Wimblu, Rev. Estud. de Psicología UCR, 16(2) 2021 (Julio-Diciembre): 137-159 /ISSN: 1659-2107
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Referentes epistemológicos en la producción de conocimiento
psicológico sobre violencia contra las mujeres
Epistemological references in the production of psychological
knowledge about violence against women
Adriana Rodríguez Fernández
1
RESUMEN
En este artículo se discuten los principales referentes epistemológicos, teóricos y metodológicos que han
orientado la investigación sobre violencia contra las mujeres desarrollada en la carrera de Psicología de la
Universidad de Costa Rica en el período 1994-2020. Se analizaron más de cuarenta tesis de grado y posgrado
cuyo propósito fue la comprensión psicológica de la magnitud, dinámica e impacto de la violencia hacia las
mujeres en el país. Los resultados apuntan a la influencia de la epistemología feminista en la concepción de los
problemas de conocimiento y la relación sujeto-objeto de estudio, así como el posicionamiento ético-político
de quien investiga.
Palabras clave: epistemología, investigación, psicología, violencia contra las mujeres.
ABSTRACT
This article discusses the main epistemological, theoretical and methodological references that have guided the
research on violence against women developed by Universidad de Costa Rica's Psychology School, in 1994-
2020 period. There were analyzed more than forty undergraduate and graduate tesis in order to understand the
psychological magnitude, dynamics and/or impact of violence against women in the country. Results point to
the influence of the feminist epistemology in the conception of knowledge problems and the study
relationship subject-object, as well as the ethical-political position of the researcher.
Key Words: epistemology, research, psychology, violence against women.
1
Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica. Magíster. Profesora asociada de la Escuela de Psicología.
Investigadora Centro de Investigación en Estudios de la Mujer. Correo electrónico:
adriana.rodriguezfernandez@ucr.ac.cr
DOI: 10.15517/WL.V16I2.48470
Recepción: 22/02/2021 Aceptación: 10/08/2021
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1. Introducción
El III Estado de los Derechos de las Mujeres en Costa Rica nos muestra que las
mujeres continúan estando en condición de desventaja en todas las esferas de la vida social
y constata, además, que “no existe un espacio o momento vital en el que las mujeres no sean
vulnerables frente a la violencia en sus distintas manifestaciones, grados y escenarios…
(INAMU, 2019, p. 245). Es decir, no hay una edad, un contexto o un lugar seguro para ser
mujer, ya que la violencia se convierte en una constante en sus vidas.
Bien sabemos que, es después de un largo camino, que la violencia contra las mujeres
es reconocida como un problema social, una violación a los derechos humanos y un asunto
de salud pública. A su vez, podemos afirmar que su abordaje como fenómeno psicosocial es
relativamente reciente, pues hasta los años setenta la comprensión de la violencia contra las
mujeres se había visto muy influenciada por modelos biológicos e instintivos acerca de la
agresividad humana, en cuyo énfasis, tal como afirman Jayme y Sau (2004), predominaban
el estudio psicológico de la esfera individual y el análisis de la conducta. Así, toda serie de
metáforas orgánicas han sido utilizadas para explicar su origen, desde la llamada naturaleza
violenta”, hasta la “enfermedad” y la “patología mental”.
Es de reconocer que diversos planteamientos teóricos desde la sociología y la
psicología social contribuyen a establecer la relación entre la violencia y el ambiente social,
así como su carácter intencional y su dimensión instrumental. No obstante, son las teorías
feministas las que posicionan que la violencia contra las mujeres posee una dinámica
particular, ya que de acuerdo con la filósofa Ana De Miguel (2015), ésta “aun en medio de
un universo de violencia, presenta claves específicas. Es decir, formas más específicas de
legitimación, basadas no en su condición de personas sino de mujeres” (p.252).
Las teorías feministas nos han ofrecido un nuevo marco de interpretación para
antiquísimas realidades como la violencia contra las mujeres y, sobre todo, desde los
planteamientos del feminismo radical, la violencia deja de ser un suceso individual o
problema relacional para encontrar su origen en el sistema patriarcal y definirse como una
violencia estructural contra las mujeres.
Sin duda, lo anterior implicó además un giro epistemológico en la construcción de
conocimiento en torno al fenómeno de la violencia contra las mujeres y los modos de
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acercarse científicamente a esta realidad, pues tal y como nos describe Celia Amorós, el
testimonio de las mujeres sobrevivientes de violencia pasó de ser considerado una
anécdota, a adquirir valor como unidad de análisis:
“Las violaciones, de este modo, como los asesinatos de mujeres, no son anécdotas.
Hasta hace poco ni éstas ni aquéllas se sumaban porque eran anécdotas: mejor dicho,
se las consideraba anécdotas porque no se sumaban. Sólo pueden sumarse
magnitudes homogéneas, y lo se las considera tales a la luz de los conceptos de una
teoría: es así como pasan de la anécdota a la categoría (Amorós, 2015, p.11).
(…) Las mujeres llevaron a cabo por su parte una elaboración reflexiva autónoma de
su propia situación en los «grupos de concienciación» que constituyeron para
intersubjetivizar sus experiencias, haciéndolas pasar de ese modo de la anécdota a la
categoría” (Amorós, 2015, p.15).
