Abstract
Cuando contemplamos un bosque podemos sentirnos embargados de armonía, sosiego y serenidad. Admirar la belleza de un árbol, por ejemplo, puede conducir al deseo de conservarlo, de tenerlo ahí para verlo mañana. Sin embargo, esta visión nos ciega ante los fenómenos biológicos que están ocurriendo en ese bosque. La armonía, el sosiego y la serenidad son atributos ajenos al mundo natural y dicen más del observador que de aquello que observa. La visión científica y la visión estética entran así en conflicto: la primera nos revela lo que acontece, la segunda lo que quisiéramos que aconteciera.
¿Qué sucede, objetivamente hablando, en ese espléndido bosque pletórico de belleza? La respuesta es tajante: una constante lucha por la supervivencia. Charles Darwin lo decía con estas palabras: “Contemplamos la faz de la naturaleza resplandeciente de alegría… pero no vemos… que los pájaros que cantan ociosos a nuestro alrededor viven en su mayor parte de insectos o semillas y están así constantemente destruyendo vida; olvidamos con qué abundancia son destruidos estos cantores, sus huevos y sus polluelos por las aves y mamíferos rapaces”1.--LEER MÁS--