nombre de la paz, la libertad, la dignidad, la democracia, el bienestar humano o la defensa de la ley (Nievas, 2008).

Un dato llamativo expuesto en Aportes para una Sociología de la guerra radica en dar a conocer que existe aún una mirada napoleónica de la guerra, de principios del siglo xix, en donde se piensa en el campo de batalla y en los generales observando con sus prismáticos el movimiento de los batallones. En general, la población no se imagina frentes de batalla en las ciudades, sino en llanuras descampadas más allá que para la época de las guerras napoleónicas esa situación ya era diferente (Nievas, 2008).

Resulta claro que los aportes del Dr. Nievas y de su equipo de investigación dan cuenta, con acierto, de la existencia de una mutación morfológica de hacer la guerra, que requiere de nuevos parámetros para ser estudiada. Por lo menos, desde la segunda mitad del siglo pasado, las guerras van configurando nuevas formas, a punto tal que se habla de nuevas guerras pero en referencia de la novedad como fenómeno. En este sentido, se da cuenta de su valor científico partiendo de la idea de que las sociedades representan tramas extensas y complejas de poder que se expresan de diversas formas. Esto es evidente en la guerra, en donde es posible observar el proceso de estructuración, destrucción y re-estructuración de las relaciones sociales.
En momentos de guerra se ponen en juego todas las capacidades del hombre, lo cual da lugar a nuevas estructuras económicas, nuevas formas de saber, etc. Así, la guerra adquiere, por lo menos, una fuerza catalizadora de cambio.

Desde el prisma de la Sociología, es posible afirmar que una de las características que adquiere la guerra refiere a la asimetría. Ahora bien, ¿qué se entiende por asimetría? Para muchos autores representa una habilidad para explotar situaciones a través de ataques a puntos débiles utilizando métodos y aproximaciones no convencionales e inesperadas. Según Steven Metz (2002), esta implica:

actuar, organizar y pensar en forma diferente al adversario para maximizar los esfuerzos relativos, tomar ventaja de sus debilidades y adquirir mayor libertad de acción. Puede ser política/estratégica, militar/estratégica, operacional o una combinación que implica distintos métodos, tecnologías, valores, organizaciones o perspectivas de tiempo. Puede ser a corto plazo. Puede también ser discreta o complementada en conjunto o con aproximaciones simétricas y tener una dimensión tanto psicológica como física (p. 65).

La asimetría que se evidencia en distintos aspectos (fuerzas, capacidades, recursos, etc.) obliga a reconsiderar las formas de llevar a cabo los enfrentamientos. Para ello, resulta pertinente considerar, por ejemplo, dimensiones como número y calidad de las fuerzas enemigas, disponibilidad de reservas, posibilidades logísticas, etc.

Como sostiene Pablo Bonavena, más allá de estas dimensiones, el factor que se debe tener en cuenta al momento de formular una teoría sobre la guerra asimétrica es la falta de cooperación entre los bandos que se enfrentan. En este sentido, la atención debe dirigirse, sobre todo, a la no cooperación estratégica (Nievas, 2008, p. 42).

Más allá de las asimetrías habituales, esta característica de la guerra escenifica en el momento en el que uno de los contendientes lleva a cabo tácticas consideradas no convencionales. En este sentido, la guerra se asocia a enemigos cooperativos y enemigos no cooperativos. Los primeros de ellos dan cuenta de ciertos marcos y reglas sobre los cuales se desarrollan las acciones. En el caso de los segundos, la fuerza menos potente, no puede enfrentarse directamente debido a la supremacía de su contrincante, por lo cual, apela a todo tipo de estrategias, más allá de los marcos convencionales.

Al retomar el prisma de la Sociología planteado con anterioridad, resulta pertinente esclarecer cuestiones referidas a guerra difusa, las cuales son más flexibles que las consideradas de tipo tradicional. Asimismo, se explicita que la propuesta de denominarlas difusas no tiene que ver con lo normativo, sino que trata de conceptualizar de otra manera esta recurrente práctica humana (Nievas, 2008).

Como rasgos generales, es posible destacar: uno de sus protagonistas es una fuerza no estatal; el espacio de acción se difumina y el conocido como teatro de operaciones puede extenderse a cualquier lugar del planeta; no se evidencia un inicio formal de las acciones de guerra, podría verse una escalada de violencia progresiva que culmine en una guerra; se apela a estrategias que se alejan de las tradicionales; no hay límites en la destrucción y en los daños por parte de ninguna de las fuerzas intervinientes; la inteligencia cobra un lugar de primacía frente a lo que fue en el pasado el esfuerzo de la logística, etc.

También resulta pertinente recordar que en las guerras difusas, las fuerzas no estatales (o en proceso de conformación) buscan la representación estatal, de manera tal que en el fondo el Estado continúa teniendo alguna preponderancia.

La revista Redes.com, en el año 2009, publica un artículo de Flabián Nievas denominado Sociología de la guerra. Este autor da cuenta de dos temáticas relevantes: la importancia de considerar a la guerra como objeto de estudio de las ciencias sociales en general y de la Sociología en particular, y los condicionamientos en cuanto a la metodología a desarrollar.

El autor señala que la guerra como objeto de estudio requiere de muchos recaudos más allá de los considerados para cualquier tipo de investigación, debido a que, en general, su extensión temporal y espacial demanda la necesidad de realizar estudios con fuentes indirectas (reportes, documentos, etc.). Lo que a la Sociología le interesa, en particular, es analizar el patrón de actividad de los grupos humanos enlazados en el fenómeno de doblegar la voluntad de un grupo humano por medio del uso, sistemático y racional, de la violencia (Nievas, 2009).

