Rev. Ciencias Sociales 173: / 2022 / III

ISSN Impreso: 0482-5276 ISSN electrónico: 2215-2601


LA FABRICACIÓN ESTÉTICA DE JESÚS JIMÉNEZ ZAMORA
(SIGLOS XIX, XX y XXI)

THE AESTHETIC FABRICATION OF JESÚS JIMÉNEZ ZAMORA
(19th, 20th AND 21st CENTURIES)

Guillermo Alfonso Brenes-Tencio*

El patriotismo debe ser el móvil de nuestras deliberaciones y la Patria os recordará con gratitud, como los fundadores de

una nueva era que le promete la realización de esperanzas hasta aquí defraudadas.

Jesús Jiménez Zamora

La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira.

Georges Didi-Huberman

RESUMEN

El presente artículo analiza la figura histórica del presidente costarricense Jesús Jiménez Zamora (Cartago, 18 de junio de 1823-12 de febrero de 1897), desde la perspectiva de su fabricación estética, a mediados del siglo xix y los inicios del siglo xx. La figura de Jesús Jiménez ha sido estudiada, pormenorizadamente por la historiografía costarricense, desde el punto de vista de su personalidad y su labor como estadista (1863-1866 y 1868-1870). De ahí que el objetivo de esta investigación girará en torno a sus representaciones plásticas, tanto como caballero joven como caballero anciano. Asimismo, tampoco escapa de la atención de este escrito, el análisis de diversas representaciones retóricas de Jesús Jiménez como referente moral y patriótico por parte de algunos miembros de la intelectualidad costarricense.

PALABRAS CLAVE: COSTA RICA * HISTORIA * PRESIDENTE * ESTÉTICA * INTELECTUAL

ABSTRACT

This article analyses the historical figure of the president of Costa Rica, Jesús Jiménez Zamora (Cartago, June 18, 1823-February 12, 1897) from the point of view of his aesthetic fabrication, in the middle of the xix Century and the beginning of the xx Century. The image of Jesús Jiménez has been studied, in detail, through the historical data of Costa Rica, considering his personality as well as his performance as a politician (President of Costa Rica during 1863-1866 and 1868-1870). This is what marks that the objective of this research has to do with his plastic representations, as well as his life as a youngster and then as a senior citizen. At the same time, it will also include his rhetorical representations as a moral and nationalistic person, from the point of view of some intellectual members through Costa Rica’s historical data.

KEYWORDS: COSTA RICA * HISTORY * PRESIDENT * AESTHETIC * INTELLIGENTSIA

* Investigador independiente, Cartago, Costa Rica.

gmobrs@gmail.com

INTRODUCCIÓN

Los sujetos históricos consagrados como héroes, próceres y beneméritos de la Patria son un objeto de análisis de la historiografía (Brunk y Fallaw, 2006; Murilo de Carvalho, 1997; Casalino, 2020; Centlivres et ál., 1999; Chust y Mínguez, 2003; Cuadriello, 2010; Dedieu, 2016; Dedieu et ál., 2015; De Roux, 1999; Dosse, 2007; Earle, 2005; Gómez, 2014; Guerrero, 2015; Lederman, 2012; McEvoy, 2006; Sater, 2005; Schneuer, 2016; Schwartz, 1992; Smith, 1998; Villalobos, 2016). Figuras históricas construidas desde el poder, cuyo propósito era, por una parte, crear convicciones para apelar al corazón y el alma de los habitantes del Estado-Nación; y, por otra parte, configurar “vidas ejemplares” que fueran las más puras encarnaciones del deber ser colectivo (Murilo de Carvalho, 1997; De Roux, 1999; Rivière, 2009). Para el historiador israelí Avner Ben-Amos (2007), la persona cuya memoria era celebrada pertenecía a una nueva categoría de héroes republicanos –los grandes hombres–. Al decir del historiador colombiano Rodolfo de Roux López (1999), “la pedagogía del entusiasmo terminó por borrar al personaje real y colocó en su lugar una estatua” (p. 34), en otras palabras, una representación o una fabricación. De esta suerte, se trata de figuras que, como lo anota la socióloga argentina Florencia Lederman (2012), se destacaron en la historia de un país, pero que luego son consagradas por los gobiernos en función de sus necesidades coyunturales, al status de mitos donde sus acciones se glorifican y su persona pasa a ser inmortal.

El proceso de fabricación (Burke, 1995) de aquellas figuras históricas emblemáticas (héroes, próceres o notables de la República en cuestión) no siempre es inmediato a su fallecimiento –glorioso o no–, y esto está determinado por una serie de factores de diversa índole, como bien lo ha destacado el historiador chileno Cristián Guerrero Lira (2015). Ciertamente, en dichos procesos, la política juega un papel determinante (Guerrero, 2015), pues son las elites dirigentes las que deciden la inclusión de estos sujetos en el panteón cívico nacional mediante el despliegue de una serie de políticas oficiales (Cfr. Acuña, 2015; Brunk y Fallaw, 2006; Enríquez, 2017; Esquivel, 2010; Gólcher, 1993; Smith, 1998), y a veces también, mediante imponentes actos simbólicos –de carácter público– necesarios para “inventar tradiciones” (Guerrero, 2016; Hobsbawn y Ranger, 2002). Monumentos, estatuas, pinturas, manuales de historia, textos de enseñanza, monedas, billetes, estampillas, himnos, desfiles patrióticos, ceremonias públicas, nomenclatura, entre otras manifestaciones simbólicas y culturales, dan cuenta del significado atribuido a los llamados “hombres ilustres” en el proceso de consolidación de los Estados nacionales del siglo xix (Agulhon, 1994; Gutiérrez, 2004; Lacarra y Giménez, 2003).

¿Quizá sea que las naciones –conceptualizadas como comunidades imaginadas– requieran de héroes, próceres y beneméritos, con sus aciertos y errores, para poder existir? En el caso costarricense, la figura de Jesús Jiménez Zamora (Cartago, 18 de junio de 1823-12 de febrero de 1897) ha sido estudiada, pormenorizadamente por la historiografía más tradicional, desde el punto de vista de su personalidad y su labor como presidente de la República (Bonilla, 1985; Loría, 1981; Martínez, 2016; Mora, 1957; Vargas, 1923). Sin embargo, en este trabajo interesa avanzar en el estudio de su representación visual y simbólica. De ahí que surge la pregunta: ¿cuál es la imagen canónica que se tiene del presidente Jesús Jiménez Zamora?; ¿acaso, la imagen que pertenece a los relatos históricos?; ¿o bien, la que se contempla en los retratos pictóricos, la fotografía, las estampillas y el arte monumentario?

La estrategia y la metodología de investigación combina la interdisciplinariedad entre Historia, especialmente, la biografía y la historia cultural de la política, e Historia del Arte, en tanto disciplina que provee de las herramientas para el análisis de imágenes. Imágenes que tienen poder de narración y evocación. Como se ha subrayado varias veces, las imágenes se tornan en fuentes primarias susceptibles a la comprensión de procesos históricos y sociales (Burke, 2005; Navarrete y Olivier, 2000; Pérez, 2012). Convenido que la historia se construye desde la memoria y no de los mismos hechos, es importante resaltar que la naturaleza concreta de las representaciones visuales les otorga una calidad probatoria, que borra el hecho de que las imágenes son, como lo establece el historiador del arte Georges Didi-Huberman (2006), una ficción temporal que actualiza –en el presente– una presencia que, en realidad, se invoca desde un pasado desaparecido.

El historiador Peter Burke (2005), en su influyente libro Visto y no visto, ha puesto en evidencia que “el testimonio de las imágenes, como el de los textos, plantea problemas de contexto, de función, de retórica, de calidad del recuerdo” (p. 18). Por su parte, los historiadores del arte José Emilio Burucúa y Laura Malosetti Costa (2012) señalan:

La dialéctica de imágenes y textos se torna un procedimiento ineludible de cualquier trabajo histórico. Tantas cosas se ponen en juego en una imagen que, si bien hay polisemia en los productos de la palabra, ella nunca ocurre en el amplio rango que se da en las representaciones visuales (p. 6).

El historiador del arte Peter Krieger (2006) establece que las investigaciones estéticas ofrecen un entendimiento más complejo y completo de la política porque constituyen un propio medio de expresión, con un lenguaje visual específico. A lo señalado, el historiador polaco Bronislaw Baczko (1991) agrega que: “las ciencias humanísticas pondrían en evidencia que todo poder, y particularmente el poder político se rodea de representaciones colectivas y que, para él, el ámbito del imaginario y de lo simbólico es un lugar estratégico de importancia capital” (p. 12).

La preeminencia política de algunos personajes en diferentes contextos históricos, la promoción oficial de su imagen –retórica y estética– como factor de legitimación o cohesión social y la veneración secular de que son objeto, incluso después de su fallecimiento (Villalobos, 2016), constituyen fenómenos de amplio interés para los investigadores. Como ha subrayado el historiador colombiano Germán Colmenares (1987), los llamados “próceres” y “hombres ilustres”, cumplieron una función pedagógica como encarnaciones de las flamantes naciones republicanas surgidas a lo largo del siglo xix. Esa línea argumentativa se complementa con el aporte del historiador Santiago Robledo Páez (2018), quien apunta que los retratos de personajes históricos sirvieron como símbolos del orden republicano y liberal –a la par de banderas, escudos y alegorías– ocupando posiciones relevantes en espacios y ceremonias cívicas masivas. Para el historiador Jaime Humberto Borja (2011), el auge del retrato en el siglo xix, “empalmaba con el proceso de construir nación, pues la idealización de los próceres de la patria, convertidos en héroes y glorificados de esta manera, apremió su representación” (p. 94).

Desde otra perspectiva, el semiólogo italiano Massimo Leone (2018) sugiere que existen tres demandas ineludibles sobre cualquiera que trate de interpretar o descifrar el sistema simbólico que sustenta el simulacro conmemorativo de un prócer u hombre eminente en la iconografía: primera, una necesidad indexical, es decir, una relación espacio-temporal y físico causal entre el rostro de un patricio y su representación icónica. En segunda instancia, una necesidad analógica: el simulacro tiene que ser parecido al rostro de la figura escogida. Por último, una necesidad simbólica, según códigos que están anclados en el sentido común visual de una comunidad. El rostro, la efigie, tiene que expresar los valores que hayan triunfado, en la comunidad, a través de una figura emblemática, o que se desea que sigan triunfando o que vuelvan a triunfar (Leone, 2018). Como observa el mismo autor, el retrato del pater nacional es una forma de construcción de la memoria histórica.

A la luz de lo expuesto, interesa examinar la relación entre la concepción política de la figura del presidente Jesús Jiménez Zamora producida por el discurso encomiástico, la prensa y la literatura histórica y las representaciones iconográficas de este prócer visualmente inmortalizado en la plástica de finales del siglo xix y los inicios del siglo xx. Bajo esta perspectiva, se analizará no tanto la biografía política del personaje o la visión que de él tiene la historiografía, sino su iconografía. Si bien es cierto, que la iconografía del expresidente Jesús Jiménez no es muy extensa y ofrece escasas variaciones con respecto al modelo, no se deja pasar que su figura ha sido y es todavía polémica en la historiografía costarricense. Para unos fue un hombre de mentalidad visionaria y convicciones inquebrantables; mientras que otros lo juzgan por ser sumamente conservador y de actitudes autoritarias en su actuar político durante el ejercicio de sus dos administraciones, comprendidas entre 1863-1866 y 1868-1870. El objetivo principal es contribuir al estudio de uno de los ejes del proceso de construcción de la nación costarricense en el periodo de tránsito del siglo xix al xx, a saber, la fabricación de héroes, próceres y beneméritos de la Patria (anexo 2).

El presente artículo se fundamenta en la revisión de fuentes documentales, hemerográficas y bibliográficas consultadas en el Departamento Archivo Histórico del Archivo Nacional de Costa Rica, el Archivo Histórico Arquidiocesano “Monseñor Bernardo Augusto Thiel” y la Biblioteca Nacional de Costa Rica “Miguel Obregón Lizano”; así como también de fuentes icónicas o iconográficas de carácter público y oficial. En la realización de la investigación histórica es posible utilizar fuentes de lo más diversas para la construcción del objeto investigado.

¿QUIÉN FUE Y QUÉ HIZO JESÚS JIMÉNEZ ZAMORA?

Jesús Jiménez Zamora es uno de los personajes más importantes de la historia cartaginesa y costarricense en general (figura 1). Como cualquier hombre, luces y sombras matizan su figura. Dos citas, una tomada de las Memorias del conspicuo intelectual cartaginés Mario Sancho Jiménez (1889-1948) y otra escrita por el principal reivindicador de la figura política de Jesús Jiménez, el licenciado Cleto González Víquez (1859-1945) en el libro El sufragio en Costa Rica ante la historia y la legislación, ilustran tal afirmación:

De don Jesús, o como solía decir mi madre [Elisa Jiménez Oreamuno], tío Jesús, conservo viva su imagen y un sentimiento próximo a la veneración, pues en casa se hablaba a menudo de él que había sido Presidente, del golpe de cuartel que lo había derrocado y del destierro que se impuso en Tucurrique. Cuando murió, las salvas de artillería que se dispararon en su entierro se oían en la finca de Taras, donde solíamos pasar los veranos, y conmovieron grandemente mi sensibilidad de chiquillo (Sancho, 2010, pp. 4-5).

...desencantado de la vida pública, en que había cosechado tantas amarguras, se soterró en su hacienda en Tucurrique para no volver a figurar en la política. Este apartamiento voluntario logró aplicar primero y borrar luego todo sentimiento de malquerencia que hubiera podido quedar en algunos ánimos en su contra; y al revés, hizo que, olvidados los agravios y enojos, se reconocieran y proclamaran sus virtudes de patriota inmaculado, de gobernante probo y progresista, a quien el país entero y sobre todo la juventud que se levantaba debió tantos beneficios…el señor Jiménez destruyó para siempre el régimen de los comandantes que ponían y quitaban presidentes cuando les venía en gana. Si otros títulos para su gloria no tuviese el licenciado Jiménez, bastaría ese y el de haber sido el fundador y más acertado organizador de la enseñanza pública, para que los costarricenses recordemos con gratitud su nombre y su gran figura egregia, echando en olvido los errores que cometiese en su gobierno –fruto en mucho del tiempo y costumbres e hijos por otra parte de la humana naturaleza, que no permite a nadie acertar en todo (González, 2014, pp. 278-279).

Figura 1
Fotografía del presidente de la República Jesús Jiménez Zamora (1823-1897)
Ca. finales del siglo XIX

Imagen en blanco y negro de un hombre con un traje de color negro

Descripción generada automáticamente con confianza media

Fuente: Gaceta Médica de Costa Rica, 1897, s.n.p.

La figura histórica de Jesús Jiménez como un modelo de santidad secular aparece en las palabras del pintor cartaginés Marco Aurelio Aguilar Mata, quien a principios de la década de 1990 en el programa de radio Remembranzas de Cartago, subrayaba:

El Dr. Jiménez Zamora no solamente fue un gran estadista, un gran conductor de los problemas nacionales y creador de la escuela en el sentido de enseñanza gratuita y obligatoria. Fue también médico y fue un médico de los pobres. Un hombre que siempre estuvo atento a todas las necesidades de la población cartaginesa. Tenía una faz señorial, una faz bíblica, últimamente con sus barbas blancas, su frente amplia y su mirada clara y brillante. Don Jesús Jiménez fue siempre el guía espiritual y el médico del pueblo cartaginés (Lafuente, 1991-1992, audio).

Pero, también, la figura de Jesús Jiménez Zamora ha servido para responder a los más variados intereses y suscitar todo tipo de ideas. Así, muy recientemente (2019), el gobierno del presidente Carlos Alvarado Quesada (2018-2022) no ha escatimado en realzar la memoria y asociar la figura del expresidente Jiménez Zamora en su programa de gobierno. El presidente Alvarado Quesada, en el discurso pronunciado en el Salón de Actos de la Escuela “Jesús Jiménez” de la ciudad de Cartago, en el marco de la conmemoración del 150 aniversario de establecimiento de la enseñanza primaria, gratuita, obligatoria y costeada por el Estado; hizo referencia a elementos discursivos del imaginario nacional costarricense, tales como la importancia social concedida al trabajo y a la educación pública. Así, Alvarado destacó que los costarricenses debían seguir trabajando por la educación costarricense con la misma visión que tuvo don Jesús Jiménez hace 150 años, al delinear un derrotero de nación costarricense diferente. Por consiguiente, hizo un llamado a la unión nacional, en torno a ese proyecto oficial. En palabras del presidente Alvarado: “este trabajo el país lo necesita, este es un objetivo que nos une, que nos convoca a trabajar unidos a todos” (Cartago al Día, 2019, Segunda edición abril). Entretanto, el entonces Ministro de Educación Pública, Édgar Mora Altamirano, expresó lo siguiente: “También sigue reconstituir una propuesta educativa, como la tuvieron hace 150 años los costarricenses, y sostenerla sobre el lema de don Jesús Jiménez Zamora que dice: ‘Aquel pueblo que tenga más y mejores escuelas será el mejor pueblo.’” (La Nación, 23 de abril de 2019). Con todo, se desdibuja en ambas posiciones la figura histórica del expresidente cartaginés, quien apenas es mencionado en los discursos proferidos. Y estos discursos apuestan a una narración “otra”, se construye una historia distinta tanto en forma como en contenido.

Por su parte, Correos de Costa Rica presentó una emisión postal titulada: 150 Aniversario de la Declaración de Educación Primaria Gratuita y Obligatoria, basada en fotografías intervenidas digitalmente del Dr. Jesús Jiménez Zamora, el Dr. Valeriano
Fernández Ferraz y la escritora Caridad Salazar Fernández; además de un matasellos en el que sobresale un detalle de la estatua de bronce erigida a la memoria del expresidente Jiménez Zamora en junio de 1903. Una vía interesante para seguir indagando la eficacia de la figura de don Jesús Jiménez para encarnar nuevas identificaciones y resignificaciones.

