Revista geológica de América central ISSN Impreso: 0256-7024 ISSN electrónico: 2215-261X
OAI: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/geologica/oaiEl 22 de abril de 1991 a las 3:57 p.m. ocurrió un terremoto en el Caribe de Costa Rica, mejor conocido como el “terremoto de Limón”. Con una magnitud momento (Mw) de 7,7, fue el sismo más grande de todo el planeta durante el año 1991. Este evento ocasionó daños en el 80% del territorio costarricense, cobrando la vida de 48 personas e impactando también a Panamá, donde hubo 79 víctimas. Los daños y las pérdidas más notables ocurrieron en líneas vitales, incluyendo carreteras, ferrocarriles, puentes, puertos y acueductos. Los efectos geológicos fueron igualmente impactantes: ocurrió un levantamiento costero de casi 2 m y deformación vertical de casi 4 m en ciertos sectores continentales, hubo un tsunami local que se observó inmediatamente después del terremoto y, además, gran parte de los sectores montañosos y costeros fueron devastados por enormes deslizamientos, licuefacción y asentamiento del suelo.
Para muchas de las personas que vivimos el terremoto de Limón, esa fue una experiencia impresionante. Para nosotros, los editores, no fue una excepción. Percy Denyer, quien ya era profesor de la Escuela Centroamericana de Geología, vivió el terremoto en el campus de la Universidad de Costa Rica (UCR) y recuerda observar durante el fuerte movimiento a Walter Montero, quien servía como Director, sujetarse del marco de madera en la entrada de su oficina. Por su parte, Lepolt Linkimer se encontraba en su Turrialba natal, mucho más cerca del epicentro. Allí experimentó, a sus 12 años, la intensidad sísmica que lo inspiró a doctorarse en Sismología casi dos décadas después. Es así como detrás de cada costarricense de cierta edad, hay un recuerdo indeleble ocasionado por el terremoto de Limón.
Para los investigadores de las geociencias, el terremoto fue, además, y por mucho, un evento fascinante. El sismo representó una oportunidad para observar de cerca cambios geológicos drásticos y muy significativos. En los días posteriores al evento sísmico, en la región se desplegó un grupo de investigadores que además de geólogos, incluyó ingenieros, geógrafos, biólogos, psicólogos y otros, que trabajaron en la región tratando de entender el origen y las consecuencias del terremoto. Parte de los hallazgos fueron documentados en un primer volumen especial de la Revista Geológica de América Central, publicado en el año 1994 y que comprendió 21 artículos. Gracias a estos y muchos otros estudios se pudieron establecer algunos rasgos tectónicos básicos que hasta ese momento eran desconocidos para el Caribe costarricense y, además, se llevaron a cabo algunas modificaciones al Código Sísmico y a los planes de atención de emergencias para todo el país.
Ahora, treinta años después de este acontecimiento, presentamos un nuevo volumen especial dedicado exclusivamente al terremoto de Limón y otros aspectos relacionados con el Caribe costarricense. Este volumen es también especial por otras dos razones. Primero, porque en él rendimos un homenaje póstumo al Lic. Wilfredo Rojas Quesada (1959-2021), sismólogo de la Red Sismológica Nacional de la UCR, quien justamente colaboró con empeño en la atención de las crisis sísmicas de los años noventa. Un producto de su trabajo fue la recolección de datos de intensidades del terremoto de Limón, con los que se confeccionó un mapa de isosistas que merecidamente se presenta en este número de la revista. Además, este volumen es muy particular, puesto que todos los artículos han sido elaborados durante el periodo de la pandemia de la COVID-19. En abril del 2020, al inicio de la pandemia y cerca del vigésimo noveno aniversario del terremoto, surgió la idea entre los dos editores de crear este número temático especial. Fue así como la primera invitación para publicar en este volumen fue distribuida en mayo del 2020 y a pesar de las condiciones extraordinarias de la pandemia, la reacción de los investigadores fue muy positiva.