De la mano con los feminismos y las teoas de género, podemos decir que en los
últimos años la psicología también ha contribuido a visibilizar la magnitud e impacto de la
violencia en las distintas dimensiones de la vida de las mujeres y sus subjetividades. Y
propiamente en la Universidad de Costa Rica, de acuerdo con Rodríguez y Akoka (2019),
ésta ha ocupado un lugar fundamental como problema de conocimiento en la investigación
psicológica realizada a nivel de tesis de grado y posgrado; existiendo no sólo un aumento
significativo en la cantidad de investigaciones realizadas desde mediados de los años
noventa, sino una mayor amplitud a nivel de las manifestaciones y contextos relacionados
con la violencia contra las mujeres, las adolescentes y las niñas.
A la luz de lo anterior, me propongo responder a la pregunta: ¿Cuáles han sido los
principales referentes epistemológicos, teóricos y metodológicos de la investigación
psicológica en materia de violencia contra las mujeres producida en la Escuela de Psicología
de la Universidad de Costa Rica?
2. Metodología
Inicialmente resulta importante contextualizar que este trabajo es producto de una
investigación documental que analizó veinte años de producción de conocimiento
psicológico sobre la violencia contra las mujeres en la Universidad de Costa Rica. En una
primera etapa, se realizó una caracterización de dicha producción investigativa, sus
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principales tendencias, aportes y desafíos
2
. Durante la segunda etapa, se propuso analizar a
profundidad los referentes epistemológicos, teóricos y metodológicos presentes en las tesis
de investigación publicadas en la Escuela de Psicología en el período 1994-2020.
Posterior a una exhaustiva búsqueda bibliográfica en las bases de datos del Sistema
de Bibliotecas, Documentación e Información de la Universidad de Costa Rica (SIBDI-
UCR), se seleccionaron un total de 43 investigaciones a partir de los siguientes criterios: 1.
Investigaciones realizadas en la modalidad de tesis para optar al grado de licenciatura o
maestría en Psicología. 2. Realizadas entre los años 1994 a 2020. 3. Dirigidas a construir
conocimiento psicológico sobre la magnitud, dinámica o impacto de la violencia contra las
mujeres y violencia de género contra niñas y adolescentes.
Cabe mencionar que para la selección de los estudios se partió de una concepción
amplia de la violencia contra las mujeres, reconociendo sus diversas manifestaciones,
ámbitos y contextos (Rodríguez y Akoka, 2019). De igual manera, se optó por incluir tesis
que abordaron la violencia doméstica y sexual contra niñas y adolescentes.
Como siguiente paso, se llevó a cabo un análisis de contenido basado en las categorías
indicadas en la Tabla 1:
Tabla 1: Categorías para el análisis de las investigaciones psicológicas en
violencia contra las mujeres
1. Referentes epistemológicos:
concepción sobre la construcción de conocimiento psicológico en
violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes;
compresión de la relación sujeto-objeto de estudio;
lugar de quién investiga y su posición frente al problema de conocimiento
(neutralidad-objetividad/ subjetividad-implicancia).
2. Referentes teóricos: teoría general, teoría sustantiva o aportes teóricos
específicos.
3. Referentes metodológicos: enfoque metodológico, técnicas para la
recolección y análisis de la información, limitaciones metodológicas para
responder preguntas de investigación.
4. Dilemas éticos: reflexiones críticas, cuestionamientos o interrogantes sobre
el abordaje investigativo en la materia.
Fuente: elaboración propia
2
Al respecto puede revisarse el artículo: A dos décadas de la Convención de Belem do Pará: Una
caracterización de la investigación psicológica sobre la violencia contra las mujeres realizada en la Universidad
de Costa Rica, período 1994-2016” en https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/wimblu/article/view/39600/40160.
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3. Resultados
Como primer elemento del análisis realizado se precisó el objeto de estudio de cada
una de las tesis incluidas en la muestra documental. Al respecto, una buena parte de éstas
abordó como objeto de estudio la violencia doméstica en el contexto de relaciones de pareja,
matrimonio y convivencia (Fernández 1996, Ramírez 1997 , González 2001, Cordero 2003,
Loaiza 2008, Vega 2009, Pacheco 2009, Araya 2010, Vargas 2012, Sequeira y Vázquez
2015) y la violencia en relaciones de noviazgo (Murillo 1996, Incer 2009, Abarca 2010,
Araya y Rivera 2012, Artavia y Carranza 2012, Castro 2012).
Otras tesis de investigación se centraron en el problema del abuso sexual infantil e
incesto, tanto desde la perspectiva adulta como de personas menores de edad (Villalobos y
Naranjo 1994, Cover 1995, Retana 1998, Calderón 2003, Chacón y Picado 2005, Diaz y
Navarrete 2005, Molina y Moreira 2006) y la violencia hacia personas menores de edad en
el ámbito doméstico y educativo (Alvarado y Saborío 1998, Rojas y García 2003). En una
menor cantidad, se ubicaron tesis cuyo objeto fue la violencia doméstica desde la perspectiva
del ofensor (Marín y Villalobos 1999, Calderón y Vargas 2004, Sandí y Venegas 2008) y la
violencia sexual desde esta misma perspectiva (Arce y Gutiérrez 2003, Pisoni 2006)
En cuanto a la violencia en el contexto institucional y comunitario, se abordó como
problema de conocimiento el hostigamiento sexual en el contexto de estudio y trabajo
(Carvajal 2004, Marín 2012, Torres 1996, Torres 2002, Torres 2009), la explotación sexual
comercial (Segura 1999, Castro y Chávez 2002, Alfaro y Rojas 2003, Claramunt 2005,
Guzmán 2006, Rodríguez 2006). De manera más reciente, se ubicaron tesis centradas en el
acoso sexual en espacios públicos (Mesén, 2019) y la violencia obstétrica (Hernández, 2020).
