Wimblu, Rev. Estud. de Psicología UCR, 18(2) 2023 (Julio-Diciembre): 29-41/ISSN: 1659-2107 ISSNe: 2215-6712
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¿Y si me hago caso?
una interpretación y un efecto/un efecto y una interpretación
And if I listen? An interpretation and an effect/an effect and an
interpretation
Andrés Vargas Abellán
1
RESUMEN
Este es un artículo de reflexión no derivado de investigación empírica. Consta de reflexiones a partir del Seminario
de Temas impartido por la Escuela de Psicología (UCR): Problemas ético-clínicos: del respeto a la norma a la
ineludible sublevación. Una lectura psicoanalítica. El mismo pretende analizar una sesión clínica propia en relación
con los conceptos fundamentales del curso: sublevación, interpretación, estado de excepción, entre otros.
Palabras clave: Sublevación, interpretación, estado de excepción, noche, soberanía, silencio y palabra.
ABSTRACT
This is a paper not derived from empirical research. It consists of ponders from the Seminario de Temas taught by the
Escuela de Psicología (UCR): Ethical-clinical problems: from respect for the norm to the unavoidable uprising. A
psychoanalytic reading. It intends to analyze one of my own clinical sessions in relation to the fundamental concepts
of the lectures: uprising, interpretation, state of exception, among others.
Keywords: Uprising, interpretation, state of exception, night, sovereignty, silence and word.
1
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Estudiante de Psicología.
Correo electrónico: abellanvargasa@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.15517/wl.v18i2.56240
Recepción: 15/03/2023 Aceptación: 27/07/2023
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«La noche también es un sol»
-Zaratustra
2
«Más celeste que aquellas centelleantes estrellas nos
parecen los ojos infinitos que abrió la Noche en nosotros»
-Novalis
3
Recibir
¿Y si me hago caso? ¡Vaya pregunta! Podríamos tomar varias interpretaciones posibles a
esta pregunta. En principio, hacerse caso en tanto poder seguir el deseo propio, tomar elección de
alguna acción analítica. Segundo, hacerse caso en tanto poder escribir algo de en relación con
el análisis propio, es decir, hacerme caso, dar cuenta de algo de la experiencia analítica. Tercero
el pasaje de sí allí donde cae una interpretación, ¿Qué hacer con la interpretación que es lanzada y
que cae allí donde escribo/hablo? ¿Hay libertad del analizante respecto a la interpretación? ¿Quién
recibe la interpretación? ¿Qué causa una interpretación? ¿Si quiero hacer caso de las
interpretaciones de mi análisis es una destrucción del caso? ¡¿O es que hay que hacer caso a la
interpretación?! Aquí desobediencia y libertad funcionan como un momento singular que traza la
posibilidad de escribir algo del propio texto, un momento de libertad posterior a un no saber
radical.
Interesa aquí una experiencia específica del análisis
4
: Ese instante donde una interpretación
cae, se arroja sobre el texto de la sesión produciendo un inmenso silencio y tras él, una palabra
plena (balbuceante, nerviosa, intensa) donde algo del deseo deviene. No se trata necesariamente
de una interpretación que construye sentido, sino incluso, aquella que lo desborda o suprime. Esa
interpretación que en algún punto se vive como una erotización de la descolocación de sí, y en
2
Esta cita del Zaratustra de Nietzsche, está extraída de la Experiencia interior. Es su epílogo. Bataille, George. La
experiencia interior (Suma ateológica I), Trad. Silvio Mattoni (Buenos Aires, el cuenco de plata, 2016), p. 18.
3
Novalis, «Himnos a la noche, Enrique de Ofterdingen», ed. Eustaquio Barjau (Madrid, Cátedra, 2022), p. 66.
4
Análisis propio, de mi experiencia analítica. Aunque resulta necesario poner en cuestión ese “mi”. ¿Acaso es
nuestro el análisis?
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cuya fisura nace una posibilidad de enunciar otra cosa. Sería necesario, a nivel teórico poder
esclarecer o puntuar ese límite entre el silencio previo a la palabra plena o bien, a la resistencia.
Sin embargo, aquí partimos de una interpretación que en todo caso lleva a la noche. Mas antes, a
modo de introducción es necesario pensar, ¿Qué es una interpretación en psicoanálisis?
