Abstract
Costa Rica, un pequeño país de poco más de 50.000 kilómetros cuadrados de superficie, y que en la actualidad apenas sobrepasa los dos millones de habitantes, evolucionó, desde mediados del siglo pasado hasta mediados de éste bajo la forma de un modelo agroexportador: la agricultura generaba la mayor parte del producto interno bruto, y al mismo tiempo financiaba a las importaciones de productos terminados, principalmente. La primera mitad de este siglo demostró, sin embargo, la debilidad del modelo: dos guerras mundiales y la crisis de 1929 fueron principales hitos de una situación continua de inestabilidad de los mercados mundiales que, salvo cortísimos períodos de bonanza, ha corrido pareja con un deterioro progresivo de los términos de intercambio, en detrimento de los países agroexportadores como Costa Rica, con la consecuente secuela de repercusiones económicas tales como déficit de la balanza de pagos, desfinanciación del sector público y endeudamiento excesivo, falta de capacidad para las inversiones, entre otras, las que a su vez han generado desacomodamientos internos de tipo sociopolítico.