En adelante, se expondrán los hallazgos más relevantes del análisis de contenido
llevado a cabo, no sin antes aclarar que, si bien lo epistemológico, lo teórico y metodológico
son componentes que no pueden separarse o desligarse en la lógica de una investigación, sino
que están articulados entre sí; para fines prácticos se retomará cada uno por separado en la
presentación y discusión de los resultados.
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3.1 Referentes epistemológicos
¿Cómo se concibe el problema de estudio? ¿Cómo se construye conocimiento válido
sobre dicho problema? ¿Cuál es la relación que establece la persona investigadora con el
problema que se propone investigar? Todas estas preguntas están relacionadas con los
fundamentos epistemológicos de una investigación. En ese sentido, tal como señala Blázquez
(2012) la epistemología es una teoría del conocimiento que considera lo que se puede
conocer y cómo, o a través de qué pruebas las creencias son legitimadas como conocimiento
verdadero. La epistemología feminista estudia lo anterior, abordando la manera en que el
género influye en las concepciones del conocimiento, en la persona que conoce y en las
prácticas de investigar, preguntar y justificar.” (p.22)
¿Cómo se concibe la construcción de conocimiento psicológico sobre violencia
contra las mujeres? Es característico en los diversos estudios analizados el planteamiento
sobre la construcción de conocimiento a partir de la experiencia y la vivencia de las personas
participantes (Murillo, 1996; Ramírez, 1997; Segura, 1999; González, 2001; Salas, 2002;
Camacho, 2006; Blanco, 2006; Rodríguez, 2006; Sandí y Venegas, 2008; Loaiza, 2008;
Incer, 2009; Torres, 2009; Abarca, 2010; Castro, 2012; Mesén, 2018; Hernández, 2019; entre
otras) En ese sentido, se plantea como válido el conocimiento que se produce sobre la base
de la profundización de los significados que las personas atribuyen a los fenómenos, en este
caso a la violencia contra las mujeres. Predomina entonces, un interés por rescatar cómo los
sujetos de estudio entienden e interpretan su propia realidad, qué valores y creencias están
implicadas, “…para poder ver el mundo desde su propia forma de percibir el mundo y, de
esa forma, tener un mejor acercamiento a sus experiencias.(Calderón y Vargas, 2004, p.2)
Se parte, claro está, de que la realidad es construida socialmente: “el conocimiento se
construye con los agentes sociales, en tanto que ellos son determinados y determinan el orden
social en el que se inscriben y coloca como materia de estudio el propio discurso del sujeto
con respecto a su vivencia subjetiva” (Sandí y Venegas, 2008, p.36)
Rescatar la vivencia subjetiva, explorar variantes de la subjetividad, partir de las
representaciones y el sentido que las personas otorgan a su propia experiencia, son elementos
que atraviesan el planteamiento epistemológico de la mayoría de las investigaciones
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(Fernández, 1996; Retana, 1998; Jiménez, 1998; Segura, 1999; Calderón y Vargas, 2004;
Díaz y Navarrete, 2005; Rodríguez, 2006; Sandí y Venegas, 2008; Artavia y Carranza, 2012;
Araya y Rivera, 2012; Castro, 2012; Mesén, 2019; Hernández, 2020; entre otras) Según
señalan Díaz y Navarrete (2005) lo que las mujeres aportan, dicen y hacen se convierte en la
parte central del análisis. Se reconoce así, una epistemología que implica una inmensa
valoración de la singularidad es la singularidad del sujeto la que se tiene en cuenta como
revelador de una determinada vivencia social” (Pourtois y Desmet citado en Sandí y Venegas,
2008, p.155). Aunque se valida cada experiencia como única, también se propone rescatar lo
común en la respuesta de las mujeres frente a la violencia (Salas, 2002; Alfaro y Rojas, 2003;
Rodríguez, 2006; Incer, 2009; Mesén 2019; Hernández, 2020).
La construcción de conocimiento psicológico sobre este fenómeno se ha basado
además en una visión retrospectiva, es decir, se propone una aproximación al problema de
estudio mediante la experiencia de mujeres que fueron víctimas de diversas manifestaciones
de violencia en el pasado (Castro y Chávez, 2002; Alfaro y Rojas, 2003; Araya, 2010) Es
decir, el sentido histórico constituye un referente epistemológico a añadir.
De igual manera, la cotidianidad de las personas constituye un referente importante
en la construcción de dicho conocimiento (Marín y Villalobos, 1999; Molina y Moreira,
2006; Rodríguez 2006, Mesén, 2020). El terreno de lo cotidiano se torna ineludible en esta
pretensión de captar la realidad tal como la viven quienes participan del estudio, y
comprenderles desde su propio marco de referencia (Torres, 2009; Araya y Rivera, 2012).
