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¿Cómo se relacionan los trastornos del sueño y la depresión?
Una revisión de la literatura
How are sleep disorders and depression related? A literature review
Reichell Vargas Villalobos
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RESUMEN
El presente artículo trata sobre la revisión de material académico sobre la relación entre el
trastorno depresivo y los trastornos del sueño considerando sus posibles vínculos en términos de
causas y síntomas. Se realizó una revisión de 33 artículos seleccionados de diversas bases de
datos, la cual reveló una relación bidireccional entre depresión y trastornos del sueño. Factores
biológicos, como la disfunción de neurotransmisores y la secreción de melatonina, juegan un
papel crucial en ambos. Además, factores ambientales y psicológicos, como el estrés y la
ansiedad, también contribuyen a la interrelación entre estas condiciones, asimismo, el consumo
de sustancias como alcohol, tabaco, cafeína y ciertos fármacos influyen en el sueño y los
síntomas depresivos. En conclusión, la comorbilidad entre el trastorno depresivo y los trastornos
del sueño subraya la necesidad de una comprensión integral de ambos para mejorar el
diagnóstico y tratamiento.
Palabras clave: trastorno depresivo, trastorno del sueño/vigilia, comorbilidad.
ABSTRACT
The present article deals with a review of academic material on the relationship between
depressive disorders and sleep disorders, considering their possible links in terms of causes and
symptoms. A review of 33 selected articles from various databases revealed a bidirectional
relationship between depression and sleep disorders. Biological factors, such as neurotransmitter
dysfunction and melatonin secretion, play a crucial role in both. Additionally, environmental and
psychological factors, such as stress and anxiety, also contribute to the interrelation between
these conditions. Furthermore, the consumption of substances like alcohol, tobacco, caffeine,
and certain medications influences sleep and depressive symptoms. In conclusion, the
comorbidity between depressive disorders and sleep disorders highlights the need for a
comprehensive understanding of both to improve diagnosis and treatment.
Keywords: depressive disorder, sleep-wake disorder, comorbidity.
1
Universidad de Costa Rica (UCR). San José, Costa Rica. Estudiante de Bachillerato y Licenciatura en
Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Escuela de Psicología.
Correo electrónico: reichell.vargasvillalobos@uc.ac.cr
DOI: https://doi.org/10.15517/wl.v20i1.63347
Recepción: 3/8/2024 Aceptación: 25/11/2024
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Introducción
La depresión es una enfermedad frecuente, pero que puede llegar a ser grave,
ocasionando que las personas que la padecen tengan una serie de dificultades con aspectos
relacionados a su vida cotidiana, familiar e incluso laboral. Desde cuestiones complejas como
el trabajo hasta temas más sencillos como el disfrute de los pequeños detalles de la vida se
ven interferidos por esta enfermedad (“Depresión | OPS” s.f.).
No hay una causa especifica asociada al desarrollo de la depresión, por el contrario,
se conoce como una enfermedad multicausal, que engloba factores genéticos, biológicos,
ambientales y psicológicos (“Depresión | OPS” s.f.). Hay diferentes trastornos de la
depresión, en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5, por sus
siglas en inglés), se describen los siguientes trastornos pertenecientes a la depresión: trastorno
de desregulación destructiva del estado de ánimo, trastorno de depresión mayor, trastorno
depresivo persistente (distimia), trastorno disfórico premenstrual, trastorno depresivo
inducido por una sustancia/medicamento, trastorno depresivo debido a otra afección médica
y trastorno depresivo especificado y no especificado (American Psychological Association
[APA] 2013). No obstante, aunque los síntomas pueden cambiar dependiendo del trastorno
especifico, los síntomas habituales de la depresión son una persistente sensación de tristeza
y pérdida de interés en actividades anteriormente placenteras (“Depresión | OPS” s.f.).
Por su lado el sueño está determinado por el ritmo circadiano, el cual esta mediado
por los núcleos supraquiasmáticos del hipotálamo, estos se regulan por factores como la luz
y la comida. El encargado de regular la cantidad de sueño que necesita una persona es el
sistema homeostático, y el anteriormente mencionado sistema circadiano se encarga de
marcar el mejor momento para dormir (Suzuki et al. 2017). Un elemento importante en el
ritmo circadiano es la melatonina, esta tiene su secreción modulada por el núcleo
supraquiasmático, la melatonina a su vez modula el ritmo circadiano. La secreción de esta
hormona se da en ciertas horas de la noche cuando la luz es más escaza (Poza et al. 2022).
La adecuada producción de melatonina permite un sueño normal.
Además de la melatonina el ritmo circadiano esta traspasado por las etapas del sueño.
El sueño se divide en movimientos oculares no rápidos (NREM, por sus siglas en inglés) y
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sueño REM (rapid eye movement, su nombre en inglés). A su vez el sueño NREM se divide
en sueño ligero (etapas N1 y N2) y sueño de ondas lentas (etapa N3). El sueño REM ocurre
periódicamente en ciclos de aproximadamente 90 a 120 minutos de sueño (Suzuki et al.
2017). Durante cada una de las anteriores etapas se producen una serie de procesos biológicos
necesarios para la vida, por ejemplo, se conserva la energía, se producen procesos
metabólicos, se activa el sistema inmune, al descansar se fortalece la memoria, entre otros
(Carrillo et al. 2018).
Cuando ocurren alteraciones en el sueño estos procesos se ven afectados, dando como
resultados una serie de malestares físicos y psicológicos que afectan seriamente a la persona
que los padece. Estas alteraciones pueden darse por diversas causas tales como cambios
propios del ciclo vital de la persona, horarios escolares y laborales, consumo de sustancias,
por ejemplo, la cafeína, tabaco y alcohol, factores asociados al estrés como la ansiedad y la
depresión, uso de fármacos, patrones del sueño, etc (Carrillo et al. 2018, Nestares 2020).
Los síntomas de los trastornos del sueño pueden variar dependiendo de cada trastorno
en específico, el DSM-5 los categoriza de la siguiente forma: insomnio, hipersomnia,
narcolepsia, trastornos del sueño relacionados con la respiración, trastorno del ritmo
circadiano del sueño, parasomnias, trastornos del movimiento relacionados con el sueño y
otros trastornos no especificados (APA 2013).
Partiendo de lo anterior en el presente artículo se plantea analizar la relación entre el
trastorno depresivo y los trastornos del sueño, considerando su posible vínculo en términos
de causas y síntomas. Además, se incorporará una sección que aborde los datos sobre la
prevalencia de ambos trastornos en Costa Rica. Para ello se revisará la literatura disponible
en el Sistema de Bibliotecas, Documentación e información (SIBDI) de la Universidad de
Costa Rica, en revistas electrónicas de acceso público y en google académico.
Método
Se seleccionó un total de 33 artículos y materiales, considerando principalmente
aquellos publicados en los últimos 10 años. Sin embargo, se realizaron excepciones en casos
específicos, priorizando la calidad y relevancia de la información de algunas fuentes
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anteriores a 2014. Los materiales fueron obtenidos de las bases de datos SCIELO,
ScienceDirect, EBSCO, REDALYC, entre otras, y de divulgaciones de acceso público en
diarios de Costa Rica. Se obtuvo acceso a los artículos restringidos por medio de SIBDI,
mientras que los de acceso libre se recopilaron a través de Google Académico.
Desarrollo
Causas del trastorno depresivo
Como se mencionó en la introducción la depresión es una enfermedad multicausal,
favorecida por factores genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos. Entre los factores
genéticos y biológicos se ha destacado el papel del gen MKP-1 (mitogen-activated pro-tein
kinase phosphatase-1, por su nombre en inglés), el cual en estudios de tejido nervioso de
personas post mortem, que habían padecido depresión se encontró la formación de dicho gen
incluso llegando a ser dos veces más activo que en grupos de personas sanas. Se ha detectado,
además, que mayores números de MKP-1 en el área del hipocampo producto del estrés,
resultó en conductas depresivas (Bembnowska y Jośko-Ochojska 2015).
Asimismo, se ha descubierto como la depresión y ansiedad de una madre durante el
embarazo puede ser heredada al bebé, llegando a causar ansiedad y trastornos depresivos en
los recién nacidos. De igual manera, las personas que tienen familiares de primer grado que
han sufrido depresión tienen de 1.5 a 3 veces s probabilidades de desarrollar depresión,
incluso se ha llegado a relacionar esta enfermedad con genes que se encuentran en los
cromosomas 8, 15 y 17 (Holmans et al. 2007).
En términos biológicos en los últimos años se ha considerado la hipótesis de la
disfunción monoaminérgica como una fuente de la depresión siendo esta una deficiencia en
la neurotrasnmición sináptica de neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y
dopamina, de igual forma otro factor biológico es la alteración neuroendocrina producto de
una disfunción en el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (Matos y Manzano 2021).
Igualmente, se han mostrado numerosos estudios sobre la asociación del neurotransmisor
GABA y su efecto en la depresión, en este sentido se ha visto una disminución del GABA en
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el líquido cefalorraquídeo de pacientes con depresión principalmente en la corteza occipital
(CCO) y en algunas áreas de la corteza prefrontal (CPF) (Ochoa-de La Paz et al. 2021).
Por otro lado, los factores ambientales que vivencia una persona pueden influir su
estado de ánimo en general y en el desarrollo de síntomas depresivos que posteriormente se
pueden convertir en un trastorno per se, un ejemplo de ellos fue la pandemia por COVID-19.
Antes de esta, las tasas de síntomas depresivos y ansiedad en jóvenes rondaban el 11,6% y
12,9%, durante la pandemia y sus consecuencias como el aislamiento social, cierre de
escuelas y colegios, además de estrés en el hogar, angustia psicológica, entre otros., los
porcentajes de síntomas se vieron aumentados en el 2,2% al 63,8% en el caso de la depresión
y en un 1,8% al 49,5% en el caso de síntomas de ansiedad (Racine et al. 2021).
En temas relacionados con el espacio físico estudios recientes han asociado los
síntomas depresivos con variables ambientales tales como la calidad de la vivienda, la
molestia por ruido, tráfico y la contaminación del aire. Relacionando, además, los espacios
verdes con niveles más bajos de depresión (Bjørndal et al. 2023). En términos sociales, la
cohesión social y la seguridad se han relacionado con una mayor ansiedad y trastornos
depresivos en individuos y comunidades (Bjørndal et al. 2023).
Aunado a lo anterior, factores sociales más complejos, como la pérdida de empleo y
la disminución de ingresos, han sido relacionados con la depresión, ya que en muchos casos
estos preceden episodios de enfermedad mental (Ridley et al. 2020), por ejemplo, según
Ridley et al. 2020, la reducción de la producción y los ingresos agrícolas debido a las lluvias
extremas provocó un aumento en las tasas de depresión y suicidio en las zonas rurales de
Indonesia. De manera similar, la pérdida de empleos debido al cierre de plantas en Austria
se vinculó con un mayor uso de antidepresivos y hospitalizaciones relacionadas con la salud
mental. Sin embargo, no está claro si el desempleo empeora la salud mental más allá de los
impactos de la pérdida de ingresos asociada (Ridley et al. 2020).
En cuanto a los factores psicológicos, se ha documentado como cuestiones cognitivas
influyen en el desarrollo de los síntomas depresivos, en 1956 y en los siguientes años Aaron
T. Beck estudió como los pensamientos distorsionados influyen en la depresión, estos
pensamientos o cogniciones distorsionadas suelen ser sobre la persona en misma, el mundo
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y el futuro, estos pensamientos influyen en cómo se siente y actúa una persona (Labrador
2022).
En relación a lo anterior los pensamientos distorsionados están asociados con
esquemas cognitivos, estos últimos son un grupo de asociaciones de pensamientos que hace
el cerebro luego de que sucede un evento, estos suelen originarse y afianzarse en la infancia
cuando la persona no tiene la capacidad aún de refutar estos pensamientos y las acciones de
los demás (Botha y Dozois 2015). Por ejemplo, si una persona en su infancia estuvo expuesta
a comentarios y críticas negativas sobre su desempeño escolar, e internalizo esos
comentarios, estos terminan convirtiéndose en esquemas que posteriormente en su vida
adulta pueden llegar a aparecer cada vez que la persona tiene un evento desafortunado en su
carrera académica o en su trabajo. No obstante, si esta persona sigue un adecuado proceso
puede llegar a detectar estos esquemas de pensamiento e incluso modificarlos (Botha y
Dozois 2015).
Asimismo, otros factores psicológicos asociados con la depresión incluyen el estrés
y la ansiedad. El estrés por su lado, aumenta el riesgo de trastornos físicos y mentales como
la depresión (Peter et al. 2023). Y por otro lado, la ansiedad está estrechamente vinculada a
la depresión, por ejemplo, durante la pandemia por COVID- 19 se vio como situaciones
estresantes como miedo, frustración, pérdidas financieras, etc., causaron episodios de
ansiedad y depresión (Rodríguez et al. 2021).
Sintomatología del trastorno depresivo
Para abordar los síntomas de la depresión, es fundamental considerar lo expuesto en
la introducción, los síntomas pueden cambiar dependiendo del trastorno depresivo del cual
se esté hablando, sin embargo, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) los
síntomas frecuentes de la depresión son la persistente sensación de tristeza y pérdida de
interés en actividades anteriormente placenteras (OPS s.f.).
Estudios recientes señalan la importancia de tomar la depresión como un trastorno
heterogéneo, alejándose de la idea de la depresión como un constructo único. Por el contrario,
se ha sugerido centrarse en la relación entre los síntomas individuales y como se desarrollan
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a lo largo del tiempo dando la posibilidad de plantear objetivos de intervención más
específicos (Quinn et al. 2023).
Esto además permite visualizar que los síntomas de la depresión pueden tener
agrupaciones y posibles relaciones causales entre sí, lo que lleva a que estos síntomas no
precisamente surgen al mismo tiempo, sino que pueden desarrollarse debido a la presencia
de otros síntomas en el trascurso de un periodo, a este proceso de detección de síntomas se
le conoce como centralidad. En este sentido se ha identificado de forma general a la tristeza
como un síntoma centrado en las redes de síntomas de la depresión en diferentes estudios con
distintas poblaciones (Quinn et al. 2023).
Con la intención de brindar una reseña general de los síntomas específicos de cada
trastorno de la depresión a continuación se resume los síntomas de acuerdo con cada trastorno
según el DSM-5, para conocer a profundidad los síntomas y criterios diagnósticos se
recomienda consultar el DSM-5.
Trastorno depresivo mayor
Síntomas: estado de ánimo deprimido, pérdida de interés o placer, cambios en el
apetito o peso, insomnio o hipersomnia, agitación o retraso psicomotor, fatiga, sentimientos
de inutilidad o culpa, dificultades para concentrarse y pensamientos recurrentes de muerte o
suicidio (APA 2013),
Trastorno depresivo persistente (distimia)
Síntomas: pueden incluir los mismos síntomas que el trastorno depresivo mayor, pero
generalmente son menos graves, estos síntomas deben estar presentes durante al menos dos
años (APA 2013).
Trastorno disruptivo de desregulación del estado de ánimo
Síntomas: explosiones de ira severa y recurrente, que son desproporcionadas en
intensidad o duración a la situación. Entre los episodios, el estado de ánimo es
persistentemente irritable o enojado (APA 2013).
Trastorno disfórico premenstrual
Síntomas: cambios de humor significativos, irritabilidad o enojo, estado de ánimo
deprimido, ansiedad, disminución del interés en las actividades, dificultad para concentrarse,
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letargo, cambios en el apetito, insomnio o hipersomnia, y sensación de estar abrumada (APA
2013).
Trastorno depresivo inducido por sustancias/medicamentos
Síntomas: similar a los síntomas del trastorno depresivo mayor, pero relacionados
temporalmente con el uso de sustancias o medicamentos (APA 2013).
Trastorno depresivo debido a otra condición médica
Síntomas: igual que los del trastorno depresivo mayor, pero causados por una
enfermedad médica identificable (APA 2013).
Trastorno depresivo especificado y no especificado
Síntomas: pueden variar ampliamente, pero no se ajustan completamente a los
criterios de los trastornos depresivos mencionados (APA 2013).
