Rev. Ciencias Sociales 171: / 2021 (I)

ISSN Impreso: 0482-5276 ISSN electrónico: 2215-2601


Participación laboral y educativa De personas con hijos pequeños en la ciudad de Buenos Aires, Argentina1

Labor and educational participation of people with young children in Buenos Aires, Argentina

Pablo De Grande*

Resumen

Este artículo indaga en la relación entre maternidades, paternidades y el despliegue de actividades fuera del hogar. A partir de microdatos disponibles del último censo nacional de población de la Argentina, se realiza un análisis estadístico descriptivo de la inserción ocupacional y educativa de los padres y las madres de niños pequeños y niñas pequeñas en la ciudad de Buenos Aires en el año 2010. Se desarrolla, en forma descriptiva, cómo las mismas mutan o persisten a lo largo del proceso de cuidado y crianza de los primeros años, y cómo estas vivencias se diferencian según la edad y posición en el parentesco.

Palabras clave: cuidado del niño * mercado de trabajo * primera infancia * deserción escolar * desigualdad social

Abstract

This article investigates the relationship between motherhood, fatherhood and the participation in activities outside of the home. Based on microdata from the last national population census in Argentina, the occupational and educational participation of fathers and mothers of young children in the City of Buenos Aires are analyzed. It is developed, in descriptive form, how they mutate or persist throughout the process of care and upbringing of the first years, and how these experiences differ according to the age and the position in kinship.

Keywords: childcare * labor market * early childhood * dropping out * social inequality

Introducción

La relación entre el género y la realización del cuidado en ámbitos familiares ha sido trabajada desde diferentes perspectivas en debates recientes (Himmelweit, 2011). La preocupación por las desigualdades producidas por la distribución social del cuidado (Cogliandro, 2009), los cambios y las continuidades de estas distribuciones (Esquivel et al., 2012; Goren y Trajtemberg, 2017) y las regulaciones del Estado y del mercado en torno a ellas han sido objeto recurrente de investigación (Faur, 2010 y 2014; Cutuli y Aspiazu, 2012). Producto de ello, se conoce que en Argentina y otros países de la región (Aguirre y Ferrari, 2014; Calero et al., 2015) el tiempo y las responsabilidades de cuidado se reparten en forma diferenciada entre hombres y mujeres, sin por ello dejar de mencionar que estos esquemas de organización de los hogares han mutado sensiblemente en las últimas décadas (Messina, 2017; Arévalo y Paz, 2015).

El objetivo de este artículo es describir las formas en que hombres y mujeres, con hijos e hijas a su cargo, modulan su participación en el mercado de trabajo y en los ámbitos educativos. Interesa tratar la relación entre género, inserción social y maternidad/paternidad en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Se pretende explorar de qué manera se vincula el nacimiento y posterior cuidado de niños pequeños y niñas pequeñas con la participación de sus padres/madres en espacios fuera del hogar, más específicamente, en espacios educativos y laborales. Indagar cómo las diferentes etapas del ciclo de vida se enlazan, para los padres y las madres, con sus posibilidades de desplegar su participación en la escuela secundaria, la universidad y el mercado de trabajo.

Algunos fenómenos en esta línea son conocidos por otras investigaciones: el retiro parcial o total de las madres de las actividades laborales como respuesta frecuente al nacimiento de sus hijos e hijas2 (Lupica, 2010), el temprano ingreso al mercado de trabajo por parte de los padres en paternidades adolescentes (Del Bono et al., 2017) o la prevalencia de maternidades y paternidades más tardías y de menor número de hijos e hijas entre quienes se orientan a completar estudios universitarios (Lupica, 2013). Sin embargo, cuestiones como en qué medida estas alteraciones se revierten al crecer, cómo se diferencia el impacto entre padres y madres para sus inserciones, o cómo varía en las diferentes edades, no han sido explícitamente tratadas en trabajos preexistentes.

A continuación, se presentan antecedentes a las temáticas que el artículo aborda. Luego, se detallan la metodología con la que se trabajó el análisis. En tercer lugar, se analizan los resultados obtenidos para finalmente en las conclusiones discutir sus implicancias en función del objetivo planteado.

Antecedentes

En gran medida, las preguntas que intenta responder este artículo surgen del diálogo con trabajo de campo previo con familias con bebés e infantes en la ciudad de Buenos Aires (De Grande, 2014, 2015a, 2015b, 2016a). A partir de lo anterior, surgieron las siguientes preguntas: ¿cómo los eventos de maternidad y paternidad se asocian con trayectorias educativas y laborales diferentes a las de quienes no los experimentan?, ¿en qué medida esas diferencias persisten o remiten con el crecimiento de los niños y las niñas?, ¿qué variaciones pueden encontrarse a lo largo del ciclo de vida para madres y para padres?

En el trabajo de campo, las interrelaciones entre prácticas de cuidado, creencias personales, recursos e inserción social se mostraban densas y complejas.

