Resumen
Si la masonería belga era una sociabilidad a problemática durante una gran parte del siglo XVII, esta dinámica se transformó a partir de la anexión de Bélgica a Francia y a los Países Bajos a finales del siglo XVIII y durante las primeras décadas del XIX. Un conjunto de nuevas logias con una gran cantidad de nuevos miembros, principalmente burgueses generaron progresivamente una masonería que iba a ser cada vez más anticlerical y políticamente abierta como el núcleo duro del partido liberal del país. En este artículo muestra cómo durante la secularización de sus discursos y prácticas, el Gran Oriente belga estaba a la vanguardia de lo que comúnmente se llamó la masonería “latina”. Sin embargo, aprincipios del siglo XX, cuando la democracia de masas cambió la identidad del país y las primeras simpatías socialistas se desarrollaron en las logias, se inició un proceso de despolitización, más o menos completado, después de la Primera Guerra Mundial. La configuración masónica belga entonces tendió a la fragmentación. Este proceso se inició a principios del siglo XX y continuó hasta los inicios del XXI, donde los debates sobre la cuestión de la regularidad y aún más por la impugnación de la exclusividad de género de las grandes logias masculinas por las masonerías mixtas o femeninas. Si bien se rompió la antigua unidad organizativa, sin embargo, se pudo desarrollar una convivencia relativamente benigna.