Wimblu, Rev. Estud. de Psicología UCR, 17(1) 2022 (Enero-Junio): 53-74 /ISSN: 1659-2107
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Según esta doctrina todo cuanto sucede es fatal, es decir, inevitable. Ningún arte o
esfuerzo puede pedir que acontezca lo que debe acontecer. El fatalismo concibe los
hechos como necesarios, en virtud de una fuerza que les es superior y que dispone de
ellos; el destino no sufre suspensión, ni se corrige es ciego en sus decretos y en la
ejecución de estos. En el campo de la filosofía, el fatalismo forma parte de varias
doctrinas: el Estoicismo, el Panteísmo, el Epicureísmo, entre otros. Para Spinoza, sólo
Dios es libre; el hombre no es libre; todo es fatal. Según la crítica Marxista “El fatalismo
es una doctrina reaccionaria, puesto que predica la pasividad, la inacción, el automatismo
y niega la lucha revolucionaria”.
Los pocos conceptos que aporta el autor de la obra “Florilegio del Pasillo
Ecuatoriano”, Morlas Gutiérrez (1961), se traslada a la época republicana, asegurando
que el pasillo llegó de Colombia, sin señalar el auténtico origen, antes de incursionar en
el Ecuador donde floreció hasta convertirse en prototipo del sentimiento y expresión
anímica de sus pobladores. Así entonces, como lo menciona (Núñez 1998) es el magnífico
injerto del europeísmo en el alma americana. El pasillo se aclimató en el Ecuador,
conservando el carácter y el sabor de las tierras norteñas por donde vino, es decir, un
ritmo festivo, elegante, una melodía alegre y con el tiempo, ha moderado cada vez el
movimiento, y la melodía se ha tornado lúgubre y quejumbrosa. Está claro que el pasillo
no nació aquí, pero es legítimamente nacionalizado entre nosotros. Propiamente
hablando, el pasillo no pertenece a la música folklórica de nuestra patria, por ser
originario de Colombia, al venir al Ecuador, disminuyó el movimiento alegre de su ritmo,
para adaptarse al resto de nuestra música, que no es muy movida y en la que predominan
las tonalidades menores en la opinión de (Núñez 1998).
Dado que, lo medular de nuestra inquietud, es encontrar los caracteres del fatalismo
en la letra del pasillo ecuatoriano, y, si el pasillo forma parte circunstancial de nuestro
idioma, es también el claro reflejo del estado emocional de un pueblo oprimido y
humillado, que busca desahogarse con notas de una música “llorona”, donde trata de
encontrar culpables de su situación adversa y reclama a Dios, y a la suerte como
responsables de su desgracia, cómo no encontrar una razón para que brote el pasillo desde
el fondo de nuestro ser, si nuestra realidad concuerda con las afirmaciones siguientes: