Abstract
Determinados argumentos discursivos que amalgamaría la historia oficial costarricense—y
de otras procedencias—enfatizó las calamidades de la década de los ochenta. Ello en razón de
haber recibido la descarga de una severa crisis económica mundial. Su eje apoyado sobre una
coyuntura internacional sin crecimiento económico y, jalonado por múltiples causas como la
inflación, el desempleo o la pérdida del poder adquisitivo que, los entendidos en la materia,
brindarían bajo distintas versiones teórico-conceptuales. En la actualidad, se mira con sospecha
lo mencionado, quizás lo que no quedó claro por razones ideológicas fue que se incubó un
precedente social perverso antes de la “Década perdida”, escasamente despejado por la
disciplina histórica. Los años setenta fueron conflictivos en distintas latitudes del planeta desde
las sociedades industrializadas hasta las más rurales y, según la metáfora del historiador británico
Eric Hobsbawm: (…) Las décadas posteriores a 1973 serían, una vez más, una era de crisis. La
edad de oro perdió su brillo