Hemos podido construir entonces un volumen que consta de veintidós artículos. Los primeros cinco artículos abordan temas relacionados con la geotectónica y estratigrafía de la región, así como aspectos históricos de los depósitos de carbón y petróleo en la zona. A continuación, se incluye un bloque de cinco artículos que cubren la sismología del evento principal, las réplicas, la sismicidad disparada en otras regiones de Costa Rica y la sismicidad histórica. Los siguientes tres artículos abordan el tsunami ocasionado por el terremoto, los tsunamis históricos y el potencial tsunamigénico de la región. Después se presentan cuatro artículos dedicados a aspectos regionales y locales de la geología estructural del Caribe usando diversas herramientas. Finalmente, se presentan los artículos que demuestran los efectos del terremoto: primero dos con aspectos geomorfológicos e hidrológicos, luego dos sobre los daños en estructuras y puentes y, como cierre, un artículo que recoge algunas reflexiones sobre la atención psicológica que se le brindó a la población.
Inevitablemente, dada su ubicación en un límite entre placas tectónicas, el Caribe costarricense, y otras regiones del país, volverán a presenciar tarde o temprano un gran terremoto. Las posibilidades para enfrentar exitosamente estos fenómenos geológicos van a depender, en gran medida, de la cantidad de conocimiento que se tenga acerca de su origen y sus posibles efectos. Aunque no podamos aún saber de antemano cuándo sucederán exactamente los terremotos, sí podemos seguir investigando los fenómenos ya ocurridos con miras a alcanzar una mejor preparación para enfrentar los venideros.
Lepolt Linkimer y Percy Denyer
Editores invitados
Homenaje póstumo al Lic. Wilfredo Rojas Quesada (1959-2021)
El pasado 4 de enero del 2021 nos abandonó físicamente el muy apreciado y querido colega y amigo Wilfredo Rojas Quesada, con quien tuve el gusto de compartir lindas experiencias, tanto en el campo profesional, como en reuniones de amigos, las cuales nos entrelazaron durante una buena parte de nuestras vidas. A Wilfredo lo conocí cuando fue mi alumno en la Escuela Centroamericana de Geología en el año 1980 y luego como compañero de trabajo por un gran número de años. Aún después de que ambos nos pensionamos de nuestro trabajo en la Universidad de Costa Rica (UCR), seguimos compartiendo, porque nuestra amistad iba más allá de nuestras actividades de colaboración en el plano profesional.
Wilfredo trabajó en la Sección de Sismología, Vulcanología y Exploración Geofísica de la Escuela Centroamericana de Geología de la UCR, desde el inicio de su trabajo profesional, en donde se mantuvo laborando en forma continua hasta que se pensionó a mediados del año 2017. El vínculo laboral de Wilfredo con la universidad empezó como asistente en varios cursos hasta que se le contrató como asistente en la Sección, cuando el M.Sc. Luis Diego Morales estaba en la jefatura. Wilfredo y Luis Diego mantuvieron una amistad entrañable a lo largo de los años. Un tiempo después se le consiguió una plaza como profesional en el sector administrativo. Esto llevó a que su vínculo laboral con la Universidad se extendiera por unos cuarenta años, de los cuales treinta y cinco los dedicó a diversas labores dentro de la Sección y en particular en la Red Sismológica Nacional (RSN: UCR-ICE). Gran parte de su trabajo inicial y que persistió a lo largo del tiempo consistió en la lectura de sismogramas y en la localización de los sismos que ocurrían diariamente en Costa Rica. También contribuía considerablemente en el apoyo a los diferentes proyectos de investigación que se desarrollaban en la Sección, tanto los que contaban con financiamiento interno como externo. En particular durante muchos años colaboró en la instalación de redes sismológicas portátiles y en el análisis de los datos sismológicos recopilados, ya fueran dentro de proyectos de investigación o a raíz de actividades sísmicas particulares, como enjambres de temblores o después de la ocurrencia de terremotos. Recuerdo muy bien su muy destacada participación en la investigación del terremoto de Cóbano del 25 de marzo de 1990 (Mw 7,0) y de la secuencia sísmica de Puriscal de abril a julio de 1990 y posteriormente del terremoto de Piedras Negras del 22 de diciembre de 1990 (Ms 5,7). Luego se involucró en la investigación del terremoto de Limón del 22 de abril de 1991 (Mw 7,7), tanto en el campo como en el trabajo de laboratorio con el procesamiento de la información sismológica, que llevó a la localización del evento principal y de sus réplicas. También colaboró con la investigación del sismo de Frailes de 9 de agosto de 1991 (Mw 5,2) y la secuencia de Pejibaye de julio de 1993, con un evento principal de magnitud Ms 5,7. Luego de estos sismos, tuvo una presencia constante en el análisis de las diversas secuencias sísmicas significativas que hubo en Costa Rica hasta su muy merecido retiro.