Pero al mismo tiempo, se traduce en material de análisis necesario cuando se construye
conocimiento desde los márgenes:
Dicha reflexión arroja una serie de cuestionamientos en torno a la aplicabilidad de
estas premisas teóricas en contextos caracterizados por la exclusión social y la
violencia extrema. Más allá de aplicar una teoría a esta realidad, se consideró
importante partir de la realidad misma de las participantes, explorando y analizando
sus vivencias específicas, con el fin de aportar soluciones y respuestas que se ajusten
más a sus condiciones (Rodríguez, 2006, p.160).
Resulta evidente que en el plano epistemológico de los estudios predomina una
relación de comprensión-descubrimiento en lugar de medición-comprobación; se trata más
bien de un ejercicio investigativo inductivo que en palabras de Gurdián (citada en Artavia y
.
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Carranza, 2012) parte del hallazgo, sin ser su objetivo la comprobación o validación. Siendo
así, que en la mayoría estos estudios se subraya la no pretensión de generalización de sus
resultados, pero sí la profundización de la información y la riqueza interpretativa (Villalobos
y Naranjo, 1994; Calderón y Navarro, 2003; Alfaro y Rojas, 2003; Molina y Moreira, 2006;
Rodríguez, 2006; Vega, 2009; Araya, 2010; Araya y Rivera, 2012; Castro 2012, Hernández,
2020). Con una presencia menor, algunos estudios plantean su relación de conocimiento a
través de la medición, en términos de incidencia o prevalencia de alguna manifestación de
violencia (Cover, 1995; Carvajal, 2004; Marín, 2012), la correlación de variables o factores
vinculados al fenómeno de estudio con interés predictivo (Chacón y Picado, 2005; Pisoni,
2006; Vargas, 2012), o bien, la comprobación de hipótesis concretas sobre causalidad
(Pacheco, 2004; Sequeira y Vázquez, 2015)
No obstante, incluso aquellos estudios que se proponen medir, comprobar o relacionar
factores vinculados con la ocurrencia de la violencia o el impacto de esta, plantean la
dificultad o el riesgo- de establecer relacionales causales tratándose de un fenómeno
complejo y de múltiples dimensiones (Alvarado y Saborío, 1998; Vargas, 2012; Sequeira y
Vázquez, 2015). De modo que, en la comprensión de la naturaleza misma del objeto de
estudio se reconoce su complejidad, diversidad, variabilidad, y que, en tanto fenómeno social,
no es susceptible ni reductible a la predicción o estandarización.
¿Cómo se comprende la relación sujeto-objeto de estudio? Considerando que la
mayoría de los estudios tienen como principal referente la construcción de conocimiento a
partir de la experiencia subjetiva e intersubjetiva de sujetas y sujetos concretos, la relación
entre quien investiga y quien es investigada o investigado se ve atravesada por dos elementos
principales: la interacción y la horizontalidad. En ese sentido, algunos estudios plantean la
relación dinámica que se establece entre ambos actores, la mutua influencia tanto en la
captación de información como en el análisis e interpretación de la misma (Murillo, 1996;
Segura, 1999; Rodríguez, 2006; Calderón y Navarro, 2003). Unido a ello, como punto de
partida se establece que las personas investigadoras poseen un bagaje cultural intersubjetivo
que es compartido durante el proceso de investigación, de acuerdo con Segura (1999) La
construcción del conocimiento se produce entonces como parte de un proceso en el que sujeto
y objeto pueden enriquecerse mutuamente, aunque cada uno desde su lugar particular. La
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comprensión de los significados específicos es esencial, procurando ubicarlos como parte de
la trama social más amplia que los acuerda” (p.82)
Partir de ese lugar epistemológico, en una buena parte de las investigaciones, implicó
ir más allá de la mera observación o registro de datos, buscando la mayor interacción posible
con las y los sujetos de estudio a través del diálogo (Calderón y Navarro, 2003; Salas, 2002;
Rodríguez, 2006; Hernández, 2020) Así, se concibe la construcción de conocimiento como
el resultado de un proceso dialógico donde la horizontalidad se torna necesaria e implica a
su vez, reconocer a las participantes como sujetas de un saber. Como lo ejemplifica Cordero,
su aproximación investigativa “propicia un espacio para que las verdaderas expertas sobre el
tema, las mismas mujeres que han vivido esta experiencia, diluciden su vivencia y brinden
sus aportes” (2003, p.2).
Si bien no todas las investigaciones analizadas se enmarcan propiamente desde una
epistemología feminista, puede interpretarse que muchos de sus planteamientos acerca de
su relación con la violencia como problema de estudio constituyen referentes de las
epistemologías feministas.
La investigación feminista muestra que las interacciones en las que las
mujeres son más libres para crear con otros significados que describen sus
experiencias vitales son las que se producen en las relaciones y
comunicaciones con mujeres situadas en posiciones similares (Lenermann y
Brantley, citado en Salas, 2002, p.402).