*

Jesús María Ciriaco Jiménez Zamora nació en el seno de uno de los hogares más conspicuos e influyentes de la Ciudad de Cartago, la antigua capital colonial, el 18 de junio de 1823. Sus progenitores, don José Ramón de Jesús Jiménez Maldonado y Rodríguez de Robredo (quien fuera teniente de gobernador en la época colonial) y doña Joaquina de Jesús Zamora y Coronado, heredaron los privilegios que gozaron las familias fundadoras de la otrora Provincia de Costa Rica o Gobernación (Bonilla, 1985; Madrigal, 2013; Marchena, 2020; Mata, 1999; Mora, 1957, Pérez, 2013; Sanabria, 1957; Solera, 1964) (anexo 1). Los abuelos paternos de don Jesús Jiménez fueron don José Antonio Jiménez Maldonado y Bonilla, y doña Antonia Petronila Rodríguez de Robredo y Arleguí; los maternos, don Romualdo Zamora y Flores y doña Juana Rita de Coronado y San Martín de Soto. Jesús Jiménez fue bautizado por el presbítero José Gabriel del Campo. Lo apadrinaron don Pedro José Carazo Alvarado y doña Cleta Ugalde Alvarado (Monseñor Bernardo Augusto Thiel, 1823, Libro de Bautizos de Cartago). Según la historiadora Odilie Mora Rodríguez, en un trabajo biográfico-narrativo presentado como tesis de licenciatura en 1957, en el joven Jesús Jiménez:

Fueron siempre notables… el amor a la ciencia y la curiosidad en el estudio, desarrolladas estas tendencias a la vez que su espíritu se abría para que en él florecieran todas las ilusiones de la juventud y en toda forma demostró la riqueza que había en su inteligencia (Mora, 1957, p. 5).

El 21 de febrero de 1850, después de publicadas las tres proclamas que demandaba la legislación canónica, Jesús Jiménez contrajo matrimonio con doña María Esmeralda Oreamuno Gutiérrez (1834-1873), cuando ella tenía quince años y él veintiséis (Monseñor Bernardo Augusto Thiel, 1850, Matrimonios de Cartago). Esmeralda Oreamuno era la hija primogénita de doña Agustina Gutiérrez y La Peña-Monje y de don Francisco María Oreamuno Bonilla, quien fue jefe de Estado entre 1844 y 1846. Con el solemne Ego conjugo vos que exigía el rito tridentino, el presbítero José Eustaquio de las Mercedes Jiménez Zamora (hermano mayor de don Jesús) dio las bendiciones nupciales a la pareja en una ceremonia celebrada en la Iglesia Parroquial, ante los testigos don Francisco de Paula Gutiérrez y Peñamonge, y don José María Alvarado. Procrearon siete vástagos: María Julia, Manuel de Jesús, María Adela, Ricardo, Celina, Alberto y Carlos Alfredo (Mata, 1999; Mora, 1957) (figura 2).

Figura 2
Retrato fotográfico del médico y presidente costarricense Jesús Jiménez Zamora junto con su esposa doña María Esmeralda Oreamuno Gutiérrez, y posiblemente con dos de sus hijos: María Adela de los Dolores y Alberto Jiménez Oreamuno. Ca. segunda mitad del siglo XIX. Colección privada

C:\Documents and Settings\Administrador\Mis documentos\familia jimenez.jpg

Fuente: Bonilla, H. (1985).

Don Jesús y su cónyuge provenían de una red familiar extensa de la elite cartaginesa: Jiménez-Maldonado, Rodríguez-Robredo, Arleguí y Hoces Navarro, Oreamuno, Zamora, Coronado y Gutiérrez de Lizaurzábal (Mata, 1999). Ciertamente, todas estas familias descendían de conquistadores e hidalgos, y conservaron las ventajas derivadas de su preeminencia social hasta bien entrado el siglo xx (Madrigal, 2013; Marchena, 2020; Mata, 1999). Con bienes de fortuna acumulados desde la época colonial, la familia Jiménez despuntó sin tropiezos en la palestra política costarricense entre 1850 y 1940 (Brenes, 2009; Castro, 1994).

Jesús Jiménez tuvo acceso, en un medio cultural austero y restringido como el de Cartago en la primera mitad del siglo decimonónico, a las mieses que la enseñanza marcada por la impronta del liberalismo racional ilustrado le dispensó. Médico cirujano graduado en el Protomedicato de la Universidad Pontificia de San Carlos Borromeo de Guatemala (1849) y completó su educación médica en la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos (Por un maestro, 1923). En la década de 1850, Jesús Jiménez fungió como Diputado y Gobernador de la ciudad de Cartago, luego Secretario de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública; y después, como Vicepresidente y Presidente de la República en dos ocasiones (1863-1866 y 1868-1870). El legado y prestigio social de la familia, le permitió a Jesús Jiménez ingresar a las altas esferas del poder político (Marchena, 2020). Como señala la historiadora argentina Marcela Patricia Ferrari (2010), ciertos conocimientos, lazos sociales y prácticas vinculadas a la posesión de un atributo, contribuían a la construcción de una carrera política.

La elección de Jesús Jiménez, en 1863, fue el producto de una suerte de consenso entre tres facciones o grupos oligárquicos: el “montealegrismo” o la “Nueva Era”, liderado por los hermanos Montealegre Fernández (José María, Francisco, Mariano y Leopoldo), Manuel José Carazo Bonilla, Aniceto Esquivel Sáenz y el general Máximo Blanco Rodríguez. El segundo grupo contendiente, fue el denominado “iglesista”, donde se aglutinaban Francisco María Yglesias Llorente, Julián Volio Llorente, José María Castro Madriz, Ramón Quirós y los generales Lorenzo Salazar Alvarado y Pedro García Oreamuno. El tercero, fue el llamado “morista”, con figuras de menor influencia sociopolítica y vinculado por razones familiares con el presidente Juan Rafael Mora Porras, representado por su sobrino Manuel Argüello Mora y el periodista Mauro Antonio Aguilar Cueto (Cfr. Argüello, 1898; Corella, 2018; Díaz, 2019; Fallas, 2002; Meléndez, 1968; Obregón, 1981; Pérez, 2013; Vargas, 2001). Los moristas lo aceptaron por su condición neutral en el conflicto de Mora Porras contra sus adversarios. Justamente, la vinculación de Jiménez Zamora con la administración de José María Montealegre Fernández (1859-1863) fue frágil y coyuntural. Por su parte, Montealegre buscó en él alguien que pudiera conciliar los intereses de las dos principales facciones de la élite de cafetaleros y comerciantes, al menos para las elecciones, y evitar con ello la agitación política que se avecinaba (Fallas, 2002; Mora, 1957; Vargas, 2001).

En su obra Páginas de Historia, cuenta el periodista, escritor, político y abogado litigante Manuel Argüello Mora (1834-1902) cómo, en 1863, el médico y político cartaginés Jesús Jiménez recibe una fuerte aclamación de las elites y el gran público que asistía a una representación escénica en el Teatro Municipal en San José; lo que parece haber sido una actividad política espontánea ante su eventual llegada a la silla presidencial. Según Argüello Mora:

El Doctor Jiménez vino por casualidad á una función dramática que se representaba en el teatro que fue de Mora y que entonces se titulaba ‘Teatro Municipal’…el señor Jiménez asistía á la representación, vestido con gran sencillez, sin pretensiones ni aparatos… sin embargo, al entrar al parterre el simpático discípulo de Esculapio, todos los asistentes se pusieron de pie… de los palcos, un movimiento de pañuelitos blancos que flameaban manejados por las pulcras manos de jóvenes beldades, anunciaban ya las amigas que jamás abandonaron á aquel hombre de paz, de concordia y de patriotismo á outrance! La orquesta, sin que nadie lo ordenara, ejecutaba el himno nacional, ¡indicando así que aquella humilde y simpática figura representaba el porvenir de la patria! (Argüello, 1898, pp. 181-182).

Cuando Jesús Jiménez Zamora llegó a ocupar la Presidencia de la República, se rodeó de personajes que entonces brillaban con luz propia como Eusebio Figueroa Oreamuno (1827-1883), Julián Volio Llorente (1827-1889), Juan José Ulloa Solares (1827-1888) y Aniceto Esquivel Sáenz (1824-1898) (Obregón, 1999). Eran actores que habían labrado un nombre en la arena política nacional por sus habilidades como representantes en el Congreso, o en el mundo de la diplomacia, y por su participación en las leyes o en las letras.

A mediados del siglo xix, la imagen del Estado nacional costarricense, en consolidación, estaba personificada –real y simbólicamente– por la figura del presidente de la República; debido a que, al existir pocas carteras gubernamentales, el primer mandatario tenía el derecho para determinar la forma en que se debían conducir los asuntos públicos y sus pretensiones “ordenadoras”. Con el fin de consolidar lealtades locales y/o nacionales, los diversos grupos de la élite, vinculados por relaciones familiares, organizaban diversas actividades para agasajar al señor presidente y a los miembros de su familia. Por ello, los “notables” se aseguraban de brindarles recibimientos que incluyeran vítores, aclamaciones, fiestas, almuerzos, brindis, bailes, corridas de toros bravíos, serenatas, entre otras recreaciones. Así, la visita del presidente Jesús Jiménez Zamora y su esposa María Esmeralda Oreamuno Gutiérrez, a la ciudad de Cartago, fue motivo para que se organizara, el domingo 27 de septiembre de 1863, un almuerzo campestre. Según la crónica, publicada en el periódico Gaceta Oficial:

…Una numerosa comisión compuesta de señoras y caballeros pasó á sacar á los obsequiados. En seguida fue incorporado el Ilustrísimo Sr. Obispo [Monseñor Anselmo Llorente y La Fuente]; y á las nueve y media de la mañana emprendieron su marcha á pie, precedidos por la música marcial y entre vivas aclamaciones de júbilo…El lugar escogido para la fiesta fué la hacienda del Sr. D. Pedro García, extensa y hermosa propiedad situada á poco más de media legua de la ciudad…después de un ligero descanso y de haberse servido un abundante refresco, la animación se apoderó de todos; y tuvieron lugar escenas muy variadas: unos paseaban y jugaban en el jardín, otros bailaban, otros jugaban a las cartas. Después de la comida empezó el juego de toros…Pasados los toros, comenzó de nuevo el baile hasta que entró la noche y se dispuso del regreso… (No Oficial. Un día de campo, 3 de octubre de 1863, p. 2).

Asimismo, esa misma noche, el festejo en la ciudad de Cartago, culminó con una serenata que: “…el Señor Presidente recibió en su casa…, última muestra del deseo de obsequiarlo, pues debía regresar á la capital…. como en efecto lo verificó” (No Oficial. Un día de campo, 3 de octubre de 1863, p. 2). En términos políticos, este tipo de actividades de sociabilidad espontánea eran muy significativas como formas de reconocimiento del poder y la autoridad del gobernante como vicario del pueblo. Como subraya el sociólogo estadounidense Craig Calhoun (2007): “La gente se une (y divide) por el poder estatal y el poderío militar, las políticas participativas y otras formaciones institucionales” (p. 45).

Según advierte el historiador Jorge Marchena Sanabria (2017), en un estudio reciente, don Jesús se había convertido en el miembro más conspicuo de la familia Jiménez: era el primero en alcanzar la presidencia de la República y su carrera política había sido completa. Es bien significativo el hecho de que don Jesús Jiménez no solo destacó en la esfera política y médica. En junio de 1863, figuraba entre los accionistas fundadores del Banco Anglo Costarricense; junto con los ingleses Edward Allpress y Allan Wallis y los costarricenses Mariano Montealegre Fernández y Ricardo Oreamuno, entre otros (Marchena, 2017). Todos ellos vinculados a la actividad agroexportadora y comercial.

Valga decir que Jesús Jiménez convocó a una Asamblea Constituyente, que emitió la Constitución de 1869, y consiguió del Congreso facultades absolutas para hacer frente a los problemas del país y promover el progreso y bienestar. Como buen liberal creyente y practicante de la línea de pensamiento de que “gobernar es educar”, don Jesús Jiménez fortalece la educación pública, al crear escuelas y abrir las puertas del Colegio de San Luis Gonzaga en Cartago y una Escuela Normal en la ciudad de San José para la formación docente, bajo la dependencia inmediata del Poder Ejecutivo. Igualmente, significativo, fue la emisión de nuevos Estatutos de la Pontificia Universidad de Santo Tomás (Molina y González, 2017; Quesada, 2005). Sobre este aspecto, en 1922, un redactor de la revista Ardua publicada en Heredia por la Escuela Normal de Costa Rica no vacilaba en calificar a Jesús Jiménez como el “Sarmiento costarricense”; en efecto, decía:

El ilustre señor Jiménez llevó a cabo la organización de la enseñanza primaria inspirada en los sentimientos democráticos que informaron el precepto constitucional, incorporado en nuestra Carta Fundamental “de la enseñanza gratuita, obligatoria y costeada por la Nación”. Es el fundador de la enseñanza secundaria y en especial del Colegio de San Luis Gonzaga en Cartago y el continuador de la obra del ex–Presidente doctor don José María Castro en relación con la enseñanza normal en el país. Sin embargo, su obra política educacional no termina allí. Reorganiza la enseñanza universitaria, modernizando los Estatutos de la institución de Santo Tomás, a la vez que introduce los primeros profesores extranjeros para organizar la enseñanza secundaria y normal… (Escuela Normal de Heredia, 1922, p.15).

El papel de Jesús Jiménez Zamora fue fundamental en la construcción de la institucionalidad costarricense gracias a su firme determinación. De allí que eliminara el Congreso en 1863 cuando trataba de limitarlo y se enfrentara a los férreos comandantes Máximo Blanco Rodríguez y Lorenzo Salazar Alvarado en su segundo gobierno al decretar, en 1868, que la comandancia general del ejército aglutinaría la hegemonía sobre las tropas y los cuarteles (Corella, 2017; Díaz, 2019; Loría, 1981; Montero, 2006). Sin embargo, como lo ha puntualizado la historiadora Carmen María Fallas Santana (2002), también persiguió a sus adversarios políticos, a quienes detuvo o exilió, por lo cual fue ganando acérrimos enemigos. Aún más, la presidencia de don Jesús también se podría caracterizar como nepótica y clientelar, pues claramente servía a los intereses de sus parientes y muchos de estos, empezando por su hermano Agapito Jiménez Zamora, se desempeñaban en cargos públicos prominentes del gobierno (Marchena, 2017; Pérez, 2013).

El 27 de abril de 1870, Jesús Jiménez fue depuesto por un golpe de Estado efectuado, por el entonces joven y prestigioso coronel, Tomás Guardia Gutiérrez (1831-1882), en un intento de la elite cafetalera (encabezada por el doctor José María Montealegre, quien ejerció el primer poder de la República entre 1859 y 1863), por controlar la “tónica autoritaria” del presidente cartaginés (Díaz, 2019; Fallas, 2002; Guardia, 1990; Marchena, 2017; Molina y González, 2017; Obregón, 1981). La toma del Cuartel de San José fue rápida y pronto el país contó con un nuevo gobernante. Lo que resultó harto problemático en la escena política de ese entonces, fue que el líder del movimiento golpista, Tomás Guardia, decidiera tajantemente no apoyar a la familia Montealegre, y sí, en cambio, se colocó, primero, como poder detrás de la silla presidencial y, finalmente, como nuevo presidente de Costa Rica (Pérez, 2013). La integridad material y familiar de don Jesús fue respetada por órdenes expresas de Guardia, aun cuando su hermano y Primer Designado a la Presidencia de la República, Agapito Jiménez, había sido tomado como rehén (Marchena, 2017). Un contemporáneo, bajo el pseudónimo de “El Observador”, reivindicaba la figura política de Jesús Jiménez con principios democráticos y liberales incuestionables, casi inobjetables. En un opúsculo publicado por la Imprenta La Paz, “El Observador” puntualizaba:

…es indudable que D. Jesús Jiménez ha sufrido, i sufrido mucho, desde el 27 de abril. Poco habría sido para él descender del Poder que no buscó, que admitió resignado i que renuncio en tiempo oportuno; pero presenció cuasi, la muerte de algunos de sus deudos mui queridos, presenció escenas de horror que han debido conmover hondamente su corazón sensible i bien formado, que hubiera matado su energía… (El Observador, 1870, p. 28).

Ahora bien, los investigadores Efraín Danilo Pérez Zumbado (2013) y Jorge Marchena Sanabria (2017), coinciden en que don Jesús se convirtió en un enconado adversario del nuevo régimen y, por ende, fue vigilado sigilosamente con el fin de frustrar sus posibles planes de huida del país. Sin duda, el golpe de Estado del 27 de abril de 1870 fue el mayor desastre que, por partida doble, sufrieron los Jiménez en el siglo xix; a la vez que perdieron su prestigio político por el calificativo de “dictador” que recibió el expresidente Jesús Jiménez Zamora (Cr. Fallas, 2008-2009; Marchena, 2017; Venero, 1880). Pero nada de esto fue permanente: tras su defenestración, Jesús Jiménez ascendería, en vida, a los altares de la Patria, como uno de sus más importantes beneméritos. En este sentido, el Congreso Constitucional le confirió el título de Benemérito de la Patria, por Decreto N°. 50, del 22 de julio de 1886 (Congreso Constitucional, 25 de julio de 1886). El benemeritazgo lo propuso el diputado y licenciado en derecho, Andrés Venegas García (1848-1939), quien presentó un proyecto de ley ante el Congreso de la República. En el proyecto de ley, el licenciado Venegas se refirió a “los adelantos que la legislación del país alcanzó durante las administraciones del señor Jiménez, los esfuerzos extraordinarios de este patriota en la grande obra de la enseñanza y en la apertura del camino al Norte” (Caribe de Costa Rica). De seguido, subrayó “la honradez, patriotismo y exceso de modestia que caracterizan la conducta pública y privada del mismo” (La Gaceta. Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1886). Pero no todos opinaban así, como se verá de seguido.

