Abstract
Hacia 1991, Eloy Rada García, en la introducción a su traducción del Mysterium Cosmographicum, manifestaba alguna sorpresa porque si bien el de Johannes Kepler no era un nombre desconocido para el público en general, como tampoco lo era la importancia de su aporte a la ciencia, sus obras apenas habían frecuentado nuestro idioma. Ahora, más de una década después, quisiera expresar una sorpresa análoga: Kepler sigue siendo un extranjero en los territorios literariamente fértiles y filosófica y científicamente casi estériles de la lengua de don Sancho Panza.Comments
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