La presencia de un bebé y el crecimiento de uno o varios niños y niñas en el hogar establece restricciones, así como altera motivaciones y disponibilidades de formas extensas y cotidianas (De Grande, 2015b; Faur, 2014). Si bien, por ejemplo, la orientación hacia una formación profesional puede producir expectativas y estilos de vida que pospongan la maternidad y la paternidad como metas de realización personal, también es cierto que quienes son madres y padres tienen dificultado su acceso a espacios educativos por razones prácticas de horarios, transportes o ausencia de espacios de cuidado infantil y redes de apoyo (Cogliandro, 2009; De Grande, 2015a). Al mismo tiempo, no pueden desestimarse los sesgos en las regulaciones normativas y la influencia de los modelos morales tradicionales que operan atribuyendo como legítimas cargas desiguales por género en las expectativas del buen cuidado y la dedicación, así como en la organización general de la distribución de tareas y elementos de la crianza (Marzonetto y Martelotte, 2013; Nari, 2004). Efectos y dependencias similares pueden verse con la organización de la inserción laboral, y de todos los arreglos del cuidado en general con respecto a niños pequeños y niñas pequeñas (Arévalo, 2017; Cutuli y Aspiazu, 2012).

En este sentido, es difícil dejar fijas las líneas de causalidad entre maternidad, paternidad, educación y trabajo. Por ejemplo, ante el registro que en el año 2010, las madres universitarias tienen en promedio 1,9 hijos mientras que aquellas con secundario incompleto alcanzan en promedio 2,5 hijos (Lupica, 2013), cabe preguntarse si es la maternidad —como hecho exógeno a la formación académica— quien obstaculiza la finalización de los estudios, o si al menos en forma parcial, los estudios se corresponden con proyectos personales que compiten en atención, tiempo o intereses con el desarrollo familiar.

En este escenario de condicionamientos recíprocos, no pueden descartarse ni las diferencias en las valoraciones personales de las madres de uno y otro grupo (DAvirro et al., 2018), ni los mecanismos expulsivos de las dinámicas educativas (De Grande, 2019; Román, 2013), ni la puja de tiempo implicada en cuidar, trabajar y estudiar simultáneamente (Pérez, 2018), ni la influencia de las normativas vigentes (Aspiazu et al., 2015), entre los elementos que moldean estos resultados. En todos estos niveles, la organización sexuada del género opera en varios niveles reforzando la domesticidad y un número más reducido de opciones para las mujeres, en especial al ser madres o tener personas a cargo (Faur, 2014).

Entre los elementos o factores que han sostenido y sostienen estas opciones reducidas por género se encuentra por una parte el Estado, que ha instrumentado sus políticas de protección a lo largo del siglo xx tomando como punto de apoyo a las mujeres para sus intervenciones en la infancia y en lo familiar (Nari, 2004). De este modo, las mujeres fueron fijadas como interlocutoras y receptoras de la asistencia estatal para las necesidades de cuidado, naturalizando y rigidizando las chances de alternancia y complementariedad con varones en dichas funciones, al reducir sus posibilidades de participar en forma igualitaria como trabajadoras en el mercado laboral (Cutuli y Aspiazu, 2012; Sosa, 2015). En la actualidad, una de las exclusiones de género más extremas lo constituyen las licencias por maternidad, las cuales en la gran mayoría de los sectores varían de 90 a 180 días para las madres mientras que asignan a los padres entre 2 y 10 días de retiro pago (Marzonetto y Martelotte, 2013).

Asimismo, varias investigaciones dan cuenta de cómo el mercado laboral considera en forma desigual a mujeres que a hombres. La distribución en percentiles de ingresos en Argentina muestra mayor presencia femenina en los deciles más bajos y mayor presencia masculina en los más altos, siendo el ingreso promedio de las mujeres para el primer trimestre de 2017 de $10 708 (pesos argentinos)3 y el de hombres de $14 6874 (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación-mtess, 2017). En particular, en el mercado de trabajo, controlando los ingresos laborales por nivel educativo y edad, el ser varón o mujer ha sido señalado como un factor significativo en la determinación del salario (De Grande y Salvia, 2013; Paz, 2018).

En la distribución de tareas y ramas, según la Encuesta de Indicadores Laborales, también se constatan diferencias en la participación y la distribución del trabajo (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación-mtess, 2017), siendo la construcción y el transporte las ramas donde se registra una menor participación femenina (con 8% y 13%, respectivamente). Cabe señalar que la inclusión en puestos de dirección en abril de 2017, en varias ramas daba cuenta de niveles similares a la participación general. Así, por ejemplo, en la industria manufacturera se refleja un 22% de participación total femenina y un 21% de participación femenina en puestos de dirección, al ser el total de mujeres en puestos de dirección de un 34% (dos puntos porcentuales inferior al nivel de participación femenina general) (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación-mtess, 2017).