¿Cuál es el lugar de quien investiga? ¿Qué posición se asume frente al objeto de
estudio? A nivel general, el análisis realizado permitió dilucidar que los estudios psicológicos
sobre violencia contra las mujeres se alejan de esa “neutralidad objetiva” heredada por la
tradición positivista en la ciencia, para acercarse a una relación de mayor proximidad e
implicancia con respecto a su objeto de estudio. Lo anterior se ve plasmado de distintas
formas. Por un lado, algunas tesis hacen referencia al interés personal de quien investiga
(Fernández, 1996; Abarca, 2010, Mesén, 2020) o su compromiso ético-político frente a la
problemática:
No se pretende entonces asumir un papel neutral con relación a la
problemática de estudio, s bien, a partir de que ambas partes, investigadora
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y población de estudio, son producto de un mismo contexto vivencial, que se
refleja en su construcción y características particulares (Segura, 1999, p.82)
Por otra parte, en ciertos estudios se da un lugar a la propia subjetividad de quien
investiga como un elemento más para ser interpretado o analizado (Villalobos y Naranjo,
1994; Ramírez, 1997; Segura, 1999). En esta misma línea, con relación al problema de la
violencia, algunas investigadoras hacen referencia a su lugar como mujeres, marcando desde
allí, su implicancia o afectación frente a la realidad que intentan desentrañar (Mesén, 2019;
Hernández, 2020). Al respecto, cabe agregar que la mayoría de las tesis analizadas fueron
elaboradas por mujeres. De acuerdo con Rodríguez y Akoka (2019) del total de
investigaciones psicológicas en materia de violencia producidas en la Universidad de Costa
Rica entre los años 1994 a 2016, casi el 93% fueron realizadas por mujeres.
Es valioso mencionar además que algunas investigadoras analizan directamente los
efectos que les produce su acercamiento al problema de estudio y su exposición a los
testimonios de las participantes. Tal es el caso de Segura, quien se refiere a su relación
contratransferencial con las participantes: “había sentido mi propio cuerpo irrespetado con la
sola mirada de las circunstancias que rodean la vida de todas las jóvenes (…) mi cuerpo
reaccionó a la violencia que presenciaba (1999, p.242).
¿Y lo ético en la investigación? O ¿Para qué se investiga? Este aspecto se ve
intrínsecamente relacionado con la posición que se asume frente a la violencia como
problema de conocimiento psicológico. Ya se ha señalado antes que una cantidad
significativa de investigaciones parten de o al menos sugieren- un compromiso social
(Fernández, 1996; Salas, 2002; Calderón y Vargas, 2004; Rodríguez, 2006; Castro, 2012;
Marín, 2012; Sequeira y zquez, 2015; Mesén, 2010; Hernández, 2020). Dicho
compromiso se traduce no sólo en tipo de acercamiento investigativo que se realiza, sino en
los fines o aportes que se aspira alcanzar a través de este. Se parte de que toda práctica
científica debe tener compromisos éticos con los valores de verdad, justicia y libertad (Salas,
2002) y planteándose que “desde el sector académico es esencial la contribución para el
diseño de planes de monitoreo y exigibilidad de las competencias institucionales y
compromiso” (Rodríguez, 2006, p.179)
De tal manera que, buena parte de los estudios se proponen ofrecer conocimiento útil
para el cambio social, o bien, la mejoría de la respuesta institucional frente a la problemática
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de la violencia hacia las mujeres, las adolescentes y las niñas. Muestra de ello, que a partir
de sus resultados se proporcionen guías, modelos, protocolos o incluso metodologías
replicables (Loaiza, 2008; Vega, 2009; Abarca, 2010; Castro, 2012). Por su parte, algunas
investigaciones señalan cómo el proceso metodológico en sí mismo implicó beneficios para
las personas participantes, generando espacios para compartir sus experiencias y reflexionar
sobre estas, tomar mayor conciencia sobre su situación de vida y ser escuchadas (Murillo,
1996; Calderón y Navarro, 2003; Molina y Moreira, 2006; Abarca 2010).
Lo anterior viene a representar otro referente más de las epistemologías feministas,
las cuales no están desvinculadas de la noción de transformación social (Rodríguez e Ibarra
2013), pues esta representa más bien su origen o punto de partida.
“Es a partir de ese conocimiento que se enriquece la práctica psicológica, pues
en la medida en que se establezca un acercamiento y se conozcan las vivencias
de estas mujeres, se podrá entender y desarrollar prácticas terapéuticas que
respondan a las necesidades reales de las personas y se constituyan en
herramientas efectivas para su crecimiento personal” (Chacón y Picado, 2005,
p.15)
3.2 Referentes teóricos
En armonía con los referentes epistemológicos antes puntualizados, los
planteamientos teóricos de las investigaciones se basan sobre todo en perspectivas que
enfocan la violencia como producto del aprendizaje social en el sistema patriarcal. Esto se
entiende a partir de una nueva interpretación de la violencia gestada en los años setenta, la
cual supera el viejo determinismo genético-evolutivo para dar lugar a una comprensión de
los factores sociales y culturales implicados (Loaiza, 2008). En este giro el surgimiento de la
categoría género, fuera del terreno de lo biológico, busca desentrañar los significados y
códigos socioculturales en la construcción de las masculinidades y feminidades.