En sus Memorias autobiográficas, el abogado, político e historiador liberal guatemalteco, Lorenzo Montúfar y Rivera Maestre (1823-1898), realiza una condena sistemática de la figura del presidente Jesús Jiménez Zamora, a quien juzga por rodearse del ala más conservadora de los grupos hegemónicos de Costa Rica, a los que él denomina como “reaccionarios”. Montúfar y Rivera, quien estuvo exiliado en Costa Rica alrededor de 25 años (entre 1850 y 1887), lo explica así:

En Costa Rica mandaba el licenciado Jesús Jiménez, que ningunas simpatías abrigaba acerca de mi persona. Sin embargo, mi situación era tan cruel que el Gobierno centro - americano menos hostil para mí era el de Jiménez. Me dirigí, pues, á Costa Rica (Montúfar, 1898, p. 379).

Más adelante, el historiador Montúfar no vacila en demostrar su contrariedad por el ascenso al poder de Jesús Jiménez en noviembre de 1868, merced al golpe de Estado perpetrado contra el gobierno legítimo del Dr. José María Castro Madriz, por los altos militares Máximo Blanco y Lorenzo Salazar. Montúfar (1898) dice que:

…no habiendo ningún candidato prestigiado y no queriendo ya la oposición prolongar el período del doctor Castro se dio un golpe de cuartel el 1° de noviembre de 1868, arrojándose del Poder Ejecutivo á Castro y llamándose para que lo subrogara al licenciado en medicina Jesús Jiménez. [Añade, además:] El llamamiento de Jiménez [quien a la sazón era el Primer Designado a la Presidencia de la República] me produjo un gran disgusto. (p. 424).

Como testigo de excepción, Montúfar apuntaba que Jiménez Zamora ejerció la presidencia con un deseo de mando absoluto, de tal suerte:

…declaró insubsistente la Constitución de 1859 y dispuso que fuera convocada una Asamblea constituyente para que dictara otra ley fundamental. Esta determinación agitó aún más los ánimos porque no sólo se suscitaron cuestiones del régimen ordinario sino también del régimen fundamental…Un golpe de cuartel y no la elección popular había colocado en la silla del Poder Ejecutivo á Jiménez (Montúfar, 1898, p. 437).

No sobra señalar, que hacia 1869, la oposición al presidente Jesús Jiménez fue en aumento y las principales familias de la élite cafetalera y comerciante empezaron a buscar los medios para ponerle fin a su gobierno. Montúfar, que se encontraba en Lima por ese entonces, es llamado a Costa Rica por el médico Bruno Carranza Ramírez, cuñado de los Montealegre Fernández. Según el parecer de Montúfar:

…la posición del licenciado Jesús Jiménez se hacía más difícil. El disgusto contra él cundía. Había tenido que retirar á [Eusebio] Figueroa porque el número de enemigos de aquel funcionario era muy grande, y no encontrando personas que quisieran servir al Gobierno bajo ese régimen, se vió en la necesidad de nombrar un Ministro general cuyo nombramiento recayó en su hermano Agapito [Jiménez], persona que carecía de los conocimientos necesarios para el manejo de un ministerio general y de la energía indispensable para salvar militarmente una situación delicada (1898, pp. 462-463).

Algunas de las figuras de magnitud política que habían sido desterradas por el presidente Jesús Jiménez, por ser opositores a su gobierno, desde las trincheras de la prensa y la masonería, tales como León Fernández Bonilla, Bruno Carranza, Lorenzo Montúfar, Juan Félix Bonilla, Recaredo Bonilla Carrillo y el general Máximo Blanco Rodríguez, habían regresado a Costa Rica, a partir de septiembre de 1869. El general Blanco, sobre todo, fue recibido con gran entusiasmo por la camarilla que proyectaba el derrocamiento del presidente Jiménez, porque dado su prestigio en los círculos políticos y militares, era señalado como el hombre más adecuado para llevar a cabo el golpe militar. Blanco no quiso aceptar el papel de “espada” que se le había hecho, excusándose por razones de salud, pero recomendó esa tarea al coronel Tomás Guardia Gutiérrez, salido forzosamente de los cuarteles en abril de 1869 (Rodríguez, 1989). Por tal razón, según el doctor Montúfar, en todo este entramado político: “Muy pronto Guardia figuró en primera línea entre los revolucionarios. Los trabajos de éstos se encaminaban á organizar un golpe de mano para dar en tierra con la administración de Jiménez” (1898, p. 478).

Al consumarse el espectacular triunfo de Guardia, la transición hacia el establecimiento de un nuevo régimen tuvo la particularidad de que el acta que desconoció al gobierno de Jiménez, hacía un llamado a juzgar su conducta política. No obstante, como diría Montúfar: “…El 27 de abril [de 1870] al ser vencido Jiménez, Guardia le ofreció garantías y protección en su persona y propiedades. De esta oferta los partidarios de Jiménez hacían gala públicamente” (1898, p. 494).

La indiscutible ambición de Tomás Guardia por concentrar el poder del Estado y sus divergencias con la Convención Nacional Constituyente, respecto al futuro del depuesto presidente Jesús Jiménez, le permitieron al enérgico militar guanacasteco, justificar su clausura. Además, este hecho, eminentemente político, posibilitó a Guardia, purgar a los Montealegre y asumir los poderes públicos con facultades absolutas durante su férrea dictadura militar de 12 años (Corella, 2018; Fernández, 2009; Molina, 1994; Obregón, 1981; Pérez, 2013; Vega, 1989).

A su vez, en sus memorias (transcritas por el pedagogo y literato Roberto Brenes Mesén en 1902), el general Víctor Guardia Gutiérrez narra lo fuertemente impopular que era el gobierno de Jesús Jiménez durante su segunda administración, el interés de las familias oligárquicas cafetaleras por derrocarlo y la comisión que con tal propósito se le formuló a su hermano Tomás, quien contaba con el apoyo absoluto de los militares (Molina, 1994). Por eso dice: “Las personas principales de la capital [San José], que no simpatizaban con el gobierno del señor Jiménez a causa de sus arbitrariedades, se entendieron con mi hermano el Coronel don Tomás Guardia, para hacer la revolución al gobierno” (Guardia, 1990, p. 195).

De tal suerte, el viejo político y militar guanacasteco no disimula su franca animadversión al hecho de que el Congreso Constitucional de la República, por unanimidad, le concediera el benemeritazgo patrio a Jesús Jiménez en 1886. Por eso apuntó acremente: “Pues bien, a pesar de las arbitrariedades y desaciertos en que el señor Jiménez incurrió, un Congreso servil lo declaró Benemérito de la Patria” (Guardia, 1990, p. 195). Las palabras suscritas por Víctor Guardia son probablemente, el juicio más devastador emitido por uno de los enemigos y detractores de don Jesús; a quien, por lo demás, Guardia nunca tuvo en buena estima, por su asociación con el poderoso clan Montealegre. Alianza que, a la postre, no fue duradera. ¿Por qué? Como bloque, la rancia y aristocrática familia Jiménez tenía proyectos políticos y económicos que exigían autonomía; y esto no tardaría en provocar un choque frontal con el círculo de los Montealegre (Marchena, 2017). Refuerza la idea anterior el hecho de que, durante su segundo gobierno, el presidente Jesús Jiménez, buscaba habilitar las fértiles tierras de los valles del Reventazón y Turrialba a través de la construcción de un anhelado ferrocarril nacional, lo que beneficiaría a sus “coterráneos”; es decir, a sus parientes (Guardia, 1990; Marchena, 2017).

El impresor, periodista y masón Rafael Carranza Pinto (1840-1930), confinado en la entonces villa de San Ramón, por el Gobierno, destacaba en sus memorias inconclusas, escritas en 1878, lo siguiente:

…Jiménez…desterró a Liberia, Guanacaste, a Don Ramón Castro Araya, hermano de don José y Lorenzo Castro Araya; en Liberia murió, en cuya muerte la madre Doña Yanuaria Blanco y sus hijas Sara y Sinforosa Castro Araya, fueron a hacerle cargos al Lic. don Jesús Jiménez; quien las desterró a Alajuela a donde vinieron desde San José… (Carranza, 1990, p. 156).

Por su parte, el general Víctor Guardia agrega que, en la tarde del 27 de abril de 1870, el depuesto presidente Jesús Jiménez quedó arrestado, sin escolta, en la casa del médico José Ventura Espinach Gual; ulteriormente:

… llegó don Lorenzo Castro, que estaba ofendido con él porque había confinado a Liberia a su hermano Ramón Castro, quien había muerto aquí de una fiebre. Trató de atacar personalmente al señor Jiménez y por este motivo se le puso una guardia que hiciese respetar su persona (Guardia, 1990, p. 198).

En los párrafos citados, resalta un abordaje harto negativo de la figura de Jesús Jiménez y su presidencia caracterizada como autoritaria, nepótica y clientelar por sus detractores (Víctor Guardia y Rafael Carranza); lo que contrasta con las interpretaciones de sus apologistas, quienes cincelaron su recuerdo y veneración desde finales del siglo xix y principios del siglo xx; por ejemplo, Cleto González Víquez, el más firme y persistente de todos y quien adjudicó a Jiménez, los títulos de “patriarca austero y ejemplar” (2014, p. 266) y “fundador y más acertado organizador de la enseñanza pública” (p. 279).

Quizás, el benemeritazgo de Jesús Jiménez podría considerarse un fuerte símbolo de reconciliación oficial, máxime cuando parientes del expresidente cartaginés ocupaban posiciones políticas de muy alto rango en las instituciones del Estado Liberal costarricense, como es caso de su sobrino nieto, el político y abogado Manuel Vicente Jiménez Oreamuno (1844-1908), quien incluso colaboró directamente con el régimen dictatorial de Tomás Guardia (1870-1882); o bien, los propios hijos de don Jesús: el licenciado Ricardo Jiménez Oreamuno (1859-1945), quien a la sazón se desempeñaba como diputado por la provincia de Cartago en el Congreso, y don Manuel de Jesús (1854-1916), considerado uno de los mayores intelectuales de la época y autor de unos extraordinarios cuadros de costumbres históricos (Marchena, 2017).

Décadas más tarde, en 1941, Ricardo Jiménez Oreamuno, en una entrevista publicada en el diario La Tribuna, diría que su padre Jesús Jiménez:

…estando en su finca de Tucurrique, recibió una delegación del Congreso que le fue a notificar que ese cuerpo legislativo lo había declarado benemérito de la patria... el mérito que para esto encontrarían debe fundarse sobre todo en lo que hizo por la educación popular y por dar vías de comunicación a los pueblos de la república. Eran dos tendencias parecidas: quería más amplios horizontes para el espíritu y para la vida humana en general (Jiménez, 11 de noviembre de 1941).

Es interesante señalar que la labor reivindicativa en torno a la figura de Jesús Jiménez, fue enarbolada por algunos intelectuales costarricenses, a través de la redacción de importantes obras históricas impresas por el Estado liberal durante la década de 1880. Así, el historiador Joaquín Bernardo Calvo Mora (1857-1915) señaló en su obra Apuntamientos geográficos, estadísticos é históricos, lo siguiente: “Diez y seis años después, durante los cuales [Jesús Jiménez] rehusó su participación en la política del país, el Congreso Constitucional, haciéndose eco del clamor público, le declaró Benemérito de la Patria por sus importantes servicios á la Nación” (1887, p. 312).

Más tardíamente, el editor del Almanaque Centroamericano para el año 1893, ofrecía a los lectores una extraordinaria imagen beatífica del expresidente cartaginés:

Como reliquia veneranda de pasadas épocas de gloria para Costa Rica, vive aún, entre nosotros, uno de esos varones ilustres que, después de haber ascendido á la escabrosa cumbre del solio presidencial, desde el fondo de su tranquilo hogar, en la antigua metrópoli de la República, levanta su frente pura entre el cariño y la veneración de todos sus compatriotas (Taller de Vicente Lines, p. 109).

También se realizan comparaciones entre la fisonomía y el carácter de don Jesús con figuras de gran avanzada como George Washington y Abraham Lincoln; casi sobra decir que, de la misma manera, Jiménez se convierte en un referente de conducta ética y cívica digno de emulación. En tal sentido, en La Prensa Libre, en el número del 13 de febrero de 1897, se expuso lo siguiente:

…cuanto á su físico, por lo poco que conocemos de los semblantes de Washington y de Lincoln, nos parece que el Licdo. Jiménez reúne á la serenidad del primero la dulzura del segundo. Ante la gloria inmaculada de un Cincinato, de un Washington, de un Jesús Jiménez, —¿habrá hombre de bien en la vida pública y privada no sienta el deseo de imitarle? (Duelo general, 13 de febrero de 1897, p. 3).

Por su parte, el intelectual liberal alajuelense Anastasio Alfaro González (1861-1951), escribió un artículo, in extenso, bajo el simple título de “Un dato”, y que publicó en el diario El País (octubre de 1901), donde exalta en grado sumo, algunas características morales de don Jesús Jiménez, gracias a las cuales el patricio se hacía merecedor de un bronce. Principalmente, Alfaro defendió, a porfía, el cumplimiento del deber, las virtudes cívicas y el patriotismo republicano que demostró Jiménez Zamora en su vida como hombre público. En términos generales, Alfaro hace hincapié en la probidad del expresidente cartaginés, más allá de sus propios intereses:

Ni el alto puesto de Presidente de la República, ni su posición social, ni el cariño, ni el prestigio inmenso de que gozaba el señor Jiménez, fueron obstáculo para que se le exigiese el fiel cumplimiento de sus compromisos para con el Tesoro Público… (Alfaro, 27 de octubre de 1901, p. 1).

Esta cita permite comprender, en sentido estricto, que al personaje histórico Jesús Jiménez, se le atribuían extraordinarios valores humanos en el manejo de la cosa pública, los que le permitieron convertirse en un “prócer inmaculado”.

En esta misma línea de presentar un perfil solemne de la figura de Jesús Jiménez Zamora, el abogado y periodista Guillermo Vargas Calvo, en un opúsculo publicado en San José en 1903 por la Tipografía Nacional, señaló con nitidez los objetivos de la acción gubernativa del mandatario cartaginés:

El programa administrativo del Presidente Jiménez abarcó con esmero tres puntos principales: reconstrucción de la Hacienda pública, fomento de la instrucción pública, ensanche de las vías de comunicación. Es decir, cuanto se relaciona más directamente con el progreso material y moral de los pueblo (1903, p. 10).

Con sus virtudes y defectos, según las palabras de Vargas Calvo, Jesús Jiménez era un “Hombre de ley”, “íntegro y glorioso”. Ciertamente, esa visión reverencial sobre el médico y expresidente cartaginés adquirió una representación en la monumentaria cívica cuando, en junio de 1903, se develó una estatua en su honor. Como argumenta Anna Makolkin (1992), existe una relación simbiótica entre escritura biográfica y estatuaria. En tal sentido, la biografía funciona como una suerte de monumento hecho de palabras.

Uno de los personajes más cercanos a Jesús Jiménez fue el político y abogado cartaginés Nicolás Oreamuno Ortiz (1866-1945), quien publicó tardíamente un artículo en la revista infantil ilustrada San Selerín, en que señaló:

…sé de su actuación de Presidente, de la pureza de su administración, de la abnegación de sus servicios, de las vicisitudes emocionantes que sufrió en el camino, de su retiro de la vida política, cargado de amargas decepciones y de deudas, para pelear brazo a brazo contra su digna y honorable pobreza (1923, p. 2).

Como lo han planteado Pierre Centlivres, Daniel Fabre y Françoise Zonabend, una figura política es heroica si sus acciones y principios encarnan valores e ideales que constituyen un “patrimonio ideológico”, consolidando, de tal manera, la unión entre los miembros de una determinada comunidad (1999).

LA SACRALIZACIÓN SECULAR DE LA FIGURA DE DON JESÚS JIMÉNEZ ZAMORA

El miércoles 12 de octubre de 1892, la ciudad de Cartago se llenó de un arrebato de exaltación patriótica, debido a la conmemoración del iv Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas. Además de un solemne Te Deum en el Convento de San Francisco, las salvas de cañón, la música de la banda militar por la población, los discursos cívicos en el Palacio Municipal, el licor de los brindis y los bailes organizados por la sociedad selecta cartaginesa, el gran acontecimiento lo constituyó el desfile de una inmensa concurrencia que se dirigió a la vivienda “del ilustre anciano [tenía 69 años] don Jesús Jiménez, benemérito de la patria, á quien quiso el pueblo…presentar su respetuoso saludo y darle una prueba más de su cariñosa admiración” (Miscelánea. Correspondencia, 14 de octubre de 1892, p. 1). Según el corresponsal cartaginés de La Prensa Libre, “al presentarse el venerable servidor de la patria, fué aclamado y saludado con el himno nacional, ofreciéndole la comisión, sus respetos en sentidísimas frases…” (Miscelánea. Correspondencia, 14 de octubre de 1892, p. 1). Por último, el cronista afirmaba complacido: “¡Cuán satisfecha se retiró de allí la concurrencia después de haber cumplido con tan grato deber!” (Miscelánea. Correspondencia, 14 de octubre de 1892). Sin embargo, fue uno de los escasos y espontáneos homenajes públicos que Jesús Jiménez recibió en vida, pero que no se tradujo en su ascenso inmediato al panteón histórico nacional. Es por ello que el ascenso de Jesús Jiménez a los altares cívicos fue, en gran medida, una fabricación póstuma.

El pathos, el sufrimiento, el sacrificio, de las figuras de los grandes hombres públicos posee una gran fuerza retórica, merced a su potencial pedagógico evocador. De acuerdo con una interesante crónica publicada, originalmente, en la revista de divulgación histórica intitulada Costa Rica de ayer y hoy (1965), don Jesús Jiménez, quien se encontraba en sus últimas horas de vida, postrado en el lecho por una larga y penosa enfermedad, recibió la visita de sus amigos más cercanos. Después de algunos momentos de conversación, Jiménez Zamora les dijo: “Mi conciencia está libre de remordimientos, en mis 73 años de existencia practiqué la virtud hasta donde las fuerzas humanas lo permiten: Heme aquí, pronto a recibir lo que vuestra justicia me tenga reservado” (como se citó en Zeledón, 2014, p. 50). A esa crónica le hace contrapunto, las palabras del sociólogo británico Anthony D. Smith (1998), quien plantea que los muertos ilustres “proporcionan a los vivos y a los que aún no han nacido las moralejas públicas que pueden orientar sus vidas y conformar el destino de su comunidad” (p. 74).