Debido a los méritos que venía acumulando por su trabajo en la RSN, en el año 1994 fue nombrado como el funcionario más destacado del año de la Universidad de Costa Rica. Este premio se le otorgó por su labor “en el campo de la sismología y como creador de la primera fórmula para el cálculo de la magnitud local de los sismos en Centroamérica.” Esta última fórmula la determinó en el año 1987. Unos años después, en el 2007, nuevamente recibió un reconocimiento, esta vez por parte de la Rectoría y de la Oficina de Recursos Humanos de la UCR por la “contribución al desarrollo y al fortalecimiento institucional durante más de 25 años de servicio”.
Un reconocimiento adicional para Wilfredo le fue otorgado por un acuerdo del Consejo Municipal de su querido cantón de Atenas, nombrándolo como “Ciudadano Distinguido” en el año 2005, en respuesta a las múltiples colaboraciones que dio a su cantón natal a lo largo de más de quince años. También contribuyó y dio diversas asesorías al vecino cantón de Mora.
Dentro de los campos de la Sismología en los que incursionó notoriamente, se encuentra el estudio de la amenaza sísmica, tanto a nivel nacional como centroamericano. Esta labor la inició en colaboración con los sismólogos noruegos Dr. Hilmar Bungum y Dr. Conrad Lindholm, durante una estancia que tuvo en el Norwegian Seismic Array (NORSAR) de Noruega, entre los años 1992 y 1993. A raíz de su trabajo en NORSAR elaboró en el año 1993 el primer catálogo sísmico digitalizado de América Central. Este trabajo fue luego la base de su tesis de Licenciatura en Geología. La base de datos centroamericana que realizó es la que periódicamente se actualiza para realizar diversos estudios probabilísticos de amenaza sísmica a nivel nacional o regional. En el año 1993 fue también autor del primer modelo de zonificación sísmica digitalizado de América Central. Al año siguiente se constituyó en el autor del primer mapa de intensidades máximas esperadas para Centroamérica. Su colaboración con la cooperación noruega se mantuvo por muchos años, mientras financiaron proyectos de asistencia técnica a través de Centro de Prevención de Desastres Naturales de América Central (CEPREDENAC). Más recientemente, fue un gran colaborador de los proyectos de amenaza sísmica que a nivel de América Central vienen siendo coordinados por la Dra. Belén Benito Oterino de la Universidad Politécnica de Madrid.
Wilfredo también aportó al Código Sísmico de Costa Rica, como el primer autor del análisis de la amenaza sísmica para el Área Metropolitana de San José y el Valle Central, lo cual contribuyó a la actualización del código sísmico nacional.
Wilfredo, en medio de sus compañeros sismólogos, en el marco del 50 aniversario de la Escuela Centroamericana de Geología en el año 2017, lo acompañan: Walter Montero, Ileana Boschini, Sergio Paniauga, Luis Diego Morales, Rafael Barquero y Lepolt Linkimer. B) Wilfredo examinando una trinchera en el sitio Cocori en Tejar de Cartago en enero de 2009, a la izquierda Javier Alvarado. C) Wilfredo leyendo un sismograma D) Wilfredo y su compañero de aventuras, Walter Montero, degustando el almuerzo en Birrisito (Paraíso), junio del año 2011. E) Wilfredo, junto con W. Montero, noviembre de 1992, en el exterior de la sede de NORSAR en Noruega. Fotografías del archivo de la Oficina de Divulgación (ODI) de la UCR, Cristian Araya, Walter Montero.
