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Rev. Biol. Trop. Blog Serie 5

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Durante los años que mis hijos fueron niños, soñé muchas veces que íbamos de viaje y los perdía; los buscaba angustiado hasta que la pesadilla se volvía insoportable y me despertaba. El tema de los sueños ha apasionado a los humanos desde mucho antes que el faraón pidiera a José que le explicara el sueño de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas, pero, ¿es este un fenómeno exclusivamente humano? ¿sueñan otras especies?

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Cualquiera que tenga un perro responderá afirmativamente, pues los perros parecen soñar que persiguen presas. Hasta hace poco, no sabíamos hasta donde llegaba la historia de los sueños en la lejanía del pasado evolutivo; y digo “hasta hace poco” porque estudios recientes sobre el sueño en las abejas sugiere que los insectos también sueñan1.

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Es poco probable que el sueño haya evolucionado varias veces. En contraste, parece que el soñar se originó una única vez, hace unos 800 millones de años en el urbilaterio —hipotético animal que fue el antecesor común de invertebrados y vertebrados—2.

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Desde entonces, los animales hemos soñado, e incluso tuvimos que desarrollar un mecanismo para no movernos al soñar, lo que podría causar golpes y heridas. Este mecanismo, llamado atonía muscular, es imperfecto: personalmente lo veo en mis perros, que sueñan y mueven un poco las patas. Los humanos soñamos 5 % más tiempo que los chimpancés y 10 % más tiempo que los monos; tal vez eso significa que, a mayor inteligencia, más prolongado el soñar.

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En su libro de 1867 Cultura Primitiva, el antropólogo inglés Edward Tylor sugirió que, al soñar con personas fallecidas, los primeros humanos imaginaron que sus antecesores seguían vivos en otro mundo, originándose así la creencia en “el más allá” y el culto a los antepasados, tan importante en Asia y Oceanía3.

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Antes de que soñemos, los recuerdos van a un almacén temporal en el cerebro, el hipocampo. Ya clasificados durante el sueño, van al almacén de largo plazo, principalmente en la neocorteza4.

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¿es este un fenómeno exclusivamente humano?

¿sueñan otras especies?

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Si la selección natural ha favorecido los sueños, debe ser porque tienen una función útil para la supervivencia y para la reproducción. No parece fácil hallar tal función, pero ahora sabemos que dormir y soñar permite consolidar los recuerdos del día, almacenándolos según su importancia1.

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Al soñar también hacemos simulaciones de los problemas que nos afectaron durante el día: por eso la imaginación se desboca, en busca de soluciones innovadoras que no podemos ver con las limitaciones del diario vivir5.

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En conclusión, los animales llevamos soñando mucho tiempo, desde antes del período Cámbrico, y el soñar se ha favorecido evolutivamente porque ayuda a resolver problemas, sobrevivir, y enviar eficazmente nuestros genes al futuro. Así debe ser, porque ahora que mis hijos son adultos y se cuidan solos, mi angustiante pesadilla finalmente me dejó en paz.

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Julián Monge-Nájera

Revista de Biología Tropical, Universidad de Costa Rica

San José, Costa Rica

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Imágenes

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Pintura de Salvador Dalí, el pintor más famoso que se inspiró en los sueños para hacer sus obras. Fuente: Mike Steele (CC BY 2.0)

Diorama del período Cámbrico; los primeros animales en soñar vivieron en los mares tropicales de este período hace más de 500 millones de años. Fuente: James St. John (CC BY 2.0)

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Referencias

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1Melnattur, K., et al. (2015). Learning and memory: do bees dream? Current Biology, 25(21), R1040-R1041.

2Telford, M. J., et al. (2015). Phylogenomic insights into animal evolution. Current Biology, 25(19), R876-R887.

3Harvey, G. (2005). Animism: Respecting the Living World. Nueva York, NY: Columbia University Press.

4Vorster, A. P., & Borna, J. (2015). Sleep and memory in mammals, birds and invertebrates. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 50, 103-119.

5Barrett, D. (2017). Dreams and creative problem-solving. Annals of the New York Academy of Sciences, 1406(1), 64-67.

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Publicado: 7 de octubre, 2019. Serie 5.

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Serie de Blogs de la Revista de Biología Tropical. 2019

Universidad de Costa Rica

Edición gráfica: Alonso Prendas Vega

Edición científica: Luis E. Vargas-Castro

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