Todo lo anterior deja en evidencia el peso que tiene esta forma de violencia en el
diario vivir de las mujeres. Desde el momento en el que planean las estrategias que utilizarán
antes de salir de sus casas (vestuario, rutas, transporte, gestos, posibles respuestas). Sumado
a esto, la humillación, angustia y miedo experimentado al enfrentar nuevamente y, a pesar de
las estrategias previas, situaciones de acoso. El malestar de tener que lidiar con las
responsabilidades y actividades del día en los distintos ámbitos de la vida (laborales,
educativos, ocio, familiares, etc.) como si “nada hubiera pasado”. Y un regreso rodeado de
dolor e impotencia ante lo que se torna casi inevitable.
Conclusiones
A continuación, se presentan algunas de las principales conclusiones y desafíos por
abordar a la luz de los hallazgos de la investigación.
El acoso sexual en espacios públicos es fundamentalmente una violación a la dignidad
humana que impide el desarrollo pleno de la vida de las mujeres. Por sus características:
manifiesta un mensaje claro sobre el lugar que le corresponde a las mujeres en la sociedad,
no tiene un reconocimiento como problema social, es recurrente, se considera una práctica
inevitable, atenta contra el bienestar de la vida de las mujeres; se puede decir que representa
uno de los ejemplos más claros del espectro del sexismo en la sociedad costarricense.
Tomando en cuenta que esta forma de violencia tiene como trasfondo las relaciones
desiguales de poder entre hombres y mujeres ejercidas por el sistema patriarcal, mientras no
se redefina el lugar de las mujeres en los espacios públicos y privados, es decir, las
imposiciones binarias de las identidades masculinas y femeninas, a pesar de que las mujeres
amplíen su campo de acción, las dinámicas de violencia se seguirán reproduciendo en ellos.
De acuerdo con lo anterior, es importante recalcar que crear una ruptura con el sistema de
creencias que invisibiliza y justifica la violencia contra las mujeres involucra una reflexión