Causas de los trastornos del sueño y vigilia
Como se acotó previamente, las causas de los trastornos del sueño están relacionadas
con cambios propios del ciclo vital de la persona, horarios escolares/laborales, consumo de
sustancias, factores asociados al estrés, uso de fármacos, patrones del sueño, entre otros
(Carrillo et al. 2018, Nestares 2020). Asimismo, se especificó que el sueño está determinado
por el ritmo circadiano, el sistema homeostático y una serie de procesos como la secreción
de la melatonina que ocurren en diferentes etapas del sueño (Suzuki, Miyamoto, y Hirata
2017, Poza et al. 2022, Carrillo et al. 2018).
En este sentido, en cuanto a los factores relacionados con el ciclo vital de la persona,
se ha ampliamente estudiado, como las horas de sueño varían de acuerdo a la edad, por
ejemplo, los recién nacidos necesitan dormir entre 16 y 18 horas diarias, esta cantidad va
disminuyendo conforme se alcanza la etapa adulta donde se duerme alrededor de 8 horas, y
posteriormente en la adultez mayor esta cantidad disminuye en 6 horas aproximadamente, y
suelen despertarse con mayor frecuencia (Lira y Custodio 2018).
Estas horas de sueño cumplen muchas funciones de acuerdo a la edad y las
características propias de la persona, en los bebes y los niños se da el crecimiento y la
maduración neurológica, en personas adultas durante el sueño se repara el sistema
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inmunitario (Lira y Custodio 2018), se refuerza la memoria, se conserva la energía, se
producen procesos metabólicos, se da la regulación de la temperatura corporal, etc, (Carrillo
et al. 2018, Lira y Custodio 2018).
Con respecto a los horarios laborales a los que se enfrenta una persona, estos influyen
en su tiempo de sueño e incluso pueden interferir directamente con el ritmo circadiano
normal, el caso más claro sobre ello es los horarios laborales nocturnos. En un estudio
realizado por Navarrete et al. (2017), se observó que el 63,3% de los conductores de camión
afirmaron experimentar mayor somnolencia durante el turno nocturno. Este fenómeno puede
explicarse fácilmente por la alteración del ritmo circadiano, que influye en los patrones de
sueño y vigilia. De igual forma, en este mismo estudio se encontró que en el turno rotativo
se presentaba mayores lapsos de tiempo para conciliar el sueño entre 15-45 minutos, esto
también se explica por el funcionamiento del ritmo circadiano alterado.
Estos conductores de camiones también presentaron trastornos del sueño, tanto el
turno diurno como rotativo presentaron insomnio, somnolencia, apnea del sueño y piernas
inquietas, el 60% de los trabajadores en turno rotativo presentaron insomnio, un 26,7% en
este mismo turno presento somnolencia, los del turno diurno presentaron mayor apnea del
sueño un 16,7%, además, ambos turnos presentaron el síndrome de piernas inquietas
(Navarrete et al. 2017).
De igual forma entre las causas de los trastornos del sueño, se ha identificado que el
consumo de sustancias como alcohol, tabaco y cafeína tiene un impacto significativo en la
calidad del sueño. En estudios sobre consumo de tabaco, los fumadores, contrario a los no
fumadores presentan una mayor prevalencia de trastornos del sueño, una menor calidad del
sueño y mayores dificultades para mantener el sueño. De forma similar, las personas que
experimentan alteraciones en su descanso tienden a reportar un mayor consumo de tabaco en
comparación con quienes tienen un sueño regular, lo que puede agravar dichas alteraciones.
(Hayley et al. 2017).
Esta asociación puede deberse al efecto abstinencia que se produce durante la noche,
ya que el consumo de tabaco tiene efectos en el funcionamiento del sistema nervioso central
al estimular los receptores de nicotina-acetilcolina lo que altera los sistemas corporales
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involucrados en la regulación del sueño-vigilia, además, el ritmo circadiano alterado es un
factor que potencia la adicción (Hayley et al. 2017).
En este sentido, los diagnósticos de trastorno por consumo de tabaco del DSM-5, se
asocian con mayores probabilidades de presentar trastornos del sueño. Un elemento de interés
es que según Hayley et al. (2017), se encontró que la asociación entre el trastorno por
consumo de tabaco del DSM-5 y los trastornos del sueño se explica íntegramente por los
diagnósticos de trastorno por consumo de alcohol del DSM-5.
En cuanto al consumo de alcohol per se, se ha visto como en la etapa de consumo y
en la fase de abstinencia, hay un desarrollo de trastornos del sueño, esto debido a que el
consumo persistente afecta el proceso del sueño, llegando a afectar más cuando la persona se
encuentra en periodo de abstinencia. Incluso de forma inversa los trastornos del sueño pueden
propiciar una recaída en el consumo de alcohol (Echevarría 2021). El sueño en personas
alcohólicas se caracteriza por ser de corta duración (Hayley et al. 2017), además, se presentan
menores niveles de sueño de ondas lentas (en inglés, slow-wave sleep, SWS) y mayor sueño
en etapa 1 y REM, estas características pueden presentarse incluso en períodos largos de
abstinencia (Echeverría 2021, Hayley et al. 2017).
Otra sustancia que puede afectar el sueño es la cafeína, esta al igual que otras
sustancias psicoactivas produce efectos sobre el sueño dependiendo del consumo y la
frecuencia del mismo, la cafeína consumida en horas de la noche afecta la latencia del sueño
y reduce el tiempo de este, además, disminuye las SWS. La frecuencia del consumo afecta al
sueño en tanto y en cuanto la persona desarrolle una tolerancia producto del consumo
frecuente (Weibel et al. 2021). Según Weibel et al. 2021, los efectos perturbadores del sueño
de la ingesta continua de altas dosis de cafeína por la mañana, la tarde y la noche (3 × 400
mg) desaparecieron y solo el sueño de la etapa 4 se reduce después de una semana de ingesta
de cafeína. De la misma forma el consumo de otras sustancias puede afectar en el desarrollo
de trastornos del sueño. Incluso ciertos fármacos pueden repercutir en el sueño de una
persona, por ejemplo, se ha encontrado que los sedantes (no barbitúricos) y los
psicoestimulantes que se utilizan en ocasiones para el tratamiento de la ansiedad, la depresión
o el trastorno bipolar, están asociados con niveles más altos de insomnio y apnea del sueño
(Merrill et al. 2023).
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Ahora bien, en cuanto a los factores asociados al estrés, diversos estudios apuntan a
que una mala higiene del sueño aumenta el estrés y los síntomas de la depresión, por ejemplo,
entre estudiantes universitarios las tasas de estrés suelen ser más altas, esto además coincide
con la falta de sueño en esta población (Lueke y Assar 2024). Asimismo, se ha visto una
relación entre la ansiedad y los trastornos del sueño, siendo la ansiedad una de las más
importantes consecuencias de la privación del sueño (Leite et al. 2020).
Sintomatología del trastorno del sueño/vigilia
En este apartado se busca sintetizar los síntomas asociados a los trastornos del sueño.
Uno de los más comunes dentro de los trastornos del sueño y vigilia es el insomnio, que se
caracteriza por una baja calidad del sueño, una reducción en su duración y la presencia de
disfunciones durante el día (Ojeda et al. 2019). En cuanto a la apnea obstructiva del sueño,
entre los síntomas principales se encuentran los ronquidos y las apneas (pausa en la
respiración durante varios segundos), también puede darse posiciones inusuales al dormir,
diaforesis, somnolencia diurna excesiva, etc. Algunos autores recalcan que en los niños la
somnolencia podría sustituirse por animo deprimido, problemas de atención y de
comportamiento (Carter et al. 2014).
En cuanto a los síntomas del hipersomnio está la dificultad para estar despierto
durante el día, somnolencia y sueño persistente lo cual llega a interferir en la cotidianidad
(Tomalá y Pozo 2020). En cuanto a las parasomnias se suele presentar una actividad muy
similar a cuando se está en vigilia, estos eventos están caracterizados por confusión,
dificultad para despertar, comportamientos automáticos, amnesia y un rápido regreso a la
etapa del sueño luego del evento. Estos eventos al igual que el sonambulismo, el hablar
dormido, los despertares confusionales y los terrores nocturnos, ocurren en la primera mitad
del período de sueño durante el sueño de ondas lentas. Por su lado, las pesadillas suelen
ocurrir en la última mitad del período de sueño durante la etapa de movimientos oculares
rápidos (Carter et al. 2014).
Otro trastorno del sueño es la narcolepsia esta está caracterizada por somnolencia
excesiva durante el día, suele ocurrir una entrada al sueño REM de forma prematura mientras
se estaba en vigilia, además, puede darse parálisis al despertar o durante el sueño, sueño
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nocturno fragmentado, etc., (Gómez 2018). Por otro lado, en el trastorno del ritmo circadiano
del sueño, suele presentarse un retraso en el inicio del descanso esto producto de una
acotación del periodo para segregar melatonina, en muchas ocasiones producto de una
exposición a la luz antes de la hora de dormir, no suelen presentarse alteraciones durante el
sueño por el contrario su arquitectura se mantiene normal (Carter et al. 2014).
Otro de los trastornos comentado en la introducción es el síndrome de piernas
inquietas en este suele presentarse una sensación molesta en las piernas, con la necesidad de
moverlas a la hora de dormir ya que el moverlas proporciona alivio, asimismo, suele
presentarse problemas para conciliar el sueño, síntomas similares a los del trastorno por
déficit de atención e hiperactividad, etc., (Carter et al. 2014).
El DSM-5 proporciona una guía de los síntomas a diagnosticar completa por lo que a
continuación se brinda una reseña de los síntomas a partir de los criterios diagnósticos, sin
embargo, se recomienda consultar al DSM-5 si se quiere una descripción más detallada de
cada trastorno del sueño:
Insomnio
Síntomas: dificultad para iniciar o mantener el sueño, o despertarse temprano y no
poder volver a dormir, el sueño no es reparador y causa deterioro en la función diurna esto
debe darse al menos tres veces por semana durante al menos tres meses (APA 2013).
Trastorno de hipersomnolencia
Síntomas: somnolencia excesiva a pesar de dormir al menos 7 horas, sueño
prolongado que no es reparador, episodios recurrentes de sueño diurno no deseado, esto
ocurre al menos tres veces por semana durante al menos tres meses (APA 2013).
Narcolepsia
Síntomas: episodios recurrentes de necesidad irreprimible de dormir, lapsos en el
sueño o siestas en el mismo día, presencia de cataplejía (pérdida súbita de tono muscular),
intrusiones de sueño REM, y deficiencia de hipocretina, suele ocurre al menos tres veces por
semana durante al menos tres meses (APA 2013).
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Trastornos del sueño relacionados con la respiración
Apnea obstructiva del sueño: pausas repetidas en la respiración debido a
obstrucciones de las vías respiratorias superiores (APA 2013.
Apnea central del sueño: pausas en la respiración debido a la falta de esfuerzo
respiratorio (APA 2013).
Síndrome de hipoventilación debido al sueño: ventilación disminuida asociada con
niveles elevados de dióxido de carbono (APA 2013).
