Resumen
La historia del control del delito es, en gran medida, la historia de los intentos por controlar y verificar, o al menos hacer predecibles las “formas de vida” (usando las palabras de Nietzsche) y comportamientos a través de los cuales la existencia humana se transforma. En las épocas pre-clásicas (aproximadamente hasta el S.XVIII), en Occidente se podía decir que esto se hacía mediante castigos duros y a menudo impresionantes, cuyo carácter irregular e impredecible pudo haber agravado el terror. Sin mostrar interés por el ser interior de las personas, los legisladores y magistrados pre-clásicos tendían a interpretar el gobierno como el mero sometimiento de la población. Los delincuentes eran a menudo percibidos como alienados, diferentes, o simplemente terceros. Gobernar no implicaba tener un interés inquisitivo en la vida interior de los seres humanos, y se los trataba, en particular a los delincuentes, como organismos biológicos a quienes se debía hacer sentir dónde y cuándo ser, cómo comportarse, etc., y, de ser necesario, se los debía destruir físicamente. Este modelo de control nunca desapareció por completo. De hecho, se podría decir que ha resurgido en las últimas décadas. Así, por ejemplo, los pedófilos y otros agresores sexuales son considerados generalmente como seres alienados, impulsados por lujurias viles; como criaturas cuyo ser es meramente biológico y por tanto, justifican medidas biológicas, tales como la castración, la declaración de incapacidad permanente o incluso la muerte.Comentarios
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