Resumen
Durante las primeras décadas de vida independiente, la idea de que los nicaragüenses
constituían una colectividad política con un origen y un pasado común era muy débil. Las
lealtades localistas, étnicas y religiosas obstaculizaban la consolidación de un poder central
estable capaz de difundir un sentido de identidad nacional. La rivalidad entre las élites de las
ciudades principales, aunada a los conflictos entre monárquicos y republicanos, unionistas y
federalistas, liberales y conservadores, desencadenó una sucesión de guerras civiles que abrió las
puertas a la ocupación del país por filibusteros estadounidenses en 1856-1857.
La grave amenaza externa obligó a las élites a unir esfuerzos para expulsar al invasor
y, en 1858, se conformó una Asamblea Constituyente encargada de redactar una nueva Carta
Magna acorde al carácter del pueblo nicaragüense, para dar inicio a la reconstrucción del país.
El discurso pronunciado por el presidente del cuerpo legislativo en el acto de promulgación
de la ley fundamental de la república revela la incertidumbre y el temor de los diputados,
apremiados por la responsabilidad de definir a la comunidad nacional.