En la trayectoria del proceso de sacralización secular de la figura de don Jesús Jiménez, uno de los hitos constitutivos es el de su entereza ante las adversidades, y, sobre todo, merced a la penosa enfermedad que lo llevaría a la muerte; como sostuvo el editorialista de La República:

De sus últimos días, de sus horas de martirio, se desprende, en efecto, una enseñanza nueva: la entereza de ánimo, el desprecio de los tormentos físicos, de que el noble anciano dio muestras que dicen hasta dónde puede llegar la humana fortaleza cuando está sostenida por la virtud en sus luchas con los padecimientos (Honores fúnebres, 14 de febrero de 1897, p. 3).

La causa del óbito, según consta en la partida de defunción expedida el 14 de febrero de 1897, fue gangrena senil. El prócer tenía entonces 73 años (Archivo Nacional de Costa Rica [ancr], 1898. Mortuales Independientes de Cartago). La sociedad costarricense recibió la noticia de la muerte de Jesús Jiménez a través de las publicaciones de los diarios de la época. En un telegrama fechado el 12 de febrero de 1897, y reproducido en el periódico El Pabellón Liberal, se leía al pie de la letra: “…la Parca inexorable ha privado á Costa Rica de uno de sus primeros hombres públicos, quien se sacrificó en aras de la Patria prestando á la Nación distintos y valiosos servicios en todas las esferas de la Administración Pública” (Telegrama de Cartago, 13 de febrero de 1897, p. 2).

Entretanto, el editorialista de La Prensa Libre se preguntaba: “¿Qué costarricense al saber la triste nueva de la muerte de ese egregio ciudadano, no derrama una lágrima, no dedica un recuerdo á la memoria del que fué fiel servidor, á nuestra patria?” (Duelo General, 13 de febrero de 1987, p. 3). Se trataba de una retórica creada para generar un tipo de imagen cuasi sagrada de la figura del expresidente cartaginés. De este modo, como señala Avner Ben-Amos (2007), para el caso de los funerales republicanos: “A través del funeral de Estado un gran hombre era convertido en una figura ejemplar que debía ser emulada por los ciudadanos” (p. 56).

De tal modo, la “sacralización” de la figura de Jesús Jiménez se impuso, con fuerza, a partir de sus imponentes funerales celebrados en la ciudad de Cartago el 14 de febrero de 1897. El funeral de Estado era el mayor homenaje que podía tributarse a un muerto (McEvoy, 2006). Así las cosas, el presidente Rafael Yglesias Castro (1861-1924) decretó duelo nacional y reglamentó la participación de actores vinculados al Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial (La Gaceta, 13 de febrero de 1897). Huelga decir, que el ascenso de Yglesias al solio presidencial se efectuó en el marco de unas elecciones fraudulentas gracias a la presión oficial con la que lo favoreció su suegro, el entonces presidente José Joaquín Rodríguez Zeledón (1890-1894) (Rodríguez, 2004; Salazar, 1990). De manera que el fraude cometido, le restó apoyo y credibilidad a su gobierno de fuerte cariz autoritario (Fumero, 1998). Es en ese contexto, que el presidente Yglesias Castro, en procura de sostener su legitimidad (Fumero, 1998) y generar un sentimiento de “unidad nacional” en una coyuntura política y social inestable, aprovecha las exequias del expresidente cartaginés para transmitir un mensaje político conciliatorio (Brenes, 2009).

El mememto mori detuvo el tiempo y la capilla ardiente, sencilla e imponente, se instalará en el amplio Salón de Sesiones del Palacio Municipal de Cartago (Un Cartaginés, 21 de febrero de 1897). Frente al féretro desfiló un conjunto de actores vinculados al poder local y nacional, además de los deudos y de una multitud de diferente rango etario y socioeconómico. El cadáver embalsamado del expresidente cartaginés, en el centro de la escena, era el articulador de la ceremonia y el principal portador de significados (Brenes, 2009). Pese a sus diferencias, todos compartían una pérdida, un sentimiento. Como no podía ser de otra manera, el ceremonial mortuorio es esencialmente emotivo.

En horas de la mañana se ofició la misa de cuerpo presente, en la Iglesia y Convento de San Francisco, en sufragio del alma del fenecido; asistieron los miembros de la familia Jiménez, damas de la sociedad, intelectuales, corporaciones de gran notoriedad social como el Colegio de Abogados y la Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia, funcionarios consulares, autoridades civiles, militares y religiosas. También una gran muchedumbre, de todas clases, en cuyo semblante se notaba “el sentimiento profundo por tan triste pérdida” (Funerales, 16 de febrero de 1897, p. 1). Un redactor de El Pabellón Liberal destacó el decorado fúnebre y la atmósfera del momento: “Los negros cortinajes, los amarillentos cirios, los fúnebres crespones, el lúgubre tañido de las campanas, la tristeza majestuosa de la música…daban al acto una austera solemnidad, conmovedora y elocuente” (Jiménez, 16 de febrero de 1897, p. 2). Al mismo tiempo, la ceremonia luctuosa en la Iglesia de San Francisco, dio pábulo a diversos discursos políticos que exaltaron la figura simbólica del médico y político cartaginés. Fueron comunes los epítetos de “ínclito Padre de la Patria”, padre y protector del pueblo, hombre probo, desinteresado, digno de imitar por la ciudadanía, insigne demócrata y consagrado al servicio de la nación costarricense. Al respecto, el periódico oficial La Gaceta, en su editorial del 13 de febrero de 1897, destacaba:

Desaparece de entre los vivos el modesto cuanto ilustre patriota don Jesús Jiménez, Benemérito de la Patria, cuando cumplida ya honrosa y dignamente su misión en el mundo, colmado de merecimientos y de consideraciones, no les quedaba sino decir á la historia: ‘Aquí está mi vida pública para que juzgues si he sido buen ciudadano’, y al Juez Eterno: ‘Mi conciencia está libre de remordimientos: en más de setenta años de existencia practiqué la virtud y el bien hasta donde las humanas fuerzas lo permiten: héme aquí pronto á recibir lo que vuestra alta justicia me tiene reservado’. Puede asegurarse, sin temor de incurrir en exageraciones, que la Patria ha perdido, con la muerte del Benemérito don Jesús Jiménez, uno de sus primeros y más conspicuos prohombres. Nunca tan justificados como ahora, por consiguiente, el duelo de la sociedad y el de la Nación en presencia del triste suceso que deploramos, y que no por temido desde hace muchos días, ni por obedecer á leyes inflexibles y fatales, hiere menos el sentimiento público. Desde hace mucho tiempo, efectivamente, la enfermedad minaba el organismo del augusto anciano que vivía, como se ha dicho de otro grande hombre, ‘en la antesala de la tumba’. Hoy muere, al fin, y muere con los fulgores de la virtud sobre la frente, coronada á la vez por la nívea diadema de los años y por la no menos blanca y esplendorosa de una vida sin mancilla (Sección editorial, 13 de febrero de 1897, p. 141).

El rescate del “hombre ilustre”, como enfatiza María José Schneuer (2016), “se transforma en un proceso funcional, en una selección de ciertas virtudes políticas y morales que son presentadas como ejemplares, modelos de conducta a seguir por la sociedad receptora de esos discursos” (párrafo 3). En el caso del expresidente Jesús Jiménez, destacaron grandes virtudes como el sacrificio en pos del bien de la República, la sobriedad y la probidad en la función pública. Como lo destacara el editorialista de El Pabellón Liberal:

…Su integridad, rayana en lo increíble, en todo lo que se relacionó con el manejo de las rentas públicas… Recordemos las virtudes del integérrimo patricio que entrando á la Presidencia de la República en condiciones de fortuna más que satisfactorias, brillantes, salió de ella pobre á pesar de su proverbial economía (Jiménez, 16 de febrero de 1897, p. 2).

Lo que, es más, en ese corpus, que circuló ampliamente en la prensa periódica de la época (tanto liberal como conservadora) y en el mundo de la cultura, se ocultó o minimizó cierta tendencia hacia al autoritarismo que impregnó el ejercicio del poder político por parte de don Jesús. El editorialista de El Pabellón Liberal, subrayaba en su escrito, que el expresidente de la República don Jesús Jiménez fue:

Tildado de absolutista [y] hubo de caer violentamente por una revolución á mano armada, que lo condujo al ostracismo político. No queremos apreciar este acontecimiento en lo que él significó por sus consecuencias. La generación actual conserva en su corazón, más que en su memoria, esa serie de acontecimientos políticos posteriores al 27 de abril de 1870 [golpe de Estado]. Aún están calientes las cenizas del dictador que encabezó aquel cambio político [Tomás Guardia], y esto nos dispensa de entrar en apreciaciones que palpitan en la conciencia nacional. Cabe aquí decía que tal absolutismo no fue sino hijo de las circunstancias que el país atravesaba. Pasa sobre los encargados de manejar las riendas de un Estado una responsabilidad tal, que ella misma justifica ó atenúa los desvíos del hombre público (Jiménez, 16 de febrero de 1897, p. 2).

Ciertamente, en la dialéctica de la construcción de las figuras de los hombres ilustres, las imperfecciones contribuyen a la configuración de un individuo “perfecto”.

Entretanto, el Dr. Antonio Zambrana y Vázquez, en el elogio fúnebre pronunciado en el atrio de la Iglesia de San Francisco, planteaba en términos apologéticos la significación pedagógica del óbito del benemérito don Jesús Jiménez para los costarricenses:

Para todos hay, de cierto, en este instante, una consagración y una apoteosis ideal, un monumento de la patria, un gran recuerdo de la nación entera, algo que dignifica y eleva: de aquí no es dable que nos retiremos sino con el pensamiento levantado á la mayor altura posible: anciano, los que se despiden de tus cenizas, se sienten mejores y más fuertes; esa es para tí, una verdadera y merecida apoteosis, –la única apoteosis que tu patriotismo y tu genial modestia hubieran de seguro apetecido (Discurso del Dr. don Antonio Zambrana, 16 de febrero de 1897, pp. 2-3).

En suma, el óbito de Jiménez Zamora significó su desaparición física, pero, inmediatamente, pasa a personificar la nación costarricense a través de un conjunto de valores cívicos necesarios para consolidar la idea de una “comunidad imaginada”, para emplear las palabras de Benedict Anderson (2000). Por último, los restos mortales de don Jesús Jiménez Zamora descansan en una monolítica y austera tumba de piedra, con una placa conmemorativa, que ocupa un sitio prominente en el Cementerio General de la Ciudad de Cartago (figura 3).

Figura 3
Cementerio General de Cartago. Sepulcro del expresidente de la República Dr. Jesús Jiménez Zamora (Cartago 1823-1897)

Fuente: Fotografía tomada por Hugo Barquero Rodríguez.

A partir de la primera mitad del siglo xx hubo un renovado interés por hablar públicamente de Jiménez Zamora y darle un espacio en el recuerdo del pasado histórico nacional. Así ocurrió, indiscutiblemente, en la conmemoración de los primeros 100 años de su nacimiento, en junio de 1923. Aquel momento fue idóneo para la puesta en escena de ceremonias cívicas e imponentes desfiles amén de la publicación de secciones especiales en la prensa de la época, prolíficas en imágenes del patricio cartaginés, así como de anécdotas sobre su vida y labor como gobernante. Desde esta perspectiva, la mirada del doctor Valeriano Fernández Ferraz (1831-1925) resulta fundamental en la construcción de la imagen de Jesús Jiménez Zamora, a quien el filólogo y pedagogo español, conoció directamente al involucrarse en la dirección del recién fundado Colegio de San Luis Gonzaga en 1869. En palabras de Fernández Ferraz:

A poco de mis relaciones con aquel grande hombre [Jesús Jiménez Zamora] se me pareció a uno de los clásicos personajes de la antigua Grecia, por su modestia y sus saberes. Y luego después, más enterado yo de su historia política, vi confirmada mi primera opinión, sabiendo que de su primera presidencia salió tan pobre que, gracias a su rica hermana doña Dolores, no se quedó en la calle, y de la segunda presidencia, tuvo la Municipalidad de Cartago, que hacerlo Rector del Colegio [de San Luis Gonzaga] que yo dirigía, quedándome con la Jefatura de Estudios. ¡Qué hombre, señores míos, de esta República! (Diario de Costa Rica, 17 de junio de 1923, p. 14).

Por su parte, el ilustre periodista cartaginés Joaquín Vargas Calvo (1895-1959) recalcó el significado e importancia del monumento erigido a don Jesús Jiménez veinte años atrás. En sus palabras:

Un bronce en Cartago le dice al viajero que se detenga un segundo y piense en este gran benefactor de su pueblo. El bronce está allí, inconmovible, como un recuerdo y una veneración permanentes. Ni la furia plutónica de la tierra estremecida, ni los huracanes que desatados descienden del alto picacho del Irazú, han tenido osadías contra la estatua que levantara todo un pueblo. Al contrario, los clarines del huracán son pregoneros de una fama que no expirará mientras viva la República y en el corazón de cada costarricense palpite la devoción hacia todo lo grande y hacia todo lo noble (La Tribuna, 17 de junio de 1923, p. 4).

Sin duda, comentarios de esa naturaleza son fundamentales para entender la forma en que fue pensado y representado el expresidente Jesús Jiménez Zamora tanto en textos literarios e historiográficos como en la plástica y la gráfica.

¿CUÁLES SON ALGUNAS REPRESENTACIONES PLÁSTICAS EMBLEMÁTICAS DE LA FIGURA DEL EXPRESIDENTE CARTAGINÉS?

La “pedagogía del hombre ilustre”, como lo sostiene el historiador francés Maurice Agulhon (1994), fue fundamental en el proceso de fabricación de los Estados nacionales modernos. Una suerte de “santos laicos”, cuyas reliquias había que venerar en imponentes ceremonias públicas y al calor de himnos, marchas, despliegue de banderas, discursos altisonantes y colocación de ofrendas florales al pie de monumentos y estatuas (Chicangana, 2009; Esquivel, 2010; Hobsbawn y Ranger, 2002). Según el semiólogo italiano Massimo Leone (2018), las comunidades nacionales necesitan conmemorar a sus protagonistas no tanto en el momento de su fallecimiento, cuanto en el ápex de sus hazañas. En ese contexto, fue importante el rescate oficial de algunas figuras republicanas, en detrimento de otras; básicamente por razones eminentemente político-ideológicas.

A fines del siglo xix e inicios del xx, el retrato fue el testimonio estético de la importancia alcanzada por los políticos (Fernández, 1997). Se trata de un dispositivo visual al que se le adjudicó una función pedagógica harto significativa, al ser representación de un sujeto poseedor de las cualidades políticas y morales, que permitía caracterizarle como modelo de ciudadanía y de virtudes públicas y privadas incuestionables. La composición del retrato, la formalidad de la pose, el gesto y la misma fisonomía son objeto de proposición e interpretación de mensajes (Urquízar, 2015). De tal modo, los retratos de los “grandes hombres” debían ser inconfundibles e idealizados a la vez. Decididamente, hay una relación recíproca entre arte y política. En el caso de la figura del médico y político cartaginés, esta se plasmó en el lienzo, el bronce, la madera y el papel. No puede obviarse un precedente iconográfico bastante temprano en el proceso de “fabricación estética” del presidente Jesús Jiménez Zamora. Específicamente, se trata de un retrato al óleo del médico y político cartaginés –de paradero desconocido– pintado por el artista y afamado militar francés residente en Costa Rica, Achille-Clément Bigot, conocido como Aquiles Bigot (1809-1884). En efecto, el 17 de agosto de 1865, el Gobernador de la ciudad de Cartago, don José María Oreamuno y Oreamuno, informaba al Concejo Municipal que: “…está en su poder el retrato del Señor Presidente de la República, Licenciado Don Jesús Jiménez, que el vecindario de Cartago mandó hacer al artista Don Aquiles Bigot, con el fin de obsequiarlo á la Ilustrísima Representación Popular, para que lo conserve en el salón de sus sesiones como una de las glorias de la República y de esta ciudad en particular que se honra de ser su cuna.” (Gobernación de la Provincia de Cartago, 26 de agosto de 1865). ¿Qué se debía hacer con ese retrato? La Corporación Municipal dispuso al efecto que: “…se rindiesen las más expresivas gracias á los vecinos, á excitación de los cuales se hizo el enunciado retrato, y se coloque éste en el salón consistorial, para perpetuar la memoria del patriota, Licenciado Don Jesús Jiménez.” (Gobernación de la Provincia de Cartago, 26 de agosto de 1865, p. 3).

Como se ve en la cita anterior, el retrato pintado –ligado a la exhibición del poder– se debía entronizar como exempla virtutis. En tal sentido, había una imagen de un personaje histórico emblemático y un proyecto sobre qué debía hacerse con esa imagen.

El poder se impone en una sociedad no solamente mediante los aparatos de coerción; comúnmente también recurre al despliegue de imágenes y representaciones, así como a la construcción de rituales, que le permiten ser aceptado, reproducido y legitimado por los individuos/ciudadanos (Balandier, 1994; Le Goff, 2006). Así, en uno de los salones del Colegio de San Luis Gonzaga, en la lluviosa noche del 15 de agosto de 1865, se celebró un espléndido y concurrido baile en honor a don José María Castro Madriz, último Jefe de Estado y primer Presidente de la República entre 1847 y 1849. Llama la atención que, en ese baile, al que asistieron los diferentes miembros de las élites de San José y Cartago, el doctor Castro Madriz pronunciara un brindis con el retrato pictórico –allí colgado– del presidente Jesús Jiménez Zamora de fondo, a quien se refirió, con expresiones
de “debida justicia” (Fiestas en Cartago, 19 de agosto de 1865). De lo anterior, se desprende que el dispositivo visual, la representación, adquiría una fuerte impronta ideológica; pues ante la ausencia pública del presidente Jiménez, su retrato ejecutado por un pintor tan significativo como Bigot, establecía relaciones de poder a través del uso político.

En la siguiente imagen (figura 4), aparece un dibujo a tinta y de línea sencilla, de don Jesús Jiménez encontrado en el folio 31 f del Tomo ii del Álbum de José María Figueroa Oreamuno (1820-1900). Como es bien conocido, Figueroa se desempeñó como explorador, cronista mordaz “de todas las efemérides que tuvieron lugar a lo largo de la historia de Costa Rica desde su descubrimiento hasta finales del siglo xix” (González, 2018, p. 75), genealogista, cartógrafo, caricaturista, dibujante y pintor originalísimo.