Finalmente, la distribución sexuada de las tareas de cuidado familiar y de sostén del espacio doméstico ha sido caracterizada y cuantificada en las últimas décadas. Esta tarea se orientó a dos objetivos: el reconocimiento de dichas tareas dentro de la producción económica de la sociedad, y la necesidad de propiciar condiciones para una distribución equitativa y libre en términos de género en la dedicación al espacio doméstico-familiar y al trabajo remunerado en el mercado (Hochschild y Matchung, 1989; Gutiérrez, 2002).

Así, se da cuenta de situaciones en que las mujeres mantienen la histórica carga de tareas vinculadas a lo doméstico y a lo familiar, con el adicional de la participación en el mercado de trabajo, tomando en forma promedio mayores responsabilidades que sus conyugues. Del análisis de la distribución de cuidados de niños y niñas realizado por Esquivel (2012) en base a información provista por la Encuesta de uso del Tiempo5 realizada en la ciudad de Buenos Aires en el año 2005, se conoce que la participación de las madres en el mercado laboral disminuía en 5 puntos porcentuales cuando había niños pequeños en el hogar y era inferior a la participación de los padres varones. Inversamente, las tareas de cuidado y de manutención del hogar eran más frecuentemente asumidas por mujeres.

En la misma fuente, Arévalo y Paz (2015) encuentran que, si bien, el tiempo total de actividad entre varones y mujeres puede en varios segmentos coincidir (la suma de tiempo de trabajo remunerado y de trabajo no remunerado), la distribución es sistemáticamente desigual en términos de asociarse en mayor medida el trabajo no remunerado a las actividades de las mujeres, con las consecuencias esperables que puede tener esto en una sociedad basada en intercambios monetarios de mercado.

También, Arévalo analiza en la ciudad de Buenos Aires, los microdatos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo y el Trabajo No Remunerado del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la Argentina (indec) del año 2013 (Arévalo, 2017 y 2018). A partir de esta fuente, encuentra que mientras los hombres mantienen relativamente estable su dedicación a tareas de quehaceres domésticos, cuidados y apoyo escolar (por debajo de las 20 horas totales semanales), en las mujeres entre los 25 y 45 años se reconocen valores de más de 50 horas paras las madres con nivel educativo igual o inferior a secundaria completa, siendo algo inferiores y más tardíos los niveles para las madres con instrucción universitaria. Calculando el déficit de tiempo entre hombres y mujeres, solo en las mujeres este cálculo arroja valores negativos (ausencia de tiempo libre), situación que se sostiene entre los 28 y los 50 años para el grupo de mujeres (Arevalo, 2017).

Otras investigaciones dan cuenta de las rápidas transformaciones y de las profundas heterogeneidades que la maternidad y la paternidad como experiencia vivida y como representación simbólica han experimentado en las últimas décadas (Marcús, 2006). Los trabajos sobre nuevas paternidades se entroncan en la revisión más general de la organización del género y de la construcción de la masculinidad (Olavarría, 2003; Hasicic, 2012), y describen una “crisis” en el modelo del varón como proveedor económico, ajeno al mundo doméstico. Los cambios en las prácticas y en las representaciones de varones y mujeres relativas a sus lugares en la vida familiar y en el campo laboral recorre un arco que comienza a mitad del siglo xx (Cosse, 2009) y que se extiende hasta la actualidad (Fuller, 2001; Faur, 2014; Muñiz, 2016).

Por su parte, los fenómenos hasta aquí planteados, que vinculan el cuidado familiar, el género y la participación laboral, son atravesados también por la dimensión etaria, es decir, que no resultan en iguales sentidos, problemas o escenarios en maternidades y paternidades más jóvenes. Esta dimensión es abordada con mayor detalle en investigaciones que tempranamente se ocuparon de su límite inferior, es decir, de cuando las madres y padres son adolescentes (Climent, 2003).

El embarazo adolescente alcanza en un 15% de los nacimientos en la Argentina (Presidencia de la Nación, 2017; Pantelides y Binstock, 2007), y es señalado por la bibliografía como un evento que en muchos casos supone o conlleva a la exclusión de espacios educativos. De este modo, según la Encuesta Reproductiva a Adolescentes Tardías y Jóvenes (eratjo) del año 2012, el 54,8% de las madres adolescentes no asistía a la escuela antes de ser madres (Binstock y Gogna, 2014) y en la Encuesta Nacional de Jóvenes del año 2014 señala que un 28,8% de las jóvenes que dejaron de asistir a la escuela media declararon la maternidad como causa (Instituto Nacional de Estadística y Censos de la Argentina, 2015).

En este artículo, este conjunto de padres y madres será analizado a partir de información censal, al buscar establecer comparaciones no solamente con los grupos de varones y mujeres de misma edad que no han tenido hijos o hijas (tal como realizan las investigaciones mencionadas), sino también con quienes los han tenido a edades más avanzadas. Asimismo, se buscará aproximarse a cómo son sus trayectorias durante su crecimiento, es decir, en la continuación de los eventos iniciales de embarazo o maternidad/paternidad tempranas. Para esto, en la siguiente sección se presenta la fuente de información y las categorías de análisis que serán empleadas.

