Resumen
Si el lazo del rey Leopoldo I de Bélgica con la masonería fue en el mejor de los casos lejano –fue aceptado por « comunicación » bajo los auspicios de una logia suiza aunque muy probablemente no haya puesto nunca un pie en una logia- no impidió que fuera saludado como hermano por los masones belgas. Leopoldo aceptó ser protector de la orden cuando un nuevo gran oriente se estableció en el joven país en 1832-1833. No obstante, pronto Leopoldo desarrolló una hostilidad contra la postura liberal de las logias belgas, actitud que mantuvo hasta su muerte en diciembre de 1865. En febrero de 1866, el Gran Oriente organizó una tenida fúnebre en honor
al fallecido monarca. El ritual reflejaba el espiritualismo masónico que todavía estaba muy extendido por aquella época. El rey masón muerto fue de forma simbólica integrado en el panteón de los héroes nacionales, reinventado con cualidades míticas, instrumentalizado como un icono que probara cuán los masones no eran viles ateos. La opinión católica reaccionó de forma violenta contra aquella recuperación del monarca. Asimismo, el ritual de 1866 trajo también una primera significativa protesta de masones que mostraban una actitud radical contra el espiritualismo impuesto. Estas polémicas anticipaban la secularización gradual de los rituales masónicos belgas de los años 1870.