Figura 4
José María Figueroa Oreamuno. Retrato de Jesús Jiménez Zamora
Dibujo en tinta sobre papel grueso que aparece en un estudio genealógico representado en forma de árbol

Fuente: Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR). (1850-1900). Fondos particulares, Álbum de Figueroa, Tomo II. Ca. 1850-1900, fol. 31 f.

Es interesante señalar que Figueroa Oreamuno privilegia una representación del presidente Jesús Jiménez en busto, posición tres cuartos y de frente. Lo representa como un hombre de rostro ovalado, frente amplia, aspecto austero, y, además, como lo indica en la imagen, que don Jesús Jiménez gobernó en dos ocasiones.

Al observar este dibujo se evidencia que José María no caricaturiza al prohombre cartaginés, como lo hizo con otras figuras políticas, a las que satirizó gráfica y textualmente (verbigracia, el Dr. José María Castro Madriz y el general Tomás Guardia Gutiérrez). Podría decirse que la representación hecha por José María Figueroa tiene como referente iconográfico a los retratos académicos del siglo xix, como el de Jesús Jiménez realizado por Tomás Povedano y de Arcos.

Seguidamente, se analizará algunas de las imágenes plásticas de Jesús Jiménez más preeminentes y que han tenido una mayor visibilidad. En particular, a sus representaciones tanto como caballero joven como caballero anciano. Resulta pertinente hacer una breve descripción del corpus de las principales obras plásticas por analizar en los siguientes apartados, tal como se muestra en la tabla 1.

Tabla 1
Representaciones plásticas emblemáticas de Jesús Jiménez Zamora

Fuente: Elaboración propia, con base en la información recolectada.

REPRESENTACIONES DE JESÚS JIMÉNEZ COMO UN CABALLERO JOVEN

I

Retrato de busto de Jesús Jiménez Zamora, de pintor desconocido, sobre un fondo neutro y un tratamiento de tonalidades pardas (figura 5). Es un óleo sobre tabla, cuyas medidas son de 68 x 54 cm, entronizado en un artístico marco de influencia neoclásica, diseñado por tallistas italianos. Esta efigie del médico y presidente cartaginés se encuentra en la Pinacoteca de la Asamblea Legislativa de Costa Rica (Fernández, 1997). Se trata de una representación afable y serena del mandatario, quien mira al espectador con expresión inteligente. En esta línea, como lo destaca el investigador español Roman Gubern: “El rostro es a la vez el lugar más íntimo, por su expresión de las emociones, y más exterior de un sujeto, el que traduce más directamente y de modo más complejo la interioridad psicológica” (2017, p. 102).

En esta representación pictórica, don Jesús Jiménez aparece prolijamente vestido con su característico traje civil, de frac oscuro, camisa blanca y corbatín. De tal modo, prácticamente no tiene elementos de carácter simbólico que contrasten con la figura representada, verbigracia, la banda presidencial o el bastón de mando. Un cuadro realizado por encargo oficial, pues los retratos de los gobernantes sirvieron como símbolos del orden republicano –a la par de la bandera, el escudo y las alegorías– ocupando posiciones relevantes en los espacios públicos (Fernández, 1997; Robledo, 2018). Finalmente, este tipo de retrato político sigue el ideal aristotélico de la historia del arte, el cual sugiere que un retrato bien ejecutado debe representar la esencia interior del sujeto y no solo la apariencia externa plasmada por el artista.

Figura 5
Retrato de Jesús Jiménez Zamora. Pintor Anónimo. Sin Fecha. Óleo sobre tabla, 68 x 54 cm.

Imagen que contiene reloj, objeto, espejo, viejo

Descripción generada automáticamente

Fuente: Pinacoteca de la Asamblea Legislativa de Costa Rica. Registro Patrimonial N° 734. Autor de la fotografía: Minor Solís Calderón.

II

El retrato de Jesús Jiménez Zamora elaborado por el pintor español radicado en Costa Rica, Tomás Povedano y de Arcos (1847-1943), que ilustra una de las páginas de la magnífica obra conmemorativa intitulada Revista de Costa Rica en el siglo xix, publicada en 1902 (figura 6). Posiblemente, el referente de este dibujo sea el retrato al óleo de Jesús Jiménez que hoy se encuentra en la Pinacoteca de la Asamblea Legislativa de Costa Rica.

Povedano representa, con hábil pluma, al expresidente cartaginés como un hombre de mediana edad, en una imagen benévola y de gran penetración psicológica. Es un Jesús Jiménez en su juventud madura, contrario a otras representaciones plásticas y gráficas que lo muestran como un anciano benevolente. Esta imagen fue reproducida en libros de texto e importantes revistas culturales costarricenses como Pandemonium. Indudablemente, para mediados del siglo xix y los inicios del xx, el género de la “biografía ilustrada” (Enríquez, 2017), se instala con un poder y una capacidad para sintetizar “ideas fuerza”, que podían aparecer en forma escrita u oral (Rivière, 2009). Así queda demostrado el incuestionable “poder de las imágenes” (Freedberg, 1989), como parte del complejo proceso de creación y legitimación del Estado-Nación costarricense.

Figura 6
Tomás Povedano y de Arcos. Retrato ovalado de Jesús Jiménez Zamora. 1902.
Dibujo al carboncillo, 7,5 x 5 cm.
Costa Rica

Imagen en blanco y negro de una persona

Descripción generada automáticamente con confianza media

Fuente: Comisión Conmemorativa de Costa Rica en el Siglo XIX. Revista de Costa Rica en el Siglo XIX, San José, Tipografía Nacional, 1902.

III

En esa efigie de elocuencia muda

Perdura un lustro de la
patria historia,

Escrito en bronce para dar
más gloria,

A quien, de gloria, desdeñó el
favor.

Y al pie del bronce,
pronunciando un nombre,

El pueblo un himno a Costa
Rica inicia

JESÚS JIMÉNEZ, tipo de
justicia;

¡JESÚS JIMÉNEZ, símbolo de
honor!

(Mata y Campabadal, 1903, p. 8).

La monumentalidad escultórica cívica ha sido de gran utilidad en el proceso de construcción cultural de las naciones americanas en el tránsito del siglo xix al xx, pues ha permitido la exaltación de “próceres dignos” de ser imitados por los ciudadanos que se “imaginan” como pertenecientes a una comunidad política estructurada y coherente en sí misma (Gutiérrez, 2004). Según Rafael Cuevas Molina (2002), para el caso costarricense, la estatuaria de la última década del siglo xix, fue testigo de la emergencia de un “arte solemne”, de carácter público, mediante el cual se exaltaba a la patria. De acuerdo a esta línea de argumentación, se puede destacar que, desde lo elevado de sus pedestales, las figuras de héroes, próceres y beneméritos:

…hacen palpable las nociones colectivas de conciencia (patria o nación) y convalidan los sistemas jurídicos y de gobierno (el régimen de estado); y al cabo, en efigies o biografía; son un recuerdo insustituible porque guarda las apariencias de esta relación socializada, en términos que aparentan ser más concretos y humanos. (Cuadriello, 2010, p. 39).

¿Por qué se erigió una efigie monumental escultórica a Jesús Jiménez Zamora? Para el editorialista del diario La República, en la edición del 19 de junio de 1903, la imagen de Jesús Jiménez recuerda, en su estatua, una figura política insigne del Estado-nación costarricense; pero también un referente ético o moral colectivo:

En el caso presente de la inauguración de esa estatua á don Jesús Jiménez, Costa Rica ha realizado una gran justicia. Fue un ciudadano probo, un Magistrado integérrimo, un padre de familia venerable. Hombres como él pusieron la base de este carácter sencillo, laborioso y magnánimo que sirve de sustentáculo al edificio de la República. Pasó por las alturas del Poder sin desencadenar tempestades, y por eso en el gobierno no llegó á sentir los vértigos de las cumbres que son las que arrastran á los hombres á los abismos. Lo que pudo hacer en el medio ambiente en que se desarrollaron sus energías lo hizo sin violencia, como el hombre que tiene la plena conciencia de sus deberes y sus derechos. Fue un hombre modesto pero que en su modestia misma encontró la gloria del renombre: el bronce que hoy lo perpetúa se lo ganó en la vida del honor; y esta generación no hace sino pagar una deuda sagrada á aquella memoria veneranda (Cosas del día, 19 de junio de 1903, p. 1).

Encarnar al patricio cartaginés en un cuerpo de bronce era transportarlo al dominio de lo imperecedero, darle una consistencia tal, de forma que no muriera.

La estatua de Jesús Jiménez fue fundida en bronce por el infatigable escultor venezolano Eloy Palacios Cabello (Maturín, Monagas, Venezuela 1847-Camagüey, Cuba 1919) en su taller instalado en Múnich, Alemania, en 1901 (figura 7). Obra de calidad artística y de cariz conmemorativo dentro de una concepción realista, sin excesos simbólicos, que distraigan la atención. Palacios fue gestor de numerosos monumentos públicos dispersos en Europa, América Latina y el Caribe.

Figura 7
Fotografía del escultor venezolano Eloy Palacios Cabello en su taller en Múnich. Se observa la estatua del expresidente Jesús Jiménez Zamora y el modelo en yeso de la misma. 1901

Foto en blanco y negro de un grupo de personas posando por un foto

Descripción generada automáticamente

Fuente: La República, 20 de octubre de 1901, p. 2. Archivo digital del autor.

El monumento fue develizado, solemnemente, el jueves 18 de junio de 1903 en la ciudad de Cartago (figura 8); durante el mandato liberal del licenciado Ascensión Esquivel Ibarra (1902-1906). A través de las crónicas periodísticas, se pueden conocer diversos detalles de la solemne ceremonia patriótica:

Con toda la magestad y á la vez sencillez republicana que el acto requería, fué inaugurada…en la ciudad de Cartago la estatua costeada por contribución pública para perpetuar la memoria del ilustre Benemérito de la Patria Licenciado don Jesús Jiménez. El programa fué cumplido al pie de la letra. Con la exactitud inglesa que lo caracteriza, el Jefe del Ejecutivo se presentó en la estación del Ferrocarril á la hora señalada y acto continuo todas las personas que formaban la comitiva oficial ocuparon los carros. Esas personas eran los miembros del Poder Legislativo, del Poder Ejecutivo, el Poder Judicial, el Venerable Cabildo, los Gobernadores, las Municipalidades, la Facultad de Medicina, el Colegio de Abogados y algunos particulares. Á las 11.35 a. m. llegó á Cartago el tren oficial, pasando la Comitiva al Colegio de San Luis en donde en cinco minutos se organizó el desfile. Acto continuo, la comitiva pasó frente á la casa en que vivió el Licenciado Jiménez y dando la vuelta llegó al lugar donde está colocado el Monumento, ocupando todos, en el mayor orden, los puestos señalados en el plano que junto con el programa había circulado. El Dr. [Antonio] Zambrana hizo uso de la palabra, y, al concluir, el Presidente de la República [Licenciado Ascensión Esquivel Ibarra] descubrió la estatua. Hablaron luego don Félix Mata Valle en representación de la Municipalidad de Cartago; el Licenciado don Albino Villalobos á nombre del Congreso, y el Ministro de Relaciones Exteriores, don Leonidas Pacheco, en representación del Ejecutivo. El Himno Nacional fué cantado por los escolares y otro del Maestro [José] Campabadal por el Coro de Artesanos… (La fiesta de ayer, 19 de junio de 1903).

Según la crónica publicada por el periódico obrerista de signo católico, La Justicia Social, una vez finalizados los actos oficiales frente al bronce: “Infinidad de coronas cayeron á los piés del monumento y entre ellas llamó la atención la más modesta: una corona de siemprevivas llevada allí por un humilde hijo del pueblo” (Lohengrin, 19 de junio de 1903, p. 3). Ciertamente, los monumentos y las estatuas son dispositivos materiales y simbólicos que constituyen instrumentos eficaces para “influir y orientar la sensibilidad colectiva” (Baczko, 1991, p. 3).

Figura 8
Ceremonia de develización del monumento erigido al Dr. Jesús Jiménez Zamora en la ciudad de Cartago. Jueves 18 de junio de 1903

Foto en blanco y negro de una multitud de gente

Descripción generada automáticamente

Fuente: Fotografía de Pablo Baixench Torns. Archivo digital del autor.

En la representación estatuaria, Jesús Jiménez Zamora aparece de cuerpo entero, en pie, vistiendo levita larga (figura 9). Con su mano izquierda sobre el pecho, sugiere la pureza de su conciencia; apoyándose con la diestra, símbolo de su autoridad, en un grueso libro con una inscripción en caracteres mayúsculos que reza: “salus populi” (la Salvación del Pueblo), bajo el cual hay un rollo de pergamino (posiblemente un acta); ambos elementos descansan en una base en cuyo frente se exhibe la serpiente hipocrática (emblema de las ciencias médicas y de la prudencia). En definitiva, se trata de una representación extraordinaria, de un hombre de carácter fuerte y firmes convicciones. La estatua descansa sobre un pedestal de granito sueco de planta cuadrada. Las diferentes caras del pedestal muestran las siguientes inscripciones: en la frontal, “al ilustre repúblico jesús jiménez. al hombre probo. al gobernante progresista”; en la posterior, “homenaje de sus conciudadanos; en la del lado derecho, “caminos. instrucción pública”; y en la del lado izquierdo, “1823-1897. 1863-1866-1868-1870”. Por su parte, la firma del escultor aparece en el ángulo inferior derecho de la peana de la estatua (figura 10).

Figura 9
Estatua de Jesús Jiménez Zamora.
Eloy Palacios Cabello. Bronce. 2,5 m. 1901. Develizado el 18 de junio de 1903.
Parque Jesús Jiménez, Ciudad de Cartago

C:\Users\User\Downloads\FB_IMG_1559771565251 (1).jpg

Fuente: Estatua Jiménez, 6 de junio de 1903. Fotografía de Braulio Vega Guzmán.

Figura 10
Peana de la estatua de bronce de Jesús Jiménez donde se observa la firma del escultor Eloy Palacios

Imagen que contiene edificio, exterior, reloj, torre

Descripción generada automáticamente

Fuente: Estatua Jiménez, 6 de junio de 1903. Fotografía de Braulio Vega Guzmán.

Resulta por demás significativo el hecho de que una fotografía publicada en la revista Pandemonium, da cuenta del modelo en yeso de la estatua a don Jesús Jiménez Zamora (figura 11). Como se aprecia en dicha imagen, originalmente, la representación estatuaria del expresidente cartaginés tenía bajo un pie un quepis y una espada, lo que simbolizaba que Jiménez Zamora había sometido a la oficialidad militar al mando político del Estado durante su segunda administración, dada la elevada animadversión del gobernante hacia los militares Máximo Blanco y Lorenzo Salazar (Cfr. Marchena, 2017). Sin embargo, ambos elementos fueron eliminados para evitar un conflicto con el ejército (Estatua Jiménez, 6 de junio de 1903), una de las instituciones más grandes del Estado costarricense a mediados del siglo xix y los inicios del siglo xx. Posiblemente, con la erección de este monumento público, una suerte de signo icónico, se pretendía la fabricación de la figura histórica de Jesús Jiménez como símbolo máximo de la sabiduría liberal y pilar mismo de un paulatino proceso de desmilitarización, como bien lo destacara Cleto González Víquez, presidente de la Comisión que estuvo a cargo de concretar la iniciativa planteada desde 1897, en el libro El sufragio en Costa Rica ante la historia y la legislación (González, 2014).

El monumento a Jesús Jiménez se exhibió en la muestra anual de bellas artes del Palacio Real de Múnich, Alemania, a principios de 1901; y posteriormente, se trasladó a Costa Rica, solicitándose la liberación de los derechos de aduana y muellaje para que pudiera ingresar al país sin trabas legales. Palacios fue “asesorado” por el diplomático costarricense residente en Europa, don Manuel María de Peralta y Alfaro, en una visita que hizo al taller del venezolano en la capital bávara. Posiblemente, también se haya basado en algunos retratos fotográficos de don Jesús tomados a finales del siglo xix. Pero, por una gacetilla publicada en 1898 en La Prensa Libre, se sabe que el escultor venezolano de visita en Costa Rica en ese año trabajó en un busto de arcilla del expresidente cartaginés. Así, se lee:

Por atenta invitación del laureado artista venezolano Eloy Palacios, hemos tenido ocasión de admirar en el hotel de Jocks, el busto, modelado en arcilla, que representa con notable parecido la amable y severa figura del benemérito don Jesús Jiménez… Concluidos que sean aquí los estudios preliminares de confrontación y retoque, el señor Palacios partirá á Alemania á terminar la obra de bronce, que tendrá 18 pies de altura con todo y pedestal… (Corresponsales, 14 de septiembre de 1898, p. 2).

A inicios del siglo xx, el reconocido pedagogo alemán radicado en Costa Rica, doctor Ernesto L. Henrici, hizo mención de la estatua levantada a la memoria de don Jesús Jiménez Zamora: “…sin exageración se puede decir, que con la estatua de Jiménez poseerá Cartago una obra…digna de recibir en procesión los fieles adeptos de las artes. Con la estatua de Jiménez documenta el artista una fuerza inmensa de carácter” (Henrici, 3 de octubre de 1901, p. 1).

El escritor nacionalista costarricense Jenaro Cardona Valverde (1863-1930), por su parte, resaltó la importancia didáctica de este monumento. En un artículo publicado en el periódico El Día, indicó lo siguiente:

La consagración oficial del monumento erigido en Cartago, para perpetuar la memoria del Benemérito Repúblico, Jesús Jiménez, es una apoteosis. Ese bronce fundido al calor de la gratitud y del cariño de un pueblo, despide luz como de aurora en el cielo de la patria… ¡Qué enseñanza para nuestros hijos, cuando se descubran ante esos altares! qué hermoso cuando piensen que ese bronce animado con la figura del egregio Patricio cartaginés, donde el tiempo no hincará sus garras, no será tan duradero como ese otro altar que ya tiene desde hace tiempo erigido en el corazón de sus conciudadanos (Cardona, 17 de junio de 1903, p. 2).

