Abstract
Desde inicios republicanos los distintos espacios territoriales que alcanzaron su
independencia, política y administrativa de la Corona española, debieron emprender fórmulas
políticas, sociales y culturales con las que intentaron definir los atributos de los nuevos territorios
ahora soberanos e independientes. Está claro que este cometido se hizo en estrecha confrontación
con la España monárquica. La necesidad por mostrar rasgos de particularidad y excepcionalidad
encontró en los distintos letrados, publicistas y académicos, el vaso comunicante entre éstos
y un público lector al que se buscaba convencer acerca de la nueva estética por construir. No
se trató de una realidad devenida inevitablemente. La opción por la patria, el territorio y la
nación fue la que se hizo hegemónica en el período posindependentista, ante las proposiciones de
confederación dejadas de lado por parte de las elites que tomaron las riendas del poder político
en este tiempo.
Al romper lazos administrativos y políticos con la monarquía absoluta, el requerimiento
narrativo navegó por las procelosas aguas de la construcción del pueblo y una nueva ciudadanía.
Al lado del reconocimiento del ejercicio ciudadano para todos, tal como quedó establecido en la
constitución venezolana de 1811, se agregó el de un conjunto de relaciones culturales arraigadas
desde los tiempos coloniales. Relaciones en las que la negación del otro, el mestizo, marcaron el
destino del excluido, jurídica y culturalmente justificadas, en los tiempos de la modernización de
la Hispanoamérica decimonónica.