Apunta Le Gaufey siguiendo a Ricoeur: “Dire quelque chose de quelque chose, c'est, au
sens complet et fort du mot, interpréter”
5
. Haciendo énfasis además en un tercer elemento: el
sentido. El sentido entonces sería -siguiendo a Le Gaufey- un elemento articulador en la traducción
de un algo a otro algo. Si bien es un punto necesario como articulador, no podemos asegurar una
interpretación que parta del sentido, y que por ello destaque en una traducción regulada, mucho
menos una regulada por la razón. Ahora bien, el pasaje de ese “algo” a otro “algo” no puede ser -
sostiene Le Gaufey con Quinn y Wittgenstein- un puro lenguaje privado en donde se busque un
exilio total del sentido, esto sería imposible, en tanto la condición de la mediación rompería por
completo la posibilidad de anexo de ese “algo” a otro “algo”.
Le Gaufey no obstante, precisa dos puntos claves de la interpretación analítica, al menos,
desde la óptica de Lacan. Estas serían: 1) La primacía del significante sobre el significado le
permite a la interpretación analítica sostener que no hay una diferencia de naturaleza entre
significado y sentido, sino sólo en la medida en que varía el grado. Esto en tanto, los significados
no serían múltiples con relación al sentido, no requerirían la necesidad de individualizarse sino
sólo de marcar momentáneamente algo del sentido. 2) La finalidad no sería, a pesar de las
consecuencias de la primacía del significante -qué fácilmente se pueden extender a una
hermenéutica-, buscar el sentido original o auténtico. La finalidad de la interpretación analítica «se
trata de abrir un camino que no está, necesariamente, en la prolongación del sentido anterior»
6
.
Esto permite pensar -según Le Gaufey- no solo la posibilidad de la reestructuración de registro
simbólico del sujeto, sino también, determinar un punto de movilidad de pura incomprensión, es
decir, el ombligo. Sin embargo, el énfasis está puesto en eso que permite abrir camino dentro del
océano del sentido, sin tener necesariamente una preocupación por el sentido mismo, sino
acogiéndose a la materialidad de los significantes del analizante.
5
Le Gaufey, Guy, «La interpretación como hemorragia del sentido», Página Literal, n.º 1 (2003): p. 65.
6
Libid, p. 71.
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¿Cómo busca camino la interpretación? Diremos que con su caída en la escritura del sujeto.
La interpretación es un relámpago. ltiples relámpagos recorren el cielo, algunos que se
desprenden hacia lo infinito, algunos tan lejanos que su relámpago no llega, más otros, con la
fuerza de su impacto irrumpen dejando ver lo heterogéneo del mundo, lo distinto del mundo.
Allouch sostiene que la experiencia relámpago, para Lacan
7
, es el acceso a lo distinto, es decir
«revela los todos, y ya que no hay universo»
8
. Así Allouch prosigue dando lugar a una
consecuencia «el analista estaría invitado a acoger a alguien absteniéndose de cualquier acción o
pensamiento identificatorio.»
9
Una no-identificación tal, que subsume incluso al analizante
mismo, «porque se trata de ella, de la cosa
10
de cada analizante, y no del analizante.»
11
¿Qué
encuentra por camino una interpretación? Encuentra una nueva apertura de la cosa del analizante.
Es allí la apertura, no en el analizante, jamás en el analista, es en la cosa.
Así, con el marco un poco menos difuso lancémonos al ejemplo: En una sesión cualquiera
-como lo son cada una de las sesiones- me dejé decir, tras una asociación y una escena que me
agobiaba, «me siento solo». Mi analista rápidamente subrayó las palabras, y agregó «Es la primera
vez en todos estos años que usted dice que se siente solo». Lo que pasó después es lo que interesa
pensar, es dilatar ese instante posterior, algo de la caída de un algo dentro de las palabras, algo del
algo de las palabras que resuena en mi algo. Sostendremos la siguiente afirmación: Una
interpretación puede ser un relámpago hacia la noche. La noche puede ser el lugar de la
sublevación. Para ello, tomaremos tres apartados: 1) Suspenderse, 2) Temblor y soberanía y 3)
Poiesis. Esta será la pretensión, escribir.