Trastorno del ritmo circadiano del sueño
Síntomas: patrón de sueño-vigilia alterado debido a desincronización con el entorno,
fase de sueño retardada, fase de sueño avanzada, patrón irregular, patrón no de 24 horas y
por turnos de trabajo (APA 2013).
Trastornos del sueño por movimientos involuntarios
Síndrome de las Piernas Inquietas: necesidad de mover las piernas, generalmente
acompañada de sensaciones incómodas, que empeoran en la tarde o noche (APA 2013).
Trastorno de Movimientos Periódicos de las Extremidades: movimientos repetitivos de las
extremidades, principalmente durante el sueño (APA 2013).
Parasomnias
Trastornos del despertar del sueño no REM: episodios de sonambulismo o terrores
nocturnos (APA 2013).
Pesadillas: sueños terroríficos recurrentes que causan despertares (APA 2013).
Trastorno de conducta del sueño REM: comportamientos complejos o violentos
durante el sueño REM (APA 2013).
Trastorno del sueño por pesadillas: despertares recurrentes con recuerdos detallados
de sueños terroríficos (APA 2013).
Parálisis del sueño: incapacidad de moverse o hablar al inicio del sueño o al despertar
(APA 2013).
Trastorno del sueño-vigilia especificado
Esta categoría se utiliza cuando un profesional de la salud decide comunicar la razón
específica por la que el patrón de sueño del individuo no cumple todos los criterios para
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ninguno de los trastornos específicos del sueño-vigilia. En otras palabras, se describen
características específicas que no se ajustan a los diagnósticos estándar (APA 2013).
Trastorno del sueño-vigilia no especificado
Esta categoría se utiliza en situaciones en las que los síntomas de un trastorno del
sueño-vigilia son evidentes, pero no se dispone de suficiente información para hacer un
diagnóstico específico, o cuando los síntomas no encajan perfectamente en ninguna categoría
existente (APA 2013).
Prevalencia en Costa Rica de los trastornos depresivos y trastornos del
sueño
Entre 2014 y 2017, los casos reportados de trastornos depresivos en Costa Rica
mostraron una tendencia al alza, oscilando entre el 1,08 % y el 1,14 % de la población, según
datos del INEC y el Centro Centroamericano de Población. Además, durante este período,
las mujeres presentaron una incidencia tres veces mayor que los hombres (Sequeira et al.
2022).
Según una noticia publicada en el Instituto de Investigaciones Psicológicas [IIP],
llamada La otra epidemia: Costa Rica supera crecimiento mundial de casos por depresión y
ansiedad, durante la pandemia de COVID-19 en 2020, Costa Rica experimentó un
incremento notable en la prevalencia de trastornos depresivos y de ansiedad, con aumentos
del 35,2 % y 35,6 %, respectivamente. Estas cifras colocaron al país significativamente por
encima de los promedios globales, superándolos en 7,6 puntos porcentuales para los
trastornos depresivos y en 10 puntos para los de ansiedad (Instituto de Investigaciones
Psicológicas 2020).
Se menciona además que en un estudio realizado en Costa Rica con una muestra de
con 2.163 participantes se identificó que más del 70 % de las personas consultadas manifestó
haber sentido tristeza, ansiedad o enojo durante ese periodo. Además, el 65,7 % mencionó
cansancio y fatiga, mientras que el 62,4 % señaló haber tenido problemas de sueño, entre
otros malestares (Instituto de Investigaciones Psicológicas 2020).
En una nota publicada el 05 de diciembre de 2024 por el diario La República se
menciona que durante el periodo 2020-2022 en Consulta Externa fueron atendidos 275 casos
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relacionados con trastornos del sueño según datos del departamento de estadística del
Hospital de la Salud Mental (Calvo 2023). A lo anterior se le suma que en servicio de
emergencias se atendieron durante ese periodo 276 personas de las cuales el diagnostico
principal fue insomnio no orgánico que terminan desencadenando una serie de malestares
físicos y psicológicos (Calvo 2023).
Aunado a lo anterior el Ministerio de Salud de Costa Rica en su Boletín
Epidemiológico N° 4 de 2022 aporta una serie de datos relevantes sobre la prevalencia de la
depresión a nivel nacional de acuerdo con la distribución geográfica y por sexo, según esta
institución los adolescentes y mujeres jóvenes entre los 15 y 19 años reportaron las tasas más
altas de trastornos depresivos, con 232,7 casos por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, las
mujeres mayores de 50 años también mostraron cifras elevadas, alcanzando tasas de hasta
244,9 casos (Ministerio de Salud, 2022). Esto concuerda con las investigaciones
mencionadas por el IIP.
Desde una perspectiva geográfica, Puntarenas fue la provincia con mayor incidencia,
con 225,5 casos por cada 100.000 habitantes, seguida por Guanacaste (157,7) y San José
(130,8). Cartago registró la incidencia más baja, con solo 63,9 casos. A nivel cantonal, La
Cruz en Guanacaste lideró con una tasa de 553,7 casos, seguida por Parrita en Puntarenas
(509,9) y León Cortés en San José (399,4) (Ministerio de Salud, 2022).
Discusión
En la literatura revisada se encontró una serie de causas comunes que podrían
relacionar el trastorno depresivo con el trastorno del sueño, lo primero a tener en cuenta es
lo señalado en la introducción a esta revisión, el sueño está determinado por el ritmo
circadiano y el sistema homeostático (Suzuki et al. 2017). En este sentido, el ritmo circadiano
está estrechamente vinculado a los síntomas de la depresión, se ha visto que personas que
reportan insomnio suelen presentar síntomas depresivos y también ansiedad (Comas et al.
2023).