La estatua fue financiada por suscripción pública, la Municipalidad de Cartago y los aportes del Estado costarricense. Su coste, para la época, ascendió a la extraordinaria suma de 40 000 francos. Esta obra escultórica fue ubicada en la antigua plazoleta de la Iglesia de Nuestra Señora de El Carmen, convertida en el “Parque Jesús Jiménez”, por acuerdo de la Municipalidad de Cartago, el día 15 de junio de 1903 (Archivo Nacional de Costa Rica, 1903. Libro de Actas de la Municipalidad de Cartago). Con este hecho tan significativo, a nivel simbólico, problematizado en términos de “rito de institución” (Bourdieu, 2001, p. 78), se demarca el tránsito del patricio cartaginés hacia la inmortalidad, ya que se le asigna un espacio físico y material en la geografía de la ciudad.

La disposición cardinal del monumento a Jesús Jiménez es hacia el norte o septentrión del casco histórico de la ciudad de Cartago. En este punto, interesa destacar que la estatuaria que se instala en los parques de las ciudades cumple funciones testimoniales, conmemorativas y representativas (Agulhon, 1994).

Sin duda, esta efigie, de 2,5 metros de altura, es el ejemplo más representativo de la escultura cívica monumental en la ciudad de Cartago.

Figura 11
Eloy Palacios Cabello. Boceto en yeso para la fundición en bronce de la estatua de Jesús Jiménez Zamora. 1901

C:\Users\User\Downloads\ESTATUA JIMÉNEZ (2).jpg

Fuente: Pandemonium, 1903. Fotograbado de Pablo Baixench Torns. Archivo digital del autor.

El paso a la inmortalidad y a la eternidad se refuerza mediante instancias de conmemoración, ritos, rituales y ceremonias públicas que animan a la efigie de bronce, impidiendo que caiga en el olvido. Cada 10 de noviembre, al pie del monumento, se lleva a cabo una emotiva ceremonia escolar en donde se rinde homenaje a Jesús Jiménez como fundador de la enseñanza pública gratuita, obligatoria y costeada por el Estado, de la cual participan representantes del gobierno local, la Dirección Regional de Educación y miembros de la sociedad cartaginesa en general.

REPRESENTACIONES DE JESÚS JIMÉNEZ COMO UN CABALLERO ANCIANO

I

El retrato al óleo que figura en el Salón de Sesiones del Palacio Municipal de Cartago, que transmite una imagen patriarcal del expresidente cartaginés (figura 12), como un caballero anciano, porque la vejez suele comportar respeto y veneración. Este retrato –obra del pintor cartaginés Juan Andrés Bonilla Mata (1863-1938), discípulo aventajado del jesuita colombiano Santiago Páramo– no tiene una postura espontánea, pues se trata de plasmar la dignidad política del personaje. Don Jesús Jiménez está representado en postura de tres cuartos, en una paleta de tonos oscuros y sobre un fondo liso que elimina toda referencia espacial. Una imagen adusta, pero de profunda serenidad gestual. Con respecto a este cuadro, se sabe que fue colocado en 1923 en el Salón de Sesiones de la Municipalidad de Cartago, durante una sesión especial conmemorativa al Centenario del nacimiento de Jiménez Zamora. Ahora bien, la pintura de Jiménez Zamora ejecutada por Juan Andrés Bonilla Mata tiene un referente fotográfico que fue reproducido en el extenso obituario relatando la vida entera del expresidente cartaginés que le dedicó el semanario Anunciador Costa-Ricense (un periódico dedicado a avisos comerciales que en particular destacaba las existencias que se ofertaban en la librería de doña María viuda de Lines), en su edición del 16 de febrero de 1897 (figura 13). A la misma vez, dicha imagen fue motivo de representación en una estampilla que circuló en el año 1907 (figura 14). De esta forma, se infiere que la fotografía se convierte en un referente visual para la creación de imágenes, a la vez, de estar ligadas a un lenguaje retórico.

Figura 12
Retrato de Jesús Jiménez Zamora. Ca. 1923. Óleo sobre tela, 66 x 55 cm.

Una persona en frente de una ventana

Descripción generada automáticamente con confianza media

Fuente: Juan Andrés Bonilla Mata, Salón de Sesiones, Municipalidad de Cartago.

Figura 13
Retrato fotográfico de don Jesús Jiménez Zamora

C:\Users\User\Downloads\Jose Jesús Jiménez (1).PNG

Fuente: Fotógrafo anónimo. El Anunciador Costa-Ricense,1897.

Figura 14
Jesús Jiménez Zamora.
Sello postal. 24 x 30 mm.
1907

C:\Users\User\Downloads\Escanear 2019-4-24 22.55.46 (1).jpg

Fuente: Waterlow Brothers & Laynton Ltd., Londres. Colección Álvaro Castro-Harrigan.

II

En los sellos postales también se recrea y perpetúa la memoria visual de los “hombres ilustres”, pues estas figuras, resultan necesarias “como referentes de pertenencia, más bien agentes funcionales y fundacionales, para que tenga vigencia el discurso de las identidades” (Cuadriello, 2010, p. 39). Así, la representación del presidente Jesús Jiménez Zamora en un sello de correo basado en una litografía del artista costarricense graduado en la Escuela de Artes y Oficios de Hamburgo (Alemania), don Antolín II Chinchilla Gutiérrez (1876-942), fue autorizada por el Decreto Ejecutivo N°. 4 del 10 de julio de 1922. Es bien significativo el hecho de que se trata de una de las primeras estampillas impresas en Costa Rica por la Litografía Nacional, en planchas de 50 unidades y perforado 11,5 con máquina de un solo peine o carrera.

Justamente, la imagen del anciano médico y expresidente de la República, en el sello postal, evidencia gravedad y reciedumbre propia de un pater patriae. En este punto, la dignidad del personaje histórico está garantizada por la forma en que se le representó; a la vez, por el uso de elementos alegóricos tan significativos como el Escudo Nacional de Costa Rica en la parte superior central de una suerte de “marco artístico” rodeado de ramas de mirto en cada lado. En la parte inferior del marco, se extiende una banda en que está escrito: Centenario Jesús Jiménez (figura 15). Precisamente, la estampilla (cuyas dimensiones son de 27 x 33 milímetros), fue elaborada para conmemorar el primer centenario del nacimiento de don Jesús Jiménez en junio de 1923, por iniciativa de algunos intelectuales y maestros costarricenses aglutinados en la Escuela Normal de Costa Rica (Brenes, 2020).

La estampilla comenzó a circular el día 18 de junio de ese año, al calor de las conmemoraciones oficiales en homenaje al expresidente Jiménez Zamora. Para el 31 de diciembre de 1923, el sello postal dejó de circular. Es decir, que tuvo un período de vigencia de 197 días.

Figura 15
Antolín II Chinchilla Gutiérrez. Centenario Jesús Jiménez Zamora
Sello postal. 27 x 33 mm. 1923

Un dibujo de una alfombra

Descripción generada automáticamente con confianza baja

Fuente: Litografía Nacional, San José, Costa Rica.

Nota: Papel similar al bond de 18 libras, grosor de 0,10 mm, engomado manual con brocha.

IMÁGENES FOTOGRÁFICAS DE JESÚS JIMÉNEZ

El género de la fotografía se sumó a la necesidad de fabricación de la imagen de los hombres insignes que forjaron la nación (Malosetti, 2009; Guixà, 2016; Kossoy, 2014; Mraz, 2018). Hasta entonces, los gobernantes habían sido objeto de representación oficial, sobre todo, por los pintores y los litógrafos. Como señala John Mraz: “Quienes posan dentro de su cargo oficial, como presidentes, oficiales militares o Grandes Hombres en general, comúnmente no devuelven la mirada, sino que miran en un ángulo de 45 grados, como si se enfrentaran a la historia misma” (2018, p. 126). Rostros y cuerpos que –gracias a la cámara fotográfica– por primera vez llegaron al público “tal como eran”, es decir, supuestamente no mediados por la subjetividad de algún fotógrafo de retrato.

En el caso de la figura de don Jesús Jiménez, existen algunas escasas fotografías, donde el médico y expresidente de la República aparece solo o acompañado de algunos miembros de su familia inmediata (véanse figuras 1 y 2). Su aspecto en sus últimos años –como lo evidencia una de sus fotografías– aunque digno y con un aura republicana; es de una precoz senilidad, acentuada por la calvicie (figura 16).

Figura 16
Retrato fotográfico de don Jesús Jiménez Zamora en su ancianidad

Imagen en blanco y negro de una persona

Descripción generada automáticamente con confianza baja

Fuente: Fotograbador: Pablo Baixench Torns. Archivo digital del autor.

Nota: El rostro indexical de este patricio cartaginés es apacible, pese a que se sabe que era de carácter fuerte y enérgico. Finales del siglo XIX.

.

Don Jesús Jiménez aparece retratado casi de medio cuerpo en posición prácticamente frontal, ante un fondo neutro. Mira directamente a la cámara, consciente que preservará su imagen ad perpetuam. Su mirada expresa firmeza, serenidad y beatitud. En términos emotivos, el ignoto fotógrafo logró transmitir una imagen “venerable” del septuagenario expresidente Jiménez, quien viste un gabán sobre una camisa de cuello alto y corbata anudada en forma de moño. El atuendo es un signo, y el significado alude a lo connotativo, es decir, se trata de un hombre de alto cargo político. A nivel iconológico, el retrato fotográfico de Jesús Jiménez proyecta los frutos de su labor política; por ejemplo: el reconocimiento como “fundador de la instrucción pública en Costa Rica” (González, 1923). Un retrato indexical, como diría el semiólogo Massimo Leone (2018), que recuerda un rostro en el tránsito de la vida a la muerte. En suma, una prueba de su existencia. A continuación, en el esquema 1 se presenta la relación semiótica entre signo/significante e interpretante/significado en el retrato fotográfico de Jesús Jiménez Zamora en sus años de ancianidad:

Esquema 1
Relación semiótica entre signo/significante e interpretante/significado en un retrato fotográfico de Jesús Jiménez Zamora en su senectud

C:\Users\Educador\Desktop\Esquema.png

En definitiva, la fotografía al tiempo que informa de la existencia física del retratado, lo identifica como alguien concreto dotado de unas cualidades y atributos éticos o morales bien significativos (Guixà, 2016).

CONCLUSIONES

El tener presente que, para Jesús Jiménez, la vida jamás fue una empresa sencilla. La difícil situación en que quedó la familia merced al golpe de Estado en abril de 1870 se vio agravada por la enfermedad y muerte de doña Esmeralda Oreamuno en enero de 1873 (Mata, 1999). En La Gaceta Oficial, en su edición del 8 de enero de 1873, el expresidente Jiménez Zamora publicó el siguiente inserto:

Expresión de gratitud

En medio de mi dolor por la muerte de mi amada esposa, cuya salud buscaba fuera de mi casa, me vuelvo á ella inmediatamente después de mi desgracia, porque mi quebrantada salud lo exige así; y al partir, me permito manifestar por este medio mi eterna gratitud á todas las personas que me han prodigado sus atenciones y simpatías en mis justos pesares. San José, Enero 6 de 1873. Jesús Jiménez (Jiménez, 8 de enero de 1873, p. 3).

Jesús Jiménez se retiró de la vida pública con una estoica resignación y, si se va al fondo del asunto, posiblemente contrariado, por no concretar las expectativas económicas y políticas de su familia y de sus coterráneos cartagineses (Echeverría, 2004; Marchena, 2020). Al respecto, en una carta fechada en Madrid, el consumado jurista y experto diplomático Ezequiel Gutiérrez Yglesias (1840-1920), le transmitía a su hermana María Salvadora, su pesar al hecho de que don Jesús Jiménez, “…no haya podido consolidarse en la Presidencia, y a que a la hora de ésta se encuentre no en San José, sino en Tucurrique, no labrando la felicidad de nuestra patria, sino las tierras de su hacienda…” (Gutiérrez, 1977, p. 124).

En unas declaraciones publicadas por La Tribuna del 11 de noviembre de 1941, Ricardo Jiménez Oreamuno, relata sus recuerdos de lo que significó, para su padre, el golpe militar llevado al efecto por el general Guardia, el 27 de abril de 1870: “Cuando en abril del 70 el golpe de Estado lo derribó del poder, se retiró a la vida privada y desde entonces jamás sus hijos lo vimos interesarse por la vida política nacional. No gustaba ni de informarse, ni de comentar” (Oconitrillo, 2009, p. 160).

Don Jesús estaba muy endeudado y dependía de su profesión de médico (Marchena, 2020). Su casa era modesta. Sus bienes escasos, entre ellos, la hacienda Pejibaye ubicada en el pueblecito de Tucurrique (Archivo Nacional de Costa Rica, 1898. Mortuales Independientes de Cartago), que resultaba “poco productiva”. Precisamente, Jesús Jiménez vivió su vejez, conduciendo una vida doméstica en sumo grado austera. Al respecto, vale citar la opinión del brillante político, escritor y periodista cartaginés Pío Víquez Chinchilla (1848-1869), en 1897:

Don Jesús Jiménez…esta cúspide costarriqueña, ha venido a ser, aun antes de completar la intensidad de su vida fúlgida con el negror de la muerte, un símbolo del valor, de la ingenuidad, de la prudencia, de la fortaleza, de la abnegación, de la probidad, del honor y del infortunio. Presidente dos veces, en ambas fue desgraciado por su fortuna. La locura del Poder, el arrojo de la superioridad, la ambición de la ventaja, no turbaron su cerebro; tal vez lo hirieron, pero a fuerza de hacerle pensar el modo mejor de salir del caos sin que la mancha viva de la felicidad terrena lo indicara a la reprobación. Al contrario; ya se convierte en axioma de política en este país, axioma exagerado por supuesto, que la conducta de los gobernantes debe ser apreciado con relación al estado de fortuna en que se hallan cuando dejan el mando… (Víquez, 1979, p. 223).

Pero, sin proponérselo, Jiménez Zamora fue cada vez recordado. El escritor y periodista Ernesto Martín Carranza (1879-1950), en una nota editorial publicada en el Diario de Costa Rica en febrero de 1898, un año después del fallecimiento de Jesús Jiménez, identificó al expresidente cartaginés como la encarnación de las “más puras virtudes democráticas”, a la vez que subrayaba que había llegado el momento propicio para reivindicar su figura histórica, cuya desaparición “coincidió con la muerte de los más claros timbres de Costa Rica” (Martín, 13 de febrero de 1898). Muchos homenajes oficiales se decretaron a su memoria. Así, el 15 de junio de 1903, la Municipalidad de Cartago, por su parte, había dispuesto la transformación de la antigua plazoleta de la Iglesia de Nuestra Señora de El Carmen en un arreglado parque, rebautizado con el nombre de “Jesús Jiménez”, cuya estatua de cuerpo entero, fue instalada desde el 13 de noviembre de 1902. Más tarde, el 19 de agosto de 1903, fue bautizado, oficialmente, el Cantón “Jiménez” de la provincia de Cartago, en su honor (Marchena, 2020; Mora, 1957). En las décadas de 1920 y 1930, revistas como La Escuela Costarricense, El 10 de noviembre y Triquitraque, publicaron, cada cierto tiempo, biografías para niños y jóvenes que cumplieron la función pedagógica de transmitir valores cívicos y utilizar la figura de Jesús Jiménez como ejemplo.

¿Qué ocurre con la imagen de Jesús Jiménez que se configura a finales del siglo xix e inicios del siglo xx? Como queda dicho, en el caso de la gestación memorística de la reivindicación de la figura histórica de Jesús Jiménez Zamora como prohombre, se vislumbran dos tipos de representaciones, a saber: las visuales y las escritas, con disímiles implicaciones retóricas y políticas, cuando se trata de darles una lectura sincrónica.

La representación, la efigie, del estadista se mostraba en una edad madura, por lo que evoca a un sujeto contenido y de autoridad política. Además, su vestimenta (levita, una suerte de camisa blanca y lisa, corbatín), es un signo de autoafirmación y de alto estatus social. Se generaba así una “figura de carácter”. De ahí que, los cuadros al óleo de Jesús Jiménez, cuelgan en las paredes del Salón de Sesiones de la Municipalidad de Cartago y en la Pinacoteca del Salón de Exjefes de Estado y Expresidentes de la República en la Asamblea Legislativa; para que “todos” los vean.

Los retratos pictóricos oficiales, la gráfica, los sellos postales, la fotografía y la escultura monumentaria, no solo remiten a la misma persona desde diversos rasgos fisionómicos, formas, soportes y técnicas artísticas; los códigos de vestimenta y pose que se proyectan en las diversas efigies muestran una imagen impoluta, austera, serena y benigna del presidente y médico cartaginés, como referente para la “comunidad de ciudadanos”. Estos repertorios de imágenes se fabricaron, y luego se gestionaron, con una intencionalidad memorial evidente, y la función política de consolidar la construcción de un culto secular, sostenido en la catequesis y la pedagogía cívica.

Entretanto, el discurso escrito, colmado de opiniones personales y elementos emotivos-políticos-racionales, solamente deja ver el sentido de lo humano y las contradicciones que podían existir en un individuo aclamado de ejemplar en la sociedad costarricense. Ciertamente, el presidente Jesús Jiménez Zamora murió de vejez y alejado del poder, por lo que, su figura histórica, debió pasar por un proceso de recuperación. Como editorializó La República en 1897:

Pocos de los nombres que engalanan las páginas de nuestra historia, resplandecen con tan pura luz como el del señor Jiménez. Patricio fué por su origen de familia, pero más, si cabe, por su conducta privada y por la nobleza de que dio muestras en su vida pública. Dos veces fué llamado por sus conciudadanos á ocupar el alto puesto de jefe del Estado. Ha transcurrido bastante tiempo para poder juzgar aquellas administraciones, y hoy la aureola que rodeaba al anciano demuestra palmariamente la virtud del mandatario (Honores fúnebres, 14 de febrero de 1897, p. 3).