Suspenderse (Después de la a interpretación)
Las palabras hacen su marca en el efecto. El análisis es una praxis del efecto. Tras esa
interpretación existió una especie de ensimismamiento que no tenía nada de sino de eso. Fue en
7
Figura tomada de Heráclito.
8
Allouch, Jean, «Despatologizaciones: homosexualidad, transexualidad …otra más?» Trad. Martín Pérez & M.
Victoria Puerta. Recuperado desde: http://www.jeanallouch.com/ [PDF] p.4.
9
Libid, p. 4.
10
Das ding freudiano.
11
Libid. p.5.
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toda medida un gesto breve, temporalmente breve. No se puede estar mucho tiempo en estado de
suspensión. Ya que este espacio estaría en allí donde lo posible y lo imposible se disuelven en una
experiencia interior
12
. Bataille llama «experiencia
13
a un viaje al final de lo posible en el
hombre.»
14
. La experiencia para Bataille es una puesta en juego de un viaje en el cual se suspenden
todas las formas de certeza. La autoridad, los valores o el juicio, pero lo fundamental es que hay
una suspensión de sí. El propio sujeto se pone en cuestionamiento, en suspenso, en blanco, en la
experiencia interior. Blanchot le responde en una conversación a Bataille, respecto a la pregunta
por la autoridad y la legitimidad de su búsqueda que «la misma experiencia es la autoridad (pero
que la autoridad se expía»
15
, así la experiencia es propiamente lo que, tras la marca de ser vivida,
se puede establecer como autoridad. Agregaría, algo de escuchar esta experiencia, la vivencia de
esta. Bataille prosigue y remata: «la experiencia alcanza la fusión entre el objeto y el sujeto, siendo
como sujeto el no-saber, como objeto lo desconocido»
16
. Estamos entonces en el plano de la
incertidumbre. Hay una diferencia aun así con la experiencia. Comenta Blanchot “La experiencia
interior es la respuesta que le espera al hombre cuando este ha decidido no ser más que pregunta”
17
.
Si lo que subraya Blanchot es la decisión, connotación unida a la voluntad de poder nietzscheana,
aquí estamos ante la violencia del relámpago. Esa es la gran diferencia.
¿Qué relación puede tener la experiencia y mi experiencia? En ambas hay una especie de
potencia que en su acción subsume al sujeto mismo a una cualidad de la experiencia que dispara
un no-saber radical. Una potencia que en su ejercicio anula al sujeto mismo que la
«experimenta»
18
. La diferencia es la entrada a este estado. Si en Blanchot hay una decisión ligada
a la voluntad de poder que nos lanza a esa experiencia, en mi experiencia es la fuerza de la
interpretación la que articula el suceso. Es la interpretación misma la que desde el analista se desata
como un relámpago y en su estallido muestra algo de la diferencia misma de mi cosa innombrable.
12
Bataille, George, «La experiencia interior (Suma ateológica I)», Trad. Silvio Mattoni (Buenos Aires, el cuenco de
plata, 2016).
13
(Es solo en este apartado que utilizó el concepto de experiencia según la definición de Bataille. Con el fin de
evitar confusiones, se pondrá en itálica el término).
14
Libid. p. 29.
15
Libid. p. 29.
16
Libid. p.30.
17
Blanchot, Maurice, «La experiencia interior» en De la angustia al lenguaje, Trad. Luis Ferrero Carracedo &
Cristina de Peretti (Madrid, Editorial Trotta, 2021), p. 55.
18
Si es que es el sujeto quien tiene la experiencia, supuesto que no vamos a problematizar en este escrito.
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Es un ensordecimiento provocado por la escucha de un discurso investido de fuerza que se me
devolvió en forma de señalamiento. Gesto extraño, abismalmente incomprensible, ya que el
relámpago no pertenece ni al cielo ni a la tierra. Tras esa interpretación, surgió un algo similar a la
muerte, a un afuera que se dejaba experimentar con toda la marca que puede proponer el silencio
más férreo. No pertenece ni al cielo ni a la tierra, pero ¡Vaya que es un advenimiento de la noche!
Esa interpretación fue una entrada a un estado de excepción. La interpretación, de boca de otro, se
convirtió en una entrada a la soledad. Una soledad irreductible, cercana a la muerte, donde el
mundo, el yo, el dispositivo se borró de golpe, como quien cruza una frontera de neblina o de golpe
de despierta en la noche más oscura.
Dilucidemos un poco, ¿A qué se refiere ese estado de excepción? ¿Por qué aquí sin esa
interpretación no hay estado de excepción? Agamben define: «El estado de excepción no es un
derecho especial (como el derecho de guerra), sino que, en cuanto suspensión del propio orden
jurídico, define el umbral o el concepto límite»
19
. Esta es una primera distancia que debemos
pensar. No es un estado que esté fagocitado por la ley de un estado, como lo puede sostener la
ley marcial de algunos países. No se trata de una cualidad de la ley, sino una zona fronteriza que
se juega entre lo jurídico y lo político, entre el derecho y la vida. Esta cualidad limítrofe, de
«umbral», es justamente lo que hay que destacar. Ya que este pliegue hacia el afuera, que es el
silencio, y que tiene por consecuencia esa entrada a esa soledad irreductible tiene por concepción
una exterioridad que es interior. Agamben rescata de la discusión propuesta por C. Schmitt donde
realiza una distinción entre poder constituyente y poder constituido. Referente a un poder que es
ejercido sobre el derecho en tanto que supone la posibilidad de crear o sostener las condiciones
necesarias para la realización misma del derecho (poder constituyente), y al poder constituido
como el ejercicio del derecho ya no sobre la realización misma, sino sobre la base de una
jurisprudencia. Nos interesa principalmente el primero en tanto es una distinción que habilita una
transformación del derecho, sin salir por completo del derecho, pero sin estar netamente en el
derecho.
¿Podemos trasladar esta teorización al plano del instante que se intenta pensar? Esta
analogía tiene por finalidad establecer que esta entrada a un estado de excepción, no tiene un signo
19
Agamben, G, «Estado de excepción», Trad. Flavia Costa & Ivana Costa (Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora,
[2003]2019), p. 32-33.
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puramente negativo de la caída de un derecho, en este caso, de una caída de sí sino, que tiene por
condición una zona limítrofe. La psique está allí operando, eso lo podemos sostener. No hay una
desaparición total y efectiva, pero hay un silencio tal que permite acercarse a una forma
constituyente de sí. Un hacer algo con lo que allí produjo la interpretación. La soledad, el estado
de excepción que es la soledad, es el paso previo del instante que lleva a una soberanía.
Temblor y soberanía (Vivir el silencio)
La soledad entró y trajo consigo un silencio insoslayable. Enunciar algo de la soledad
devino en una especie de extranjerismo, una forma de ser en el espacio distinta. Sin embargo, no
podría sostener que la entrada en la soledad fue a causa de que era el significante en juego, sino
que sostengo que es la consecuencia de la soberanía. Es necesario en un primer momento
distanciarse de la connotación jurídica de este término. No refiere a la posibilidad de ordenamiento
voluntario que puede tener una entidad (dígase una nación) sobre su propio territorio, hablamos -
en cambio- de su sentido existencial. Según Bataille la soberanía tiene los siguientes matices:
«Hablo en general de un aspecto opuesto, en la vida humana, al aspecto servil o subordinado»
20
.
Es decir, Bataille apunta a que este aspecto es una forma de configuración que no pasa por la
dicotomía entre el amo y el esclavo, donde estar subrogado parece no ser una opción. Se agrega
además que un méndigo puede estar más cerca que un burgués (en especial que un burgués), en
tanto lo que este aspecto enuncia es una realización de la disidencia de una utilidad servil. Esto
interesa profundamente, ya que es uno de los elementos que podemos pesquisar de ese silencio.
¿Es un silencio inútil o útil? Para Bataille «el más allá de la utilidad es el dominio de la
soberanía»
21
. Este punto nos lleva a la reflexión sobre ese instante posterior a la entrada al estado
de excepción. Pareciera que allí donde hay una suspensión de sí, los objetivos típicos de la vida
cotidiana se repliegan dejando solo una especie de estar que no caería sobre el dominio de lo útil.
La pregunta allí no es una demanda ajena de «¿Cómo aprovechar esa soledad para sacarle algo?»
sino una pregunta que incluso a primeras no tiene que ver con el tema. Sería por otra parte, una
pregunta cercana a: «¿Qué acabo de escuchar?». Es en ese preciso momento donde aquella
20
Bataille, George, «La soberanía», Trad. Isidro Herrera (Madrid, Arena Libros, 2021), p. 15.
21
Libid. p. 17.
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interpretación se escapa de la dicotomía útil/inútil, y se inscribe como una especie de herida en el
tejido psíquico, sin una acepción moral, como quien blande una espada hacia el cuerpo blindado
de un caballero y encuentra alguna fisura en el yelmo. Es un golpe en el espacio justo, desde un
ángulo ajeno a la mirada que posibilita el yelmo se revele por medio del tacto. La espada que
atraviesa la muralla no tiene opción más que acertar y provocar un temblor. ¿Cegados por el arma,
cómo no temblar en la noche? Esa noche oscura es el momento de un advenimiento de la muerte.
Allí la angustia y la pregunta colisionan a tal punto que en la fuerza de su golpe encuentran una
especie de sincronía. El silencio no encuentra con qué identificarse, se vuelve hacia sí mismo. El
silencio que es excepción y noche se sitúa en un presente radical.
«Lo soberano es, en efecto, gozar
22
del tiempo presente sin tener a la vista otra cosa que
ese tiempo presente»
23
Bataille destaca una vuelta sobre un solo tiempo a vivir, el tiempo del
instante, del hic et nunc. Una presencia que solo puede ser comparada en el orden del milagro
24
.
La radicalidad de este presente, es que reafirma un tiempo donde el sujeto no puede acceder como
sujeto, sino como puro acto de silencio, de fluir e indistinción. Por un breve instante todas las
identificaciones caen, una sobre otra, como una tala de árboles que carece de medida. Es si se
quiere, un exceso de presencia. Este exceso que exige además una gran cantidad de erotismo, de
puesta de la trasgresión del sujeto mismo, ajeno al porvenir y advenido instante, desata el encuentro
con la muerte y una soberanía de sí que carece de sí. Encontrado ese oxímoron, es donde la noche
empieza a tomar cara de posibilidad. Pero la salvedad es que es una configuración que pone en
juego una condición para la libertad. Libertad que solo puede ser reconocida après coup del azar
del instante. ¿No parece fascinante que sea en esta soledad soberana que se pueda dar cuenta de la
libertad? Es decir, justo en el momento donde «uno» está más lejos de «uno». Donde la
multiplicidad de estados se hace presente, uno devino no-uno y cayó en la diferencia.
La complicación principal es que de la soberanía no se puede dar cuenta en el instante
soberano. Al estar el sujeto, en una condición de no sujeto, es decir, al no estar el sujeto, este dar
cuenta, se establece como un imposible. Mas no es permanente la soberanía, tiene por condición
el instante. Habría que explorar a fondo cuál es la cualidad de la psique que nos lanza hacia un
22
Bataille en este punto no está haciendo uso del concepto lacaniano de goce, aunque la interpretación de este en
cuanto tal es un punto de exploración a dejar abierto.
23
Libid. P. 17.
24
Milagro entendido como aquello que escapa de posibilidad, aquello que no puede pasar, pero igual pasa.
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tiempo distinto al del instante, distinto a la intemporalidad de lo inconsciente también. Lo que
podríamos afirmar es que no es el instante la temporalidad primaria de la psique en un análisis,
sino un ir y venir heterogéneo en las dimensiones temporales que a veces uno mismo lee como
recuerdo y enredo. La temporalidad psíquica es incompatible con la soberanía, y es por ello que
de la soberanía y de la libertad que ella ejecuta, solo se puede dar cuenta por su efecto. El efecto
de la soberanía habría que encontrarlo en la palabra poética. En las secuelas que estas producen.
Ya que la libertad, en la fuerza de su acto, produce una huella indeleble en nuestras palabras.
Poiesis (Sobre la palabra)
Si la soberanía y la libertad que esta trae consigo, que es un ejercicio s allá de la
servidumbre, sólo se puede aprehender por su efecto, es necesario adentrarnos en el campo de la
palabra en psicoanálisis y procurar encontrar allí algún elemento teórico que colabore a la
reflexión. ¿Qué sucedió posterior a ese instante de silencio dónde me encontraba suspendido?