Metodología

La fuente de información

El análisis de las condiciones diferenciadas de la inserción educativa y laboral será evaluado a partir de información para la ciudad de Buenos Aires del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del año 2010.

La información que se utilizará en este artículo deriva de los indicadores de ocupación, educación y estructura del hogar (edad, sexo, relación con el “jefe”) del cuestionario básico del censo6. Se trabajó con los microdatos de las bases de datos redatam, convertidos a spss7 para el análisis de núcleos secundarios y parentesco que se describirá en la siguiente sección.

Cabe mencionar en este punto que el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del año 2010 se llevó a cabo mientras el organismo estadístico a su cargo (el Instituto Nacional de Estadística y Censos, indec) se encontraba intervenido. Según ha sido documentado, la intervención iniciada en el año 2007, tuvo como fin la adulteración de varias estimaciones de estadística pública, lo que trajo aparejadas complicaciones para el trabajo técnico en todas sus áreas (Isola, 2014; Lindenboim, 2011). El censo del año 2010 ha sido cuestionado por inconsistencias detectadas con posterioridad a su publicación por distintas dependencias estatales y grupos de investigación (Molinatti, 2017). Si bien, estas imprecisiones fueron reconocidas por el organismo luego del cese de la intervención, no ha habido una rectificación de datos o documentación de sus distorsiones8.

Es importante señalar, sin embargo, que la información censal, por su gran cobertura, es una herramienta única para realizar descripciones multivariadas como la que este artículo realiza. En este caso, la posibilidad de analizar la situación de adultos a partir de las edades de sus hijos o hijas, según sexo, en forma anualizada y para diferentes momentos del ciclo vital, no podría ser realizada con una muestra reducida de casos, tal como la que ofrece, por ejemplo, la Encuesta Permanente de Hogares. En dicho contexto, el censo del año 2010 es utilizado, en este y otros trabajos, bajo procesos de revisión y chequeo cruzado cuando otras fuentes se encuentran disponibles.

Reconstrucción de núcleos secundarios y parentesco

Para realizar el reconocimiento de los padres y las madres, se partía de la dificultad de que el modo en que relevan el parentesco los censos nacionales de población de la Argentina —y también la mayoría de las encuestas de hogares temáticas oficiales— solo permite establecer las relaciones entre los miembros del hogar con la persona denominada como “jefe de hogar” (Marcos et al., 2018). De esta forma, se interroga en primer lugar por un referente o jefe de hogar, y luego para el resto de los integrantes del hogar se pregunta su relación con este último (tal como padre, madre, cónyuge, hijo, etc.). Consecuencia de ello, en los casos, por ejemplo, en que el jefe de hogar convive con varios hijos, y a la vez con uno o varios nietos, el cuestionario no identifica quiénes son los padres de cada niño o niña, sino solamente su relación de nieto o nieta con el jefe.

Como en esta investigación era de interés conocer las responsabilidades parentales de cada persona en edad fértil, la ausencia de estas filiaciones resultaba problemática. Para subsanar esta dificultad, se procedió a hacer una reconstrucción de las relaciones entre los miembros de los hogares a partir de la información disponible. Esta estrategia procuró trabajar no solamente con la relación de padre/madre-hijo en aquellos casos en que el padre o la madre eran jefes de hogar, sino también en aquellos casos en que el vínculo filial podía reconstruirse a partir de otros parentescos declarados con el jefe9.

Para esto, se recorrió al conjunto de hogares reponiendo donde fuera posible las filiaciones para los niños censados y las niñas censadas, buscando identificar a su madre y a su padre en el grupo doméstico. El procedimiento para ello operó del siguiente modo:

1) Se agruparon las personas según su identificador de hogar.

2) Para todas las personas de entre 0 y 15 años se analizó su valor para la variable de relación con el jefe.

3) Según este valor, se buscaron miembros de sexo femenino y masculino que pudieran calificar como madre y padre siguiendo los criterios de relación enumerados en la tabla 1 y se les vinculó con sus correspondientes presuntos hijos e hijas en la base de datos.

4) En todos los casos, se consideró que la imputación era válida siempre que no hubiera más de un candidato posible en la relación y sexo indicados (es decir, si había por ejemplo dos hijas del jefe de entre 14 y 49 años y un nieto de 1 año, la relación de maternidad de este niño se mantenía como indeterminada).


Tabla 1
Criterios de asignación de parentesco según relación declarada
con el jefe de hogar

Este proceso produjo un apareamiento de los niños de 0 a 3 años con sus potenciales madres en el 91% y con sus padres en un 82,8%. Para la edad de entre 4 y 15 años, 90,9% de los niños fueron vinculados con una mujer asignada como madre y 75,4% de los niños fueron asignados a un varón como padre.

La menor tasa de asignación para los padres luego de los 4 años da cuenta del gran número de niños y niñas que no residen en hogares con su núcleo parental completo. Esto extrema la importancia de buscar técnicas de relevamiento (censal o de encuesta) que puedan dar cuenta de los vínculos fuera de la vivienda, en la medida en que las estructuras familiares exceden dicho marco y su comprensión se ve dificultada por los modelos tradicionales de relevamiento intra-hogar. A los fines de esta indagación, el mayor interés está puesto en la situación de los primeros años de vida, en los cuales pudo establecerse una cobertura mayor al 90%.

Los hogares con niños de entre 0 y 15 años donde no pudiera establecerse al menos la existencia de uno de sus padres (padre o madre) fueron excluidos del análisis debido a que resultaba imposible investigar allí los modos de organización de las inserciones laborales y educativas de sus padres y madres.

Clasificaciones

El análisis examina la asistencia a espacios educativos y en la actividad laboral registrada por el procedimiento censal para diferentes grupos poblacionales de la ciudad de Buenos Aires. El recorte etario de la población de madres y padres considera a mujeres y varones de 14 a 49 años, agrupándolos en franjas etarias y por sexo, para analizar los indicadores seleccionados a lo largo del ciclo de vida y en función de ser madre o padre. A continuación se detallan los criterios para ser aplicados para la elaboración de estos grupos.

1) Grupos de padres y madres

Los grupos de padres y madres están organizados a partir de tres dimensiones: edad del padre o madre al nacimiento de su hijo o hija menor, edad estimada de sus hijos e hijas menores y sexo (padre o madre). Las mismas fueron calculadas del siguiente modo:

Edad del hijo o hija menor: fue estimada a partir del atributo de edad de cada niño vinculado como hijo o hija a cada persona. Para considerar que un niño o niña es hijo o hija de una persona se aplicó el procedimiento de asignación de parentesco explicado previamente para extender las relaciones explicitadas en el cuestionario censal de “relación con el jefe” hacia las relaciones de los núcleos secundarios. La edad del hijo o hija menor fue utilizada en el análisis en 5 categorías: 0 a 11 meses, 1 año (12 a 23 meses), 2 años (24 a 35 meses), 3 años (36 a 47 meses) y 4 a 15 años.

Edad del padre o madre: la edad de los progenitores fue estimada como “edad a la fecha de nacimiento del hijo o hija menor”. Esta referencia al año del nacimiento del niño o niña fue introducida con la intención de agrupar a las personas en cohortes según su relación etaria con la maternidad/paternidad más reciente antes que con su edad al momento de realizarse el censo. Si al momento de censarse alguien había declarado una edad de 20 años y un hijo de 4 años, era de interés analizar su trayectoria como madre o padre que había iniciado su maternidad/paternidad en la adolescencia. Por esta razón, la edad de los progenitores fue considerada restando a la edad declarada la edad de sus hijos e hijas menores. Las categorías en que fue agrupada fueron 14 a 19 años, 20 a 29 años, 30 a 39 años y 40 a 49 años.

Sexo del padre o madre: utilizado para distinguir entre padres y madres, replicando el indicador censal de igual nombre cuyas categorías para el censo de 2010 fueron varón y mujer.

2) Grupos de referencia

Los grupos de referencia son utilizados para comparar la situación de personas con hijos de hasta 15 años con quienes no tuvieran hijos en ese rango de edad. En ellos se incluyen las personas sin hijos y las personas cuyos hijos tuvieran 16 años y más. Las dimensiones para la construcción de estos grupos fueron edad y sexo de sus miembros.

En los grupos de referencia fueron incluidos varones y mujeres, de entre 14 y 49 años, con categorías análogas a las de grupos de padres y madres, adicionando el tipo de hogar. El tipo de hogar distingue a los grupos de referencia “en hogar unipersonal” (cuando la persona es el único miembro del hogar) de los casos de referencia en hogares multipersonales (series referidas como “sin hijos menores de 15 años”).

Indicadores

Los indicadores que serán evaluados para los grupos poblacionales descriptos son la tasa de ocupación (ocupados sobre población total) y la tasa de asistencia escolar (personas que asisten sobre población total).

Para la tasa de asistencia escolar fueron excluidas del cómputo aquellas personas que tuvieran al momento de censarse nivel educativo universitario completo.

Resultados

Distribuciones por grupos

En primer lugar, se refleja la cantidad de personas alcanzadas por cada uno de los grupos indicados previamente. Las mujeres con hijos o hijas de entre 0 y 3 años representan un 14,26% del total de mujeres entre 14 y 49 años, mientras que los hombres en esa condición alcanzan un 13,24% del total de hombres en mismo rango de edad (tabla 2).

La mayor presencia en la ciudad de Buenos Aires de niños de menos de 4 años se da en la franja entre los 30 y 39 años tanto para mujeres como para hombres, totalizando las mujeres un total de 22,42% en tal condición para esa franja etaria, mientras que los hombres alcanzan un 22,21%.


