Wimblu, Rev. Estud. de Psicología UCR, 17(2) 2022 (Julio-Diciembre): 169-192 /ISSN: 1659-2107
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expectativa de percibir prácticas favorecedoras del desarrollo integral de las personas
jóvenes, observábamos en cambio poner en acto acciones fragmentadas, negligentes,
repetitivas, aburridas y actuadas en un medio caracterizado por la relación terriblemente
vertical, que ignoraba por completo las culturas y los intereses del estudiantado. En ese
momento, la decepción y la sorpresa nos hicieron hablar de aulas que idiotizaban; pues que
el estudiantado de primaria pasara dos enteras clases de inglés repitiendo Good morning
escrito con tiza en un pizarrón negro, inmóviles en sus sillas, nos impactaba como demoledor
de cualquier motivación, entusiasmo, creatividad, despliegue de posibilidades mentales,
además que del aprendizaje del idioma inglés.
Lamentablemente estas prácticas parecen repetirse, ya que, en una supervisión a estudiantes
que realizaban una práctica del Módulo de Psicología Educativa I en 2022, nuevamente se
compartió el relato de una entera clase de primaria dedicada a una canción cuya letra consistía
únicamente en la repetición de la oración “Good morning teacher”.
Tampoco asistimos a actividades de aula que sigan la ruta “técnica” de la más informada y
novedosa acción formativa, quizás culpables de presentar un instrumental mecánico y
apolítico, pero dotadas supuestamente de cierta eficacia.
Dentro de estas contradicciones que crean malestar, el primero en hablar, o responder, es el
cuerpo de niños y niñas, que se revela (y se rebela) como el campo de batalla visible del
ensañamiento sobre la persona joven de la dominación adulta e institucional. Las historias de
prepotencia y arbitrios que hemos recogido (D’ Antoni, Gómez, Gómez y Soto, 2013) son
miles; algunas han sido publicadas, cientos en cambio se han quedado en nuestros oídos, mis
oídos. La cantidad de historias vivenciadas y recopiladas (D’ Antoni, Gómez, Gómez y Soto,
2013, D’Antoni y Sancho, 2022a), me parece, prueba que la operación quebrantadora llevada
a cabo, lejos de ser casual, es concertada y que, a la vez, la homologación de las personas
jóvenes pasa por la domesticación de sus cuerpos y de su sexualidad.
Así que una vía hacia la indocilidad que aquí propongo es una idea construida en las aulas,
con el Sur teórico de la propuesta de la alfabetización crítica.
En las aulas hemos asistido a incontables ejemplos de resistencia; a todo lo liberatorio que
pueda verse en la institución escolar, todo lo que se asemeje a la sororidad o fraternidad, lo
comunitario, queer, crip, y escogemos verlo como antídoto, y respuesta a la homologación y
la idiotización (D’ Antoni, Gómez, Gómez y Soto, 2013). ¿Representaría esto, en síntesis,
salud mental? Si así fuera ¿podría la resistencia articularse como la propuesta de una
psicología educativa que trabaje desde las aulas, al lado de las personas jóvenes?
Foucault (1978) se expresa acerca de la diferencia entre domesticidad y esclavitud. El
concepto de esclavitud se distingue de docilidad ya que esta última no se basa sobre una
relación de apropiación de los cuerpos. Representa incluso una economía de recursos, en la
docilidad, prescindir de una relación como la esclavitud, de sus costos y de su violencia, y a
la vez lograr el gozo de la eficacia en atrapar a las personas.