Hablé. Dije algo tan incierto como «Sí… creo que sí. Nunca había dicho algo como esto aquí,
sí…». Fue como una especie de balbuceo indefinido, afirmativo, pero que cargaba dentro de sí una
profunda confusión. Similar a como quien se levanta en medio de la noche, suspendido de certeza
y lanzado hacia un mundo que se le devuelve poco a poco conforme los ojos se adaptan pobremente
al entorno y en las sombras comienza a entrever el sentido que le da al mundo. Este balbuceo se
sentía como una verdad, era una confusión que cargaba consigo el signo de la franqueza, del
reconocimiento honesto de una sensación o experiencia de mi propia vida.
Con el fin de entender este decir, este efecto, nos volteamos hacia la distinción
proporcionada por Jacques Lacan en Función y campo de la palabra en psicoanálisis
25
de palabra
plena y palabra vacía. Sin embargo, podemos afirmar que esta célebre distinción proviene de
Mallarmé. Tal como lo comenta Maurice Blanchot en el Espacio Literario
26
. En Mallarmé, según
Blanchot, se refiere a la distinción entre palabra bruta y palabra esencial. La primera es la palabra
que, al igual que una moneda cuyo cuño está borrado, pasan en silencio las personas de mano en
25
Lacan, Jacques, «Función y campo de la palabra en psicoanálisis» en Escritos 1. Trad. Tomás Segovia y Armando
Suárez (Buenos Aires, Siglo XXl Editores, 2013).
26
Blanchot, Maurice, «El espacio literario» Trad. Anna Poca (Barcelona, Paidós Básica, 2018).
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mano. Es decir, es una palabra vacía que se traslada de un sujeto a otro, sin hacer más señas que
el acto mismo de enunciar, sin fuerza. Sin embargo, su cualidad esencial es que de ningún modo
es «bruta» sino que se establece como de plena utilidad en la ubicación del mundo. Es una palabra
que describe, narra, representa algo del mundo y del orden simbólico de las cosas. La palabra
esencial, por otra parte, oscurece, abre sentido, se sostiene una impotencia tal que no sostiene el
orden del mundo, sino que lo vela. Hace una noche dentro de la noche. «Es impotente por misma,
se impone, pero no impone nada»
27
. Es una palabra poética en pleno derecho, en pleno ejercicio
de su inoperancia, de su libertad. Es una palabra que produce el código en el que juega, forma
mundo en su total desapego y extrañeza.
Ahora bien, propiamente en Lacan, ¿Qué se juega con esta distinción? Primeramente,
Lacan sostiene que el analista debe tener cierta habilidad y comprensión en el campo de la palabra.
La palabra tiene por cualidad un sentido singular que se enfrenta al sentido generalizante que tiene
el lenguaje. Así el sujeto está en tensión entre la palabra y el lenguaje. Una de las labores del
analista es tomar la palabra para poder devolver de forma invertida el mensaje del analizante, es
decir, hacer una apuesta por la ubicación de un significante. Dirá Lacan «el arte del analista debe
ser suspender las certidumbres del sujeto, hasta se consuman sus últimos espejismos»
28
. Anudado
a esto encontramos la palabra vacía. Ese que Lacan apunta como el «sesgo más ingrato»
29
ya que
es un discurso que el analizante puede sostener con mucha fuerza pero, que en el fondo revela la
enorme confusión de una palabra que tomada de otro, se articula como demanda allí donde todo
lo que aparece es la no asunción del deseo del sujeto. Causando auna ficción del movimiento
del sujeto hacia su deseo, en caso de que se trabajara directamente sobre esta palabra.
Por otra parte, está la palabra plena que está en el centro de la experiencia de la talking
cure y que su cualidad es que tiene por característica la potencia de la verdad del sujeto. Dirá
Lacan, «no se trata de la anamnesis psicoanalítica de la realidad, sino de verdad, porque es el efecto
de la palabra plena reordenar las contingencias pasadas dándoles el sentido de las necesidades por
venir, tales como las constituye la poca libertad por medio de la cual el sujeto las hace presentes»
30
.
La palabra plena tiene la cualidad entonces de ubicar, ordenar algo del sujeto. Pero, lo que me
27
Libid. p. 33.
28
Lacan, Jacques, «Función y campo de la palabra en psicoanálisis» … p. 244.
