Abstract
De él hemos dicho que Baratta fue un hombre del Renacimiento: el antropocentrismo, el humanismo, el enciclopedismo, y la elegancia de su estilo literario y de su estética moral, su capacidad de envolver diferentes saberes en una sola, contundente, sólida masa teórica sobre el sometimiento y la liberación, lo hacen el más completo pensador de la época en nuestra área. Pocos filósofos se habían adentrado con tanta agudeza totalizadora en lo que hasta entonces fuera el submundo relegado del control penal institucional. Y hemos dicho “estética moral”, pues el llevó a cabo la reunificación de saberes y valores dispersos, y lo hizo con la armonía restauradora que esa tarea solicitaba. Y porque ética y estética, vistas especialmente, aunque no exclusivamente, en el ámbito sociopolítico, son la misma cosa. Aunque Pavarini, a quien hemos denominado compañero de ruta del Maestro, haya dicho que Baratta nació y murió como un filósofo del Derecho Penal, tenemos que decir que él fue un criminólogo de nuevo cuño, el criminólogo de la totalidad.1 Sucede que a la criminología se insiste en enraizarla para siempre en la vertiente etiológica de sus orígenes. No se acepta que, con ese nombre tome la jerarquía de una nueva amplitud integradora de conocimientos y de perspectiva política.Comments
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