De manera general, la mayoría de las tesis cimentan sus bases teóricas en troncos
comunes: perspectivas psicosociales en torno a la violencia, los estudios de género y las
teorías feministas, que hasta cierto punto, establecen diálogos y tienden puentes en la
generación de conocimiento en materia de violencia (Fernández, 1996; Murillo, 1996; Salas,
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1996; Ramírez, 1997; Segura, 1999; Marín y Villalobos, 1999; Castro y Chávez, 2002; Salas,
2002; Rojas y García, 2003; Cordero, 2003; Calderón y Navarro, 2003; Alfaro y Rojas, 2003;
Calderón y Vargas, 2004; Pacheco, 2004; Díaz y Navarrete, 2005; Camacho, 2006; Blanco,
2006; Molina y Moreira, 2006; Rodríguez, 2006; Sandí y Venegas, 2008; Loaiza, 2008;
Incer, 2009; Torres, 2009; Vega, 2009; Araya, 2010; Abarca, 2010; Artavia y Carranza,
2012; Araya y Rivera, 2012; Castro 2012; Marín, 2012; Vargas, 2012; Sequeira y Vázquez,
2015; Mesén, 2019; Hernández, 2020)
Se parte además de teorías que incorporan las subjetividades, por ejemplo, como
afirma Salas (2002) “para explicar el fenómeno del acoso sexual es necesario ubicarse desde
una perspectiva teórica que ofrezca la posibilidad de incorporar lo subjetivo” (p.37) De
acuerdo con Camacho (2006) la teoría de género toma en cuenta la influencia de las
experiencias personales y colectivas, así como de las relaciones de poder instauradas a partir
de los sistemas sociales, políticos y culturales.
Puede afirmarse entonces, que existe una mayor tendencia a plantear estudios desde
teorías de género, que en esencia ponen en cuestión los postulados sobre el origen de la
subordinación femenina, comprendiendo las diferencias de género en la dimensión de la
desigualdad y las relaciones de poder: La teoría de género, como otra forma de
interpretación, viene a desarrollar una mirada más atenta de la condición femenina en la
cultura patriarcal y de su situación de subordinación sexual” (Camacho, 2006, p.14). Para
Loaiza (1998, p.67) “Desde esta perspectiva la violencia contra las mujeres deja de ser natural
y espontánea, como señalan algunas corrientes, y se convierte en un producto social derivado
de las estructuras de poder desigual entre géneros”. Dicha comprensión del origen social de
la violencia contra las mujeres implica una ruptura con posicionamientos psicologistas que
permearon en algún momento el desarrollo teórico en torno al fenómeno en cuestión.
El sentido histórico es además característico en las teorías de género y feministas,
cuyo análisis parte de los procesos históricos en la construcción de las múltiples
subjetividades femeninas y masculinas. De acuerdo con Camacho (2006) la teoría de género
tiene como sujeto del conocimiento al individuo histórico particular cuyo cuerpo, intereses,
emociones y razón están atravesados por su contexto histórico concreto.
Otro referente teórico, quizás en una línea aún más cercana a la Psicología, se refiere
a los notables aportes de las teorías del trauma en la comprensión del impacto de las diversas
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manifestaciones de violencia, en especial la violencia por parte de la pareja y la violencia
sexual, en un número significativo de estudios a lo largo del tiempo (Villalobos y Naranjo,
1994; Cover, 1995; Retana, 1998; Alvarado y Saborío, 1998; Marín y Villalobos 1999;
González, 2001; Díaz y Navarrete, 2005; Chacón y Picado, 2005; Camacho, 2006; Araya,
2010). De acuerdo con Claramunt (1997) la teoría del trauma parte del reconocimiento de la
influencia de factores externos, tales como eventos o situaciones altamente estresantes que
debido a su naturaleza e intensidad ocasionan cambios en la manera de pensar, sentir y actuar
de las personas que los experimentan. Este desarrollo teórico ha permitido profundizar en las
implicaciones de la violencia en la vida de las mujeres y particularmente explicar las
consecuencias psicológicas de dicha experiencia. Cabe señalar que en las investigaciones
mencionadas se rescatan planteamientos teóricos de autores y autoras como Ronald Summit,
Susan Blume, David Finkelhor y Angela Browne, Sara Sharrat, Ellen Bass y Laura Davis,
Judith Hermann, Gioconda Batres.
Unido a lo anterior, es destacable el aporte de Leonor Walker (1979, 1990) en esta
lectura psicológica de la violencia, siendo frecuente la referencia a su teoría del ciclo de la
violencia contra las mujeres en bastantes de las investigaciones en las últimas dos décadas
(Fernández, 1996; Jiménez, 1996; Ramírez, 1997; Cordero, 2003; Vega, 2009, entre otras).
En menor medida se identifican otros aportes desde teorías psicoanalíticas (Jiménez,
1998; Sandí y Venegas, 2008) y teorías cognitivo-conductuales (Chacón y Picado, 2005;
Vargas, 2012; Sequeira y Vázquez, 2015), desde las cuales se busca dialogar con perspectivas
de género. Otras teorías sustantivas incluidas en los estudios son la teoría del apego (Artavia
y Carranza, 2012) y la teoría de representaciones sociales (Molina y Moreira, 2006; Segura,
1999). A su vez, se realizan planteamientos desde la psicología evolucionaria (Pacheco,
2004); la psicología forense (Arce y Gutiérrez, 2003; Pisoni, 2006); la psicología política
(Mesén, 2019; Hernández, 2020); el enfoque de salud pública (Loaiza, 2008; Vega, 2009;
Araya, 2010) así como, otros modelos teóricos particulares en la comprensión de la violencia
tales como el modelo contextual generacional (Castro y Chávez, 2002) y el modelo ecológico
(Araya, 2010).