Tabla 2
Tamaño y distribución de grupo de referencia por edad según madre o padre
identificado por sexo y edad estimada a la fecha del nacimiento del hijo menor
ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2010

Al cuidado de hijos e hijas en su primer año de vida se encuentra un 4,16% de las mujeres, lo que representa 32 906 madres. En el caso de los hombres, 29 410 componen el 3,94% de padres identificados en los hogares en la franja de 14 a 49 años con hijos menores de un año.

Participación en ámbitos educativos

El análisis de la relación entre cuidados y participación educativa reviste especial importancia por varias razones. Por una parte, la educación es un elemento clave en la movilidad social y en la reproducción del capital cultural de los hogares. La posición socioeconómica y la inserción laboral de las personas en contextos urbanos se encuentran ampliamente condicionada por las credenciales educativas. Por otra parte, la participación en ámbitos educativos deriva en prácticas específicas de socialización y en estilos de vida con los que se asocia. Es decir, el “ser estudiante” en cualquier nivel formativo da cuenta de espacios de participación y de ciertas condiciones en el uso del tiempo y los desplazamientos cotidianos.

Al analizarse la relación entre la presencia de hijos pequeños e hijas pequeñas y las trayectorias educativas de las mujeres, varios aspectos merecen ser destacados a la luz de la información censal. Si se considera la cantidad de mujeres que sin haber agotado sus posibilidades de formación (es decir, sin tener universitario completo) no asisten a una institución educativa, se observa en primer lugar una correlación negativa marcada con la maternidad cuando ocurre antes de los 20 años (gráfico 1, serie 14 a 19 años).

Para esta franja etaria, mientras que solo 14,15% de las adolescentes y jóvenes sin hijos no asistían a la escuela, quienes tenían hijos de entre 0 y 11 meses no asistían en un 63,58% de los casos. Si bien, este hecho es bastante conocido (el impacto de la maternidad en la asistencia a la escuela media), el seguimiento de las series por edad permite observar que cuando los niños y las niñas de estas madres crecen (niños de 2 y 3 años) no desciende la no asistencia sino que por el contrario continúa en aumento, afectando a un 76,73% de los casos para la edad de 3 años.

Entre las madres de 20 a 29 años al momento del nacimiento de sus hijos menores, la relación entre maternidad y asistencia a espacios educativos es también muy pronunciada. En ellas, mientras que más de la mitad de las mujeres sin educación superior completa y sin hijos o hijas asiste a una institución educativa —no asistencia de 45,74%— la no asistencia con niños de menos de un 1 año asciende a 87,22%. En el grupo de 30 a 39 años se observa la misma tendencia, donde la no asistencia pasa de 76,04% a 89,65% al haber hijos de entre 0 y 11 meses.


Gráfico 1
Madres que no asisten a espacios educativos CON UN nivel educativo menor a universitario completo por edad estimada al nacimiento de su hijo O HIJA menor
Ciudad de Buenos Aires, ARGENTINA, 2010

* Edad informada al momento de censarse.

** Mujeres sin hijos/as o con hijos/as de 16 años y más.

Fuente: Elaboración propia con base en microdatos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

En ambos casos, la no asistencia se mantiene relativamente estable con el crecimiento del hijo o hija menor, es decir, el retiro del sistema educativo no perdura solamente ante la presencia de las demandas del primer año de vida del bebé pequeño, sino que con niños o niñas de tres años, e incluso, en la categoría correspondiente a quienes tiene hijos/as de entre 4-15 años, la retirada del sistema educativo persiste y supera en todos los casos la media general y la referencia para mujeres sin hijos e hijas en edades equivalentes (gráfico 1).

En el caso de los padres, las curvas de evolución de la participación educativa moduladas por el evento de la paternidad reflejan niveles similares de no asistencia a aquellos de las mujeres (gráfico 2).


Gráfico 2
Padres que no asisten a espacios educativos CON UN nivel educativo menor a universitario completo por edad estimada al nacimiento de su hijo E HIJA menor
Ciudad de Buenos Aires, 2010

* Edad informada al momento de censarse.

** Varones sin hijos/as o con hijos/as de 16 años y más.

Fuente: Elaboración propia con base en microdatos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

En este sentido, solamente los padres de entre 14-19 años con hijos e hijas menores a 12 meses tienen una diferencia con las madres en su favor mayor a 5 puntos porcentuales. Incluso, en este caso, sin embargo, el nivel de no asistencia triplica aquel de los varones adolescentes sin hijos e hijas, dando cuenta de la fuerte relación entre desescolarización y paternidad.

Para las demás categorías, si bien es conocido que el cuidado de los infantes es sostenido con mayor frecuencia por las madres que por los padres, los efectos del nacimiento y su sostén en la participación educativa posterior muestran situaciones similares en madres y en padres, al ejercer análogamente en el caso de estos últimos un vínculo negativo que no se revierte con el crecimiento.