Algunos de los panegiristas incondicionales de la figura histórica de Jesús Jiménez (por ejemplo, Manuel Argüello Mora, Cleto González Víquez, Guillermo Vargas Calvo y Luis Felipe González Flores) elevan, con su pluma, al patricio cartaginés, como ejemplo de rectitud moral, compromiso ético, trabajo austero, justicia y probidad en el ejercicio de la Presidencia de la República y, además, en el cometido de su vida pública. De ahí, no extraña, la publicación, en la prensa costarricense del siglo xx, de anécdotas como la siguiente:

Solo una vez declaró don Jesús su calidad de expresidente. Debió haber ido a un jurado, para el cual fue citado, y no fue a la audiencia. El juez lo llamó, para imponerle el condigno castigo. Se excusó exponiendo que una indisposición de su quebrantada salud había sido la causa de su no asistencia. El juez le pidió una constancia médica de lo que decía. Señor Juez –replicó el expresidente– siendo yo médico, no necesité de los servicios de un colega, y no debe usted esperar a que yo le traiga testigos de lo dicho. El de un expresidente me parece testimonio de sobra, pues cae de su peso que quien ha ocupado de la primera posición de la República no ha de andar buscando testigos complacientes, que nunca faltan, para eludir el pago de una multa que fuera en deber. Dígame cuánto es la que usted quiere imponerme, y acabemos (Mora, 1957).

Por otro lado, uno de sus más enconados detractores, el general Víctor Guardia Gutiérrez (1990) en sus Memorias, subrayaba categóricamente, las medidas arbitrarias y la obstinación de Jiménez Zamora de perpetuarse en el poder por la fuerza; además de favorecer los intereses económicos y financieros de sus parientes y partidarios de Cartago.

No obstante, habría que mencionar que don Jesús Jiménez Zamora no contaba con los recursos o el capital político para enfrentar, por un lado, al poderoso e influyente clan de los Montealegre, y luego, a los altos oficiales del ejército que servían a los propósitos de dicha familia. Es bien conocido que la familia Jiménez era muy respetada y poseía cierta posición privilegiada, merced a sus nexos políticos y socioeconómicos, pero distaba mucho de ser la élite dominante costarricense en el siglo xix (Marchena, 2020).

Al fin de cuentas, el Jesús Jiménez, de carne y hueso, no es la misma persona que termina idealizada e inmortalizada, como símbolo de virtudes cívicas, tanto en diversas expresiones artísticas como en el discurso político y los textos de historia patria.

Conviene investigar si el ascenso de Jesús Jiménez al corto panteón de los próceres costarricense sería por la inconveniencia política y las fricciones intraélites, que provocaban figuras (civiles y militares) harto polémicas como los presidentes Juan Rafael Mora Porras, José María Montealegre y hasta el mismo general Tomás Guardia. Quizás convendría preguntarse si don Jesús Jiménez sería el personaje político más adecuado para convertirse en intachable “Padre de la Patria”, e incluso con figura broncínea erigida antes que la de Mora Porras y Guardia Gutiérrez. ¿O fue un consenso entre el sector gobernante liberal para limpiar su imagen y fortalecer su labor cívica (verbigracia, el precepto constitucional de la gratuidad y obligatoriedad de la educación pública) como pilar del nacionalismo oficial y la identidad que se perseguía construir oficialmente en la Costa Rica decimonónica? Al tenor de lo expuesto en estas líneas, resulta pertinente profundizar en el análisis de la construcción retórica de la figura de Jesús Jiménez Zamora, desde la perspectiva de sus representaciones estéticas y los usos políticos de esa imagen en el periodo de tránsito del siglo xix al xx.

AGRADECIMIENTOS

Al MSc. Jorge Julio Marchena Sanabria por la lectura profunda de diversos borradores de este escrito y las recomendaciones brindadas durante el proceso. A Ernesto Pérez Ramírez y Leonardo Santamaría Montero por su amistad y el apoyo brindados en esta investigación. Al investigador y amigo Sergio Orozco Abarca, por el estímulo y el suministro de fuentes. A don Álvaro Castro Harrigan por el valioso aporte de datos e imágenes. A las licenciadas Catalina Hernández Salazar y Flor Quesada Mata, funcionarias de la Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano”, por su valiosa ayuda
en la localización de fuentes. A Jafeth Campos Ramírez, historiador y archivista del Archivo Nacional de Costa Rica, gracias por el suministro de fuentes documentales en momentos contingentes. Al fotógrafo Minor Solís Calderón y al señor Luis Gerardo Chaves Rodríguez, jefe de Área del Portal Legislativo, ambos del Departamento de Relaciones Públicas, Prensa y Protocolo, y en particular, a la licenciada Xinia María Jiménez González, jefa del Área de Gestión de Propuestas Ciudadanas, del Departamento de Participación Ciudadana de la Asamblea Legislativa de Costa Rica. Extensible el agradecimiento especial a los doctores Antonio Urquízar Herrera y Raúl Francisco Arias Sánchez; Lourdes Flores Pizarro; Celia María Chaves Elbrecht; Andrea Guadalupe Pérez Juárez; Braulio Vega Guzmán; Luis Araya Ramírez; Francisco Quesada Pereira y Hugo Barquero Rodríguez (Q. E. P. D).

REFERENCIAS

Acuña Ortega, V. H. (2015). Costa Rica: la fabricación de Juan Rafael Mora (Siglos xix-xxi). Caravelle, 104, 31-46.

Agulhon, M. (1994). Historia Vagabunda. Etnología y política en la Francia contemporánea. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

Alfaro González, A. (27 de octubre de 1901). Un dato. El País, p. 1.

Anderson, B. (2000). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica.

Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR). (1850-1900). Fondos particulares, Álbum de Figueroa, Tomo ii.Archivo Nacional de Costa Rica (ancr). (1898). Mortuales Independientes de Cartago, N°. 817, fols. 1-16.

Argüello Mora, M. (1898). Páginas de Historia. Recuerdos é impresiones. Imprenta de El Fígaro.

Baczko, B. (1991). Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Nueva Visión.

Balandier, G. (1994). El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación. Paidós.

Ben-Amos, A. (2007). El centro sagrado del poder: París y los funerales de Estado republicanos. Culturales iii (6), 49-74.

Bonilla, H. (1985). Los Presidentes. Editorial Texto Limitada.

Bourdieu, P. (2001) ¿Qué significa hablar? Ediciones Akal.

Borja Gómez, J. H. (2011). La tradición colonial y la pintura del siglo xix en Colombia. Análisis. Revista Colombiana de Humanidades 79, 69-101.

Brenes Tencio, G. (2009). La patria en duelo: los funerales del expresidente Jesús Jiménez Zamora (Cartago, Costa Rica, 1897). Acta Académica, 45, 215-249.

Brenes Tencio, G. (2020). Jesús Jiménez en estampillas de principios del siglo xx. Herencia, 33 (1), 53-61.

Brunk, S. y Fallaw, B. (2006). Heroes & Hero Cults in Latin America. University of Texas Press.

Burke, P. (1995). La fabricación de Luis XIV. Editorial Nerea.

Burke, P. (2005). Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Editorial Crítica.

Burucúa, J. E. y Malosetti Costa, L. (2012). Una palabra equivale a mil imágenes. Polisemia, grandeza y miserias de las representaciones visuales. Concreta, 6-13.

Calhoun, C. (2007). Nacionalismo. Libros del Zorzal.

Calvo Mora, J. (1887). República de Costa Rica. Apuntamientos geográficos, estadísticos e históricos. Imprenta Nacional.

Cardona Valverde, J. (17 de junio de 1903). Apoteosis. El Día, p. 2.

Carranza Pinto, R. (1990). Apuntes y memorias del Decano del periodismo costarricense. Academia de Geografía e Historia de Costa Rica (1990), Documentos Históricos (pp. 143-165.) Imprenta Nacional.

Cartago al Día. (2019). En la Escuela Jesús Jiménez. 150 años de educación gratuita, obligatoria y costeada por el Estado, 683, p. 15. Segunda edición.

Casalino Sen, C. (2020). Sobre héroes y tumbas. El largo proceso de construcción de los héroes próceres de la Independencia. [Archivo de Vídeo]. Youtube. https://youtu.be/Y5bKq3mwjFk

Castro Echeverría, G. (1994). “Ancestros”. Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, xli (34), 7-98.

Centlivres, P., Fabre, D. y Zonabend, F. (Eds.) (1999). La Fabrique de Héros. Éditions de la Maison des Sciences de L’Homme, Ministère de la Culture.

Cerdas, D. (23 de abril de 2019). Ministro: País cumplió 150 años de educación gratuita, mejorar la calidad es lo que sigue. La Nación. https://www.nacion.com/el-pais/educacion/ministro-pais-cumplio-150-anos-deducacion/GJTUNL7PTNGRHKYE7JI4IABTUI/story/

Colmenares, G. (1987). Las convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo xix. Tercer Mundo Editores.

Corella Ovares, E. (2018). Las fuerzas armadas y la formación del Estado costarricense (1821- 1870). Museo Histórico Cultural Juan Santamaría.

Comisión Conmemorativa de Costa Rica en el Siglo XIX (1902). Revista de Costa Rica en el siglo xix, i. Tipografía Nacional.

Chicangana Bayona, Y. (2009). La Independencia en el arte y el arte en la Independencia. Ministerio de Educación Nacional.

Congreso Constitucional (25 de julio de 1886). La Prensa Libre, p. 1.

Chicangana Bayona, Y. (2009). La Independencia en el arte y el arte en la Independencia. Ministerio de Educación Nacional.

Chust Calero, M. y Mínguez Cornelles, V. (Eds.) (2003). La construcción del héroe en España y México (1789-1847). Universidad de Valencia.

Corresponsales (14 de septiembre de 1898). La Prensa Libre, p. 2.

Cosas del día (19 de junio de 1903). La República, p. 1.

Cuadriello, J. (2010). Para visualizar al héroe: mito, pacto y fundación. En: Cuadriello, J. y Ramírez, F. (Eds.), Éxodo mexicano: los héroes en la mirada del arte (pp. 39-103). Instituto Nacional de Bellas Artes-Universidad Nacional Autónoma de México-Fondo Cultural banamex.

Cuevas Molina, R. (2002). Cambio cultural en Costa Rica (1821-1914). Botey Sobrado, A. M. (Coord.), Costa Rica: desde las sociedades autóctonas hasta 1914 (pp. 409-436). Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Dedieu, J. P. (2016). El héroe nacional en contexto. Los diccionarios biográficos chilenos (mediados del siglo xix-principios del siglo xx). Mélanges de la Casa de Velázquez, 46 (2), 17-38.

Dedieu, J. P., Enríquez, L. y Cid Rodríguez, G. (2015). Fabricación heroica y construcción de la memoria histórica chilena. C. M. H. L. B. Caravelle, 104, 47-70.

De Roux López, R. (1999). La insolente longevidad del héroe patrio. C. M. H. L. B. Caravelle, 72, 31-43.

Díaz Arias, D. (2019). La vida política, 1808-2000. En: Vega Jiménez, P. (Coordinadora), Historia contemporánea de Costa Rica 1808-2010 (pp. 15-66). Editorial Costa Rica-Editorial de la Universidad Estatal a Distancia-Fundación mapfre.

Didi-Huberman, G. (2006). Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Adriana Hidalgo Editora.

Discurso del Dr. don Antonio Zambrana (16 de febrero de 1897). El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio, pp. 2-3.

Dosse, F. (2007). El arte de la biografía: entre historia y ficción. Universidad Iberoamericana.

Duelo general (13 de febrero de 1897). La Prensa Libre, p. 3.

Earle, R. (2005). Sobre Héroes y Tumbas: National Symbols in Nineteenth-Century Spanish America. Hispanic American Historical Review, 85(3), 375-416.

Echeverría Aguilar, M. (2004). La vida de don Jesús Jiménez fue limpia tanto en el hogar como en Palacio…Crónicas y anécdotas (época de 1863 a 1870). En: Zeledón Cartín, E. (Ed.), La vida cotidiana de nuestros abuelos (1801-1910) (pp. 73-83). Editorial Costa Rica.

Enríquez Agrazar, L. (2017). Los héroes chilenos decimonónicos y su inclusión museográfica. Mélanges de la Casa de Velázquez, 47 (1), 255-274.

Escuela Normal de Heredia (1922). Doctor don Jesús Jiménez. Ardua, i (ii), 15-16.

Esquivel Suárez, F. (2010). Altares para la nación: procesos de monumentalización en la celebración del Centenario de la Independencia de Colombia. En: Rincón, C., de Mojica, S., Gómez, L. (Eds.), Entre el olvido y el recuerdo: íconos, lugares de memoria y cánones de la historia y la literatura en Colombia (pp. 255-281). Pontificia Universidad Javeriana.

Estatua Jiménez (6 de junio de 1903). La Prensa Libre, p. 3.

Fallas Santana, C. M. (2002). El Estado nacional: institucionalización de la autoridad y centralización del poder 1849-1870. En: Botey Sobrado, A. M. (Coordinadora), Costa Rica: desde las sociedades autóctonas hasta 1914 (pp. 261-294). Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Fallas Santana, C. M. (2008-2009). La voluntad de la Nación y la regeneración política: los pronunciamientos militares de 1859, 1868 y 1870. Diálogos. Revista Electrónica de Historia, 9 (2). http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm

Fernández Guardia, R. (2009). Cartilla Histórica de Costa Rica. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Fernández Rivera, L. (1997). Pinacoteca del Poder Legislativo Costarricense. Imprenta Nacional.

Ferrari, M. P. (2010). Prosopografía e historia política. Algunas aproximaciones. Antítesis, 3(5), 529- 550.

Fiestas en Cartago (19 de agosto de 1865). La Gaceta Oficial, p. 3.

Freedberg, D. (1992). El poder de las imágenes. Cátedra.

Fumero Vargas, A. P. (1998). El Monumento Nacional. Fiesta y develización, setiembre de 1895. Museo Histórico-Cultural Juan Santamaría.

Funerales (16 de febrero de 1897). El Diarito, p. 1.

Gaceta Médica de Costa Rica (1897). Fotografía Jesús Jiménes Zamora. Nro. I (10). San José, Tipografía Nacional, s.n.p.

Gobernación de la Provincia de Cartago (26 de agosto de 1865). La Gaceta Oficial, pp. 3-4.

Gólcher Barguil, E. (1993). Consolidación del Estado Liberal: imagen nacional y políticas culturales (1880–1914). Publicaciones de la Cátedra de Historia de las Instituciones de Costa Rica, Universidad de Costa Rica, Sede Rodrigo Facio.

Gómez, B. N. (2014). La figura del Dr. Francia en la historiografía paraguaya posbélica: la batalla por los héroes. Temporalidades. Revista de Historia, 9 (1), 56-80.

González Víquez, C. (2014). El sufragio en Costa Rica ante la historia y la legislación (1821- 1872). Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

González Flores, L. F. (1923). Centenario del fundador de la Instrucción Pública en Costa Rica. Revista de Costa Rica, iv (6), 86-92.

González Kreysa, A. M. (2018). De santeros e imagineros. Los orígenes de la escultura en Costa Rica. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Guardia Gutiérrez, V. (1990). Memorias del señor Víctor Guardia Gutiérrez, General de División del Ejército de Costa Rica. En: Academia de Geografía e Historia de Costa Rica (1990), Documentos Históricos (pp. 167-215). Imprenta Nacional.

Gubern, R. (2017). Dialectos de la imagen. Cátedra.

Guerrero Lira, C. (2015). La Patria a los Carrera, agradecida de sus servicios, compadecida de sus desgracias. José Joaquín Mora y la construcción de la imagen heroica de José Miguel Carrera. Historia 396, 2, 249-273.

Guixà, R. (2016). El carácter emblemático de la fotografía: el retrato oficial y la producción de presencia. Emblemata, 22, 207-230.

Gutiérrez Braun, H. (1977). Ezequiel Gutiérrez Yglesias a través de su correspondencia. Anales de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica 1974-1976, 91-212.

Gutiérrez Viñuales, R. (2004). Monumento conmemorativo y espacio público en Iberoamérica. Cátedra.

Henrici, E. (3 de octubre de 1901). Eloy Palacios. El País, p. 1.

Hobsbawn, E. y Ranger, T. (Eds.) (2002). La invención de la tradición. Crítica.

Honores fúnebres (14 de febrero de 1897). La República, p. 3.

Jiménez, J. (16 de febrero de 1897). El Pabellón Liberal, p. 2.

Jiménez Oreamuno, R. (11 de noviembre de 1941). Si no fuera por la elevación de sus virtudes, Costa Rica habría quedado al nivel de una tribu de las que pueblan los centros africanos. La Tribuna, pp. 1-2.

Jiménez Zamora, J. (8 de enero de 1873). Expresión de gratitud. La Gaceta Oficial, p. 3.

Kossoy, B. (2014). Lo efímero y lo perpetuo en la imagen fotográfica. Cátedra.

Krieger, P. (2006). Iconografía del poder: tipologías, usos y medios. En: Medina, C. (Ed.), La imagen política. Coloquio Internacional de la Historia del Arte “Francisco de la Maza” (pp. 17-19). Instituto de Investigaciones Estéticas/Universidad Nacional Autónoma de México.

Lacarra Ducay, M. y Giménez Navarro, C. (Coords.) (2003). Historia y política a través de la escultura pública 1820-1920. “Institución Fernando el Católico” (csic).

La fiesta de ayer (19 de junio de 1903). El Día, p. 2.

Lafuente Fernández, C. (productor). (1991-992). Audio extraído del programa radiofónico Remembranzas de Cartago, en “Radio Rumbo” de Cartago. Con la participación de Rogelio Coto Monge, Juan de Dios Trejos Solano, Julio Molina Siverio, Marco Aurelio Aguilar Mata, Carlos Luis Valle Masís y otros. Propiedad de Sergio Orozco Abarca.

La República (20 de octubre de 1901). Fotografía del escultor venezolano Eloy Palacios Cabello en su taller en Múnich, p. 2. Archivo digital del autor.

Lederman, F. (2012). Los héroes en construcción de legitimidad. e-l@tina, 10 (38). https://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

Le Goff, J. (2006). Prólogo. En: Bloch, M., Los Reyes Taumaturgos. Estudio sobre el carácter sobrenatural atribuido al poder real, particularmente en Francia e Inglaterra. (pp. 11-57). Fondo de Cultura Económica.