A nivel general, un elemento que sobresale es la referencia a autoras y autores
predominantemente latinoamericanos, y también de origen costarricense, lo cual da cuenta
de un interés por el desarrollo de un conocimiento psicológico crítico y situado, que busca
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alejarse de la tradición euronorcentrista que ha permeado históricamente la ciencia
psicológica. Como plantea Blanco (2006) al referirse al marco teórico de su estudio
“representa un esfuerzo por no copiar irreflexivamente modelos importados que han surgido
de realidades socioculturales e históricas distintas, sino crear una psicología desde
Latinoamérica, que desde aquí plantee soluciones y líneas de acción” (p.260)
Resulta además muy frecuente la reseña de autores y autoras nacionales que han
alimentado las perspectivas psicosociales en torno a la violencia hacia las mujeres, como
Cecilia Claramunt, Mirta González, Laura Guzmán, Teresita Ramellini, Montserrat Sagot,
José Manuel Salas y Gioconda Batres, entre otros.
Por otra parte, justamente la dimensión ética de la investigación en la materia conlleva
a incluir planteamientos relacionados con la teoría de derechos humanos, los cuales se
distinguen de manera más precisa en los estudios desarrollados a partir del año 1997
(Ramírez, 1997; Rodríguez, 1996; Blanco, 1996; Alfaro y Rojas, 2003; Carvajal 2004;
Chacón y Picado, 2005; Claramunt, 2005; Blanco, 2006; Loaiza, 2008; Torres, 2009; Vega,
2009; Castro, 2012; Marín, 2012; Hernández, 2020) Algunos de estos estudios introducen
aportes legales dentro de sus marcos de referencia teórico-conceptuales. En ese sentido, se
enfatiza en definiciones jurídicas de violencia doméstica, violencia contra las mujeres y
violencia basada en género, derivadas de instrumentos normativos nacionales e
internacionales. Dichas definiciones son usadas tanto para la argumentación de la pertinencia
social de la investigación, como para el análisis propio del fenómeno de estudio. Tal como
sugiere Crempien “el cómo nombremos un fenómeno tendrá repercusiones en cómo lo
vemos, cómo lo entendemos, qué sentido le damos y de qué manera lo enfrentamos como
problema” (citada en Araya 2010, p.10).
No cabe duda de que en el plano de la incidencia potica es fundamental la referencia
a elementos normativos en materia de derechos humanos, sin embargo, desde una lectura
crítica del cuerpo investigativo analizado, se identifica el riesgo de que “glosarios jurídicos”
3
sustituyan la profundización en la discusión teórica sobre la violencia contra las mujeres
como objeto de estudio de la ciencia psicológica.
3
Término usado por la investigadora
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3.3 Referentes metodológicos
Como ya han planteado Rodríguez y Akoka (2019), en la investigación universitaria
sobre violencia contra las mujeres desarrollada en las últimas décadas hay una predominancia
de enfoques metodológicos de tipo cualitativo. Coherente con algunos de los referentes
epistemológicos mencionados, la investigación cualitativa se posiciona como una alternativa
de abordaje científico valiosa en el tanto permite aplicar un método que valora las
subjetividades, buscando rescatar de la forma más natural posible la construcción de sentido
de las personas participantes (Salas, 2002). Según plantea la autora con respecto a su propio
estudio “Los significados psicosociales, por su naturaleza subjetiva, escapan a los métodos
de las ciencias “duras”. En cambio, la investigación cualitativa permitió el análisis y la
interpretación del discurso mediante el cual se reveló el mundo subjetivo” (Salas, 2002, p.45)
De acuerdo con Camacho (2006), el enfoque cualitativo permite incorporar la
introspección y la comprensión personal, así como las apreciaciones subjetivas en torno a
acontecimientos de la historia individual; un rasgo característico en los planteamientos
metodológicos de los estudios previos. Donde, además, el testimonio de las mujeres y niñas
víctimas- sobrevivientes de violencia representa la principal fuente de información. Tal como
lo indica (Araya, 2010), el relato de las mujeres como la única fuente para entender sus
experiencias.
Lo anterior despierta preocupaciones éticas en algunas investigadoras, pues en ciertos
casos la participación voluntaria de las mujeres, niñas o adolescentes se torna dilemática.
Según lo señalan Camacho (2006) y Villalobos y Naranjo (1994) para algunas mujeres es
incómodo compartir su historia con personas ajenas; el contar su historia puede generar temor
o vergüenza. Lo cierto es que este tipo de dilemas éticos son mencionados en pocos de los
estudios y de manera tangencial, es decir, no se profundiza lo suficiente en esta
problematización. Algunas autoras advierten sobre la necesidad de que las participantes estén
siendo atendidas y acompañadas psicológicamente durante el desarrollo en el estudio,
aspecto que no siempre puede garantizarse.
