Abstract
Resumen:
El aburrimiento aparece como causa y efecto del ciclo de innovación, como el descontento con ‘lo anterior’ que organiza la búsqueda de ‘lo nuevo’ y, por consiguiente, como una reacción negativa hacia el entorno. Sin embargo, esta condición también genera espacio mental, en tiempo real, para promover mecanismos de trascendencia y transgresión. Debido a su esencia relacional y crítica, el aburrimiento constituye un estado de ambigüedad, de ocio y de inquietud; es un síntoma que, al incitar introspección, instiga momentos de experimentación. Estas características coinciden con las paradojas y contradicciones de la experiencia moderna. La sobrecarga de los procesos de secularización, capitalismo, industrialización, la consolidación del estado-nación, racionalización y urbanización ha resultado en una cotidianeidad de monotonía y hábito. En este contexto, el aburrimiento surge no solo como índice de una sensibilidad alterna a los valores y visiones del modernismo, sino también como una forma de conceptualizar el tiempo y, por extensión, la historia. En consecuencia, este fenómeno puede ser estudiado a través de tres niveles, o espacios, de complejidad: el primero, como una experiencia individual y abstracta; el segundo, como una realidad enmarcada dentro de la modernidad; y el tercero, como un umbral histórico responsable de las posibilidades del futuro. Esta categorización se basa en la yuxtaposición de elaboraciones filosóficas y críticas sobre lo moderno, por autores del siglo XX como Walter Benjamin, Martin Heidegger y Henri Lefebvre, con análisis recientes sobre el aburrimiento, realizados en retrospectiva, por teóricos multidisciplinarios como Lars Svendsen y Peter Toohey.
Abstract:
Boredom appears as cause and effect of the cycle of innovation, as the disaffection with ‘the old’ that drives the search for ‘the new’ and, consequently, as a negative reaction to the environment. However, this condition also generates mental space in real time to promote mechanisms of transcendence and transgression. Due to its relational and critical essence, boredom constitutes a state of ambiguity, of idleness and restlessness; it is a symptom that, by encouraging introspection, instigates moments of experimentation. These characteristics coincide with the paradoxes and contradictions of the modern experience. The overpowering of the processes of capitalism, industrialisation, secularisation, rationalisation, urbanisation and the consolidation of the nation-state has resulted in an everyday life characterised by monotony and habit. Within this context, boredom emerges not only as an index of an alternative sensibility to the values and visions of modernism but also as a way of conceptualising time and, by extension, history. Consequently, this phenomenon can be studied through three levels, or spaces, of complexity: first, as an abstract and individual experience; second, as a reality framed within modernism; and third, as a historical threshold responsible for the possibilities of the future. This understanding is based on a juxtaposition of philosophical and critical elaborations on the modern, by authors of the twentieth-century such as Walter Benjamin, Martin Heidegger, and Henri Lefebvre, to recent examinations on boredom, done in retrospective, by multi-disciplinary theorists such as Lars Svendsen and Peter Toohey.