Si el planteamiento masónico en el siglo XVIII presentó un rasgo claramente revolucionario en base a su práctica de la tolerancia religiosa, la aceptación en igualdad de las mujeres en el seno de la masonería sigue en su idiosincrasia caracterizándose con ese mismo rasgo. Si el planteamiento masónico dieciochesco chocó frontalmente con la intolerancia de los regímenes absolutistas y monárquicos, la integración de las mujeres en la sociedad masónica chocó y choca con la intolerancia de las direcciones masónicas -las más emblemáticas- que detienen las llaves del tablero hiramista. Se trata del "arroseur arrosé" en clave de "tolerante intolerante". Si en esa centuria el planteamiento masónico se visualiza estando un paso por delante de la sociedad profana en lo que a logros sociales hacia una igualdad en derechos se refiere, primero entre varones y luego, con ciertas pinceladas entre ambos sexos, fue retrasándose en las siguientes por detrás de los avances sociales profanos en la cuestión de género.

Las mujeres "siempre" estuvieron en las "logias" pero como quisieron los hombres. La evolución del rol de las mujeres en la masonería no siguió siempre el ritmo de adquisición de nuevos derechos en el seno de la sociedad. En el siglo XVIII, excepciones aristocráticas se relacionaron con el entorno de los templos como más generalmente ocurrió con los clubs sociales y políticos. En el siglo siguiente (XIX), la evolución de la sociedad y la masonería fue en paralelo con una interrelación más numerosa de las mujeres aristocráticas y sobre todo con el discurrir del siglo de las procedentes de familias burguesas. Sin embargo, el paralelismo de la sociedad y la masonería se truncó en el siglo XX pese a la constitución de organizaciones de “corta y pega” femeninas que copiaron el estilo de la masonería. Frenazo precisamente durante el siglo en el que las mujeres -aunque no en todos los lugares del mundo- lograron para todas, incluidas las de las capas sociales campesinas y obreras, avances importantes a favor de la igualdad absoluta.

El empeño de los masones en no aceptar a toda igualdad a las mujeres en sus simbolismos no refrenó el empeño por parte de algunas mujeres de pertenecer a una sociedad que las rechazó, y porque no decirlo, humilló durante tantos siglos.

Esta cuestión fue abordada por los masones y las masonerías hasta convertirla en una eterna polémica. Unos y otras (se incluyen en éstas también a hombres) siguen buscando el documento masónico de tiempos inmemoriales, de la frase, de la palabra que sentenciasen a su favor. Para los investigadores la discusión está zanjada dejando clara que la postura que niega total igualdad es una postura intolerante, paternalista y de tiempos cumplidos.

Así pues, este número de REHMLAC aporta datos sobre la historia de las mujeres que integraron estructuras masónicas, sobre sus luchas por pertenecer y no ser rechazadas en este ambiente que supuestamente albergaba en sus trabajos logiales y su proceso gradual la lucha contra la intolerancia, sobre la importancia que constituyó esta cuestión en masones con gran calibre político y sobre los numerosos intentos frustrados por normalizar en lo social y en lo masónico la verdadera igualdad. Si, por ejemplo, esa historia en Francia modifica la visión de esa historia en España y viceversa, la atesorada en América Latina y en El Caribe va a modificar la europea. A la espera que estamos de ampliar estos tipos de estudios a los continentes asiáticos y africanos que a su vez modificarán las actuales. Las costas atlánticas americanas y europeas son sólo las primitivas bases del estudio de la historia de la masonería que transversalmente aborda todas las temáticas de la Historia social, política y económica mundial.

Aunque a muchos nos parezca que debiera esta cuestión tratarse en un espacio "trasnochado", "hors sujet", esta especial entrega de REHMLAC participa a favor de la Igualdad entre hombres y mujeres porque somos y deberíamos serlo ya todos "diferentemente iguales".