Abstract
Vivir la ciudad a través del dibujo conlleva una compleja sumatoria de circunstancias que no siempre están dentro nuestro control, sin embargo, parte de la mayor riqueza de esta experiencia radica en lo improvisado, caótico y sorpresivo de una ciudad abierta, real. En ella podemos encontrar infinidad de recursos siempre disponibles para ser estudiados y graficados en su estado natural y sin las ataduras comunes de, por ejemplo, un centro comercial amurallado, vigilado por cámaras y reglas absurdas de comportamiento.