Abstract
Este artículo busca analizar que el contexto político interno de Venezuela es tensionado por ideologías que en el fin del siglo XX eran consideradas superadas y condenadas al desaparecimiento. Pero, en el caso de esta nación, su dinámica es movida por las discusiones ideológicas, señalando el socialismo y exhortando las figuras del pasado, tal cual Simón Bolívar. En este punto, la historia logra una importante función en el aparato de Estado, sobre todo cuando señala elementos del tiempo presente, con actores sociales del pasado que aún viven simbólicamente o que poseen algún descendiente en el escenario político, a ejemplo de Chávez y su bisabuelo. El gobierno venezolano logra una interpretación específica de la historia del mundo occidental, de América y de Venezuela, tornándola uno de los principales medios de propagación y mantenimiento del régimen. Esto porque la conocida tesis del Fin de la Historia y la muerte de las ideologías, propagada por Francis Fukuyama bajo las incertidumbres del colapso soviético, no se confirmó en muchas realidades. En esto sentido, la realidad venezolana logra un nivel de excepcionalidad, pues en las décadas de 1960 y 1970 el país tuvo totales condiciones de se presentar como un ejemplo – o el mejor alumno – de democracia, siendo considerada una excepción se comparado con sus vecinos antidemocráticos.
Por fin, este artículo concluye que los factores económicos venezolanos no tienen relación con la “muerte” de las ideologías, probando justamente el contrario: cada vez más las ideologías apoyadas en el socialismo alcanzan valor electoral, mismo en un momento de crisis de los ideales neoliberales
en Latinoamérica.