En otro plano, los procesos de recolección de información desde las metodologías
implementadas, se nutre de diversas técnicas de investigación, las cuales suelen además
combinarse con el fin de alcanzar algunos criterios de confiabilidad y validez. Entre estas
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predomina el uso de la entrevista, tanto la estructurada como la entrevista en profundidad
(Fernández, 1996; Ramírez, 1997; Retana, 1998; Marín y Villalobos, 1999; Cordero, 2003;
Calderón y Navarro, 2003; Alfaro y Rojas, 2003; Calderón y Vargas, 2004; Blanco, 2006;
Rodríguez, 2006; Incer, 2009; Torres, 2009; Vega, 2009; Araya, 2010; Araya y Rivera, 2012;
Mesén, 2019). Al respecto, se defienden las virtudes de la entrevista como recurso
metodológico que permite acceder a la construcción de sentido de las personas participantes,
reconocer sus motivaciones, percepciones y discursos.
El estudio de caso se desarrolla como método en algunas de las investigaciones
(Alvarado y Saborío, 1998; Segura, 1999; Marín y Villalobos, 1999; González, 2001;
Camacho, 2006; Castro, 2012; Vargas, 2012) así como el método biográfico basado en
historias de vida (Villalobos y Naranjo, 1994; Castro y Chávez, 2002; Artavia y Carranza,
2012) o los relatos de vida (Sandí y Venegas, 2008; Hernández 2020).
Adicionalmente, se aplican técnicas de recolección de información como la entrevista
grupal (Díaz y Navarrete, 2005); grupos focales o grupos de discusión (Molina y Moreira,
2006; Rodríguez, 2006; Sandí y Venegas, 2008; Vega, 2009; Abarca, 2010; Araya y Rivera,
2012; Castro, 2012; Mesén, 2019); los talleres (Murillo, 1996; Salas, 1996; Salas, 2002;
Rojas y García, 2003; Loaiza, 2008); el cuestionario o la encuesta (Pacheco, 2004; Carvajal
2004; Chacón y Picado, 2005; Blanco, 2006; Marín, 2012); la aplicación de pruebas o
instrumentos estandarizados (Sequeira y Vázquez, 2015); y la revisión documental de
expedientes judiciales (Arce y Gutiérrez, 2003; Pisoni, 2006)
Un referente común se refiere al desarrollo de procesos metodológicos que privilegian
la interacción y las modalidades participativas que, desde el punto de vista de las
investigadoras, propicia la construcción conjunta de conocimiento, permite observar la
interacción entre participantes, al mismo tiempo que implica procesos de reflexión y
retroalimentación, toma de consciencia y capacitación para el fortalecimiento de las
participantes (Loaiza, 2008; Araya y Rivera, 2012). Al respecto se plantea:
Estos espacios significaron la apropiación de la palabra. De acuerdo con ellas,
al interno de la entrevista enfocada y la actividad grupal, pudieron llevar a
cabo una revisión de la historia, tomando en cuenta su pasado y su historia de
abuso sexual, también se colaboró para que reconceptualizaran sus
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concepciones, nociones y percepciones acerca de la sexualidad, prácticas
sexuales y disfrute de esta. (Díaz y Navarrete, 2005, p.196)
Los y las participantes pudieron expresar abiertamente sus opiniones, las que
se convirtieron en discusiones enriquecedoras alrededor del tema de estudio
(Rojas y García, 2003, p.49)
Finalmente, es importante añadir que en términos generales ha existido muy poca
reflexión sobre limitaciones en el plano metodológico de los estudios, lo mismo que la
profundización en torno a los dilemas éticos que conlleva este campo de investigación.
Consideraciones finales
Los resultados expuestos en este trabajo ponen el acento en la influencia que las
epistemologías feministas han tenido en la producción de conocimiento psicológico sobre la
violencia contra las mujeres, a nivel de tesis de grado y posgrado de la Universidad de Costa
Rica. Hemos señalado que, si bien no todas las investigaciones se plantean desde un enfoque
feminista determinado, en su mayoría poseen elementos característicos de una comprensión
feminista no sólo del fenómeno de la violencia, sino de la relación de la persona investigadora
con su objeto de estudio y su nivel de implicancia.
El análisis realizado deja entrever que la violencia, como objeto de estudio
psicológico, se concibe como un fenómeno complejo, dinámico y cambiante, producto de
condiciones históricas, sociales y culturales. En este marco, los referentes epistemológicos
de las investigaciones revisadas se caracterizan por privilegiar las vivencias, los significados,
los sentidos y las experiencias en la construcción de conocimientos, profundizando en ejes
como la subjetividad y la cotidianidad.
Otros aspectos anclados a las epistemologías feministas están relacionados con la
historización, la producción de un conocimiento situado, la noción de transformación y el
compromiso ético-político en la investigación. Las rutas investigativas se definen no sólo por
preguntas necesarias, sino por la aspiración de una sociedad basada en la igualdad y la justicia
para las mujeres y las niñas. Podríamos decir que, hasta cierto punto, se trata de una
investigación contracultural, cuestionadora del orden establecido y de las relaciones de
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poder. La reflexión sobre el poder se plasma no sólo en la comprensión misma de la violencia
como problema social, sino en la relación entre la persona investigadora y quienes participan
del proceso investigativo, que, a su vez, se conciben desde un lugar activo.
Finalmente, se reconoce la necesidad de una mayor reflexión en cuanto a los
obstáculos epistemológicos, las limitaciones metodológicas y los dilemas éticos en este
campo investigativo.
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