Resumen
Henri Lefebvre coloca en el eje de su teoría sobre la vida urbana la oposición entre el espacio vivido por quienes lo usan o sueñan y el espacio abstracto que creen organizar los tecnócratas de la ciudad, que raramente reconocen hasta qué punto su “creatividad” está sometida a intereses privados o institucionales. Tras ese espacio hipotético sobre el que urbanistas y arquitectos trabajan no hay otra cosa que mera ideología, es decir, fantasma que recubre y disfraza las relaciones sociales reales de producción. Frente -o de espaldas- a ese orden espacial meramente teórico de los “especialistas”, lo que las ciudades conocen es la actividad constante o inminente de lo urbano, entendido como apoteosis y exacerbación de lo social, dinamismo siempre activado de acontecimientos y quehaceres sobre el que los “expertos” aplican planes y proyectos, pero del que no saben en realidad nada, acaso por lo cual pugnan por anularlo.