Abstract
Parece ser que son los grises apacibles y los colores esfumados y armónicos, como en los cuadros del Támesis de Turner, los que distinguen a Inglaterra, más que los contrastes violentos de tono o las construcciones pictóricas exaltadas en El Greco. Pareciera también que la flema de inglesa se prestara más a las recogidas reuniones familiares, alrededor de un buen fuego hogareño, al comentario de textos bíblicos o autores predilectos, que a las grandes definiciones heroicas que pueden conmover hasta el fondo del alma, y poner la vida de cada uno, en esos bordes, que la contestación a tal pregunta hacen que aquélla tome el aspecto de encrucijada: de un lado de la vida –pero obnubilada y destruida en la negación de la conciencia- y del otro la muerte –como suprema consagración eterna del modo de esa conciencia viva-.