Al igual que se observó en las madres, la serie que cubre adultos de entre 40-49 años tiene en todos los segmentos una no asistencia mayor al 90%. En ella, la presencia de hijos e hijas menores de un año no introduce variaciones, mientras que en la relativa a las madres se observaba una variación de 2 puntos porcentuales (gráfico 2), muy inferior a los cambios observados en otros rangos etarios.

Participación en el mercado de trabajo

En términos generales, si se considera que las madres asumen en el primer año de vida de sus hijos la mayor parte de las responsabilidades del cuidado, las tasas de participación en el mercado laboral han sido altas. Para las madres mayores a 20 años, en ningún caso estas han sido inferiores a 55%, superando el 70% a partir de los 30 años. En el caso de quienes fueron madre antes de los 20 años, la tasa de ocupación fue mayor que la de quienes no tuvieron hijos, incluso durante el primer año de vida del bebé. Esta participación de 29,02% en el primer año de vida aumenta a 42,61% en el segundo y continúa creciendo en forma sostenida para llegar a 77,07% cuando los hijos tienen entre 4-15 años (gráfico 3).

En el grupo de madres cuyos hijos e hijas menores nacieron entre sus 20-29 años, se observa una baja en la actividad laboral en el año del nacimiento del bebé, no obstante, más de la mitad de ellas continuaban trabajando en dicho año. De este modo, mientras que un 75,97% de las mujeres sin hijos e hijas en ese rango de edad están ocupadas en el mercado laboral, quienes tienen hijos de menos de un año lo hacen en un 57,40%. El crecimiento de los hijos y las hijas en esa franja etaria se correspondió con un aumento en la participación laboral, teniendo el grupo con hijos e hijas de 4-15 años una tasa de ocupación de 79,79% (un nivel mayor incluso al de las mujeres sin hijos/as).

En los dos grupos de mayor edad, si bien, la baja que se observa por la maternidad es menor (10 puntos porcentuales en el grupo de 30-39 y 6 pp. en el de 40-49 años), el crecimiento de los hijos y las hijas no es acompañado de una equiparación de los niveles de participación, los cuales se mantienen en niveles levemente inferiores. Con hijos e hijas de entre 4-15 años, la tasa de ocupación fue menor en 5 y 3 puntos porcentuales respectivamente, en comparación con las mujeres de igual edad sin hijos/as o con hijos/as de 16 años y más (gráfico 3).


Gráfico 3
Madres ocupadas en el mercado de trabajo por edad estimada
al nacimiento de su hijo E HIJA menor
Ciudad de Buenos Aires, 2010

* Edad informada al momento de censarse.

** Mujeres sin hijos/as o con hijos/as de 16 años y más.

Fuente: Elaboración propia con base en microdatos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

En el caso de los varones, el grupo de menor edad experimenta un efecto similar a las madres, asociando la paternidad con una entrada temprana y sostenida en el mercado de trabajo (gráfico 4). A diferencia de lo visto en la inserción educativa donde varones y mujeres mostraban niveles similares de variación a instancias de la maternidad/paternidad la serie de empleo muestra niveles más altos en los hombres. En las otras series de edad, la paternidad aumenta los niveles de participación, siendo mayor al 94% en todos los grupos de varones mayores a 20 años con hijos e hijas.


Gráfico 4
Padres ocupados en el mercado LABORAL por edad estimada
al nacimiento de su hijo e hija menor
Ciudad de Buenos Aires, ARGENTINA, 2010

* Edad informada al momento de censarse.

** Varones sin hijos/as o con hijos/as de 16 años y más.

Fuente: Elaboración propia con base en microdatos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

Conclusiones

A partir de los resultados observados, es posible hacer varias reflexiones con relación a la articulación entre maternidad, paternidad e inserción educativa y laboral de cara a articular políticas y normativas para estos espacios que resulten más apropiados a sus fines y al bienestar de la población de la ciudad.

Por una parte, es un hecho conocido que el amplio conjunto de políticas desplegadas durante la primera década del siglo xxi para lograr una mayor inclusión educativa en la ciudad de Buenos Aires10 no tuvo los efectos esperados: la participación neta de jóvenes en la escuela secundaria se mantuvo en forma invariante cercana al 85% entre 2001 y 2010 (Con, 2010; Canevari, Catalá y Montes, 2011; De Grande, 2019; Groisman, 2012). La falla en estas estrategias permite preguntarse si la problemática fue caracterizada correctamente al momento de definir su intervención. Por otra parte, en términos de acompañamiento a las necesidades de cuidados se advierte un consenso en la bibliografía sobre el tema respecto a que no se consolidó en la Argentina una agenda pública que haya establecido prioridades y acciones coordinadas para su facilitamiento (Cogliandro, 2009; Rodríguez, 2007; Gherardi, Pautassi y Zibecchi, 2012).

La información analizada mostró que la maternidad y la paternidad producen efectos de segmentación social. Estos efectos no parecen ni evidentes ni necesarios a primera vista, y mayor es su importancia por el hecho de que probaron ser persistentes en las trayectorias de las madres y de los padres.