Wilfredo era una persona multifacética. Tenía muy diversos intereses y varios son de destacar. Por haberse criado en el área rural de su natal Atenas, y por influencia familiar, tenía un gran amor por las fincas. A varias les dedicó buenos años de su vida, en especial a la que tenía en la localidad de Jateo, en el cantón de Mora. También le dedicó buen tiempo a otro terreno que tuvo en compañía de varios socios, entre ellos los colegas Luis Diego Morales y Teresita Aguilar, en el cerro Pelado, en Cañas, Guanacaste. Fue un amante y gran conocedor de la ganadería, pero también tenía grandes conocimientos de agricultura y en general de la naturaleza, la cual disfrutaba plenamente.
Otra faceta de Wilfredo fue su persistente lucha por encontrar el avión militar argentino que se perdió cuando hacía un vuelo entre Panamá y El Salvador, en noviembre de 1965. Tenía la certeza de que ese avión se había estrellado en la cordillera de Talamanca, en la fila de Matama o cerca de ella. Desde el año 1985 realizó viajes a esa región, especialmente durante la Semana Santa, en la búsqueda de ese avión junto con un grupo de búsqueda que lideraba.
A y B) En una expedición a la cordillera de Talamanca realizada en el 2018. C) Wilfredo se compró este carro marca Willys MB de 1948, como su regalo de cumplir 60 años. D) De las grandes pasiones de Wilfredo, el ganado y el campo. Fotos de Alejandro Argüello, Walter Montero y archivos de la familia Rojas-Ávila.
También fue un gran colaborador del Colegio de Geólogos de Costa Rica. Fue miembro de su Junta Directiva por muchos años, hasta su partida. En años recientes se interesó en la problemática de la explotación del oro en la zona de Crucitas. También se interesó en la caída del meteorito en el año 2019 en la zona de Aguas Zarcas, adonde viajó para recopilar información.
Tuve el gusto de compartir con Wilfredo un buen número de investigaciones a lo largo de muchos años, inicialmente en el campo de la Sismología y en años más recientes en el campo de la neotectónica, en el cual lo inicié y para mi satisfacción, le dio grandes aportes al país. Repasando la labor científica de Wilfredo en diversos campos de la geología, fue autor y coautor de más de cuarenta artículos científicos, alrededor de 130 reportes e informes técnicos, y como coautor en cuatro libros relacionados con la sismotectónica y la amenaza sísmica. En particular, fueron múltiples los trabajos y las publicaciones en las cuales compartimos créditos, muchas de las cuales se pueden consultar en la Revista Geológica de América Central. Destaco a continuación las colaboraciones más recientes. Fue mi mano derecha en un proyecto de investigación financiado en forma conjunta por el CONICIT y la UCR, para la investigación de los sistemas de falla Aguacaliente y Navarro, que tuvo una duración de seis años, entre el 2011 y el 2016. Con Wilfredo hicimos múltiples giras para investigar la geomorfología tectónica de esas fallas y realizar estudios de trincheras paleosismológicos. También, fue un gran colaborador del otro componente de ese proyecto: la medición de una red geodésica temporal, que se realizó cada dos años, iniciando en el año 2012 y teniendo una última medición en el año 2020, en la cual también participó.
Wilfredo era una persona auténtica, entregada al trabajo, persona de acción, humilde, apasionado de su profesión y del trabajo en el campo. Era un excelente conversador y con él se disfrutaban mucho las giras porque siempre tenía muchas historias interesantes que contar.
Wilfredo estaba casado con Maruja Ávila y era padre de Luis Diego. Gracias por estar en nuestras vidas y poder compartir tu amistad
Walter Montero Pohly
Centro de Investigaciones en Ciencias Geológicas, Universidad de Costa Rica