Esto podría explicarse por múltiples razones asociadas a los procesos del organismo
que se llevan a cabo cuando el ritmo circadiano es adecuado, uno de ellos es, por ejemplo, la
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ya comentada secreción de la melatonina, en personas sanas, la melatonina se sintetiza
cuando los niveles de luz son bajos, iniciando entre las 20:00-22:00 y alcanzando el punto
máximo entre las 00:00-03:00, este proceso se lleva a cabo independientemente de la etapa
del sueño (Poza et al. 2022). Un estudio realizado por Estrada et al. 2018, demostró que la
melatonina tiene un efecto antidepresivo, la melatonina administrada en ratones Swiss Webste
en dos momentos circadianos clave, en dosis altas de 16mg/kg indujo un efecto antidepresivo
semejante al causado por los fármacos fluoxetina e imipramina (medicamentos recetados
para el tratamiento de la depresión).
En las causas biológicas del trastorno depresivo se encontró la disfunción
monoaminérgica (deficiencia en la neurotrasnmición sináptica) (Matos y Manzano 2021).
Así como la disminución del GABA en el quido cefalorraquídeo (Ochoa-de La Paz et al.
2021). En este sentido, también se ha visto que los neurotrasmisores están asociados al sueño,
incluso las investigaciones señalan que el sueño es regulado por sustancias y
neurotransmisores como dopamina y norepinefrina, histamina, orexina, glutamato;
sustancias y neurotransmisores cerebrales inhibitorias: GABA, adenosina, glicina; y
sustancias y neurotransmisores regulatorias: acetilcolina, serotonina y melatonina(Lira y
Custodio 2018, 21), es decir, las mismas sustancias químicas que influyen en la depresión
regulan el sueño lo cual podría vincular a ambos trastornos en términos de causas biológicas.
Un ejemplo de ello es la dopamina y el GABA, la dopamina en personas con
depresión suele tener una disminución sináptica. En términos de sueño este neurotrasmisor
tiene la importancia de mantener la vigilia (Lira y Custodio 2018), lo cual podría indicar una
causalidad ya que si hay una deficiencia en la dopamina podría presentarse el trastorno
depresivo, y a su vez problemas para mantenerse en vigilia lo que concuerda con los síntomas
depresivos de hipersomnio, fatiga y perdida de interés en actividades (APA 2013) y síntomas
de trastornos del sueño como dificultad de estar despierto durante el día, somnolencia y sueño
persistente (Tomalá y Pozo 2020).
En cuanto al GABA, como se mencionó en párrafos anteriores la disminución de este
tiene un efecto en la depresión (Matos y Manzano 2021), como se anotó en apartados
anteriores un síntoma de la depresión es el insomnio, el cual a su vez está vinculado al GABA,
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ya que, al ser este el principal neurotransmisor inhibitorio junto a la adenosina, provocan que
se induzca al sueño (Lira y Custodio 2018), por lo que se suele recetar benzodiazepinas y
gaboxadol para el tratamiento del insomnio, aunque estos medicamentos presentan efectos
secundarios indeseados (Ochoa-de La Paz et al. 2021).
Por otro lado, entre las causas comunes de depresión se encontró los factores
ambientales. Se mencionó como ejemplo que durante el COVID-19 y sus consecuencias (el
aislamiento social, estrés, angustia, etc.,) los porcentajes de síntomas de depresión y ansiedad
aumentaron (Racine et al. 2021). Algunos autores argumentan que el aislamiento social está
acompañado por el insomnio, es decir, personas que presentan aislamiento social presentan
también insomnio, siendo este un predictor de trastornos mentales. Como se mencionó en
párrafos anteriores, el insomnio tiene un vínculo con las causas y síntomas de algunos
trastornos depresivos (Rodríguez et al. 2021). Lo anterior vincula causas ambientales que
producen depresión y que a su vez están asociadas con trastornos del sueño como el
insomnio.
En este sentido, aunque se encontraron artículos que relacionan el espacio físico con
la depresión, no se hallaron evidencias que vinculen el espacio físico con los trastornos del
sueño, sin embargo, si se encontró una relación entre el factor ambiental empleo y el sueño
(Navarrete et al. 2017), como se señaló en el apartado del desarrollo. Asimismo, se encontró
que problemas laborales como la disminución de ingresos y la pérdida de empleo están
relacionadas con síntomas de depresión (Ridley et al. 2020).
Por otro lado, se encontró que a nivel cognitivo la depresión está asociada con
esquemas cognitivos de pensamientos disfuncionales (Labrador 2022). En un estudio
realizado por El Rafihi et al. (2022), se encontró que variables como el nivel de la educación
académica, puntuaciones de ansiedad y depresión, inflexibilidad psicológica y las creencias
disfuncionales sobre el sueño, están asociadas con el insomnio grave. Esta investigación
menciono la importancia de los síntomas depresivos y los factores cognitivos en la calidad
del sueño. Lo anterior asocia directamente los aspectos psicológicos cognitivos con la calidad
del sueño y los síntomas de depresión.
Otro aspecto clave encontrado en las causas de depresión es el estrés y la ansiedad
(Peter et al. 2023, Rodríguez et al. 2021). Estas mismas variables se encontró que influyen
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en los trastornos del sueño, una mala higiene del sueño aumenta el estrés (Lueke y Assar
2024), y la ansiedad por su lado en muchas ocasiones es producto de la privación del sueño
(Leite et al. 2020). En un estudio realizado por Alrashed et al. 2022, se evaluó la calidad del
sueño en estudiantes de medicina, identificando factores específicos como la ansiedad, el
estrés y la depresión, entre otros. Se encontró un porcentaje significativo de estudiantes con
mala calidad de sueño, acompañado además por síntomas de depresión, ansiedad y estrés,
que surgieron tras iniciar sus estudios de medicina. Estos resultados coinciden con otras
investigaciones sobre la misma población y mismas variables (Alrashed et al. 2022). Lo cual
brinda una oportunidad de visualizar como factores como la ansiedad o la depresión pueden
presentarse cuando hay trastornos del sueño producto de trabajos o actividades bajo estrés.