El primer eje de segmentación se produjo entre quienes tenían hijos/as y quienes no los tenían. En el análisis realizado emergieron sistemáticamente diferencias en la participación educativa y laboral entre ambos grupos. La presencia de bebés, niños pequeños o niñas pequeñas alejó a sus padres de los espacios educativos, llevándolos al mercado laboral en forma más temprana que quienes no los tenían. Este efecto es conocido, pero se puede ver que con el correr de los años estas singularidades se mantenían. Este hallazgo —si se desea sostener la máxima de que la maternidad o la paternidad no debería restringir tan marcadamente las opciones individuales— sugiere la necesidad de diseñar políticas de apoyo al cuidado que consideren a las familias como núcleos sujetos a tensiones y demandas, todo a lo largo del proceso de crianza y crecimiento de sus hijos e hijas.

El segundo eje de segmentación que se hizo visible fue el operado por una matriz centrada en el género. La organización social del cuidado, articulada con los esquemas productivos, puso no solamente a padres y madres más lejos de los ámbitos educativos, sino que ubicó a los padres varones mayoritariamente en el mercado de trabajo en todas las fases del ciclo vital. Según señalan Hoschild y Matchung (1989), propiciar cambios en las relaciones familiares del cuidado y la domesticidad supone concebir también modificaciones en las formas de organización de la producción y del mundo laboral en general. En este sentido, la presión laboral sobre los padres varones aparece como parte condicionante de la posibilidad de arreglos familiares de cuidado más equilibrados en términos de género.

En este marco, la escasez en la oferta estatal de servicios de cuidado infantil, la ausencia de políticas de promoción del cuidado y la crianza comunitarias, la precariedad de las ayudas económicas directas a quienes tienen niños y niñas menores bajo su responsabilidad, la fragilidad de los sistemas públicos de salud y educación, son algunos de los factores que inciden en la complejidad del problema.

La observación longitudinal, a lo largo del ciclo de vida y en la heterogeneidad de contextos sociales, parece un ejercicio necesario para comenzar a concebir el cuidado y el bie-nestar infantil y de los adultos con infantes, en términos realistas y accionables. En este sentido, es preciso dimensionar la magnitud de los desafíos afectivos, familiares y económicos derivados de las maternidades y paternidades con que lidian los padres y madres de la ciudad, sean adolescentes, jóvenes o adultos. Esta caracterización parece un paso necesario para poder diseñar políticas que pueden incidir en estos procesos en términos significativos y relevantes, mejorando las chances de quienes participan de estos procesos de transitar con un mayor pie de igualdad en sus trayectorias educativas y laborales, al acompañar mejor a la infancia y a las familias que asumen, de muchas formas, su sostén cotidiano.

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Fecha de ingreso: 16/09/2019

Fecha de aprobación: 20/02/2021


1 Esta investigación ha sido realizada con el financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina (conicet).

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet). Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (idisco), Universidad del Salvador, Argentina.

pablodg@gmail.com

2 Según la Encuesta Nacional de Jóvenes de la Argentina del año 2014, para una población de 15 a 29 años el 42,1% de las mujeres abandonaron sus estudios o trabajo para llevar a cabo actividades de cuidado de niños (Pérez, 2018).

3 Equivalente a 691 dólares estadounidenses. Como valor de referencia, la línea de pobreza calculada por indec en febrero de 2017 para un hogar nuclear con 2 hijos de menos de 5 años fue de 12 346 pesos argentinos, equivalentes a la fecha a 797 dólares estadounidenses (indec, 2017).

4 Equivalente a 948 dólares estadounidenses.

5 Para un relevamiento detallado de encuestas de uso del tiempo en la Argentina hasta el año 2013, ver Arévalo (2018) y Goren y Trajtemberg (2017).

6 El Censo del año 2010 se apoyó en la aplicación de dos cuestionarios: uno básico y uno ampliado. Mientras que el básico estaba previsto sea aplicado al total de la población, el ampliado debía ser aplicado a una décima parte de los hogares.

7 Para esto se utilizó el Conversor Redatam (De Grande, 2016b).

8 En un comunicado del año 2016, el organismo informó haber recurrido a la justicia federal denunciando adulteraciones constatadas en el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del año 2010 (indec, 12 de septiembre de 2018).

9 Un procedimiento similar fue utilizado para cuantificar déficit habitacional en Marcos, Di Virgilio y Mera (2018). Se retoma de allí el término “núcleos secundarios” para referir a núcleos de los que no participa el sujeto identificado como “jefe”.

10 Cabe mencionar, entre ellas, al programa Fortalecimiento institucional de las escuelas medias, el Programa de becas estudiantiles, el Proyecto de acciones focalizadas en escuelas medias de zonas desfavorables (Con, 2010), los programas de retención escolar de alumnas madres o embarazadas y de alumnos padres (Krichesky, 2010) y las Escuelas de Reingreso (Briscioli y Toscano, 2012; Nobile, 2016).