29
Libid. p. 246.
30
Libid. p. 248- 249.
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interesa resaltar aquí es allí donde el reordenamiento de ese significante no se concreta, no se
potencia, sino que se regocija en su impotencia de tener una ubicación clara y distinta. Este es el
punto donde la palabra plena y la palabra esencial son palabras de puras poiesis [ποίησις], es
decir, palabras poéticas. Palabras que tienen en su acto una creación de mundo, una apertura del
espacio mismo, un hacer organización en la suspensión de un «estado de cosas». Que no abren
camino en tanto que promueven tal o cual sentido, sino en el que en su ejercicio son un acto tal
que solo se puede comprender mediante el ejercicio de una libertad que no tiene otro tiempo más
que el presente. La palabra poética es esa palabra que aún balbuceante y por ende indeterminado,
tiene la fuerza de crear mundo y rozar la verdad inescuchada del sujeto.
Escribir
Si de algo hemos de dar cuenta es que el efecto inmediato de la entrada en la noche y de
cavar sobre la noche hasta balbucear es una especie de ejercicio de libertad, de irrumpimiento de
un código. Así, esclarecemos la última premisa, La noche puede ser el lugar de la sublevación.
Rescatando parte del texto entendemos que 1) La interpretación es una apertura de camino, 2) Tras
la interpretación puede ocurrir una suspensión de sí, que es la entrada un estado de excepción
profundamente marcado por la soledad, 3) Dentro de ese estado de excepción existe una soberanía
de la que no podemos dar cuenta en el momento, 4) El efecto de esa soberanía es una palabra
poética que permite bordear algo del propio deseo y -nuestra conclusión- 5) Esa palabra poética es
una sublevación.
Una sublevación es un acto que se opone a un régimen de cosas, que tiene propiedades
hegemónicas. Es un «fuera de la historia» y en la historia, dado que cada cual allí se las ve en la
vida y en la muerte […]»
31
. Es decir, es un momento en un tiempo determinado que en su actuar
funda una nueva temporalidad de la discursividad operante. Se juega la vida y la muerte en tanto
que la oposición tiene por consecuencia la posibilidad de que perezca tanto el sublevado como el
tiempo que dio nacimiento a la línea discursiva que subjetiva al sublevado como a la ley a la que
el sublevado se impone. Es un acto donde el afuera y el adentro convergen en una batalla. ¿En qué
medida es la palabra poética una sublevación? Lo es en la medida que es propiamente una apertura
31
Foucault, Michel, «¿Es inútil sublevarse? » En Le Monde, n° 10.661, 11-12 de mayo de 1979, [PDF]. p.1.
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de camino. Es la confección de un nuevo mundo, de la creación de un estado de las cosas que no
se complace con el establecimiento de un régimen nuevo, sino que crea una suspensión en la
inoperancia. Abre una forma de relación con la palabra que no pasa por el amo ni el esclavo
respecto a otro sentido. De ese algo al otro, se zanjó una distancia donde se puede reconocer a lo
lejos que ese algo anterior ya no es, y que bajo una sensación y certeza que ese algo nuevo es ya
otra cosa.
Posterior a balbucear a duras penas aquella frase quebradiza me fue dada la oportunidad
de experimentar algo más. Eso fue el cierre de una experiencia, pero que fue la apertura de todo
un trabajo largo tendido en el futuro. Esa significante soledad perdió como una especie de peso o
de censura. Era como si tras afirmar de manera confusa aquella interpretación, la carga hubiera
quedado suspendida al igual que yo, en un limbo donde conformada otras propiedades. Fue como
acoger a una palabra que había sido por largo tiempo una extranjera censurada y ahora se acentuaba
en mí con una hospitalidad momentánea. No me sentí menos solo, incluso podría afirmar que algo
de esa soledad se me hizo presente conforme pasaban los as y los meses. Mas las noches
posteriores a la sublevación no son iguales a otras noches. Encontré en ese momento hospedaje en
una pregunta ya antes hecha, pero hasta ese momento vivida. Mi cuerpo descansaba en esa soledad.
En medio de la noche nacía un rayo, una incertidumbre. Pero, vaya que hay incertidumbres que sí
podemos transitar, y que incluso en su naufraga escuchamos una especie de canto marinero.
Referencias
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