Con relación a las sustancias, el cual fue un factor encontrado entre los causantes de
los trastornos del sueño. Se comentó que el alcohol, tabaco y cafeína influyen en el descanso,
y que los trastornos del sueño a su vez contribuyen al consumo de estos (Echevarría 2021,
Hayley et al. 2017, Weibel et al. 2021). De igual forma se encontró que los fármacos usados
para tratar la ansiedad, la depresión o el trastorno bipolar, están asociados con niveles más
altos de trastornos del sueño como el insomnio y apnea del sueño (Merrill et al. 2023). En
este contexto, el aspecto que conecta lo previamente mencionado con la depresión es el tema
de la abstinencia, ya que esta se encuentra relacionada con la depresión y los procesos de
recaída. Además, por ejemplo, en el insomnio que como se mencionó está asociado a la
depresión, si una persona consume tabaco o alcohol, y tiene una mala higiene del sueño, las
probabilidades de padecer trastornos del sueño aumentan (Echevarría 2021).
Finalmente, para concluir este apartado, es importante mencionar el tema de las redes
de síntomas, esto podría explicar porque los síntomas de algunos trastornos depresivos y los
síntomas de ciertos trastornos del sueño coinciden y parecen asociar a ambos trastornos. En
el estudio de redes de síntomas utilizado para analizar la coexistencia de estos, se realizan
estimaciones de centralidad. Dichas estimaciones identifican síntomas específicos que no
solo reflejan la presencia de otros, sino que incluso podrían actuar como causas de estos
(Quinn et al. 2023).
Por ejemplo, investigaciones desde el enfoque de redes donde se han estudiado los
síntomas de insomnio, han dado como resultado que síntomas individuales como dificultades
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para conciliar el sueño, alteraciones o insatisfacción general en el sueño, que además están
presentes en el trastorno de la depresión, participan también en la red de síntomas de ansiedad
(Baños et al. 2022). Asimismo, un estudio realizado por Baños et al. (2022) en adultos
peruanos sobre la comorbilidad entre los síntomas de ansiedad e insomnio encontró que los
síntomas con mayor puntuación y porcentaje en términos de centralidad y predictibilidad
fueron las dificultades para relajarse, la preocupación y la calidad general del sueño. Lo
anterior es importante ya que a partir de estos estudios se pueden plantear objetivos de
intervención más específicos, además, se puede entender mejor la comorbilidad, las
interacciones entre los síntomas y cómo estos se refuerzan mutuamente.
En el contexto de Costa Rica, se identifica como una limitación la escasez de estudios
que aborden la prevalencia de los trastornos del sueño en la población nacional y su posible
asociación con los trastornos depresivos. Investigar la relación entre ambos trastornos a nivel
nacional podría aportar información valiosa para desarrollar enfoques más integrales que
consideren las diversas variables implicadas en la interacción entre estas condiciones, como
las analizadas en el presente trabajo.
Conclusión
En conclusión, la revisión de la literatura ha evidenciado una relación significativa
entre el trastorno depresivo y los trastornos del sueño, destacando la interconexión de factores
biológicos, psicológicos y ambientales. Se ha observado que el ritmo circadiano y la
homeostasis del sueño, fundamentales para una correcta regulación del sueño, están
estrechamente vinculados con los síntomas de la depresión. La disfunción de
neurotransmisores como la dopamina y el GABA, que influyen tanto en la depresión como
en el sueño, sugiere una base neurobiológica compartida para ambos trastornos.
Además, los factores ambientales, como el aislamiento social y el estrés, han
mostrado influir tanto en la aparición de síntomas depresivos como en trastornos del sueño.
La pandemia de COVID-19 es un ejemplo de ello, ya que, exacerbó estas condiciones,
destacando el impacto de las circunstancias externas en la salud mental y del sueño.
Los aspectos cognitivos también juegan un papel crucial; las creencias disfuncionales
sobre el sueño y los esquemas de pensamiento negativos asociados con la depresión afectan
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la calidad del sueño. Además, el consumo de sustancias como alcohol, tabaco y cafeína, así
como la abstinencia de estas, pueden agravar tanto la depresión como los problemas de sueño,
al igual que el consumo de ciertos fármacos.
En este contexto, el enfoque de redes de síntomas proporciona una perspectiva valiosa
para entender la comorbilidad de estos trastornos. Identificar síntomas centrales como la
dificultad para conciliar el sueño, la preocupación excesiva, tristeza, etc., puede facilitar
intervenciones más efectivas y específicas, mejorando así el manejo de ambas condiciones y
su tratamiento.
Por último, la falta de investigaciones sobre la prevalencia de los trastornos del sueño
y su relación con los trastornos depresivos en Costa Rica representa una brecha significativa
en el conocimiento nacional. Profundizar en este tema podría contribuir a un entendimiento
más integral de ambos trastornos, permitiendo desarrollar estrategias de abordaje que
contemplen los factores interrelacionados. Esto, a su vez, favorecería la implementación de
intervenciones más efectivas y contextualizadas para mejorar la salud mental y el bienestar
de la población.
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