Asimismo, es necesario tomar en consideración los aspectos morales que siempre se vinculan a estas temáticas. Hay un consenso generalizado en pensar que la guerra es una actividad aberrante, que matar humanos está mal. Si bien, se puede considerar como ciertos esos razonamientos, es necesario considerar que la condena moral no permite el avance del conocimiento, incluso lo retrasa. Por eso, quien sostenga que la guerra es bárbara, o directamente inhumana, se acerca más a las construcciones por parte del sentido común, desconociendo que la guerra es una actividad de la humanidad, producto de la civilización.

Uno de los cambios más llamativos de las nuevas guerras lo representa el declive del Estado como protagonista principal de los enfrentamientos. En general, los conflictos bélicos del pasado remiten a cuestiones de soberanía entre varios aspectos. Lo cierto es que en la actualidad, el enfrentamiento entre Estados no es lo que más se repite. No se ven movilizaciones de tropas regulares que enfrenten solo a dos potencias. La explicación de ello remite a la aparición de un nuevo actor no estatal, que aún hoy se sigue estudiando. Se habla de grupos resistentes, insurgentes, rebeldes, etc. Lo cierto es que en estos nuevos enfrentamientos, la asimetría es mayor y da cuenta de la necesidad de generar nuevas estrategias para tal fin, como se comentó anteriormente.

Desde los resistentes iraquíes hasta grupos más globalizados como Al Qaeda, sus acciones son disímiles y plantean una guerra totalmente distinta a las conocidas hasta la actualidad (Nievas, 2009).

También intervienen compañías privadas militares, encargadas de realizar servicios logísticos, de combate y tecnología. En un proceso de tercerización, dichas empresas forman parte de todas las guerras del siglo xxi. Incluso, han llegado a agruparse en la Asociación Internacional para Operaciones de Paz (ipoa, International Peace Operations Association).

En resumen, la realidad actual presenta conflictos armados caracterizados por participación del Estado, rebeldes o fuerzas no estatales y empresas privadas, como en los casos de Kosovo y Colombia.

Por último, resulta pertinente considerar el papel de las ciencias sociales en general y la Sociología en particular en lo que se considera la producción de sentido: ¿cómo determinar qué es una guerra?, ¿cuándo nos encontramos frente a una guerra y cuándo no? Aunque no lo parezca, estas preguntas refieren a diversas formas de abordar una misma realidad y plantean una problemática de tipo conceptual y no del fenómeno en sí. De este modo, la producción de sentido, que indirectamente también es producción de realidad, da cuenta de las disímiles formas de organizar los hechos dependiendo del universo desde el que se explique el conflicto.

REFLEXIONES FINALES

La guerra, actividad humana extendida y sistemática de la humanidad, no ha sido referenciada como objeto de estudio por parte de la Sociología en el momento de su instauración como parte de la academia.

Gran parte de ello se debió al impulso del liberalismo que, como fundamento teórico, tomó como base el orden para el progreso, convirtiendo a dicha ciencia en normativa. La importancia del deber ser se impuso sobre la del ser.

Los primeros escritores considerados clásicos de la Sociología sostenían que era necesario pensar la guerra de manera especial y analítica, con el fin de explicar y entender los orígenes y las funciones del Estado, junto a la propiedad privada y la estratificación social.

A pesar de estas primeras limitaciones, con el paso del tiempo la guerra logró formar parte de la Sociología desde una gran diversidad de teorías. Ahora bien, debido a los cambios en la morfología de la guerra, es evidente que la teoría formulada para tal caso queda obsoleta para la explicación de fenómenos de reciente aparición.

La guerra en la actualidad no puede ser explicada por medio de teorías y herramientas pensadas para otras formas de guerra. La generalización del ataque a civiles, la desaparición del Estado como actor principal, la aparición de nuevos actores, las nuevas coordenadas de tiempo y espacio, los avances tecnológicos, entre otros, representan los puntos centrales sobre los cuales la Sociología y el resto de las ciencias sociales deben profundizar.

En la actualidad, quizá el mayor enfrentamiento que se pueda considerar es contra el terrorismo, que es básicamente un método. Pareciera que la guerra al terrorismo conlleva de manera implícita una serie de consideraciones asimilables a la civilización. Las descripciones de los hechos actuales dejan en claro que más que terrorismo o terroristas, se está frente a guerras y combatientes.

Esta revisión conceptual y el pequeño aporte metodológico propuesto tienen como objetivo comprender y analizar las guerras de la actualidad con perspectivas innovadoras, que se alejen de las desarrolladas hasta el momento, caracterizadas por su tendencia a generar producciones científicas favorables a alguno de los gobiernos intervinientes en este tipo de conflictos internacionales.

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Fecha de ingreso: 30/04/2019

Fecha de aprobación: 29/05/2020


1 Este artículo se basa en el proyecto de investigación pgi 24/E149: Guerra, Paz y Derechos Humanos interpelados por la Ciencia Política y la Sociología. Un abordaje trans-disciplinar, financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional del Sur, Argentina.

* Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur, Universidad Nacional de Sur-conicet, Argentina.

cgallegos@gmail.com

2 Se ha dicho que la muerte de su hijo en la guerra fue lo que llevó a este pensador a desarrollar una postura que propicie alternativas conciliadoras.