Leone, M. (2018). Semiótica del rostro heroico: El caso de Gervasio Artigas. Universidad de Turín. Inédito.

Lohengrin (19 de junio de 1903). Crónica. La Justicia Social, pp. 2-3.

Loría Quesada, A. (1981). Segunda administración del licenciado don Jesús Jiménez Zamora: 1868-1870. [Tesis de Licenciatura en Historia]. San José: Universidad de Costa Rica, Sede Rodrigo Facio.

Madrigal Muñoz, E. (2013). Poder económico y lazos sociales de una elite local en los últimos años del régimen colonial y en la Independencia: Costa Rica, 1821-1824. Caravelle, 101, 87-108.

Makolkin, A. (1992). Name, Hero, Icon. Semiotics of Nationalism through Heroic Biography. Mouton de Gruyter.

Malosetti Costa, L. (2009). ¿Verdad o belleza? Pintura, fotografía, memoria, historia. Crítica Cultural, 4 (2), 111-123.

Marchena Sanabria, J. J. (2017). Formación histórica de las élites costarricenses a través del estudio de caso de la empresa “Florida Ice and Farm Company” y su asociación a la familia Jiménez (informe final). Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas/Universidad de Costa Rica.

Marchena Sanabria, J. J. (2020). Imaginarios y cultura política de una élite costarricense. La construcción del poder simbólico de la familia Jiménez (1810-2010). Revista de Historia, 81, 67-101.

Martín Carranza, E. (13 de febrero de 1898). Don Jesús Jiménez. Diario de Costa Rica, p. 2.

Martínez Gutiérrez, B. (2016). Cronología de la educación costarricense. Imprenta Nacional.

Mata Gamboa, J. (1999). Monografía de Cartago. Editorial Tecnológica de Costa Rica.

Mata Valle, F. y Campabadal y Calvet, J. (1903). Coro Patriótico a la memoria del Licenciado don Jesús Jiménez cantado por los artesanos de Cartago, el 18 de junio de 1903. Tipografía Nacional.

McEvoy Carreras, C. (Ed.) (2006). Funerales republicanos en América del Sur: tradición, ritual y nación, 1832-1896. Centro de Estudios Bicentenario/Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Meléndez Chaverri, C. (1968). Dr. José María Montealegre: contribución al estudio de un hombre y una época poco conocida de nuestra historia. Academia de Geografía e Historia.

Miscelánea. Correspondencia (14 de octubre de 1892). La Prensa Libre, p. 1

Molina Jiménez, I. (1994). Espías visibles, sorpresas esperadas y tiros sin puntería. El golpe de Guardia de 1870. Anuario de Estudios Centroamericanos, 20 (1), 153-168.

Molina Vargas, S. y González Ayala, E. (2017). Historia de Costa Rica. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Monseñor Bernardo Augusto Thiel (1823). Libro de Bautizos de Cartago, N°. 24, fol. 252 v. Archivo Histórico Arquidiocesano.

Monseñor Bernardo Augusto Thiel (1850). Matrimonios de Cartago, N°. 12, fols. 263-264. Archivo Histórico Arquidiocesano.

Montero Barrantes, F. (2006). Elementos de Historia de Costa Rica 1856-1890. Vol. 2. Universidad Estatal a Distancia.

Montúfar y Rivera Maestre, L. (1898) Memorias autobiográficas. Tipografía Nacional, Guatemala.

Mora Rodríguez, O. (1957). Don Jesús Jiménez: su personalidad y su labor de estadista. [Tesis de Licenciatura en Historia]. Universidad de Costa Rica, Sede Rodrigo Facio.

Mraz, J. (2018). Historiar fotografías. Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.

Murilo de Carvalho, J. (1997). La formación de las almas. El imaginario de la República en el Brasil. Universidad Nacional de Quilmes.

Navarrete, F. y Olivier, G. (2000) (Coords.). El héroe entre el mito y la historia. Universidad Nacional Autónoma de México-Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos.

No Oficial. Un día de campo (3 de octubre de 1863). Gaceta Oficial, p. 2.

Obregón Loría, R. (1981). De nuestra historia patria: Hechos militares y políticos. Museo Histórico-Cultural Juan Santamaría.

Obregón Quesada, C. (1999). Nuestros Gobernantes: verdades del pasado para comprender el futuro. Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Oconitrillo García, E. (Comp.) (2009). Don Ricardo Jiménez en la prensa. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Oreamuno Ortiz, N. (1923). Fragmentos de una carta sobre don Jesús Jiménez. San Selerín, 5 (11), 2-5.

Pérez Vejo, T. (2012). ¿Se puede escribir historia a partir de imágenes? El historiador y las fuentes icónicas. Memoria y Sociedad, 16 (32), 17-30.

Pérez Zumbado, E. (2013). El control y la dominación política en el régimen de Tomás Guardia. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Por un Maestro (1923). Lic. don Jesús Jiménez-Esbozo biográfico. La Escuela Costarricense iii (Número extraordinario), 265-268.

Quesada Camacho, J. (2005). Un siglo de educación costarricense: 1814-1914. Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Rivière Viviescas, L. (2009). Lo ideal en lo visual: arte y república en la Colección Franco-Rubiano-Montoya. Cuadernos de Curaduría, 9. http://www.museonacional.gov.col.inbox/files/docs/ccfranco.pdf

Robledo Páez, S. (2018). Pintura histórica y retratos de próceres en Colombia durante el siglo xix: ausencia de apoyo público e importancia de las iniciativas privadas. Historia y Sociedad, 34, 77-102.

Rodríguez Vega, E. (Editor) (2004). Costa Rica en el Siglo xx. Vol. iii. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Rodríguez Vega, E. (1989). Don Tomás Guardia y el Estado Liberal. Editorial Universidad Estatal a Distancia.

Salazar Mora, O. (1990). El apogeo de la República Liberal (1870-1914). Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Sanabria Martínez, V. M. (1957). Genealogías de Cartago hasta 1850. Vol. vi. Servicios Secretariales.

Sancho Jiménez, M. (2010). Memorias. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Sater, W. (2005). La imagen heroica en Chile. Arturo Prat, un santo secular. Centro de Estudios Bicentenario.

Schneuer Brahm, M. (2016). El centenario (1910) chileno y el rescate del pasado a través de sus hombres, Mélanges de la Casa de Velázquez, 46 (2), 255-274.

Schwartz, B. (1992). La reconstrucción de Abraham Lincoln. En: Middleton, D. y Edwards, D. (Eds.), Memoria compartida: la naturaleza social del recuerdo y del olvido (pp. 97-123). Paidós.

Sección editorial (13 de febrero de 1897). La Gaceta. Diario Oficial, p. 141.

Smith, A. (1998). Conmemorando a los muertos, inspirando a los vivos. Mapas, recuerdos y moralejas en la recreación de las identidades nacionales. Revista Mexicana de Sociología, 60 (1), 61-80.

Solera Rodríguez, G. (1964). Beneméritos de la Patria y Ciudadanos de Honor de Costa Rica. Imprenta Lehmann.

Taller de Vicente Lines (1893). Almanaque Centroamericano para el año 1893. Librería Española de Vicente Lines.

Telegrama de Cartago (13 de febrero de 1897). El Pabellón Liberal, p. 2.

Un Cartaginés (21 de febrero de 1897). Funerales del Licdo. D. Jesús Jiménez. El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio, pp. 2-3.

Urquízar Herrera, A. (2015). Retrato y poder en la Edad Moderna. En: Cámara Muñoz, A., García Melero, J. E. y Urquízar Herrera, A. (Eds.), Imágenes del poder en la Edad Moderna (pp. 349-382). Editorial Universitaria Ramón Areces.

Vargas Calvo, J. (17 de junio de 1923). El primer presidente Jiménez. La Tribuna, p. 4.

Vargas González, H. (2001). Evolución del sistema electoral costarricense (1859-1870). Diálogos. Revista Electrónica de Historia, 2 (2). http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm.

Venero, J. (1880). Aniversario de la Revolución de 27 de abril de 1870. Bosquejo Histórico. Imprenta Nacional.

Villalobos Álvarez, R. (2016). Apuntes para un estudio sobre el culto a los héroes. El caso de Benito Juárez. En: Matute, A. y Trejo, E. (coords.), De historiografía y otras pasiones: homenaje a Rosa Camelo (pp. 241-268). Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Históricas.

Víquez Chinchilla, P. (1979). Jesús Jiménez. En: Rodríguez Vega, E. (Comp.), El Pensamiento Liberal. Antología (pp. 222-224). Editorial Costa Rica.

Zeledón Cartín, E. (2014). Crónicas para la historia de la educación costarricense: desde sus orígenes hasta la creación de la Universidad de Costa Rica. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.

Fecha de ingreso: 17/11/2020
Fecha de aprobación: 09/02/2022

ANEXOS

Anexo 1

Árbol genealógico parcial de la familia Jiménez Zamora (Siglos XVIII-XIX)

Fuente: Castro Echeverría. G. (1994). Ancestros. Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas XLI (34), 19–20. Marchena Sanabria, J. J. (2020). Imaginarios y cultura política de una élite costarricense. La construcción del poder simbólico de la familia Jiménez (1810–2010). Revista de Historia, 81, 100–101. Mata Gamboa, J. (1999). Monografía de Cartago, 573-576. Mora Rodríguez, O. (1957). Don Jesús Jiménez: su personalidad y su labor de estadista, 4. Sanabria Martínez, V. M. (1957). Genealogías de Cartago hasta 1850. Vol. VI, 241–242.

Nota: No se trata de una genealogía exhaustiva, por lo tanto, no se presentan todos los miembros de este linaje.

Anexo 2

Cronología sucinta y momentos en que la figura de Jesús Jiménez Zamora fue destacada especialmente

El 18 de junio nace en la ciudad de Cartago, Jesús María Ciriaco, hijo legítimo de don José Ramón de Jesús Jiménez Maldonado y Rodríguez de Robredo y doña Joaquina de Jesús Zamora y Coronado. Sus abuelos paternos fueron don José Antonio Jiménez Maldonado y Bonilla y doña Antonia Petronila Rodríguez de Robredo y Arleguí, y los maternos don Romualdo Zamora y Flores y doña Juana Rita de Coronado y San Martín de Soto. Provenía de una familia fervorosamente católica y con bienes de fortuna de origen colonial, que logró mantener, con relativa modestia, a través del siglo xix. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento, siendo sus padrinos don Pedro José Carazo y doña Cleta Ugalde. En un ambiente tradicional y religioso transcurrió su infancia.

Se gradúa como médico y cirujano en el Protomedicato de la Universidad Pontificia de San Carlos Borromeo de Guatemala. Posteriormente, completa su formación médica en la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos. El ejercicio de la medicina, a mediados del siglo xix, se constituía en autoridad reconocida con poder en la persona y en la sociedad.

El día 21 de febrero, Jesús Jiménez contrajo nupcias en Cartago con María Esmeralda Oreamuno Gutiérrez (1834-1873), hija primogénita de don Francisco María Oreamuno Bonilla, jefe de Estado de 1844 a 1846, y de doña Agustina Gutiérrez y La Peña-Monje. El matrimonio procreó siete hijos: tres mujeres (María Julia, María Adela de los Dolores y Celina de Jesús) y cuatro varones (Manuel de Jesús, Ricardo, Alberto y Carlos Alfredo). La familia habitó en una amplia casa cerca de la antigua Plaza Principal de Cartago.

En su calidad de galenos, don Jesús Jiménez Zamora y don Lucas Alvarado Quesada, solicitan permiso a la Municipalidad de Cartago para establecer un despacho general de medicinas o botica, convencidos de los males que causaba su falta (26 de agosto).

Diputado por Cartago en el Congreso Constitucional de la República.

Gobernador de la provincia de Cartago.

Ejerció por segunda vez el cargo de diputado por Cartago en el Congreso.

Miembro de la Asamblea Constituyente que emitió la Constitución Política de 1859.

Ministro de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública del gobierno del Dr. José María Montealegre Fernández.

Primer Designado a la Presidencia de la
República.

Presidente Constitucional de la República (8 de mayo de 1863-8 de mayo de 1866). Su programa administrativo abarcó tres aspectos principales: la reconstrucción de la Hacienda Pública, el fomento de la Instrucción Pública y el ensanche de las vías de comunicación.

La Municipalidad de Cartago entroniza un retrato de Jesús Jiménez en el Salón de Sesiones. El retrato se encargó al pintor francés residente en Costa Rica, Monsieur Aquiles Bigot (18091884), quien adquirió notoriedad en el círculo sociocultural de la élite cafetalera. El paradero del cuadro es desconocido.

Durante su segunda administración, a la que llegó merced a un cuartelazo, Jesús Jiménez expulsó del poder a los férreos y corruptos generales Máximo Blanco y Lorenzo Salazar (representantes de los intereses de la poderosa familia Montealegre). El presidente Jiménez tomó la polémica decisión de convertirse en dictador de facto. Tal proceder acrecentó el descontento de la oligarquía cafetalera contra el presidente Jiménez. Además, el gobierno del presidente Jiménez había desterrado o confinado a figuras muy destacadas en la política nacional como Bruno Carranza Ramírez, León Fernández Bonilla y Lorenzo Montúfar y Rivera. Todavía más, había clausurado la mayoría de los periódicos quincenales o semanales, por considerarlos altamente sediciosos en sus ataques a su administración. Don Jesús Jiménez declara constitucionalmente que la instrucción pública era gratuita, obligatoria y costeada por la nación (1869), e impulsa la apertura del Colegio de San Luis Gonzaga en la ciudad de Cartago (1869-1870), bajo la regencia del doctor Valeriano Fernández Ferraz, español y practicante del ideario krausista alemán.

Golpe de Estado por parte del coronel Tomás Guardia Gutiérrez y un grupo de civiles y de militares alajuelenses que tomaron el Cuartel de Artillería en San José (27 de abril). Guardia prohibió al expresidente Jesús Jiménez a salir de su casa en Cartago bajo la amenaza de fusilamiento. La Convención Nacional decide someter a don Jesús y a su hermano Agapito Jiménez Zamora a un juicio de residencia, pero en octubre de 1870, un decreto del dictador Tomás Guardia, los declara libres de responsabilidad. Don Jesús Jiménez se retira de la vida pública y se refugia en su hacienda Pejibaye en el pueblo de Tucurrique.

Director del Colegio de San Luis Gonzaga.

Miembro honorario de la Sociedad Médica de Costa Rica.

Por medio del decreto N° xlviii, el Congreso de la República declara benemérito de la Patria al expresidente Jesús Jiménez Zamora, por “sus importantes servicios a la nación”.

El 12 de octubre de 1892 la ciudad de Cartago conmemoró el iv Centenario del Descubrimiento de América. A la sesión solemne en el Palacio Municipal, le sucedió una peregrinación cívica -amenizada por la banda militar- que se dirigió a la vivienda particular del expresidente Jesús Jiménez, a quien la multitud le rindió un emotivo homenaje.

Don Jesús Jiménez Zamora, en pleno uso de sus facultades, testó en Cartago el 12 de enero de 1893, ante el notario: Lic. Leonidas Pacheco Cabezas y tres testigos: Francisco Peña, Justo Maroto y José Antonio Poveda.

Muerte del expresidente Jesús Jiménez Zamora, en la ciudad de Cartago, el día viernes 12 de febrero, a las once de la mañana. Tenía 73 años. La primera administración de don Rafael Yglesias Castro (1894-1898), organiza un apoteósico funeral de Estado. Se le reivindica como una figura clave del Estado costarricense. La prensa y los discursos políticos lo consagran como prócer inmaculado. Proyecto particular para erigirle un monumento escultórico.

Puesta en circulación de un sello postal, con la efigie impresa del presidente Jesús Jiménez Zamora, litografiado por la compañía londinense Waterloo & Sons Ltd., y cuyo valor fiscal era de 5 colones. Con las emisiones postales, “una de las formas más universales de imaginería pública”, el Estado Liberal costarricense fortalecía el concepto de nación y exaltaba las imágenes de sus principales figuras políticas.

Publicación de un retrato del expresidente Jesús Jiménez en el libro Revista Conmemorativa de Costa Rica en el siglo xix, publicado por la Tipografía Nacional. Se trata de un dibujo al carboncillo, debido a la pluma del artista español residente en Costa Rica, Tomás Povedano y de Arcos (1847-1943).

Inauguración en la ciudad de Cartago, del monumento escultórico en bronce fundido a la memoria del expresidente y benemérito de la Patria, Dr. Jesús Jiménez Zamora (18 de junio). El monumento fue diseñado por el escultor venezolano Eloy Palacios Cabello (1847-1919). Publicación del libro El Benemérito Licenciado don Jesús Jiménez, escrito por Guillermo Vargas Calvo, y publicado por la Tipografía Nacional. La figura de Jiménez Zamora se encumbra como una figura importante en el panteón cívico costarricense. El cantón de Jiménez de la provincia de Cartago se nombra en su honor (19 de agosto).

El lunes 9 de agosto se inaugura, en la ciudad de Cartago, el primer edificio de la Escuela “Jesús Jiménez Zamora”, y a dicho acto concurrieron varias autoridades nacionales y locales.

En el marco de la celebración del Primer Centenario de la Independencia en septiembre de 1921, se colocó en la Escuela Normal de Costa Rica, una placa alusiva a los Organizadores de la Educación Nacional, con los nombres grabados del Dr. José María Castro Madriz, el Dr. Jesús Jiménez Zamora, el Lic. Julián Volio Llorente y el Lic. Mauro Fernández Acuña.

Conmemoración del Primer Centenario del natalicio de Jesús Jiménez Zamora como iniciativa de la Escuela Normal (Heredia). Se le considera como el “verdadero fundador de la instrucción pública en Costa Rica”. La Tipografía Nacional edita una estampilla con la efigie del expresidente cartaginés. Se entroniza un retrato al óleo del expresidente Jiménez Zamora en el Salón de Sesiones de la Municipalidad de Cartago, de la autoría del pintor Juan Andrés Bonilla Mata (1863-1938). Colocación de una placa conmemorativa, en bronce, en el sitio en que, según la tradición, se verificó el nacimiento de Jesús Jiménez.

Fuente: Elaboración propia con base en la información recopilada.